Zoología Fantástica

Los osos panda esta vez. De Chía-Chía me preguntaba hace hoy sus buenos diez años (aunque viéndolo bien, ¿qué de buenos han tenido, con animales de esta ralea en el zoológico de los pinos?) Qué habrá sido del panda Chía-Chía, me preguntaba. Qué habrá sido de él. Por qué lejas tierras arrastre a estas horas a su estigma de judío errante. Execrado, vilipendiado, expulsado no nomás de su jaula sino del zoológico, de los pinos, de Chapultepec, del país, ¿dónde le vino a amanecer el sol esta mañana? Mis valedores: es muy posible que en sus tiempos de honras, gloria y besamanos, algunos de ustedes lo hayan ido a visitar al zoológico, y que tras la visita de rigor (rigor mortis en Colosio, Ruiz Massieu y cientos de perredistas), el panda dijera la frase del ritual:

– Pase con Justo Ceja, compatriota.

El sobrecito, sí, y a administrar la abundancia, como prometía el panda Pepe-Pepe. ¿Yo? Nunca visité al Chía-Chía ni a alguno de sus pandeados congéneres. Yo a los tales ni verlos, menos unirme a su corto temporalero de cortesanos y ventajistas serviles. Yo, al tal Chía-Chía con más razón detestarlo, porque su pase al zoológico se dio a trasmano, al trascuerno, con los terrenos cambiados, a lo camandulero y de mala ley, pregúntenle a Cárdenas. A mí, desde que el bicho se apoderó de una jaula que no le pertenecía, y en las fotos lo miré instalado en terreno de ahuehuetes y pinos (pequeñajo él, tan sin gracia, sin merecimientos, tan sobrevaluado), me dio en el caracol del ombligo, que decía aquél. Chía-Chía, con su vocecita: «¡Compatriotas, política motherna!» Y todo lo acabó de mother-nizar, y páguenlo 100 millones de paisas. Ah.pandas.

Y aquí el homenaje a los artistas de la cámara, sea de fotos fijas, de cine o de televisión. Qué maestría la de estos esforzados, que el Chía-Chía les salió siempre gallardo, con su rostro de estadista, de visionario, como para quedarse en el mármol per secula seculorum. Pues sí, pero qué les ocurrió a los fotógrafos, que años más tarde hoy la foto del secula les sale con rostro de seculorum. ¿Las cámaras se les estropearon, la destreza menguó, faltó Justo Ceja? ¿Por qué a la distancia de años ya la vera efigie del panda inmortal se nos metamorfoseó en un rostrín ridiculillo que así afea y macula planas interiores del matutino al tiempo que el panda hijoesú vuelve a tomar en sus manos la manija del cilindro mientras que quien debiera oficiar de cilindren) se la pasa mendigando monedillas a cuando gringo le pasa enfrente.. ?

Por cuanto al colega: quién como tú, oficiante del periodismo, para tornar un gusanillo en crisálida, un fiambre en Adelantado Inmortal, un cerillo en relumbre de Quinto Sol. Quién como tú para crear y criar, como en el páramo rosas y fuentes de vivas aguas, carisma, personalidad, magia y encanto en el más mediocre de los osos panda, sólo para seis años después y regresar al polvo y la basura al redrojo que brotado de polvo y basura asaltó la efímera inmortalidad. Quién como tú, mago de computadora o cámara fotográfica, para pintar el retrato de Dorian Gray, para luego tornarlo a la escoria de donde vino. Tú, mago del periodismo. «Pase con Justo Ceja, compatriota…»

Pero, en justicia, no sólo tú: desde que Chía-Chía se enjauló en el zoológico, veterinarios y guardabosques agarraron por su cuenta imagen y fama pública del invasor y ándenle, a delinear en el engendrillo un halo de Divino Rostro, y arrodillándose después ante el milagrero de pacotilla. Fue así como el panda, fantasmón fachendoso, figurón de utilería, gesticulador del lenguaje, veneno dulzón, durante seis años justos (de Justo Ceja) se alzó en el zoológico sobre serpientes y cocodrilos, orangutanes y dinosaurios y jilguerillos cantores, y fue rey del bosque y reinó sobre garras y picos, uñas, colmillos y lenguas bífidas. Tiempos calamitosos, me acuerdo. ¿Y ustedes? Sí, que Chía-Chía tuvimos todos los días y en todas partes, menos en la sopa, que nos la escamoteó, el muy jijodiún. «¡Solidaridad, compatriotas. Pronasol..!»

En esto pensaba la tarde del sábado, que se me volvía penumbrosa y, ardilla hipnotizada, iba siendo engullida por la culebra pitón de la noche recién llegada. Reflexionaba en lo candido que soy, porque recuerdo que hace diez años, leyendo en el matutino la tocata y fuga hasta Dublín del «compatriota», me vino aquel a manera de orgasmo mental: «Ese panda dañero se fue para nunca más. Atrás ha dejado, entre tufos de azufre y ventosidad, un reguero de hambre, muerte, peste y pestes, guerras intestinas allá arriba y acá abajo puros intestinos vacíos. Pero muerto el panda se acabó la rabia, y el renegar y el crujir de dientes. Este de la foto se fue para nunca más». De repente leí la noticia y…

– ¡Friégale! Perdón, quise decir: ¡híngale! ¿Nunca más? ¿Pues qué? ¿No acaba de colocar todos sus peones para la nueva partida de ajedrez, una partida que será para todos nosotros, pero de madre? ¿No se anda posicionando por la vía del Madrazo? ¿Ese madrazo, no será para todos nosotros, el paisanaje? Más, un día de estos. (Fox.)

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