Tarde friolenta, con amagos de llovizna, que me contristó el ánima y la orilló al suspirillo, la laxitud y el oficio de los viejos (no «tercera edad», no «adultos en plenitud», no practiquemos el arte hipócrita del eufemismo); tarde, decía que me orilló al oficio de los viejos: recordar, entre pesadumbres. Tarde que fue la del sábado, pizarrosa y con amagos de viento chivero. A mi oído Bach; allá, por los rumbos de Chapultepec, aquellos vapores neblinosos que difuminan el verde y los ocres. En silencio contemplé los enhiestos, álamos, los ahuehuetes vetustos y unos pinos atacados ya de incurable mal, ya irremediablemente decrépitos, carcomidos de polilla. A la mente se me vino cierta evocación, al ánimo la tristura y al pecho el suspiro tengo ese don, el de los suspiros. Contemplé los piños ya cancerosos, y resfriado el espíritu dije entre mí, ensombrecido: «Así pasan las glorias de este mundo…»
Sí, que entremirando el zoológico y la ruina de los pinos, carcomidos de corrupción, depredación impune y descrédito total, a la mente se me vino la evocación de una familia, en un tiempo privilegiada hasta lo demencial, que la habita desde hace lustros: la de los panda, animalejos que en su momento han disfrutado la tumultuosa popularidad de un paisanaje manipulado, y una atención, unas honras, un protagonismo y unos gastos de mantenimiento que considero inmerecidos. Semejante familia de osos panda ha habitado entre los pinos a cuerpo de rey, de caudillo, de sátrapa, de dictador, de Quetzalcóatl y Quinto Sol, de diosecillo de pacotilla sometido a su Primera Panda (pareja de pandas que de quedar una migaja de Justicia en el mundo, de la jaula de oro que hasta hoy ocupa deberá ser cambiada a la que se han ganado en La Palma).
Uno es el primero de la runfla de pandas que se me viene a enjaular a la mente. El PepePepe mentado, ¿lo recuerdan ustedes? ¿Lo habrán podido olvidar? PepePepe, al que lo hicieron creer Quetzalcóatl. ¡Y se lo creyó!
Musito ese nombre y me llega la evocación del berraco que en derredor congregaba torrentes y contingentes de Rosa, Luz, Alegría y muchedumbres de aturdidos que le aplaudían dichos, gracias y carantoñas de irracional. En el zoológico los Ratones Verdes no tendrían delanteros, pero sí el PepePepe en los pinos aquellos traseros que se tornaron andancia, con sus andares de gracia, salero y fiebre hormonal. Pompa(s) y circunstancias se nos volvió aquel zoológico; los visitantes, aquella fascinación. De repente, el panda se nos pandeó; la embolia le torció el hocico y le engarrotó los músculos que antes tuvieron movilidad, y le movilizó los que se vivían engarrotados, y entonces…
La jaula, entonces, vendría a ser ocupada no por otro oso panda, sino por un oso gris, y tanto, que en el zoológico mal se recuerda, y de malas, al que nos resultó gris, pero gris rata, que no se fue con las garras vacías, sino al contrario, cambió sus garritas de recién llegado por casimires gris Oxford. Un verdadero mátalas-callando, que nos trajeron de (la) Madrid. Jijodiún…
Después del gris rata, ¿se acuerdan ustedes? hasta la jaula mejor del zoológico nos acarrearon al más desagradable de ver, un panda pelón, orejón y cascorvo, como comprado en barata de saldos, mothernizador. Así anunció el matutino la llegada del nuevo plantígrado:
El gran movimiento en el aeropuerto fue motivado por el arribo del oso panda ChíaChía, que llegó en un vuelo comercial desde Chicago.
(Sabríamos después que de Chicago se acarreó la mafia y las mañas más perniciosas de los Al Capone y compinches. ¡Solidaridad, compatriotas..!)
«La comitiva de recepción del panda estuvo encabezada por la directora del zoológico de Chapultepec, quien comentó que Chía-Chía viene a México para contraer nupcias con Tohuí, la osa mexicana».
(¿A contraer nupcias? ¡A violarla, a vejarla, a saquearla el tanto de seis años, a ensombrecerla todavía más, padrotillo esperpéntico, valido de la ocasión! Discúlpenme, y sigo.) «Chía- Chía fue transportado inmediatamente al zoológico de Chapultepec, donde fue colocado en un albergue aislado en tanto se aclimata y se acostumbra a sus nuevos compañeros…»
(Los que no se pudieron aclimatar ni acostumbrarse al nuevo plantígrado fueron Colosio, Ruiz Massieu, 400 y tantos perredistas y cosa de 100 millones de mexicanos.) Al dañero, años más tarde, se lo llevarían a Dublín, y ahora mueve el pandero político desde su cubil de Dulce Oliva. No lloro, nomás me acuerdo. Leí la nota del matutino, suspiré un par de veces que tengo ese don, les dije antes, me puse a reflexionar, y meditando en el destino del hoy sucesor de osos panda y de color gris, ala memoria me llegó, lamentoso:
«Aprended, pandas, de mi -que en este ostracismo estoy- que ayer presidente fui y hoy sombra de mí no soy…»
Mañana, pandas rapaces como la Primera Panda. (Con todo y sus asahagunes.)