Asi reaccionan los seres atormentados. Tales son título y subtítulo, mis valedores, de añeja colaboración periodística que ataca a los partidarios de don Salvador Allende, presidente constitucional de la República hermana de Chile, asesinado por su homólogo norteamericano Richard M. Nixon. De autores materiales, los espadones cuarteleros comandados por ese Augusto Pinochet que una vez más acaba de burlar a la Justicia, ahora con el recurso categórico de la muerte. Lóbrego, que he visto en las fotos, quién lo creyera, hileras de dolientes desfilando ante el cadáver de Pinochet
A modo de corolario de la muerte del espadón (¡en su cama!), transcribo aquí una de las tantas befas que contra los adversarios políticos publicó alguno de los paniaguados del espadón. Va, con esa sintaxis, un relato (mala fe, truculencia y romanticismo decimonónico) que chorrea inquina, suspicacia y racismo contra la Unidad Popular.
«Era un trabajador jubilado que mediante ahorros y disciplina logró hacerse de una casita con pequeño jardín donde cultivaba rosas, dalias y margaritas. La esposa aplicaba el tiempo y su ternura en la única hija, que ya se iniciaba en los cursos de la Universidad, donde conoció a un joven de clase social superior. La madre nada más sabía de estas relaciones, esperanzada en ascender socialmente, porque la hija era bonita y digna de una suerte no tan mediocre como la que le tocaba vivir. Era una madre arribista, según despectivamente la calificaban sus relaciones del vecindario…
Un día la hija abrió su corazón, e inundada de lágrimas confesó que el pretendiente ayer tan cariñoso, la abandonó después de haber ocurrido lo peor. Tanta fue la decepción de la madre, que agravada la enfermedad que padecía, falleció al desertar de la Universidad la joven y abandonar el hogar paterno con rumbo desconocido. El padre que identificaremos en este relato como el Viejo quedó moralmente deshecho y agraviado con la sociedad burguesa tan criticada por sus vecinos socialistas y comunistas, que desde hacía tiempo lo venían invitando al Partido comunista y que ahora se confirmaba con el abuso de aquel catrín que engañó y destruyó la vida de su hija.
Por esos tiempos subía al poder Salvador Allende prometiendo un socialismo de rostro humano con empanadas y vino tinto a discreción… El Viejo, miembro ya del Partido y muy vinculado con los diferentes grupos terroristas, se convirtió en agente de confianza del Servicio de Investigaciones del Gobierno de la Unidad Popular.
Los terroristas del GAR, jóvenes que se divertían con harto trago y mariguana con las muchachas del grupo, asesinó al ex Primer Ministro del Partido Socialcristiano, Pérez Zujovich. La conmoción fue tremenda y el Gobierno se vio en peligro de derrumbe. El Servicio de Investigaciones fue informado por el Viejo dónde se encontraban escondidos los ejecutores, pero con la condición de que fueran protegidos, pues entre los ejecutantes se encontraba Pascal Allende, sobrino del Presidente, incluido precisamente para proteger a todo el grupo. Al Viejo se le prometió y juró que así se haría; pero al localizarlos, con engaños, separaron a Pascal embarcándolo hacia Cuba y el resto fue acribillado a balazos en una emboscada preparada ex profeso
El Viejo al enterarse de la traición, abandonó el automóvil que el Servicio de Investigaciones le había proporcionado y con el bastante dinero que le habían entregado, se escondió en un prostíbulo de barrio donde era difícil que lo localizaran, pues razonablemente suponía que a él también lo eliminarían… En el prostíbulo lo trataban de maravilla, pues los fajos de billetes los regalaba generosamente, cambiando de compañera diariamente, mientras bajo la cama escondía unos paquetes de dinamita que no descuidaba en ningún momento. Cercana a su escondite pasó una manifestación obrera de apoyo al Gobierno. El Viejo se le incorporó y al pasar frente al Servicio de Investigaciones se introdujo en el local, donde intercambió balazos con los guardias. Las balas hicieron estallar la dinamita que cubría todo el cuerpo del Viejo, cuyo nombre heroico se registra como Jacinto Salazar. El Ministro allendista hipócritamente declaró: Este era el último asesino de Zujovich.
Asesinatos y suicidios coronaron el gobierno de Allende, suicidándose él mismo ante su fracaso de vencer a la culta sociedad chilena Una hija de él siguió la misma ruta hacia lo desconocido: se mató en La Habana hacia donde fue llevada, a un matrimonio de conveniencia política. Este drama no se conoce en profundidad. Algún día será».
Hasta aquí la inquina contra don Salvador Allende, con su familia y sus partidarios. En cuanto a Pinochet el cuartelero: ése, que dijo el poeta; ése conocerá la muerte de la muerte hasta la muerte. Y la paz. (Vale.)