Novelista soy, mis valedores. Por achaques del oficio me aplico al estudio del ser humano desde ángulos sociológicos, psicológicos, fisiológicos, etc. lector por oficio, intento bucear en aguas profundas de personajes como Hamlet, Macbeth, Lear y Ricardo III, o tan esperpénticos como El Lazarillo, El buscón, La celestina, el diablo cojuelo o La picara Justina. Trágicos unos, esperpénticos los más, por ellos me asomo al tamaño de reacciones, pasiones y sentimientos desmesurados: amor y celos, odio y crueldad, avaricia, terror y las desbozaladas venganzas junto a la farsa, el astracán, el ridículo. Tales vidas y milagros tomo de espejo (distorsionado) donde mirar mi humana estatua e intentar la hazaña de conocerme, reconocerme, según la clásica exhortación del oráculo de Delfos que Sócrates tomó de divisa: «Conócete a ti mismo».
Conócete y busca la salud mental, que has de conseguir con arraigo, identidad, vinculación y varios otros elementos, uno de ellos imperativo: la trascendencia-, si no por lo que construyes, sí por lo que logres destruir. De lahumana necesidad de «no morir del todo» sirva de ejemplo cierto individuo que en Efeso practicaba el oficio de borreguero y, según calculaba su aplastante mediocridad, poco margen tenía de conseguir la tan anhelada trascendencia. Pero sí, la logró cabalmente, ¿y saben ustedes cómo logró trascender? La misma noche en que nacía Alejandro Magno, el borreguero incendiaba una de las siete maravillas del mundo: el templo de Artemisa, la Diana Cazadora. ¿Que si el borreguero logró a trascender? Búsquenlo por su nombre en todos los diccionarios y en todas las enciclopedias: Eróstrato.
Pero el estudio de lo humano no se reduce a los entes literarios o a los de la antigüedad: comienzay termina con seres reales del diario vivir, donde se incluye la fauna que gesticula en ese submundo del surrealismo y el esperpento que es la política del país. Uno de ellos observo, de la vida real, que reputo ala medida de la ficción, así para el drama como para la farsa, y que con holgura pudiese hermanarse con entes de la picaresca como con los condenados del Dante. ¿Es un ser trágico? ¿Un conchudo y baquetón? ¿Un inconsciente, un irresponsable? Porque el varón de vergüenzas en su nidal trae el pudor, la vergüenza y el decoro a flor de conciencia, y tiene en tanto su imagen y fama pública, que mucho se cuida de mantener en recato como salvaguarda de la propia dignidad, o cómo lo van a recordar cuando fallezca si es que no consiguen olvidarse de él. Y a esto, mis valedores, quería yo llegar: el presidente de mi país, ese personaje de nombre Vicente Fox…
Sus limitaciones en cuanto al estadista que requiere (hoy, hoy, hoy) el país, como aquellas de que no cumplió sus promesas de campaña y ha arruinado la política exterior al enemistar su gobierno con los de tantos pueblos hermanos mientras que su vida pública, nada edificante, despide tufillos de descomposición dentro de la vida familiar. Por cuanto a su disparatario personal, ese lo conocemos todos, que anda en boca de todos y todas las bocas lo escupen, tanto como las reiteradas evidencias de su incultura y zafiedad. Y es como para preguntarse:
¿Cómo entender al Fox humano? ¿Tanta insensatez cabe en un individuo, que así aporta a las masas renovados motivos de queja, desánimo, frustración y burletas? ¿Tiene conciencia de que la comunidad lo ha erigido como rey de burlas? ¿Es él quien se burla de la comunidad? ¿Es inmune a los aletazos de la humillación? ¿Tiene un formidable sentido del humor? ¿Lo tiene del ridículo? ¿Es un conchudo de siete suelas? ¿Cómo resiste la cargazón de un ridículo que que así le desgarra su fama pública? ¿Fuerza de carácter? De ser este el caso, ¿de dónde saca tal fuerza? ¿De su pura enjundia? ¿Del Prozac y demás pastillas tranquilizantes? Uno que no fuera Foxy en tanto las comunidades de aquí y allá lo señalan de insensato, ¿dónde ocultaría lacabeza? ¿Es Vicente Fox personaje trágico, o no pasa de ser uno más de los hilarantes protagonistas de la picaresca de rompe y rasga de mi país? Mis valedores:
Aquí dejo de teclear, miro hacia el frente y la mirada se me extravía más allá de esos árboles, de la ermita, de un firmamento gris, pizarroso. Mirando sin ver (viendo sin mirar), pienso y medito: sea el caso que sea, yo tengo la requemante sospecha de que a uno de la alzada de Vicente Fox no lo merecían las masas, no lo merecía mi país, no lo merecía yo, que nunca de los nuncas, ni por mal pensamiento ni por aviesa intención, voté por el susodicho. Pero achaques de la democracia burguesa, la liberal, la del IFE y su embustera y costosísima «llave de la democracia»: pienso, medito y de algo estoy cierto-, esta noche va a ser de insomnio. Y qué hacer, si las masas se niegan a madurar, y como adolescentes siguen e-xi-gien-do y forjando mega-marchitas, en lugar de, como adultos, asumir, ante esto qué diablos hacer con los de la alzada de Fox. (En fin.)