Fuego en palacio

Gulliver y Liliput, mis valedores. ¿Habrá leído alguno de ustedes esa novela cuajada de símbolos que el británico Jonathan Swift tituló Viajes de Gulliver? Aquí una síntesis del encuentro del protagonista con los habitantes de Liliput:

Tras el naufragio de su navío Gulliver alcanzó la playa. El cansancio lo sumergió en un sueño del que iba a despertar cautivo en multitud de cuerdas. Un hormiguero de individuos minúsculos (seis pulgadas de estatura) le caminaban por piernas y estómago. Inmovilizado, Gulliver tuvo que jurar obediencia y fidelidad al soberano, un reyecito de menor estatura que sus gobernados, que le permitió aposentarse en el lado norte del reino. Los liliputienses admiraban la estatura de un gigantón que a cambio de la pitanza  puso su fuerza al servicio del reino. Fue el caso del calentamiento global…

Ya habiendo aprendido los rudimentos de su idioma Gulliver convivió con los liliputienses, que a chicotazos de impuestos le proporcionaban la manutención. Aquel señalado día del calentamiento global tendría ocasión de desquitar la manutención. Fue así:

Liliput y reinos vecinos padecían una crisis climatológica que amenazaba sus territorios con sequías, inundaciones y marinas catástrofes. Los reyecitos (seis pulgadas de estatura) decidieron resolverlo a su modo: convocando a una conferencia “cumbre”, la capital de Liliput como sede. El reyecito, cuya estatura no alcanzaba las seis pulgadas de los visitantes y padecía de un acuciante sentimiento de inferioridad por haberse trepado en el trono de forma ilegal e ilegítima,  trataba siempre de superar el origen espurio de su reinado y el epíteto de impostor que decían por lo bajo sus gobernados, y acometía toda (muy mala)  suerte de proyectos y empresas pretendidamente grandiosas, de  relumbrón y apariencia, con las que intentaba a lo inútil rebasar sus cinco pulgadas de estatura física, mental y moral. Patético.

Patético, sí, porque fue en aquella ocasión cuando al pretexto del calentamiento global el espurio (perdón) convocó a los reyecitos del continente y en calidad de sede de la pomposa “cumbre” de liliputienses y congéneres mandó acondicionar el palacio de gobierno, que mantenía en ruinas; y esto fue derrochar millones en maquillaje de tales ruinas para lucirse ante los visitantes, y páguelo todo el erario, ya bastante disminuido por la voracidad del gigante asentado en el norte del reino. Así estaban las cosas el día del siniestro.

Porque ocurrió que el día señalado el reyecito (¡con esa su voz!) inauguró la “cumbre” y trató de lucirse (¡esa su vocecilla!) con un salivoso, tedioso discurso empedrado de lugares comunes. De ahí, al comelitón y los brindis, la secreta pasión del enano, y  páguenlo todo unas  masas populares de seis pulgadas de alzada. Siniestro.

Y que amigas y amigos salud, y a la quinta ronda: “¡fuego, fuego!”, y el desorden, la estampida, los gritos:  “¡Fuego en palacio!”

Por no medir su enanismo con Gulliver, el reyecito  no se había dignado invitarlo, pero ahora clamó y le solicitaba  “angustiosamente” (“el rey anda desnudo”, lo afirmó Wikileaks) le ayudase a apagar un incendio que la impericia del reyecito había provocado. El remate de tal siniestro,  en palabras de  Gulliver:

“Sobre el palacio descargué  tal cantidad de orina y con tal destreza, que en tres minutos el incendio quedó extinguido y el resto del edificio salvado de la destrucción. Regresé a mi morada”.

Todo esto, mis valedores,  encierra su muy  buena moraleja, ¿pero cual? (Piénsenlo.)

¿Con los beatos del Verbo Encarnado?

¿Ir por más, como arengó el de Los Pinos a los mexicanos?  ¿Ir por más, porque, según clamó el domingo pasado, México no se merece quedar varado a la mitad del camino del cambio democrático que hemos emprendido? ¿Ir por más, porque hoy tenemos una democracia en la cual gozamos plenamente de nuestros derechos y de nuestras libertades?  Con él y congéneres, ¿ir por más? ¿Ustedes qué le contestan? Tal vez lo mismo que manifestaron hace un par de años:

Más de la mitad de los mexicanos se encuentran insatisfechos con la manera como la democracia funciona en México. La mayoría considera que la situación política es inestable y califica negativamente el nivel democrático.

Porque, mis valedores, si tanta democracia tenemos con el Verbo Encarnado, ¿en qué ha beneficiado a las masas sociales a la hora de la comida familiar?  ¿Democracia que sirve lo mismo  para un barrido que para un fregado; para 112.3 millones de fregados en este país?  Democracia. La definición del analista Heinz Dieterich:

– Como una de las características de los sistemas sociales avanzados, la democracia  puede concebirse en tres dimensiones: la social, entendida como la calidad de vida material. La formal, entendida como la existencia de determinadas reglas generales de poderes, derechos y obligaciones de las diversas instituciones y entidades que componen el sistema social, y la participativa, entendida como la decisión real de los asuntos públicos trascendentales por parte de las mayorías de la sociedad, con la debida protección de las minorías.

¿Conque hoy tenemos “una democracia en la cual gozamos plenamente de nuestros derechos y de nuestras libertades?” ¿Derechos de qué, libertades de cuáles? Con cuánta razón lo afirmó Montesquieu hace siglos:

La gran ventaja de los representantes es su capacidad para discutir los asuntos políticos. El pueblo no es apto para ello en absoluto, lo cual constituye uno de los grandes inconvenientes de la democracia.

Pero qué vocablo mejor para manipular a las masas que el esa reputadísima palabra que Calderón no se apea de los labios, sin explicar a qué clase de “democracia” se refiere. ¿Que se trata de anatematizar a una cúpula priísta que “haiga sido como haiga sido” lo ayudó a penetrar en el recinto legislativo (por la de atrás)  para la toma de protesta,  y que desde entonces cogobierna con él?  Democracia. ¿Que se intenta conjurar los focos rojos y la crispación que el  propio “demócrata”   ha generado en las masas del país?  Democracia.

Democracia así, sin apellidos, la misma para los mega-ricos y los mega-fregados del país y sin aclarar de qué democracia se trata, si la burguesa, la socialista o la liberal, y en cuál de sus vertientes social, formal, participativa, representativa, político-electoral (electorera, en el caso nuestro). Temerario, sin recato y con una ausencia total de autocrítica, Calderón, sin recato, se atreve a afirmarlo:

México no se merece quedar varado a la mitad del camino del cambio democrático que hemos emprendido. (Válgame.)

Todo político mediocre, mis valedores, “empuja hacia delante palabras como si fuesen caballos de Troya, y nosotros las dejamos entrar porque hacen que nos deslumbre (¡democracia!). Una vez que han entrado, dentro de nosotros se despliegan como ejércitos de significados extraños y asombrosos; la fortaleza ha sido tomada antes de que nos hayamos podido poner en guardia”. (Democracia. Sigo después.)

“Nuestros … héroes”

El ánimo, en la tertulia de anoche, no era el mejor. Extendidos sobre la mesa tres matutinos exhibían un pavoroso vacío de poder y unas medidas de gobierno desastrosas para el país. Habló la tía Conchis:  “Un consuelo me queda: que la única del edificio que fue a dárselo a Calderón es La Maconda.

(La señora viuda de Vélez, panista y adoradora del Verbo Encarnado que fue a darle su voto.)

– ¿Es ese un consuelo para nosotros? –La Lichona.

Allá abajo, de repente, la ráfaga de metralleta. Al rato la colonia se engrifó de sirenas. ¿Patrullas, ambulancias? Yo, mentalmente, la oración al Cristo de mi cabecera.

– Nosotros no merecíamos al Calderón…

– ¿No? ¿Está usted seguro, don Tintoreto? (El maestro, que se había concretado a escucharnos.) “¿Conocen, acaso,  Los mensajeros?”

– ¿Mensajeros de qué, de dónde, de cuándo? –el juguero.

– El relato Los Mensajeros, que describe el episodio aquel de los desdichados de alguna villa miseria obligados por el Sistema de poder a financiar un programa de vuelos espaciales. La TV, al servicio de ese Sistema del que forma parte integral,  juraba a los lugareños que eran ellos, al delegar en sus astronautas, los héroes conquistadores del universo. Los payos se la creían y pagaban la factura de naves, astronautas y burocracia adyacente.

– ¡Un teletón, pero a lo bestia! –El Síquiri.

– Así manipulados, los pobretes sobrellevaban miseria, avitaminosis, enfermedades y analfabetismo, y al sentirse héroes del firmamento…

– ¡Héroes por delegación, como los del clásico pasecito a la red!

– …copulaban con bríos renovados. Las mujeres imaginaban que un astronauta se las llevaba más allá de Venus y el hambre, el sufrimiento y la desesperanza…

Pues sí, pero un día, de repente, la nave espacial en que los desarrapados de la villa miseria habían depositado su esperanza irracional, se desplomó entre las malolientes cabañas de cartón. “¡Cómo dimos de alaridos! ¡El estallido nos hizo llorar a millones de ilusos! Fueron tristes nuestras lágrimas de decepción. En pocos minutos la nave en la que habíamos delegado para sentirnos conquistadores del cielo se había reducido a un gusano de fierros retorcidos.

Pasada la explosión rodeamos cadáveres y metales.  Fue horrible  nuestra pena, amargo el llanto por la nave destrozada y la promesa incumplida. No habían sabido estar a la altura de nuestra dignidad. ¿Por qué se insultaba nuestra fe en quienes habíamos delegado? Decidimos saquear el templo de la esperanza frustrada. Con furiosa energía saqueamos los restos. Al amanecer sólo quedaban cenizas de lo que fue nuestra nave espacial…

Ya no seguimos con la mirada a nuestros conquistadores del cielo. Ahora hemos vuelto a la vida de siempre: rebuscar desperdicios, robar a transeúntes, fornicar toscamente. Hoy despreciamos a nuestros héroes. Les hemos perdido la fe, y cada vez que sorprendemos a uno de nuestros niños mirando hacia el cielo lo golpeamos sin misericordia”.  El maestro:

¿La moraleja, contertulios? El mexicano, siempre renuente a crecer, madurar y asumir, ¿no pasa toda su vida delegando en sus astronautas  cada tres, seis años? Delegó en Echeverría, y venga la desilusión. Con JLP retoñe la irracional esperanza, y el desencanto. Ah, pero con De la Madrid sí. ¿Que no? Ya el Sistema nos apronta a Salinas y Zedillo. ¿Tampoco? Pero ahora, con Fox, ¡al cambio! ¿Nos engañó? Bienvenido el presidente del empleo. ¿Y? ¿Quién, quiénes, siempre delegan en sus falsos héroes? ¿Quién, quienes pagan todo a todos sus astronautas?  (México.)

La balada del cándido

”En amor nadie nos gana. ¡Dona! Teletón. 3 y 4 de diciembre. Lo mejor de ti, hace grande a México.

Y a plana completa un corazón, dos manitas que lo palmean y el rostro sonriente de un muchachillo que juega con su osito de peluche, manipuladora propaganda que intenta a lo avieso reblandecer las entrañas del cándido. Por cuanto a algunos de ustedes, los que se niegan a pensar, ¿ya planean (lenguaje de los mediocres) “aportar su granito de arena”? ¿Ya preparan sus billetes para engordar las alcancías del Teletón? ¿Por qué no calman sus ansias filantrópicas y leen el texto siguiente, formulado por estudiantes de la UAM-1 ESCA Tepepan IPN y de la FCA de la UNAM e ilustrado por El Fisgón, retrato hablado de esa tenebrosa maniobra que apodan Teletón, a la pura medida de cándidos? Dice el texto citado:

Según el artículo 31 de la Ley de Impuestos Sobre la Renta, las empresas pueden deducir de sus  impuestos todo el dinero que den para la construcción de obras que debería hacer el gobierno, como hospitales y centros de rehabilitación. Así, el dinero que la gente -de buena fe- le dona a Televisa para una causa supuestamente “noble y altruista”, Televisa lo descuenta de SUS  impuestos. (Y el diálogo: no tengo piernas, un inválido – No tengo trabajo, uno de los millones de víctimas de Calderón – No tengo ganas de pagar impuestos, ríe el monigote ventrudo que personifica a Televisa.)

El Teletón es negocio porque la gente NO deduce de sus impuestos lo que dona al Teletón, pero Televísa SÍ descuenta de sus impuestos las donaciones ajenas. La cosa funciona así:

Creyendo que ejecutan un acto de caridad, decenas de miles de ciudadanos donan cantidades pequeñas o  grandes al Teletón. Así, Televisa concentra millones de pesos en donaciones.

Con el dinero que aportan los ciudadanos, Televisa le hace a Fundación Teletón una sola aportación a nombre de Televisa. Luego, Fundación Teletón le da a Televisa un recibo deducible de impuestos que Televisa le entrega a Hacienda. (Recibí la cantidad de … deducible de impuestos… a nombre de Televisa) Hacienda le descuenta esa cantidad a los impuestos de la empresa, lo que implica una ganancia neta para la empresa.

El Teletón nunca da a los ciudadanos recibos para deducir sus donaciones. Obtener estos recibos es largo y engorroso, y a casi nadie se le ocurre pedirlos. (¿Recibo de deducción de impuestos? Una seña procaz de un gordo con camiseta del Teletón.) Como que da pena lucrar con lo que uno dio para una “caridad”. Pero a Televisa no le da pena, y aún hay más. Si Televisa le debe $ 100 millones a Hacienda, el Teletón se plantea recaudar más: $ 150 millones (Debe a SHCP $ 100. Meta Teletón $ 150.) Al final de la recaudación, el dinero que dona la gente siempre rebasa la meta; supongamos que llega a los $ 190 millones…

Televisa deduce de sus impuestos $ 190 millones; pero como sólo le debía a Hacienda $ 100 millones, entonces Hacienda le tiene que regresar $ 190 menos $100, igual a ¡$90 millones en efectivo! Por supuesto, Televisa no le regresa ni un peso a la gente que donó para el Teletón.

El Teletón es un gran negocio en el que Televisa usa toda su tecnología, su experiencia en manipular los sentimientos del telespectador y su poder de penetración (¡acabo de recibir por teléfono la invitación!) para promover, mediante un show,  la compasión por los desvalidos con la finalidad de que la gente -mayoritariamente el pueblo pobre- le pague sus impuestos y la enriquezca aún más. Teletón. (¡Agh!)

Decepcionó Felipe Calderón

Su gestión en materia de derechos humanos es decepcionante. En su gobierno continúan detenciones arbitrarias, tortura, uso excesivo de la fuerza, violaciones  y procedimientos judiciales sin garantía. La impunidad es el componente más arraigados en los casos de abuso…

Tremenda la acusación de Amnistía Internacional, y eso que desconoce tal vez el tamaño de la corrupción de que cada día son víctimas los trabajadores del comercio sexual, ellas y ellos. Siete son los pilares que mantienen el lenocinio en México, estipulan en un documento. Revelé a ustedes el contenido del primero de ellos. Aquí el Segundo pilar:

Se les obliga a participar en programas sociales para reinstalarlos en la sociedad. Un ejemplo paradigmático fue el programa de “desarrollo social” que se opero desde el Centro Comunitario Abelardo Rodríguez en el DF, donde por no  asistir se pagaban cuotas para que las representantes les pasaran lista de asistencia y donde, para asistir, también se pagaban derechos, al margen del mismo programa original.

Y que en este segundo pilar del lenocinio se ubica la obligatoriedad de realizarse periódicamente exámenes de salud, a pesar de las convenciones internacionales que los prohíben, y que tienen el carácter de ley suprema de la nación, pese a las disposiciones de la Ley General de Salud, la Ley Federal contra la Discriminación, la Norma Oficial Mexicana y las Recomendaciones de la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos en México.

En ocasiones el servicio es gratuito, aclaran; en otras más tiene el mismo costo que para las demás personas, y algunas más representan un costo excesivo. Los legisladores o los funcionarios encargados de establecer las políticas públicas ven a la trabajadora sexual como el vector que transmite enfermedades, generalmente sin evidencia científica. “A la madrota, al encargado, al propietario del lugar donde se ocupan las personas dedicadas al sexo comercial se les utiliza como intermediarios para “recabar” la documentación que pruebe la participación del o la trabajadora en programas de salud que las autoridades delegacionales, municipales y estatales, pretenden convertir por la vía de los hechos en sistemas discriminatorios de control sanitario”.

Tercer pilar: la credencialización (fea palabreja) de las y los trabajadores sexuales, que se tomó como un documento que autorizaba el ejercicio del comercio sexual. Quienes resultaban positivos al VIH-SIDA o a otras ITS, pasaban “a un engranaje clandestino de prostitución, donde la extorsión y la violencia eran de mayor envergadura. Hay lugares como León, Gto., donde se cobran cuotas para el resello periódico, y  otras en donde la cuota no ingresa a la Tesorería”.

Cuarto pilar: el empadronamiento para crear un censo, padrón o listado, sin fundamento jurídico alguno. Hoy se exigen fotocopias de credencial de elector, carnet de citas y resultados de los exámenes de detección a que se haya sometido la trabajadora sexual, utilizando la mediación de “madrotas”, representantes o propietarios de hoteles, pero esto no con la finalidad de “regular” la oferta sexual, sino de establecer cuántas trabajadoras hay para calcular el dinero que se les va a cobrar por permitirles trabajar. Comercio sexual en el DF. Y la denuncia:

“La decisión de retirarse o no del trabajo sexual sólo deber ser incumbencia de la persona involucrada, sin mediar presiones de tipo alguno, y menos aún de funcionarios públicos”.

(Sigo después.)

Prostitución y derechos humanos

México ha fracasado en su promesa de proteger los derechos humanos. Una asignatura pendiente es su sistema de justicia, plagado de  impunidad y abusos de las autoridades.

Y si de acuerdo a la tremenda requisitoria de Amnistía Internacional tales abusos e impunidad los cometen contra todos nosotros, el núcleo mayoritario de la comunidad, qué decir de los  marginados de siempre, desde indígenas y minusválidos hasta la preferencia sexual distinta y el comercio sexual. Qué decir, a propósito, de las difíciles condiciones en que por culpa de la corrupción oficial laboran los trabajadoras sexuales, ellas y ellos. En esta actividad, acusan, cabe toda suerte (mala suerte) de corruptelas del policía o de las autoridades encargadas del servicio sexual. Todo esto por la falta de un marco jurídico que proporcione los correspondientes derechos laborales a quienes prestan este servicio social.

– Las autoridades y nuestras “administradoras”, que nos mantienen bajo un régimen de explotación, discriminación, cuotas obligatorias, despojo de las fuentes de trabajo y amenazas de detención, riesgos de quienes solicitan los servicios, presiones de la comunidad, descrédito, en fin. Así  tenemos que sobrevivir quienes nos dedicamos al comercio sexual.

Y que en el intento de protegerse contra la corrupción que los azota cada día, los trabajadores del sexo comercial, ellas y ellos, se agrupan y organizan para su mutua defensa y tratan de crear conciencia de su problemática en la comunidad. “Porque tenemos memoria y no olvidamos los agravios que nuestro sector padece día con día”. Indignante.

Siete son los pilares del lenocinio que detectan en el país. El  primero fue la legitimación de los llamados puntos de tolerancia, administrados por las representantes o “madrotas”, como en el medio las denominan, quienes todavía hoy se sienten dueñas de dichas calles que, dicen ellas, “cuando funcionario del gobierno del DF Enrique Jackson  nos entregó de manera verbal en 1986”, con croquis y mapas que todavía hoy resguardan como documentos testamentarios.

Y como el “Reglamento gubernativo de justicia cívica del DF”, al igual que sus modificaciones posteriores, estipulaba como falta administrativa  ofrecer servicios sexuales, “se llegaba a arreglos con la autoridad para que se llevaran a un número determinado de trabajadoras o trabajadores sexuales, y así cumplir con la presión vecinal”. Y todos, o casi todos, contentos.

Todo esto en el Distrito Federal, aunque, por supuesto,  en otras ciudades del país también existen las zonas de tolerancia. La política de tolerar el sexo comercial surge ante la falta de un marco jurídico claro, que establezca derechos laborales y obligaciones patronales con claridad, como con el resto de oficios y profesiones, y en el caso de quienes son trabajadoras o trabajadores sexuales independientes, su reconocimiento por parte de los congresos locales como trabajadores no asalariados.

Desde el establecimiento en México de la primera casa de mancebía, en 1938, las autoridades proyectaron la creación de perímetros autorizados para el ejercicio del comercio sexual. La aplicación de la tolerancia nunca trajo consigo la despenalización del delito de lenocinio, quedando abierta la posibilidad de que se castigue a encargados de los lugares que se niegan a pagar las cuotas impuestas por autoridades corruptas donde las y los trabajadores sexuales se ocupan.

(Los otros pilares que en la práctica  prostituyen la prostitución,  mañana.)

El rincón de los niños

– ¡Basta, muchachos, les ordeno que dejen en paz a ese pobre chamaco!

La innata crueldad del humano, mis valedores. Anoche mismo,  desde mi ventana, observé a los granujas, hijos del vecindario, que en el patio de Cádiz  y al pretexto de unos juegos infantiles vejaban al más indefenso de todos, al más atolondrado, al pequeñín. Mirando la rudeza de los chamacos recordé El Señor de las Moscas, novela donde el inglés William Golding exhibe la crueldad a que pudo llegar cierto grupo de colegiales que un accidente aéreo abandonó en una isla lejana y que por afanes de sobrevivencia van adoptando costumbres cada vez más salvajes y primitivas donde afloran la ley del más fuerte y una crueldad inaudita. Me enfrenté a los maldosos:

– ¿No me escucharon? ¡Que lo dejen en paz!

Y que avanzo tres pasos hacia ellos, y que ellos avanzan cuatro pasos hacia mí, y que observo la docena de rostros sañudos, unas manos empuñadas, el fruncimiento de esas cejas alacranadas. A ver, a ver, ¿amenazas a mí? Yo, las verguenzas en su nidal y el corazón bien templado, procedí en concordancia de lo que me dictó mi propia dignidad: reculé, pegué el reculón y desde la ventana de mi depto seguí observando la chacota con que los bergantes, al pretexto de “la gallina ciega” y “las escondidas”,  ridiculizaban al infeliz (exhausto, temeroso, sudoraciones).

– ¡Es que tú no das una, guey!  ¡Ora a romper la piñata, a ver si ahí!

Lástima me dio aquel rostrín agobiado, agotado, jadeante y a punto de lágrimas mientras los maldosos le quitaban  sus lentes de burriciego y le cubrían los ojos con el de trapear. En las manos el palo de escoba, y un par de vueltas para descontrolar. “¡A ver si ahora! ¡A romper la piñata y hartarte de dulces y tejocotes!”

Pobre infeliz:  tirando palos de ciego,  tan desatinado como un rato antes, cuando vendado los ojos lo hicieron jugar a “la gallina ciega”, que  manoteaba al aire, y  a lo desatinado trastabillaba al tropezar con la maceta, la alcantarilla, el tambo de la basura. “Ya, muchachos, ya me cansé, estoy todo raspado”, y que aguántate, que ya nomás el jueguito vacilador de clavarle la cola al burro dibujado en una cartulina pegada en la puerta de “vigilancia”,  y a vendarle otra vez  los ojos, y a clavar la cola en los tanates del burro, y con la cola entre las patas aguantar las risotadas de los burlescos.”Ya no, muchachos, ya estoy muriéndome de fatiga”.

– La piñata, y ya. Confites y canelones. A ver cuántos te llevas.    (Sus palos de ciego me dan una lástima, una rabia, una exasperación…)

Pero ándenle, que sueltan el cordel y el cántaro se le estrella en plena mollera, y entre los tepalcates se le viene la cargazón de agua helada que lo empapa de testa a patucas. Un gritito agudo y arañar, bailotear, jadear sin aliento, jalar tarascadas de aire, y el choteo, y las risotadas, y de repente uno de ellos, los brazos en alto:

– ¡Basta ya, silencio!

Se acercó al que bailoteaba en un charco de agua y orines:

– No diste una, Felipín. No atinaste con la gallina ciega, la cola del burro ni la piñata. Eres nuestra plaga, nuestra salación. Por cuanto al baño: sábete que es cortesía de don Alejo Garza Tamez, espejo y flor de varones, que al calcular tus alcances de gobernante prefirió hablar no con discursos ni condolencias, sino con su par de cojones. ¿Tú a dónde irás a esconder la cara?  ¿Conoces lo que es la verguenza, Felipín?

¡Verguenza! Que poca la mía, que al reclamo (justo, iracundo, viril) me sorprendí aplaudiendo. Qué pena. (¿O no?)

Mundo de machos

La mala conciencia, mis valedores. Nuestro machismo determinó el día de hoy, 25 de noviembre, para “celebrar”, a lo condescendiente, un diluido Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, título tan extenso como, en los hechos, vacío de significado. ¿O acaso en la práctica hemos eliminado alguna de las tantas y cotidianas agresiones que sufre la mujer en su dificultosa relación con el macho? Pero esa práctica abominable no es de hoy, que se ubica en el principio de los tiempos humanos y se prolonga en testimonios como la literatura clásica: Sófocles, el Corán y la Biblia, donde se alza, tonante, la maldición de Jehová contra la mujer:

“¡Buscarás con ardor a tu marido!. El te dominará y  será tu dueño”. Por cuanto al pueblo elegido, que por enésima vez se ha dado a la idolatría, ¿cómo le refriega su iniquidad y el desprecio que le inspiran sus acciones, sino comparándolo con una mujer?

“¡Practicaste la prostitución con esos egipcios de gran potencia sexual (…) Te entregaste a la prostitución con los asirios, y ni aun así quedaste satisfecha (…) A toda prostituta se le da una paga; pero tú eras más bien la que dabas regalos a todos tus amantes y les pagabas (…) ¡Sólo en eso eres diferente a las demás prostitutas..!”

Atroz. Hoy, desde el púlpito italiano, clama un arzobispo G. Biffi: “¡La mujer es sustancialmente triste, que no sabe ni ser virgen ni ser madre! Es una Eva moderna, una esclava del mal que no sabe decir al Señor: Heme aquí, que tuya soy, y tu sierva rendida. No, ella histéricamente grita: ¡Yo soy mía!, y es sólo una colaboradora de la muerte. ¡Gracias a Dios que Jesucristo escogió para apóstoles a puros hombres!” (Dios.)

También desde el púlpito truena un controvertido y polémico  Norberto Rivera: “¡La mujer violada que se atreva a abortar queda automáticamente  excomulgada, y debe ir a dar con sus huesos a la cárcel!”

El Instituto Nac. de la Mujer: “En Michoacán, para poder trabajar, la mujer tiene que pedir permiso a su esposo. En México, el abuso sexual de menores no es considerado como delito grave. En la legislación de 24 Estados hay figuras discriminatorias de nuestros derechos, a grato tal que el robo de ganado es  mucho más penado que una violación…”

México. Más allá de convenios y acuerdos internacionales firmados por el gobierno en turno, ¿se ha domesticado la violencia del macho contra la mujer? ¿Cuánto, en qué sentido se ha logrado domesticar? Un ama de casa:

“Antes enviábamos a nuestras hijas por la leche de Liconsa, pero cuántas no fueron violadas en el microbús. Ahora hacemos el viaje nosotras mismas, al fin que ya no somos señoritas. Pero el terror está en que nos vayan a contagiar de SIDA…”

Mujer violada: “Yo luché contra ellos, se lo juro…” Imposible contener el llanto. “Al sentirme violada me abandoné… traté de no pensar… de que pasaran rápido aquellos minutos tan largos,  tan largos…”

México y la receta para evitar la violación: “No salgas a la calle desnuda, que eso motiva a los hombres / No salgas a la calle vestida, que algunos hombres se excitan con la ropa / Evita verte demasiado joven, que algunos violadores enloquecen con las adolescentes / Evita la vejez; ciertos degenerados prefieren a las mujeres maduras / No tengas padre, abuelo, tío hermano. Son los parientes que más frecuentemente violan a las mujeres / No te cases. La violación es legal dentro del matrimonio /  Para estar totalmente segura, mujer, es mejor que…¡no existas!” (Horroroso. Sigo después.)

Psicosis

Mi barrio, mi calle, yo mismo. Nosotros, los de entonces,  ya no somos los mismos. El barrio que solía recorrer, ¿en dónde se me extravió? Mi calle, ¿en que se me vino a transformar? Al primer canto del gallo y al primer rayo del sol solía caminarla, rumorosa de jilgueros, cenzontles, canarios. Limpia mi calle, olorosa a eucalipto y a patio recién lavado, que yo recorría con pisada firme, optimista, con el  mañana de mi ciudad color de rosa, rosa mexicano (mexicano de mí). No lloro, nomás me…

Porque ocurre que ahora, zacatón de miércoles, por miedo al secuestro virtual, verbal o efectivo, no me atrevo a salir de mi depto (no de algún bunker particular, como el que tanto presumes, Verbo Encarnado) y mucho menos andar por mi calle si no es con el sol bien alto. Me topo entonces, y aquí su ruda metamorfosis, con un zoco turbio de tufos a cebolla y orégano, a epazote, cilantro y fritangas al mojo de ajo, que ventosean unas casas que apenas ayer fueron hogares y hoy, gracias al hombrecillo del bunker, se han metamorfoseado en patéticos changarros que ofrecen toda suerte de sopas y sopes, la chalupa y la carnaza,  el pambazo, la garnacha y esas tortas ahogadas en toda clase grasas y sebos, mantecas y aceites, comestibles algunos. En  los venerables portones que huelen a reminiscencias del porfirismo, las cartulinas que ofertan la ropa usada y los zapatos viejos. Yo a traspiés caracoleo entre  pomos, latas y frascos vacíos, papel de envoltorio embijado de sebos pestíferos y restos de yerba: las narcotienditas, espinillas en el rostro del barrio. Patético…

De tanto en tanto, corazón bandolero, me arriesgo a salir a la calle (en un momento la primera del ángelus en  de La Porciúncula). Y es a esa hora, mis valedores…

Avanzo, y ahí me salta el primer ladrido; lo libro y me acosa el gruñido; avanzo, y una discordante sinfonía de aullidos que van del pit-bull y el rod-willer al perraco de la calle que una de la calle recogió, qué buen corazón. (Ahora mismo, mientras esto redacto, ¿los oyen? En las orejas me chillan los de mi vecino de al lado.) El temor, el temblor, el terror de mi barrio, que se manifiesta a ladridos…

A la señora del perraco callejero, la única en el vecindario que ha aceptado cruzar palabra conmigo, le comenté la discordante sinfonía de ladridos que tasajeaba el amanecer. “Aturden el barrio a ladridos. ¿No le parece una precaución que raya en la psicosis?”

–  ¿Y cómo quiere que los jodidos conjuren su miedo? ¿Que se construyan un bunker particular, como el que farolea uno que me abstengo de nombrar porque se me agria la cruda?  ¿Qué solución le queda al jodido, que no sea un perraco ladrador?  ¿Un bunker particular, miles de guaruras del Estado Mayor Presidencial, federales, la DEA? Un perro, qué más. Pero si hasta el de Gobernación. ¿No se le frunce a él también el cicirisco? ¿No  imita él también al fregadaje? ¿No cuenta con una buena jauría de bravos mastines, herencia de los Gómez Mont y congéneres?

(Achis, achis.) “¿Cómo cree que esos de allá arriba controlan el pánico que les provoca López Obrador, si no es cuchileándole a esos feroces ladradores al tanto más cuanto,  los chuchos de Nueva Izquierda? ¡Echenle montón! Después, las sobras de la merienda, y la paz”. ¿Ha escuchado sus versos?”

“Cuando un mastín forastero – pasa por una ciudad – chuchos de la vecindad – le van a oler el trasero. – El mastín (grave, mohíno) – ve la turba que babea – alza la pata, los mea – y prosigue su camino”.

Perracos. (Agh.)

Justicia y futbol

Los futbolistas paraguayos Vera y Barreiro fueron víctimas de extorsiones telefónicas. Tienen la intención de dejar el país en cuanto sea posible, con todo y familia.

No creo que esos futbolistas deberían preocuparse hasta el grado que lo expusieron el pasado jueves. Ellos viven una  “justicia” particular, mexicana. Baso mi creencia en dos hechos ocurridos hace algunos ayeres: el secuestro del padre del entonces futbolista Jorge Campos, y simultáneamente el de Primitivo, un hermano de Sor Ruperta Díaz, misionera franciscana. Yo, ante la clase de justicia que se aplicó a ambos secuestros, envié a la monja este mensaje que a Vera y Barreiro los puede aleccionar:

Madre franciscana:  “Todos somos iguales, pero unos son más iguales que otros, afirma Orwell. Por otra parte, ¿sabe de futbol? ¿Sabe que  un equipo se forma con 11 jugadores? Las atribuciones del jugador son juventud, estatura, fortaleza, técnica y mucho amor a la camiseta. Y cómo no amarla, si ahí, entre pecho y espalda, porta la propaganda de las transnacionales que lo enriquecen hasta la náusea: aguas negras, tabaco, cervezas, en fin.

No sólo dólares le regala el jueguito; fama también, y honores y distinciones, y la adoración de la Perra Brava,  ese hincha que hincha las arcas de los alquilones y demás mercachifles del jueguito manipulador con el que los pobres de espíritu se sienten héroes por delegación. El ascendiente que logran de una fanaticada ávida de hazañas que no puede o no quiere realizar por sí misma, júzguelo por este detalle: a cierto jugador de un equipo de esos le acaban de secuestrar a su papacito, un tal Ñoño Campos. ¡Al padre del portero de la selección mexicana del clásico pasecito a la red! ¡Inaudito!

Madre Ruperta: ¿hasta su reducto religioso le llegaría la convulsión, la compulsión nacional? La escandalera y el cacareo que alzaron radio, TV y periódicos llevó a la Perra Brava a arrodillarse, alzar los brazos y orar, llorar, darse  golpes de pecho, tomar litros de licor y tomar como propia la tragedia del jugador priísta y su ñoño padre, más priísta todavía. Madre Ruperta:

Toda la policía, en brama y desbozalada, se echó tras los rastros de los secuestradores, y pronto apareció el  Noño priísta gracias a la presión de todos los mexicanos (menos yo, madre; de tantas cosas tengo que avergonzarme, pero de esa no). ¿Los dólares del rescate? Tres juegos en la cancha y ahí están. ¿Y los secuestradores? Ya en la cárcel. Justicia pronta, expedita, mexicana…

Madre: a su hermano lo secuestraron desde hace meses. Puso usted la denuncia ante las instancias correspondientes, y aun dio los nombres de los presuntos secuestradores. ¿Y? Las autoridades se niegan a girar una orden de aprehensión. “Es que no nos consta que hayan sido ellos”. ¿Y radio, TV, periódicos, madre, ellos tan estrepitosos con el caso del Ñoño Campos? Con la tragedia de Primitivo, silencio.  ¿Ve, madre, lo que sucede en este país con una justicia supeditada a la fama de la víctima y al criterio de los “medios”? ¿Por qué Primitivo Díaz Camacho, secuestrado desde hace meses y  tal vez sacrificado a estas horas, no fue portero de fútbol? Clamó el cursilón del periódico,  con el Noño ya de vuelta en el hogar:

Y Campos volvió a sonreír…”

¿Comprende ahora, madre, por qué en México hay que saber de fútbol, jugarlo y volverse tan importante para la justicia mexicana que de inmediato se avienten a rastrear, morder, torturar, hasta en cosa de días liberarle a su Ñoño padre? (Conque, futbolistas Vera y Barreiro… en fin.)

Salto de calidad

Francisco I. Madero, mis valedores, un cierto vitivinicultor simpatizante de Porfirio Díaz y espiritista que en 1910 iba a provocar el salto de calidad en México. El y no los Flores Magón. Es la historia. Es México. Del Plan de San Luis, emitido el 5 de octubre de 1910:

Los pueblos en su esfuerzo constante porque triunfen los ideales de la libertad y justicia, se ven precisados, en determinados momentos históricos, a realizar los mayores sacrificios. Nuestra querida patria ha llegado a uno de esos momentos. Tanto el Poder Legislativo como el Judicial, están completamente supeditados al Ejecutivo; la división de los poderes, la soberanía de los estados, la libertad de los ayuntamientos y los derechos del ciudadano, sólo existen escritos en nuestra Carta Magna.

 (…) Conciudadanos: no vaciléis un momento; tomad las armas, arrojad del poder a los usurpadores, recobrad vuestros derechos de hombres libres y recordad que nuestros antepasados nos legaron una herencia de gloria, que no podemos mancillar, sed como ellos fueron: invencibles en la guerra, magnánimos en la victoria.

Sufragio Efectivo. No reelección. Francisco I. Madero.

Se entusiasmó Ramón López Velarde:

– Este fronterizo vale, por su hombría, más que los políticos sin sexo de la ciudad de Méjico, en la que están domiciliados tantos misérrimos individuos. Al proclamar el antireeleccionismo tuvo Madero una actitud caballeresca, un gesto bizarro, una palabra de justicia. Madero me es simpático.

El entonces estudiante de Derecho iba a agregar que, para su desgracia, “el coahuilense se tornó en suicida político con la transacción que propuso desde la primera edición de su obra: que los antirreleccionistas pueden admitir la reelección del Presidente de la República”. (Más tarde, tocante a la revolución y sus consecuencias, el poeta confesaría “una íntima tristeza reaccionaria”, válgame.)

El cambio de poderes: noviembre de 1914. Así iba a calificar la elección de Madero el editorialista de El País: “Hay que convenir en que ha podido llegar a candidato porque no inspira temores”.

Dentro del contexto de sus principios liberales su gobierno se caracterizó por las amplias libertades políticas y de expresión únicas en la historia del país. En el Congreso Federal, los diputados debatían y votaban libremente las diversas iniciativas; los periodistas, por su parte, podían escribir prácticamente lo que querían, libres de todo tipo de coacción, y los grupos políticos podían actuar libremente: No obstante, esta gama de libertades obstaculizaron la buena marcha de la administración e impidieron los proyectos del gobierno. La libertad de prensa, por ejemplo, fue utilizada por sus enemigos políticos para atacarlo y ridiculizarlo, y así desprestigiar ante la sociedad la imagen presidencial. (Busquen ustedes la sátira demoledora de José Juan Tablada,  poeta que derivaría en  huertista, que así comienza su ataque al vitivinicultor convertido en revolucionario:

“Tú qué adalid vas a ser…”

La ofensiva contra Madero estaba orquestada por los sectores sociales  favorecidos por el antiguo régimen porfirista: hacendados y banqueros, comerciantes, militares y periodistas. Dentro del propio grupo revolucionario que apoyó a Madero se registraron rebeliones como la de los zapatistas, que se distanciaron de él  porque se negó a cumplir con los postulados agrarios del Plan de San Luis. Y es que apenas subió al gobierno, el “agrarista” se apresuró a desconocer sus promesas de crear la pequeña propiedad. (Sigo el lunes.)

A don Porfirio, gratitud nacional

Al menos eso sugiere Francisco I. Madero en La sucesión presidencial,  obra que redactó dos años antes de lanzarse a la lucha armada, cuando iba a estallar, cargado de agitación y energía, su Plan de San Luis. Esla historia. Es México. Hoy, en vísperas de la conmemoración del salto de calidad que logró derrocar al que parecía inconmovible, aquí una semblanza personal que de Porfirio Díaz nos legó Madero, víctima, actor y testigo de aquellos años de turbulencia y depredación. Porque hay que desacralizar una historia oficial  en tantos sentidos parcial y convenenciera y porque  el retrato resulta hoy, en las riberas de la efemérides, particularmente significativo por quien es el lisonjeado y quien el lisonjeador yo, en contracanto (en contrapunto, a contracorriente) de la historia oficial, muestro aquí, con sus propias palabras,  a un  Francisco I. Madero que en La sucesión presidencial se muestra como admirador decidido del dictador:

El general Díaz, con su mano de hierro ha acabado con nuestro espíritu turbulento e inquieto y ahora que tenemos la calma necesaria y que comprendemos cuán deseable es el reino de la ley, ahora sí estamos aptos para concurrir pacíficamente a las urnas electorales.

Curioso, mis valedores. La humana condición. Culpas son del tiempo, que no del mártir, tales conceptos, humazo  del  copal que en 1908 y ante el altar del dictador, depredador y genocida (Tomóchic, indígenas yaquis, Cananea y Río Blanco, etc.) quemó el honesto vitivinicultor a quien tocó en suerte iniciar, para la historia oficial,  el movimiento revolucionario de 1810, mérito hurtado a los hermanos Flores Magón. Y a propósito…

¿Habrá, entre los gobernantes de este país figura que se equipare en cuanto a cimas y simas,  luces y sombras, al “héroe de la Patria” y dictador que haiga sido como haiga sido y en alto la bandera de la “no reelección”, invadió a la viva fuerza el palacio de gobierno?  Mañana se habrá de conmemorar el estallido de sangre y hornaza que iba a dar con los huesos del héroe y dictador en un cementerio de París. Rigores de la historia. Es México.

Porfirio Díaz. Ni sólo héroe patrio ni únicamente villano, que el de Oaxaca supo ganarse esas y muchas más calificaciones. Tal es la conclusión en que coinciden historiadores y demás estudiosos que analizan el pro y el contra del reeleccionista que se proclamaba adalid la “no reelección”. ¿Lo dije antes? Es la historia; es México.

En fin, que contexto obligado en vísperas de los festejos patrios del 20 de noviembre, aquí y ahora he engranado para todos ustedes este sartal de alabanzas con las que  en Madero se aplica a colorear la estampa del dictador. Juzguen ustedes el siguiente retazo de biografía familiar del dictador:

La vida privada del general es intachable; como padre de familia ha sabido dirigir con acierto la educación de sus hijos. Como esposo, es un modelo. Ha prestado dos grandes servicios a la patria: acabar con el militarismo y borrar los odios que dividían a la gran familia mexicana.

Porfirio Díaz y la plaga endémica del mexicano de ayer y hoy:

“Los progresos aterradores del alcoholismo. ¿Por qué no emplea el general Díaz su mano de hierro para extirpar esa gangrena social? El pueblo bajo nunca se ve obligado a ir a la escuela y encuentra en todas partes el medio de satisfacer sus instintos bestiales…”

Y conceptos como los siguientes, para mí incomprensibles en uno que se nos quedó en la historia, en el bronce, en el mármol: (Esos, mañana.)

Haiga sido como haiga sido

Será la entrada del presente mes, serán estas lloviznas nocherniegas, será que siento el ánimo fruncido de asco y desprecio por ese infeliz que allá, por los pinos, está a punto de ausentarse, que de hecho ya se ausentó,  que falleció, que nació muerto y en olor de formol y cadaverina. Mi espíritu debería estar de fiesta porque desaparece de mi conciencia ese sobrevalorado que haiga sido como haiga sido ahora cae al desván de la historia, que es decir al olvido, la indiferencia, la muerte, y ya…

Esto presupone que al mediocrillo lo habrán de chispar de las primeras planas, que en carne viva habrá de sufrir la quemadura del abandono, la indiferencia, la extinción. Algún insulto, si acaso; desganado, que no vale cebarse en un infeliz que más allá de la gloria falsa de las candilejas que le aprontaron los “medios” no pasó de ser un pequeñajo al que en la medida de las aclamaciones al tanto más cuanto yo repudiaba. Porque, mis valedores, que se va o se fue, eso es un hecho. Y si no, ¿dónde están las multitudes que apenas ayer aclamaban al bienamado, telilla del corazón? Los mimos y los aplausos, ¿qué se hicieron? ¿Qué fue de tanto chiqueo y de las fotos en primera plana? Como dedo chiquito lo trataban los “medios”, como niña de sus ojos, como monito de sololoy, como a  ídolo popular (impuesto) lo aplaudían y cada gesto le festejaban, cada pirueta, cada mohín. Para él todo era buen placer, y yo digo: las ternezas, los placeres, y los humos de copal, ¿qué fue de la escandalera?

Aprended, flores, de mí – lo que va de ayer a hoy – que ayer maravilla fui – y hoy sombra de mi no soy…

Yo nunca fui de sus paniaguados. No me uncí al carretón de sus cortesanos de oficio y de beneficio; repugnancia me provocaban las peregrinaciones de cortesanos serviles, logreros y ventajistas, con su exhibición barata -carísima- de idolatría. Yo no, que nunca pretendí cercanía con él. Yo siempre de lejecitos, porque desde que trepó al sitial entre frondas y pinos me cayó en el caracol del ombligo, que Palillo decía. (Mi única, arrimadita a mis lomos, mira lo que voy escribiendo, y musita de boca a oreja: “Ha de ser cosa de noviembre, mi amor, que siempre te torna melancólico y falto de tolerancia con la mediocridad”. Pudiera ser.)

Sea como puede que sea, para mí el tal, desde que nació a la popularidad facilona que otorgan los “medios”, siempre fue un plomo, un  hígado, un sangre pesada mediocre y vulgar. Sin más. Ah, pero todavía hace algún tiempo aquel espectáculo, abyección pura, de una borregada que se vivía festejando semejante catadura, un tanto sombría. Qué tiempos.

Pero eso ya se acabó, pobre infatuado. Desencantados, esos que ayer organizaban romerías para ir en peregrinación a aclamarlo le vuelven la espalda. El mediocre fue arrojado a su espacio natural, el  desván de la historia, y que allá por los pinos venga pronto algún animal menos vulgar.

Pobre del pobre oso panda, digo;  qué fin tendría. Si siga olvidado en su jaula o ya lo hayan chispado de por los pinos. A saber.

Y ahora, de pronto, foto a todo color, una anciana aparece con un animalejo peludo en los brazos, y la noticia: “Totalmente conmovida se sintió la reina Sofía de España con unos pandas gemelos de apenas dos meses, quienes (sic) nacieron en el Zoo Acuarium de Madrid. La soberana los abrazó, los besó y hasta les dio su biberón”.

Cuando chiquito en la cuna – todos me querían mecer -ora que estoy grandecito – ninguno me puede ver. Condición de humanos. (Felipe.)

 

Balada de la mediocridad

A usted me dirijo, señor presidente, con la debida aclaración: yo no voté por usted. No me agradó que llegara a la presidencia, ni cómo fue que lograse llegar empujado por la fuerza de codos y brazos, y por la puerta de atrás de la Historia, su puerta excusada. Yo no lo estimo, no le tengo un asomo de voluntad ni lo admiro, nomás eso me faltaba. ¿El objeto de mi recado? Paso a expresarlo.

Lo prevengo, señor: el destino de usted no va a ser simplemente el olvido cuando deje de ser o de aparentarlo. No va usted a pasar al desván de la Historia por la desmemoria de 110 millones de olvidadizos. Qué diera usted por que el Verbo Encarnado le otorgase la gracia de ese olvido misericordioso, pero no, que sería un expediente facilón. ¿Olvido de todas las masas sociales, cuando a usted lo contemplan alrededor de 60 mil cadáveres, la mitad de esa cifra integrada por mujeres y niños, adultos y ancianos, muertos a punta de plomo mientras que la otra mitad cuenta ancianos, criaturas y niños en edad escolar que fallecieron de hambre por culpa de las políticas económicas y financieras que usted aplica, sañudo, al acatar las órdenes de allá arriba, de  Washington?

Que diera usted por que del 2012 en adelante fuese su suerte la de uno al que he de referirme, que varios años vivió encuevado allá por sus rumbos, señor, los de Chapultepec. Ese tampoco brilló con luz propia, que fue siempre una mediocre sombra de sí mismo. Ensoberbecido fantasmón, muestra viva del esperpento y la ridiculez, la complacencia de unas masas facilonas lo exaltaron hasta un nivel que él nunca, por sus hechos, llegó a merecer. Al final de su ciclo en Chapultepec ya nadie hacía aprecio de él, redrojo ya de regreso a su condición de sombra, polvo, nada. Señor presidente:

Dos ingredientes sazonan estas reflexiones: la primera es esa suerte de tristura que deja en el ánimo todo lo efímero y mortecino, lo que se pierde o se ausenta, lo que se desgaja para nunca más; la segunda:   impaciencia ante la desidia de unas masas enajenadas, a las que el duopolio de la televisión manipula y torna dóciles y dependientes hasta el grado de que propicien que al rumbo de los pinos llegase otro mediocre al que las muchedumbres también aclamaron a punta de papeletas de voto porque ese parece ser el destino de las masas populares: aclamar la mediocridad. Siempre, por más que en el caso de usted lo aclamaran no más allá de las dos docenas, siempre al otro lado de las “vallas artes” y los miles de guardianes que lo protegen de algún exasperado dispuesto a cambiar su vida por la de usted. (El saldría perdiendo en el trueque, créamelo.)

En fin, que el hoy desahuciado fue apenas ayer Quinto Sol de los macehuales. Para ellos fue ayer Tonatihú con ribetes de Quetzalcóatl y flama ante cuyos fulgores rondaban moscas y moscardones y uno que otro mayatón. Hoy, finalmente, el infeliz amanece a ser sombra de olvido, y no más. Dentro de mí, señor presidente,  percibo un amago de compasión por el anterior apestado, el derrumbado anterior, el desdichado que así cayó en la desgracia, mediocre infeliz; pero luego hago cuentas de todo el incienso y copal inmerecido que a su hora y desde todos los medios de condicionamiento de masas le quemaron tantos serviles (ser viles), y entonces sí:  en lo íntimo de mi ser me alegro de su defenestración como el que en un tiempo fue el  consentido de las mayorías encandiladas con la masquiña, la  hojalata, el relumbrón.

Esto aún no termina, señor presidente. (Vale.)

Dientes blanquísimos

El desprecio y la iracundia se concentran en el actual. Por cuanto a Vicente Fox, zafio y protagónico, hoy se nos torna el rey de burlas que ya erige a este en Premio Nobel o ya cantinflea de política. Pues sí, pero al modo de la leyenda apócrifa: mientras todos los viandantes se cubrían la nariz y hacían comentarios vituperosos ante un perro muerto, el Cristo le descubrió una cualidad: “sus dientes son blanquísimos”.  Así los de Fox. Porque, mis valedores…

No quisiera más ventura – ni más dicha merecer – que de tu boca a la mía – no cupiera un alfiler…

Miro las fotos de hace tres años y de hace unos días. Y ellos dos, Fox y Marta, la misma pareja. Más bataneados de años y días, pero juntos los dos. En la foto de hace años, la pareja trenzada de brazos, sonriendo al mirarse a los ojos, mielecita en penca. El, físicamente disminuido en la foto reciente; ella, un organismo gastado y ataques de vejez en el rostro, pero juntos los dos, Fox y Marta, un amor inmune al tiempo, anudados de brazos hoy lo mismo que ayer.  En ambas fotos ese amor senil, y tan joven, cuando en tantas parejas públicas cuanto anónimas la disolución es seña de identidad. Sus dientes son blanquísimos…

Me gusta hablar del amor. Declarar el amor. Proclamarlo, gozarlo, sumergirme en él. Fue por ello que hace años, cuando el presidente Fox se casó con su Marta y vi en las fotos sus bocas unidas, alabé al varón. Sin ironía; sin sarcasmo. “Pero no azozobrarse”, aclaré para evitar suspicacias. “No me he vuelto de los intelectuales orgánicos que viven de culimpinarse. Mi loa va para ese varón que, según los indicios padece de cierta dolencia en su corazón que de corazón le alabo, dolencia común y tan poco común entre los humanos”. Fox vive ese estado de gracia que es el amor. Cómo no entender sus desplantes frente a la amantísima y que hoy mismo padezco ese achaque en la carne viva de la viva entraña de cada telilla del corazón. (Aolí.) Lo entiendo y aplaudo: a mí, enamorado al que el fervor amoroso me brota en el rostro como esplendorosa erisipela, voces me faltan para gritarlo en público y en  privado, que de la abundancia del corazón hablan las trovas:

Ay, malhaya, malhaya – vengo diciendo – que me quiten el gusto – de estarla viendo…

Cómo no exaltar al Fox enamorado frente a las historias de amoríos clandestinos de tantos de los anteriores. López Mateos, garañón que, carisma, juventud, coche deportivo y buen físico, para negocios de cachonderías le echó de ribete el prestigio de la figura presidencial; y esos grotescos y  sórdidos amoríos de un adefesio todo dientes y jetas, un Díaz Ordaz que se refocilaba con los silicones, las cirugías y lo todo  postizo,  incluyendo los lunares, de cuanta bataclana accedía a soportar, por amor al billete, que el hocicudo la embijara de sangre fresca (Tlatelolco) donde hubiese puesto las manos: tetas, glúteos, entrepierna y anexas. ¿Alharaquiento el amor de Fox? Compárenlo con el miserable del que en vida se vació en una descabellada compulsión por todo lo que oliera a pompa(s) y circunstancias, ese JLP que de Los Pinos hizo leonera y del teléfono rojo instrumento para enlaces de pantaleta. Ah, su alardoso currículo  de garañón y padrillo, de morueco y burro manadero. Marta y Fox, latrocinios aparte, hoy mismo trenzados, como trenzados ayer. Bien hayan.

Si Vicente quiere a Marta – y ella es todo su querer – ya la besa, ya la exalta – ya no sabe ni qué hacer.  (Aolí.)