Tabernaria…

Y de repente, mis valedores, se nos echó encima la edición 27 de la Feria del Caballo Texcoco 2008. ¿Pues qué semejante peligro no tenía fecha de noviembre, o algo así? Sea como sea, cuidado, precaución, mucho cuidado. Promete un Carlos Salgado, de algún instituto de fomento a las artesanías, que en la tal feria se podrán encontrar creaciones artísticas mexiquenses de todos los ramos artesanales. ¿será? Porque, según me consta por un par de visitas circunstanciales en años distintos, la Feria del Cabalo no es otra cosa que un variopinto catálogo de espectáculos que tienen, al parecer, un solo propósito: que se beba durante los días que dure la del caballo. Pulque, tequila, mezcal, bacanora, cacardiosidad, don bien pedro, en fin. Aquí, algunos apuntes de mi experiencia con esa que del 6 al 30 de marzo se convierte en piquera:

¡Cuidado, precaución, se encienden los focos rojos! La advertencia del peligro me chicoteó en pleno rostro, que hasta los huevos, con su chile y su gorda debajo, se me atoraron en el gañote. Con un violeto acceso de tos los chispé por la boca, lástima Huevos a la mexicana Mi desayuno. En fin. Mucho cuidado. Los jóvenes, sobre todo, los adolescentes. Mucho cuidado.

Retiré el plato y me di a examinar el riesgo que se manifestaba en aquella plana, toda la plana del matutino: ¡Feria Internacional del Caballo, Texcoco dos mil y tantos! Y que va a haber palenque (con pomos, botellas, garrafas y damajuanas de licor, tal vez no todo adulterado), corridas de toros (con litros y medios litros de alcohol), jaripeos y rodeos, juegos mecánicos y circo y gastronomía Mañosamente, los que perpetran (sé lo que digo) la dicha trampa para multitudes, escamotean lo que significa el negocio principal de los negociantes del espectáculo: las cataratas de licor que a partir de la feria, con toros, cirqueros, berreantes y falseteros -ellas, en provocativa ropita que muestre pubis, cóccix y tatuajes vecinos del clítoris ante una concurrencia babeante de licor y lascivia- harán de la juventud un poco más briaga y afecta a toda suerte de drogas que, menos dañinas que el alcohol, dañan a jovenes y adolescentes. Lo reconocía el anterior presidente municipal de Texcoco:

– ¡La Feria del Caballo es la cantina más grande de Iberoamérica.!

Como si -culpa de tantos millones de briagos- México no fuese ya demasiado borracho. En fin, por si alguno aprovecha mi triste experiencia de hace algunos años, aquí lo que me sucedió en la tal «Feria lnternacional«:

Aquella tarde sorprendí al Arieluco a 20 cms. del cinescopio. ¿Otro débil mental en la familia? ¿No basta conmigo? «¡Rápido, a desenajenarlo!»

A la viva fuerza lo aparté de la choricera de anuncios con su botana de videos perpetrados (sé lo que etc.) para linchar al Peje. «Deja de recibir esa radiactividad y trépate al BMW -al volks. cremita-. Vamos a la feria Una feria provinciana, mi hijo. Ya verás qué hermosura de espectáculo». Y mi única «Cálmate ya deja de llorar, que Televisa y TV Azteca no merecen una sola de tus lágrimas. Eso déjalo para los pobres de espíritu ven sus telenovelas. Tú, a divertirte en el volatín y la rueda de la fortuna».

Las ferias de provincia La lotería de cartones. Campo y tablas. El gritón comenzó a cantarlas: y que por abajo está la dama y por arriba está… ¡el catrín! Y que con polvos de guiscachota me querías enhechizar, o sea ¡la muerte! Y que me la han vestido de charro, o sea la que por pena no les voy a nombrar, y el Arieluco: «¡Buena con «la reata». ¡Gané!»

– Suerte de chamaco -el gritón-. ¿Pos no se acaba de ganar una de a litro con seis cocas seis, pa campechanear?

– ¡Salva a tu hijo, amor! – mi Nallieli. Nos zafamos de la lotería; dejamos al gritón con los brazos extendidos, un racimo de pomos colgándole en cada mano. Rápido, a buscar un juego infantil que no resulte dañino.

– ¡El tiro al blanco, pa!

El de la «Feria Internacional le entregó aquel viejo mosquetón, y ahí fue el tumbadero de patos, gansos,un burro de buen tamaño y uno que otro viejo güey. El feriante: «Caray con su puntería doce tiros, nueve blancos. «Oiga, bigotón, no vaya a malograrle al chamaco su prometedora vocación. Va pa Zeta que vuela».Y que intenta entregar el premio a su buena puntería una de a litro, dos damajuanas y otra más de algo así como que un líquido amarillento, que hagan de cuenta cuando uno lleva sus humanas muestras al examen de laboratorio. «Pal desempance va a llevarse este añejo; dos semanas añejado en barricas de ayacahuite legítimo». Logramos huir. (La huida sigue mañana)

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