Animalero de miércoles

Como cuando eran gobierno, los priistas festejan el aniversario No. 79 del Tricolor sin llegar a acuerdos nacionales…

Priistas del calibre de mi primo el Jerasimo, licenciado del Revolucionario Ins., que lo celebró en casa. El y algunos de sus aliados naturales, panistas la mayoría. Mía fue la culpa, lo reconozco. Cómo fui a permitir esa tarde de miércoles (de la semana anterior), que mi consanguíneo y sus contlapaches festejaran al Tricolor en la estancia de mi depto. de Cádiz. Una tetera abollada, un jarrón hecho añicos, manchada la alfombra irremediablemente, y aquel hedor a tabaco, cacardiosidad y perfume ya rancio, ya fermentada. Asqueante, un hombre que se baña de perfume. La náusea.

Yo, de anfitrión, platicaba con los licenciados, y por aquello del azar y los oscuros dictados de la Moira, la plática fue a recaer en la leyenda del nahual Libro en mano leí ante los festejantes, ya todos a medios chiles, la definición del nahual:

La creencia en un espíritu guardián animal, relacionado con una sola persona desde su nacimiento, que compartía la suerte de éste, se conoce como Nagualismo. Este espíritu guardián se nombra Nahual

Y ándenle, que de repente ahí el empleadillo de la Función Pública:

– Me pregunto cuál podría ser el nahual de un político del PRI…

– ¡Y aquí me pongo de pie! -se pusieron varios. Uno, en el ímpetu, se antellevó el florero. Al estrépito mi Nallieli, gesto de contrariedad, salió de su habitación y comenzó a recoger los restos del naufragio.

– ¿Que cuál es nuestro nahual? El Jerasimo. El león, por supuesto. El rey de la selva y anexas. Salucita.

Ahí rebrincó la ironía de mi única, dolida por el jarrón: «¿El león, licenciado? No creo. Cierto es que el político, cualquier camiseta que porte, siempre termina por llevarse, entre loas a la honradez, la parte del león; pero como nahual, el león no depreda más allá de su hambre. No es hipócrita, ni ratero, ni cínico, ni bribón.

– O sea, señito –el Jerasimo-. Mida sus palabras…

– Quezque honradez, dijo el de la Secretaría de la Función Pública Ahí te hablan, licenciado Vega.

Y su risita burlona Mi única– «¿El nahual del político no será la hiena?»

– No, mi amor, intervine para aliviar el ambiente. Ya con bastante rigor la trata Madre Natura para que todavía la befemos comparándola con esos. La hiena, con ser también desagradable a la vista, come carroña, pero poca, con moderación. Cuenta, además, con un soberbio sentido del humor, que la lleva a carcajearse cuando algún otro animal comienza con aquello de: «¡El mío es un gobierno de manos limpias..!»

– Hago caso omiso de sus insinuaciones, mi valedor, y aventuro una suposición (el de la PGR): ¿No será el tigre, en todo caso, nuestro nahual..?

– Tampoco el tigre, replicó mi Nallieli-. Todo manchado también, como los políticos, pero sólo en su apariencia Las del pelaje no son manchas del saqueo, la rapiña, el fraude, la deslealtad, el cambio de chaqueta, el asesinato, en fin. A semejante animal sus manchas no las consiguió en el quehacer politiquero…

– ¡El águila real! Pasando el pomo, plis. ¿Ya no tenemos yelitos..?

– ¿El águila real? El vuelo del águila no tiene más límites que el cielo y los horizontes. Como todo mediocre aplastante, el político tiene un vuelo de gallina, y no más.

– Ah, ahora va usted a salimos con que nuestro nahual es una despreciable gallina Tampoco, digo…

– No. Torpe en el vuelo, las pretensiones de la gallina no son tan desmesuradas como pasar a la Historia Los de la gallina son cacareos, no discursos tan huecos como retóricos, y en ella se justifican: el huevo está caro y escaso, bien vale el alarde. Además, los huevos son de la gallina Y frente al presidente en turno, el político…

– Ahora va usted a salirme (el de la contraloría de la federación, traje gris rata) con que el nagual del político es algún animal tan repugnante como el hipopótamo, pongamos por caso…

– Tampoco. Lodero, sí, pero…

(El lunes.)

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