Trabajos de amor perdidos

Gunter Grass, mis valedores, ¿lo conocen ustedes? Ese, sí, el escritor alemán que al igual que su paisano Joseph Ratzinger, de joven militó en las Juventudes Hitlerianas,fuerzas represivas de Hitler, con una diferencia frente al actual pontífice de Roma: Grass sí tuvo, aunque tarde y a destiempo, los tamaños para atreverse a confesar su militancia de juventud en el nazismo alemán. ¿Habrá leído alguno de ustedes las novelas del nazi confeso..?

Novela capital de Gunter Grass es El tambor de hojalata, obra magnífica que en varios cientos de páginas recrea la historia de Oskar, como se nombra el personaje principal de la novela, que más allá de su amenidad habrá de resultarles aleccionadora. La dicha particularidad en la biografía del mentado Oskar, con licencia de Grass o sin ella, forma parte de la fabulilla de mi invención. Tercera llamada, comenzamos…

Les presento a Oskar, el de El tambor de hojalata. Y ocurrió, mis valedores, que el susodicho, rebasada su niñez, miró en torno, lo observó con detenimiento, y ¡Dios! (el Dios de judíos, ateos y cristianos por igual): lo que vio en aquel su mundo en desastre por el tropel de jinetes del Apocalipsis que la había pisoteado le causó tal conmoción interna que lo impulsó a tomar aquella determinación insólita, delirante. Y es que ahí, frente a sus pupilas, Oskar miraba su flamante, su amadísima ciudad convertida en una pira de ruinas humeantes, devastada, cuyo futuro, si existiese, se advertía desleído, brumoso. Y qué hacer. (¿No los estaré aburriendo? Sigo, pues.)

Fue entonces: ahí, como el profeta bíblico ante la visión de una ciudad de osamentas en montón y huesos desparramados, por hurtarle el cuerpo a una realidad que lo rebasaba, Oskar procedió al modo de Edipo, que se arrancó los ojos para no ver que sin saberlo había hecho esposa a su madre Yocasta y engendrado en ella hijas e hijos. No por lo que hizo, como Edipo rey, sino por lo que no había hecho de defender su Alemania en desastre (él tenía diez años apenas), Oskar tomó la drástica resolución: no crecería en edad. Contra las leyes del tiempo, que es decir contra Madre Natura, él determinó plantarse en sus diez años de vida y nunca rebasar el período de la adolescencia voluntaria Insólito: mientras el mundo, en derredor, nacía crecía reproducíase y se extinguía según imperativo del padre Cronos, el personaje de El tambor de hojalata permanecía en su estado de adolescente juguetón y travieso, penduleando de la chanza a la rabieta hasta que., (léanlo en la novela)

El adolescente, por otra parte, era dueño de unas cuerdas vocales de privilegio, que emitían una voz potente, chillona, estridente, que pocos lograban soportar. Poseía al propio tiempo, un cierto tambor de hojalata que en alguna Navidad lo que obsequiarían sus padres. Fue así como el personaje se iba a convertir en el azote del vecindario: ya de día ya en horas de la tenebra, Oskar deambula por las calles, plazas y rinconeras, maceteando a golpes de tambor el sosiego de los lugareños. Pues sí, ¿pero que salían a reclamarle y a exigirle silencio? Oskar el caprichudo lanzaba aquellos chillidos de tal manera estridentes que estrellaban vidrios de las ventanas y copas de cristal en la estantería del comedor. En sus chillidos clamaba por su padre y le exigía que le tornara su Alemania de antes del desastre. Pero lo que Oskar no sabía o no quería saber: al que invocaba no era su padre, sino su padrastro. Ã?l, como adolescente, no era capaz de entender la situación. Mortificante. Y qué hacer…

Qué hacer, si en su inmadurez rechaza la guía de un adulto que a base de conocimiento científico encauzará su espontánea rebeldía, lo tornase adulto y con él se avocará a rehabilitar y con él se avocara a rehabilitar su ciudad y su mundo. Mis valedores…

A ese Oskar yo lo conozco: hoy por hoy, más alias de su naciente cultura de lucha espontánea no conoce más estrategia que el ruiderío aturdidor de la hojalata y el chillido rompedor de cristales, y amando como ama su país devastado por el padrastro, a ruidajo y chillidos arruina más la ciudad y el país que es flor y espejo de sus amores. Trágico
¿El fin que tuvo el adolescente? Ahí está y ahí sigue, salgan a verlo: a redobles de hojalata desvelando lugareños y a chillidos rompiendo los cristales y maltratando una ciudad a la que, amor malentendido, más daría a valer si se decidiera a crecer, madurar y actuar como adulto, esto es: creando la estrategia adecuada contra el padrastro que le arruinó su país. Pero no, que el adolescente irredento no parece capaz de la autocrítica la alianza con el conocimiento científico y la creación de estrategias para organizarse no en muchedumbres sino, herencia de 1968, en comités autogestionarios, y entonces si: todos los Oskar adultos y organizados, a reconstruir el país. Porque de otra manera..(Oaxaca)

Un comentario en “Trabajos de amor perdidos”

  1. Espero que lea los comentarios maestro Mojarro, me gustó su fábula, con moraleja, espero poder ir un día a su taller de lectura(no mejor, ¡ voy a ir el domingo a su taller de lectura! )para empezar a cambiar por lo menos mi persona y que no solo hagamos ruido con el tambor.Espero que se encuentre bien, y envio saludos.Hasta pronto.

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