Los reculones

La Fontaine. mis valedores. ¿Conocen al fabulista y poeta del siglo XVII? ¿Habrán leído su obra le han extraído la moraleja a sus fábulas? ¿La del lobo y el cordero, la del desdichado y la muerte, esa tan aleccionadora de aquella rana que, en el intento de crecer al tamaño de un toro, terminó reventando? Yo, la noche de ayer, me llevé a La Fontaine a la cama (me llevé sus fábulas), y ya más para allá que para acá, en plena duermevela, leía aquello de que el gato Rodilardo hacía tal matanza de ratones, que los sobrevivientes, sin atreverse a salir de su agujero, realizaron foros distintos (tesis, ponencias y conferencias, y que moción de orden, compañero, que ya llevamos encuevados cinco días en las discusiones, y es lo madre, porque hasta no llegar a los resolutivos no salimos de aquí. ¿O no, compañeros del CGH?) Más dormido que despierto, pensé:

«Pero los compas ratones ya conocen la solución; una mega-marchita para ¡e-xi-gir! a su enemigo histórico que deje la carne y por amo a sus enemigos se torne vegetariano. Así de fácil». En la penumbra de mi habitación una voz cadavérica: «Mi valedor». Tíznale. Yo, el espeluzno, el calambre, el sacón. ¿Y esa sombra, ese fantasma? ¿Ese aparecido de dónde salió, quién es?

– Soy yo, La Fontaine. ¿Puedo..? Pudo. Se sentó a la orilla de mi cama,donde yo dormitaba

– Quiero dictarte una fabulilla, bigotón, una que me inspiraron tus colegas, esos intelectuales mexicanos que, ahijados al Sistema de poder, por asegurar una buena pitanza (becas y prebendas, estrellitas en la frente, cargos honoríficos), se aplican sañudamente a quemarle copal al santón en turno, no importa que se trate de un carnicero como Díaz Hordas, de un frivolón López Portillo, o Fox el ignaro que no sabe lo que ignaro significa o uno «chaparrito, peloncito», etc.). Hoy, para mi fabulilla, tengo en la mente la cínica fecha de esos intelectuales orgánicos, inorgánicos, tartufos pragmático-utilitaristas que, huérfanos de moral personal, tras la masacre del 10 de junio de 1971 se pusieron a clamar que «¡Echeverría o el fascismo!» Quiénes son, tú bien los conoces, los reconoces, vivos o muertos. Escucha y trata de retener el sentido de la fabulilla «Erase que se era.»

Válgame con La Fontaine, pensé. ¿Pues cuánta vigencia pudiesen guardar todavía hoy los conceptos morales y las moralejas de un personaje con mentalidad de hace casi cuatro siglos? En fin. Le agradecí cortésmente su buena intención. Comenzó su fábula «Erase que se era un lobo feroz».

Friégale. A esta hora de la noche Los Tres Cochinitos…

Lobo Feroz cuando los tiempos de bonanza, porque ahora el pobre, mira el puro carcaje, la cuera embarrada a los costillares y con una hambre que ni la del indígena chiapaneco, o de Oaxaca y anexas; un hambre ya canosa de tan vieja Pobrín de él, ¿no te parece?

El bueno de La Fontaine. Reprimí uno como ese que alguno de ustedes intenta disimular (un bostezo.) El fabulista, aliento a queso Roquefort; o al menonita de mi Zacatecas, mejor todavía «¿Y sabes por qué andaba en buen lobo trasijado de necesidad? Por la espléndida jauría de perros que custodiaban la zona perrazos de

esta alzada con unas fauces que haz de cuenta patrulleros de la Cuauhtémoc».

Yo en la cama, volví a chiquitearme el negro que había dejado caliente. Ya se había enfriado, lástima Volví el café a la mesa de noche.

– Atormentado por una hambre feroz, el feroz lobo se atrevió a acercarse a la casa grande, con sus acogedoras cabañas entre Los Pinos, en cuyos apriscos, chiqueros y gallineros engordaban pavos, gansos, gallinas, cerdos cuinos y talachones, puro animalito capón para chorizo y jamones. Mmm…

Y ocurrió, mis valedores, según La Fontaine, que el famélico animal fue a toparse de súbito con aquel mastín que deambulaba por entre Los Pinos. Rápido de reflejos, el lobo se relamió: «Mas que sea de perro, pero yo lleno tripas, duodeno, vías alternas y segundos pisos». Pero el mastín era fuerte, estaba bien criado. Calculando fuerzas, y a querer o no, el mamífero carnicero dio el reculón y se vio precisado a echar manos del de Carreño, el manual:

– Buenas las tengáis, Mr. Dogo. Oh Dios, qué magnifico aspecto el vuestro, mi buen señor.

– Pues ahí nomás. ¿Qué te trae por la civilización, primo?

Pero qué extraño: a diferencia de los de casco, forifái, patrulla y botas hasta las… corvas, el dogo este era de buen corazón, y le dolió la suerte de su primo lejano, la oveja negra de la familia El lobo negro, más bien.

– En tus manos (tus garras) está el engordar tanto como aquí tu primo.

(Achis, achis.) «Sí, con solo que dejes montes y valles donde andas bramando de hambre, pobre mendigo» «Mendiga tu perra m…» (Mañana)

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