Si yo nunca muriera

De pronto salimos del sueño – sólo venimos a soñar – no es cierto, no es cierto – que venimos a vivir sobre la tierra…

Con la desalentada filosofía del rey poeta Nezahualcóyotl y reflexiones en torno a la fugacidad de la vida que a su hora han formulado poetas de la hondura y reflexión de Ornar Khayyam y Manrique, aquí entrego a todos ustedes, al igual que cada fin de año por estos días, este mi mensaje de fin de año que se nos torna tradición, y que procura interrumpirles el ritmo desalado de las fiestas decembrinas con la secreta esperanza de que a alguno sea de provecho con la meditación de lo efímero de tales festividades dentro de la fugacidad de una vida que se nos huye en estampida para nunca más. Y qué hacer. Clama, a su Hacedor, un abatido Job:

Tus manos me hicieron y me formaron – ¿y luego te vuelves y me deshaces? – Acuérdate que como a barro nos diste forma – ¿Y en polvo me has de volver..?

Mis valedores: el cuerpo todavía fatigado después de la celebración navideña, y estragado todavía el gaznate por el regusto a festividad y derroche imprudente, y una vez que a regocijos y litros de alegría embotellada se habrán deseado felicidades y parabienes para el año que está ahí nomás, acechando tras lomita, ¿me permiten, como cada año por estas fechas, que desentone del ánimo colectivo y los invite a frenarnos el tanto de un suspirólo para reflexionar sobre el tiempo que pasa para nunca volver? Por desdicha…

El hombre nacido de mujer – corto de días y hastiado de sinsabores – sale como una flor y es cortado – y huye como la sombra y no permanece…

Mis valedores: estamos a la vuelta de un año más, que a la hora de hacer las cuentas resulta que fue uno menos. Contradictoria, la aritmética de nuestro humano existir. Andamos, dos o tres de nosotros, doblando ya el Cabo de Buena Esperanza, o casi. Será por eso que, al menos de forma inconsciente, alienta dentro de nosotros la sentencia inmortal de Manrique:

Nuestras vidas son los ríos – que van a dar a la mar – que es el morir…

¿El por qué de mi ánimo ceniciento, cuando todo en derredor es el tiempo de júbilos, azucarillos y aguardiente? Será, tal vez, porque a algunos se nos quebranta el ánimo, se nos resfría con la certidumbre de que vivimos en el cogollo de lo fugaz, lo finito, lo perecedero; de que existimos en la sustancia misma de nuestra muerte propia y particular, intransferible, a la que vivimos alimentando día a día con el tiempo de nuestro cotidiano existir. Será por eso. Job, su clamor dolorido:

Y mis días fueron más veloces que la lanzadera del tejedor – y fenecieron sin esperanza…

Acá, en el otro polo del mundo, Nezahualcóyotl : ¿Acaso de veras se vive con raíz en la tierra? – No para siempre en la tierra – Sólo un poco aquí – Si yo nunca muriera – Si nunca desapareciera…

¿No es verdad, mis lectores de METRO, que tal sentimiento de lo finito y lo transitorio; que semejante sensación de errabundaje y romería, viene a depositar al cabo del año y a principios del nuevo, en el ánima del ánima, un regustillo así como que a ceniza, a terral, a aliento de despedida apenas postergada? Pero bueno, qué hacer con esta tristura que se nos aposenta aquí, miren, en lo más blando de una corazonada, por cuestión de este otro año que se nos ha ido para nunca más. Y qué hacer. Mis valedores:

No por estropearles su gusto, sino porque lo miro correr a lo desalado rumbo a ninguna parte, hoy invoco para ustedes la voz de algunos poetas filósofos que, de repente, perciben el aletazo del tiempo que pasa para nunca más retornar; voz que es sabiduría quintaesenciada que provoca serenidad y quebranto machihembrados, y un como regustillo a lejanía y desprendimiento del ánimo bien dispuesto en el final de un año más, que afín de cuentas vino a ser uno menos. Tiempo que pasa dije antes, y por tacharme de equivocado, de siglos atrás me llega la décima anónima:

Si quiero, por las estrellas – saber, tiempo, dónde estás – miro que con ellas vas – pero no vuelves con ellas – ¿En dónde imprimes tus huellas – que con tu rastro me doy? – Mas ay, qué engañado estoy – que giras, corres y vuelas – Tú eres, tiempo, el que te quedas – y yo soy el que me voy…

O aquel sabor de amargura en el villancico que entonamos apenas la medianoche del pasado sábado:

La Nochebuena se viene – La Nochebuena se va – y nosotros nos iremos – y no volveremos más…

Dije a ustedes ayer: es más tarde de lo que suponemos, créanme. A vivir. Qué más. (Qué mejor.)

Cenizas que el viento dispersa

Habrás de morir, no soñarás más, y los gusanos de la tumba se disputarán tus despojos…

Muy cierto, y como defensa no utilices tu mucha o tu poca edad. Reflexiona, mejor, en tu tiempo de vida, en el grado de intensidad con la que vives hoy día y el provecho que día con día obtienes a nivel de espíritu. Para tan loable ejercicio qué tiempo mejor que el presente, cuando se nos fue de las manos, para nunca más, un año más, que se nos tornó uno menos. ¿Me permites, a propósito, las siguientes reflexioncillas? Porque hoy, a fines de un año y a comienzos del siguiente, es más tarde de lo que piensas, créemelo…

El calosfrío del tiempo que pasa. El aletazo de un tiempo de vida que se nos fue para no volver, y que en los espíritus sensibles provoca esas vagas tristuras en la medianía del comelitón y los brindis. Uno anda por estos días cargado de vagas melancolías, con el ánimo encogido a la meditación del tiempo que nos enfrenta, a querer o no, con la Gran Interrogante. Yo, entonces, me di a leer al filósofo de la brevedad de la vida, el absurdo de los afanes terrenos y la fugacidad del placer. La amargura, sí, el fatalismo y la exhortación a vivir cada día en el cogollo de cada minuto. ¿El poeta? Omar Khayyam…

El vasto mundo: un grano de polvo en el espacio. Toda la ciencia de los hombres: palabras. Los pueblos, los animales y las flores: sombras. El resultado de tu perpetua meditación: nada…

La poesía del persa Khayyam, agridulce, se nos entrega desnuda de galas, directa, el puro hueso y el fatalismo, que para el filósofo del desencanto y la sensualidad machihembrados no existe más placer que el de los sentidos, ni más vida que la del instante: que, en derredor, la naturaleza sigue su curso, muy por encima de nuestros dramas personales, tan pequeñajos, y la angustia vital ante el tiempo que pasa: que es vano empeño la rebeldía ante el dolor y la muerte; que no nos resta más recurso, acá abajo, que exprimir el zumo de la vida y la sangre de la uva, y existir dentro de la almendra del instante, y no más; que a manera de las mejores voces del Siglo de Oro español, la existencia del hombre acá abajo no es más que sueño, polvo, sombra, olvido. Nada, pues. Soñemos, alma, soñemos, dice Segismundo entre dientes, y el mexicano:

¿Para qué contar las horas? – No volverá lo que se fue, y si lo que ha de ser ignoras, -¡Para qué contar las horas! – ¡Para qué..!

En fin. El Rubaiyat constituye toda una sucesión de conceptos filosóficos hermosamente armados en el molde del poema donde Khayyam alude a esos elementos que desde siempre y hasta el último día serán preocupación de lo humano: el tiempo en cuanto demoledor de la vida y los goces de los sentidos que, aunque efímeros, son el único medio de lograr el espejismo de
vencer al tiempo, a la muerte, a la eternidad.

Si yo nunca muriera si nunca desapareciera…

El Rubaiyat: poesía pura, que es decir la más alta expresión del espíritu; aportación a la cultura universal de un ser extraordinario, de una inteligencia viva y sutil, de un soterrado sentimiento y una exacerbada sensibilidad; de un poeta que crea su poesía -filosofía del fatalismo, pagana religiosidad en la entraña de una civilización de refinamiento y decadencia, la de Persia de mediados del XII; de un poeta apasionada, visceralmente vivo, creador de una obra que es hoy día nueva y deslumbrante, de acentos desesperados.

Que Omar Khayyam era un sabio versado en matemáticas y astronomía en ciencias filosóficas y otras disciplinas. Que para algunos el poeta no pasa de ser «un degenerador de toda creencia moral, místico sólo en apariencia, disipado en realidad, que mezcla a la blasfemia el himno místico». Válgame.

La vida no es más que un juego monótono en el que estás seguro de ganar dos cosas: el dolor y la muerte…

Esto leyendo me da por pensar en Job, porque cuánta desesperanza se advierte en tales conceptos, cuántas ansias de permanecer, cuánta zozobra mal sofrenada por la se renidad que da la sabiduría: cuan desalentada búsqueda de la verdad y qué apasionado inquirir sobre el sentido de la vida que se nos escurre para nunca más. Esto, mis valedores, es el Rubaiyat: un tratado poético de moral y metafísica y filosofía en donde Khayyam expresa su visión muy particular de la vida y la humanidad; de las exigencias del destino y de las humanas rebeldías, tan magníficas cuanto ociosas, a fin de cuentas…

Embébete bien de esto: un día tu alma caerá de tu cuerpo, y serás empujado tras el velo que flota entre el universo y lo cognoscible. Mientras tanto…¡sé dichoso! No sabes de dónde vienes. No sabes a dónde vas.

Y este estremecimiento… Tú, yo, todos, a vivir. Qué más. Qué mejor. Vivir, que es más tarde de lo que supones. Y el aletazo del tiempo… (En fin.)

Inocente palomita…

Las supersticiones perpetúan el odio y la injusticia. Son residuos fósiles de creencias ya extinguidas. Del remoto pasado, inmensos sepulcro, se levantan sus fantasmas para cruzar el paso a los que investigan la verdad. Son males que en el porvenir tendrán remedio, si no es irreparable la mentira que esclaviza a los hombres ni a la ignorancia que los domestica…

Exacto, mis valedores: la industria del pensamiento mágico, esa superchería que ofician videntes y brujos, santones y augures, chamanes y demás cáfila de vividores que medran con la ignorancia del crédulo, del pobre de espíritu necesitado de creer, a lo irracional y desatinado, pero creer en algo que sea él mismo ni un gobierno de tantas promesas incumplidas. Lóbrego.

Ayer les hablé de los adivinos que, fiados en nuestra mala memoria, a fin de año predicen lo que ha de ocurrir en el próximo. Fue así como un Tirso Vázquez anunció el triunfo inminente de Vázquez Gómez en Guanajuato y de Francisco Labastida a nivel nacional, y un Román López la candidatura de Arturo Núñez para Tabasco, y para Los Pinos a Labastida. Una vidente Mezquina, mientras tanto, columbraba en los astros que el actual gobernador de Morelos sería Becerril Straffon, priista. ¡Brujos..!

Hablado de charlatanes: en 1987, el reportero se acercó a una tal Amira Cervera, yucateca y astróloga y tarotista del encierro de Televisa, y le interrogó sobre el posible sucesor de M. de la Madrid. Contestó la adivina:

– Ya lo predije, y no fue nada fácil. Para lograrlo tuve que hacer tres tendidos de cartas con arcanos mayores del tarot.
Y que los arcanos eran una especie de astrología política, donde cada «casa» corresponde a una instancia gubernamental. Ayer nos quedamos en la Octava casa, relacionada con «la deuda, los impuestos, el tesoro».

– La Novena casa se encarga de los asuntos trascendentales de la comunicación con el extranjero: Relaciones Exteriores. Décima casa.- El monarca del país, el honor y el prestigio nacional. Undécima (sic) casa.- Aquí se incluyen los anhelos de felicidad del pueblo para su bienestar, los proyectos e ideales. La Constitución y la Cámara de Diputados y Senadores. Duodécima casa.- Abarca los hospitales, la beneficencia pública y las cárceles: el Poder Judicial y la Secretaría de Salud. ?sa es la astrología política, señor reportero.

– ¿Así que el tarot no falla, señora?

– No sabe fallar.

– Y para el tarot, después que hizo usted tres tendidos de cartas con arcanos mayores, ¿cuál resultó que será el designado por Miguel de la Madrid para la sucesión presidencial, señora?
Pausa. Un instante de silencio. Luego, con tono decidido y firmeza en la voz, lo afirma Amira Cervera, astróloga y tarotista yucateca:

– El bueno para la sucesión presidencial de 1988, según la astrología política., .¡ese el señor licenciado don Manuel Bartlett! Y el tarot, señor reportero, ¡el tarot no sabe fallar..!

Todo esto, mis valedores, encierra su muy buena moraleja, ¿pero cuál…?
Y ocurrió hace un año por estos días, cuando el psíquico Dagoberto Sandoval dio a conocer sus predicciones para el año que terminaba, pronósticos que abarcaron sólo tres áreas muy específicas: la nacional, la internacional y la universal. De esta última destacan las siguientes:

«Se descubrirán dos nuevos planetas, en uno se asegura que existe vida, y se determinará la construcción entre la tierra y la luna de una ciudad en forma de estación espacial». En lo internacional: «Los países del Medio Oriente tendrán un respiro y habrá cordura. México: «Gran parte de las familias mexicanas dejarán de emigrar. El trato con los migrantes será más humano. Habrá nuevos empleos. El problema de Chiapas se solucionará políticamente. Se descubrirá una gran veta de oro y uranio, y yacimientos petroleros más ricos que los existentes». Válgame.

Por último, Antonio Vázquez, que a lo modesto se autonombra «Brujo Mayor de México». El reportaje, en Reforma:

– Se acaban las cartas, don Antonio, y no ve usted a un candidato que pueda ser el Presidente para el 2000.

– Bueno, haberlo preguntado antes. Sí que lo veo.

Una pausa. Se mesa la espesa barba que le llega al vientre y deletrea un nombre y un apellido. Y así, con la ayuda de los astros y la propia fuerza astralrel brujo mayor va deletreando el nombre del sucesor de Zedillo:

Mi-guel-A-le-mán…

¡Brujo! Mis valedores: ¿este fin de año también? ¿También ahora acudir, recurrir a esa recua de charlatanes? ¿Seremos tan pobres sobre todo de espíritu? (En fin.)

¡Ahí vienen los brujos..!

«Si 2005 no fue muy bueno, 2006 será buen año, porque termina en 6, y ese es el número del corazón, el cariño y el afecto, y con las emociones de buscar la felicidad y encontrarla. La suma del 2 y el 6 es 8, el número del infinito, lo que significa que habrá altos y bajos, pero esos bajones serán positivos porque se podrá salir hacia arriba…» (El vaticinio del brujo, esperpéntico. Cuando menos.)

Y qué tiempos más a propósito para inmaduros y charlatanes que los del fin de año. «El ignorante vive tranquilo en un mundo supersticioso, poblándolo de absurdos temores y de vanas esperanzas; es crédulo como el salvaje o el niño. Si alguna vez duda, prefiere seguir mintiendo lo que ya no cree; si descubre que es cómplice de mentiras colectivas, calla sumiso y acomoda a ellas su entendimiento…»

El oráculo frente al arcano, mis valedores. La inquietud del humano por columbrar el futuro lleva a algunos ansiosos y compulsivos a la insensatez de interrogar al tarot, la lectura del café y de la mano, de la bola de cristal y el horóscopo. Es entonces la hora del brujo y el adivino, el chamán y ralea de vividores oficiantes de la esperpéntica industria de la superchería que medra con la ignorancia del inmaduro, el esperanzado (esperanza irracional) y el pobre, sobre todo de espíritu. Y entonces, mis valedores, por conjurar las malas influencias y tornar propicias las fuerzas astrales, préndete aquí este amuleto, y cuélgate el talismán, y ejecuta este ritual, y compra (en mi establecimiento) la vela, el aceite milagroso, la piedra imán. Con mis poderes astrales, el tarot te va a revelar el futuro. Y esto sobre todo al fin del año y principios del siguiente. Mis valedores: ¿qué nos depara el destino para 2006? Por que alguno escarmiente y no caigan en las prácticas aberrantes del ignorante y el crédulo, del inmaduro, del débil y el pobre de espíritu, van aquí predicciones diversas que en su momento ventosearon los engañabobos. De asuntos políticos:

En 1995 lo vaticinó un Tirso Vázquez, brujo de una Gloria Trevi:

– El candidato triunfador para la gubernatura de Guanajuato será… el priista Ignacio Vázquez Torres. (¡Brujo…!)
Y tiempo después: «Aquí veo que si Zedillo llega al poder, a los dos años va a dejar la presidencia, dando paso a un interinato o a una Presidencia colectiva entre las principales fuerzas políticas…»
En 1999, los astros revelaron a la vidente Elizabeth Mezquita:

– El próximo gobernador de Morelos es nada menos que… ¡Rodolfo Becerril Straffon, priista!
Román López Madrigal, brujo de Huimanguillo,en l999:

– Sí, miren: en su selección interna para elegir candidato a la gubernatura de Tabasco, los astros dicen que el PRI va a elegir a… Arturo Núñez. Vislumbro también al próximo presidente del país: ¡Francisco Labastida!

«Las supersticiones: he ahí el yugo de los humanos…»

Así pues, los videntes. A propósito: días antes del 4 de octubre de 1987, fecha en que
el índice de Miguel de la Madrid señaló como sucesor a Carlos Salinas (¿lo recuerdan ustedes? ¿Habrán podido olvidarlo?), el reportero de algún diario capitalino entrevistó a la vidente, astróloga y tarotista yucateca Amira Cervera, que hoy, desde el cinescopio, se dedica a engañar cándidos. ¿Habrá humanos pensantes y racionales tan descerebrados que la tomen en serio y se dejen esquilmar? Allá ellos. Parte de la entrevista con la Cervera:

– Señora, ¿qué métodos utiliza para adivinar el futuro?

– El tarot. Es lo más acertado.

– Puede usted predecir el nombre del próximo candidato del PRI a la presidencia de la república?

– Ya lo predije, pero no fue nada fácil, créeme. Para lograr ver en el arcano el nombre del próximo candidato priista tuve que hacer tres tendidos de cartas con los arcanos mayores del tarot. Los arcanos son cartas que representan símbolos secretos. Cada uno de ellos es una tarjeta de computación con diversos códigos que forman un programa total de significados. Es una especie de astrología política. Primera casa.- Gobiérnalos asuntos internos que podrían ser, por ejemplo, el Depto. del DF. Segunda casa.- Esta está relacionada con la riqueza del país; Programación y Presupuesto. Tercera casa.- Se refiere a la comunicación interna. Cuarta casa.- Esta se denominará el patrimonio nacional, donde está Del Mazo el de la Secretario de la Secretaría de Energía, Minas e Industria Paraestatal. Quinta casa.- En esta se ubica todo lo que va en función de la educación del pueblo. Sexta casa.- Relación laboral, o sea Trabajo. Séptima casa.- Aquí se incluye la unificación del esfuerzo común, o sea Gobernación, Bartlett. (La Octava casa mañana, día de los inocentes.)

Madre de héroes, heroína

A 25 años de la desaparición de Alaíde Foppa, traductora y feminista, poeta, y critica de arte, secuestrada en la ciudad de Guatemala el 19 de diciembre de 1980, los culpables del crimen permanecen impunes…

Yo conocí a Alaíde Foppa, mis valedores. Hoy, a 25 años y 7 días de su secuestro, voy a traer hasta aquí la memoria de la luchadora civil. Trasterradade su Guatemala por afanes de defensa de la mujer indígena, conmigo vino a compartir micrófonos y cabina de Radio UNAM. Un día, de repente (la nostalgia, que suele ser mal consejera), se atrevió a retomar, de entrada por salida, a aquella su Guatemala tan apacible que «se oye cuando una garza cambia de pie», pero trampa mortal para quien osara enfrentar a los Romeo Lucas García y congéneres de uniforme que la malgobernaban, esos de quienes clama el poeta a quien arrancaron la existencia en plena tortura:

¡ Ay, Guatemala, ellos conocerán la muerte de la muerte hasta la muerte..!

Fue un diciembre como este, pero de hace ya todo un cuarto de siglo. En algún punto de la ciudad, Alaíde subía a su automóvil cuando acribillaron al chofer, y a ella se la llevaron para nunca más. No se volvió a saber de su paradero, y hasta el día de hoy, en que acá, en el México de los exiliados guatemaltecos, aún recordamos a la cálida voz y, según la evoca A. Rossi, «aquel hermoso rostro melancólico de grandes ojos castaños que se iluminaban con su espléndida sonrisa y revelaban su luz interior». Alaíde Foppa.

Fue un 19 de diciembre, y de eso hace ya 25 años y una semana, y como si fuese apenas ayer, cuando por los pasillos de aquella nuestra Radio UNAM.. .

Tal es la seña de identidad de Alaíde y sus hijos, a tres de los cuales la dictadura forzó a convertirse en guerrilleros al igual que a Otto René Castillo, Rodrigo Asturias, Danilo Rodríguez, amigos míos de cuando exiliados.

Ay, Guatemala – cuando digo tu nombre retorno a la vida – Me levanto del llanto a buscar tu sonrisa…

Hoy, aquí, frente a todos ustedes, me he puesto a recordar a esa Hécuba de su Guatemala: el temple, la mística, la heroicidad, y con ellos la lucha, la cárcel, la sangre. Alfonso, el marido de Alaíde, y el hijo Juan Pablo, y más tarde Mario, y la propia luchadora civil, de la que nunca más se ha sabido. De Alfonso y Juan Pablo yo poco sé. Por cuanto a la muerte de Mario lo revela cierta asociación guatemalteca de periodistas democráticos:

«Mario Solórzano murió asesinado. Nada se supo de su muerte porque el régimen de Romeo Lucas García ocultó la información por conveniencia política. Pero Mario Solórzano fue descubierto por las fuerzas represivas del régimen en un apartamento de la ciudad capital. Acorralado, sin oportunidad de escapatoria y ante la disyuntiva de entregarse o morir, optó por la resistencia hasta el fin, sabiendo de la brutalidad con que sería torturado. Su decisión evidenció, además, su firmeza de resguardar, a cualquier costo, la vida de compañeros suyos en la vida revolucionaria y, sobre todo, la información que el enemigo requiere para golpear las organizaciones del pueblo».

Vámonos, patria, a caminar, yo te acompaño – Yo me quedaré ciego para que tengas ojos – Yo me quedaré sin voz para que tú cantes – Yo he de morir para que tú no mueras -Tiene que ser asi, indiscutiblemente…

«Es un hecho que la familia Solórzano Foppa ha entregado a la causa libertaria del pueblo de Guatemala el generoso sacrificio de varios de sus integrantes. Juan Pablo, hermano de Mario, había muerto combatiendo contra el ejército de la tiranía en El Quiché. Meses adelante, Alaíde Foppa, madre de ambos, sería capturada y desaparecida en la ciudad capital por agentes de la sección de inteligenciadel Ejército.

Luego de la muerte de Mario Solórzano Foppa vemos con gran esperanza que la lucha del pueblo se agiganta cada día, se generaliza y se profundiza, incorporando alas amplias masas de obreros, campesinos e indígenas. También observamos que la crisis económica y política de las clases dominantes en el poder se agudiza irresolublemente, a pesar de las maniobras del presidente norteamericano por paliar la inestabilidad del régimen y contener los avances de la guerra popular revolucionaria, proceso que se ha consolidado con la unidad de las cuatro organizaciones político militares y con la definición de los cinco puntos programáticos del futuro gobierno revolucionario, patriótico, popular y democrático.

Mario combinó la máquina de escribir y el libro con el fusil. Hay seres que nunca mueren. Mario, por ejemplo, Juan Pablo, Alaíde». Pero la hierba renace de los carbones – y el héroe nace cuando muere…
(A su memoria.)

Aleluya

(De rito anual para todos ustedes, el presente retablillo navideño.)

– Por fin has vuelto, José. Toma mis manos…

Engarruñada sobre el montón de paja, María la doncella se cimbra a los espasmos de las entrañas, tiritando al viento decembrino que se cuela por entre las piedras mal asentadas. Belén.

– Cuánto tardaste, José…

– Perdonarás la tardanza, mujer. ¿Sabes? los pies se me fatigaron del mercado al tianguis en procura de ese elemento extranjero que es el arbolillo de Navidad, y de luces y esferas, y musgo, y harta escarcha. Los ojos se me iban tras de confites y canelones, y cacahuates y colación, y un par de regalitos, el tuyo y el de ?l. Pero María, si hubieses visto los precios. ¿Pues a qué ciudad de rapaces hemos venido a parar? ¿En manos de qué mercachifles vino a parar el misterio santo de la Navidad? Si hubieses visto los precios. ¡Y en dólares..!

– Siéntate aquí. Pon mi cabeza en tu pecho. Dime que aguardas con júbilo la llegada del Niño.

– ¿Por quién, sino por ustedes dos, intenté entibiar este pesebre? Por ti, María; por El, para que El no se hiciera una idea demasiado lóbrega de esta que vendrá a ser si tierra hasta el día del Carmelo.

– El frío, José, para las carnes desnudas del que está por llegar.

– Y ni cómo proporcionarle una chispa de calor, porque en la ciudad: ¿arbolitos? Ni de plástico vil. Carísimos. ¿Pelo de ángel? «Qué bicho es ese», y se mofaron. Y que la escarcha es importada (escarcha en el trópico, mentes colonizadas), y foquillos y esferas, costosísimos, y una triste estrellita de sololoy haz de cuenta que les pedía la estrella del Oriente.

– Pon aquí tu mano. ¿Sientes la llegada del Niño? ¡Está por llegar a este mundo, compañero! Creo que voy a gritar un poco. Quedo…

-Ánimo, aprieta mi mano, resuella hondo. Llámalo por su nombre. -Jesús, Unigénito…

– Y fue así como tuve que renunciar a los entrañables símbolos de Navidad y resignarme al recurso de los pobretes: el nacimiento.

– ¡Jesús, Jesusillo, ven ya, ven…

– Pero ni para un pobre nacimiento pudieron alcanzar los dineros. De comercio en comercio todo se me fue en suspirar. María, ¿sabías que en este país ya todo es importado? ¿Pues qué fue de Galilea, que así se ha dejado enajenar al Imperio Romano? ¿Qué ralea de desenraizados es esta de los galileos, que así han vendido o dejado que les enajenen su tierra? Dios…

– ¡Llega, Jesús, ven con los tuyos. Allá en . las alturas, suspensa en ese cacho de firmamento, la estrella del Oriente aguarda por ti, y por ti tronos y potestades afinan arpas y cítaras. Ven, y en tu busca llegará la arribazón de cristianos a la gloria de Dios…

– No, María, de ellos ya nada esperes. En este mundo, mujer, el espíritu de la Navidad ha sido trocado por el espíritu del vino. Con los vapores vinosos qué puede interesarles un simple recién nacido entre paja y pasturas de un pesebre de Belén.

– ¡Ya llega, José! ¡Ya el Ungido se acerca..!

– Mira a lo lejos el reguero de luces: Belén. Música, luz, alegría. Alegría, sí, pero embotellada. Pobre Galilea, Jesús. ¿Valdrá una gota de tu sangre…?

– Está por llegar. Ya llega. Siento que toda mi carne se transfigura…

– Ya los cielos afinan celestas y virginales y flautas dulces. Arcángeles y serafines se aprestan a entonar la gloria del que se desasosiega en tu vientre, María; del León de Judá, que viene a instaurar en las Galileas de este mundo la Palabra Nueva y la Paz, y el amor de todos para todos. Hosanna en las alturas.

– Ah, los desgarramientos…

– Ánimo, María, respira hondo, llámalo por su nombre, ayúdalo a bien nacer como a bien morir habrás de ayudarlo.

– Jesús, hijo, pequeñín. ¡Hijo del Hombre..!

– ¡Cristo ha nacido! ¡Aleluya! ¡Emmanuel! ¡Dios con nosotros! Y el milagro nuevo, ¿los oyes? Por los caminos resuenan los guaraches de pastores y rabadanes, y vagabundos y trashumantes. ¡Vienen a la adoración..!

– Por qué tan pronto esas lágrimas, Niño…

– Si al menos un poco de infusión para con algo tibio recibir a los cristianos, muertos de frío. Pero tú reposa, que el Niño ya está contigo. Ya en las alturas se delinea la escala de Jacob. Ya paren los cielos, y la tierra se cimbra en estremecimientos por más que en Galilea no los percibían. ¡Gloria al Chamaco que arrullas entre tus brazos! Anda, María, ábrete la túnica y dale tu leche, que Jesús el Niño comienza a llorar. (¡Aleluya..!)

Hoy recuerdo a los mártires de Acteal

Y cómo no recordar tan horrenda masacre, si fue perpetrada un día como hoy, pero de hace 8 años, en la comunidad de Acteal, municipio de San Pedro Chenalhó, Chiapas.

Los hoy muertos y heridos se encontraban ayer aquí, a orillas de Acteal, rezando. Estaban rezando. Asi, de rodillas, los balacearon por la espalda. Jesucristo Nuestro Señor, Principe de la Paz, el Verbo que vino a poner su morada entre nosotros, fue recibido por algunos y rechazado por las tinieblas…

-Navidad anticipada para todos ustedes, aquí les hago llegar, como año por año por estas fechas, las vivas palabras de Mons. Samuel Ruiz García, que así lo expresaba en su carta pastoral de la Navidad de 1997:

«A todo el pueblo de Dios que peregrina en nuestra sufrida Diócesis de San Cristóbal de las Casas. A todos nuestros hermanos. Agentes de pastoral:

Por si acaso hubiéramos olvidado que la verdadera Navidad se da en un contexto trágico de opresión y dominio de inseguridad y puertas cerradas, de persecución y exilio y aun de verdadero genocidio, los acontecimientos de estos días en Chenalhó nos lo vienen a recordar. La dicha más grande que el mundo ha conocido: el nacimiento de nuestra carne del Verbo de Dios, aconteció en el marco doloroso del mayor sufrimiento. La luz verdadera irrumpe en medio de la más densa niebla. La Navidad de este año es para el pueblo cristiano de nuestra Diócesis, de nuestro estado y del país entero, una Navidad luctuosa. No sólo es ignominioso el número comprobado, hasta el día de hoy, de muertos (45) y de heridos (25), muchos de ellos menores de edad, sino sobre todo el clima de violencia creciente e impune denunciado acuciosamente a las autoridades que lo podían haber frenado, con anterioridad a este indignante desenlace.

Son tantas las circunstancias que hacen de este doloroso acontecimiento un verdadero crimen contra la humanidad. El hecho de que el ataque fuera perpetrado por hombres adultos, armados, contra un grupo mayoritariamente de mujeres y niños desarmados. El hecho de que ese grupo victimado -«Las Abejas»-sea precisamente uno que ha hecho profesión pública y desde hace tiempo de su opción por los medios civiles, pacíficos y no violentos para la consecución de sus demandas, aun cuando viven y trabajan en el corazón de una zona donde la violencia se ha enseñoreado.

El hecho de que las víctimas fueran un grupo de personas recientemente hostigadas hasta el punto de ser obligadas a abandonar sus casas y poblaciones, pues en Acteal se encontraban ya en calidad de desplazados.

El hecho de que el ataque se haya verificado precisamente en un momento en que estaban reunidos en la ermita del poblado, orando por la Paz; y seguramente orando por quienes les perseguían. Conocemos que tal es la calidad cristiana de esos hermanos y hermanas. ¡Qué horrible paradoja que el mismo día en que pudieron ser abiertas algunas ermitas que habían estado cerradas y ocupadas por grupos armados de civiles y de policías, en este mismo día, en una ermita de la zona de Los altos hayan sido masacrados todos estos cristianos! En el espacio de lo sagrado irrumpe la violencia. ¡Y para este pueblo tan hondamente religioso! Toda la tradición judeo-cristiana, secular, de que los templos son Santuario para los perseguidos, ha sido aquí pisoteada.

El hecho de que hoy, a muy temprana hora, las autoridades del estado hayan ordenado recoger todos los cadáveres, quizá con argumentos jurídicos o sanitarios funcionales (podrán hablar de la necesidad de practicar autopsia o evitar una peste) viene a convertirse en un agravio más, y no menor, a los sobrevivientes de la masacre. Ellos han venido hasta nosotros, suplicantes:

– ¡Queremos enterrar a nuestros muertos! ¡No dejen que se los lleven..!

Quien conoce el alma indígena sabe hasta qué punto es existencialmente indispensable hacer el duelo, llorar a los muertos. ¿Será que hasta ese consuelo les va a ser arrebatado? Sólo son la fe y con la ayuda de la revelación podemos comprender que así es la Navidad verdadera. Esta, y no la de la sociedad de consumo, es la que permite entender a fondo el misterio de la Encarnación. Aquí, en Chiapas, algo nuevo está naciendo, y no concluirá el parto son estas dosis estrujantes de dolor…

Cuánto trabajo nos cuesta, en este momento, decir: ¡Feliz Navidad! A nuestra sensibilidad humana nos parece que el Niño nace muerto…»

Chiapas, Chenalhó, Acteal. Mujeres, hombres, niños masacrados, un crimen hasta hoy impune, mientras en horroroso lugar común fanfarronea el Presidente del país: » ¡Para aplicar la ley no me temblará la mano! » Mis valedores: que la memoria no muera, que en nuestras mentes pueda sobrevivir. Comunidad Las Abejas. Los masacrados de Acteal. (A su memoria.)

¡Arre, mula traicionera…!

N. McCrea, chofer de un camión, frustrado por los reglamentos del gobierno, abandonó su oficio y se compró una mula. Prefiero las mulas, dijo.

La nota, mis valedores, fechada hace tiempo en algún diario de Sandpoint, EU., me llamó la atención tanto como la réplica que la completa, y que aquí reproduzco:

«Leve escozor me produjo su decisión, Mr. McCrea. Si a usted la experiencia con los camiones le fue negativa, a mí la de una mula me resultó catastrófica, por lo que yo le aconsejo: cuídese de un camión, pero más de una acémila, traicioneras como son todas las de su ralea. Aquí, por si algo pudiese aprovecharle, mi mala experiencia con una mula de esas:

Mexicano soy. Mucho tiempo viajé a los lomos de mi animal. Largo era el tramo por recorrer, tortuoso y plagado de dificultades, pero la montura me llevaba a buen paso, y todo iba bien. Graneada y robusta, la acémila que le cuento parecía ser de condición, muy distinta a las mulas con las que el paisa se topa todos los días; broncas las demás, la que yo montaba era mansa y de trote fiel; resabiadas la otras, atravesadas, alebrestadas y levantiscas, esta era fácil de rienda y leal a su jinete; matreras las otras, que avanzan pajareando ya a la derecha o ya a la izquierda, la acémila que le cuento parecía ser derecha y avanzaba sin corcovos, en rectitud. Esto, al menos, hasta hace cosa de algunas semanas. Pero mulas vemos, defecciones no sabemos…

Porque ocurrió, Mr. McCrea, que, de repente, sin más ni más, la mula dio el chaquetazo; lo dio cuando yo más confiado iba a lomos del animal, y cuando más le había soltado la rienda y abandonado todo a su instinto, a su leal saber y entender. Un mal día, sin previo aviso, que se da el sacón y pega el reparo, aventándome al vil suelo la mula vil. » ¡Jija de tu mal dormir! ¿Y eso? ¿Qué jicotillo te fue a picar en medio de las verijas, que así chaquetas?» Ah, condición de las mulas…

De no creerse, Mr. McCrea: apenas pude alzarme del suelo, quebrantado todo de cuerpo y ánimo, ahí vi que la acémila me observaba con ojos burlescos, y que en silenciosa carcajada pelaba aquella hilera de dientes amarillosos, de animal bien graneado, y que, de súbito, me plantó ante el resuello su cuartos traseros -transeros-, y que alza la cola, toma una tarascada de aliento, y entonces, en mis puras narices… ¡rájale!, la ventosidad corrompida y aquella coz que, si no me agacho…

Allá va la acémila después la defección, trotando, toda jocundia, en dirección contraria a la del principio. Yo, por entender conducta tan aberrante, investigué, y entonces… ¡mamá Tula! ¿Sabe, Mr. McCrea, lo que ocasionó la defección de la acémila? ¿Me lo va a creer? ¡Fue un puñado de mazorcas! ¡Unas tristes mazorcas que le badajeó ante los ojos cierto fulano de un ajeno maizal! ¡Unas mazorcas compraban principios, varonía, dignidad, ética, conciencia, vergüenza, todo! Unas mazorcas del maizal ajeno, cuando a estas alturas del camino más fácil hubiese sido conservarse enhiesto que culimpinarse y chaquetear. ¿Porque no es cierto, Mr. McCrea, que honra, dignidad, conciencia y fidelidad a principios e ideología valen tantito más que un montón de mazorcas y la promesa de harinolina y salvado tres veces al día? ¿0 me equivoco, tal vez? ¿Tan deleznable es la condición de las mulas? ¿Así son todas? ¿De nacimiento lo son, o se envician? ¿Las envician los tiempos dificultosos que vive el pesebre? ¿Cuestión de la presente crisis de valores? No lo entiendo, Mr. McCrea, y me resisto a creer que mulas de esta padezcan un hambre tan compulsiva que un talego de mazorcas las lleve a defeccionar. En fin. Pero ah, mulas…

Golpeado y adolorido, asqueado y colérico, reflexiono y digo entre mí: y pensar que a lomos de mula tan traicionera creí que podría llegar a tierras de la querencia; y pensar que en noches cerradas avancé a ciegas, confiado en el puro instinto y en la supuesta nobleza del animal: y pensar que bordeando barrancas y desfiladeros en noches de cerrazón la dejé suelta de rienda, atenido nomás a su honesta lealtad. Hoy, aunque tarde, me explico la causa de que el camino fuese un puro fracaso y una pura decepción: ya la acémila, ‘ para aquel entonces, saboreaba mazorcas de ajeno maizal. Ah, baquetona mula…

Una pregunta final, N. McCrea: hoy, que a medio camino me encuentro rabioso, golpeado y desencantado: ¿cree usted que aún pueda confiar en mulas de la catadura de esa pragmático-utilitarista que por rastrojo y mazorcas se vendió al establo del PRI, y más tarde al PRD, y que ahora traga en el machero del Blanquiazul, pero que, traicionera de nacimiento, ya prueba a estas horas los moloncos de otra alternativa? Por que de semejante mula se cuide, Mr. McCrea, ese animal entiende por un alias:

«Demetrio». (¡Arre.Sodi..!)

Dios, el de Onésimo Cepeda

Moxtla fue quemado en la plaza pública, bajo el cargo de «hereje», el 30 de noviembre de 1539. Hoy, la figura del principe texcocano nos parece altiva y digna de respeto. (Edmundo O’Gorman: La Inquisición en México.)

Moxtla (Dn. Carlos, para el español), probable nieto de Nezahualcóyotl, tuvo el lóbrego honor de encabezar la lista de víctimas nativas del primer inquisidor efectivo de México-Tenochtitlan, un Juan de Zumárraga. El edicto:

«Será condenado a ser llevado por las calles públicas desta ciudad y con voz de pregonero que manifestase su delito, al tianguis de San Ipolito y en la parte y lugar que para esto está señalado sea quemado en vivas llamas de fuego hasta que se convierta en ceniza y del no haya ni quede memoria…»

Y acaeció, mis valedores, que aquel día aciago amigos, dolientes y familiares se acercaban a Moxtla, y mirando al citado que una mula torda conducía al quemadero, con lágrimas en los sus ojos ansina le suplicaban:

– Conviértete al catolicismo y salva tu vida. Di que adoptas por tuyo al mesmo Dios de Norberto Rivera y Onésimo Cepeda, y aquí don Zumárraga te perdona la vida. ¿Verdad que se la perdonáis, Su Ilustrísima?

– Bueno, sí, aunque una multilla por gastos de arrastre…

– De dientes pa afuera di que eres católico. Total, ¿no lo son de ese pelo todos en la Nueva España, que de se lo de dicho y acciones no viviría la sociedad tan huérfana de valores morales? Grave sería que te quisieran hacer cristiano, lo que tendrías que certificarlo con obras, ¿pero católico, Moxtla?

El cual, rebelde magnífico, con la testa negaba; atado como iba de manos y pies a la bestia, acicateábala con talones y suave meneo de las zancas. Alguno advirtió un amago de sonrisa en el rostro del penitente.

– ¡No seas penitente, no te quemes! ¿Avara y media del quemadero sonríes? ¿Acaso no amas tu vida? Anda, abjura de Huitzilopochtli y orita mesmo te desamarran y nos vamos directamente a conseguirte la llave…

– ¿La del cielo? (Don Zumárraga.) Antes tendrá que abjurar de su herejía y jurar que Dios es grande y la iglesia su profeta. Así tendrá la llave del cielo.

– Cuál llave del cielo, nosotros nos referimos a la llave de la democracia que tiene el IFE. Ya con su credencial de elector, a elegir candidato pal 2006.

– El relapso salvará la cuera si jura por Dios Uno y Trino que se lo va a dar, su voto, a Calderón, bienamado de Dios y aun mejor: de la Casa Blanca.

– Sálvate, y luego de la recogida, la de tu credencial de elector, nos vamos a otras recogidas, como la de la bilis. Buches de cacardí. ¡Salva tu vida!

Habló el rebelde magnífico: «¿Que salve mi vida? ¿Acaso es vida la que está viviendo bajo estos virreyes el jodidaje de mi México-Tenochtitlan? ¿Es vida la que se vive como campesino y asalariado, como artesano o desempleado aspirante a indocumentado? ¿Es vida sobrevivir bajo el peso de una deuda externa que así acogota a la indiada tanto como el Fobaproa, fruto mostrenco de las depredaciones de unos virreyes apátridas, amátridas y vendepatrias? ¿Es vida la del virreinato del embuste, la demagogia, la simulación, las riquezas ilícitas? ¿Es vida vivir en la almendra de la injusticia, en la entraña de una desaforada corrupción lucrativa e impune? ¿Es mucha merced seguir viviendo en mi tierra de Anáhuac.. ?

– Para eso debes vivir, para votar y con tu voto instaurar la democracia.

– ¿Son o se hacen, manipulados del Sistema de poder? ¿Saben siquiera lo que es «democracia» ? ¿Es tan sólo votar, y ahí termina? ¿Y votar por quién?

– Pues por Calderón, el candidato del Dios Uno y Trino.

– ¡Arre, mula! A ese precio, ¿conservar la vida? ¡Arre, mula..!

– La conservará con ciertas condiciones: que ante la cruz jure que el mejor virrey de esta Nueva España ha sido Vicente Fox, el católico protector de la iglesia, y todo un espejo de virtudes su beata Marta Sahagún.

– ¿Vivir pa mercarle a esa dama, con los tlacos de mi renta, su ropita interior Oscar de la Renta? ¡Vamos, México! ¡Arre, mula! Conservar mi vida…

– El condenado la conservará si en público de la gente jura que los Manolos Bribiesca son un dechado de honradez, tanto como el PEMEXGATE y los Amigos de Fox; si el relapso, besando la cruz, jura creer que ni la Santa Iglesia, ni el PRI, el PAN, los medios de condicionamiento de masas y los grandes capitales de aquí, allá y acullá, están amafiados para hundir a ese diabólico que Satán confunda, al que con ayuda de Azuela, el de la suprema Corta, en un descuido hemos de quemar con leña verde. ¡Arde, Peje-satánico..!

– ¿Mi vida depende del voto al yunquero, mediocre y ultraconservador de vocación vendepatrias? ¡Arre, mula! Y usté, mula, quíteme de enfrente su cruz.

Carbonizado murió, sin tornarse católico ni rendirle al virrey de la Nueva España, mucho menos al Dios de Onésimo Cepeda. Dios lo haya perdonado. No a Moxtla. (A Onésimo.)

Los Hombres del Maíz

El muro, que data del año 100 a.C. recrea el nacimiento, la muerte y la resurrección del hijo del dios del maíz, al tiempo que ofrece el sacrificio de sangre de sus genitales. (Con esa sintaxis, La Jornada del pasado miércoles.)

Y créanme, mis valedores: tal descubrimiento, que tanto me conmovió, tiene o debiera tener para todos nosotros una importancia fundamental, porque narra el origen mitológico de nuestra raíz aborigen. Tras de leer la noticia revisé los conceptos que escriben estudiosos diversos acerca de Quetzalcóatl y la ceremonia de creación del hombre americano. La síntesis:

En el principio era el verbo, son las primeras palabras del evangelio de Juan, y la leyenda de la creación del hombre americano: en el principio era el Principio Supremo, que se nombra Ometeotl y participaba de lo masculino y lo femenino. Este Principio es el resultado de la unión de dos esencias integradas de polaridad opuesta: Ometecutli y Omecíhuatl, pareja inicial nombrada también Tonacatecuhtli y Tonacacihuatl.

De Ometeotl se gestaron los cuatro Tezcatlipocas, que son el obscuro, el rojo, el azul, Huitzilopochtli y el blanco, Quetzalcóatl. Este héroe mítico fue el creador del hombre americano y guarda reminiscencias del Prometeo griego, que a esa Humanidad regaló el fuego, principio de civilizaciones, culturas y bombas de hidrógeno. En fin. Quetzalcóatl.

En su empresa de formar al hombre americano descendió el Progenitor hasta el Mictlán, asiento del eterno reposo, «donde todo se regenera para ser trasmutado en nuevas formas de vida». En el inframundo recogió los componentes necesarios para forjar una nueva generación humana con los huesos de las humanidades pasadas, que mezcló hasta formar cuatro masas y los cinco atoles creados con el maíz de cinco colores que previamente había sustraído de la entraña de unos denominado «Cerro de los Sustentos».

Lo del maíz se le vino a ocurrir cierta vez en que observó a una hormiga negra en el instante en que se internaba en un agujero del «Cerro de los Sustentos». Metamorfoseado en «hormiga roja, Quetzalcóatl la siguió hasta dar con la oquedad donde las hormigas guardaban granos de tlayolli. Tomó cinco granos de colores diversos, y al regresar a la superficie los sembró en el regazo de la madre de las diosas, Tonantzin, a quien también se nombra Cihuacóatl, mujer serpiente.

Ya con las cuatro masas y los cinco granos de maíz, el Formador los mezcló con los huesos molidos de las generaciones predecesoras, y enseguida sangró su miembro y con la sangre dotó a las masas del líquido precioso de la vida. Así, con el amasijo de color rojo formó el licor sanguíneo que anima a los hombres; con la masa de maíz blanco creó los huesos, y los tejidos con el maíz amarillo. La masa de maíz azul fue la materia prima del espíritu. Así, relata la leyenda, fue creado por Quetzalcóatl el Hombre Americano, y ha sido así y desde aquel entonces como la diosa madre Tonantzin, con los cinco atoles, alimenta a la nueva humanidad, y esto porque en el maíz se amalgaman las siete serpientes, que vienen siendo las formas
de energía de todos los elementos de la naturaleza.

Tal era el principio de la nueva humanidad, cuyo conocimiento los hombres se transmitían, en códices y de forma oral, de una generación a la siguiente, y esto hasta aquel día aciago para los meshicas, cuando un día de agosto, de repente, en la cuenca de México-Tenochtitlan se produjo la demoledora irrupción de quinientos y tantos españoles y miles de indígenas de Chalco, Tlaxcala, Zempoala y anexas, todos afiebrados a la compulsión de vengarse de los imperialistas que por aquel entonces encabezaba Moctezuma Xocoyoltzin. Y fue así como estalló una violencia que al final llevó a los vencidos a clamar, doloridos dolientes: «Y fue nuestra herencia una red de agujeros.. «Así fue, mis valedores, como nuestra raíz indígena es abatida a golpes de sangre, fuego, espada y cruz, por nuestra raíz conquistadora, y como se iba a desbozalar el genocidio más estrepitoso que registre la historia de las atrocidades de toda la humanidad.

Y en la tragedia, lo trágico: por el temor de que soliviantaran con sus «artes diabólicas» a unos indígenas aún conscientes de su raíz, sus orígenes y sus dioses tutelares, el conquistador español fue extirpando del altiplano de México a todos los hombres que detentaban los valiosísimos conocimientos que habían dado cimiento a la antigua sabiduría, fundamentada en la ciencia matemática, principalmente. «Y quien tiene mentalidad matemática, afirma el mitólogo, actúa en la vida con tales principios, y difícilmente puede tener una mentalidad de dogmático, fanático y supersticioso».
¿Para el indígena qué representaron la Conquista y la era colonial? (Volveré al tema.)

Si Cristo bajara a la tierra

Seguramente volverla a empuñar el látigo para expulsar del templo a los mercaderes, esos vendedores ambulantes que se han apoderado del atrio de la basílica. (Dirigente del comercio establecido.)

Que hace años visité a La Morena para implorarle el milagrito con mi morena, les contaba ayer, y que para llegar hasta el pie de la tilma cometí la temeridad de abrírmelo (el paso) en la selva virgen, o casi, del invasor. Hoy, la noticia: los vendedores mantienen copados (¿capados?) atrio, basílica y anexos, y que sus puras criadillas han frenado el avance de una tal Plaza Mariana. Sigo la crónica de mi aventura, que fue desventura:

Que implorando el milagro de salir con vida de la turbamulta de tenderetes miré el retablo del Divino Rostro, pero el ingenio de los imagineros: al alterar el ángulo de visión y gracias al artificio de unas placas de vidrio, el Divinó se transformó en La Morena. Al persignármela, un meneo del cogote y ¡tíznale!, el rostro bobalicón de Juan Pablo II. Bueno, pues, de perdida Ante el bobalicón y presunto beato dibujaba la cruz, cuando, al mover el pescuezo, válgame, me la estaba persignando frente a un anuncio de Sabritas patrocinador de la gira papal. Por último, apareció la imagen de San Juan Diego, del Niño Fidencio o el Ánima de Sayula. ¡No, era Bush! Sentí el amago de vómito. Dios, tú,ausente en toda esta industria del fervor inducido…

Di tres pasos de lado, y empujado por la multitud de penitentes como yo me fui sobre el tenderete de medallas milagrosas y juanpablos de yeso, producto chino (concesión y licencias vendidas en dólares por Norberto Rivera, político y cardenal). De repente, entre santitos de yeso: ¿y eso? ¡Una taponadura total de la vía dolorosa (los 46 centímetros que se abrían en la jungla de tenderetes), generada por los peregrinos que venían en sentido contrario! «De San Cirindanguillo el de Enmedio», me informó el de la cotorina. Alientos acedos, ácidos alientos. «Y cómo fregaos no, si llevamos desde oscura la mañana bien taponiados». «Ah, estreñimiento. ¿Cenarían tunas?» «Taponiados, que ni para atrás ni pa adelante, aguantándonos el hambre y las ganitas de desfogar». «¿Vienen a dar gracias, a implorar algún milagro?» «Todavía en la mañana veníamos a rogarle a La Morenita que nos chispara al ratero que nos impuso el PRI. Más tarde le pedíamos el milagro de que esta cola avanzara. Ora sólo le suplicamos que nos ayude a salir de aquí.»

Y ándenle, que de repente y a gritos, la ventrudita: «¡Chencho, aquí el bogotonzón este se me trepó a la cola y me la está empuercando!».

– ¿Yo? ¿En semejante apretura?, protesté. ¿Podría yo propasarme sexualmente con usted? Ni cómo subir la mano y ponérsela donde dice, vea.

– ¡La cola del vestido, no se haga que la Virgen le habla!

Blanco, nupcial. Uno de mis botines, pisándola. En la apretura logré alzar el pie el tanto de 4 cms. El Chencho: «No se apene, mi señor, es que la Concha está muy sensible». Y con razón. Según esto, se casaron ayer, y se les ocurrió pasar el estreno cerca de la Patrona. «En un hotelito de allá enfrente». Y que llegaron al cuarto y se encerraron, y órale. «En los mameyazos, mi señor, ¿pues no sale del cuarto de baño el ambulantaje? Que viagra con sabor de grosella, y que globitos de Taiwán, fayuca legítima, éstos no se pandean con el trabajo sucio ni la obra negra». Y que el acto fallido lo fueron a rematar bajando las escaleras, en un recodo de la planta baja. Al salir, aquello todo inundado. «Pero si no es tiempo de lluvias». «Inundado, pero de ambulantes, que ni cómo agarrar rumbo a la central camionera. ¿No, Concha…?»

Y acá seguíamos la runfla de peregrinos, jadeos, tentaleos, pujidos y restregones. ¡Y aquella piel desnuda en mis manos! Suavecita, sin celulitis, pero lástima; de machín. » ¡Y bien macho, sí señor! Mas que me vea en cueros no pensar mal». Resultó ser un prófugo de los baños públicos: «Allá enfrente. Yo entré a mi regaderazo semanal, y ya en cueros iba al vapor, cuando en eso sésgale, el chisguete frío en pleno lomo y partes retrógadas. Un limpiaparabrisas, intentando lavármelas. Y que parto carrera, y al tratar de regresar, la apretura, y yo, nalga vil, aguardo que se haga de noche, pa su».

«Yo pior, qué bochorno (el panzón): Ahí, en los sanitarios públicos, pagué, entré, y ya me disponía a hacerlo como Dios manda, cuando ahí enfrente la chava: «Productos higiénicos y otros rollos, patrón, pruébelos sin compromiso. Supositorios para ayudar a evacuar. Oferta». Mis valedores: 4 horas más tarde lograba yo arrodillarme a los pies de La Morena. Y ocurrió que al mirarla, ¿pues qué? ¿No se alegraba con mi presencia? ¿Por qué tal dolor en su rostro? Miré en derredor: a gritos y manotazos, una turba le exigía el milagrito: «¡Que saquen del tambo, patrona, a nuestra patrona..!»

La Barrios. En las pupilas de La Morena la furtiva lágrima. (Dios…)

Yo, penitente…

Tres veces han frenado los ambulantes el arranque de la Plaza Mariana…

Noticia del domingo anterior, mis valedores, que de inmediato me remitió al incidente de hace años, cuando se me ocurrió ir a echarme a los pies de La Morena, sin sopesar, aturdido de mí, los riesgos que implicaba la noticia:

Unos 3,000 vendedores ambulantes copan la Basílica de Guadalupe y la Plaza de las Américas. Ya invadieron totalmente el deno minado Puente Papal, con cuya actitud impiden el paso de las incesantes peregrinaciones. Se hallan instalados a las puertas del atrio, pero burlan la vigilancia policiaca y…

Y lástima, porque me tuve que quedar sin el milagrito del que andaba urgido por esos días. Y es que aquel día para mí desdichado, muy de mañana, me disponía a viajar hasta el pie de la tilma milagrosa para contarle ala del Tepeyac mis congojas de amor, y que La Morenita se lo ablandara a mi morenita, su corazón, cuando ahí, macabrona, aquella noticia que por la repetitiva ya no debería sorprenderme, pero sí ponerme sobre aviso:

Los nutridos grupos de peregrinos tienen que entrar ahora por las puertas laterales del lado oriente. Por el frente resulta imposible…

Que por el frente, imposible, mucho menos por atrás. Y yo no. Si no es por donde Dios manda no, y si ante una plaga que padece en carne propia como es la de los ambulantes, La Morena no ha intercedido ante Dios para el imprescindible milagro, menos va a conmoverla mi achaque de amor. No. Que la Patraña siga sufriendo a los siervos de la Barrios, la Rósete o la Sánchez Rico. Allá ella. Yo no. Cómo, si aún recuerdo, y quedé escarmentado, cuando me vi a las puertas, si no de la muerte, sí de la basílica, trauma del que aún no me repongo. ¿Y ahora vivir de nuevo la pesadilla? ¡Nunca! Me acuerdo y miren: se me pone la carne de gallina. Fue ahí, en el blanco diván de tul, cuando aquellos calambres, los estremecimientos. Ariel Mojarro, psicólogo:

– Bueno, sí, pero cálmate y deja quietas tus dos carnazas, que ya me echaste a perder tres agujas y se chorreó toda la ración de tranquilizante. Menos mal que reaccioné a tiempo y como se pudo logré canalizártela por vía de lavativa, papá. Y ahora sí, calmadito y sin calambrinas, me vas a relatar tu experiencia traumática de la basílica y sus beneméritos ambulantes.
Y sí, ya amansado por el tranquilizante, fui relatando al psicólogo el episodio que ahora cuento a todos ustedes, cuando aquella mañana de miércoles allá va este penitente. Penitente, sí, ¿por qué no lo pensé 100 veces? ¿Por qué no medí el grado de dificultad? ¿Por qué no reculé a tiempo? Porque ocurrió que para llegar al templo primero tendría que atravesar la avalancha, la arribazón, el tsunami de puestos y tenderetes del ambulantaje, que se había apoderado de la zona sagrada: millares de exvotos, jaculatorias impresas, milagros de plata imitación solohoy, bulas, cromos, rosarios, escapularios, velas de ceray de parafina, la veladora y el cirio pascual, oraciones en cartulina color magenta y esos retablos piadosos en rabioso technicolor y en la proporción consabida: del total de existencias se ofrecían juan-diegos hasta en un 2 por ciento, cristos y sagrados corazones, un 3 por ciento más, y un 4 por ciento de últimas cenas; por cuanto a los cromos de la Guadalupana, hasta en un 36 por ciento del total (barata de quemazón) el 55 por ciento restante, y con sobreprecio, Juan Pablo II, Dios. (Dios no en remate, sino como simple exclamación). Temerario imprudente, la escalofriante visión del ambulantaje no me arredró. Yo, enfervorizado y ansioso del milagrito, anhelaba acercarme hasta La Morena, de modo tal que después de persignármela y encomendarme a Dios, allá voy: dos, tres pasos y me engulló aquella selva virgen, o casi, de cubiculitos entoldados donde los cubiculotes del ambulantaje expedían, expedían y expelían su religiosa mercadería mientras a 2 mil decibeles:» ¡Mi camisa negra, como tu alma y tu calma!» Algo así, Santo Niñito…

Pistojeé para todos lados: qué había sido de mí, náufrago en el apeñuscadero de aquel zoco en pleno hervor. Me azoré, me la volvía persignar, y por el senderito que los tenderetes permitían al romero (vía dolorosa, de 35 a 70 cms. de anchura) comencé a avanzar así, miren, de ladito y conteniendo la respiración, sin saber de cierto si entre el apretujadero ya me iba o ya me venía. Dos, tres pasos al frente, y los juandiegos rozábanme el frente mío, mientras los retablos del Pocito me escoriaban el pocito. Horror…

Faltándome el aire y ahogándome entre tufaradas de rancios alientos y emanaciones de pocito santo, traté de orientarme por el sol, pero allá arriba toldos nada más, y aquella parda rajuelüla: smog. Ave María. Y el ingenio de los imagineros: en un retablo miré la imagen del Divino Rostro; quise, del fondo del corazón, que me libertase de la vorágine, pero al cambio en el ángulo de mi visión y por el artificio de ciertas rejillas de vidrio, ya el Divino Rostro era… (Mañana.)

¡Bendije a Manolo Sahagún..!

Ayer les contaba, mis valedores, que de la farmacia tomábamos La Maconda y yo, ella con su paquetote de medicinas y yo con mi paquetito. (Supositorios.) Al subir las escaleras, el apretujamiento de vecinas nos estorbaban el paso y válgame, todo fue descubrirnos al pie de la escalera y ándenle, se nos dejó venir el tsunami que, de regreso del tianguis, nos aplastó con sus canastas, bolsas y bolsones. Y la estridencia, la escandalera de voces alborotadas. «Ahí compermiso», dijo la Maconda, y friégale:

– ¡Miren quién llegó, muchachas, hablando del rey de la Roma..!

Y válgame, «las muchachas», crispación y violencia:

– Y todavía la seño nos llega muy exigente; que se lo abramos, el paso.

La interfecta: «Oigan, pos qué se traen…»

– ¿Que qué nos traemos? ¡Orita le decimos qué nos traemos! Pujidos, resoplidos: «¡Mire usté, neo-panista de miércoles, el pinchurriento mandado que alcanzamos a comprar con la chamba que Fox le dio a nuestros viejos, a los que chamba les tocó! Y él necio con embombillárnosla más adentro, su campaña del ‘cambio’. ¿Así agradece a los que se lo aprontamos, el voto?»

Yo, atrinchilado entre canastas básicas: «¡Pero sus huevos qué culpa tienen, señora, y se le van a romper! ¡Y sus pepinos, que me los incrusta en la oreja! ¡Y ultimadamente reclámenle a la neopanista, que fue la propagandista de Fox! ¡Y ustedes, que le hicieron caso! No pensarán que yo le di mi voto, ¿verdad? La Maconda, en cambio…» (¿Y ella? ¿En qué momento se escabulló?) En la pelotera la Bicha me badajea aquel como instrumento de granadero, no prieto como el tolete, sino amarillo; un plátano macho. «Que me araña las niñas».» ¡A las de Juárez las violan y matan a puñaladas. A nosotros nos viola Fox con sus falsas promesas para luego matarnos de hambre con su crecimiento anual ‘del 7 por ciento’! ¡Aquí llevo las promesas de Fox, mire!»

– ¡Su papayita me está pegoteando la cara! ¡Retíreme su mamey ¡Y usted, tía Conchis, me está restregando sus dientes en los mostachos..!

Dientes de ajo. A lo desesperado buscaba a La Maconda, pero ella, andavete; abandonó el barco que hacía agua. Yo, náufrago del Titanic cimarrón: «Me repega su chambarete. Su retazo con hueso, señora». En mi parte trasera aquel nabo doble ancho. «Sésgúele». Y doña Tintorera, 200 arrobas embijadas de sudor, que se me vinieron encima.

– Que me apronta su rabo en la boca, señora, y apesta muy feo». Rabo de cebolla. Sentí el apachurrón en mi paquetito;» ¡Ya me lo hicieron mermelada de supositorios!» Y el embarradero.» ¡Mire lo que van a comer mis chamacos pa que la Marta puros calzones marca Rubistáin..!»

Y tíznale, con el bolsón. Y el empellón, el caballazo, la altisonancia contra Fox, contra Marta, contra La Maconda. Contra mí, el linchamiento. Yo, quijote patético, salí en su defensa; neopanista, pero mujer. «La Maconda qué culpa tiene de que unos aturdidos le hayan creído sus campañas de propaganda a favor de Fox! ¡No me lo estrujen!» » ¡Pa usté también tenemos, que no denunció a tiempo el desmadre! ¿Qué fue del remedio a la pobreza, a la inseguridad? ¿Y el empleo para todos? ¡On tan mi volcho, mi tele y mi changarro?» Y que me la jalan, la camisa, y que se me vienen encima, y que intento escabullirme:» ¡Y usté, que no denuncia a Fox en Alarma

Cómo aclarar, en pleno linchamiento, que es METRO, no Alarma, Pero Dios es grande, ni duda; en eso, desde lo alto de la escalera, La Maconda: «¡Yujuy! ¡Paquese les baje la calentura, vénganse al agua fresca..!» (Dudas, reticencias.) Y lo que de veleidosas tienen las turbas en el linchamiento: vi que aceptaron la invitación de La Maconda, treparon las escaleras rumbo a su depto. y entraron a tropel, donde a porta gayola y con ollón de este pelo recibió a las linchadoras: «?rale, mis muchachonas, a refrescarse la hormona».

Se la refrescaron. «Pa bajarse la muina, ¿no?» Y que mmm, fresquecita, y es horchata, y que se vale repetir. Sabrosa. Una y otra vez. Y la plática, mansa como manso río. Salucita. Me sorprendí repitiendo las palabras de Fox (¡y las creía!): «Gracias a nuestro trabajo para combatir la pobreza hoy las mujeres, los indígenas, los campesinos y las familias de nuestras ciudades, que por años fueron marginados y olvidados, cuentan con todo nuestro apoyo real para salir adelante. Hace 10 años, una persona tenía la posibilidad de elegir entre 50 marcas de automóvil; hoy puede elegir entre más de 700 modelos». Y aquellos regüeldos a la horchata. Nos fuimos yendo por esa puerta. Felices. Sonrientes. De la habitación salió la vocecilla tipluda, iracunda, de la de Silao:

– ¡Hija, ya no aguanto los nervios!¡ Qué pasa con mis tranquilizantes!

¿Sus qué? Con razón la horchata me supo agarrosa. Pero qué importa; esa mañana sonreía, canturreaba, bendecía a Fox. ¡A Marta! ¡Al Manolo! (Tíznale!)

Quitapesares

Mis valedores: la felicidad. ¿La conoce alguno de ustedes? ¿La ha experimentado por estos días? Ya escucho el retobo del impaciente, que me la va a interpelar:

– Ándale, tú, quezque la felicidad. ?iganlo, se los vendo. ¿Algún aturdido habrá en este país que pueda conocer la felicidad mientras respire el mismo aire del mismo mundo de Los amigos de Fox, Fox y su Marta Sahagún, los hijos y toda la parentela de Marta Sahagún, Arturo Montiel, los hijos de Arturo Montiel, la madrastra de los hijos de Arturo Montiel, el apostador Creel Miranda, el cochino fondo de doña Carmen Segura (fondo para desastres naturales), el helicóptero del amor del gobernador de Morelos, Sergio Estrada Cajigal, y toda esa chiquillada de corruptos de tono menor como son los Imaz, Quintero, Bejarano y Sosamontes, Jesús Ortega el talamantero y los agentes de la PGR narcos, torturadores y asesinos? ¿Feliz uno que viva en el México del Fobaproa, el PEMEXGATE y el modelo neoliberal, teniendo que vivir, sobrevivir, en un mundo que toda esa cáfila de sinvergüenzas han tornado cloaca, alcantarilla y canal del desagüe? No, bigotón: entona romanzas, baladas, loas, pero no odas…

Y que feliz en el sexenio de Fox sólo un Carlos Slim o, de plano, alguno enfermito de su razón. Y yo contesto al de la interpelación:

– Me la va a perdonar, pero ayer fui feliz; totalmente feliz; completamente. Media mañana conocí la felicidad, y eso, a muchos les consta, no es poca fortuna. ¿Que quién me proporcionó semejante felicidad? Pues claro, sí, por supuesto: una mujer. ¿Qué si fue mi Nallieli? No, esta vez fue nada menos que la señora viuda de Vélez. Sí, La Maconda. ¿Que es viuda y jamona, que ya no se cuece al primero, que unos kilillos de sobrepeso, y de pilón reaccionaria, neo-panista y adoradora de Diego el barbón? ¿Que a cada rato se trenza en concertacesión con mi primo el Jerásimo, licenciado del Revolucionario Ins., para que a la hora de los remordimientos vaya a buscar la querencia del político golfista, gourmet catador de vinos finos y obispo en sus ratos perdidos, uno de nombre Onésimo Cepeda? Pues sí, ella fue la hechicera que con su filtro encantado me dio la felicidad, y esto lo digo no para despertar envidias ni por dárselas a desear. No, no, cuál adúltero, cómo que desleal. Mejor entérense de la historia, y después hablamos.

Fue ayer, a media mañana. Por mera casualidad La Maconda y yo coincidimos en la de Dulces Nombres, medicinas de patente, y yo con el mío así de pequeñito y ella con el suyo así de grandotote enfilamos rumbo al edificio de Cádiz. Mi México, en calma, su aspecto habitual y el rostro del diario: sobre nuestras cabezas el helicóptero hasta la caramba de torturadores de la AFI, unos con sus cortas y otros con sus largas, de alto poder; sobre las azoteas, aleros engrifados de «cuernos de chivo», y perros rastreadores con madrinas atados a la trailla; acá, a ras de suelo, una manada de patrullas aullando como parturienta con el chamaco atravesado. Yo, aquella corazonada…

– Chiquito el suyo -maliciosa, suspicaz, La Maconda. Yo tragué saliva.

– Usted, en cambio, prefirió uno doble ancho, tamaño familiar…

– Para mi madrecita, que ya muy enferma me acaba de llegar desde Silao y está en cama la pobre, con su sistema nervioso hecho garras, al grado de que el doctor le recetó unos calmantes que son los más potentes del mercado. Como mi madrecita se regresa al terruño, de una buena vez le compré la dotación de varias semanas.

Siguió observando el mío, y la sonrisilla de burla. Mentí:

– Unas ampolletas para mi primo el Jerásimo. (¿Revelarle que era mi dotación de supositorios?) Y allá veníamos a buen paso. De repente, a 3 mil decibeles en la radio de aquel changarro que en la fachada lo proclamaba: «Sanitarios 2.50, sea del uno o del dos»: «México, ¡ya cambió! Y si seguimos por este mismo camino…» La ráfaga de viento helado. Instintivamente me arrimé al calorcito de La Maconda. Su sonrisilla coquetona:

– Me extraña, bigotonzón, y me la vas a perdonar, pero como anda siempre en la vil chilla, yo hubiera jurado que a usté se lo surte el doctor Simi.

– ¿Yo, dejarme chamaquear del tío del Niño Verde? El y toda su raza, cáfila de traficantes de medicinas «similares»? Yo, de ése, nada. Pobremente, pero yo medicinas de patente o chiquiadores de ruda. Del doctor Simi, nada de nada, señora.

– Le echáramos porras para que llegue a la presidencia, ¿no?

– ¿Qué? ¿Qué fue lo que dijo? Un presidente «similar», ¿se imagina?

Y a Cádiz. Pero ándenle, quién iba a imaginar… (Eso, mañana.)

¡Milagritos no..!

Yo no quería que Juan Diego fuese canonizado, mis valedores,yal menos sé de otro más que le huía a los altares. ¿Quién? Adivínenlo en la crónica del Nican Mopohua:

El martes, muy de madrugada, se vino Juan Diego de su casa de Tlatilolco, y cuando venia llegando al camino que sale ¡unto a la ladera del cerrillo de Tepeyácac, hacia el poniente, por donde tenia costumbre de pasar, dijo: «Me voy derecho, no sea que me vaya a ver la Señora».

Pero ahí salió a su encuentro al otro lado delcerro y le d¡jo:u¿Qué hay,hijo mío el más pequeño? ¿Adonde vas?»

Niña mía, voy a causarte aflicción: voy presuroso, Señora, porque está enfermo un tio mío, Juan Bernardino, y voy a llamar a un sacerdote.

(Hasta aquí el Nican Mopohua, pero finjan ustedes que el documento continuó según la fabulilla.)
Pero ahí siente Juan Diego, como escalofrío,que la Señora del cielo mirábalo con su modo de mirar, y que leía en lo profundo de su ánima. Avergonzado de su mentir, Juan Diego clavó una rodilla en tierra:

«Y cómo engañarte a ti, Niña mía, cómo engañarte. Has de saber que de intento torcí mi andadura para hacérteme el perdedizo, por lo que ahora te he de decir: anoche mi tío Juan Bemardino, en sus delirios fiebrosos, tuvo una a modo de revelación-, de súbito, como extraviado, al verme llegar se me quedó observando como si no conociérame, y pegando un gran suspiro, clamó y dijo:

» ¡Dichosa la mía semilla, y bienaventurada mi sangre, porque aquí mi sobrino Juan Diego llegará a los altares..!» Sus ojos. Niña mía, fulguraban.

(La Señora del cielo, mansas pupilas, miraba a Juan Diego y sonreía…)

«Entonces me eché a dormir, pero no dormía. ¿Yo a los altares? Eso quiere decir que la Niña mía del cielo va a convertir el desierto en rosas, y las rosas de la tilma en el milagro de su Imagen del Tepeyácac, y que al prodigio la cristiandad va a edificar capillas, ermitas, templos y basílicas a la hora y gloria de Dios y su Madre santísima»

(EUa, sonriendo, le extendía sus brazos.)

«Lo supe entonces: de todos los rumbos de la rosa van aacudir hasta ti romeros y suplicantes, pero también un pontífice reaccionario y dado a los viajes, que en una de esas va a contemplar a mi pobre México sambutido hasta el pescuezo en la pobreza global, a una comunidad flagelada, castigada por el modelo neoliberal, y un descontento que amenaza tronar no como el cambio pacífico de una ciudadanía que aprendió a pensar y crea la estrategia para darse un gobierno al que obedecer como su mandante, sino como las masas saben estallar: a lo espontáneo, a lo inútil. «Ah, no, ¿revolucioncitas a mí?» Y el Papa va a urdir el truco de darles un batoun beato, más bien- y luego un santito que sirva de pararrayos a la cólera de mis paisanos. Yo, Niña mía, mirándome de santo reaccionario intentaba dormir, pero el sueño, andavete, Señora del cielo».

(Vio entonces, o afigurósele, que se añublaba el mirar de la Niña…)

– Y así, Madre mía, presentí que mi expediente, que en cosa de cuatro siglos había dormido en santa burocracia el sueño de los justos y de los beatos, de repente iba a levantarse y a andar, de suerte tal que en el amanecer del siglo XXI estaría yo de las de acá, en mi nicho de santo de palosanto…

» ¿Y tal presentimiento atribula tu pecho, hijo mío el más pequeño?»

«Y cómo carambas no, con perdón. ¿Tú conoces a mis paisanos? ¿Te imaginas al más pequeño de tus hijos tieso en su nicho, con la marabunta de penitentes a mis pies -a mis sandalias-, exigiendo de Dios, por mi beatífica intercesión, lo que hoy exigen inútilmente al gobierno? Por un momento imagínalo: santito Juan Diego, que Dios obligue a Vicente Fox a cumplir su promesa de cambio. Santito, protégenos del neoliberalismo. Que se detenga esta locura. Santito Juan Diego, qué vamos a hacer. Ya más no podemos. Te rogamos, óyenos. ¿Te imaginas, Niña mía del cielo…?

Fue por eso, Niña mía. Para evitar que los paisas, a lo inmaduro, sigan delegando; por forzarlos a asumir el papel histórico que les corresponde; por eso fue que traté de hacérteme el perdedizo. Niña amantísima, tú has de perdonar ala más pequeña de tus criaturas, pero…

¡Santo no! ¡Todo lo que quieras, Niña del cielo, pero Santo no…!

La de Guadalupe, entonces, juntó sus dos manos, ladeó su cabeza, en suspiró y parece que sus pupilas se rasgaban. Y así se nos quedó en el Milagro.

(Obsérvenla.)

¿Te enchufaron la picana..?

Les conté ayer, mis valedores, que la curiosidad por conocer la picana instrumento hoy felizmente desterrado de los métodos policíacos para hacer confesar al sospechoso de ser sospechoso de algo levemente sospechoso, me llevó a solicitar de mi primo el Jerásimo, licenciado del Revolucionario Ins., una entrevista con algún judicial o de la AFI, por si de casualidad había oído hablar de la tortura y de uno de sus instrumentos científicos, la picana El Jerásimo me condujo hasta el cubil de su amigo, de la AFI, a donde llegamos por un corredor que da a un sótano que da a un socavón que da en las narices con su aliento pestífero a humedad y desechos hu manos. De casualidad conocía la picana «Señor: ¿cómo fue introducida a nuestro país?»

– Por atrás, como siempre.

– Su forma ¿de cautín, de rasuradora eléctrica? ¿Se enchufa a la corriente? Si es de pilas, ya oigo al judicial a medias de una sesión justiciera: «Ay, en la madre, güey, estoy operando con las baterías bajas. A ver, madrina Chilaquil, váyase de volón a la farmacia Cristo Rey y cómpreme un juego de repuesto, o el juego va a ser aquí para mi sospechoso. ¡Y tú, jijodiún! ¿Por qué te quejabas, si apenas te estaba haciendo cosquillitas en el aquellito..?»

¿Son de fabricación nacional, se consiguen de fayuca en Tepis Company? ¿Cómo se dice picana en inglés? ¿Y en hebreo? Si son chinas o japonesas traerán radio, calendario y despertador. De ser made in México, cuando fallen habrá que usarlas como marro, ¿no? » ¡Habla carbón, o te deshago la choya apicanazos..!»A la acción de utilizar la picana ¿cómo se le llama? ¿Picanear, picanizar? ¿Algún modismo vernáculo? Ya que se inicia la primera sesión de tortura del día ¿la picana la consiguen mediante vale en el almacén? ¿Dejan importe? ¿O tal vez cada elemento de la Justicia tuvo que agenciarse su propio instrumento? «Híjole, manís, qué chillada comprastes, me cái. No que la mía ya no pasa la verificación, menos el alcoholímetro, güey. ¿Y con qué suertudo la vas a estrenar, güey?»

Cuando una picana se descompone, señor, ¿cuentan ustedes con un técnico especialista en reparación de picanas? O a lo mejor se la llevan al técnico de la esquina «Ándale, maestrín, que dejé a mi sospechoso ora sí que en están bai» «No, mi comanche, yo sólo sé de picadoras de fruta y batidoras de huevos». «Ah, ¿y esta no lo es? ¿Quieres comprobarlo? ¿Ah,verdá,güey…»

¿Las picanas son lavables? Ya que se terminó de impartir Justicia, ¿hay que pasarles una franela con aceite, con alcohol? Sí, usted sabe: moquis, cadejos de greña saliva sudor, caspa cachos de cuero cabelludo, sangraza heces fecales, esputos -no de los que usted cree. ¿Ronronean como gatos satisfechos? ¿Chillan como gatos en celo? ¿Parecen llorar, pujar, lamentarse o suenan como un bramido, en contrapunto con el bramido del sospechoso? ¿Tiene punta de forma adaptable a senos, axilas, orejas, lengua vagina vulva ano, testículos? ¿O son testículos y ano los que han de adaptarse a la punta de la picana? Al accionarla señor de la AFI, ¿vuelve de lado su rostro? ¿Traba las quijadas? ¿O la acciona a lo artesanal, como quien trasquila borregas? Cuando picanea mujeres, ¿se excita, suspira, le da por lo sentimental? ¿Recuerda usted si de niño recibió besos de su madre? Al término de un día de labor y ya rumbo a casa, ¿tiene, aguardándolo, una Nallieli que le bese esa mano que sostuvo la picana? ¿Tiene un Tomás primogénito? De tenerlo, ¿puede mirarlo a los ojos? En la noche, señor, ¿puede fundirse carne a carne con su amantísima? Luego…¿dormir? De dormir, ¿sueña? De soñar, ¿qué clase de sueños? Dice Fox que en México se desterró la tortura y Fox nunca miente. ¿Entonces? ¿Cuántas picanas calcula usted que han quedado fuera de servicio? Ahora que están ya en desuso, ¿no se pudiesen aprovechar para algún otra actividad? Pirograbado, tal vez. Como vibradores Consoladores. En fin.

Mis valedores: el de la AFI, que hasta entonces me había escuchado en silencio y atejonado en las sombras, de repente se me vino encima, me prendió del pescuezo superior, me atenazó con los brazos y me descoyuntaba las vértebras. Yo, la asfixia.» ¡Orita contesto tu interrogatorio, carbón!» – – ¡Au… áu… gilio… Gegágimo..!

En fin. Al rato me reponía en el sillón de la estancia. Trasudado, tembloriqueando, la cara estremecida de tics, con manos temblonas afianzaba el pocilio de tila con cuachalalá que me aprontaba mi única. «Pobrín de mi amor. ¿Pues a dónde lo llevó usted, licenciado Jerásimo?»

El cual me miraba y sonreía, el muy burlón: «Si nomás lo llevé a la cárcel clandestina que el gobierno ha puesto al servicio de esta colonia Tu reportaje sobre la picana, bigotón, ¿cuando sale en Alerta? Yo conozco la técnica del Yaraguán, y… Te la enchufó, ¿verda? Su picana». Y sonreía, el muy… (En fin.)

¿Hipocresía, desvergüenza, cinismo..?

¿Cómo calificar la reciente declaración del que es cabeza (de vaca) de la Procuraduría Gral. de la República? La tortura y posible asesinato de los cuatro «zetas» mostrados en el video «jurídicamente no fue tortura, porque los agentes torturadores de la AFI actuaron por cuenta propia…» Mis valedores:

Yo sí le creo al Procurador: no fue tortura, porque esa práctica ha sido erradicada de la policía. Hasta con 10 años de prisión se castigará a elementos de la policía a los que se les compruebe prácticas de tortura, advierte el Código Penal, y el Diario Oficial: La tortura, como un sistema para obtener declaraciones de personas involucradas en delitos del fuero común, acabó en las Procuradurías. Ya no se utilizarán recursos como la picana…

La picana. Del nombre tuve referencia, por primera vez, hace algunos ayeres, por cierta foto del vespertino, y qué foto: veinte, treinta uniformados se desplazaban por media calle de una ciudad semidesierta, fantasmal, mientras portaban en las manos pértigas de hierro. Y el pie de foto:
Policias con macanas eléctricas se dirigen a levantar el plantón que mantienen las mujeres en demanda de agua. Se utilizarán picanas…

Picanas, una vez más, esas que en mi país

han dejado de utilizarse como instrumento fundamental de la investigación científica para que la Justicia prevalezca y resplandezca, como hoy mismo resplandece. Picanas. ¿Cómo serían las picanas, qué forma tendrían, qué dimensiones? Hace tiempo me di a visitar reclusorios, y al dialogar con internos recién salidos de las manos policiacas observé las mataduras de algunos órganos recién chamuscados, donde el sadismo cebó su virulencia demencial, enferma, patológica. «Rastros de la picana», me decían algunos internos, y yo:

– ¿Pero qué es la picana, cómo funciona, cómo quema la carne?

Ellos torcían la cabeza clavaban la vista en el piso y no respondían. Yo, entonces, ante la noticia de que en nuestro México se desterró la tortura, y con ella la propia picana, sentí la malsana curiosidad de indagar sobre el ya anacrónico instrumento de tortura y recurrí a mi primo el Jerásimo:

– Tú, como licenciado del Revolucionario Ins., has de conocer las corporaciones policíacas, y aun alguna de las inexistentes casas de seguridad…

(Facilísimo). «Vamos a la de aquí ala vuelta».

Tomé mi grabadora: ¿qué clase de casa sería, si yo nunca he visto ninguna que me resulte sospechosa más allá de la leonerita y el burdel clandestino? ¿Pero a dónde me llevaría el consanguíneo? ¿A una casa de seguridad, a un centro de arraigo? ¿A dónde? Me la persigné. Obre Dios.

Y sí, al rato entrábamos a un corredor que da a un sótano que da a un socavón pestilente a humedad y desechos humanos que tomé por estacionamiento en desuso y resultó ser la cárcel clandestina que la Justicia asignó a mi colonia. De entre las sombras y la pestilencia del cubil emergió una figura levemente humanoide. «Aquí te lo dejo, Bruslí. Neoco-munistoide, pero inofensivo». Y que se retiraba a ponerse a las órdenes de un tal Madrazo.

Yo, al madrazo del temor: «Oye, no, espérate». Se esfumó. Descompuesta, mi voz:

– La picana, señor, ¿pudiera hablarme de la picana..?

– Y de cuerpo presente, mono. ¿Qué, aguantas que te la enchúfemos en el asterisco pa que la vayas conociendo? Porque me estraña que no la conozcas…

– Yo de los símbolos justicieros de mi país sólo toga y birrete conozco, y aun leyes diversas y los edificios de las procuradurías, pero signo ignorante acerca de ese entrañable tuétano de la Justicia que es la picana, hoy ya descontinuada. ¿Cómo es, cómo era la picana, señor?

– Me estraña. ¿Uno con facha de ficha no conoce la picana? No mames.

– ¿Cómo fue introducida en México, señor..?

– Por atrás, como siempre, y ya encarrera-da se siguió con los aquellitos.

– ¿Fue introducida por alguna de las corpo-raciones policíacas extranjeras que operan en este país soberano, independiente, libre y autónomo? ¿Asesores de Estados Unidos, Inglaterra, Israel? Es para un reportaje…
– ¿Pal mero rey de la hemoglobina, la moronga, la nota roja, o sea López Dóriga? Porque yo pal Salinas Pliego como que no; ese me da un así como que asquillo, la verdá… (Eché a andar la grabadora.)

«Qué forma tiene la picana, señor? ¿Es como un cautín de soldador? ¿Como rasuradora eléctrica? ¿Es portátil o se enchufa a la corriente? Porque si el instrumento es de pilas, ya parece que oigo al judicial en el momento en que la picana en la diestra y con la zurda limpiándose el sudor, interrumpe la labor justiciera:» ¡ Ay, en la madre, a esta madre se le bajaron las pilas! A ver, tú, el madrina, te me vas de volón a la farmacia Dulces Nombres y me compras un juego de repuesto. ¡Y tú, jijodiún…» (Eljijodiún, mañana.)

Sepulcros blanqueados

Tartufos son, y simuladores, que ante la atroz pandemia del SIDA fingen interesarse y colaborar (¡orar!) en el «alivio» de esos millones de desdichados que tal vez a esta misma hora agonizan en Africa y Latinoamérica, principalmente. Gesticuladores son, el Papa de Roma a los obispos del mundo. Y si no, a los pruebas:

El Día Mundial de Lucha contra el SIDA (lo. de este mes) lo proclamó Joseph Ratzinger, pontífice: «Yo me siento cercano a los enfermos de SIDA y a sus familiares, invoco para ellos la ayuda y el consuelo del Señor, y aliento las numerosas iniciativas promovidas para acabar con esta enfermedad…»

¿Ah, sí? ¿Y no era Ratzinger el Gran Inquisidor cuando Jerónimo Prigione, nuncio del Vaticano en nuestro país, se engrifaba de indignación?

Me indignan las promociones que se han hecho para el uso del condón. Es darle medios a los jóvenes para que se sigan revolcando en el lodo…

¿No era ya (todavía) inquisidor cuando los aspavientos de un José Melgoza, obispo emérito de Ciudad Nezahualcóyotl?

¡Para la Iglesia, el sida es un gravísimo problema de moralidad pública, y esto es lo que nuestro gobierno no quiere reconocer, y limita el problema al ámbito de la salud, imagínense…!

Pues sí, pero no, que el SIDA, como lo afirma el filósofo Mark Platts, «no es un asunto de moral, sino de salud pública».

Y que más allá de lo que la Iglesia Católica diga de nuestra conducta privada, la del SIDA es una situación conflictiva que las autoridades de salud pública tienen obligación constitucional de atender de inmediato. Y a propósito: ¿qué hacen las autoridades para detener la propagación del SIDA? Pero, sobre todas las cosas: ¿qué hacemos nosotros para no ir a dar de cabeza en la mortal pandemia? Todavía hace unos años la Organización de las Naciones Unidas solicitaba a la Iglesia Católica de nuestro país, dueña de un descomunal ascendiente sobre la gran mayoría de los mexicanos, que se sumara a la lucha contra el SIDA. La respuesta del alto clero:

Cd. del Vaticano: «La espectacular ceremonia presidida por el cardenal Otunga, que quemó preservativos en público, sigue siendo el símbolo de la actitud general de la Iglesia católica hacia este método profiláctico, confirmada por el criterio de los obispos del mundo entero». En México, los obispos:

«Contra el SIDA, castidad es el mejor remedio. ¿El condón? Mucha gente lo usa, ¿pero está permitido de acuerdo a la doctrina católica? definitivamente: el condón no es éticamente permisible. Para la Iglesia, bloquear artificialmente la transmisión de vida no es moral. La vida producida en una relación sexual no pertenece al hombre, sino a Dios». Además, el condón no sirve de gran cosa. La solución es la castidad en el matrimonio y fuera del matrimonio, aun si parece que va contra la corriente en una sociedad como la de hoy, que resulta pansexual.

Solución con la que coincide G. W. Bush, ese que es misticoide más que político, cuando el alto clero es mucho más político que amante del misticismo:

«Yo estoy a favor de la abstinencia, de la castidad y, en último caso, del condón».» ¿El condón? (Los obispos mexicanos.) ¿Para qué el condón? ¿Para seguir buscando el placer por el placer mismo? ¿No está fuera de las enseñanzas de Cristo? ¡La Iglesia rechaza el uso del condón, pues esto lo que hace es hundir en el fango a la juventud, en lugar de darle la mano a los jóvenes para que salgan del lodo! ¡Continencia! ¡Castidad! ¡Fidelidad matrimonial! Estas tres virtudes propuestas por la Iglesia son el mejor remedio para el contagio, porque son las propuestas del Evangelio para combatir el SIDA! ¡La grave amenaza del SIDA viene del abuso de la sexualidad! ¡Es una equivocación buscar el placer por el placer. El recto camino debe ser el uso legítimo de ese placer! ¡El placer sexual no debe verse como un fin, sino sólo como un medio hacia la paternidad o,la maternidad..!»

» ¡Usar preservativos y seguir haciendo el amor! Esto continúa siendo el método de nuestras autoridades. ¡Es una barbaridad! Intentan proteger la salud promoviendo el vicio. El amor, para ellos, es el gozo del placer, y no buscar el bien de la persona amada. El abuso del sexo es el que se ha convertido en un problema de moralidad pública, no de salud! Ahora que los enfermos de SIDA no deben convertirse en héroes, no lo merecen. Son seres enfermos. La homosexualidad es un verdadero crimen, y la Iglesia Católica rechaza a los homosexuales así como el uso del condón, fuente de prostitución.» La Unión Nac. de Padres de Familia, contra las campañas que intenta la Sec. de Salud:

«¿Dónde estarías tú si tu padre hubiese usado el condón..?»

Ad Majorem Dei Gloria. Laus Deo. (Dios…)

¡Los pendejos,nunca..!

Y cuánta actualidad, qué de simbolismos encierra el episodio mínimo, cotidiano y vulgar, que ocurrió hace algunos ayeres ante el ministerio público de algún barrio bravo de por los rumbos de Tepis Company, donde fueron presentados rijosos varios de vecindad, entre ellos un marido ofendido y el propio ofensor, todos tundidos a golpes. El agente del ministerio público:

– A ver, la de la mini: ¿a usted la moretearon en el lugar de la refriega?

– ¡Ta fácil! ¡A ese lo cuido más que a mi vida, si es el que me da de comer. Fue más abajito donde recibí la madriza. Acá, mire, a medio muslo.

– No es necesario, señorita, bájese su falda. Pero a ver si nos acabamos de entender. Cabo Gorgonio, ríndame ora sí que su parte de novedades.

– O sea: las nueve familias que ante usté comparecen, señor juez, en compañía de estos siete perros cómplices, estaban pero que bien trenzados y al unísono madrificándose, o sea: rompiéndose todo lo que se llama…

– Al agüelito este le tuvieron que meter siete puntadas en la Roja…

– Qué pasó, no me ponga en mal aquí con las damas. Fue en el cachete.

– A la señito que acaba de cantar la guácara le almenistraron medio litro de suero ora sí que glucosado, sólo que el médico de guardia, verdá, cayó víctima de acoso sexual por la jefa de afanadoras, y a la señito la tuvo que atender uno del escuadrón de rescate. No ha de saber mucho de sueros, porque se lo aplicó por la vía bocal, o sea por la boca, campechaneándoselo con sidralito pa rebajarle lo saladón. Item más…

– Pero aquí en su lista reportan una lesionada de gravedad.

– Ah, sí, una solterita. Ahí está en la patrulla, descansando y reponiéndose de su gravedad. Fueron cuatitos. Que nos invitan de padrinos a todo el escuadrón, y que va a haber bailongo, que a ver si no nos apretamos con el bolo. Usté dirá si los honramos con nuestra presencia, señor juez.

– ¡Mire a la vieja cusca!

– ¡Cusca la más longeva de tu accesoria, mendiga jiricuenta!

– ¡Sujételas, cabo Mamés!

– ¡No Mames, que a mi gorda ningún blue demon me la sujeta de las ésas! ¡Pa eso Dios le dio las otras, o sea las manos y los brazos! » ¡Y tú, Lugarda, desfiéndete! ¡Si hasta parece que te cuachalangan los agarrones del gendarme tripón!

– Ah, paisas, paisas, cuándo se les quitara lo paisas. Por lo pronto les voy a dar tambo a todos, ya mañana Dios dirá. Entiendan que su delito es muy delicado, porque con su conducta deshonran una entrañable institución mexicana como es la típica, la vernácula vecindad. Voy a aplicarles la ley por parejo, o sea que aquí se tiznaron todos, incluyendo a los guaguás.

– Momento, Su Señoría…

– ¡Eso, que hable el merolico! ¡Pásenle un cacho de estopa o de perdida un clinis pa que se limpie la sangre y
pueda frasear como Dios manda.

– Su Señoría, respetuosamente: ¿así que a nosotros, por léperos y broncudos, nos va usted a enchiquerar? ¿Por léperos y broncudos? ¿Por majaderos nos va a dar pa dentro? «El perro a los 15 días abre los ojos, ¡Los pendejos nunca..!»

– ¡Áhijuesú! ¡Cabo Chimeco, ¿qué no oye que están pendejiándome?

– No, cómo pasa a creer. Eso fue lo que en pleno palacio legislativo dijo al panista Toscano el priísta Nazar. Señor juez: ¿A nosotros castigarnos y los diputados rijosos libres e impúnicos? ¿Es eso aplicar la ley por parejo? Porque nosotros, los de la vecindad, nos dijimos insultos, pero si con la boca ofendimos, la boca fue la que nos pasamos a partir. Los de la «vernácula» vecindad no anduvimos insultando al amparo de ningún fuero, ni atrepellando ni ofendiendo el recinto legislativo. Y nos van a enchiquerar. ¿Estado de derecho, señor juez? ¿Pareja la ley? Su Señoría: si hay más dignidad en el recinto legislativo que en la «típica» vecindad, entonces nuestro delito es menor que el perpetrado en San Lázaro, y son los legisladores los que nos deben anteceder ante la ley, porque su delito, el de vejar, befar y empuercar los símbolos patrios, es mayor que el de nosotros, los de la «típica vecindad». Ora que si el nuestro es delito y el de elfos no, eso significa, Su Señoría, que nuestra vecindad tiene mucho más honra bajo techo que todo San Lázaro, y entonces no sea San Lázaro, sino la vecindad de Mecánicos y Tabiqueros, la que represente al país como su máxima tribuna, porque si analizamos…

– ¡Cabo Chilón! Responda la contundencia dialéctica del tolete, o a nombre de la punta de pendejos del Legislativo voy a acabar ofreciéndoselas aquí al merolico, mis disculpas, y al de los cuernos también, y a su adulterita y compinches de la típica vecindad, con todo y los que los abren a los 15 días, los guaguás. ¡Pero éitale, sésguele, que me salpica el terno de hemoglobina!

(Pa su…)

Tepis Company.. ¡y ya!

Mecánicos y Tabiqueros, el domicilio de la vecindad, pero antes de que nos metamos hasta el quinto patio, una aclaración: el suceso provocador de la fabulilla sucedió hace tres, cuatro años, cuando la di a conocer a todos ustedes. Pero ha ocurrido que de repente en la vida pública restalló el incidente que le regresa de golpe toda su actualidad. Y cuántos de ustedes, mis valedores de METRO, se habían quedado sin conocerla. Así pues…

¡Atención, todas las unidades de la zona! ¡Disturbios en la vecindad de Mecánicos y Tabiqueros! ¡Atención..!

– ¡A ver, a ver, silencio! ¡Orden en la sala o cantan macanas! Esos querellantes, ¿por qué fue el disturbio, o sea el broncón?

– ¡El méndigo de la playera hecha garras, señor juez! ¡Ese carbón fue el que deshonró mi hogar y enlodó ora sí que mi apellido! Hay testigos.

– ¡Méndiga la más venérea de tu cantón! ¡Suéltenme, que voy a acabar de partírsela como Dios manda! Facilíteme su fusca, mi buen blue demon.

– ¡Eitale, más respeto a mi investidura de ministro de la Justicia! ¡Vivimos en un estado de Derecho, o sea que cada broncudo va a declarar por riguroso turno. ¡A ver, cabo Chintololo, formándolos de uno en fondo!

– En fondo fue como aquí mi compadre el cornudito fue a agarrar a su digna consorte, y al otro, mire: como su madre lo parió, o sea.

– ¡A ver, usté, el del labio leporino!

– ¡Cuál leporino, si es un tabicazo a traición que me jincó por la espalda aquí el móndrigo este, chilango dejara de ser!

– ¡Chilanga la suya, que aquí el señor juez también nació en el DF!

– No me defienda, cabo Chintololo, y usté, secretario, tome nota del tabicazo. Vamos a ver: ¿oficio u ocupación?

– ¡Es padrote, señor juez, nomás mírele su pinta, sin que sea albur!

– Anunciante, señor. Promotor de muestras médicas en la vía ora sí que pública, como concesionario exclusivo de Upborn and Johnson, afiliado al TLC.

– ¿Anunciante? ¡Merolico, el carbón, y mancillador de honras pobres, pero decentes! ¡Suéltenme, que voy a acabársela de partir por mi honor y el de mi apreciable consorte! esa de la falda hecha garras, qué pena que los CUÍCOS no le dieron tiempo a adecentarse después de la refrieguiza. Y tú, mujer, cúbrete como puedas, que ésos hasta babiando. ¡Yo al padrote se la parto!

– ¡A mi Chulín le parte Tula, viejo agachón! ¿Por qué mejor no se desquita con su vieja cusca, que fue la provocadora de un hombre de bien como es mi Chulín? ¡Pútrida, tumbahombres, abusadora!

– ¡Yo no soy abusadora! ¡Católica y muy decente, aunque le arda el..!

– ¡Decente mi viejo, flaca nachas de mejoral! Déjeme que le cuente, señor juez: aquí la güereja, mi señora esposa, o sea-, encontrábase en el seno ora sí que del hogar, un hogar pobre, pero decente. Ella estaba dedicada a las…

– A las labores propias de mi sexo, un sexo pobre, pero muy decente, y esto Dios lo sabe. Yo andaba trapiando a rodilla.

– ¡Sí, trapiando, pero en puros chonchines, y con toda abierta, la ventana! ¿No son de color mamey? ¡A ver, desmiéntamelo en mi cara!

– ¡Orden, orden o mando desalojar la sala!

– ¡Seductor, violador, padrote! ¡Pariente de Carlos Madrazo! ¡Hijo de Bejarano! ¡Compinche del Innombrable! ¡Ninfómano!

– ¡Si no lo fuera, cornúpeto, aquí la güereja -su señora esposa- se nos iba a morir de blanco marfil! Como usté sombrilla, porque ya no paraguas…

– ¡Tengo pa’ ti y pa’ tu flaca nachas de chucho! ¡Ai te voy, méndigo! ¡Entíbenmelo por ái! ¡Orejiénmelo..!

– ¡Corte cartucho, cabo Sasafráz! ¡Y usté, sargento Getulio, no se me duerma! ¡Y esos que ante mi comparecen, a ver si nos entendemos! Hable usté, comandante, y ríndamelo por ái, el parte de novedades. Pero abrévíemelo, que ya es hora de lonchar.

– Pues con la novedad, señor juez: cuando nosotros arribamos al lugar de ía refriega, verdá, ya las familias del flanco izquierdo del patio, como quien se dirige a los guáteres, estaban trenzados con las del entreala derecha. Las fuerzas del orden aquí presentes, una vez que nos afortinamos detrás de los lavaderos, fuimos realizando un avance digamos que envolvente, cuando en eso pudimos testificar que aquí el señor merolico y el pobre este del chichón en la pelona, que según esto ya hasta con su chichona perdió, u séase aquí, la señito de los de color mamey, se estaban partiendo todo lo que mandan los cánones, de madre arriba. ¿No, usté, cabo Chintololo..?

– Me cái que sí, y al unísono de los rijosos pudimos atestiguar que las nueve familias que ante usté comparecen, en compañía de… (Comparezco mañana.)