Rebuznos

Una burra quiso rebuznar y no pudo porque nunca se aprendió la tonada.  (En su homilía dominical Norberto Rivera, cardenal de la Iglesia Católica.)

Don Pedro Jasso y la marcha-plantón, mis valedores. Digo marcha-plantón y a la mente se me viene la fina estampa de El Chaparro, benemérito mártir de esas marchas justicieras que  terminaron por arrancarle la vida; y cómo no se la iban a arrebatar, si tan sólo el plantón de 1997 duró un año, dos meses y 15 días.  Mucho plantón para un simple Chaparro que nunca pasó de  burro pedrero y que jamás conoció el lujo de unas herraduras. Víctima siempre de su mala vida, fue bestia de carga y a cada rato me lo hacían guey unciéndolo a la yunta por menesteres del sembradío. Burro en funciones de buey, llevó una vida de perro El Chaparro, válgame.

Siempre al servicio de un amo que fue a su vez víctima de una mala táctica de lucha por la justicia, El Chaparro tuvo que hacer un viaje desde San Luis Potosí hasta esta ciudad capital con un solo propósito: buscar aquí, con el señor de Los Pinos (¡imagínense!) una justicia que no encontró en las autoridades locales contra la acción arbitraria y depredadora de caciques que invaden tierras en la comunidad de San Juan de Guadalupe y anexas. Buscar justicia en el DF. Ilusos, El Chaparro y Jasso, en ese orden…

El burro hizo el viaje por carretera, arrastrado y penoso porque, además, vino cargando a don Pedro a cuestas, qué vida la de El Chaparro. La de algunos Chaparros. Ya de plantón en el zócalo, el asno tuvo que soportar soles, fríos, tormentas, desdén presidencial, amenazas de autoridades, la   fuerza pública y la curiosidad de turistas que me lo fotografiaban de frente, de perfil, de tras cuartos y ya por arriba, y ya por abajo (mexican curios), para regresar a su tierra con las manos (las pezuñas) vacías. Obvio, con esa estrategia obsoleta, ya rebasada.

Y de nuevo a sudar: ya de burro, ya de buey, burro y buey viejo y enfermo, pasmado del lomo y, cierto estoy, también del espíritu, donde cargó con la derrota, y reflexionando (si es que él sí haya logrado pensar) que de qué canacos sirvió sacrificio tan cruel, si los humanos no escarmentamos. Y fue así como le llegó la única bendición de su vida: perderla. Mis valedores:

¿Se parece o no a tantos de nosotros, dicho esto con el debido respeto (para El Chaparro)? Achaques, derrotas, mataduras, muy poca comida para tanto trabajo, y tan mal pagado, y  un futuro renegrido, con la muerte como liberación.

El Chaparro ya no lo acompañó. Fiebres, cólicos, una noche de agonía y un despertar en el otro mundo, el de los borricos. Y ya. ¿Y ya? No, que eso sería injusto para un luchador social. Yo, apenas supe su fallecimiento, me puse a entonar la presente endecha de ese que se nos torna símbolo de tantos mexicanos.

Pero anden, a seguir desdeñando el poder ciudadano que lograríamos con la organización celular autogestionaria, y poner futuro y esperanzas, individuos y comunidad, en la mega-marchita. Porque en manos de un estratega bien intencionado, pero ignorante, El Chaparro fue enviado a la guerra sin más fusil que el que le facilitó Madre Natura, con él tan pródiga. Hoy, ¿habrá símbolo más justo del ánima colectiva, siempre sufriente y delegando siempre nada menos que en su opresor?  El Chaparro, mexicano de lucha tan justa cuanto impotente y estéril como su muerte; ese benemérito irracional en el que me reconozco y reconozco a tantos Pedros Jasso y tantísimos borricos como yo. El Chaparro. A su memoria. (Qué más.)

Chaparros

El legendario comunero potosino Pedro Jasso, 91 años de edad, marcha una vez más rumbo al Distrito Federal.

Una de las tantas marchas, que se tornaron paradigmáticas, la realzó hace unos cuatro años. ¿Recuerdan ustedes las marchas-plantones de don Pedro Jasso? ¿Recuerdan aquellos plantones épicos que mantenía el potosino para exigir justicia de las autoridades correspondientes con la devolución de unos terrenos que atrabiliarios de la región le habían arrebatado en alguna ranchería de San Luis Potosí? Los antecedentes:

Por exigencias de justicia, repito,  don Pedro se desplazó desde San Luis Potosí hasta esta ciudad capital. Sus plantones en el zócalo causaron expectación, y lo más llamativo: que don Pedro se hacía acompañar de El Chaparro, no uno de los 112 y medio millones de chaparros que habitamos este país, sino un burro con ese nombre: El Chaparro. ¿Resultado de la gestión de don Pedro Jasso,  que acostumbraba mantenerse en plantón a lo largo de  meses, de años, en el zócalo capitalino? De justicia, nada consiguió,  pero sí la muerte del muy Chaparro, que no pudo sobrevivir al enésimo plantón. Lástima.

Lástima, sí, pero como ese fruto dulcísimo de la justicia no se lograba, ni la autocrítica funcionó en el protestante don Pedro Jasso, los plantones siguieron una y otra vez, meses y años, ahora con El Chaparro junior, y más tarde con el nieto de El Chaparro original. Muchos plantones, ¿y la justicia? De justicia, cuál, y al paso del tiempo, de los plantones y del propio don Pedro Jasso no se volvió a saber. Y a otra cosa.

Pues sí, pero yo, reflexionando en su frustrada táctica de la marcha-plantón, pensé: una buena herencia nos legaron don Pedro Jasso y El Chaparro, para quien quiera entender: esos que proyectaban su propio plantón ya escarmentaron en burro ajeno. Maestros, estudiantes del CGH, militantes de la APPO y del Mexicano de Electricistas, en fin,  ya se miraron en ese burro. En ese espejo, más bien. Saben ya, por la historia y la realidad objetiva, que no es con plantones ni marchas, en burro o a pie, como el agraviado va a conseguir la justicia. Ya pudieron comprobar que la marcha-mitin es sólo un medio de dar a conocer nuestro problema, y que de ahí hay que pasar a la siguiente etapa en las  formas de lucha contra el adversario histórico. Que la marcha-plantón es un medio, no un fin.

Pues sí, pero no, que una y otra vez, la noticia y las fotos: “Integrantes de organizaciones campesinas (u obreras, o estudiantiles) se manifiestan frente a la Secretaría correspondiente en demanda de justicia”. Válgame.

¿Y la moraleja de la marcha plantón de don Pedro Jasso nada les dice? ¿Y así intentamos salir del laberinto de Creta donde nos encerró un Sistema de poder que no es aliado histórico nuestro, y al que es inútil exigir? Nada nos dijo la lección de don Pedro y su Chaparro, porque un día sí y el otro también, debajo de la noticia, la foto, y en ella, ¿pasan ustedes a creer?, El Chaparro por delante, encabezando el plantón. Detrás, todos los Pedro Jasso de cerradas entendederas que se niegan a aprender. Y créanme…

En la lucha contra un Sistema que así nos oprime, y en su caso llega a reprimir, todos somos combatientes y todos somos aliados. En la estrategia estamos de acuerdo quienes buscamos el cambio histórico de Sistema. En la táctica disentimos, que para lograr ese cambio de nada nos van a servir cuantas marchas, plantones y exigencia llevemos a cabo contra un Sistema que “ni los veo, ni los oigo, y háganle como quieran”. (Sigo mañana.)

¿Y los instintos?

El de conservación, por ejemplo. Salvaguarda esencial del antropoide, tal pulsión instintiva se nos empozó en el inconsciente y, atenta siempre y siempre vigilante, en la situación de peligro salta como rayo en seco, y venga el disparo de adrenalina, y entonces…

Pues sí, ¿pero qué ocurrió con nuestro instinto de sobrevivencia? Recuerdo, a propósito, el caso de la Bicha y el Rosco, mininos que aceptan vivir bajo mi techo y al amor de mi gente, tan amorosa con ellos más que conmigo. Mansos de corazón, medio día se la pasan remoliendo croquetas y el otro medio durmiendo entre ronroneos, y todavía se dan tiempo para condescender, si traen el humor a modo, con arrumacos como esos con los que los incomodan Ariel  el güerejo y la jovencísima Mayahuel de las zarcas pupilas, ella tan hermosa que en ratos creo que lo hace a propósito. Luego de permitir a lo displicente que les soben los lomos, la Bicha y el Rosco tornan al sueño, y la paz. Apenas oscurezca van a escabullirse por la azotehuela hasta las vecinas azoteas, y entonces sí, a participar en la zanfranza de orgías nocturnales con los congéneres del vecindario, y a convertir la azotea de mi habitación en campo de amor, guerra florida, torneo galante y territorio iraquí que invadieron gatazos atrabiliarios, que hagan de cuenta Bushes, Obamas y demás autores de miles de muertos, dañeros felinos que producen una dolorosísima ración de sangre, cadáveres, llanto y desolación; como en Iraq, en Afganistán, en México. Porque así aman los gatos en mi azotea, muy al estilo del macho mexicano: de noche, a oscuras, validos de la sorpresa, el asalto, la viva fuerza y garras y colmillos. Lo dijo el poeta:

“Los gatos erizan el ruido y forman una patria espeluznante”.

¿Algún episodio más allá de lo cotidiano y doméstico podría acontecer con los animalillos caseros que habitan  en esta su casa (la de ellos), conmigo como el servidor de los dos? Pues aquí lo asombroso, que me ha llenado de estupor y cavilaciones. El día de autos (óyelo),  solicitada telefónicamente la presencia del veterinario, el susodicho acudió a aplicar a los dos gatos su respectiva ración de vacunas contra rabia, sida, moquillo, papiloma humano y cáncer de mama. La Bicha y el Rosco, entretanto, dormían acá arriba, sobre la mesa donde redacto estos párrafos, engarruñados entre alteros de carpetas, libros de consulta y mi libro de oraciones que, por pudor, he camuflado con fotos pornográficas en las carátulas. Desde mi estudio no se alcanza a ver la puerta de entrada y el veterinario no tuvo necesidad de tocar el timbre, que ya el Arieluco lo estaba esperando. En llegando el veterinario subieron Mayahuel y el güerejo y con la naturalidad de costumbre tomaron en sus brazos al par de mininos, y mis valedores:  fue entonces.

Dos, tres pasos, dos, tres escalones de la escalera que baja hasta el rincón del corredor donde aguardaba, invisible a nuestra vista, el veterinario, y de repente los animalejos revolviéronse entre los brazos, y que se encrespan y se acalambran, tirando arañazos, bufidos y tarascadas. ¿Y estos? En mala hora acudí en auxilio de la de las zarcas pupilas: de la Bicha que sostenía en brazos recibí furibunda ración de arañazos, tatuajes de hemoglobina. ¡Refuerzos!  Acudieron Aída (tú, la de todos los días), doña Lupe con todo y mandil y un ayudante del veterinario con experiencia previa, que había sido granadero y experto en amansar antorchistas y pancho-villistas.  Y a repartirse con nosotros los arañazos. (Esto sigue mañana.)

La marcha, el mitin, el dogma…

La cultura política, mis valedores.  De extenso análisis sobre formas de lucha social que me proporciona el maestro entresaco estos párrafos que juzgo aleccionadores para hoy y el futuro.

Cuando se analizan científicamente la fortaleza y la debilidad de un enemigo se puede ubicar sus  puntos vulnerables. Entendamos que su fortaleza es directamente proporcional a nuestra debilidad. Hay que autoanalizarnos para detectar lo que nos torna débiles.

El enemigo histórico de nuestro cambio social  aplica una forma de control y dominio con excelentes resultados: infiltra en los movimientos sociales formas de lucha ineficaces y obsoletas. Una vez introducidas en el imaginario colectivo se enraizan a nivel de dogma incuestionable, con lo cual cobra vida propia: muchos luchadores sociales, con su falta de lucidez,  se encargan de reproducir las concepciones que pretenden combatir. Logrado este fenómeno enajenante, los agentes gubernamentales solo necesitan darle “mantenimiento” a su concepción inoculada en el movimiento social.

Los movimientos sociales han caído en su trampa estratégica, de la que deriva gran parte de sus derrotas. El razonamiento estratégico que repetimos de forma  consuetudinaria se sintetiza en la siguiente fórmula: razón+ legalidad + consenso popular = triunfo. El planteamiento es sencillo: si tenemos la razón, la ley y el apoyo popular, el resultado inequívoco es el triunfo. A nuestra estrategia el gobierno le opone esta síntesis: poder económico,  político y armas = triunfo. La razón desarmada no ha podido, hasta hoy, derrotar al  poder armado. (Cuando hablamos de armarse no nos  referimos a las armas de fuego sino a crear sistemas de lucha pacífica superiores a  tales las armas.)

Durante décadas se han creado “conjuros mágicos”; se pregonan slogans en la creencia de el grito desgarrador de esas frases es suficiente para ganar. Nuestros conjuros no han logrado hacer daño, porque “Los muertos no se entierran solos”. No basta con “satanizar” a un enemigo poderoso para vencerlo. Las palabras carentes de fuerza motriz debidamente organizada y dirigida científicamente en el combate no producen triunfos históricos. (Tomar nota.)

En nuestras marchas enarbolamos como pregón mágico  la consigna “el pueblo unido jamás será vencido”. Sin embargo no se entiende que para que el pueblo se una no basta un pregón que produzca el milagro. El pueblo no se va unir por si solo ni con gritos, sino con estrategias y tácticas científicas avaladas con un trabajo eficiente y constante.

A La marcha-mitin se le ha cambiado su función objetiva de denunciar un problema, una inconformidad,  y preparar a las bases combatientes para pasar a formas de lucha especificas de su área de operación que sean el todo de la lucha. Al convertir la marcha-mitin en el todo y enraizar tal creencia a nivel de dogma irrebatible,  hemos quedado desarmados.

¿Por qué la eficacia de la marcha-mitin no se cuestiona a pesar de haber demostrado una y otra vez sus limitaciones, y en los casos determinantes su inoperatividad como arma contra la injusticia? Porque se nos ha vuelto un dogma. Algunos de nuestros propios compañeros revolucionarios han caído, han sido seducidos por este recurso fácil. Al tornar la marcha-mitin en el todo de la lucha desnaturalizamos su función práctica, la volvemos liturgia secular, peregrinación que grita conjuros que van a realizar el milagro de vencer a nuestro enemigo histórico. Con el tiempo los marchistas-peregrinos se desencantan y … (Sigo después.)

El vecino rapaz

 Esos republicanos de cartón alegan la fuerza y el tamaño como derecho divino nuevo, y destino manifiesto e imperio natural e irresistible que les autorice a salir de bandidos por el mundo embolsándose pueblos como se embolsaban castillos los condes feudales. (José Martí.)

El presidente de EU John A. Adams, en tanto, afirmaba de Cuba:  “Una vez separada de España y rota la conexión artificial que la liga con ella, Cuba es incapaz de sostenerse por sí sola, tiene que gravitar necesariamente hacia la Unión Norteamericana, a la cual le será imposible dejar de admitirla en su seno”.

Cuba y la inquina imperial: en 1967 John Kennedy trata someterlo; sus mercenarios desembarcan en Bahía de Cochinos, y los cochinos son vencidos a lo estrepitoso. Kennedy inicia un prolongado bloqueo contra la Isla que la hunde en una prolongada crisis económica. Hoy Obama insinúa  revisión al bloqueo.

Pero no sólo Cuba. En Chile, en 1973, R. Nixon financia a mercenarios y militares chilenos de ultraderecha, y con ellos derroca y asesina al presidente constitucional, Dr. Don Salvador Allende.  Para luego desatar una violenta represión contra todo lo que huela a oposición y allendismo, con resultado de millares de muertos y desaparecidos. Argentina.- En 1982, el gobierno de EU brindó importante apoyo logístico a los ingleses de la Thatcher en la Guerra de las Malvinas, con todo y que en 1823 había creado la Doctrina Monroe y más tarde establecido tratados con Argentina que garantizaban el resguardo continental.

Panamá. En 1989, EU arroja sus fuerzas militares contra Manuel Antonio Noriega, dictador de Panamá, al que trasladan a una prisión gringa. El costo de la invasión en vidas humanas: entre 3 y 7 mil 500 civiles.  En 1803 EU arrebató a Francia el territorio de Lousiana. En 1819, ya se había apoderado de Oregon y La Florida. Por cuanto a Texas, lo ocupó en 1836, y dos años más tarde lo cercena de nuestro país para anexarlo a su territorio. Después nos serían desgajados California y Nuevo México. El total de las tierras hurtadas por EU a sus vecinos triplicó la extensión original de su territorio.

Granada.- En 1982, Estados Unidos intervino militarmente en la isla, en una invasión tan breve como cruenta, donde se causaron muertes de civiles.  Libia.- En 1986 sufrió ataques aéreos por parte de EU, muriendo con la población civil uno de los hijos del líder libio Al-Gadafy. Hoy Obama la desangra otra vez..

Japón. En 1945, cuando finalizó la 2ª. guerra mundial, el presidente Truman, el tercero  más impopular después de Nixon y G.W. Bush, perpetró 2  ataques atómicos sobre ciudades civiles japonesas, matando directa o indirectamente a más de 500 mil civiles. Corea.- En 1950, EU entró en guerra con Corea del Norte, provocando gran cantidad de crímenes contra la población  civil. Quince años más tarde invadía Vietnam y atacaba militarmente a los norvietnamitas, iniciando una guerra de más de 10 años, en donde el Pentágono de EU empleó terribles armas de destrucción masiva, como el napalm.

Servia.- En 1999, durante 60 días aviones de la OTAN, encabezados por fuerzas de EU, bombardean de manera ininterrumpida Servia y Kosovo. Destruyeron edificios y puentes, y causaron numerosas bajas en la población civil.

Y los ataques a Timor Oriental, y la sañuda labor de los contras en Nicaragua financiada y apoyada por EU, y la desestabilización de gobiernos, economías y finanzas por parte de la CIA en prácticamente todos los países del orbe. Iraq, Afganistán, Guantánamo. (Perros de guerra.)

Obama y los perros de guerra

Y yo pregunto, mis valedores: ¿por fin va a cumplir Obama su promesa de cerrar Guantánamo como centro de reclusión de presuntos terroristas? Porque los torturadores ya lograron arrancar a los prisioneros el rastro de Osama Bin Laden y, según esto, el Enemigo Público No. 1 de Norteamérica ya fue asesinado. ¿Entonces? ¿Guantánamo ya para qué? ¿No es hora de que Barack Obama haga honor a su promesa inicial y para siempre clausure esa llaga purulentosa en el territorio de Cuba? Una historia en dos párrafos:

En 1898 la flota de guerra de EU. bloquea la Isla, a lo sorpresivo invade Santiago de Cuba y se apodera de la bahía de Guantánamo. Años más tarde lo comentaba Manuel Sanguily: “Dije entonces: ¡Los invasores ya han visto  Guantánamo: jamás renunciarán a su posesión! ¡Y la bahía de Guantánamo, señores senadores, ya es de los Estados Unidos!”

Sí, que en la nefasta (para Cuba) Enmienda Platt lo asentó el invasor: “Para poner en condiciones a EU de mantener la independencia de Cuba y proteger al pueblo de la misma, así como para su propia defensa, el Gobierno de Cuba venderá o arrendará a los EU. las tierras necesarias para carboneras o estaciones navales en ciertos puntos determinados que se convendrán con el Presidente de los Estados Unidos…” Carboneras, dijo.

Guantánamo y la protesta popular. Cierta noche de marzo de 1901, en La Habana, 30 mil manifestantes se echaron a la calle. Antorchas, banderas, estandartes, proclamas: “¡Nada de carboneras! ¡Nada de mutilar el territorio nacional!¡Viva Cuba libre, nada de carboneras!” Y la respuesta de Platt, el autor de la Enmienda: “O aceptan todos y cada uno de sus artículos, o de inmediato y hasta que los acepten ocupamos la Isla”.

El analista Toste Ballart: “La base naval norteamericana en la bahía de Guantánamo, hija de la Enmienda Platt, ha desempeñado un importante papel en la política agresiva imperialista; su estratégica posición geográfica facilita la rápida movilización táctica de tropas intervencionistas hasta diferentes puntos de las Antillas y Centroamérica, como en la invasión de Santo Domingo, en 1965, para aplastar el levantamiento constitucionalista. Parte de las tropas de EU movilizadas para dicha operación procedían de la base de Guantánamo”. Territorio cubano y campo de tortura del vecino imperial donde  aplica tratos inhumanos y degradantes a prisioneros de más de 40 países que mantiene de forma ilegal. Es Obama. Es Guantánamo.  Y sigue la historia.

“Cuba para España mientras no sea de EU. Para los cubanos, nunca”.

Tal afirmaba en 1783 John Adams, presidente de EU. “Las islas del Caribe constituyen apéndices naturales del continente americano. Cómo resistir la convicción de que la anexión de Cuba será indispensable para la continuación de la Unión”.

Ese fue, desde el siglo XVIII, propósito de Norteamérica, y desde entonces ha actuado para lograr sus propósitos expansionistas. En 1812, “un mapa de los Estados Unidos levantado por el Gobierno norteamericano no sólo incluía los territorios mexicanos de Texas, Nuevo Santander, Coahuila, Nuevo México y parte de Nueva Vizcaya y Sonora, sino también la Isla de Cuba, como parte natural de la República”.

Cuba y la política de la “fruta madura”, proclamada por el presidente John Adams: “Estas islas por su posición local son apéndices naturales del Continente Norteamericano (sic) Cuba ha venido a ser, por una multitud de razones, de trascendental importancia para los intereses políticos y comerciales de nuestra Unión”. (Mañana.)

¿Y la conciencia de enemigo histórico?

¿Encapuchada también? Mis valedores: ¿recuerdan ustedes a Marcos, el subcomandante del Ejército Zapatista de Liberación Nacional? ¿Se acuerdan de aquel 1º. de enero de 1994 que fue el de la insurgencia indígena en Los Altos de Chiapas contra el Tratado de Libre Comercio que Washington nos impuso con la modesta colaboración de Salinas? En su Primera Declaración de la Selva Lacandona el EZLN se arropaba en el 39 Constitucional:

“La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo el poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene, en todo tiempo, el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno”.

A renglón seguido sintetizaba la conciencia del  enemigo de ese cambio històrico que con urgencia necesitamos, y que si no lo hacemos nosotros nadie lo harà en nuestro nombre:

Por tanto, en apego a nuestra Constitución, emitimos la presente al ejército federal mexicano, pilar básico de la dictadura que padecemos, monopolizada por el partido en el poder y encabezada por el ejecutivo federal que hoy detenta su jefe máximo e ilegítimo, Carlos Salinas de Gortari. Perfecto.

Perfecto, sì, pero de pronto resulta que hoy, 17 años más tarde, Marcos reaparece con la oferta al Sindicato Mexicano de Electricistas de reforzarle la mega-marcha que forjarìan los sindicalistas a quienes la insensibilidad del beato del Verbo Encarnado arrojó a la calle, con una marcha “humilde, pequeñita, según el alcance de nuestras posibilidades”. Yo, una vez enterado de la noticia, redacto el presente mensaje:

Marcos, presente: ¿conque hasta allá hemos llegado? ¿Hasta el grado de ¡e-xi-gir! al tigre que por amor a nosotros se vuelva vegetariano? ¿Ya olvidamos, acaso, que al enemigo se le vence, no se le exige? ¿Pues que, tan pronto extraviamos esa conciencia de enemigo històrico que estipulò el documento del 1º. de enero de 1994? Recuerde Marcos, el texto:

Como nuestra última esperanza, después de haber intentado todo por poner en práctica la legalidad basada en nuestra Carta Magna, recurrimos a ella, nuestra Constitución, para aplicar el Artículo 39 Constitucional.

Por tanto, en apego a nuestra Constitución, emitimos la presente al ejército federal mexicano, pilar básico de la dictadura que padecemos, monopolizada por el partido en el poder y encabezada por el ejecutivo federal que hoy detenta su jefe máximo e ilegítimo, Carlos Salinas de Gortari.

¿Y ahora, subcomandante, resultamos marchistas? ¿Olvidamos el resultado de la estridente y muy bien promocionada mega-marcha de los 1,111 que Fox, en el sexenio anterior, les permitiò realizar desde Chenalhò y Oventic hasta el recinto legislativo de esta ciudad? Remate de su peregrinaje, la Comandante Ramona, hoy difunta, arrojò al rostro de los legisladores un soberbio catàlogo de agravios. ¿Y? ¿De que sirvió el mega-desfile? Con un tanto así de autocrìtica podrìa usted llegar a la conclusión: de nada sirvió, sin màs. Porque la marcha es necesaria, pero insuficiente; vale para crear conciencia de una situación injusta para nosotros, pero hasta ahì,  porque la “movilización” es un medio, no un fin.

Ah, pero hoy reculamos hasta finales de los 50s’, cuando maestros y ferrocarrileros tomaron la vìa pùblica para ¡e-xi-gir! a Lòpez Mateos. ¿Nada  nos dicen los nulos resultados de aquellas movilizaciones?

No, subcomandante, los ideales no caducan, ni los principios, ni los valores, ni la lealtad. No en un varòn enterizo. porque… (Sigo después.)

Beatitud

El presente, mis valedores, es un recado para el flamante beato Juan Pablo II. Mister amigo de México:

Comienzo, señor, con la aclaración para mí indispensable: por más que unos intereses nebulosos me lo hayan empericado allá, en la mera cumbre de unas honras que para mí siempre serán honras fúnebres, ya hoy sea  beato y mañana santo  usted nunca ha sido ni nunca será santo de mi devoción. Beato señor:

Antenoche soñé que la aureola todavía con la etiqueta de fábrica, usted  se me quedaba viendo con un fulgor de sorna en los ojos, y que  se burlaba de mí con la frasecita que me hincha los hígados:

“Haiga sido como haiga sido” yo ya ando acá arriba. Ese fue el primer milagrito con el que me estrené de beato, cómo la ves.

A ver, a ver: ¿de veras se siente beato? ¿Desde cuándo, señor? ¿Cuánto le vino costando  la beatitud?   ¿No le provoca un tanto así de verguenza saber que  a los altares lo encaramaron la mercadotecnia y unas jugadas de ajedrez, de pizarrón,  para dar en muchos sentidos respiración artificial a la institución clerical con la que en el siglo IV sustituyeron al cristianismo Constantino y su reverenda madre, la  Santa Elena?

Porque no se engañe, señor, no pretenda engañarnos: no fueron sus méritos personales de histrión mundial los que lo treparon en las alturas, sino unas circunstancias perfectamente mundanas. Hablando en plata, la del Banco Ambrosiano que usted manipuló con el electricista Walesa en la mente: este de la beatitud es un milagro de la Casa Blanca y una treintena de mega-ricos aborígenes, de la industria del periodismo y, por supuesto, de la sotana y la capa pluvial. ¿Que tienen más mérito para la aureola don Sergio Méndez Arceo, don Samuel Ruiz y tantos beneméritos de esa Teología de la liberación que usted intentó asesinar a mansalva? Ahí está, si no,  monseñor Oscar Arturo Romero, santo sin aureola de sololoy; pero no, que en su momento, desde el púlpito y con la diestra sobre la Biblia, lo proclamaron los Norberto Rivera, Sandoval Iñiguez, Onésimo Cepeda, Carlos Aguiar y cofrades:

Oscar Arnulfo es un peligro para México…”

A mí, beato señor, inadvertida me pasaría su aureola sietemesina si no fuese porque estudio la historia, esa estrella polar que me guía y advierte: cuidado, mucho cuidado, que este beato pudiese tratar de “legitimarse” y en el objetivo imposible acudir a la más audaz, temeraria e imprudente de las medidas públicas: arrojar el Estado a  una guerra contra evangélicos, adventistas o puritanos tardíos, si alguno encuentra a su paso. ¿Así piensa desangrar los dineros de El Vaticano para financiar una guerra insensata? Una vez que su guerra particular amenace con ahogar en tsunamis de sangre, lágrimas y dolor todo El Vaticano, ¿piensa disfrazar el horror de la cotidiana masacre con el eufemismo de “lucha”? Qué regazón de cadáveres, qué sembradío de fosas clandestinas  irían a cubrir el territorio de El Vaticano…

Finalmente, señor: cuando ya con el tercio no se levante, ¿sería capaz de violar una vez más las leyes del Estado y viajar hasta mi país con el solo propósito de suplicarle al señor de Los Pinos que le haga el milagro, y se lo implore con ruegos tan  lastimeros y lastimosos como estos:

“Padre santo, estamos sufriendo por la violencia. Ellos, los habitantes de El Vaticano, lo necesitan más que nunca; estamos sufriendo. Lo estaremos esperando”.

¿Será usted capaz, santo beato impostor? Lo dudo. Después de todo es usted, cuando menos, un  varón enterizo. En fin. (Laus Deo.)

No beatos: mártires

“Esos hombres eran moralmente superiores porque cada uno era capaz de sentir gran amor por la humanidad”.

El crimen fue perpetrado por el capitalismo (Chicago, 1º. de mayo, 1886) contra un grupo de obreros que en su lucha por la jornada laboral de ocho horas y un pago salarial menos injusto aventaron su vida en prenda y alcanzaron el rango de mártires: August Spies, George Engel, Albert R. Parson, Adolph Fisher y Louis Lingg. Rumbo al patíbulo, sus palabras:

Sus leyes están en oposición  a la naturaleza y con ellas roban ustedes a las masas el derecho a la vida, a la libertad y al bienestar.

Del enemigo histórico: Creen tener derechos sobre todas las personas, sus vidas y su libertad, aun el derecho a asesinar a quienes les son incómodos, cuando son diferentes, cuando no son parte de la amorfa masa o rebaño servil. ¡Tiempo llegará en que nuestro silencio será más poderoso que las voces que hoy estrangulan ustedes!

Aquel primero de mayo, dicen las crónicas, amaneció caluroso. Muy temprano salió el sol, dorando los patios de la prisión. En su respectiva celda de condenados a muerte los ocho cautivos aguardan el patíbulo. Un ruido de cerraduras marca el final. Spies detiene su ambular de león enjaulado. “¿Ya es hora?”, pregunta. “Vamos afuera”, dice uno de los celadores, mostachos grandes e hirsutos. En la celda de Parsons el que comanda el grupo de celadores ordena: “Vamos afuera”.

Así pues, llegó la hora de la verdad. Vamos”.

Louis Lingg, por su parte, en el momento en que lo conducían fuera de la celda, comenzó a decir: “No es por un crimen por lo que nos condenan. Es por…” Y guardó silencio. Cinco de los ocho anarquistas condenados a la horca por la justicia de Illinois habían sido concentrados en un saloncillo de la prisión federal, no lejos del “portón de entrada” (Para ellos nunca más “portón de salida”). Los cinco condenados a muerte se miraron, ligeramente pálidos, pero tranquilos. “Salud, compañeros”, dijo uno de ellos. A la palabra “salud”, los otros intentaron una sonrisa. “¿Listos?”, preguntó el celador de los grandes mostachos. “Listos”, contestó Spies.

“No es por un crimen por lo que nos condenan”, repitió Lingg. “Nos condenan por nuestros principios. Pero yo desprecio su…” Guardó silencio. Afuera sonaban las 10 de una mañana caliente en Chicago. Ya ante el patíbulo, Lingg iba a completar su mensaje final: “No es por  un crimen por lo que ustedes nos condenan; es por nuestros principios. Desprecio a todos ustedes; desprecio su orden, sus leyes, su fuerza, su autoridad. ¡Ahórquenme!”

Antes de morir, Engel: “Las leyes de ustedes están en oposición con las leyes de la naturaleza, y mediante ellas roban a las masas el derecho a la vida, a la libertad y al bienestar. ¡Estoy listo!”

“Pueden ustedes sentenciarme –Spies-. Pero que al menos se sepa que en Illinois ocho hombres fueron sentenciados a muerte por pensar en un bienestar futuro, por no perder la esperanza en el último triunfo de la libertad y la justicia”.

“Si la muerte es la pena correlativa a nuestra ardiente pasión por la libertad de la especie humana –Fischer-, entonces yo lo digo muy alto: ¡dispongan de mi vida!”

Parson, al pie de la horca: “Sobre el veredicto de ustedes quedará el veredicto del pueblo, para demostrar las injusticias sociales de todos ustedes, que son  las que nos llevan al cadalso. Pero quedará el veredicto popular para decir que la lucha social no ha terminado por tan poca cosa como es nuestra muerte”.

No beatos:  mártires. (A su memoria.)

Aroma de beatitud

La noble lucha por la justicia nunca os  ha de llevar al enfrentamiento, sino que en todo momento habéis de inspiraros en los principios evangélicos de colaboración y diálogo, excluyendo toda forma de violencia.

Con tal reprimenda a los indígenas militantes del EZLN J.P.II intentó apaciguarlos en 1999, y milagros del beato, mis valedores: la semana pasada Marcos, el guerrillero que había sintetizado la conciencia de enemigo histórico, ofreció públicamente a  Javier Sicilia  forjar con el EZLN su propia marchita para, al unísono con el periodista, ¡e-xi-gir! al tigre del Poder que por amor a nosotros se vuelva vegetariano. Milagro beatífico. Aquí algunos pormenores de la primera visita del beato a nuestro país.

Enero de 1979. En el aeropuerto, al arribo del Papa, la reportera de TV: “¡Acaba de ocurrir un trágico accidente! ¡El Papa ha tropezado al descender del avión y se ha ido de bruces contra el piso! ¡Nadie lo ayuda! ¡Qué barbaridad, ahora la capa le envuelve la cabeza haciendo temer que Su Santidad muera simultáneamente de asfixia y fractura de cráneo llegando a México! ¡Ah, qué alivio! ¡El Papa se levantó como si nada y se dirige sonriente a saludar al Sr. Presidente! ¡Ni siquiera el gorrito se le ladeó!

Se desgañitaba la publicidad: “¡Hosanna en las alturas! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Padre Santo, bendice a tus ovejas! ¡Padre, bendícenos! Banco internacional”.

El matutino: “Una rosa de oro, presencia de México en el despacho papal, fue el obsequio de periodistas mexicanos. Sois vosotros modelo de responsabilidad, dijo JP II, y prometió a los reporteros mexicanos: La rosa de oro que me estregasteis estará siempre en mi despacho, muy cerca de mi corazón”.

Un Pedro de Urdimalas: “Yo seguí día tras día las actividades de Su Santidad para crear musicalmente un relato de su permanencia entre nosotros. Me salió un muy bonito corrido llamado Corrido del 26 de enero. He plasmado este corrido (sic) que puse personalmente en mano de Su Santidad, junto con una rosa roja, para que se lo llevara a Roma. Dice en una de sus cuartetas:

“Escuadrón motociclista – con gusto te recordamos – que al Papa le abriste la pista – en mares de mexicanos”.

La noticia: “Ofrecen a un motociclista 250 mil pesos por una medallita que bendijo y besó Su Santidad. El motociclista, que  la había adquirido en 85 pesos, declara:

– Esos 250 mil pesos son muchos pesos, pero no lo aceptaré, y no doy mi domicilio para que no sigan poniéndome más tentaciones. Voy a guardar mi medallita con todo cuidado. Es lo único de valor que les dejo a mis hijos.

El vespertino recogía el frenesí, la psicosis colectiva:

“¡Nos vio, María! ¡Oh Dios, el Papa nos ha visto!”

“¡Y nos dio su bendición! ¡Nos ha dado su santísima bendición!”

“¡Si, ahora todo irá bien! ¡Jesús  está con nosotros! ¡El Santo Padre nos ha visto, ha escuchado nuestros ruegos! ¡La tierra será buena otra vez!”

“¡La lluvia llegará, Miguel, ya verás que la lluvia llegará!”

“Ella, agradecida, volvió su mirada al cielo y soltó el llanto. El sacó una imagen de Juan Pablo II. Con esfuerzo se arrodilló y empezó a musitar: Padre nuestro que estás en los cielos…”

Y el primer milagro del beato: “Era drogadicto. Al paso de JL.II logró trepar a un poste de luz con el intenso deseo de rogar al Sumo Pontífice que le concediera el milagro de apartarlo del vicio. Electrocutado al llegar a lo más alto del poste, ayer, por fin recibió cristiana sepultura”.

Milagroso de veras que nos vino a resultar el flamante beato. (Laus Deo.)

Perros de guerra

¿Existe tarea más ingrata que recordar un pasado repleto de desdichas, cargado de iniquidades?  (C. B. Delorme.)

La invasión de  esos perros de guerra a la ciudad y puerto de Veracruz, mis valedores. Perpetrada el 21 de abril de 19114, en estos días de la Iniciativa Mérida deberíamos tenerla presente por el carácter depredador del gringo y el entreguista de nuestro gobierno, pero nos pasó inadvertida porque hemos permitido que arranquen de nosotros la memoria histórica. Aquí, comprimida, la crónica de un suceso olvidado:

El telegrama que preludiaba la crisis: “Chihuahua, 21 de febrero, 1914. Sr. Venustiano Carranza: inglés William S. Benton trató de asesinarme en Cd. Juarez. Pude desarmarlo y lo entregué a un consejo de guerra, que lo condenó a muerte. Respetuosamente, Gral. Francisco Villa”.

La reacción de Washington: “Sr. Carranza: mi gobierno exige pronta averiguación. De otra suerte se complicará gravemente la situación y obligará a este gobierno a tomar medidas sumamente serias. Estamos seguros de que Usted obrará inmediatamente. W.H. Bryan, Sec. de Estado”.

Pero el fusilado era súbdito inglés, y así lo hizo saber Venustiano Carranza a la Casa Blanca. La prensa de Washington: “Carranza desafía la Doctrina Monroe. Al negar el permiso a nuestro Depto. de Estado para investigar el asesinato de Benson, Carranza  no hace más que dar una bofetada al Presidente Wilson en plena cara y patear la Doctrina Monroe. En 90 años que tiene de vida la Doctrina Monroe ninguna de las más grandes potencias europeas ha hecho jamás lo que hace ahora el Jefe de los mexicanos que están fuera de la ley”.

Washington, 15 abril, 1914. “El Presidente Wilson recibe a diputados y miembros de las Comisiones de Relaciones Exteriores del Senado y la Cámara y los entera de su decisión de invadir Veracruz a causa de que sus autoridades se niegan a saludar a la bandera de las barras y las estrellas. El Senador por Chilton, Virginia Occidental: ¡Yo los obligará a saludar a la bandera, así tuviera que volar toda la ciudad”.

El Senador W. Borah: “Yo sólo puedo decir que si la bandera de Estados Unidos llega a ser izada en México nunca será arriada. Este es el principio de la marcha de Estados Unidos hasta el Canal de Panamá”.

A las 11 horas con 20 minutos de aquel 21 de abril de 1914 soldados de infantería yanqui descendían del Florida, el Utah y el cañonero Praire, y tomaban tierra en el muelle Porfirio Díaz. Se iniciaba la invasión de territorio mexicano, una más, por tropas de Estados Unidos”.

Una de sus primeras víctimas: Andrés Montes, carpintero. Al salir a encontrarse con la bala expansiva del invasor, la esposa:

“No te vayas, Andrés, no nos abandones, mira que tenemos niños muy chiquitos. ¿Qué hacemos si te matan? Hazlo por nosotros”.

“Ahora no tengo esposa ni hijos. Solo veo que tengo una patria muy linda y tengo que defenderla de la infamia yanqui. Aquí te dejo colgado este machete; anoche lo afilé bien para que al primer gringo que se atreva a entrar en esta casa le moches la cabeza”.

“Cuando el 24 de abril el comodoro Manuel Azueta, con los cadetes que habían defendido el puerto, llegó a la Cd. de México, en la estación se le acercó un anciano: ¿Qué razón me trae de mi hijo? Azueta le señaló la guerrera que llevaba puesta: había quedado manchada de sangre cuando recogió del suelo al cadete moribundo. El anciano besó aquella sangre mientras lloraba silenciosamente. Era el padre de Virgilio Uribe”.

¿La víctima hoy día? La memoria histórica. Qué país, mis valedores: (Qué país.)

“Activistas”

(Con mi agradecimiento y respeto para Norma Corona Sapién, Digna Ochoa y Plácido, Javier Torres Cruz y tantos otros luchadores civiles que por vocación, principios y convicciones defendieron nuestros derechos humanos hasta el extremo de perder la vida. A su memoria.)

Tiempos modernos, mis valedores. ¿Alguno de ustedes recuerda la sátira de Chaplin a la etapa del maquinismo y la automatización en los medios de producción? Aquí Chaplin es un obrero cuya tarea se reduce a apretar los tornillos que acarrea una banda sinfín. Y la de peripecias que ocurren al obrerito, que él solventa con gracia y donosura. Chaplin.

Y al estallar en plena vía pública la manifestación de protesta con gritos y cientos de puños en alto, ¿para cuándo son el garrote, el escudo y el gas lacrimógeno? El Sistema de poder los echa a andar para que el capitalismo no vaya a salir lastimado. Lo usual.

La tarde aquella Chaplin salió de la fábrica rumbo a su casa al tiempo que por media calle pasó aquel camión de carga. Una sacudida, y la bandera de paño rojo colocada a modo de advertencia  en la parte trasera del camión se desprende y cae en el pavimento. Chaplin, de acomedido, corre a recoger la bandera roja y la agita llamando al chofer. Y ocurrió entonces.

En el momento en que  Chaplin agitaba el trapo rojo rumbo al camión ya distante, de un callejón transversal desembocó una exaltada manifestación de obreros que con pasos apresurados se incorporaron  a la calle y caminaron detrás de la bandera roja que Chaplin seguía bandereando, y fue así cómo, sin proponérselo y sin que en la escandalera pudiese aclarar el malentendido, él se vio encabezando la manifestación de protesta.

Mírenlo ahí, bandera al frente, en el vano intento de aclarar la situación. Vean, detrás de él a cientos de puños en alto. Observen los vehículos de granaderos que se dirigen a los puños alzados. Bandera al aire y sin entender lo que está ocurriendo, Chaplin encabezaba la manifestación, cuando en eso…

¿Recuerda alguno de ustedes Tiempos modernos? ¿Tiene en la memoria las consecuencias que acarreó al del paño rojo situación tan equívoca? Y a esto, mis valedores, quería yo llegar.

En el presente sexenio cuántos ciudadanos que acaban de padecer una pérdida traumatizante se ven a estas horas, sin saber cómo ni por qué razón, a la cabeza del descontento popular. Padres y madres huérfanos de sus hijos, que un mayor dolor difícilmente puede experimentar el humano, de repente y por un ramalazo del azar  sostienen en alto la bandera del transporte de carga en las manos: Sin la preparación adecuada ni, según lo que expresan públicamente, los rudimentos de  una cultura política que les crease la conciencia de enemigo histórico, se ven colocados al frente de la protesta de las masas sociales, y entonces…

¿Si al temple que han demostrado al enfrentar su problema personal, si a su entereza y justa iracundia contra el Poder agregasen un ejercicio de autocrítica y reconocieran que carecen de esa teoría política que los lleve a entender que en nuestro país el gobierno (todo el Poder) no es nuestro  aliado, y que centrar la lucha en exigirle es, cuando menos, una estupidez y un daño horroroso para las masas sociales que ya los tomaron de abanderados?  ¿Esos “activistas” no se habrán puesto a pensar en la causa de que a diferencia del verdadero luchador civil ellos tengan voz y presencia ante el gobierno y los “medios”? ¡Porque se han convertido, por ignorancia, en colaboradores del enemigo histórico, sin más! (Seguiré con el tema.)

¡Que ahí viene Peña Nieto!

¡Que ataca López Obrador! Y a ese devoto del Verbo Encarnado al que  ningún  antidepresivo amansa el espanto de que alguien arroje al PAN de Los Pinos le viene al pelo la leyenda del bosque de Nemi, donde el monarca, para llegar al poder, tuvo que asesinar al antecesor y tendrá que ser asesinado por el sucesor de su trono. Es la ley. Mis valedores…

Al igual en el bosque de Nemi, en Los Pinos se produce la mortecina metáfora del  rey en desgracia (trémulo, insomne, venido a menos) que en el ocaso de su reinado carga como obsesión legar el trono a alguno de su propio partido. ¡Pero ahí nomás, tras lomita, acechan Peña Nieto y López Obrador!

El reyecillo cimarrón no defiende la silla con una espada sino con ese armamento de alto poder con el que ha asesinado a 40 mil y lacerado a toda una nación, y completa su ofensiva a pura base de lengua, de propaganda embustera que pagamos todos. Así, con viva elocuencia y ambiente sombrío, lo cuenta Frazer, en La rama dorada:

En  la Antigüedad este paisaje selvático fue el escenario de una tragedia extraña y repetida. En una orilla del lago, inmediatamente debajo de un precipicio, estaba situado un bosquecillo sagrado, y en él cierto árbol que todo el día y probablemente hasta altas horas de la noche rondaba una figura siniestra: en la mano blandía una espada desnuda y vigilaba cautelosamente en torno, cual si esperase a cada instante ser atacado por un enemigo.

El vigilante era rey y homicida a la vez; tarde o temprano habría de llegar quien le matase para reemplazarle. Tal era la regla: el puesto sólo podía ocuparse matando al rey y substituyéndole en su lugar hasta ser a su vez muerto por otro más fuerte o más hábil. El oficio mantenido tan a lo precario le confería el título de rey, pero seguramente ningún monarca descansó peor que éste, ni fue visitado por pesadillas más atroces.

Año tras año, en verano o en invierno, con buen o mal tiempo, había de mantener su guardia solitaria, y siempre que se rindiera con inquietud al sueño, lo haría con riesgo de su vida. La menor relajación  de su vigilancia, el más pequeño abatimiento de sus fuerzas o de su destreza le ponían en peligro. Las primeras canas sellarían su sentencia de muerte. Su figura ensombrecería el hermoso paisaje. El ensueño azul de los cielos, el claroscuro de los bosques veraniegos y el rielar de las aguas del lago al sol, concordarían mal con aquella figura torva y siniestra…

Mejor aún nos imaginamos este cuadro como lo podría haber visto un caminante retrasado en una de esas lúgubres noches otoñales en que las hojas caen incesantemente y el viento parece cantar un responso al año que muere. Es una escena sombría con música melancólica: en el fondo la silueta del bosque negro recordada contra un cielo tormentoso, el viento silbando entre las ramas, el crujido de las hojas secas bajo el pie, y  yendo y viniendo, ya en el crepúsculo, ya en la oscuridad, la figura oscura, insomne, la espada desnuda en la diestra…

Mis valedores: ¿con el de Los Pinos no ocurre lo mismo? ¿No se percibe la desesperación impotente de un rey que a deshoras deambula a lo insomne, trémulo y trasijado, en el bosque de Pinos? Abatido por la cargazón de problemas que no ha sabido resolver, aun carga sobre sus lomos la obsesión de evitar que el PRI regrese a Los Pinos ahora que él caiga, a lo irremisible, al desván de la historia. Por eso la facha de vinagrillo. Y si no, ahora que acuda a uno de sus desfogues, salir en la TV, véanle la cara. (Patético.)

Piedad para el benemérito

Sufren deterioro líneas del Metro. Muestran fallas corredores A y B, los más recientes y en peor estado. Trenes viejos y varados por falta de refacciones, vías con fallas por hundimientos, grietas en túneles y una fractura en un puente de la Línea B son fallas con que deben lidiar técnicos y conductores del Metro.

¿Que qué? ¿Falsa alarma o realidad? Leí la noticia de ayer y traté de no perder la ecuanimidad, en el entendido de que  noticias así de alarmistas ya se publicaban en los matutinos, como aquella fechada en el 2007, cuando ya en la estación y a la espera del convoy, leí en plena primera plana: “Urge un examen antidoping a los celadores del Metro”.

Válgame, toco madera. Me trepé en el vagón, y el estremecimiento en la columna vertebral: “Columna vertebral de transporte en la Ciudad de México, el sistema de Transporte Colectivo Metro está en crisis ante la falta de mantenimiento de sus vías, trenes e instalaciones”. Y que de continuar así, el próximo año (2008) podría sufrir un grave colapso. Ájale, ¿y entonces los que acostumbramos viajar en él cada día? Yo, tú, él, nosotros, ustedes, ellos, los cinco millones de capitalinos que cada día tenemos que recurrir al Metro para ir de aquí para allá y de allá para todas partes?  ¿Nosotros qué? Nomás me quedé pensando y…

Y es por muchas razones que yo aquí, azozobrado, exalto la presencia del Metro, benefactor de los pobres, que en México lo somos todos si exceptuamos a los ricos.  ¿Recuerdan ustedes, mis valedores que viajan en Metro,  cómo era el tal todavía hace algunos ayeres? Nuevo, flamante, rechinando de limpio y acabado de engrasar, que como entre nubes se deslizaba en sus rieles. ¿Se acuerdan? Ayer observé el vagón que me tocó en suerte, y aquella tristura. El tiempo, constructor y destructor. Suspiré.

Y es que en el áspero oficio del diario vivir una vida arrastrada, de días y días y de trabajo todos los días, el flamante vagón que me tocó en suerte cuánto ha envejecido. Apenas arrastrado por el convoy, al tener que avanzar le escuché aquel largo quejido que de las entrañas le brotaba, y de sus redaños aquel pujar. Al jalón de arrastre todos sus nervios y costillares se pusieron a chirriar, chillaron al modo del animalillo al que aplastan al pasar. Lo oí jadear mientras avanzaba, y arrojar chisguetes de viento que desparramaban humanísimos tufos de entrepierna, sudor y sufrimiento recóndito (yo, aquella tristura). Bajé los ojos; el piso, desbastado hasta el material de la base. Melancólico…

Examiné el resto del vagón: en el espacio donde van los indicadores de ruta, todo despapelado, descarapelado, leproso, qué mortificación. ¿Qué fue de aquella agradable voz femenina que, en el sonido iba anunciando la hora exacta y el nombre de la estación a la que nos aproximábamos? ¿En dónde quedó sepultado aquel Metro animoso y cantador, que oscura la mañana nos arrullaba o nos terminaba de despertar con aquella rapsodia, el madrigal, la romanza o la que estuviese de moda por aquellos tiempos? El vagón, como todo joven (sangre roja y caliente), cantaba al andar, canto jocundo de enamorado. Hoy, viejo asmático, impotente…

“Por favor, permita el libre cierre de puertas”. ¡Cuando el convoy iba ya en frieguiza! Y al llegar a su máxima velocidad, la voz femenina: “En breve reanudaremos el servicio. Por su comprensión, gracias”. Ya el infeliz, alzhaimer y demás achaques de la edad, decía una cosa por otra. (Esto sigue mañana.)

Esperanza inútil

El ánimo apachurrado por los días cenicientos de la Semana Mayor, ésta que empezó toda júbilos, ramos de palmas y hosannas a Emmanuel para luego eclipsarse   en el Huerto de los Olivos y rematar con el revolucionario purísimo desgarrado de las fauces, garras y sadismo demencial de soldados, marina armada y demás  pit-bulls desbozalados, pienso y medito en el drama descomunal de la pasión y muerte del Nazareno, y el ejercicio  me lleva a la reflexión de ese siniestro traidor que con un beso y por treinta monedas lo entregó los perros policías y policías perros. El Izcariote.

A ése invoco aquí mismo, frente a todos ustedes, con un propósito absurdo: que el de las treinta monedas, en la medida de lo posible, sea rehabilitado públicamente; sólo que no habré de intentarlo con evangelios apócrifos sino por la vía de Plutarco, el de las Vidas Paralelas. Lógrelo o no, juzguen ustedes.

A la luz de la historia y por vía de la comparación mostraré que el tal Izcariote, nefando traidor, no fue, si bien lo miramos, más que un pobre Judas, un Judas cualquiera, de cartón en Sábado de Gloria, que no resiste la comparación con los verdaderos Izcariotes, los Judas de peso y tiempo completos que el paisanaje padeció desde Plutarco (el Turco, no el Plutarco de las Vidas Paralelas), que en 1929 abortó una abominable criatura que hoy conocemos con su alias hamponesco de Revolucionario Ins., que ahora nos amenaza con retornar a Los Pinos. ¿Qué fue, qué viene siendo el Izcariote junto a las hazañas de los Echeverría y López Portillo, Salinas y la Gordillo, la Sahagún y el beato del Verbo Encarnado? Porque, vamos a ver:

Judas traicionó la confianza de Jesús y sus allegados. ¿Pero los licenciados Jerásimos? Esos, cáfila de felones, han traicionado a toda una comunidad de aturdidos que todavía se disponen a votar por alguno de sus candidatos para continuar la tradición de unas masas que, criterio de mediocres, se atienen al dicharajo embustero de que “más vale malo por conocido que bueno por conocer”. ¿Bueno alguno de los que han sido candidatos no de todos nosotros, la denominada sociedad civil, sino del Sistema de poder, nuestro enemigo histórico?  Y otra más:

Judas Izcariote traicionó a Cristo en un momento de debilidad. Su nefanda acción fue tramada con un día, dos, unas semanas de premeditación, luego de que el demonio de la ruindad codiciosa se le enroscó en los entresijos. Los licenciados Jerásimos, mientras tanto,  se llevaron media vida premeditándolo para de súbito, dedazo o designación, pasar la otra media vida defraudando fe, credibilidad y esperanza mal asentada de 112.5 millones de crédulos instalados en el nirvana de la esperanza irracional, inmaduros que en lugar de asumir, delegamos. En Izcariotes

A la hora de su acción corrompida, Judas cargaba sobre los lomos el maleficio de la precognición, cuando menos.  ¿Judas tenía que perpetrar la traición de Los Olivos -no la de los Olivos Cuéllar, que esa es traición sindical- para que Cristo cumpliera su sino de mártir y redentor de la humana ralea? A saber.  Judas estaba predestinado, pudiera ser, para traidor en el drama de Justo. En el dramón de las masas sociales, en cambio, a los licenciados Jerásimos nadie los predestinó para traicionar a millones de olvidadizos de la memoria histórica a quienes el tanto de 72 años lograron engañar renovándoles la irracional esperanza. ¡Y según todos los indicios, me da la corazonada de que los Judas tricolores van a volver! ¿Culpa de quién o de quiénes?  (Sigo mañana.)

Un Judas tricolor

Sigo aquí, mis valedores, con el intento insensato que inicié ayer mismo: reivindicar públicamente, hasta donde ello es posible, a Judas Izcariote. Para empezar:

El fruto podrido de su corrupción ascendió a 30 monedas, ni una más. ¿Y el de los Judas Jerásimos del Revolucionario Ins? ¿El de los Salinas de la cuenta secreta de la que se hurtó la mitad, según dicho de M. de la Madrid, él mismo acusado por el periodista Jack Anderson de tener una cuenta secreta? ¿Y el Fobaproa de Zedillo, y Romero Deschamps, los Hank Rhon, y congéneres tricolores?  El de los tales asciende a 30 veces 30 millones de millones multiplicados hasta el infinito, y esto en moneda nacional mexicana, que es decir en dólares arrancados a la viva fuerza del patrimonio de un pueblo pobre y empobrecido a jalones de sexenios, tricolores y del Verbo Encarnado.

Judas, tras de su acción corrompida, mostró tener la humildad para no sentirse infalible, y entonces pensar, y realizar un ejercicio de autocrítica y luego pasar a la acción. La conciencia tenía tan bien afincada en su nidal que fue su conciencia la que lo forzó a encarar a los de la Función Pública y por la cara aventarles las 30 monedas de la corrupción. ¿Los otros, en tanto? Esos hasta hoy día con sus 30 monedas multiplicadas por 30 hasta la naùsea escondidas en banco seguro y ante ninguna autoridad planean regresar la milésima parte de lo robado; antes bien, antes mal, antes peor: a seguir en el cotidiano disfrute de sus 30  veces 30 mil millones. ¿Y nosotros, que delegamos en semejantes redrojos morales?

El Izcariote, ya perpetrada su acción execrable, no huyó a lo cobarde, modelo de judío errante, para años más tarde, fiado en la desmemoria de las masas sociales, pasearse, a lo cínico, entre nosotros, sus víctimas. Judas no utilizó de burladero una Secretaría de la Función Pública agachona, alcahueta de Montieles y demás Bribiescas con todo y su parentela, nido de ratas, especímenes de una corrupción lucrativa e impune. Mis valedores:

Esta es, a mi juicio, la prueba fehaciente de que el Izcariote es mucho menos villano en el drama del Nazareno que los licenciados Jerásimos en el drama de unas masas que ni por padecerlos se deciden al ejercicio de pensar. Como resultado de su acción corrompida Judas murió de muerte violenta, sus talones penduleando sobre el solar denominado “Campo de los Alfareros”, Acéldama. Al Izcariote lo ajustició no el Salvador del mundo, sino el Salvador Vega de una Función Pública aplicada por propia mano en derredor del gañote. ¿Y los otros? Sus 30 monedas multiplicadas hasta el infinito las defienden con el compinchaje alcahuetòn de jueces, abogados y  supremas cortas…

Si tan ásperamente batanea la Historia al Izcariote de la nefanda traición, ¿cómo habrá de juzgar a los Izcariotes de la pasión colectiva de los 112.5 millones de empobrecidos por una depredación del tamaño de la de Montiel, los hijos Montiel, la madrastra Montiel, Fox, Marta y sus raterazos?

Pero, mis valedores,  no ir a  caer en la autoflagelaciòn; mejor atenerse a los conceptos de un par de sabios. Don Juan, mi padre, el primero:

“No me almiro de esos bandidos. Me almiro de ustedes, por agachones”. Y Sor Juana: “Queredlos cual los hacéis – o hacedlos cual los queréis”.

En fin, que cada pueblo tiene el Judas que se merece; nosotros  no merecemos a un Izcariote de 30 monedas, sino al de las 30 que quepan en la fortuna de los Salinas y demás rapaces y  predadores. ¡Y pensar que el Judas tricolor puede volver  a Los Pinos! (Mèxico.)