«Lo que me recuerda», dijo el maestro en la tertulia de anoche, «la cancioncilla con que nuestra madre nos arrullaba en la cuna». Nomás me quedé pensando, porque yo, mis valedores, de que tuve madre estoy bien seguro, ¿pero canción? Sólo me consta que cuna no conocí: yo, petate, que nací no pobre, sino indigente Adquirí y preservo la cultura de la pobreza Y la paz.
– Pero aquí el bigotón -la tía Conchis ; que hable de la canción de cuna o calle para siempre.
Hablé. La canción de cuna que la madre modula a media voz en tanto que por la ventana se filtra la luna. Allá, en los bajíos de la comba tenebra, desflórase el silencioso desparramadero de estrellas errantes, y yo me apresuro a expresar un deseo: «Que ella, mi única…»
La canción de cuna y el cuentecillo infantil. Erase que se era, allá en tiempos de los sueños color de rosa -rosa mexicano-, un reino feliz, y en el reino feliz un caserío más feliz todavía, al que solían apodar ciudad perdida: un derramadero de chocitas, magia y encantamiento, que en techos y muros, restos de anuncios comerciales, cantaba la chispa de la vida Qué bien.
Y ocurrió, mis valedores, que en uno de tales hogares color de rosa rosa mexicano, cierta noche de agosto dormitaba un tierno infante, querubín como trazado a la imaginación de Disney: vientre color de rosa rebosante de esos bichitos rosa mexicano, que se crían en los rosados intestinos de los infantes en esta democracia rosa amibas, lombrices, solitaria salmoneras, estafilococos. Poéticos nombres. Y el poeta mi país; ah, mi país…
He ahí al querube removiéndose en su cuna adorable muestra de la artesanía popular: un huacal aguacatero forrado con las páginas de sociales, páginas cuic de la gente bonita Y qué palidez marfilínea en la piel del rorro, que a dos pulmones berrea «¡Cuña cuñáaa..!»
En eso que el rey del hogar penetra el castillo, y que al llanto del heredero -heredero del Fóbaproa, la deuda externa los gasolinazos – se descarga del negocio que lo trajo de esquina a esquina durante el -¿santo?- día chicles, clinis, aguacates sin semilla tarugaditas de plástico. Fayuca Taiwan. En su huacal, desmorecido, el querube: «¡Cuña cuñaá..»:»
– Por qué llora el niño.
– ¡Cuña cuñáaa.!
– ¿Los cólicos, mi hijo? ¿Las pulgas, las chinches? ¿Qué tiene mi niño?
Y que cuña, cuña, y de ahí no lo sacan. El padre, entrañitas tiernas y reblandecida congoja busca leche, azúcar, pan, algo en la alacena Vacía
– Ya sé. Para dormirte sin cenar te voy a contar un cuento.
El cuento infantil, tartajeado con voz abrojuda en el silencio nocturnal de un tercermundismo rosa Y la magia prodigiosa del cuento: el bibelot de viva carne comienza a acallar sus lloros, amaina el » hipar, entrecierra los párpados, y entonces la voz del paisa tórnase tenue, sutil, hasta que… lástima porque ahí entra al dormitorio real la reina del castillo, en sus manos las ropas (ajenas) que acaba de lavar. «Pero viejo, qué le estás contando a mi criatura Para un inocente sólo Perrault, Andersen, los cuentos de la abuela..»
– Se durmió, ¿no?
– Pero eso puede dañar su cerebrito, tierno todavía
– Se durmió, ¿sí o no?
Sht.. Y lo previsible: a la voz destemplada del paisa el durmiente abre los párpados y: ¡cuña, cuña, etc!», con todo el desconsuelo del mundo tercermundista, que ha vuelto a darse el testarazo contra el hambre, los bichos, el cólico, la rosada realidad de la democracia color rosa mexicano.
– ¿Ves, mujer, lo que hicieron tus escrúpulos?
– Es que ese es un cuento para arrullar aturdidos y manipulados, pasivos y dependientes, y domesticados, no a mi criatura
– Se había dormido, ¿no? Va otra vez y tú guarda tus escrúpulos. Oye el cuento, mi niño: «En enero agregamos nueva ayuda económica para el gasto en luz y gas en los 5 millones de hogares más pobres del país y la Estrategia Cien por Cien para llevar obras y servicios, piso firme, drenaje, agua clínicas, escuelas, a los 100 municipios más pobres del país. Hemos invertido ya este año mil 700 millones, casi tres veces más de lo invertido el año pasado…»
– Sigúele, viejo, que, como buen mexicano, ya vas apendejando al niño con el
«optimismo» Calderón. Tú sigúele, y que Dios te perdone.
– «En 3 décadas (¡¿lo oyes, mi hijo?!), ¡nuestra economía será una de las 5 más grandes del mundo..!»
Mis valedores: como bajo los efectos del chemo, la mota o la grapa con cacardí, la víctima entona los párpados, se estremece en sueños, se agita en espasmos, y aquel suspiro. Hay cada padre. A la rorro, paisas(México)