El niño y su día

Afecto no soy a esta clase de «celebracio­nes» que impone el comercio para aprove­charse de unas masas a las que ha arroja­do al consumismo, pero ya que tantos de ustedes van a sangrar su economía fami­liar para encarar a los hijos con el regalito en la mano, va aquí mi propuesta: ¡Qué tal si al juguete añadimos una rajuela de es­píritu (sentimiento, reflexión, emotividad), que resulte de provecho para ellos y uste­des? La voz del poema, en primer lugar.

Cuando se tiene un hijo – se tiene al hi­lo de la casa y al de la calle entera – se tie­ne al que cabalga en el cuadril de la mendi­ga- y al del coche que empuja la institutriz inglesa- Y al niño gringo que carga la criolla – y al niño blanco que carga la negra- y al ni­ño indio que carga la india – y al niño negro que carga la tierra…

 

Cuando se tiene un hijo se tienen tan­tos niños – que la calle se llena, y la pla­za y el puente – y el mercado y la iglesia Y cuando un niño grita no sabemos – si es nuestro el grito o del niño – Y si le sangran y se queja – no sabríamos si el ay es suyo o si la sangre es nuestra…

Cuando se tiene un hijo – todo llanto nos crispa, venga de donde venga – Cuando se tiene un hijo se tiene el mundo adentro y el corazón afuera…

Pena y admiración provoca el encuen­tro con la sabiduría de nuestros abuelos meshicas. Y qué altura de conceptos, qué belleza en la expresión, qué sabiduría y amorosas ternezas, flor y espiga madu­ra de un legado aborigen que mal conoce­mos y menos ponemos en práctica. Habla el padre a la niña:

Aquí estás, mi hijita, mi collar de pie­dras finas, mi plumaje de quetzal, mi he­chura humana, la nacida de mi. Tú eres mi sangre, mi color, en ti está mi imagen… Aho­ra recibe, escucha: vives, has nacido, te ha enviado a la tierra el Señor Nuestro, el Due­ño del Cerca y del Junto, el hacedor de la gente, el inventor de los hombres… Aho­ra que ya miras por ti misma, date cuenta. Aquí es de este modo: no hay alegría, no hay felicidad. Hay angustia, preocupación, can­sancio. Por aquí surge, crece el sufrimien­to, la preocupación. Aquí en la tierra es lu­gar de mucho llanto, lugar donde se rinde e! aliento, donde es bien conocida la amargu­ra y el abatimiento. Un viento como de obsi­diana sopla y se desliza sobre nosotros…

Oye, bien, hijita mía, niña mía: no es lu­gar de bienestar en la tierra, no hay alegría, no hay felicidad. Se dice que la tierra es lu­gar de alegría penosa, de alegría que pun­ja. Para que no estemos llenos de tristeza, el Señor Nuestro nos dio a los hombres la ri­sa, el sueño, los alimentos, nuestra fuerza y nuestra robustez y finalmente el acto sexual, por el cual se hace siembra de gentes…

Por ahora, mi muchachita, escucha bien, mira con calma: he aquí a tu madre, tu señora; de su vientre, de su seno te des­prendiste, brotaste. Como si fueras una yerbita, una plantita, así brotaste. Como sale la hoja, así creciste, floreciste. Como si hubieras estado dormida y hubieras despertado. Mira, escucha, advierte: no seas vana, no andes como quiera, no andes sin rumbo. ¿Cómo vivirás? ¿Cómo seguirás aquí por poco tiempo? Es muy difícil vivir en la tierra, lugar de espinosos conflictos, mi muchachita, palomita, pequeñita…

No hagas quedar burlados a nuestros señores por quienes naciste. No los afren­tes, no como quiera desees las cosas de la tierra, no como quiera pretendas gustarlas, aquello que se llama las cosas sexuales y, si no te apartas de ellas, ¿acaso serás divi­na? Mejor fuera que perecieras pronto…

No como si fuera en un mercado bus­ques al que será tu compañero, no lo llames, no andes con apetito de él. Pero si tal vez tú desdeñas al que puede ser tu compañe­ro, el escogido del Señor nuestro; si lo des­echas, no vaya a ser que de ti se burle, en verdad se burle de ti y te conviertas en mu­jer pública. Quien quiera que sea tu compa­ñero, ustedes juntos tendrán que acabar la vida. No lo dejes, agárrate de él, cuélgate de él, aunque sea un pobre hombre…

El hijo frustrado. Se duele el poeta:

 

Fue un desterrado sueño y menos que un gemido – fue un botón que se corta sin que llegue a ser flor – y esa hoja que cae, y al caer no hace ruido – pero deja en el árbol un secreto dolor…

 

No supimos qué luz pudo tener su fren­te – ni qué nombre de amor decir en su can­ción – No fue nada, pero algo se murió de repente – y una ola de niebla rodó en el co­razón – Cuando hoy los niños juegan en el parque cercano – nos oprime una angus­tia como una espina cruel – y sin decir deci­mos al tomamos la mano: – pudo ser como aquella… pudo ser como aquel…

Y se murió. Nació muerto. Dídimo. (A su memoria.)

El mexicano ya no cree en la justicia

Insólita, esa verdad que el de Los Pinos acaba de revelarle a México. Y a propósito de justicia: la impunidad oficial y la memoria histórica:Porque se ha incumplido el derecho del pueblo de Jalisco a conocer la verdad histórica y jurídica de las explosiones del 22 de abril, la Comisión Estatal de Derechos Humanos recomendó al Gobernador Francisco Ramírez impulsar un juicio civil en contra de quien resulte responsable de la tragedia…

Y por que no se nos borre la memoria histórica: en la Guadalajara olorosa a tierra mojada (de sangre, por aquel entonces acabada de derramar), frente a las cámaras de TV y con un fondo de ruinas, desolación y cadáveres prudentemente disimulados, el chaparrín de las grandes orejas levantaba un índice minusculito para clamar, engolada su voz de pito de calabaza:

¡Compatriotas! ¡He dado instrucciones precisas al Procurador Morales Lechuga para que en un plazo no mayor de 72 horas me rinda un informe sobre los responsables del…! ¡Etc!…

El responsable directo y único resultó ser PEMEX, pero rápido de reflejos, Francisco Rojas, su director, se adelantaba a acusar:

– Fue la fábrica de aceites La Central, donde se presentó una fuga de hexano que se filtró ai drenaje municipal. Ello provocó seis explosiones.

Y una capacidad de fingimiento e hipocresía frente a las ruinas, la desolación, los baldados y los cadáveres del Sector Reforma: ‘Personal especializado de PEMEX se encuentra en el Sector Reforma, colaborando con las autoridades estatales y municipales en el centro de emergencia No hay peligro, por suerte, de que nuestros ductos sean afectados…»

Si, PEMEX resultó ser el único responsable de la masacre, pero por diluirle la responsabilidad clamaba el priísta Rafael Rodríguez Barrera:

– No, bueno, los de mi partido no hacemos juicios a priori sobre los hechos de
Guadalajara. Los partidos de oposición no deben manipular políticamente el problema. Por el contrario, en lugar de buscar culpables, que ayuden al país a evitar desastres de ese tipo…

La mortandad se produjo un 22 de abril de 1992, y esto después de que vecinos del Sector Reforma estuvieron reportando una y otra vez el hedor a gasolina que emanaba del alcantarilliado, Las autoridades correspondientes nunca valoraron semejante denuncia como para destacar el personal adecuado que inspeccionara aquella irregularidad. Y sobrevino la tragedia de las seis explosiones, y casi enseguida quedaría al descubierto la responsabilidad de la paraestatal. Pero entonces…

El entonces presidente Sainas dio a la tragedia del Sector Reforma una solución a la mexicana, la misma que antes se aplicó en Tlatelolco, Rivera de San Cosme, San Juan Ixhuatepec y más tarde en Acteal. Aguas Blancas, El Charco. El Bosque, en fin: el disimulo, la complicidad, la impunidad, el cinismo; los dineros de PEMEX y los contratos de Ivancar que han beneficiado a Juan Camilo Mouriño, al que el de Los Pinos se apresuró a arropar al designarlo como secretario de Gobernación, y a su honorable familia. ¿Los mexicanos? ¿La memoria histórica? Bah. La solución, muy a la mexicana:

En mayo, Francisco Rojas convocó en su oficina a 45 diputados, que al final de la entrevista se negaron a revelar lo que ahí acordaron, pero tiempo después iban a emitir su acuerdo final:

«La Cámara de Diputados no abrirá juicio político alguno a los funcionarios denunciados ante ella como responsables del siniestro».

Los priistas a quienes los legisladores relevaban de toda responsabilidad fueron: Gullermo Cosío Vidaurri, gobernador del Estado; Francisco Rojas, titular de PEMEX; el ex secretario de la SEDUE, Patricio Chirinos, y el titular de la Secretaría de Desarrollo Social, uno de nombre Luis Donaldo Colosio. Pero al término del debate, y para no irse en blanco, los legisladores acordaron demandar a cierto funcionario público:

Por actos y omisiones en la elaboración de libros de texto, que redundan en perjuicio de los intereses públicos, con daño moral y económico por alrededor de 24 millones de pesos, al causante directo, el titular de la Secretaría de Educación Pública Ernesto Zedillo Ponce de etc.

¿Y? «Ya, señores, exige Alberto Orozco Romero, ex-gobernador de Jalisco. Hablar del 22 de abril es insano. Yo aborrezco ocuparme de ese asunto». Es México, este país. (Sigo mañana.)

¡Mi reino por un caballo!

Tal clama Ricardo III, lo jura Shakespeare, cuando en el combate postrero le matan la bestia, y al intuir su propio final intenta ponerse a salvo. Pues sí, pero tiempos de crisis ocurren en que se tiene que alterar el clamor: ¡Mi reino por un jinete! Como el de la fabulilla, pongamos por caso:

Han de saber sus mercedes que en algún poblado de aquellos vivía un artesano viejo, sastre de oficio y de nombre Próculo, que era lo que se dice un alma de Dios, corazón de malvavisco y condición tan tiernita que rayaba en la debilidad. Y ya lo dice el cantar de mi tierra: «El bueno pica a pendejo». Así era el buenazo de mi don Proculito, sastre de oficio…

Y ocurrió que este bueno de don Próculo con el tiempo derivó en solterón, porque aquel carácter de queso tierno, tal temple de jericalla no le alcanzó para agencias de una amantísima, esa la sin par Nallieli que habita junto a nosotros, los que nacimos con esa buena fortuna; la amadora amante que para nosotros es todo, y tantito más: tuétano, almendra y puntal del oficio del diario vivir, y esto me lo van a entender aquellos de ustedes que saben de varonía y corazón de pan fresco, como es el mío. Perdón, y sigo.

Este bueno de don Próculo, a falta de hembra para asuntos de amor, había cifrado sus ilusiones en un caballo. Era aquel su sueño, que soñaba dormido y despierto, soñándose jinete galano, galán que en penco lomo gateado se paseara, lucidor, del puente a la alameda y del parían a la plaza de armas, en cosas de lucimiento. Galano, el sastre aquel…

Así era la cosa; cachondeando su sueño de todos los días, mi señor don Próculo fue ahorrando centavo a centavo que le sobraba de alforzas, pespuntes y dobladillos, hasta el día aquel en que llegó a juntar los oros bastantes para hacer vivo su sueño, su gran ilusión: un retinto bailador. Perfecto.

¡Helos, helos, por do vienen, caballo de fina estampa, cuatralbo, alazán tostado, con un lucero en la frente, soberbio animal, con el sastre encima! Y a darle gusto a la vida, mi don Próculo jinete en el pajarero manojo de temperamento. A darle gusto a la vida, que es la única que tenemos…

Darle gusto es un decir, porque apenas sentía al sastrecillo sobre los lomos, el penco sobrón se alzaba, entero él, y válgame, lo que entonces ocurría- que el bruto hacía lo que sus reverendas criadillas le iban dictando, y al cuerno rienda y espuelas. ¿Que el sastre decía media calle y el penco media banqueta? Por la banqueta nos íbamos, a querer o no. ¿Que don Proculito decía calle real, y el cuaco callejón de las guilas? Por frente a la daifas pasábamos, y a enrojecer a las risotadas de las del gusto, que para eso había mucho caballo para tan menguado Próculo. No, si les digo…

Y fue así, mis valedores, como vino a suceder: un domingo de aquellos, a la hora de misa mayor, cierto charrito cerrero quedóse viendo al caballo. Cetrino el hombre, seco de carnes, estevadas las zancas,percudida gamuza de chamarra y pantalón, espuelas y cuarta de cuero crudo; varón aquel de los buenos cristianos que nacen, crecen y estoy por decir que se reproducen a lomos de penco. Y algo estaba por suceder, porque…

Ahí miró al animal, ahí lo fue semblanteando, lo observó aquel 00 chico rato, y entonces, al sastrecillo, que sesteaba al pie: «Oiga, don, si me hiciera la valedura de emprestármelo un su ratito pa sentirle la condición…»

Y sí: de un brinco, el charrito estaba horquetado en el penco y lo animaba con suave chasquido de labios: «Tch, tch, caballo…» Y fue entonces. Aquel alazán sobrón, apenas sintiendo jinete encima, decidió que era bueno el atrio del templo para corcovos, a esa hora dominguera en que mozas y demás gente de bien salían de sus devociones rumbo a la plaza mayor. Entonces (fijaros bien), que ante lo desbozalado del bruto el charrito mete un apretón de zancas, un recio tirón de rienda, un enterrón de espuelas por las verijas y aquel santo reatazo en el anca

«¡Penco carbón!» Y que asegunda el cuartazo en las ancas. «¡Jijodiún..!»

Dicen los viejos de la comarca, y al decirlo sonríen con los puros ojos, que al poderío de la rienda y pegando ardido sentón de nalgas, el penco desobediente, un calambre el ardor del cuartazo, giró la testa y con espantados tomates miró al charrito. Entonces, baba sanguinolenta y quebradita la voz, dijo así a su mandón:

– ¡Ay, mi señor, perdóneme, creí que era don Proculito..!

Mis valedores: ¿Cuál es cuál? ¿Quién es quién? ¿Lo adivinaron? (¡Penco carbón!)

Perros de guerra

Sigue aquí, por que la memoria histórica no se nos muera, la crónica de la invasión de tropas norteamericanas a la ciudad de Veracruz. Washington, 15 abril, 1914. «El Pres. Wilson recibe a diputados y miembros de las Comisiones de Relaciones Exteriores del Senado y la Cámara y los entera de su decisión de invadir Veracruz a causa de que sus autoridades se niegan a saludar a la bandera de las barras y las estrellas. Opina el Senador de Chilton, Virginia Occidental: ¡Yo los obligará a saludar a la bandera sí tuviera que volar toda la ciudad».

El Senador W. Borah: «Yo sólo puedo decir que si la bandera de Estados Unidos llega a ser izada en México, nunca será arriada Este es el principio de la marcha de Estados Unidos hasta el Canal de Panamá…»

La crónica del desembarco de marines gringos: A las 11 horas con 20 minutos del 21 de abril de 1914, soldados de infantería yanqui descendían del Florida, el Utah y el cañonero Praire, y tomaban tierra en el muelle Porfirio Díaz. La fuerza yanqui marchó hacia la población por la calle de Montesinos. Se iniciaba la invasión de territorio mexicano por tropas de Estados Unidos».

Cantando La Adelita, el pueblo jarocho se lanzó a las calles. Se produjeron escenas de tremendo patetismo. Aureliano Monfort, gendarme, fue el primer patriota mexicano abatido por las balas dum-dum, expansivas del invasor. Horas después, entre tanto defensor anónimo, caería asesinado Andrés Montes, carpintero de oficio. Dramático fue el caso de la muerte de Charríto, un humilde vecino del puerto. Loco porque ya no tenía parque, se echaba pecho a tierra gritando: «¡Viva México! ¡Viva México!

Los vecinos, al verlo morir, lo enterraron ahí mismo, en la calle…

Cuando el cadete José Azueta, de 19 años, agonizaba en el hospital de la Cruz Blanca Neutral, el contralmirante Fletcher envió unos cirujanos para que lo atendieran. El joven héroe, al verlos, se cubrió el rostro con la sábana: «¡De los invasores no quiero ni la vida! ¡Que se larguen esos perros, no quiero verlos!» El cadete Virgilio Uribe cayó de espaldas. Horas después se acercó un anciano y preguntó: «¿Qué nuevas me dan de mi hijo?» Le presentaron una guerrera manchada de sangre. El anciano besó aquella sangre mientras llora-ba en silencio…»

El testimonio de la niña que se quedó huérfana cuando una bala expansiva le asesinó a Andrés Montes, su padre: «Los americanos entraron el mero 21 de abril. Poco antes de las 11 de la mañana estaba yo en el colegio, cuando nos despacharon a casa en vista de que hacíanse conjeturas de que los americanos iban a entrar. Llegué a mi casa; mi mamá estaba muy azorada porque ya sospechaba que habría tiros y cañonazos. Mi papá estaba trabajando en la carpintería que teníamos en la misma casa donde vivíamos. Estaba callado, trabaja y trabaja sin decir palabra

Éramos 6 hijos: la más chiquita tenía 10 meses de nacida Sin decir palabra, sin decirnos nada, ni a donde iba, mi papá salió de la casa al oír los primeros disparos. No regresó sino hasta las 6 de la tarde y ya venía armado con un rifle y unos tiros. También regresó trayéndonos dos tanates de pan y miniestras para que tuviéramos qué comer mientras él estaba afuera..

Como si lo estuviera viendo ahora mismo con mis propios ojos, recuerdo: mi mamá, rodeada de nosotros, le suplicaba «No te vayas, Andrés, no nos abandones, mira que tenemos niños muy chiquitos. ¿Qué hacemos si te matan? ¡Hazlo por nosotros!’ Mi padre, que siempre fue muy callado, pronunció tranquilamente estas palabras: «Ahorita no tengo madre, ni esposa, ni hijos. Sólo veo que tengo una patria muy linda y tengo que defenderla de la infamia yanqui. Aquí te dejo colgado este machete: anoche lo afilé bien para que al primer gringo que se atreva a entrar en esta casa, le moches la cabeza».

Como mi mamá insistiera en que se quedara, él la agarró y le dio un empujón para que le dejara el campo libre. Y así fue como él pudo quitar la tranca de la puerta y salirse a la calle otra vez. Como mi papá no llegó en toda la noche, en la mañana salió a buscarlo mi madre. Era un peligro, pues los tiroteos seguían. Fue entonces cuando supimos: mi papá peleó solo, callado. Lo mataron al anochecer. Una bala expansiva le destrozó el estómago.
Ya no fui a la escuela Mi mamá nos dijo: ‘ahora tendremos que trabajar todo»‘.
En su discurso y sin atreverse a nombrarlo, Sáinez tronaba contra López Obrador. Es México, el del TLC, el de la Iniciativa Mérida, el de Calderón. (Lóbrego.)

No tiene madre…

Lejos de significar una tosca operación de manipulación política e ideológica, el popu­lismo constituye una estrategia dotada de sentido para afrontar determinadas coyun­turas históricas…

Tal asegura, mis valedores, el estudio­so del tema Ernesto Laclau. Pues sí, pero en México, piedra de escándalo para con­sumo de ignaros, la furibunda descalifica­ción: Hitler, Mussolini, Pinochet, Huerta el Chacal, el populista López Obrador. De ese tamaño son miedo e inquina contra uno al que se aplican a descalificar a lo sañudo, desde «dictador tropical» hasta demagogo, pasando por la opinión del articulista: «El Peje no tiene madre». Tal es, para el Siste­ma, López Obrador. Otro es en la venera­ción de las masas sociales…

En el discurso oficial el gobierno le apuesta a la democracia; el tabasqueño só­lo a la retórica y al populismo, pero en mí sigue viva la pregunta: a fin de cuentas, ¿qué es la democracia? ¿En qué consis­te el populismo? A la tan mentada demo­cracia, que en la retórica oficial vino a su­plantar al vocablo «revolución», me referí ayer, y ahora completo con el populismo en los conceptos de mi Mayahuel, licen­ciada y maestra en Filosofía Política, buena discípula de Bobbio, Villoro y tantos más. Le pregunto:

– ¿Esa democracia de que tanto se ha­bla en el discurso oficial…?

– Nuestra democracia. ¿Podemos se­guir fiándonos de un sistema de gobierno donde las desigualdades sociales son ca­da vez más agudas; donde la libertad sólo es liberad de decisión, mas no de realiza­ción de lo que se decide? ¿Qué sentido tie­ne esa «libertad», cuando no se tienen po­sibilidades tácticas de ejercerla?

– Por cuanto al populismo, tan satani­zado y tan vivo y actual…

– El populismo no es intrínsecamen­te negativo. La retórica de su discurso po­ne énfasis en un conjunto de demandas sociales que no satisface, y que ni siquiera escucha un sistema de poder insensible a las demandas de las masas sociales. El po­pulismo no es una ideología, precisamen­te, sino una estrategia política que puede presentarse en toda clase de ideologías: li­beralismo, socialismo, «democracia». Aquí mismo, en nuestros pueblos al sur del Bra­vo, cuántos movimientos populistas no fueron la respuesta lógica a sistemas elec­torales controlados por dictadores y oli­garquías. Fue así como han surgido los lí­deres de gran arrastre popular, de Perón a Hugo Chávez, y entre nosotros López Obra­dor, todos con sus características especia­les, con sus formas de ser. Son esos los que conmueven multitudes…

Pues sí, pero populismo, según sus analistas, no cabe en una sola definición. El populismo es el llamado de un líder a un pueblo contra los políticos y los inte­lectuales que lo traicionan. «Llamado al pueblo profundo contra los malos repre­sentantes: evocación de aquello que defi­ne y que une contra lo que divide y el olvido de lo esencial». El populismo, según afirma A. Dorna, es mencionado por todos en todas partes, sin que de forma categó­rica logren ponerse de acuerdo a la hora de definir ese fenómeno que bajo diversas formas se presenta en países de aquí y de allá, como Italia con Berlusconi, la Vene­zuela de Hugo Chávez, el México que en el 2 mil entronizó a Fox…

Así pues, mis valedores: ¿a qué se de­be el regreso de un populismo que la de­mocracia burguesa-liberal decía haber desterrado? A que los populistas carismá­ticos, leo en el análisis respectivo, repre­sentan la respuesta política a una situa­ción de crisis institucional originada en el descrédito del aparato de gobierno y las instituciones del Estado, los partidos poli-ticos y los procesos electorales, los pode­res de la Unión, el modelo económico, en fin. «El populismo (A. Pessin) es un he­cho colectivo, un saber social que no pue­de entenderse sin la dialéctica de lo cons­ciente y del inconsciente colectivo (…) «To­da manipulación del aparato simbólico global es de hecho decisiva en la renova­ción o la transformación de las relaciones sociales, lugar estratégico y táctico entre grupos rivales…»

Conclusión: lejos de ser un rasgo de inmadurez propio de sociedades atrasadas, el populismo es una dimensión constan­te de la acción política. En mayor o menor grado, el populismo está presente en todo discurso político. En el de Calderón, por ejemplo, cuando intenta justificar la «re­forma energética» con la promesa de aca­bar con la pobreza en el país. (¡!) Pues sí, pero mientras tanto, que siga la masacre contra el violento que «no tiene madre». Es México. (Qué país.)

¡Dictador del trópico..!

Y por seguir atacando a López Obrador en la empresa imposible de que caiga de la gracia de unas masas sociales que le entregan su voluntad sin limites, los medios electrónicos le endilgan el remoquete de populista, y de dictador no lo bajan, y de mesiánico, y que «ese violento no tiene madre», en tanto que a los mediocres del gobierno los pintan como modelos de democracia Es México.

Bueno, sí, ¿pero qué es el tal populismo? Y sobre todo, ¿qué es la tal democracia que los políticos nos mientan a todas horas, sin nunca explicarnos su significado? Lo que se dice, mis valedores, lo que pudiera decirse de lo que es y no es «democracia». La CEPAL, Comisión Económica para AL y el Caribe, ha llamado a fortalecer en México la democracia, porque las tensiones sociales que vive el país pueden desembocar en la ingobernabilidad hasta el punto de «volver a encender el populismo». Se encrespa la cúpula empresarial:

– ¡No permitiremos esa droga! ¡No es posible que México se detenga años a la espera de que llegue otro líder mesiánico a resolver sus problemas! Para entonces ya no habrá condiciones de gobernabilidad. ¡No a la droga del populismo!

La droga del populismo, y repito: ¿qué es, a fin de cuentas, el populismo? He bajado a mi biblioteca, he hurgado en obras diversas que tratan el tema, y encuentro que no existen coincidencias en torno a su definición Por cuanto a la democracia, mis valedores: bien a bien, ¿qué viene siendo esa «democracia» tan bien trovada por el tiburón imperial y sus sardinitas? Se extraña alguno de los autores consultados:

«Democracia es una de las palabras claves del discurso ideológico contemporáneo, a pesar -o tal vez por ello- del hecho de que se le ha dedicado tan poco estudio serio. ¿Cómo puede ocurrir que en los principales y más avanzados países capitalistas una clase fuertemente minoritaria, la burguesía, gobierne por medio de formas democráticas? La república democrática es la mejor envoltura política de que puede revestirse el capitalismo…»

Democracia En su sexto informe de gobierno el anterior inquilino de Los Pinos lo proclamó en la sede alterna del Congreso, que se encontraba tomado por legisladores de la oposición:

– ¡La fuerza de nuestra democracia radica en la fuerza de la ciudadanía! La sociedad ahora es la protagonista de las grandes transformaciones de México. Su voz es expresión de la democracia que hemos construido. (¿?) ¡La democracia se consolida en el estricto apego a la legalidad, en el respeto a las instituciones..!

Tal se atrevió a afirmar Vicente Fox, y toda la concurrencia de albiazules, empresarios, comerciantes y concesionarios de medios de «información» le aplaudieron. Es México.

No, el sistema democrático que se impone al país no es más que una mala copia de la democracia «burguesa» (el término no es obsoleto, como nos hacen creer), que es la norteamericana, esa de la que Heinz Dieterich afirma, categórico: «La democratización del sistema burgués es equivalente a su negación, porque el carácter predominantemente plutocrático del sistema es incompatible con la democracia real en la política, la economía, lo cultural y lo militar. La democracia capitalista-burguesa huye de la democracia real como el diablo del agua bendita…»

Y que la democracia «como una propiedad característica de los sistemas sociales avanzados puede concebirse en tres dimensiones: la social (que se refiere a la calidad de vida, y que es la más avanzada)», porque abarca temas fundamentales para el paisanaje: nivel material de vida, salud y educación, cultura y transportes, alimentación, derechos humanos, seguridad pública y empleo, etc.; la participativa, que alude a la determinación ciudadana sobre los asuntos públicos, y la formal, que en el liberalismo político burgués comprende nueve instituciones, la tercera de las cuales estipula Un sistema formal-democrático de elección de los representantes políticos de la nación, desde el nivel municipal hasta el federal».

Y sí, los mexicanos tenemos la facultad de elegir a nuestros gobernantes por medio del voto. ¿Y? ¿Tenemos el poder para hacer que las promesas del candidato elegido se cumplan? ¿Lo tenemos para hacer que se transparente el destino de nuestros impuestos, condiciones en las que estriba, precisamente, la «soberanía popular»? ¿Somos los dueños de la soberanía nacional, como lo proclama el 39 constitucional? (Sigo en el próximo.)

Alma de carrizo

Muy cierto, mis valedores: la inteligencia es sólo una parte del hombre, y no la mejor, y el alimento del espíritu no son los muchos libros, sino sólo los mejores; y a propósito: dos de los autores máximos del inglés y el español, Shakespeare y Cervantes, murieron ambos un 23 de abril de 1616, y de esto hace 392 años. ¿Y si leyeran Don Quijote de la Mancha? ¿Y si leyeran alguna obra del inglés? A mí, por lo pronto, con la polémica y el vocerío que ha generado la «reforma energética» que propone el de Los Pinos, se me viene a la mente el drama de La Tempestad, de Shakespeare, y de ella tres personajes por demás significativos para lo que intento sugerir a todos ustedes: Próspero, el invasor de la isla, que reduce a una suerte de esclavitud a dos nativos: Ariel, genio del aire, la idea y el espíritu, y Calibán, que personifica el vicio, la torpeza, la rebeldía, la carnalidad. Pues sí, pero no, porque, mis valedores…

El analista nos pone en alerta: Calibán, el rebelde, era el dueño de una tierra de que fue despojado a la viva fuerza, mientras que Ariel es el intelectual obsequioso que se pone al servicio de Próspero contra Calibán el rebelde, vale decir: contra quienes se atreven a inconformarse con las desmesuras del impostor. ¿El precio por la ejecución de la obra negra? Una estrellita en la frente; una beca del Fonca, de Conaculta. En los comelitones palaciegos, Ariel y los de su ralea cantan así a su benefactor: «Bécame – bécame mucho – como si fuera esta beca la última vez…»

Lean La Tempestad. Aquí el primer parlamento de Ariel todo un intelectual: -¡Salve por siempre, gran dueño! ¡Salve, grave señor! ¡Vengo a ponerme a las órdenes de tu mejor deseo; haya que hender los aires, nadar, sumergirse en el fango (en el fuego, dice la obra), cabalgar sobre las rizadas nubes, a tu servicio estoy; dispon de Ariel y de todo su influjo».

Más adelante, Próspero, a Miranda, su hija: – Ven conmigo; visitaremos a Calibán, mi esclavo, que nunca nos da una contestación amable.

Miranda: – Es un villano, señor, que no me agrada ver.

Próspero: – Pero, comoquiera que sea, no podemos pasarnos sin él. Enciende nuestro fuego, sale a buscarnos la leña y nos presta servicios útiles. ¡Hola! ¡Esclavo! ¡Calibán! ¡Terrón de barro! ¡Habla!

Calibán: – ¡Esta tierra me pertenece, y tú me la has robado! Cuando viniste por primera vez, tú me corrompiste ¡Porque yo soy el único súbdito que tienes, que fui rey propio!
Próspero: – ¡Fuera de aquí, semilla de bruja! Ve a buscar combustible.

Próspero, mientras los perros persiguen al rebelde Calibán: – Ariel, mi polluelo, pájaro mío: ve y encarga a mis duendes que trituren las junturas de Calibán con secas convulsiones: que encojan sus músculos con terribles calambres. (Ariel: -Sí, dueño mío…)

Esto leyendo, mis valedores, me ampollan la mente esos nombres, las cataduras, los torvos conceptos que tales intelectuales Arieles, genios del aire (ese aire que forma el alma del carrizal), proclaman en todos los medios de condicionamiento de masas; intelectuales Arieles que, siempre cercanos al Próspero sexenal, «justifican» todas sus medidas de gobierno contra las masas.

Y si no, piensen en las opiniones que expelen ante la «reforma energética» que, con la mano de su gato, pretende imponernos La Casa Blanca, y relacionen tales opiniones con las que en 1968 soltaron a favor de Díaz Hordas, y de LEA en 1971, y de Zedillo allá por el 2 mil, cuando el Próspero sexenal se echó con toda la fuerza de sus policías contra UNAM y sus estudiantes en huelga. Las opiniones de los intelectuales Arieles:

«No obstante lo ocurrido, Zedillo no es ni podrá ser un presidente autoritario». Héctor Aguilar C. «Es tarde, pero presidente habemus». Ikram Antaki, dondequiera que ande a estas horas. «La UNAM no es una universidad elitista, pero tampoco debe ser una universidad de lumpens o de baja clase media ofendida». Carlos fuentes. «El llamado operativo fue muy cuidado y hoy, gracias a ellos, no tenemos víctimas que lamentar. La administración de la violencia legítima también puede ser profesional». Federico Reyes G. «Firmé el desplegado porque en ese momento creí que era lo mejor, estaba todo tan empantanado. Me importó el plebiscito por compartir el fastidio ante una huelga tan prolongada y por esto también participé en un manifiesto de intelectuales, guiado por una certeza: es mejor dialogar en la universidad abierta y evitar así la represión». Carlos Monsiváis. El resto es silencio. (Ariel.)

El gran inquisidor

Ratzinger, sí, ahora pronto de visita en los Estados Unidos. Ratzinger, el verdugo de esa denominada Teología de la Liberación que floreció y dio sus frutos en la América Mestiza de los 60s. «Con los pobres de la tierra – quiero yo mi suerte echar», su espíritu requemado en la viva palabra del Evangelio. Desde Roma, con Juan Pablo II en el trono y Ratzinger de inquisidor, la Iglesia de los Boff, Gutiérrez, Méndez Arceo y don Samuel Ruiz fue perseguida con saña y crueldad casi hasta el exterminio por el inminente beato (si Dios no lo remedia) Juan Pablo II y su brazo ejecutor, el «Santo Oficio» de la Inquisición, ahora con su nuevo título: Congregación para la Doctrina de la Fe, donde Joseph Ratzinger, el Pontífice actual, era y es su prefecto, vale decir: el Gran Inquisidor. Laus Deo.

Desde ahí, desde Roma, se recrudece la persecución a lo que queda de la corriente teológica, por el temor de que los gobiernos de tendencia izquierdista, desde Venezuela hasta El Ecuador, puedan dar nuevo impulso a la labor benemérita que los teólogos de tal tendencia religiosa han llevado a cabo con el pobrerío de nuestros pueblos al sur del Bravo. Y eso, mis valedores, resultaría nefasto para El Nuevo Orden Mundial, que con renovadas denominaciones impone las políticas macro-económicas que dicta Washington. Hoy, el hacha del Gran Inquisidor ha caído sobre la testa de Jon Sobrino, sacerdote comprometido con los humanos despojos que va desechando el modelo neoliberal. En él, como en el peruano Gustavo Gutiérrez y el brasileño Leonardo Boff, se advierte la presencia inspiradora del Mártir de El Salvador, su tierra, y del resto de nuestra América: Oscar Arnulfo Romero, Arzobispo de San Salvador.

La norma suprema de mi comportamiento y actuación no puede ser una autoridad o disciplina terrena, mundana o eclesiástica del tipo que sea, sino solamente la voluntad de Dios. Después, el cristocentrismo, es decir, el ir centrándome progresivamente en la persona de Jesucristo, en la que yo descubro en concreto la voluntad de Dios… (Hans Kung.)

Al transcribir el párrafo que viene se me indigesta la mente con la vera efigie de los Norberto Rivera, Sandoval Iñiguez, Onésimo Cepeda y tantísimos más que en este país tanto han beneficiado al César con lo que es de Dios.

«Sacerdotes y religiosos, en proporción cada vez mayor, buscan participar más activa en las decisiones pastorales de la Iglesia Pero buscan, sobre todo, que ésta rompa sus solidaridades con un orden injusto y que, en una renovada fidelidad al Señor que la convoca y al evangelio que ella predica, comprometa su suerte con la de aquellos que sufren miseria y despojo». Categórico. «Por eso es de primera importancia separar la Iglesia del Estado, para liberarla de las ataduras temporales y de la imagen que da de su vinculación con el poder. La hará más libre de compromisos, más apta para hablar, mostrará con ello que, para realizar su misión, confia más en la fuerza del Señor que en la fuerza del poder, y podrá encontrar la única vinculación terrena que le corresponde: la comunión con los desheredados de nuestro país, sus inquietudes y sus luchas».

Por que en algunos de nosotros quede claro ese retorno a la palabra viva del Evangelio qué los satanizados de Ratzinger proclaman en nuestra América, aquí sintetizo, una vez más, voces, historia, mensajes de la «palabra nueva»:

Esa corriente evangélica nace después del fracaso del desarrollismo (años 50) que tantas expectativas produjera en tantos. Es entonces cuando el subdesarrollo de los pueblos pobres, como un hecho global, aparece en su verdadera faz: como el subproducto histórico del desarrollo de otros países. La dinámica de la economía capitalista lleva al establecimiento de un centro y una periferia, y simultáneamente genera progreso y riqueza creciente para los menos y desequilibrios sociales, tensiones políticas y pobreza para los más. Campo abonado para la nueva catequesis: «Caracterizar a Latinoamérica como un continente dominado y oprimido conduce a hablar de liberación y, sobre todo, a participar en el proceso que lleva a ella. Se trata de un término que expresa una nueva postura del hombre latinoamericano».

Las reflexiones en torno a los cristianos de verdad y en verdad religiosos a los que por serlo Roma veja y reprime, adquieren renovada actualidad frente a la entrevista del «representante de Dios en la tierra» con el Genocida que asegura hablar cara a cara con Dios. Seguiré con el tema un día de estos. (Aguarden.)

A puro culantro…

Llovió en el jardín. Lluvia mansa, que intentaba pasar inadvertida Al aroma de bugambilia recién bañada se me vino encima la evocación. Al contemplar la llovizna me punzó la añoranza, la tristura por los años dorados de la niñez, esos que para mí transcurrieron acunados en la paz y el amor de mis buenas gentes y al arropo de los derrumbaderos zacatecanos de mi Jalpa Mineral. Qué tiempos, qué niño fui una vez, qué feliz. Y pensar que yo no lo sabía; de haberlo sabido…

Lo recité aquí, con ustedes, hace algunos ayeres: «Fue mi libro de texto un amor escolar». Mi profesora sí, que me enseñó el silabario (el de San Miguel, conste). Más tarde iba a llegar la niña de mis amores tempranos, que sigue siendo de mis amores tardíos. Ella la sota moza que allá en mis terrenos acaba de fallecer. Accidente automovilístico, Dios

Haya paz. Lo que he de relatar ustedes es un suceso que aconteció en tiempo de aguas, cuando esa coqueta y frutal sota moza que es mi Jalpa Mineral muda de ropas, se despoja del pardo sayal del oficio de tinieblas, las rogativas cuaresmales y las postrimerías del alma para al filo de las primeras tormentas echarse encima sedas, gasas y encajes de festividad, vaporosas y olorosas a albahaca, geranio, yedra, jazmín. Y aquel tufo (ardor, fecundidad) de hembra en brama que se desasosiega y despide humores de fermento, humus, mantillo, encelando al cielo para que la empape, y después parir. Primavera Y aquellos chamacos cómo quedar reducidos al aula escolar.

– ¡Al paseo, a la excursión, vamonos!

A La Cañada, La Villita, El Santuario, pastoreados por aquel mínimo profesor Máximo. Y échate a espulgar bajíos y laderas (sus escurrimientos, orgasmos de vivas aguas) al olor de la guayaba, el membrillo, el guamúchil; y qué diablos le ocurre a esa lagartija, que avanza a remolque sobre esa otra, la pobre, y frente a la gloria de verdes pelambres de la sabinera, a cantar a gritos ese modelo de coherencia y lógica que así filosofa en tono de sol:

«De tunas y garambullos – están las laderas llenas – por eso no es bueno engrirse – con las mujeres ajenas» A grito pelón. A dos voces….

De repente, el frenón. Se trabó el cantar. ¿Y eso? ¿Y ese? Ahí, enfrente, el hombrón de la fusta al cinto. Don Vicente en persona, cacique de la región. Contra el profesor Máximo nos arracimamos, el manojo de espantados crios. Pero el empistolado venía de buen ánimo, y en vez de echarnos de sus terrenos a punta de bala, nos invitó: «A la diversión, mis muchachones».

Y qué diversión. Era el tiempo de aguas. «¡Hijos, conviden a estos..!»

La familia del cacique, una Marta de pasado incierto y unos chamacos malforjados en el caserón que se atejonaba entre breñas, peñascales y ganado mayor. Mal habido. «Niños, convídenlos a la jugarrera». Cazar mayates, esos loderos y excrementosos escarabajos del tiempo de aguas; a mano pelona apresarlos cuando rodaban bolitas de heces humanas rumbo al agujero en el barrizal. Pies atascados de lodo, manos jaspeadas de porquerías. Marta, entusiasta «Pepénate ese grandote! ¡Échalo a volar, hijo! ¡Suéltale más hilo! ¡Túmbalo, al jijo-diún!» Los pesados bicharajos a lo manso se dejaban apresar, y ya con el hilo atado en el corpachón alzaban un vuelo zumbador que mal rebasaba el follaje de mezquites y venadillas. Verde tornasol, los caparazones rebrillaban al sol. El cacique, de súbito: «¡Todos a la cocina, rápido!»

Ahí vamos, a querer o no, tras de los alboroteros, que se apoderaron de la mesa y entre los platos jugueteaban con los excrementosos, y entonces: ¿yo tener que tragar unas carnes ovachonas de sebos, a las que las manos enlodadas de la Marta agregaban a puñadas cebolla, orégano sal? ¿Yo, resistir el olor del culantro? Y el primer amago de vómito. Ellos, a sorber sebos a lo ruidoso, jugueteando con los bicharajos. «¡Mi mayate es el más gordo!» «¡Pero el mío vuela más alto!» «¡Yo me pepené el más brilloso, pos qué!»

– ¡Eitale, no los maltraten, que esos animalitos aquí nacieron, aquí se criaron y son de nuestra querencia, parte de la familia!

En la mesa y entre platos de sebos distinguí a quienes jugeteaban con las heces: Aldana, Romero Deschamps, los Salinas, Fox y los hijos de toda su reverenda Marta. Yo la arcada, el vómito, el fin Lo juré entonces: nunca más asistir a una comida excrementosa Hoy observo la mesa el de Los Pinos, con Juan Camilo, el PRIPANAL, los Fox y compinches de siempre, en plena impunidad se atragantan de PEMEX mientras juguetean con mayates. El ambiente, una vez más, a puro culantro. (Puagh.)

¡A caparlos!

¡Y de repente, en San Lázaro, la escandalera! ¡La máxima tribuna de la Patria, secuestrada por una cáfila de revoltosos! ¿Pero acaso tales alboroteros son nuestros representantes, en quienes recae la altísima responsabilidad de crear leyes y aprobar o, en su caso, rechazar las que les presenta el Ejecutivo? ¿Para eso les dimos el voto? ¿Para que convirtieran el Congreso en gallera, palenque, toreo de pulque, desgarriate vil? ¡Abominación! ¡A lincharlos…!

Y yo les pregunto, mis valedores: frente a la reacción de algunos legisladores ante el amago de privatización disfrazada del energético, ¿añoran los tiempos en que en el Congreso nos representaron los dóciles levanta-dedos priistas? ¿Recuerdan el papel que como legisladores jugaron deportistas y actrices, actores y locutores de la alzada política de López Tarso, Julio Alemán, David Reynoso y el «Tibio» Muñoz? Aquí, botoncillos de muestra.

Fue en 1985. Ante la ausencia de más de 100 legisladores que holgazaneaban en la cafetería de la Cámara o se reportaron enfermos, el ex-locutor y líder de la bancada priista Luis M. Farías:

– Sí, entre los diputados hay uno que otro flojo, aunque en realidad no hace falta que los 400 asistan a las sesiones. La presencia de unos cuantos, que son los serios y cumplidos, es suficiente. ¿El faltista mayor? David Reynoso…

Años más tarde, el legislador López Tarso se defendía de sus críticos:

– «Viles tonterías esas críticas. Durante mi gestión logré que los actores no llevaran el libro mensual, que no se declarara cada mes, sino al año. Usted, como reportero, ¿cree que un diputado llega a la Cámara con un plan ya concebido? No, uno llega dispuesto a colaborar en el grupo que está lidereado por alguien. ¿O cree que nos mandamos solos?

– Pero en todas las campañas se hacen promesas, programas.

– No, oiga, no. Yo durante mi campaña nada prometí. Lo único que dije fue: «Si es que puedo haré algo por mejorar la vida de todos ustedes». Quede muy claro que mejorar las cosas no es función del diputado. El tiene que estar ahí en la Cámara para enterarse de qué ley se discute, luego levantar el dedo cuando lo tiene que levantar. Es todo.

Molesto, el actor calificó de «estupideces» las críticas de que él sólo levantó el dedo para votar, por ejemplo, a favor de una miscelánea fiscal que dañaba a su propio sector: «Sería absurdo que el diputado de los actores (sic) dijera: yo lo apruebo. ¿En contra de la opinión mayoritaria? Qué le pasa…»

– Durante el tiempo que fue diputado, ¿cuántas veces subió a la tribuna?

– Sólo en dos ocasiones. El PRI sabe a quién manda al foro…

Agosto de 1991. El actor Julio Alemán se comprometía, formal:

En cuanto yo sea diputado lograré que en radio y televisión se incrementen y difundan programas que fortalezcan nuestra identidad nacional para frenar la penetración cultural. ¡Es un compromiso! (¿Y…?)

¿Impreparados e inútiles para ocupar una curul? Como los deportistas. Clamaba un Bernardo Segura, marchista: «¡Mi medallita de bronce por una diputación! ¡Quiero ser diputado por lo que represento para el pueblo! ¡Porque las resoluciones que tomaré al ser electo serán reales…!

Julio de 1991. En plena campaña política fue entrevistado Felipe «Tibio» Muñoz, nadador: «¿Sus sueños inmediatos?»

– Sí, bueno, mira: el sueño de todo deportista es la política. Lo que «nosotros» hemos hecho es comprometernos a hacer un trabajo honesto.

– ¿El comprometerse ha sido su estrategia de campaña?

– No, no, no. ¡Esa no es estrategia, esa es la pura verdad…! (Sic.)

– ¿Qué tan politizado se encuentra, señor Muñoz?

– Bueno, mira, eso no sabría yo decirte La política es tan amplia y tan vasta, ¿verdad?, que dudo que muchos de nosotros, los que aspiramos a diputados, estemos politizados. Tampoco.

– ¿Entonces su preparación para ocupar la curul…?

– Déjame decirte que a mí me gusta mucho más la práctica que la teoría, porque la política es una ciencia a la cual habría que dedicarle una tesis. Toda una tesis. (¡!)

– ¿Tiene muchos deseos de ser diputado?

– Muchos, porque te vuelvo a repetir (resic): el sueño de todo buen deportista es ser diputado, o no es deportista.

Contra un perredista caliente, mis valedores, ¿un Tibio Muñoz? (¡Agh!)

Temblorina, diarreítas…

«Tiene que presentarse en persona Firma y sello». Me la persigné antes de entrar a la jaula de la fiera, y aquella corazonada Hoy que he vuelto a la vida, el mensaje a mi victimaría Señora Cholita, ventanilla de «Rezagos», Sección «Archivos». División «Acuerdos Generales». Burocracia Nacional:

Por la presente, en original y seis copias, me permito comunicarle que yo ya la perdoné, y la perdoné de corazón, por más que corazón lastimado. Espero, asimismo, que la perdonen sus demás víctimas, esas infelices que a estas horas hacen cola frente a la «Ventanilla de Acuerdos«, el azoro en los ojos y una remota esperanza allá, en el fondo del corazón Porque desde que Dios amanece día con día pierde el país miles y miles de horas-hombres, arrimados a la ventanilla de «Reembolsos Acumulativos», rubro que disimula lo que es en realidad: una trampa feroz por aquello de un cobro de más o un pago de menos, o porque al original con seis copias certificadas le faltó el sello del licenciado, y «fíjese que el lic. está orita en acuerdo y no lo puedo ora sí que distraer». ¿Acuerdo? ¡Con la seño Yenifercita sobre el escritorio, con las dos abiertas, las actas de «Rezagos» y «Devoluciones..!»

Cuenta usted con mi perdón, seño Paquita. Por cuanto a mi vesiculita, ya muy mejorada, que se me frunce sólo cuando alguien, a lo inconsciente, mienta frente a mí la palabra «burocracia» en cualquiera de sus expedientes: jubilación, credencialización, rezagos. ¿Ve? Ya me empezó a punzar. Seño Chelita Yo soy aquel que, como el resto de la fila frente a «Recepción de documentos» (¿o fue Resello y Acreditación?»), fui víctima inerme de su altanería, nula educación e imposibilidad de razonar con los sesos, que usted, para el razonamiento, utiliza los «esos». ¿Los traía inflamados, tal vez? ¿Algún preocupante quistecillo? Yo, Lolita, una vez que me vejó a sus anchas -anchas, sí, pero muy planas-, tomé mi original y seis copias y, disimulando el temblor de unas manos inundadas de sudor, salí de «Saldos Insolutos» y me vine a refugiar en mi depto. Dos pocilios de infusión (tila, cuasia, borraja, cuachalalá y gordolobo), y después lloré mi ratita, y llorando me quedé dormido. Hoy, digerido el derrame de bilis, yo le otorgo mi perdón, Goyita.

Yo la perdono, porque aún con la bilis desparramada me he puesto a reflexionar: a), que quizá antes de llegar a su escondrijo de la «ventanilla Única de Fiscalización» se pasó usted hora y media tronándoselas de nervios por ese pesero que la llevase hasta la estación ‘Indios Verdes» del metro, y del pesero ni sus luces, cuando usted tenía que checar tarjeta, y ya lleva cuatro retardos en lo que va de este mes. b). Que usted, mamacita soltera, a la hora de vejarnos estaba pensando en el condenado oficial mayor de «Envíos y Reembolsos» que salió por piernas la noche aquella en que usted le dijo: «Chucho, ¿qué crees? Ya encargamos», para que el muy ruincejo le respondiera «¿Encargamos?», c).- Que quizá esta mañana fue usted al tianguis sólo para examinar las nuevas etiquetas pegadas en el retazo con hueso y los kilos de frijol, y con lo tragón que le salió el Chucho chico, d).- Que antes de vejarme usted había sido vejada por el lic. de «Acuerdos», con el que no ha habido acuerdos, y el muy tropical anda con la sana intención de lloverle sobre mojado, cuando ya tan mojado se lo dejó el Chucho aquel. «Ándale, Rosy, que el que no asegunda no es labrador», e).- Que la Petrita (Léididí, en la oficina) la acaba de jalonear en el baño, acusándola de «¡Ratera, las cuentas no checan ni en la tanda ni en la colecta pal cumpleaños del lic!» f).-Que la renta, quizá, la mamacita achacosa, la regla, que se le desarregló y se le fue sin despedirse. O esa bolita en el izquierdo que se tentaleaba usted a través de la tela Yo la entiendo y la perdono, Carmelita. Es más, por si de algo le sirve: ¿qué día de estos dispone que me pare enfrente de su ventanilla de «Pasivos sin Homologar» para que me repita la dosis, y así se desquite conmigo?

Ah, si de todo trato humano, tan inhumano, apartasen a señitos como usted, seño Lichita, y a todos los Chuchos y lics, que, agazapados en su madriguera de la «Burocracia Nacional», acechan a sus víctimas para luego, a lo sádico, masacrarlas. Como a mí, como a miles, millones. México.

Que usted los siga maltratando bien, seño Conchita. Yo, cuando salí de sus garras, ¿qué cree? Mi volks, que por estacionarlo frente a la burocracia nacional, la de marras a la de malas se lo cargó al corralón. Ya le contaré el rescate de la cucaracheta de entre las fauces de la burocracia Dios, te lo imploro: que mi hígado, mi vesícula, mis intercostales… (Amen.)

¡Viva Cristo Rey…!

Conque el clero, hoy como siempre, defensor de las causas más reaccionarias y perjudiciales para las masas sociales. Conque ahora también contubernio con el narcotráfico. Conque 90 millones del erario público para erigirles su basílica a los cristeros. Conque en el México laico, ese estado de derecho, vuelve a estallar el pregón sinarquista:

¡Viva también la Reacción! ¡La Reacción es la única parte del sector mexicano que tiene derecho a la vida! ¡Más nos vale un solo Juan Diego que todos los Juárez de la Historia…!

Uno podría suponer que en el México actual la revuelta cristera cuyo fanatismo enfrentó la Constitución de 1917 y produjo un almácigo de 70 mil cadáveres quedó muerta y sepultada, pero no, que se resiste a morir y alienta en sus siniestros rescoldos. ¡Viva Cristo Rey!», es el grito con que miles y miles apoyan al cardenal Sandoval Iñiguez. Entre porras, aplausos y lágrimas en apoyo, miles de tapatíos católicos acompañaron al prelado en su recorrido rumbo a la catedral: «¡Por Dios hasta el martirio! ¡Por la patria hasta el heroísmo! ¡Y por nuestro señor cardenal hasta el sacrificio! ¡Porque ningún jalisciense tiene la fuerza del cardenal Sandoval Iñiguez!» Escalofriante.

Escalofriante, sí, como cristero pregón que, a la par con los tapatíos, lanzaron los ultraderechistas de la ciudad capital: «Al grito de ¡Viva Cristo Rey! invitarán a la mega marcha a jóvenes de escuelas, universidades católicas y de las 8 vicarías de la Arquidiócesis de México para apoyar a un Príncipe de la Iglesia». Y mientras que en Jalisco 1,200 clérigos «dan el espaldarazo» a Sandoval, acá en esta ciudad lo afirma Norberto Rivera, Príncipe de la Iglesia: «¡Al cardenal Juan Sandoval ninguna colusión con el narcotráfico le encontrará la PGR, porque los obispos y yo lo apoyamos totalmente…!»

(Y este escalofrió.) Mis valedores: tengo en mi mesa libros diversos sobre el Estado, La Iglesia católica y el movimiento cristera de 1926-29, y concretamente en relación al impulso que a los movimientos medievales de la cristera y el sinarquismo dio Juan Pablo II cuando en mayo del 2000 beatificó a 24 de ellos. «Con esto, el Papa dice al mundo que el movimiento cristero fue legitimo y sigue vigente». Y ahora, para edificarle su basílica a esos cristeros, el gobernador de Jalisco, del erario público, obsequia 90 millones al alto clero, protector de narcos. Laus Deo. Por cuanto a los sinarquistas…

Apenas el Papa proclamaba la beatificación de los 24 belicosos, ocurrió que en plena plaza de armas de la ciudad de Querétaro, en las cercanías del Teatro de la República (donde en 1917 se promulgó la actual Constitución, qué simbolismo), los recién resucitados a punta de beatos se dieron a festejar la acción del obispo de Roma, y lo festejaron muy a su modo: con el ondear de viejas banderas todavía pringadas de sangre añeja, polvo de aquellos cristeros lodos, y el grito fanático de cristeros y sinarquistas:

¡Viva Cristo Rey! ¡A implantar un orden social-cristiano! ¡Vamos a imponer la contra-revolución! ¡Viva la Virgen de Guadalupe…!

Como en las épocas negras, rojas de sangre recién derramada Mis valedores: muerto y sepultado suponía yo al sinarquismo, que a leguas olía a cadáver, pero cadáveres vemos. De repente, en Querétaro, y al son de los cristeros mañosamente beatificados, ese Lázaro se levanta y echa a andar, y clama guiñando un ojo al de Roma para que más levantiscos les trepen al altar:

«¡El sinarquismo es el instrumento de lucha de las nuevas generaciones! ¡El Sinarquismo destruirá la Revolución y restaurará el orden cristiano! ¡Porque hay dos ideas contrapunteadas: ser patriota y ser revolucionario…!»

Lo dicho, mis valedores: El Vatica­no y su mazorca de beatos resucitan a ese sinarquista que a su hora clamó: «¡Hitler, un genio militar y azote de Dios! Cuando cumpla su misión de destruir Rusia, Dios lo romperá en dos trozos. Pero Franco es otra cosa. La salvación de México está en reafirmar su espíritu católico, su tradición católica y como ésta la recibimos de España, nuestras ligas con España son las ligas con Franco, que restauró la hispanidad».

¡Y esos dan trazas de resucitar! Por cuanto al prejuicio, mis valedores: antes prefiere enterrar a sus hijos que a sus ideas. Y las palabras de una María Cruz Arciga, al entregar su hijo a la lucha por Cristo Rey:

«Prefiero llorarlo muerto antes que verlo convertido en un convenenciero y traidor. Yo me siento loca de cariño hacia ustedes. No tengo más que mis hijos, y con gusto los lego a la patria.» (Dios…)

A los fanáticos de la Perra Brava

¿Qué opinan ustedes de la actuación de Hugo Sánchez al frente de la selección nacional futbolera? Para mí el tal Valentín madroño, como allá decimos. De recién llegado mucho alarde, mucha verba, muchas promesas y cacareo de anuncio promocional ¿Y todo para qué? Para que a la hora de la verdad pura fumarola y música de viento, y venga la desilusión de una fanaticada visceral y acrítica que en Hugo confió y en él puso sus esperanzas de triunfo, como antes en Lavolpe y los predecesores. Ahora, una vez más, comprueba que con el Ojitos Meza y demás runfla de ojitos y ojetes, todas sus esperanzas se han tornado rastrojo y agua de borrajas. Y ahora el odio, la iracundia y semejante frustración, válgame…

¿Pero acaso nadie de ustedes, fanáticos del clásico pasecito a la red, se percató de la realidad? Lo que Hugo tiene de boquiflojo lo tiene también de mediocre. Miren que engañarlos a ustedes con «triunfos» tan ratoneros como el que logró a costillas de los futbolistas aficionados de Jamaica. Pero si ganarle a Jamaica es agua de lo mismo. Esa es, y no más, la actuación de ese hijo de Sánchez: pacotería y mediocridad, fracasos y fallas que a base de lengua y rociando saliva en radio, tele y periódicos, intenta hacer pasar ante ustedes por logros de su estrategia, y a ver qué aturdido se lo va a creer. Yo, a ese, lo inepto y torpón con trabajos sabría perdonarle, pero nunca su grotesca vocación entreguista, que lo impulsa a jugar a favor del rival, y paguen los costos todos ustedes, los integrantes de la Perra Brava Y yo, de refilón. Dios

Pero un momento, que para mí el fracaso de Hugo fue un resultado normal, y esto porque algo conozco del clásico pasecito a la red, de la mediocridad absoluta de sus directores y, sobre todo, porque me atengo a las lecciones que imparte la historia. Y si no: ¿algún director técnico anterior al fracasado de hoy logró, si exceptuamos al Tata Cárdenas, algún resultado que fuese gratificante para todos ustedes, la Perra Brava del país? Estudien la historia, y van a caer en la cuenta de que si antes estuvimos mal, ahora mismo, con ese hijo de Sánchez sin carisma y sin ángel, sin duende y sin nada más allá de su aplastante mediocridad, la selección nacional está condenada a la misma mediocridad de su director técnico, que tal condición humana es contagiosa Fatal…

Claro, sí, para Hugo y su equipo de colaboradores cada fracaso fue un éxito financiero, que todos se enriquecen manipulando al equipo nacional a base de un jugosísimo presupuesto futbolero que se reparten ayudantes, masajistas, cubetenos, merolicronistas, en fin. ¿Pero para todos ustedes, la fanaticada que paga el boleto y costea las utilidades millonarias del entrenador y su equipo? Para la patética Perra Brava puro chile y Pagua lejos, acaba de susurrármelo el joven juguero, que por encima de mi hombro mira lo que voy escribiendo, y aquí la pregunta a todos ustedes, fanáticos de la Perra Brava: ¿acaso no ven o no quieren ver la realidad del fútbol tricolor? ¿No pueden o no quieren analizarla, y luego crear las tácticas y estrategias para sacar el buey (a esos bueyes) de la barranca? Señores fanáticos de la Perra Brava..

¿Hasta cuándo caraj…mbas van a seguir siendo héroes por delegación? ¿Hasta cuándo seguirán delegando en semejantes mediocres, diestros sólo para depredar los dineros públicos? ¿Tanta confianza les tienen, o tienen tan poca en ustedes mismos? ¿Conocen, acaso, la diferencia que existe entre delegar y asumir, o lo que es lo mismo: entre ver jugar a unos alquilones o jugar ustedes mismos, que son, a fin de cuentas, los dueños de la cancha y el balón..?

No, si bien dice (con esa pronunciación) don Juan, mi padre, muerto sólo para el acta de defunción: «No me almiro del entrenador, no me almiro de su equipo de avorazados. Me almiro, m’hijo, de la Perra Brava, que todavía a estas alturas de la historia patria busca que otros jueguen por ella, y ella nomás mirando, sin querer percatarse de que jugamos nosotros o con los Hugos de siempre no habrá triunfo posible para el equipo nacional. Porque en calidad de viles mirones nunca vamos a ganar un partido…»

Mi padre, créanme, tiene razón Con sólo que observen ustedes el pobre estilo de juego del hijo de Sánchez y toda la recua de matalotes que forman su equipo de cubeteros y masajistas, preparadores físicos y merolicronistas, van a caer en la cuenta de que con esos nunca lograremos un sitio en la historia del balompié. Por cuanto a los jugadores. Ah, esos jugadores. ¿Analizamos su desempeño en la cancha?

(Eso, después.)

El gusto se me acabó…

La música de mi tierra, mis valedores, vale decir: sones, gustos y valonas, y a propósito: trovas, falsetes, jarabes qué tristes oigo que suenan, cuando años antes tan jacarandosos me parecían, tan facetos y mitoteros, tan a la medida de la jácara, la bullanga y la imprecación motivosa Hoy, con decir a ustedes que hasta la Marcha Zacatecas me suena a responso. Qué diferencia con lo que ocurría años atrás…

Años atrás yo, un chamaco que malvivía en mis terrones zacatecanos, me acuerdo que cierto día, domingo por la mañana, para inaugurar nuestra escuela llegó un fuereño, cristiano de regia estampa, jinete en penco barroso, y detrás de él la banda, arreando a tamborazos la Zacatecana, y válgame: callejas y callejones se revinieron de música, y el contento rebrilló en los ojillos del ciento de payos que, de dos en fondo y la banderita de papel en la diestra, mirábamos alelados al jinete aquel, que en plena plaza se apeaba del penco y echaba a andar por la media calle, sus botas repiqueteando en el empedrado como marcando jarabes. Era aquel mi don Pánfilo Natera, que con Villa y algunos de su calibre (30-30) hizo la Revolución. Pánfilo Natera

Lo vi pasar a dos metros, esta boca abierta y estos ojillos brillosos de admiración, contemplando al hazañoso varón de la Toma de Zacatecas. Al ritmo de la Zacatecana me hice entonces aquella promesa: «Cuando crezca voy a ser como Pánfilo Natera«. Cuando crezca…

Como crecer, poco crecí en todos los sentidos, pero la lucha se le hizo, qué más. Hoy, mi barca muy navegada y doblando ya el Cabo de Buena Esperanza, recuerdo nostálgico el domingo aquel, con un Panfilo Natera que simbolizaba la revolución, y la jocundia de la Zacatecana se me quedó en la viva entraña del corazón, dulce dolencia, y ahí sigue hoy todavía como pacífico (no siempre) amor por mi tierra Con su gente. Panfilo Natera...

Envejezco. Envejecí. Ayer, a media mañana, escuché el Juan Colorado, La Barca de Guaymas y dos que tres más, cuando ya mi placer estético se enraiza en Bach y demás beneméritos, pero de repente: ¡La de Zacatecas! ¡La Marcha que fue la de mi encuentro con Panfilo Natera! Y Dios, qué música melancólica Envejecí, porque esos mismos arpegios me bailaban jácaras en el tecorral de los costillares, cuando ahora me apachurran un corazón que percibo como cuera reseca Y esta punción, como allá decimos…

Aquí alguno me la va a interpelar: «Te equivocas, mi valedor. La música sigue viva, dulce y rumorosa, penca de miel arropada de abejas. Eres tú el que te nos agrias y agrietas. La vida se te vuelve vinagre en las venas, vinagrillo». Y yo le contesto: «En mi memoria, camino real, al estrépito de la Zacatecana se me llegó cabalgando su barroso Pánfilo Natera; su sombra, grandiosa, y otras sombras, entre ellas la del padre de más de cuatro, Pancho Villa. Las sombras aquellas como que se me volvieron más sombras; sombras nada más. La alzada estampa de Pánfilo ya no lo era tanto; humillada, más bien, gacha la testa y el pescuezo tronchado, como la de Villa y los otros. No como símbolos altivos se me presentaban, sino como avergonzados, como intentando atejonar la cabeza en el ala del tejano. Haya cosa..

Y ocurrió, mis valedores, que al son de la Zacatecana mi barrio clasemediero se me fue entristeciendo casa por casa..

Y es que la música de mi tierra la escuché, al pie del edificio, ejecutada por tres campesinos -corneta tambor, clarinete- de los que bajan de sus jacales a pedir la de por Dios. ¡En el México de Villa, Natera y la Revolución! Los campesinos tocando la de Zacatecas, y una preñada con otro a cuestas y tres añejillos aprontando boca arriba las guaripas, recibiendo las monedas que los de acá arriba les arrojaban desde las ventanas. «¡Lo que sea su volunta..!»

¡Al ritmo de la Zacatecana, vive Dios, aunque viendo eso que ocurrió ayer, lo dudo. Oí el desbordado optimismo de los músicos callejeros:

«Nuestro presidente a ido bastante bien. Durante su primer año de gobierno superó las principales expectativas. Los suyos son logros que no se hablan tenido en gobiernos previos en tan poco tiempo. Vemos un gobierno fuerte, con rumbo y decidido…»

Pero un momento, que tan chisporroteante optimismo no es expresión de los músicos callejeros que mendigan monedas de puerta en puerta, sino de usureros de los bancos que fueron de la Nación, ahora en manos de esos extranjeros, paleros cínicos y ventajistas del de Los Pinos. Es México, mi país. (¿Mío?)

Y no pequen más…

La nota de hoy, en la voz de Carlos Aguilar Retes, obispo y presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano: Narcos piden orientación a los obispos. La Iglesia católica se ha beneficiado de los acercamientos. No voy a decir nombres de obispos ni de narcotraficantes.

La nota de ayer, en la voz del cardenal Norberto Rivera: Al cardenal Juan Sandoval Iñiguez nada le encontrará la PGR. Los obispos y yo lo apoyamos totalmente…

La afirmación es de hace algunos años, cuando el cardenal de Guadalajara andaba en sospechas de enredos con el narcotráfico. Nada ilegal pudo hallársele gracias a un oportuno milagro de San Cristóbal, no el santo descontinuado, sino el rancho de Fox, a donde el purpurado en entredicho fue en romería. Al asunto se le propinó fulminante carpetazo. Laus Deo.

Sobre oscuras ligas de ciertos tonsurados con los narcos y el lavado de dinero afirma el clérigo Leonardo Boff, teólogo impulsor de una Teología de la Liberación que Juan Pablo II no logró aniquilar, ni lo ha logrado Ratzinger.

Es profundamente antiético que jerarcas de la Iglesia Católica Mexicana se haya visto envueltos en problemas con el narcotráfico. El poder religioso entra siempre en articulación con el poder político y el poder económico. Si el poder religioso no es vigilado, controlado, y si no mantiene su altura ética, hace negocios….

Sergio Obeso, obispo: «Yo rechazo que la Iglesia esté utilizando dinero del narcotráfico. Se pueden decir tantas cosas, pero no basta con decirlas, hay que probarlas también».
Probarlas. Palabras más o menos, por aquel entonces lo aseguraba Ramón Godínez, obispo de Aguascalientes: Aquí, en el templo, se purifica el dinero del narcotráfico que recibimos en calidad de limosnas…

Carlos Quintero, obispo de Hermosillo, Son.-. «Bueno, sí, en Tijuana existen familias que han sostenido parroquias con dinero del narcotráfico. Seamos realistas. Sí, no podemos ocultar el mal, pero tampoco debemos omitir las cosas buenas del mal. En Tijuana hemos encontrado familias buenas que han ayudado a sostener el seminario y muchas otros que han aumentado el número de parroquias. Acepto que recursos provenientes del narcotráfico han llegado hasta las arcas de la Iglesia, particularmente en esta frontera».

Un José Raúl Soto, profesor de la Univ. Pontificia de México: Aquí, en la basílica de Guadalupe, se los digo como párroco, los narcotraficantes son muy generosos. Sin dejar de ser traficantes de drogas, ayudan y dan limosnas que nosotros ya las quisiéramos hacer. Los más generosos hasta hoy han sido Rafael Caro Quintero y Amado Carrillo, particularmente…

Alberto Athié, sacerdote: «La Iglesia Católica Mexicana se mantendrá siempre abierta a los narcotraficantes. Los jerarcas católicos estarían dispuestos a reunirse con ellos, sí, pero sólo para pedirles que abandonen su actividad. Ellos, los narcotraficantes, son vistos como los más malos entre los malos, aunque en algunas ocasiones son diferentes. No podemos identificarlos como personas esencialmente malas…

Feligreses de Malpaso, Ags., acusan al sacerdote Samuel Jara Acuña de que «mantiene relaciones con narcotraficantes. Ellos le obsequiaron una camioneta y una arma de fuego. Este sacerdote maneja una sola capilla en una población de 3 mil habitantes, pero ahora tienen dos cuentas bancarias, una de ellas de un millón 310 mil pesos…»

El cura católico Gerardo Montaño Rubio: «Reconozco que recibo donativos de la familia Carrillo Fuentes«. (Lo acompañaba el cura Ernesto Álvarez, amigo de la familia Carrillo Fuentes, que lucía costoso reloj de oro y manejaba lujoso automóvil. Que fue él quien viajó con el narcotraficante en un recorrido por Tierra Santa y celebró, en Guamuchilito, Sin., la misa de cuerpo presente en el sepelio del apodado Señor de los Cielos«)

Gerónimo Prigione cuando nuncio apostólico del Vaticano en México: «El padre Montaño fue el enlace entre los Arellano Félix y yo. pero no volveré atener contacto alguno ni a entrevistarme con narcotraficantes».

El golfista, empresario taurino, bont vivant y obispo Onésimo Cepeda:

Nosotros los clérigos les decimos a Amado Carrillo y demás narcotraficantes: Váyanse, hijos, el Señor los perdona y no pequen más.

El resto es silencio. (Dios…)

Una piara de cerdos

De mi viaje a San Miguel de Allende les hablé ayer, y que a mí, citadino distante de Madre Natura, un sol como toro en brama me sancochó los sesos y me arrojó a la región de la fiebre y los delirios. Mi sanmigueleña: «El balneario no te bajó la fiebre. El frescor de la granja te va a aliviar».

Allá enfilamos por una carretera que en pleno mediodía hervía de reverberancias. Yo, el calenturón «La granja, mi amor». La vi: «Allá no, parece casa de gringos» «Es de gringos y cochinos», dijo ella, y yo: «Cochinos y genocidas, que desparraman por el mundo sangre, miseria, lágrimas y dolor».

Que no, que era de otros cochinos, de los que más allá de los cisticercos a nadie hacen mal, y que el gringo era amigo, y que alguna tisana me daría para retirarme el ardor de la sangre. Como calabaza en tacha mis sesos, a punto de estallar como conflicto Chávez-Uribe, que no es de los sesos, sino de los esos. Y el solazo, y la resolana, la sofocación y el ahogo. Llegamos. Oí vagamente: «Los capitalinos, mister Cheney, que no aguantan nada».

El frescor de la finca. Más allá de la malla ciclónica, la promiscuidad de cochinos graneados, unos cuinos y otros ovachones, y los hocicones, los güerejos trompa rosada, los enteros, los capones, los de espinazo de erizadas cerdas, los gruñidores talachones, y el alboroto: «¡Oink, oink!» Mi cabeza, mis pobres neuronas, ánimas que se me tateman en el purgatorio…

En la oficina, el gringo al teléfono. Larga distancia. Al hablar apapachaba en sus brazos una cerdita. Enterado de mi dolencia dijo al teléfono: «Un momento», y entró al otro cuarto, hizo ruido con la licuadora, salió con un líquido espeso, me lo hizo beber y reanudó su comunicación: «Sí, claro, le envío los que necesite. Capones, enteros, media leche, leche entera, buen precio. ¿Cuántos le envío? De acuerdo. En 3 días los tiene en el DF». Colgó.
¿DF? Y ándenle, que al oír DF, la cerdita acunada en las piernas gringas gruñó, pegó un reparo, y válgame, que el tipo se destantea, observa a la muy cerda, mírase la ropa: una mancha asquerosa, y se alza, mete un patadón a la cochina puerca, se limpia tal inmundicia Y fue entonces: cojeando y sobándose contra la barda, la cerdita: «¡Gringo hijo de su puerca madre, que patadón en las zonas abajeñas! ¡Muchachos, una noticia pésima: nos mandan al DF!»

¿Que qué? ¡La entendí, entendí el diálogo de los cerdos! ¿Efectos de la pócima, que me producía náuseas, aunque no tan repulsivas como las que me provocaron las expresiones de los puercos? ¡Y yo los entendía! «Tantito más y me chispa la matriz con la puntera de la bota texana, que hasta vi estrellas!» «¿De Televisa o de TVAzteca, tú?» «De cualquiera, tan colegas nuestras son las del canal de adelante como las del canal de allá atrás». «¡Amor, que yo entiendo lo que dicen!» (¿Lo dije o fue la pura intención?) «¡Al DF, horror!» «¿Horror, qué te pasa? ¡Nos mandan a nuestros chiqueros naturales! ¿No ves que allá está la mera mata de la política? ¡A mí, por lo pronto, que me la den de consejero de Calderón!» «¡Yo pido asesor de Mario Marín o de Ulises Ruiz, ya de perdida!» «¿Con los Salinas no habrá modo?» «¡Yo con el hijo político de Jorge Cruiskhsank, el Chucho Ortega de puerco origen talamantero! Para ese Chucho este puerco, ¿no creen?» «¡Yo, así de ñengo como me ven, la colega Gordillo me vuelve puerco gordillo!» «¡No, y yo, vocero de la Kiessel. y el gordo Reyes Heroles!» «¡Hurra, yo con los Montiel!» («¡Entiendo a los cerdos!») «¡Yo de socio de Mouriño en las concesiones de PEMEX a Ivancar, oink, oink..!» Se encrespó la cerdita: «Oye, no, puercos somos él y nosotros, pero hay niveles».(«¡Enloquecí, los entiendo!»)

«¡Yo a San Cristóbal nomás, pa la engorda!» («¡Los entiendo, mujer! ¡Dicen: Vamos, México!») Ella: ‘Vamos, pero directo al Seguro Social». «¡Yo ayudo a privatizarlo! ¡Y de paso a lo que queda del ISSSTE!» -el puerco talachón Volvimos al DF. En el camino: «Qué te daría a beber el mister, que frente a los puercos te descompusiste. Gritabas».

¿Revelarle lo que en ese momento percibía? Sí, que por mi boca así hablaba Zaratustra: «Cuando al Zorro, que pasa por muy serio / le encargaron formar el Ministerio / naturalmente se sintió muy ancho / pero, queriendo aparentar modestia/convocó, una por una, a cada bestia / Tan sólo se negó a llamar al chancho/pues dijo el muy ladino: / No conviene llamarlo ¡Es tan cochino! / El perro, que se hallaba ahí presente, / le dijo: ¡haces muy bien! ¡No es conveniente! /A más de sucio, desastrado y terco / tiene otro inconveniente todavía / que si llevamos al Gobierno al Puerco / va a estar siempre con él la mayoría». (¡Agh!)

Yo, aquella corazonada…

Las alucinaciones esta vez, mis valedores. Yo acabo de sufrir una de las más rudas, y no atino a dar con la causa de la repentina locura que me llevó a imaginar que entendía, al modo de Melampo el del mito, el lenguaje de los animales. Boca-arriba en mi cama, pienso y medito…

¿Sería el sol, sería el bebistrajo? ¿Fue mi conciencia, por haber aceptado la compañía clandestina de aquella mujer casada? ¿Ya estaré para el psiquiatra, de plano? Lástima grande sería, porque los tales suelen cobrar como damisela del Parque Lira, por hora, pero mucho más caro, y eso que al cliente le proporcionan mucho menos placer. En fin.

Es de noche. A lo lejos, las campanas de Dulces Nombres. A lo lejos. A oscuras como permanezco, en mi mente se agolpan las imágenes deleitosas de aquel caserío de magia y encantamiento que se desparrama, se despatarra, en la ladera del cerro. Y el sueño, andavete…

Todo ocurrió el pasado fin de semana, en la azozobrante compañía de aquella hembra ajena de dulce voz, sota moza cantadora de las viejas canciones de la tierra vieja, que me llevó a reencontrarme con la ciudad de Querétaro (cantera rosa, baldosas, cielo de color azul cielo) y que, tonadas y leguas más tarde, de súbito, al salir de un recodo: «San Miguel de Allende, mi amor…»

(¿Su amor yo o San Miguel?) Quedé encandilado. Ah, vista magnífica de aquel caserío pespunteado de arcadas, follajes, muros conventuales. Ahí, con un sol en derrumbe que se estrellaba en el horizonte, la vista de un panorama cubista de luces, luciérnagas, rajuelas de plazas y calles y callejones, de follajes y hornacinas, nidal de nocturnas consejas. San Miguel de Allende…

Esa calleja empedrada, esos arcos, el patio recoleto, una mansa manada de azoteas sesteando al amor de los flecos de un follaje rabiosamente verde, y el deambular de sombras pueblerinas y, de repente, en la gloria del crepúsculo, el collar que se desgrana: la reventazón de campanas y esquilas a voleo. Ah, el entramado de calles que, al modo de mi Zacatecas la capital, resultan ser una broma pesada Y ya trepar por el callejón, ya bajar calle adelante, detenerse en el manchón de eucaliptos y contemplar, desde esa eminencia, un caserío de lo real maravilloso que olía a poma, a raíz, a miel recién derramada, que diría Rulfo. Y ese aire diáfano que se me venía encima con el cuajaron azul de todo el firmamento. Yo, de repente, aquella corazonada. Cuándo iba a imaginarme lo que vendría después…

Yo, el viajero, de la mano de mi amorosa sonsacadora, aquel deambular de barrio en barrio, ella relatándome leyendas, consejas, díceres y tradiciones orales que hablan (susurran) de personajes hazañosos en olor de naftalina que poblaron, que fundaron San Miguel de Allende…

– En la casuca aquella, al final del callejón, se aparece el ánima de un caballero de alcurnia que mancilló a su propia hija, la cual, no pudiendo soportar semejante horror, ¿qué crees..?

Y que detrás de esa barda barbona de yedras habitó La Malmaridada, que al ser muerto su amante por el marido (ay, Dios) invocó al Maligno, y por acá el ánima del ajusticiado, y el arriero del camposanto, el monje abarraganado que al entrar en trance de muerte…Las almas de las fieles consejas…

Noche cerrada San Miguel de Allende me llevó de la mano a deshilar el tejido de su vida nocturna Salón por salón, peña por peña, antro y antro, yo, con mi agua de chía, mi café de olla, la tisana de manzanilla, viví aquella noche tibia y callada que parecía aguardar a un Flaco de Oro que le romanceara el bolero de mucho amor. (¿No los estaré aburriendo? Sigo, pues.)

Otro día, la gloria de viandas sápidas, aromáticas, cilantro y orégano, dulces dulcísimos, unas pirámides no de Keops sino de nieve chupeteadas al amor de las frondas de la plaza principal, yo cerrando los párpados y abriendo de par en par las papilas gustativas para mejor percibir los sabores: nuez, coco, cajeta envinada (¿no les hace agua?). Nieve con qué torear ese garañón de fulgores y reverberancias que partía plaza por medio cielo, o partía cielo por media plaza Cuándo iba a imaginarme lo que vendría después…

Ahí, las vetustas canteras, arte y abolengo, de la Casa de la Cultura: óleo, acuarela, música de cámara En el corredor murales, y en el aula el poema de pie quebrado, la endecha, el alejandrino, la octava real. Y el sol, que se desplomaba en olas de lumbre, sol en brama que me sollamaba los sesos, y el ardor en las venas, y el ahogo y las punzadas. «¿Acalorado? Al balneario, amor». Y allá vamos, al remolino de los delirios. (Mañana)

¿Vocación nacional de Perra Brava?

Aquí doy remate, mis valedores, a la nostalgia que expresa un ex-reo convicto y confeso de haber sido aficionado del clásico pasecito a la red y fanático furibundo de aquel chiverío de los años 60. Ya hablé de varios de los jugadores. Nombro aquí a Nuño, entrega a la camiseta, dinamismo puro y puro pundonor. Chato Nuño, pilar que fuiste de la robusta estructura de la oncena de Los Colomos. La brújula, la pértiga, el palo mayor, su sinónimo en la estructura del navio, búsquenlo en el diccionario.

Como si lo estuviera viendo: el Marimbas Vidrio, jugador de entorchados. Tomaba el esférico, se picaba por el…a ver, a ver, un momento; el Marimbas Vidrio no, que ese era de los otros, o sea de los medio-campistas del Atlas. Es que hace ya tantos abriles, diciembres tantos…

En el medio campo aquel inolvidable cuyo nombre no alcanzo a recordar. Cómo carambas se llamaba el inolvidable? Llévame la rechintola, ¿pues cómo se llamaba aquel inolvidable chutador de media distancia? Pero qué jugadorazo el inolvidable cuyo nombre olvidé; qué estilo para avanzar: pique, freno, descolgadas escalofriantes y el sonoro rugir al ángulo superior. Mi chiverío…

Pero tú cómo te me ibas a olvidar, símbolo garrochón de mi juventud primeriza Salúdote puesto de pie, chiva grande, al que así anunciaban todos los altoparlantes de todos los estadios donde su juega futbol:

– ¡En la portería de las ChivasJaimeTubo… Gómez..!

Y palcos, sombra preferente y sombra general se cimbraban y se venían, aunque nomás de siquitibunes. ¡Ah, Tubo de mil batallas, flor y espejo del chiverío desde que fuiste chivita hasta que llegaste a chivón! Tú que desde la portería y por el honor del Rebaño Sagrado siempre salías a partírtela (me refiero a la madre, no seas mal pensado). Tú, honra y prez del club rojiblanco, el de Los Colomitos lejanos, por los rumbos de Zapopan. «¡Esas mis chivas!, ululaba el payo mirando cómo las camisetas «sagradas» se hacían del dos en el pendón de los que eran aún los cremas del que por aquel entonces llevaba el alias de Televicentro. ¡Y arriba mis chivas. Soy chiva, y qué!

Dije: Los Colomos, y de golpe se me viene el paisaje sombreado del que fue establo del chiverío y querencia de mis años nuevos, los que se murieron en olor de chiva, de virgen zapopana, de primera ilusión: «Con la ilusión de que volvieras – mi corazón abrió la puerta…» Y en este punto, créanmelo, me los estoy sintiendo mojados. Los ojos.

Pues sí, pero aquel día fue de la iluminación. A pura fuerza de compañones apagué la tele para nunca más, y con ella desterré de mi vida los 3 enemigos que me agobiaban: el licor (6 borracheras), el cigarrito y el clásico pasecito a la red. Y a vivir la vida, porque así como el licor conmigo topó en tepetate, el humo del cigarro se me había subido a la cabeza, y en cuanto a mi vocación de Perra Brava yo, que en dos de mis primeras juventudes (hoy voy por la sexta) fui un fanático del jueguito manipulador, aquel día, por recuperar mucho de lo perdido -tiempo vital, autoestima, libertad personal, etc.- abandoné la servidumbre del aficionado pasivo y me fui al llano y jugué, y sudé, y quemé grasa, y eliminé toxinas, entre ellas las más dañinas: desidia, pasividad, dependencia y manipulación. Me curé, y así hasta hoy.

Hoy, al filo del alba y de la nostalgia, observando esos retortijones nacionales que acalambran mi país por el cese de un hijo de Sánchez, me he puesto a rememorar el perfil de las chivas de los años 60, cuando no había en todo sol general un fanático más apasionado que yo, y a esto quería llegar:

Este no sea un elogio del clásico pasecito a la red, que el Sistema de poder ha convertido en el supremo manipulador de unas masas con decidida vocación de Perra Brava Al contrario: es la confesión de un aturdido que a lo pasivo me sentaba a dos nalgas frente a la tele para sentirme héroe por delegación de las proezas futboleras que miraba en la cancha Fue tal fanatismo de Perra Brava el que me llevó a considerar los hechos dramáticos del Dos de Octubre de 1968 como el mortificante embotellamiento estudiantil que me impedía estar a tiempo en el México 68 para aplaudir al chiverío desde los ríñones del ánima Y aquí la advertencia ¡cuidado, mucho cuidado! ¿Cuándo había estado más en riesgo el país, hoy en manos de unos vendepatrias que intentan convertirlo en colonia gringa? Y México (todos nosotros), ¿embobado con el cese de un entrenador de futbolero que se pasó de Vergara? ¡Vamos, México! (Este país.)

Chivas y Perra Brava

Pero un momento, no pensar mal, no malinterpretarme, que no intento pasarme de Vergara al estilo del dueño de ese chiverío que tiene o tenía su nido allá por Los Colomitos lejanos, en Guadalajara. Si aludo al clásico pasecito a la red es porque observo a mi país como pollo descabezado, como agua en batea por el cese de un Hugo Sánchez como director técnico de ciertos futbolistas que, según leo, las fueron a dar (lástimas y vergüenza ajena). Yo, alguna vez, fui un vil «Perra Brava» del chiverío. Me acuerdo y clamo:

El Guadalajara, mis valedores, y aquí me pongo de pie. El chiverío de los tiempos aquellos, qué tiempos que se nos fueron para nunca más. El campeonísimo que llegó a ser mandón por méritos propios a todo lo largo y ancho del futbol tricolor. Qué tiempos…

Evoco aquí al chiverío que se acostumbró a ser el padre de tantos equipos, comenzando por el aborrecible América, y los ardidos han de dispensar. Ah, aquel Guadalajara de mis amores primeros, los de mi primera juventud (¿me permiten? Esta furtiva lágrima. Este terco lagrimón..)

Va aquí una entrañable, visceral remembranza del campeonísimo de aquellos que fueron los buenos tiempos de México, cuando a nuestro México todavía no nos lo hipotecaban del todo al agio internacional desde Echeverría y López Portillo hasta los «Nopalitos» del PAN y Cía., siglas siniestras; cuando el Guadalajara valía, y el peso valía, y el mexicano valía a ojos de todos -y lo más importante: a los propios ojos. Qué tiempos aquellos, los de aquel rebaño sagrado de las fragorosas contiendas contra los margaritones del Atlas, contra la recua de muías del extinto Mulos del Oro, contra el aborrecible América de Televicentro. Presentes tengo en la mente a los once símbolos del Chiva de mis amores, los once de mi juventud; héroes de los tamaños de un Héctor Hernández, canela pura, goleador de veras. Pregunten, si no, a los ticos, que le temían como al Sida o al modelo neoliberal. Ah, driblador de kilates; aquella su suavidad para manejar el esférico, burlar al contrario y lanzar el trallazo que iba a explotar en el mero corazón del marcador. ¡Héctor Hernández, y aquí me pongo de pie..!

Recuerdo a mi Chava Reyes, el cabeza de melón: fino a la hora de esconder el esférico, pasarlo, desmarcarse, recibir como mandan los cánones, fusilar y..¡el Guadalajara se trepa en el marcador, que era treparse en el América! Bien haya. Sí, pues’n…

Bujía del equipo: creativo, batallador. Ahora te recuerdo, Chololo Díaz. Largos calzones guangoches y esa tu marunga que hoy apodan chanfle, y que para las manos del guardameta rival fue brasa y pólvora, y…¡venció al portero rival! Isidoro Díaz, te saludo en tanto que a ti te miro en mi mente, Chuco Ponce mentado, constructor de juego, el de los pases en profundidad que se encargaba de convertir en anotaciones El Mellone Gutiérrez. Pero hablando de El Mellone: cómo no estremecerse al escuchar tu nombre, pasta de inmortal, que burilaste aquel gol que te iba a hacer el ídolo de todo San Juan de Dios y anexas: gol anotado de nalga, y la zurda, para más mérito. Mellone Gutiérrez, y los siento húmedos. Mis ojos…

Fino porte, señorío, verticalidad; chiva por antonomasia, el capitán Jaso postulaba en cada disparo al arco su filosofía futbolera: fuerte, raso y colocado. ¡El capi Jaso toma el esférico, se pica por el centro, dribla a un contrario, dribla a dos, dispara y… (Válgame, que a la emoción mandé a tiro de esquina cafetera, florero y el pastorcito de yeso, qué regazón. Lástima, que era el favorito de Aída (tú, la de todos los días.) Y se reanuda el encuentro.

Tigre Sepúlveda -¿cuántas veces me he de poner de pie?-, el Tigre aquel que desde su reducto de la defensa central ganaba contiendas con la sola estampa de una casaca bien puesta, camiseta a rayas, y por si ella no bastara: unos mostachos aguamieleros y un mirar así, miren, de fiera en brama Y a temblar, esos margaritones del Atlas. A temblar, cremas del América, que allá viene el Tigre, y ya venteó sangre…

Aquí te nombro, zambo genial, pinta de aborigen, pesadilla de rivales. Te honro a la distancia de tantos ayeres y avalares tantos, tú que fuiste, tú que eres honra y prez de Atemajac, el de las sublimes carnitas de puerco, con su apetitoso aderezo de cisticercos. ¡En la defensa izquierda… Jamaicón Villegas, y ya! (¿Quién fue ese demonio prieto y feísimo que me anuló como nadie nunca antes?, preguntaba Pelé.) Y como si te estuviera viendo, Marimbas Vidrio. A ver, a ver. (Mañana)

Y paguémoslo todos…

¡Se dispararon los precios de la canasta básica! Suben más de 20% pan, leche, carne, aceite comestible, etc..

Leí la noticia del matutino fechado anteayer, y de repente recordé el cuentearlo que de memoria relato a todos ustedes, con dedicatoria especial para los 15 millones que entregaron su voto al «chaparrito, jetoncito», etc., y el precio paguémoslo todos. En primera persona lo cuenta el protagonista:

Las naves espaciales dejaban tras de sí sus estelas estallantes de luz. Desde nuestras chozas, en el aparato de TV. las mirábamos hundirse en el firmamento para llevar nuestra luz humana a los límites del firmamento. Era nuestro mensaje, porque nosotros costeábamos la investigación espacial. Sabíamos, acuclillados frente a la abollada cacerola en que hervían las hebrillas de carne, que la nave enviada al espacio era nuestra nave, que los científicos eran nuestros científicos, y nuestros los astronautas, y nuestro el proyecto estrellero. Éramos los pioneros de la era espacial. Éramos…

De noche, insomnes en el jergón de paja, escuchábamos un lejano zumbido de reactores que rasgaban la inmensidad. Entonces, más allá de la anemia, nuestra presión sanguínea aumentaba. Nuestros astronautas, en los que habíamos delegado todo nuestro orgullo de héroes hazañosos, burilaban en el espacio el verso perfecto del himno al progreso. Nosotros, felices…

A veces, al hurgar en los montones de desperdicios algo qué llevar a la choza, nos topábamos con el diario que anunciaba el lanzamiento de nuevas naves espaciales. Sus tripulantes se nos convertían en ángeles de paz, de sabiduría, de riqueza futura para nosotros. Tomados de la mano de nuestras mujeres, apretando esos huesecillos náufragos de carne y rodeados del alegre enjambre de nuestros niños, sus moscas, enfermedades endémicas y avitaminosis, sentíamos la garganta anudada de emoción: nuestros representantes proseguían, allá arriba, la carrera espacial de todos nosotros, los de acá abajo. Nuestro amor, devoción y recursos económicos los acompañaban. Éramos los arquitectos del universo. Cada día, al masticar las hilachas de carne, levantábamos la cabeza para observar a las raudas estrellas humanas que se alzaban rumbo a la eternidad, y aquel nudo en la garganta. Al tomar a nuestras mujeres nos nacía un veneno de placer en el vientre, como si estuviésemos copulando en representación de los ángeles (nuestros ángeles) que domeñaban los astros. Al sentir nuestro renaciente vigor, quedamente sollozaban nuestras mujeres, ellas también, resignadas a recibir un hijo más en sus destartaladas entrañas, en su mente gozando con el vigor de los navegantes, que lograban el prodigio de llevárselas consigo más allá del sol y del terror, de Júpiter y las penas, de Plutón y el hambre Cuánta felicidad…

¡Ah, pero qué de alaridos cuando la nave espacial se desplomó en una explanada que se abre más allá de nuestras malolientes cabañas! La sorda explosión hizo llorar a los niños y desgajarse por dentro a millones de ilusos mendigos de la hazaña ajena que delegamos en esos que tripularon la nave espacial denominada México. La decepción nos forzó a soltar unas lágrimas acres y melancólicas. En cinco años, como al final de cada sexenio, nuestro grandiosa esperanza se redujo a un gusano retorcido y disforme que ventoseaba un humo pestilente. Y no más…

Honda fue nuestra pena y amargo el llanto por las promesas incumplidas de quienes no estuvieron a la altura de los que delegamos en ellos, y que nos hicieron volver a la realidad de la choza, el hambre, la necesidad, la desesperanza. En silencio nos fuimos acercando a los restos ennegrecidos y renegamos ante ellos. De nuestra esperanza colectiva sólo quedaban un renegrido agujero y una ceniza que el viento dispersó en las chozas. Nosotros, los que financiamos la carrera espacial…

Hemos vuelto a la vida de siempre: buscar desperdicios, robar a transeúntes, fornicar toscamente, drogarnos (droga barata). Los astronautas nos defraudaron. Todos. Del «Nopalito» Ortiz Rubio a los «Nopalitos» del PAN. Eso es todo. Hoy, al sorprender a nuestros niños mirando al cielo los golpeamos rudamente Yo, insomne, en la madrugada suelo preguntarme: ¿quién será más niño, quiénes estará más golpeados, ellos o nosotros? Ah, adultos-niños. Ah, esta compulsión de nunca asumir, de delegar siempre en quienes siempre, estudien la historia, van a terminar defraudándonos. Ah, esta terca, irracional esperanza de inmaduros que se niegan a crecer. Ah, México. (Este país.)