¿Infancia es destino..?

Corazón del barrio bajo, vivienda de vecindad. Hambre, incuria, abandono, promiscuidad. Y aquella corazonada…
No fue más que eso, mis valedores, un presentimiento, pero ya desde entonces supe que aquel adolescente iba a terminar mal, como en tiempos recientes lo he comprobado. Yo lo observaba hace décadas y meneaba la testa: «Ese desdichado va a rematar mal: en secuestrador, narcotraficante, policía». Resultó peor. No me equivoqué, lástima. Peor de lo que temía resultó ahora que ya es un viejo entrado en años, kilos, decrepitud, flacidez, desvergüenza, impudor; uno que ni la gracia ha mostrado de envejecer con dignidad.

¿Culparlo de su actual degradación? No soy tan drástico, tan radical, si considero cómo ha transcurrido la vida del infeliz, de la cual es la hechura lógica, y su degeneración un resultado previsible. Porque vamos a ver: su vida de adolescente: un cuarto de vecindad. Desamparo. Orfandad descobijada de un padre, una madre o algún familiar que viera por él en materia de afecto, ternura, amor, guía, consejo. Nada. Valimiento de padres no conoció, pero sí, en cambio, los rostros desencajados del hambre, la necesidad, y aquellos amaneceres del fogón apagado, y aquellas noches del estómago vacíos, y el jergón inhóspito frente a cualquier amago de sueño, de sueños…

Suyos fueron la soledad, la desesperanza, la falta de un futuro, de una esperanza, así fuese en cuarto menguante. Como animalito mostrenco transcurrieron sus años primeros en aquella vecindad, en la vecindad de seres tan negativos (por zafios, agresivos, egoístas) que más acentuaron los tintes oscuros de su existencia de solitario. Porque esos fueron los habitantes de la vecindad: palurdos todos, agresivos por insensibilidad, síntesis de la mediocridad, la incomprensión y la incapacidad de valimiento. Con los tales convivió a todas horas, y de todos recibió sólo violencia, rechazo, burletas y zafiedad. ¿No iba a terminar como terminó, en cortesano y servil? Pero no, que lo dice el filósofo: el hombre se prueba con el obstáculo, del cual sale aniquilado o robustecido. Cuestión de temple.

¿Qué llevó al de marras a envilecerse de viejo, cuando el humano se pone a reflexionar en asuntos del espíritu, en la trascendencia y la Gran Interrogante? ¿Sería una educación deficiente, que impartía un profesor tan bonachón cuanto ineficiente? ¿Los condiscípulos, cabezas de piedra que rechazaban todo lo que oliese a instrucción, guía, principios morales y de cualquier otra índole? ¿Serían los tantísimos golpes en la cabeza que le asestaba la frustración de un vecino ruin, pequeñajo, y sobrón? ¿Tantos golpes me lo atontarían? ¿La falta de alimento, la sobra de soledad? ¿El desamparo? ¿El haberse criado como falderillo sin dueño, al que cualquiera se cree con derecho a propinar puntapiés? ¿Una absoluta carencia de valores, de principios, de convicciones? Su orfandad, ¿también en el plano de la ciencia política? Su destreza para culimpinarse y besar los zancajos del de más arriba, ¿resultado de su patética niñez? Misterio. El indigente de ayer es hoy el ahijado de la fama,el dinero, la posición social. ¿Tenía la necesidad de arrastrarse a lo servil y lamer las botas del prepotente? Ah, los misterios del ser humano…

Del tal observo en la foto (Reforma) su aspecto para mi levemente repugnantón: tan grueso de vientre como ñengo de zancas, en su ejercicio de servilismo aún se atreve a sonreír, aún tiene el descaro de mirar de frente a la cámara que captó su efigie de lambiscón, y antes de ventosear el lugar común del «granito de arena» dibuja el cuché de la Ve de la Victoria (índice y medio) mientras, sentado a dos nalgas, mira la cámara a lo desfachatado para luego ventosear por la boca unos desatinos que, al leerlos, me produjeron la pestilencia de un cuesco muchas horas atorado en el grueso, el intestino. A ustedes, mis valedores, ¿qué efecto les producen las declaraciones que el pasado jueves arrojó, diarrea nauseabunda, este tal Roberto Gómez Bolaños? Sí, por supuesto, el mismo que comenzó exitosa carrera de cómico y escritor en la serie de televisión como el personaje de El chavo del 8.

«Ha tenido fallas, pero no se comparan con las de los anteriores. Estoy orgullosísimo de haber ayudado con un granito de arena a la campaña, es el mejor Presidente de México en los últimos cien años».

¡Esto, porca miseria, en alusión a Vicente Fox! ¡A Fox, nada menos! ¡Nada menos que a Fox! ¡Los últimos cien años! ¿Conocerá el menguado chavo la historia de este país? Porque en su boca de lambiscón Fox nos resultó mejor estadista que Lázaro Cárdenas; ese Fox cuya gestión presidencial corre en desventaja frente a la del Nopalito Ortiz Rubio. Ah, los serviles…

¡Y no te doy otra nomás porque…! Y la vocesita mensa, fingida, del futuro lambiscón: «Es que no me tienen paciencia». (Dios.)

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