Un vendepatrias proyanki

Los privatizadores de las paraestatales, que representaban los ahorros de la nación, cumplen ahora la encomienda de rematar el proceso de enajenación de PEMEX y la energía eléctrica, como en los tres sexenios de los tecnoburócratas y el de Vicente Fox se entregó más de un millar de empresas públicas al capital trasnacional. Se ufanaba en su momento Ernesto Zedillo.

En forma exitosa y de acuerdo con los tiempos previstos marcha la privatización que promovemos en gas natural, terminales portuarias, telecomunicaciones, petroquímica secundaria y ferrocarriles,..

Ferrocarriles. Del tema habló el maestro en la tertulia del jueves pasado, y a los contertulios nos dio a conocer la primera privatización de los ferrocarriles que registra la historia, «perpetrada» por un gobernante proyanki:

– No, ese vendepatrias no fue Zedillo.

No fueron Salinas ni Fox. Ese proyanki fue nada menos que don Porfirio Díaz. Pues sí, pero en aquel entonces aún había periodistas valientes, y la acción entreguista del dictador fue denunciada en el artículo periodístico titulado: ¡Pobre México».

De su libreta el maestro sacó una vetusta hoja de diario, ya amarillenta. Leyó: «Mientras que el vulgo ignorante y los periodistas vendidos batían palmas cuando se acordaron concesiones ferrocarrileras a nuestros vecinos…

– ¡Oiga esa nota es de hoy mismo! –El Síquiri.

– No de hoy, sino de 1885, y sigo. «Mientras, los hombres pensadores temblaban por el porvenir de esta patria infortunada, victima de las ambiciones y de la improvisación». En una palabra, México ha dado millones y millones a las empresas ferrocarrileras, para que lo arruinen. ¡Pobre país!

«Los hombres pensantes veían en esas concesiones un peligro inminente para México, y no se equivocaron. En recompensa de las espléndidas (sic) subvenciones concedidas a los yankees, éstos están arruinando al país por medio del contrabando, y debido a ciertas tarifas de conveniencia, concertadas de una manera embozada para proteger la industria extranjera (sic) con graves perjuicios de los intereses nacionales.

Por una mera casualidad, el Ministro de Fomento desconfió de los manejos yankees, y sólo apoyó las tarifas de una manera provisional y por corto plazo: cumplióse éste, prorrogóse en seguida, ha vuelto a cumplirse; y sin embargo no se ha podido conseguir que la Empresa del Ferrocarril Central modifique sus laterales tarifas. Rehusa reformarlas, y para ello se vale de rémoras y pretextos inadmisibles. Por lo visto, nuestros agradecidos y caritativos empresarios, los americanos, obran ya en este país como si estuvieran en su casa. La conquista pacífica comienza ya a producir sus sabrosos frutos.

¿Qué sucederá mañana? D. Porfirio, que tuvo a bien romper con las inveteradas preocupaciones del inteligente y previsor Benito Juárez, puso a los yankees un puente de plata para que desde Nueva York pudiesen venir a esta capital, sin incomodidades, sin riesgos y a costa nuestra A D. Porfirio toca sacar al país del espantoso atolladero en que está metido. ¡Ojalá y no sea ya demasiado tarde! (Periodista valiente, sí, pero candido, digo yo.)

«A grandes males, grandes remedios. Si al fin hemos de romper con los que se tomaron media República hace 38 años, y que ahora tratan de apoderarse del resto por medios ingeniosos, vale más que suceda hoy. Mañana la obra será más difícil porque se habrán creado y robustecido grandes intereses americanos en esta República ¿Qué opina acerca de esto el general Díaz?» Hasta aquí la lectura

– Y bien, contertulios, ¿qué opinan ustedes? ¿Que dice usted, señor Valedor, que con tanta atención está leyendo por encima de mi hombro?

Me abochorné. «Es que curioseaba los anuncios de ese viejo periódico».

El maestro me acabo de abochornar: «Aquí no hay más anuncio que este, escúchenlo: «Específico de Henry, célebre remedio inglés. Es el único específico seguro e infalible para la curación rápida y radical de la impotencia, derrames seminales y toda clase de desarreglos producidos por excesos. Jamás ha fallado. Experiméntese. Depósito único en la República, Droguería Universal de E.Van den Wyngaert. Puente del Espíritu Santo núm. 1″.

Silencio. «¿Y?» Me preguntó el maestro. A lo apresurado contesté, y a lo irreflexivo: «No, pero para dar con la droguería esa…»

Me sentí ridículo. Suspiré. (Qué más.)

Un comentario en “Un vendepatrias proyanki”

  1. saludos mi querido valedor, desde el exilio economico,aca en california o gringolandia ,estoy muy contento de poder oir nuevamente tus agradables y muy atinadas fabulillas sociopoliticas despues de casi 4 anios por aca ,y esque recien me compre mi compu y pues te empece a buscar , y bendito destino!! bueno pues nos seguimos escuchando, p.d. gracias por existir y no claudicar,nos haces falta.salud y bendiciones

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