Y es que en asuntos de cultura política aún somos niños de teta. El nuestro, en ese renglón, es un estado larvario. Ahora me explico el poder de manipulación que sobre nosotros ejercen los medios de condicionamiento de masas. Porque, lamentable, por la ausencia del maestro G.R., que nos diera a valer, eso que intentaba ser acto de triunfo y celebración se convirtió en derrota y motivo de duelo. Patético.Ello ocurrió la noche de algún día de estos. Aborregados en el estacionamiento de Cádiz, los inquilinos del edificio y diversos vecinos de la colonia nos preparábamos para la celebración, pero ya a punto del jolgorio un fementido rollo de papeles sacados de entre piel y sostén de un pecho de una hembra garrida masacró el ánimo festivo y oscureció los propósitos de festejo. Con ánimo contristado los observé: aniquilados y en silencio, aquellas ánimas en pena, de una en una, de dos en dos o en grupillos, iban abandonando el estacionamiento y, gacha la testa, unos tomaban las escaleras y enfilaban rumbo a su depto. y otros se desparramaban por las callejas del arrabal. Me dolí:
«Pobres las masas de mi país. Las violentan y agreden una y otra vez, sin que ellas regresen los golpes. Cuándo se llegará el día en que las masas sociales descubran la inutilidad de las muchedumbres y la eficacia de la verdadera organización celular autogestionaria». En fin.
Desde media tarde, en el estacionamiento se había estado cocinando una cena a la medida del júbilo y la celebración, gastos por cuenta del vecindario: el joven juguero, por ejemplo, llevó los refrescos, y el Síquiri las de a litro, y las garnachas y chalupitas doña Tintorera; la gelatina artística y todo lo de picar quedó a cargo de la Jana Chantal, travestí (el Tano de día, vulcanizador de repelos de llantas que Texas nos arroja por media cara), y así La Lichona (esos sus blancos pantalones, tres tallas más estrechos de lo que piden, suplican, a gritos exigen sus curvas), y así todo el vecindario. Desde medía mañana la tía Conchis:
– Lo esperamos a la noche, bigotonzón. Ya le tengo por ahí un negro, pero que bien caliente.
(Ay, Dios). De grano, sí, de Coatepec Y que «cuídao y nos vaya a desairar, áí se lo haiga».
Y cómo, a vecinos de tan buena voluntad, por más que el bocado se me iba a atragantar, que el festejo significaba los ahorros de todos, incluyendo los míos. Yo, aquella corazonada…
En fin, que así se pasó la tarde, sápida de aromas: ollas, jarras y cazuelas. Ya anochecía cuando me entreveré a la bullanga. «Pásele, bigotón (la tía Conchis), a celebrar el triunfo de la consulta ciudadana, que es decir de la democracia A celebrarla con birria, que una birria de democracia como la mexicana bien vale una birria de chivo». Una democracia que esa noche hermanaba a la tía Conchis, militante de Izquierda Unida», con La Macarena, chucha cuerera fanática de los Chuchos de «Nueva Izquierda» y a don Tintorero, ribetes de ateo, con el católico padre Pioquinto, mi confesor espiritual. Afuera llovizna, sirenas de patrullas, cachos de la sentida balada romántica: «Me sabe a pura miér…coles». Edificio de Cádiz. Mixcoac.
– Al rato decimos salú con el chicharrón en la mano. Méndigo gobierno, ¿Pues no que no se podía? «Haiga sido como haiga sido», la consulta ciudadana fue todo un éxito, y va a echar abajo las iniciativas siamesas del de Los Pinos y del mero mandón, Manlio Fabio. Por el respeto a la voluntad ciudadana, vecinos, (Y que salú. Yo, silencioso, con mi infusión de borraja. Y aquella punzada en el lado cordial. La corazonada, una vez más.) La Tía Conchis, conserje del edificio, oficiosa maestra de ceremonias:
– ¡La hora ha sonado! ¡Desvírguense las chelas y a brindar por la consulta ciudadana! ¡Salú! No lo hubiera dicho. Como salido del averno, vale decir de la nocturna tenebra, aquellos dos bultos que, bamboleándose, llegaban desde la calle y hacían su entrada triunfal. «¿Qué celebramos, bigotón?»
Me sobresalté: «¡Jerásimo, qué haces aquí, con semejante borrachera y válgame, con semejante compañía!» (¡Nada menos que La Maconda, o sea la señora viuda de Vélez, devota del muerto Maciel, el vivo Onésimo Cepeda y varios más de esa misma calaña, imagínense! (Vuelvo mañana.)