Quiero decir, ¿se me estará llegando la hora? Porque de otra manera no me explico esta sensación de lejanía, de tristura, de indefinida melancolía y el traer a estas horas, a mal traer, cortado el humor y el ánimo contristado. ¿Será tal vez que, inexorable, se me echa encima un cumpleaños más? Y como me lo advirtió a tiempo Marx (Groucho): «Ese vicio de cumplir años va a acabar por llevarte a la tumba«. ¿Será? Anoche mismo, pensando en que estoy por cumplir un año más, que a la postre será un año menos, el sueño se me espantó a los calosfríos de una «saudade» y unas remembranzas que me llevaron a mis tiempos muchachos. Y aquel repentino suspirar. Haya cosa…
¿Efectos de mi inminente cumpleaños? Pudiera ser, por más que me extraña: a mí me ha dado por cumplirlos cada año y nunca, hasta ahora, se me ocurrió hacer examen de conciencia, esa especie de balance, auditoría y gran total de lo que ha sido mi vida hasta hoy, y sintomático: he vuelto a creer en milagros. Hoy que a lo imprudente me acerco a la Gran Interrogante digo entre mí: ¿cómo no creer en ellos si de pronto me descubro creyente de todo lo celestial que me troquelaron en el seminario, inmune al innoble espectáculo que escenifican esos desbozalados cuya conducta pudiera convertirme en ateo? Sí, las sotanas politiqueras de Norberto Rivera y Cía Porque en verdad os digo, carísimos: tanto daño a las masas sociales no lo ha producido ni el mismísimo fundador de los Legionarios de Cristo, el presuntamente paidófilo padre Maciel El de marras arruina, arruinó poquísimos, si lo comparamos con el alto clero politiquero de este país. Laus Deo…
Achaques de mi nueva juventud: a resultas del presunto cumpleaños ahora me dio por lavar, almidonar y planchar mi conciencia, de modo tal que comienzo por extender mi perdón a todos mis amigos y el agradecimiento a la bondad, la lealtad y la fidelidad generosa de mis enemigos.
Por cuanto a los gobernantes de mi país, tarde lo reconozca cuán equivocado estuve con Ernesto Zedillo Yo, por supuesto, no voté por él. Mi voto fue en contra, pero pesó más el voto del Innombrable a favor. Yo, a la hora de las capitulaciones, y aunque por su culpa no traigo cash en la bolsa, a Zedillo le doy mi perdón Me dejó ir un Fobaproa que ni bitoque de lavativa, pero total, con poner flojitos los músculos. La factura (del Fobaproa, no del bitoque) todavía la estoy pagando, pero un consuelo me queda: ya no será por los cincuenta años que tardarán ustedes en acabar de pagarla Carlos Salinas…
Lo perdono, al muy orejón. Nagual de Reagan y la Thatcher juntos, el pelón nos metió (¡ay, Dios!) esa bestia rabiosa del neoliberalismo, con lo que nos dio en toda la mother-nización. Ya lejos de todo, y de todo tan cerca, al De la Madrid que nos enjaretó al mother-nizador lo perdono, como perdono al que nos impuso al mediocre de las cejas alacranadas. Yo, porque las tengo más tiernas que Sasha Montenegro (las telas del corazón), con mis tiernas perdono a López Portillo, dondequiera que esté, ojalá que donde sospecho.
Momento, no alebrestarse Demagogo fue, y populista Petrolizó la economía elevó la deuda externa, propició la inflación y peor, todavía escribió Mis tiempos.
Pero yo lo perdono. Qué milagros no obrará un examen de conciencia cuando lo estremeció el aletazo de un nuevo cumpleaños, un cumpleaños para mí cada vez más viejo. Y qué hacer…
Echeverría: dañero mayor; sus políticas de corte populista empobrecieron presente y futuro del país, y peor todavía LEA fue el cerebro gris de las guerras sucias, las guerras frías y las guerras de baja intensidad que el autoritarismo instrumentó desde la década de los 50s. LEA, exterminador de las verdaderas izquierdas, a las que asesinó con la cooptación de esas sanguijuelas talamanteras y peseteras, viejos Chuchos de la «nueva izquierda«, beneficiarios de la cultura de la derrota, que hoy desmantelan el Sol Azteca.
Díaz Hordas: en el filo de una daga se anda paseando la muerte. Brigada Blanca Tlatelolco. Helicópteros. Luces de bengala Plaza de las Tres Culturas, almácigo de cadáveres. Campo Militar. Díaz Hordas. México. Zedillo, Salinas y antecesores. Yo los perdono. Con un poco que me apuren, les pido perdón…
Pero no equivocarse. No es el miedo a la muerte. Es sólo que media vida la pasé renegando de los pri-gobiernistas, execrándolos como bestias del Apocalipsis, pésimos gobernantes que, sin la más pequeñaja de las cualidades del estadista, se dedicaron a arruinar al país. Yo era el equivocado, pero no en mi rencor contra tan funestos logreros; equivocado porque creía, iluso de mí, que después de semejantes dañeros no podría encaramarse a Los Pinos uno peor. ¡Y uno peor se trepó, y peor todavía a él se le trepó Marta, y ella sobre todos nosotros, y con ella todos los hijos de su reverenda Marta! Y lo peor de lo peor, que después de ellos, para que les tapara sus sinvergüenzadas, los hijos, Marta, el 2°. marido y Washington nos embombillaron al sucesor. (¡Dios!)