Ayer les contaba, mis valedores, la entrevista que sostuvieron Pilato y Caifás, el sumo sacerdote, para decidir la suerte del loco que soliviantaba a los judíos vasallos de la Roma imperial. En la entrevista de marras se decidió el destino del mesías, uno tabasqueño. «Me preocupa ese santón», dijo Caifás, y Pilato: «Cálmate, ¿ya probaste el Prozac?»
– Conste. Ese demagogo populista es un peligro para Roma, yo sé lo que te digo. Llámalo a cuentas, convócalo, llégale al precio. ¿Pues qué, no acabas de culimpinar a cinco de sus discípulos, comenzando por Lázaro?
– Que el falso taumaturgo lo acaba de resucitar, ¿es cierto?
– Yo digo otro Lázaro. No el muerto, sino uno muy vivo, de apellido Cárdenas.
– El Peje no se deja
– Sí se deja Y si no se deja tú que lo trincas y lo pones en manos de un pelotón de sardos drogados. Escarmiéntalo, señor.
Displicente, recostado en el diván y con los guisos a su costado, el romano: «En Galilea el disidente es cero, pero a la izquierda Qué distintos los ceros colaboracionistas de la derecha Sabines, Amalia, Ceferino. Esos, a la diestra de dios. A los mesías tabasqueños ni los veo, ni los oigo, ni los siento. Perdona el bostezo, pero es hora de mi siesta ¿Me la perdonas, Caifás..?
Se fue el calor. Llegaron los fríos. El que se hacía llamar hijo del hombre, ante las multitudes alzaba la voz, los brazos, el entusiasmo de las muchedumbres que lo seguían:
– ¡A echar del palacio a neoliberalistas pro-yankis, fascistas mañosos, ultraderechistas yunqueros, legionarios de Cristo y Caballeros de Colón..!
Frenéticas, las muchedumbres alzan los brazos, agitan las manos, sueltan hurras y porras, vivas, y mueras, intentan tomar el palacio de Pilato, agarrar a tiznadazos a pro-vidas y comerciantes del templo. Eran días de esperanza Nueva, abrillantada como monedita acabada de salir del troquel. Y tan endeble. Esas ganas de creer. Caifás, a solas con el romano:
– Bueno, y yo me pregunto: ¿tú que canacos esperas para encerrar al demagogo? ¡Te está alborotando la caballada, Pilato! ¿Sabías que ya se permite la desmesura de sanar leprosos, dar vista a los ciegos, sacar demonios del cuerpo y resucitar cadáveres? Yo lo vi, nadie vino a chismearlo. A un torso descabezado se la atornilló en mi presencia, su cabeza, y aun corrigió las faltas de ortografía que le habían prendido los «Setas«. Peligramos todos, Pilato, que todos vamos en la misma canoa
Displicente, Pilato: «Su única fuerza reside en el prestigio del padre, uno desconocido, y de unas masas aún más desconocidas. Cálmate».
– ¿Sabías que ayer mismo agarró a tiznadazos a toda la mafia de la Cámara de Comercio que despachaba en el tianguis del templo como Dios manda? De canacos y concanacos no los bajaba mientras les cintarcaba lomos y anexas, que uno de ellos hasta se alzó la túnica y me mostró aquellos verdugones. ¿Sabías que se acaba de postular como guía moral de la judería? ¿Cuentas tú con algún gallo, sea romano o judío, con una pizca de carisma, prestigio y arrastre popular para enfrentarlo al «peligro para México«?
– Por ahí anda uno que no se raja Uno chaparrito, jetoncito, pelonc…
Silencio. Pilato se ha quedado pensativo, reflexionando. De repente: «¡Tíznale! ¿Ese, la salvación de Judea ¡Ay en la porca madona, qué va a decir Bush el de Roma! ¡Guardias..!»
Y sí: rápido, judiciales, a detener al revoltoso. Disolución social. Mis valedores: el resto ya ustedes lo conocen: baboseado a besos por cierto Judas de Nueva Izquierda, el taumaturgo fue enchiquerado en la cárcel clandestina de aquí a la vuelta Pero cómo hacer crecer al chaparrito…
– ¡Convóquese de inmediato a la industria del periodismo!
Y fue así como se desbocó una campaña de desprestigio contra el de Tabasco y de ditirambos a favor del de Michoacán «¡No al populista! ¡Es un peligro para Judea!» (Para Roma, en última instancia) ¿La judería, entretanto? Ella, entretanto, a dos nalgas frente al cinescopio, engulléndose el atole de aguas negras y espesas que brotaban del Gran Canal. El evangelio apócrifo:
Jerusalén, 2 de julio. Poncio Pilato, en el balcón central del palacio:
– ¡Judíos! ¡Tengo a mi derecha a este chaparrito! ¡Tengo a la izquierda un peligro para México! ¿Por cuál votan? Roma ya se permitió manifestarse…
Y fue entonces: yo, sugestionado por la grita alborotera de 15 millones de gargantas aceitadas, manipuladas por el Gran Canal, me sorprendí aullando frente a las urnas: «¡Queremos a Barrabás! ¡Al otro crucifícalo..!»
Fue entonces cuando oí cantar el gallo. Tres veces. (INRI.)