¿Hipocresía, desvergüenza, cinismo..?

¿Cómo calificar la reciente declaración del que es cabeza (de vaca) de la Procuraduría Gral. de la República? La tortura y posible asesinato de los cuatro «zetas» mostrados en el video «jurídicamente no fue tortura, porque los agentes torturadores de la AFI actuaron por cuenta propia…» Mis valedores:

Yo sí le creo al Procurador: no fue tortura, porque esa práctica ha sido erradicada de la policía. Hasta con 10 años de prisión se castigará a elementos de la policía a los que se les compruebe prácticas de tortura, advierte el Código Penal, y el Diario Oficial: La tortura, como un sistema para obtener declaraciones de personas involucradas en delitos del fuero común, acabó en las Procuradurías. Ya no se utilizarán recursos como la picana…

La picana. Del nombre tuve referencia, por primera vez, hace algunos ayeres, por cierta foto del vespertino, y qué foto: veinte, treinta uniformados se desplazaban por media calle de una ciudad semidesierta, fantasmal, mientras portaban en las manos pértigas de hierro. Y el pie de foto:
Policias con macanas eléctricas se dirigen a levantar el plantón que mantienen las mujeres en demanda de agua. Se utilizarán picanas…

Picanas, una vez más, esas que en mi país

han dejado de utilizarse como instrumento fundamental de la investigación científica para que la Justicia prevalezca y resplandezca, como hoy mismo resplandece. Picanas. ¿Cómo serían las picanas, qué forma tendrían, qué dimensiones? Hace tiempo me di a visitar reclusorios, y al dialogar con internos recién salidos de las manos policiacas observé las mataduras de algunos órganos recién chamuscados, donde el sadismo cebó su virulencia demencial, enferma, patológica. «Rastros de la picana», me decían algunos internos, y yo:

– ¿Pero qué es la picana, cómo funciona, cómo quema la carne?

Ellos torcían la cabeza clavaban la vista en el piso y no respondían. Yo, entonces, ante la noticia de que en nuestro México se desterró la tortura, y con ella la propia picana, sentí la malsana curiosidad de indagar sobre el ya anacrónico instrumento de tortura y recurrí a mi primo el Jerásimo:

– Tú, como licenciado del Revolucionario Ins., has de conocer las corporaciones policíacas, y aun alguna de las inexistentes casas de seguridad…

(Facilísimo). «Vamos a la de aquí ala vuelta».

Tomé mi grabadora: ¿qué clase de casa sería, si yo nunca he visto ninguna que me resulte sospechosa más allá de la leonerita y el burdel clandestino? ¿Pero a dónde me llevaría el consanguíneo? ¿A una casa de seguridad, a un centro de arraigo? ¿A dónde? Me la persigné. Obre Dios.

Y sí, al rato entrábamos a un corredor que da a un sótano que da a un socavón pestilente a humedad y desechos humanos que tomé por estacionamiento en desuso y resultó ser la cárcel clandestina que la Justicia asignó a mi colonia. De entre las sombras y la pestilencia del cubil emergió una figura levemente humanoide. «Aquí te lo dejo, Bruslí. Neoco-munistoide, pero inofensivo». Y que se retiraba a ponerse a las órdenes de un tal Madrazo.

Yo, al madrazo del temor: «Oye, no, espérate». Se esfumó. Descompuesta, mi voz:

– La picana, señor, ¿pudiera hablarme de la picana..?

– Y de cuerpo presente, mono. ¿Qué, aguantas que te la enchúfemos en el asterisco pa que la vayas conociendo? Porque me estraña que no la conozcas…

– Yo de los símbolos justicieros de mi país sólo toga y birrete conozco, y aun leyes diversas y los edificios de las procuradurías, pero signo ignorante acerca de ese entrañable tuétano de la Justicia que es la picana, hoy ya descontinuada. ¿Cómo es, cómo era la picana, señor?

– Me estraña. ¿Uno con facha de ficha no conoce la picana? No mames.

– ¿Cómo fue introducida en México, señor..?

– Por atrás, como siempre, y ya encarrera-da se siguió con los aquellitos.

– ¿Fue introducida por alguna de las corpo-raciones policíacas extranjeras que operan en este país soberano, independiente, libre y autónomo? ¿Asesores de Estados Unidos, Inglaterra, Israel? Es para un reportaje…
– ¿Pal mero rey de la hemoglobina, la moronga, la nota roja, o sea López Dóriga? Porque yo pal Salinas Pliego como que no; ese me da un así como que asquillo, la verdá… (Eché a andar la grabadora.)

«Qué forma tiene la picana, señor? ¿Es como un cautín de soldador? ¿Como rasuradora eléctrica? ¿Es portátil o se enchufa a la corriente? Porque si el instrumento es de pilas, ya parece que oigo al judicial en el momento en que la picana en la diestra y con la zurda limpiándose el sudor, interrumpe la labor justiciera:» ¡ Ay, en la madre, a esta madre se le bajaron las pilas! A ver, tú, el madrina, te me vas de volón a la farmacia Dulces Nombres y me compras un juego de repuesto. ¡Y tú, jijodiún…» (Eljijodiún, mañana.)

3 opiniones en “¿Hipocresía, desvergüenza, cinismo..?”

  1. ¿Picana? Vamos pues a anal izar la picana, pues méxico es un patio trasero y como todo trasero mugroso lleno de autos chocolates que dejaron en desuso allá en Nueva Orlean despues de que la Katrina de Posada los visitó, sabemos que la PICANA es un objeto que no es ni punzo cortante sino quema de a feo que tan así tortura que incluso una piedra pudiera confesar que sabe volar, lo bueno es que en el patio trasero ya no existe tal instrumento…

    Saludos

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