Ay, corazón…

Hoy tuve una cita con una mujer. Asuntos del corazón, por supuesto. Acabo de abandonar el recinto escondido en la entraña del edificio en donde mi amiga me recibió con aquella su sonrisa de luz y el rebrillar de sus garzas pupilas. Sabia, diligente, me recostó, desabrochó botones y corrió cremalleras. Yo, semidesnudo, sentí en mi pecho recorrer la tibieza de sus dos manos. Cerré los ojos. Me dejé llevar por los preparativos de la ceremonia. Suspiré. Mi corazón comenzó una irrefrenable taquicardia. «Cálmate, tranquilízate», me dijo. Sentí su aliento en mi oreja «¿Es esta tu primera vez?» Húmedas manos, mi corazón, casi virgen, ¿no irá a sufrir? Como novatón, era un penco desbocado, el muy penco. Y así llegamos al final, y me erguí, requerí mi ropa La amiga me miraba Y sonreía…

Era noche cerrada cuando regresé a mi soledad, ya acompasado el latir de un corazón ahora nuevamente tranquilo, pacífico, como si esta tarde nada hubiese ocurrido en el penumbroso rincón del edificio donde pusieron a prueba la fortaleza de mi músculo cardiaco. Clavados mis dos ojos en esos signos indescifrables, me embebía en la tarea que el multicitado corazón, con la inhabilidad de niño de párvulos, había rayoneado en el papel. Sí, el resultado del electrocardiograma que, según mi amiga la doctora Cortina, mostraba las excelencias de un corazón sano al ciento por ciento. Sin más.

«¿Pero por qué un electrocardiograma?», me había preguntado. «¿Algún dolorcillo en el pecho, el brazo izquierdo, en la.?»

Ningún dolorcillo. Precaución. Simple precaución. Fuerte y sano me sentía cuando fui a consultarla Lo que me llevó a solicitarle el examen fue en el recuerdo de una experiencia previa, de hace ya varias décadas (a mi edad, los sucesos recientes se cuentan por décadas), cuando un hecho fortuito me llevó a atisbar intimidades de mi propio corazón. Ello sucedió en un camastro del ISSSTE, benemérita institución que hoy tiene la suerte de ser manejada por el mejor y más indicado de los especialistas, un Miguel Ángel Yunes, policía de oficio al que sus bienquerientes agregan la fama de torturador. Ya en el cubículo y en el camastro, tres facultativos se me vinieron encima echando manos a sus fierros como queriendo operar, bitoques, agujas, estetoscopios y ese aparato con el que mi corazón trazó caligrafías como palotes de párvulo que, juraron los especialistas, eran simples latidos. Resultado:

Un corazón perfecto y normal, pero lleno de caprichos y excentricidades. Un costalito de mañas, mi corazón. «Porque obsérvelo, mi valedor: todo marcha a compás, pero enrevesado». Algo que mal pude entender, a lo neófito, y que yo ahora explicaba a la doctora Cortina: las precordiales las tenía emplazadas del lado zurdo, con el ventrículo derecho de rosca izquierda razón por la que la aurícula envía la sangre a contraflujo, cuando lo cristiano en este país es que irrigue el área derecha exclusivamente. Por cuanto a los espasmos, lo raro es que se acalambran de aquí para allá, en lugar de fruncirse de allá para acá. «Tst, tst ¿Podemos sacarle algunas gráficas extra para los Colegios de Medicina

«Y una más para Ripley, si lo juzgan necesario. Para Casos de Alarma.

Más tarde, ya aquí en mi depto de Cádiz, yo todavía en plena juventud (mi segunda juventud, hoy voy por la quinta), me puse a reflexionar: ¿no será cuestión de ventrículos esto del genio vivo y el sarcasmo pronto frente a la vida pública del país ? ¿No será asunto de pericardios vasomotores la impaciencia a flor de piel ante la pasividad de unas masas por las que echo mi resto para entre todos nosotros y a contrapelo del Poder darnos ese gobierno al que obedecer como sus mandantes? El escepticismo, el total desencanto no frente al Poder, que yo en él nunca he creído, sino ante unas masas que, adolescentes, se la pasan ¡e-xi-gien-do! que, para que deje de perjudicarnos, el tigre se nos vuelva vegetariano, ¿no será cosa de un corazón que a la hora de botar sangre se acalambra siempre a la izquierda, cuando lo productivo en este país es fruncirse a la derecha? Tal fue la explicación que hoy proporcioné a la doctora Cortina: que semejante capricho de ventrículos y pericardios fue el que me llevó a solicitar de la amiga revisara mi corazón. Ella, sonriendo, movía la cabeza y vamonos al electrocardiograma

«Aquí tienes el resultado, por más que no entiendo la urgencia del chequeo». Chequeo, dijo. Yo le expuse la razón de mi pánico.

‘Y con estos aurículos enrevesados temo que mi corazón no resista ¿Lo entiende ahora». «¡Válgame!», se espantó. «¡Pues claro que lo entendí! Yo también voy a someterme de inmediato a un chequeo».

«Más le vale, doctora. Pancho Acuña el torturador, el Carstens que el Monetario Internacional nos embombilló, y un peloncito, chaparrito, etc., ¿se imagina? Y seis años. El corazón. (¡Cuidado!)

3 opiniones en “Ay, corazón…”

  1. El corazón y la panza y todo el cuerpo; todo habrá que cuidar. Pero momento Valedor: ¿a quién le importa lo que nos depara con este presunto gobierno y su gabinete? No le digo, siempre a contracorriente y de aguafiestas. Vale madrépora si el pelele nos desgobierna por otros seis años. Pongáse la camisete del «rebaño sagrado» y celebre nuestro campeonato de futbol, es más, súmese al fervor guadalupano y vaya a ver a la «morenita» para darle las gracias por el milagrito. ¿Rebaño sagrado? Bien podría llevar nuestro país ese condenado mote. !Chivas! !Chivas!

  2. asi es valedor, de un gabinetazo salido de los «head hunters» que sirvió para pura…, nos vamos a este gabinetillo de cuotas, y encontramos de todo, expriístas conversos, representantes de fmi para no salirnos de neoliberalismo, represores con carta de presentación, cotos de poder al elbismo y hasta cuotas al capitalismo vasco que ahora nos administra la banca, en fin el largo tunel de la continuidad nos espera.

  3. Yo creo estimado valedor que le debemos de exigir al de las botas que nos de de sus chochitos milagrosos digo pa aguantar tanta chifladera, y ezo qe apenaz enpihesan povre edukasion, povre oajaca, pobre mexico

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