Nahualismo es la creencia en un espíritu guardián animal, relacionado con una persona desde su nacimiento y que compartía su suerte…
Y que del político mexicano cuál pudiera ser el nahual, discurrían mi primo el Jerásimo, licenciado del Revolucionario Ins., y algunos de sus compinches del PAN, mientras a amamantones de cacardí celebraban el aniversario 79 del Tricolor en la estancia de mi depto. de Cádiz, donde ya habían causado estropicios y el disgusto de mi única Dije, bromista, por diluir la tensión: «¿No será el hipopótamo el nahual de los pripanistas?»
– No (La ironía de Nallielli. Es lodero, sí, y vive chapoteando en el barro, pero no le han salido uñas de rapaz ni se ha sabido que alguno de ellos nos resulte depredador de los dineros públicos.
Me atreví: «¿No será el caracol, mi niña?» (El Jerásimo, pistojeando.)
– No. Baboso, el caracol es un animal hiperactivo si lo comparamos con los licenciados burócratas.
El perfumado: «Sh, que hay perros de oreja, y lo publican en Alarma…»
Eso me enchiló: «¿No será un ofidio que avanza arrastrándose?»
– Como el político (mi Nallieli), y como él, la víbora se la vive encajando los colmillos en el calcañar. Tiene también lengua bífida, pero no la emplea en discursear, ni el veneno para asesinar al compinche Colosio, que más allá de las desmesuradas loas que le cantan, tuvo la exacta medida de cualquier político del PRI.
– ¡Y aquí me pongo de pie!
Se puso la runfla de pripanistas, y a la maniobra allá van el florero, la jarra del te, un par de vasos de cacardíosidad. Mi única, su rostro endurecido:
– No el armadillo. Dotado también de concha como el político, el armadillo tiene pudor. ¿Ustedes han visto alguno de ellos retratado en las primeras planas, índice en alto y jurando que es el presidente del empleo, y que el suyo es un gobierno de manos limpias, y déjenle manos libres a Mouriño el madrileño? No, el armadillo vive en su escondrijo y no padece la compulsión del protagonismo ni tiene paleros en tele y radio que le propicien ventosear soberanías, democracias y justicias sociales.
Yo, al oído: «Cálmate, mi amor, esa alfombra yo te la lavo…»
El calvito del PAN: «Salú, aunque yo tengo la leve sospecha de que aquí la señito nos está carneando. Mejor la siguiéramos en la leonerita aquí del licenciado Vega«.
Ya ebrios, su diversión: «¡Nuestro nahual es el perico y lotería.!»
– El, como ustedes, nada dice original. Como ustedes, repetir las frases hechas: «Haré más por los que menos tienen. «El petróleo, de los mexicanos».
– Dije: ‘Tara mí que el nahual de Manlio compinches en el dragón».
– Ojalá (mi única). Qué dieran los mexicanos porque los politicastros fueran como el dragón, que no existe. Ni la hidra de 7 sexenios, ni el endriago, ni el basilisco, ni el ave roc. Pero esos, por desdicha, sí existen. Míralos…
– Yo de cacayacas estoy ora sí que hasta la madre Ya hasta la briaga se me está cortando. ¿Por qué no seguimos festejando al PRI en otro lado..?»
Ahí habló el Jerásimo, y lo que el Jerásimo habló: «Compatriotas, no se hagan bolas. Nuestro nahual es el gato, y punto».
– No oda, lic. (Rumbo al baño, el amaneradón). Quezque un gato…
– Un pulgoso, sí. Salucita Achis, achis, qué le pusieron a mi cacardí (y el amamantón.) A ver, tú, bigotón, descríbeles usos y costumbres del Rosco.
(Mi gato). «Bueno, el Rosco se la pasa roncando al calorcito del fogón. Un descuido de la cocinera y ándenle, a treparse a la alacena del presupuesto y friégale, a llenar la tripa con mantequita de PEMEX. Luego, como si nada hubiera pasado, procede a limpiarse la cara a pura lamida de saliva, suya y de sus paleros de radio y TV. ¿Que ahí viene López Obrador? Rápido, el gato corre y con ayuda de Manlio, Larios, Creel y el de Los Pinos, calladito él también, a hacer un hoyo en el suelo, donde entierra sus porquerías, y aquí no ha pasado nada El gato, nahual de ustedes los políticos mexicanos…
– ¡Eccc.sácto! (el Jerásimo vació el vaso hasta el fondo.) Y el Peje nos pela tres ríales. ¡Y a ver quién le quita un pelo a Mouriño! ¿La Función Pública, la Contratoría? No mamen. ¡Mouriño es nuestro nahaul!. ¡Otro trago!
Y que advierte las rabiosas miradas de sus compinches, y que se azora, pónese colorado, observa el vaso a trasluz. «Válgame, pues de cuál toy chupeteando». (¡Hic!)