Como el recién casado…

¿Me permiten que esta vez, mis valedores, les hable de mi persona? Para empezar: codo, agarrado, amarretas no soy, pero manirroto, tampoco. Tengo, por otra parte, un empleo razonablemente seguro, y hueseando aquí y allá logro completar mi gasto y el de los míos. Por cuanto a mis costumbres y aficiones, que es de lo que quiero hablar ante ustedes…

Aficionado al buen cine lo fui en otros tiempos, pero de mala manera me expulsó la nula educación de esos mediocres que llegan a la sala cargados con botes de helados, refrescos, palomitas de maíz. Y a pasarse la película regodeándose con los ojazos de Harrison Ford mientras a trago y trago, cronchi-cronchi, remuele y remuele, eructo y suspiro abajeño, intercambian comentarios acerca del vestido de la Jody Foster y el peinado de la Angelina Jolie. ¿Películas chinas, iraníes? Ay, no, qué horror, a esas ni se le entienden. Hollywood qué diferencia. Mira ahí, qué mono el Richard Gere…

ítem más: parrandero no soy. Antros, no los conozco. ¿A mi edad? Ridículo. ¿Deportes? De vómito. Decir deportes es referirse a la acción personal: juego, toxinas, sudor, endorfinas, no que me siente a dos nalgas frente a la sección de deportes para leer la sesuda opinión del merolicronista, que pontifica sobre el hecho trascendental de que Blanco se trompeó con Chainguiño, que por poco cae al área penal de El Altiplano…

Modas. Para mí esto de estar a la moda ya pasó de moda, como también la perspectiva de viajar. No, y la suprema cursilería de los nuevos ricos, que en la sección de sociales exhiben el grado de su incultura, mediocridad, zafiedad; de su nuevo-riquismo muy al estilo de Marta, con todo y sus ashagunes. Mis valedores: ¿qué tanto de inculto, mediocre e irracional se precisa para perder el tiempo en los «mensajes estrelleros»? ¿Pudiera yo sorprenderme curioseando lo que para mi futuro predicen los astros con astros de la engañifa y la charlatanería de la alzada de los adivinos de pacotilla que desde las páginas del matutino anuncian el horóscopo de vírgenes como yo? Virgen, sí, aunque no por muchas horas, que doña Tula se tarda un poco más, y amanezco libra. En fin.

A pornografías no soy afecto, ni a los desfiguras de una gringa joven que desde el remoto universo del alcohol y las drogas enseña, para el babeo de los impotentes, que calzones no le cubren una entrepierna mal rasurada, pero que, en cambio, sostén tampoco llevan sus pechos. Como ilustración del periódico no me interesa tal espectáculo, espectaculito o espectaculazo. Lobos se dicen los que se regodean con la pornografía impresa, pero no, jovencitos de espinilla a flor de piel, adultos impotentes, viejos decrépitos. Y ya.

No, las caricaturas gringas para nada me importan, ni les encuentro gracia ninguna, ni voy a permitir la manipulación ni la filtración de valores ajenos a mi idiosincracia y a mi modo de ser. ¿Yo, gringo de cuarta? ¿Yo..?

Amarretas, repito, no soy, pero manirroto menos, y a esto quería yo llegan sábados y domingos, muy temprano en la mañana, antes de prepararme mi desayuno (vivo solo y mi alma, solo me hablo y solo me contesto, solo pongo en mis manos el par de huevos y solo y mi alma los pongo a freír con choricín y cebolla), voy al puesto de la esquina y regreso cargado con cinco o seis de los matutinos. Kilos calentándome el sobaco, y entonces…

Ya freí mis huevos, ya me acerqué mi café, ya me traje una rodaja de pan (¡no Bimbo, sino Mi General), ya me dispongo a enterarme de lo que ocurre en México y el resto del mundo, allá donde los países tienen a orgullo poseer un gobierno, un gobernante, un estadista, tal vez, y ministros e instituciones, suertudos ellos. Y mis valedores, es entonces cuando me arde el derroche. Me duele entonces haber pagado medio centenar de pesos por el desperdicio descomunal Yo, ¿vendo, algo, acaso? ¿Algo estoy por comprar? A la basura avisos clasificados, con todo y sus ofertas y solicitudes de empleo. Yo, ¿interesado en la moda? ¿Yo? Al demonio (bueno, al cesto). ¿Me interesan las hazañas futbolísticas del orgullo nacional, un tal Gío? A la fregada la de deportes, y así la de modas, y la de sociales, y la de turismo, y la de las gringas alcohólicas y drogadictas que prescindieron de los calzones. Al final, a lo resignado: forrada de anuncios comerciales a doble página, la primera sección, que se encarga de forrar de lodo a Marcelo Ebrard mientras clama que ya encuentren a alguna escuincla que se les perdió en Portugal. ¿Las víctimas del invasor en Irak, esos pedazos de carne sangrante? Esas no cuentan, ¿o son inglesas, acaso, y se llaman Madelaine..? Total:

Yo, frente al deshojadero de diarios, como el recién casado en los viejos tiempos: ya deshojada la novia de vestido, refajo, corpiño, polizón, fondo, faldillas y similares, él suspiraba: «¿nomás esto nos vino quedando?» Así yo. Qué desperdicio de papel Y en un país pobre como es el mío. (México.)

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