La conmemoración del dos de julio pasado, mis valedores. Lo afirmé el domingo anterior en la radio, y hoy digo a todos ustedes lo que el Predicador: Hay un tiempo para todo; un tiempo para la risa y otro para las lágrimas; un tiempo para el lamento y uno más para festejar; un tiempo para el despojo y otro para la imposición. Pues sí, pero hoy los dos tiempos se empalman, lo que quizá el Cohélet nunca previo. Hoy a lo simultáneo se recuerda la derrota del candidato popular, carismático, y el «triunfo» de un hombre mediano y común que carga sobre sus lomos la suerte de todo un país que padece una crisis global endémica, y al que el hombre de los anteojos, con sus medidas y carencia de medidas de gobierno, ha terminado por agravar. México.
El domingo pasado se hubiese podido probar la merma del apoyo popular al perdidoso, y que aun llegó a la extinción (se evidenció lo contrario), pero no nos dejemos engañar: este fenómeno en modo alguno iría a legitimar al que hace un año fue instalado en Los Pinos. El, al modo de Caín tras su crimen, lleva la marca, y en la historia del país su imposición quedará aún más flagrante que la que en 1988 perpetró Washington a favor del pro-yanki Salinas para asegurar la continuidad de una política neoliberal impuesta en este país cinco años antes: el modelo neoliberal del libre mercado, que es decir el capitalismo salvaje, que persiste hasta el día de hoy, para beneplácito de los grandes capitales y desgracia del pobrerío y las clases medias. Y mientras…
La industria del condicionamiento de masas seguirá arropando al triunfador, disimulando su carencia de atributos como estadista y alabando el más insignificante de sus «logros»; pero ni la befa al perdidoso ni la complacencia al que ayudó a arrebatar la banda presidencial cambiarán la ecuación despojo -imposición, despojado-impuesto. Sin más.
Y que no me vengan con que los resultados del dos de julio son resultado de la democracia ¿A cuál democracia se remiten? La electoral, la única que en este país pudiera dar señales de vida, da señales de muerte, y muerte violenta, muerte fulminante, que de electoral se nos tornó electorera, y donde los votos fueron sañudamente inducidos y no iban a ser, como no fueron, el factor principal en los resultados del proceso electoral, el del IFE, instituto electoral, y del TRIFE, tribunal que sanciona los resultados de acuerdo a intereses creados. El continuismo del modelo neoliberal tenía que prolongarse de Salinas a Fox, y de ahí al hombre de la banda tricolor. Washington dijo la última palabra El resto es silencio. Ni hablar.
¿Los beneficiados del resultado electorero? Los de siempre: el partido perdió; perdió el candidato, pero los cupulares del Sol Azteca, protagonistas de la «cultura de la derrota», salieron gananciosos una vez más, como siempre, que como siempre les interesa no la suerte de su partido político sino su propia suerte personal, y como siempre lograron amarrar senadurías, diputaciones y demás canonjías que los instalan en la almendra, en el corazón del presupuesto, y la suerte que corra el partido político es lo de menos. Como siempre. Compruébenlo en la historia de este país.
Así también el Revolucionario Ins., que con su tercer lugar en las preferencias electoreras ha logrado mantenerse en la cresta política a base de chantajear con sus legisladores en el Congreso, y que lo mismo ofrece una alianza coyuntural con el partido albiceleste que, llegado el caso y según los beneficios, con el de la Revolución Democrática.
¿Acción Nacional? Como si rehusara usufructuar su posición de partido en el poder se desgarra a pugnas internas, y en su cúpula parece tener de adversario mayor al hombre de Los Pinos. Siniestro. Para los panistas…
Y qué decir de la chiquillada, que sin representación alguna se ha posicionado en el Congreso para «representar», estos entrecomillado, a unas masas que no votaron por sus candidatos, y mal tienen conocimiento de que medran puntualmente de un presupuesto que sale de nuestros impuestos. Ah, la «democracia representativa..»
¿Y esas masas esperanzadas, desesperanzadas, que votaron por el hoy perdedor? Ellas, a ejercitar la cultura de la derrota; ellas, a negarse a pensar, a rechazar la autocrítica ellas, a aplicar, como siempre, la estrategia de la turbamulta que toma la calle para protestar, para exigir, para la estrepitosa demanda a un enemigo histórico que, tan sólo por complacer a los demandantes, ¿va a suicidarse? Mis valedores: ¿hace un año algo se ganó con un zócalo requemante de paisas que maldecían contra el fraude electoral? ¿Qué se ganó con el bloqueo del Paseo de la Reforma? Si la respuesta de ustedes es: «nada o casi nada», ¿no es hora ya de revisar la estrategia de crear una con posibilidades de triunfo? La conciencia de enemigo de nuestro cambio, ¿nuestra mente nunca la irá a procesar..? (Lóbrego.)