México, S.A.

Ese es el de la República: un gobierno compuesto de ambiciosos que especulan criminalmente y fustigan al pueblo, encabezado por el peor de ellos.

Y fue así, mis valedores, como amaneció Cananea, Sonora, aquel primero de junio de 1806: con la mina Oversigth convertida en un furioso avispero que entre Porfirio Díaz y W.C. Green, patrón del consorcio gringo, habían enfurecido. En el transcurso del día los mineros iban a pagar su rebeldía con la respectiva cuota de sangre, tal como ahora pronto en la mina Pasta de Conchos y la siderúrgica Lázaro Cárdenas-Las truchas. Cananea.

Sigo la crónica de la masacre perpetrada en el México de Porfirio Díaz. Primero de junio de 1906. Al amanecer ese día se organiza la columna de huelguistas. Al frente, en la descubierta, tremolando la bandera nacional marchan cinco abanderados, tres de ellos con un gigantesco cartelón que sintetiza las demandas de los mineros en huelga:

«Cinco pesos y ocho horas de trabajo. ¡Viva México..!»

Documentos de época lo aseguran: «El espectáculo es grandioso, si tomamos en cuenta que se realiza en un rincón del territorio; porque Cananea no es una ciudad industrial sino sólo la colonia de un mineral…»

Al avance de la columna se van sumando contingentes de trabajadores, que a coro proclaman: «¡Viva la huelga! ¡Viva

México!» Asombro, júbilo y vítores de comerciantes cuando la interminable columna de manifestantes, que sobrepasa los dos mil, hace su entrada en Ronquillo y desfila frente a la tienda de raya y las oficinas generales de la Cananea Consolidated Copper Co. Llega la columna a la maderería, única planta que falta paralizar para que todas las actividades en el mineral queden suspendidas. Pues sí, pero entonces…

W.C. Green, presidente del mineral, prepara e instruye a los hermanos Metcalf, altos empleados del mineral, para que provoquen a los manifestantes y así justificar la violencia contra los huelguistas. Por lo pronto, las puertas de la maderería han sido cerradas para impedir que los obreros se sumen a la manifestacióa Y es entonces cuando la Cananea asesta su primer golpe:

A manguerazos de agua fría con el equipo de mangueras de alta presión, que se usan sólo para sofocar incendios, son recibidos los huelguistas. Accionadas por los hermanos Metcalf, las poderosas mangueras bañan a los manifestantes y vejan las banderas que empuñan los obreros de vanguardia Semejante provocación, tal agresión a los obreros y el atropellado a las banderas, enciende la ira de los mineros, que se lanzan como catapulta sobre la puerta de la maderería Espantados, los hermanos Metcalf sueltan las mangueras y vuelven con sendos rifles. Resuenan los primeros disparos. Caen muchos obreros. Uno, muerto; los demás, heridos…

Se violentan las puertas. Los obreros prenden fuego al refugio de los Metcalf. El incendio levanta grandes nubes de humo y fuego que se extienden a gran parte del edificio. Al saltar por una ventana, uno de los Metcalf es recibido a pedradas, y cuando rueda por tierra lo rematan con su propia arma Sigue el otro disparando sobre la multitud. Caen varios huelguistas, pero es acosado por los mineros, que con su misma arma lo rematan. Antes de caer ha herido y muerto a varios mineros. El fuego, entretanto…

El fuego sigue destruyendo los almacenes de madera, leña y forrajes, y el edificio de oficinas. W.C. Green, presidente de la Compañía, y Dwigth, su gerente, concentran armas y parque en un edificio cercano a las oficinas y al palacio municipal. Ahí mismo han acuartelado a su policía privada, que integran norteamericanos. Todos, arma gringa en mano, se parapetan en posiciones estratégicas. Los manifestantes se acercan al palacio municipal, desde donde los observa el munícipe. Es el México de Porfirio Díaz…

De repente las primeras descargas de fusilería A la vista de la autoridad mexicana seis trabajadores son asesinados. Indignación, impotencia para repeler la agresión por falta de armas. Los mineros se dispersan hacia las casas de empeño, las toman por asalto y se apoderan de pistolas, rifles y parque. Los pocos que lograron armarse regresan al edificio y contestan el fuego de los policías norteamericanos. Pero el parque se agota y los trabajadores se ven obligados a replegarse. Conclusión:

En Cananea han quedado 10 cadáveres y otros tantos heridos graves. Los gringos habían usado balas «Dun Dun», prohibidas en todo el mundo por los estragos que produce, que perforan y destrozan la carne y los huesos. Acá, en la ciudad capital y desde la silla presidencial, Porfirio Díaz observa..

Siderúrgica Lázaro Cárdenas, mina de carbón Pasta de Conchos, Cananea. Porfirio Díaz, Fox, Calderón. Paisanos, tengan presente, no se les vaya a olvidar que este país es gobernado por los grandes capitales transnacionales, El Vaticano, la TV, en fin. Es México. (Este país.)