¡A los pobres, si algo pudiese pedirles… les pediría perdón!
Ese pico de oro que fue López Portillo. «¡Mexicanos: México vivió, México vive, México vivirá! ¡Viva México!»
Y el recinto legislativo, que se venía en orgasmo de aplausos…
Ah México, ah esa parafernalia que fue y sigue siendo el informe presidencial, suma y síntesis del culto a la personalidad y el protagonismo feroz; que es seña de identidad del optimismo fingido y la realidad color de rosa, rosa mexicano. El informe presidencial y la demagogia, y el grito ventoseado en falsete, tres tonos arriba de la escala de voz de uno chaparrito, peloncito, vocecita de pito de calabaza: «¡Compatriotas: viva México!»
Y ándenle, que el «compatriota» Salinas nos dio en toda la mother-nización…
Y yo digo, mis valedores: la sabiduría de La Biblia Cómo pudiese ponerla en esa clase de tela que es la de la duda, si a diario compruebo, en los hechos, el tamaño y el peso de su sapiencia y verdad. Lo que afirma El Eclesiastés, pongamos caso. «Nada hay nuevo debajo del Sol», jura El Cohélet Y muy cierto. Yo, aguardando el domingo pasado, en Radio Universidad, que el de Los Pinos cortara el hilo de su perorata (en vivo y a todo dolor, de costra a costra y de frontera a frontera), y se salvasen unos minutos de nuestro espacio comunitario de Domingo 6, tuve que escuchar, a querer o no, un informe todo erizado de verdades a medias, que a fin de cuentas son embustes completos. Y fue entonces…
Oyendo las reiteradas ovaciones de una burocracia servil y obsecuente busqué alguna diferencia entre lo que ahora escuchaba y lo que acontecía con los informes de Díaz Hordas y congéneres, y en nada, mis valedores: ni en formato, ni en ambiente, ni en exageraciones, embustes y optimismo desfachatado encontré diferencia ninguna Y cuánto del rancio ritual del domingo pasado chapoteaba en los terrenos del esperpento. Por ejemplo…
El de Los Pinos inició su discurso con la afirmación de que él también, como diputados y senadores, está de acuerdo en que la ceremonia del informe presidencial, tal como año con año viene perpetrándose (sé lo que digo), es obsoleta y es tiempo ya de innovarla Y ándenle, que después de semejante afirmación se suelta con un rito cortado a la más rancia la más anacrónica liturgia priista del informe presidencial, que el domingo pasado hedía a formol y a cadaverina. Yo nunca calculé la potencia de droga adictiva que para un hombre común con afanes protagónicos contiene un informe presidencial recitado frente una burocracia dispuesta a aplaudir desde una referencia a los pobres hasta el imprescindible viva México, que soltó tres tonos arriba en la escala (de Richter, iba a decir) de su voz. Y lo jura La Biblia: «Nadie puede elevar a su estatura un codo». En fin.
¿Las masas aún hoy inconformes con el resultado del proceso electoral, entre tanto? Ellas, como para no desentonar con el apolillado ritual del informe, contestaron con
el consabido plantón y las agresiones verbales de costumbre, y a gritos y sombrerazos, estrategia que allá por la década de los 50s. del siglo XX ya apestaba a orín y a polilla. Mis valedores: ¿Miente, exagera el Predicador? ¿Hay algo nuevo debajo del sol mexicano..?
Vuelvo a mis impresiones del infausto domingo. Yo, impaciente por iniciar nuestro Domingo 6, escuché el primer capítulo del novelón: Seguridad pública. «Se arrebatan espacios al crimen organizado». Y mientras en el palacio nacional se desbozalaba la jauría de aplausos, recordé la reflexión del articulista Eduardo Andrade en su colaboración periodística de la semana anterior:
«Día 276. El índice de mortandad alcanzó el máximo nivel que ha tenido: 7.5 muertos diarios en relación con el crimen organizado en lo que va del sexenio. ¿Vendrá algún dato sobre eso en el informe?»
Vino. Por supuesto que sí, y a renglón seguido: Moralización policíaca. ¿Moralización qué, afirma el de Los Pinos? No mechin-glés…
Y así, en el hombre del palacio de gobierno se traslucía la estampa fachendosa de un protagónico López Portillo, como también la del chaparrito, peloncito, orejoncito que con su vocecita de pito de calabaza nos vino a dar en toda la mothernización.
«¡Compatriotas..!»
Y aplausos e informe seguían, como si nada y el rostro del de Los Pinos acusaba una voluptuosidad, una cachondería en relación directa con las agresiones físicas y verbales que tiene que soportarle día con día a un paisanaje iracundo. «Desarrollo sustentable». Dios. «En este renglón hemos conseguido resultados históricos que…» (Mañana)