Por la salud de Peña, oremos

Si sea de Gracián o de algún otro ingenioso aquí recreo de memoria  la fabulilla, que va más o menos así:

El soberano aquel vivía muy interesado en conocer la impresión que los habitantes del reino guardaban de su monarca, y para ello acudió a la estratagema de disfrazarse en las noches y como un ciudadano común deambular por las callejas de los barrios más pobres de la ciudad (pobres como allá y aquí lo son todos, si exceptuamos a los ricos) e interrogaba a los vecinos acerca del rey. Buena estratagema, supongo.

Y ocurrió que en una de aquellas se vino a topar con una anciana vestida a lo pobre que, brazos en alto, a los cielos imploraba por la salud de su soberano, que le removió las telas del corazón.

– ¿Tanto lo amas, anciana?

– ¿Amar a ese malnacido? ¿Amar al dictador que ha tiranizado a los pobres y privilegiado a los ricachones? ¿A ese que hasta un grado inaudito ha deteriorado el nivel de vida del pobrerío? ¡Yo a ese lo aborrezco y desprecio tanto como lo odian las mayorías de este reino!

El soberano se azozobró. ¿Y entonces? ¿Por qué la anciana le desea una buena salud y una vida prolongada?

– Muy sencillo. Porque éste que con malas mañas se apropió de cetro y corona nos resultó peor que su antecesor, que a su vez fue mucho peor que el predecesor, y así hasta donde mi memoria  alcanza.. De fallecer el actual, ¿te imaginas la calaña del que nos caiga encima? Viandante, sigue tu camino, que yo he de reanudar mis plegarias.

En el cuentecillo pensaba la tarde de ayer. Yo también, como la anciana del reino, a lo largo de mi longeva juventud (joven soy y seré cada día) lo he podido comprobar desde que mi memoria lo alcanza: cada gobernante que PAN y PRI han malparido en Los Pinos ha sido para el país un poquito  más nefasto que el predecesor. Fue en el sexenio pasado, a propósito,  donde creí que este nuestro  México tocaba fondo con el carnicero que lo empapó de sangre, dolor, “daño colateral” y lágrimas. El de la mano zurda, Calderón.

Ese beato del Verbo Encarnado fue, según lo afirman mis cálculos,  la mala sombra de México, su mala suerte, su salación. Negocio que emprendía el tal, negocio que arrojaba al voladero o lo empapaba en sangre. Ese era el zurdo Calderón. (¡Vino, vino!, clamaban sus paniaguados del clero político, los grandes capitales, la partidocracia, los intelectuales orgánicos y los medios de acondicionamiento social. ¡Vino, Calderón!) Yo, entonces, resignado a lo inevitable por mi apatía, desidia e indiferencia en cuanto dueño de esta casa común cuyas escrituras me extiende el 39 Constitucional, la culpa de todos los males que azolaban el país la achacaba a la mala sombra del que en brazos de los poderosos de aquí y allá ¡vino! a Los Pinos, y mi plegaria:

Anatema al que nació ayuno total de carisma, prudencia y decoro, ese  cuya acusación de Castillo Peraza (maestro suyo al que el malagradecido iba a repudiar) colocó en el dominio público los vasos desechables y botellas vacías que a su paso dejaba Calderón en la sede de Acción Nacional cuando su dirigente.

Yo detestaba al que ¡vino! y lo expresé en este espacio (siempre venía a colación).  Y cómo no detestarlo, si en la mente se me infectó su imagen disfrazada de militar al que toda vestimenta le quedaba holgada, y si con aquella su vocezuca que en las orejas se me volvió cerilla  le escuché el haiga sido como haiga sido, cínica frase mucho menos tóxica que su aclaración de que la muerte de niños, viejos,  mujeres y algunos que iban pasando eran sólo daño colateral.  (Sigo mañana.)

¡Todos a pagar!

De cierta fabulilla hablé con ustedes ayer, y les relataba que en luengos ayeres y remotas tierras existió un país de magia y encantamiento habitado por una comunidad de antropoides que desde cierta cabaña situada en un bosque de pinos manejaba el amansador. Por ahí va la cosa.

Pues bien, pues mal, pues pésimo: cierto mal día, traicionando sus promesas de cuando llegó a la cabaña de pinos, el tal buscaba el arreglo al problema de la descapitalización.  Las ventas de cochera que desde 1982 habían venido organizando los antecesores, ya casi nada dejaron en plan de botín para él y aliados de aquí, de allá y de acullá. ¿Casi nada son luz y petróleo? ¡Y rápido!

– ¡A venderle al gringo el petróleo como garantía de que es patrimonio de todos ustedes!

Pero para venderlo había que comenzar pagando los recibos atrasados,  y quiénes otros,  sino los pobladores del bosque. Para los gastos primeros decidió que alimentarlos con la dieta acostumbrada era un desperdicio, y había que ir engordando el cochinito; los cochinitos de la mafia. Y sí, de ahí en adelante restringió la ración de alimentos, y lógico: a la changada le cayó de la changada, y en orangutanes,  gorilas y chimpancés estalló la inconformidad.  Se prendieron los focos rojos, y ahí su táctica, que los maldicientes afirman es plagio vil de un tal homo sapiens):

– ¡E-xi-gi-mos! ¡Este-puño-síse-ve!

(Muy a propósito: tal era la táctica que tan “buen resultado” les redituó contra el predecesor, uno chaparrito, peloncito, getoncito, de lentes. -¿Lo recuerda alguno? ¿Habrá podido olvidarlo?- Los descontentos de entonces, como los de hoy,  al monumento a la Madre.   “En la madre. Qué se me hace que les dejo ir el ejército». Pero ejército cuál, si a cartucho cortado y hedores de pólvora, sangre, llanto y dolor, lo traía meneado en su guerra particular, y qué hacer. Alzada la ceja  izquierda, lo único que se le alzaba, observó cómo los iracundos comenzaban a agitarse, protestar, tomar la calle, levantar los puños y organizar plantones y mega-marchitas. ¡E-xi-gi-mos!»

Ajale. «Ya mero les suelto a los granaderos», a los preventivos, a la ministerial, a la federal, a la judicial, a todas, existentes y canceladas”, aunque su  color  favorito era el verde olivo.  «¡Al plantón!» Y qué hacer. Crispado su ánimo, de repente la priísta salvación para el hombrecillo:

– ¡Vengo a garantizarles la propiedad de su casa con todo y petróleo! ¡Tengo ya el comprador!

– ¡Vino, vino!, clamó el de los pinos. «¡A tiempo vino mi sucesor!»)

Y vino. Hoy, frente al altero de recibos por pagar, puños en alto: «E-xi-gi-mos!» Mantas, pancartas, consignas vituperosas: “¡Nos quitas el petróleo y nos dejas sin luz! ¡Proyanqui!”

Ahí, abriendo los brazos, amoroso  “¿Cuál es su problema?”

– ¿Que cuál?  Se frena la mega-marchita. “¿Nuestro problema?” El de la cotorina azul: «Contra tus promesas de campaña, al gringo le ofertas luz, petróleo y las escrituras de la casa. Le entregaste el país, ¡y a nosotros una ración de hambre!”

Y que cuál es esa ración. «¡Tres plátanos en la mañana y cuatro en la tarde!”

El priísta, buen conocedor de changadas: “¿Tres plátanos en la mañana y cuatro en la tarde? Tienen razón, pero escúchenme: ¡Desde mañana van a tener no tres, sino cuatro plátanos por la mañana y tres en la tarde! ¡A ustedes sólo corresponde pagar los recibos de luz y petróleo!

¡Bravo! Reventó el júbilo. ¡Ya no tres, sino cuatro en la mañana, con tres en la tarde!» ¡Todos a ayudarle a pagar!”

Yo me quedé pensando. Qué más. Es México. (Vaya país.)

De la changada

Los antropoides esta vez, mis valedores, nuestra raíz en la teoría del evolucionismo, por más que el irónico lo estipula:

– El antropoide es demasiado noble como para que nos vanagloriemos de descender de él.

En fin. Va aquí la fabulilla de origen oriental que rehago a manera de espejo donde podamos mirarnos en los tiempos que corren. Vale.

Fue en luengos ayeres y tierras remotas, magia y encantamiento, donde existió cierta comunidad en donde coexistían de manera pacífica, o casi, comunidades diversas de monos, gorilas y orangutanes, changos de todo pelo, alzada e instintos, desde los monos tihuís hasta los gorilones de buen tamaño. Y la paz, o casi…

“¡Yo les prometo el cambio!” Con tal pregón sucesivos amansadores ganaban la voluntad de los tales, que en triunfo los conducían hasta la cabaña rodeada de pinos para que tomaran por su cuenta la administración de los habitantes del bosque y de todo aquello de provecho que producían las manos de la changada población. Pues sí, pero…

Pero de súbito se anubarran los cielos y en el ambiente se perciben tiempos de inminente catástrofe porque la changada población ya no podía más, y cómo, si había ido comprobando que aquél que a costillas de todos vivía en la cabaña de los pinos no pasaba de ser un embustero. El anterior, por ejemplo, vino (¡vino, más vino!) hasta la changada población con la promesa del cambio, pero cuál: ¿los millones de empleos? ¿Cuáles empleos?  ¿Seguridad pública? ¿Era seguridad el miedo que vino (¡más vino!) a generar, y el pánico ante el reguero de miles de cadáveres?

Nada cumplió el patrañero anterior, cuyo arribo a la cabaña de los pinos estaba viciada de origen porque a la ley del más fuerte había sido  impuesto por unos feroces orangutanes que lo atornillaron a la cabaña de manera subrepticia por la puerta de atrás,  y ni cómo sacar de su escondrijo a ese al que toda la changada terminó por aborrecer y mandarlo a la changada o más lejos; hasta el desván donde la historia suele arrinconar los trebejos.

Por otra parte, ni el impostor entendía el lenguaje de la población de antropoides ni ellos en del impostor, fenómeno que produjo en el bosque aquel clima de crispación, turbulencia y hervor que comenzó  a originar conatos de violencia contra el que despreciaban por advenedizo, espurio, impostor. Espeluznante.

Y los delitos del susodicho comenzaron a provocar vientos de chamusquina. Y es que  una de las obligaciones del de los pinos consistía en la distribución de los alimentos que se administraba a la comunidad, y que el muy menguado  cumplía a discreción, dedicando una mísera pizca para los habitantes del bosque, y el caudal generoso de los dineros a la compra de tanquetas, metralletas y palanquetas. Nunca antes la población había padecido bajo el peso de tanta escasez, tanta hambre, tal inanición. (De allá, de las montañas, las aguas comienzan a bajar turbias…)

Pues sí, pero de repente el que aspiraba a suceder al chaparrito, peloncito, getoncito, de lentes, se puso a reflexionar: “¿Y ahora con qué engaños les saco el voto,  si los domadores agotaron el catálogo de promesas siempre incumplidas?”

Pero éste (priísta)  cargaba cartas marcadas, y a gritos y sombrerazos: “¡Si ustedes me dan  su voto yo les garantizo la soberanía de su bosque! ¡Casi regalados tendrán su comida,  su petróleo  y su luz!”

– ¡Síii! La terca esperanza volvió a florecer. Bono de despensa en mano, vociferantes:

– ¡Eeee…voto!

(Sigo mañana.)

¡Cuilones!

¿Qué hacen los valerosos? ¿Ya no están dispuestos a morir? – Estoy abatido, estoy avergonzado –  de vuestras armas de mujer – ¡Conquistadores de tiempos antiguos, – volved a vivir!

Con tales imprecaciones se dolía Axayácatl, allá por 1480, de unos guerreros que habían perdido el vigor en campaña y que fueron humillados por un ejército de purépechas cuyo número, creía el tlatoani,  no llegaba a la mitad de los guerreros tigres y los guerreros águilas,  pero que resultó ser del doble, y con mejores armas. Tras de la derrota, según cronistas indígenas, “los viejos ataron y trenzaron los cabellos con cueros colorados, señal de tener tristeza por su capitán, y como buenos soldados hacían aquel sentimiento ayudando con lágrimas a mujeres, hijos y parientes”.

Y porque en la derrota no sólo murieron muchos, capitanes y guerreros, sino que muchos se fueron huyendo, Axayácatl se duele de los vencidos, y en un dolorido poema les dice:

“Estoy abatido, soy despreciado, – estoy avergonzado, yo, vuestro abuelo Axayácatl. –No descanséis, esforzados y bisoños, – no sea que si huís, seáis consumidos, – con esto caiga el cetro de vuestro abuelo Axayácatl”

“Los verdaderos mexicas, mis nietos – permanecen en fila, se mantienen firmes, – hacen resonar los tambores – la flor de los escudos permanece en vuestras manos – ¡Que no os hagan prisioneros! ¡Daos prisa!”

Hoy tal exhortación lanzaría contra el  rostro del rebaño manipulado por un Sistema de poder que así le dicta lo que hay que pensar, creer y opinar, hasta el grado de que ese rebaño permite que hoy día, a lo impune, no sólo le reviertan la acción patriótica del 18 de marzo de hace 76 años, sino que van a cargarle –a cargarnos- los costos del rescate de PEMEX y la Comisión Federal de Electricidad. Es México.

Porque el imperio de los guerreros águilas y tigres se desmoronó. La crónica de los vencidos afirma que la caída fue presagiada por ocho prodigios funestos que anunciaron la caída de México-Tenochtitlan a manos del invasor extranjero. Los agueros o abusiones se manifestaron en forma de columnas de fuego, cometas, hervor del agua de la laguna y aparición de engendros deformes que así como llegar, desaparecieron.

Ominosa y lóbrega se anunciaba la caída del Anáhuac y sus dioses tutelares en manos de la tizona y la cruz, genocidio demencial que hizo clamar a los vencidos, en presagios dramáticos:

Esa funesta señal fue que muchas veces y muchas noches se oía una voz de mujer que a grandes voces lloraba y decía, anegándose con mucho llanto y grandes sollozos y suspiros. “¡Oh hijos míos! Del todo nos vamos ya a perder. Hijos, mis hijitos, ¿a dónde os podré llevar y esconder?”

Hoy día, el país amenazado con las “reformas” de Peña e incondicionales,  ignorantes nosotros  de una cultura política que vendría a explicarnos esa politiquería de muy mala ley que de alguna manera pudiésemos neutralizar, el peligro existe de que al final unamos nuestro clamor al de los meshicas vencidos:

En los caminos yacen dardos rotos – y en las paredes están salpicados los sesos – rojas están las aguas. Y era nuestra herencia una red de agujeros.

¿Pero hoy, como aquel entonces, para nosotros va a ser demasiado tarde? ¿Qué piensan ustedes, los que saben pensar?

“Todavía es poderosa nuestra lanzadera, – con nuestros dardos – dimos gloria a nuestras gentes. Ciertamente ahora hay cansancio, – ahora hay vejez. – Por esto me aflijo –  por vuestros escudos de mujer. – ¡Conquistadores de tiempos antiguos, – volved a vivir!”

(Animo.)

Siameses

Las aberraciones que suele producir madre Natura, esos entes que nacen con mala estrella y un destino espinoso: albinos, corcovados, débiles mentales, los nativos de Siam que nacieron herrados por la fatalidad. A los siameses Eng y Chang los mató la desesperación. Requerido de urgencia aquella tarde helada y desapacible de 1874, el Dr. Hollingsworth llegó hasta el lecho donde agonizaba Chang. Ya no sería necesario el instrumental quirúrgico; en aquel doble camastro finalizaba el errabundaje de los dos desdichados de Siam, donde 63 años antes nacieron unidos por un cartílago de 15 centímetros a la altura del esternón, ese que les iba a abrir las únicas puertas que se abren a tales caprichos de madre Natura: las del circo. De atracción circense, Chang y Eng habían recorrido regueros de poblaciones en el mapa del orbe y provocado la morbosa expectación de públicos poco exigentes en Europa y EU. Casados los dos y haciendo una perfecta vida marital con sus respectivas esposas, ambos acumularon 21 hijos entre los dos matrimonios. Hoy todo había terminado.

Y qué de especulaciones se alzaron en aquella sociedad puritana sobre las formas posibles e imposibles de intimidad con sus respectivas esposas. Por sobre su limitación física habían alcanzado  renombre, amor, descendencia; todo, o casi, porque lo que más anhelaron nunca lo iban a lograr: la separación física, que significaba la muerte. Hasta que aquel día, de súbito, Chang empezó a toser. Bronquitis. Eng se afectó en forma terrible: “cuando uno muera moriremos los dos”.

Y llegó el jueves fatal. “Me siento mal”,  dijo Eng a uno de sus hijos. “¿Cómo está tu tío Chang?” “Ha muerto”. “Entonces yo estoy a punto de morir”. Una hora más tarde, ambos habían fallecido. Juntos.

– Desde que llegaron aquí los siameses me consultaban, rostros desencajados y urgida voz: “Sepárenos y disponga de nuestros bienes”. “No sobrevivirían”. Ellos, entonces, aquel suspirar. Y es que en el límite de su resistencia por aquella mutua y forzada compañía, los siameses se aborrecían mutuamente. La atadura carnal había terminado por convertirlos en ruines, viciosos y corrompidos. El odio mutuo los envilecía.

– Ya estamos a punto de enloquecer; dormir juntos, juntos defecar y  cohabitar con nuestras esposas, juntos abominar nuestro aliento bilioso, nuestros humores, esta forzada compañía. Y el terror de cualquiera de ellos a la más leve enfermedad del otro. “Tiene que haber un médico que nos logre separar sin matarnos!”

No existió médico tal, y su exhibición en las carpas cirqueras les dio unas cuantas monedas, no las estrepitosas ganancias que al otro par de siameses, desverguenza y cinismo impunes,  reporta su liga carnosa:

1989. PRI y PAN votaron juntos la legislación electoral salinista para eliminar las coaliciones y candidatos comunes de los partidos. En 1991 juntos votaron la quema de los paquetes electorales de 1988 para eliminar la evidencia del fraude contra Cuauhtémoc Cárdenas. En 1992 juntos votaron un resolutivo para apoyar la elevación de cuotas en la UNAM y reformaron el 27 Constitucional para privatizar el ejido. 1993. Juntos votaron  la reforma al Código Penal para permitir la libertad bajo fianza a los servidores públicos corruptos. 1998. Redujeron el presupuesto del DF y las universidades públicas, y aprobaron el Fobaproa. ¿Hoy cargarán sobre la economía familiar de las masas los pasivos de PEMEX y la CFE, dos millones de millones?

¿Separarse Eng y Chang? ¿Separarse PRI  y PAN? ¿Esos dos? (Bah.)

Cuba y sotanas

Desde la Fe, el órgano del Episcopado Mexicano, lo proclamaba hace años:

Castro y Guevara se aliaron con los soviéticos y, cancelando la democracia, impusieron el totalitarismo en la isla. Castro es un cobarde que prefería ocultarse, a combatir. Desde Miami,  Huber Matus sigue en pie de lucha contra el dictador.  Esta larga noche de Cuba lleva ya varias décadas; muchos de sus protagonistas están muertos; los que aún viven, ¿podrán ver algún día un nuevo amanecer para Cuba?

Pues sí, pero más allá de Norbertos Rivera vivos y Matus muertos,  la Cuba de Maceo y Martí celebra  un año más de vida revolucionaria, y paradojas de la historia: apenas triunfante la revolución, iba a ser un gringo, W.R. Mills, quien recogiera en su Escucha, yanqui, el sentir del cubano triunfante:

Escucha: La Revolución Cubanaes un gran momento de veracidad militar. Esta verdad consiste en que las guerrillas, dirigidas por hombres decididos, con campesinos a su lado y una montaña cerca, pueden derrotar a batallones de contra-revolucionarios equipados con toda clase de armas. Compruébalo con mercenarios. Veracidad económica. Lo único que hace falta es un pueblo decidido a trabajar, a más de algún equipo y organización. Y decencia. En Cuba todo esto se está dando. La clave de nuestra economía es la Reforma Agraria, y quizá la nuestra es la primera reforma agraria en el mundo que comenzó con un aumento en la producción.

La Revolución Cubana significa construir.  Hay veracidad educativa. Los 6 más grandes cuarteles militares del antiguo régimen de Batista y la estación de policía más notoriamente funesta de La Habana se han convertido en escuelas. Estamos construyendo escuelas rurales en todos los rincones de Cuba.

La Revolución cubana es un momento de veracidad política. Las principales verdades que ha puesto en claro: Bajo una tiranía, la única política que da resultado es una política de guerrillas. En condiciones de pobreza, la única política que da resultado es la política de la construcción económica. En condiciones de ignorancia, la única política que da resultado es la política de la construcción educativa. Mediante el esfuerzo económico y educativo los cubanos hemos acabado con la vieja política de Cuba; esa no existe más. Claro, no puede haber paz -comprensión verdadera- entre Norte y Sudamérica mientras las compañías yanquis sean dueñas de las riquezas de nuestros países. Porque, con esa propiedad, se va el control verdadero de la política de nuestros países. La propiedad de nuestras riquezas significa el control de ustedes los yanquis. Por eso de ustedes sólo esperamos más daño y más problemas.

Yanqui: Debes entender que la postura internacional de EU ha fracasado en Cuba. Que si quieres actuar en relación con Cuba y con todas las Cubas que van a surgir tienes que actuar primero en tu propio país, con los grandes monopolios que operan en Latinoamérica.

Yanqui: Lo que Cuba quiere de ti se expresa en una sola palabra: nada”. (Y ya.)

Un Metro reumático

Trenes viejos y varados por falta de refacciones, vías con fallas por hundimientos, grietas en túneles son fallas con que deben lidiar técnicos y conductores del Metro”.

Esto acusaba la nota antañona. Yo, leyéndola en el matutino, ¿por qué me encogí en el asiento de ese vagón? ¿Por qué la pena y la nostalgia aquella? La vejez, el aletazo de La Descarnada. Terco viajero del Metro, aquí finalizo el catálogo de achaques y fallas que en cada viaje  le advierto al transporte. Porque, mis valedores:

¿En dónde quedó aquel Metro cantador y exultante que oscura la mañana nos arrullaba o nos terminaba de despertar con la rapsodia, la romanza o la que anduviese de moda por aquellos tiempos? El vagón, como todo joven (sangre roja y caliente), cantaba al andar, canto jocundo de enamorado; ¿pero hoy? Viejo asmático, impotente: “Por favor, permita el libre cierre de puertas”. ¡Cuando el convoy iba ya en frieguiza! Y al llegar a su máxima velocidad, la voz femenina: “En breve reanudaremos el servicio. Por su comprensión, gracias”. Ya el infeliz, alzhaimer y demás achaques de la edad, decía una cosa por otra. Lóbrego.

Un soterrado quejido al arribar a la estación. Un largo lamento cuando, anciano reumático y gotoso, lo fuerzan a continuar. Parecería que su queja, brotada de lo más hondo de sus fierros viejos, reclamara la piedad del depósito donde descansar antes del piadoso deshuesadero. Piedad…

Y allá vamos, a querer o no, él rechinando y no precisamente de limpio, que debajo de los asientos observé  el pomo de plástico, la caja embarrada de cremas y salsas, el pegote de la goma de mascar, todo oliendo a desgaste, desajuste, aflojamiento, vetustez. (Mi ánimo, que se añublaba). En su pelleja los viejos grafitos: “Warriors””, “¡Ehhh…puto!”. Fechas, mensajes, nombres entrañables que el punzón garrapateó en los cristales: “Lisa”,Aída”,Issa, mi nena” El aletazo del tiempo que se nos fue para nunca más, dejándonos a su paso tan sólo un desplumadero de recuerdos. Y el suspirillo…

Pero allá vamos, el reumático y el suspirante, el gotoso de los engranes artríticos y el pasajero que meditaba, reflexionaba, se oscurecía y en silencio moqueaba. Allá vamos en la entraña de la Madre Tierra, metros debajo de donde la vida fluye de cara al sol. Avanzábamos a jadeos y pujidos y entre el cimbrar de articulaciones mal ajustadas. Y de repente la súbita sacudida El convoy, en la oscuridad del túnel, se engarrotó entre dos estaciones. ¡Y se apagan las luces! ¡Jesucris..!

La iluminación, qué alivio, por más que sólo al 60 por ciento, y pistojeando. Sentí que en la cabina de mandos el operador soltaba la rienda y clavaba el acicate en los corvejones del anciano gotoso que reventó en rechinantes lamentos y estridencia de ventosidad con tufo a sistema de ventilación cuatropeado. “Por favor, permita el libre cierre de puertas”, cuando ya vamos a medio camino entre Hidalgo y Guerrero.

Y ya se avistan las luces de la terminal, y ya el operador aplica los frenos, y al rejón el  asmático suelta el lamento que implora piedad. Yo, mi ánimo gemelo del ánima del vagón, andaba ya al borde de los pucheros y la lagrimilla, y  fue entonces; entonces fue cuando vi de ganchete: “Potrero”. ¿Que qué? Friégale, ¿cómo de que “Potrero”, si yo iba aquí nomás, a “Viveros”? Quise brincarme las trancas, corrí a la puerta, y en un convoy a su máxima velocidad grité, y los ojos de todos encima de mí:

– ¡Bajan, chofer! ¡Esquinaaa..!

Cuidar el Metro, valedor del fregadaje; hoy, sobre todo, cuando el Mensera…  (Uf.)

Mensera de Mansera

Por qué el fementido no aplicó el criterio de la contaminación, sino el del año del vehículo. Sus medidas enrevesadas han tornado hemipléjico el uso de mi vehículo, que un sábado disfruta del paso libre y al siguiente  a usar el transporte público para llegar a mi clase de Teoría Política. Mientras tanto el Metro,  mi transporte favorito durante décadas…

La Línea 12 se desmoronó casi tanto como el capital político de Marcelo Ebrard, su promotor, aunque para tantos más dañina resultó la disposición de un Mensera  que quitó la capacidad de transporte no a los vehículos más contaminantes, sino a los de tantos más cuantos años de antigüedad.  Y a recalar en el Metro. Pues sí, pero…

Sufren deterioro sus líneas. Muestran fallas corredores A y B, los más recientes y en peor estado. Trenes viejos y varados por falta de refacciones, vías con fallas por hundimientos, grietas en túneles y una fractura en un puente de la Línea B son fallas con que deben lidiar técnicos y conductores del Metro.

Así que corredores A y B y línea 12 del Metro. A ver:  ¿falsa alarma o realidad? después de leer la noticia traté de conservar la ecuanimidad, en el entendido de que  noticias así de alarmistas ya se publicaban en los matutinos, como aquella fechada en el 2007, cuando a la espera del convoy leí en plena primera plana:

Urge un examen antidoping a los celadores del Metro.

Válgame, toco madera. El sábado anterior me trepé en el vagón, y el estremecimiento en la columna vertebral: “Columna vertebral de transporte en la ciudad, el sistema de Transporte Colectivo Metro está en crisis ante la falta de mantenimiento de sus vías, trenes e instalaciones”. Y que de seguir así, el próximo año (2008) podría sufrir un grave colapso. Ájale, ¿y entonces los que acostumbramos viajar en él cada día? ¿Y los cinco millones de capitalinos que cada día tenemos que recurrir al Metro para ir de aquí para allá y de allá para todas partes?   ¿Nosotros qué? Nomás me quedé pensando y…

Yo aquí, azozobrado, por muchas buenas razones exalto la presencia del Metro, ese benemérito valedor de todos los pobres, que en México lo somos todos si exceptuamos a los ricos.  ¿Recuerdan ustedes, mis valedores que acostumbran viajar en él, cómo era el tal todavía hace algunos ayeres? Nuevo, flamante, rechinando de limpio y acabado de engrasar, que como entre nubes se deslizaba en sus rieles. ¿Se acuerdan? Ayer observé el vagón que me tocó en suerte, y aquella tristura. El tiempo, constructor y destructor de lo vivo y lo inerte. Suspiré.

Y es que en el áspero oficio del diario vivir una vida arrastrada, de días y días y de trabajo todos los días, el flamante vagón que me tocó en suerte cuánto ha envejecido. Apenas arrastrado por el convoy, al tener que avanzar le escuché aquel largo quejido que le brotaba de las entrañas, y de sus redaños aquel pujar. Al jalón de arrastre todos sus nervios y costillares se pusieron a chirriar y chillaron al modo del animalillo al que aplastan al pasar. Lo oí jadear mientras avanzaba, y arrojar chisguetes de viento que desparramaban humanísimos tufos de entrepierna, sudor y sufrimiento recóndito (yo, aquella tristura). Bajé los ojos; el piso, desbastado hasta el material de la base. Melancólico.

Examiné el resto del vagón: en el espacio donde van los indicadores de ruta, todo eso despapelado, descarapelado, leproso, atroz. ¿Y qué  fue de aquella agradable voz femenina que en el sonido iba anunciando la hora exacta y el nombre de la estación a la que nos aproximábamos?

(Esto sigue mañana.)

Volver a los diecisiete

Me miro en la foto de aquel entonces. La interrogación en los ojos, intento a lo lejos columbrar un porvenir que advertía anubarrado. Onanismo mental, creía que un golpe de suerte me sacaría del hoyanco donde un pie se me hundía en la pobreza y el otro en la pura indigencia. Mi fe se afianzaba en el dicho del payo: “Cuando la de malas llega, la de buenas no dilata”.

La de buenas se tardó hasta el día de la iluminación: más de provecho me reporta el ser que el tener. Ahora soy. ¿Qué? Aún no descifro el misterio.

A los diecisiete creía en Dios. El es ahora el que se esfuerza por creer en mí. Y ya va siendo demasiado tarde. En fin.

Creía por aquel entonces que en norte quedaba al norte y el centro en el centro, y  en este mundo teníamos cuatro as estaciones: de aguas, de secas, de fríos y calores, sin más, sin variar. Mis valedores:

Viví el domingo anterior con el pico bajo el ala, con la cola entre las patas y arrastrando la cobija. El tendido de diarios sobre mi mesa me puse a añorar, gacha la testa y el suspirillo en el pecho, la crédula edad de los diecisiete. Cuánto, a los giros del tiempo, he perdido en cuestión de candor. Quién pudiese retroceder en los años y recuperar aquella mi credibilidad juvenil. Frente a los titulares me puse a reflexionar en mi orfandad de por aquel entonces, no de madre y padre sino de historia patria y de teoría política. Al ignorante lo encandilaban los mediocres figurines de Los Pinos,  a quienes miraba estatura de figurones a la altura de la Historia, subrayado y mayúscula inicial. Hoy,  esta vergüenza…

Domingo en la tarde, sabor a ceniza. Cuánto me gustaría, con mi candor de entonces, creer el catálogo de los cínicos:

“Nueva ley de la Industria Eléctrica garantiza acceso económico. La Sener creará fondo que financiará electrificación en zonas rurales y urbanas marginadas”.  Eufemismo vil: retirado el subsidio, la pagaremos más cara. Pero el alegrón que a los diecisiete…

“Eficiencia energética y economía verde podrían generar miles de empleos”. Y yo, agradecido, caería de rodillas ante mi Santo Niñito de Atocha…

Sí, Exxo, Shell y otras gringas (compañías petroleras) dejaránse venir a la rapiña de tierras expropiadas, pero “temporalmente”. Mi credibilidad se hubiese mantenido incólume. ¿“Temporalmente”?. Mi gobierno tiene la fuerza y el patriotismo para hacer efectivo el “temporalmente” a favor de las víctimas. Aquel mi candor…

“Exige el PRD (¡creería -de no creerse- en el PRD!) se garantice el combate a la corrupción”. Creería que a los chuchos Ortega, Acosta y demás Naranjos les repugna la corrupción.

Volver a los diecisiete. Creería que mi México es soberano e independiente, que Peña actúa, lejos de Washington, en provecho no del gran capital sino del gran pobrerío que, aturdido, a punta de una propaganda aviesa votó por él. Volver a los diecisiete, y tomar el neoliberalismo, con su Consejo de Washington y ahora la reforma energética,  como una patriótica continuación de la expropiación de Cárdenas, y no lo que ahora sé ya de viejo: que con la venta de las que fueron patrimonio de todos nosotros, los vendepatrias han terminado felizmente para tan pocos y de manera tan desastrosa para las mayorías, una venta de cochera que inició el mediocre De la Madrid, y así hasta hoy, con Peña. Neoliberalismo.

Volver a los diecisiete, y la admiración que me hubiesen provocado los chuchos. “A tiros les vamos a revertir la reforma energética!”¡Ortega y sus Naranjos, héroes patrios! ¡Más si osare un extraño enemigo!

(Bah.)

Talamanteros

Marcelo Ebrard hizo patente su distanciamiento del PRD lanzando fuertes críticas a ese partido por «coaligarse» con el Gobierno del Pres. Peña  y subirse al barco del Pacto por México. (A. Baranda. Reforma, 20-VII-14.)

El corto plazo político, mis valedores, incompleto por la carencia del conocimiento histórico que nos allegue la cabal comprensión de los episodios que se suceden a diario en el caldero de la burocracia política. Tal es la trampa en que el Sistema nos ha hecho caer y que se ilustra a cabalidad en la alegoría que me planteó alguna vez el maestro: el Poder exhibe a las masas el rollo 6 de la película, y nosotros creemos saber las peripecias que en ella se narran, pero sólo conocemos lo que cabe en tal rollo. Ignorantes del principio, tomamos al galán por villano, y viceversa. Si este personaje persigue al otro con un garrote en la mano, lógico que es el villano, sin más.

“Pero no, que si conocieras los 5 primeros rollos podrías enterarte de que el que huye  le hurtó la cartera al perseguidor, y que el agraviado llevó al ladrón ante el juez y puso su queja sin que se le hiciera justicia. Toma entonces la tranca e intenta recuperar su cartera. Ahí la historia y la realidad objetiva, pero las masas conocen sólo el rollo  que a diario le exhiben  y desconoce la raíz de los hechos”.  Mis valedores:

No creo en la pura política cortoplacista, como tampoco en el Sistema de poder ni en su partidocracia. Ustedes creen en ésos y yo creo en ustedes, y en paz. Pero hoy me centro en el corto plazo, y concretamente en uno de los tres nuevos partidos del espectro político: el Movimiento de Regeneración Nacional, MORENA. A los otros dos sólo me toca mantenerlos con el dinero de mis impuestos. La presencia de MORENA  me da la ocasión para hablar de lo que resta de la mafia dominante del PRD, esos chuchos mercachifles que avanzan a lo serpentino de un alquiler a un colaboracionismo con el Poder en turno, y a acabar de pulverizar eso que comenzó como una esperanza para tantos que, asqueados, a tiempo cambiaron de militancia política.

De la esencia ideológica del PRD queda muy poco, si algo pueda quedar, pero no está destruido. Desde su nacimiento siempre ha tenido adversarios, pero siempre, también, ha estado protegido. En sus comienzos cargaba la hostilidad del Sistema, pero el arropo de los militantes. Ahora es al revés. Valioso lo consideraban las masas. Hoy resulta valioso para un Sistema del que forma parte esencial. El PRD de los chuchos sobrevive aplicando las tácticas de su padre putativo, el Talamantes traficante del alquiler y el chantaje en las malas artes de la politiquería nacional.

En fin. El Amarillo no hubiese resistido la sangría de militantes que sufre desde el 2008 porque una aviesa maniobra del Tribunal Electoral del Poder Judicial del  DF despojó a don Alejandro Encinas de la presidencia legítima del PRD para ponerla, haiga sido como haiga sido, en manos del chucho Ortega, lo que inició el desgranar de la mazorca amarilla, por más que ésos continúan perpetrando sus jugosos trafiques. Hoy chuchos y padiernas mutuamente se echan en cara su querencia en Gobernación. Es que  antes, desde su sede, la cúpula amarilla realizaba escala técnica en Gobernación, y hoy día desde Gobernación hacen escala técnica en la sede del partido, y todos esos contentos. Obvio es que al toma y daca de tales chuchos con Peña y anexas el Amarillo se vacíe de militantes desencantados que abandonen ese pantanoso terreno y se integren a  la nueva instancia política.

(A ver.)

Éxodo y llanto

El Gobierno mexicano, en ese operativo que ha quedado como uno de los episodios más emocionantes de la diplomacia internacional, fletó una serie de barcos que se llevaron, entre 1939 y 1942, a 25.000 españoles a México. El primero de aquellos barcos, el Sinaia, llegó a Veracruz hace, precisamente, 75 años (Diario El País, 21-VII-14.).

Fue en abril, mis valedores, pero de 1936, cuando un tal generalísimo, “caudillo de España por la gracia de Dios”, inició su dictadura. Ahí se iba a desgranar la mazorca de exiliados por todos los rumbos de la rosa. Lázaro Cárdenas, para fortuna de tantos, recogió la arribazón que tanto bien iban a generar al país en diversas ramas del arte, la ciencia, la industria, el cine, la filosofía, en fin.

Buena parte de ese gran proyecto de la República, que la Guerra Civil expulsó de España hace 75 años, fue heredado por México: no se perdió, cambió de país, en lugar de desvanecerse. Esto es, precisamente, lo que hay que celebrar. (Jordi Soler.)

Estoy mirando en las fotos los niños de ayer que hoy ya son ancianos y ancianos que hoy son sombra, polvo y un persistente recuerdo. Miro al fondo la imagen del navío  Sinaia, que en mayo de 1939 nos trajo  la flor y el espejo de una España que tras la masacre de la República se moría de la otra mitad, que dijo el poeta. Ellos iban a insuflar una bocanada de oxígeno a la cultura nacional. Hoy, muertos la mayoría, dejaron entre nosotros y acá se nos queda su voz poética, y de ella espigo estos fragmentos en los que, frente a un retorno por entonces imposible –que aún existía el tal generalísimo de todas las Españas-, vislumbraban la querencia del éxodo y el llanto. Y la requemante nostalgia, desahogada en poemas; océanos, tierra y derrotas de por medio,. Gente, hontanar y raíz que atrás se quedaron a la hora de la desbandada, Rafael Alberti:

¿Quiénes sin voz de lejos me llamáis – con tan despavorido pensamiento – y en aterrado y silencioso viento – sin sonido mi nombre pronunciáis?

Los campos de Castilla, en la añoranza de Ernestina de Champorcin: “Te sueño con palmeras y un cielo sin celajes – cristal inconmovible de insólita pureza – espejo sin ternura donde apenas tropieza – algún árbol reacio a todo vasallaje”.

Luis Cernuda, poeta dulce y blasfemo, amante de su distante España  hasta los entresijos del tuétano: “¡Si nunca más pudieran estos ojos – enamorados, reflejar tu imagen! – ¡Si nunca más pudiera por tus bosques –el alma en paz caída en tu regazo – soñar el mundo aquel que yo pensaba – cuando la triste juventud lo quiso! – Tú nada más, fuerte torre en ruinas – puedes poblar mi soledad humana”.

Pedro Garfias, poeta mayor, un mísero destino y una vida arrastrada: “Tus cordilleras de salvaje aliento – tus íntimas, profundas, dulces vegas – tus eriales rutilantes al sol – como medallas de tu pecho presas – y tus altos castillos apoyando – en tu bastón, una vejez sincera – mirando eternamente, España mía, – sobre la palma de mi mano abierta”.

Y así también Agustí Bartra, Nuria Parés, Juan Domenchina, Luis Rius, Emilio Prados, Moreno Villa, tantos. Hoy cuánto se antoja decir sin ruido, de pensamiento adentro, esto de León Felipe, que murió sin volver a lo que vivió añorando:

A tus entrañas vuelvo, Madre- (…) – Que ya no quiero más que esto: – volver a las primeras sombras de mi cueva materna – y al pozo profundo de mi huerto familiar – cuyas aguas antiguas tienen las mismas sustancias que mi sangre.

El éxodo y el llanto, poesía que es memoria y nostalgia de la raíz. (España.)

¡Vamos, México!

Que yo rehusaría escuchar sus cantos de sirena, aquí mismo lo declaré ayer. Que de tenerla a la mano le diría esto que ayer comencé y hoy finalizo. Margarita Zavala:

Ya desde ahora sus cortesanos comienzan a tantear el terreno para afianzar a usted en Los Pinos el 2018, y aun le conceden espacio en algún matutino de esta capital. Desde hace años, en el sexenio de la sangre, el duelo y las lágrimas,  el matancero encuevado en Los Pinos se refirió a usted, la señora su esposa, y de repente creí regresar a los tiempos esperpénticos del zafio de San Cristóbal:

Margarita Zavala tiene todos los atributos para ser candidata a un puesto de elección. No ahora, pero sí la veo como candidata.

¿Que qué? Bueno, sí, pero claro, que antes de armar su candidatura presidencial, primero sea senadora. Así de fácil. No le fue a la zaga Gustavo Madero, cortesano dirigente de Acción Nacional, que en la capital de Coahuila, lo aseguró (y no le temblaba la voz):

Margarita puede aspirar o ejercer el cargo que mejor le convenga, pues en mediciones internas resulta de las panistas con mayor reconocimiento y aceptación.

Haya cosa, qué coincidencia, qué curiosidad. Ocurre ahora, según el panista servil,  que otra “primera dama” nos resultó una  mujer de excepción y una experta política, y que “la gente la quiere, es muy capaz y talentosa”. Doña Margarita:  si  acaso también formo parte de “la gente”, aquí y ahora lo afirmo y proclamo con toda mi voz:  yo no la quiero como figura política de mi país ni creo que tenga las cualidades que le atribuye el panista, hasta el grado de que “tiene muchos atributos para desempeñarse cuándo y como lo decida”.  ¿Como el de lidiar con ebrios? Señora Zavala:

¿También usted? ¿Nada le dice la historia, que no tiene escrúpulos en jugar el papel de  una segunda versión de la Marta aquella que convirtió el camino a Los Pinos en un circo, un  carnaval, un tropical esperpento? ¿También usted? ¿Qué tal si ya en pleno deslumbramiento usted también, por nunca haber sido, busca, como compensación, tener? Recuerda usted a la Marta enloquecida por un retazo de poder, ¿no es cierto? Yo, cuando menos, aún no olvido el sarpullido de mediocridad, los instintos rupestres que afloraron en la de Zamora.  A ella, la que  quiso y no pudo; a la trepadora que intentó encaramarse en un altísimo cargo dentro de la política, y que en tan resbaladizo pantano donde intentaba prolongar la “pareja presidencial”, exhibió su ignorancia, su zafiedad, su mediocridad de arribista y logrera.  Pues sí, pero  lógico: tuvo que regresar a su origen, y ya arrojada de las candilejas (ella y su compulsión protagónica) volvió a su estatura natural y pegó el reculón hasta la madriguera de donde más le valiera no haber salido.

¿Pero quién vino pagando los derroches de la Sahagún y sus lujos de nueva rica, su delirante protagonismo y alucinante compulsión por figurar que la forzó a atragantarse de cuantos foros y candilejas le aprontaban los validos que a balidos han hecho carrera culimpinándose al arrimo del Poder? ¿Quiénes vinimos pagando el avorazado “redondeo” de la Sahagún? ¿Y ahora usted, señora, un segunda edición de Marta? ¡Vamos, México! (Aunque eso habrá que reconocerle: hoy ha sabido callar y ocultar la cabeza.)

No usted. Déjeme creer que con Marta los mexicanos tocamos fondo. Que  el mundo nunca más se ha de mofar ante aquel sainete carnavalesco con ribetes de bataclán. Que usted no, señora Zavala. ¿O..? No lo dudo, es tan mareante el olor del poder. (En fin.)

Sirenita de la mar

Ella, la cautivadora, como a Odiseo la sirena del mito, ya ha comenzado a cantarme. A lo lejos. He distinguido el horizonte desde donde me tendía sus redes. Yo, como el héroe, con cera me taponé los oídos. Ella de carnada me aprontó una imagen no hermosa, pero sí falsamente hermoseada, relujada con primor. Cerrando los ojos la dejé pasar; a ella que a la distancia me sonreía, me camelaba, guiñábame un ojo. A ella, maga Circe que se me ha quedado en la foto. Y no más. Mis valedores:

Miro su vera efigie en la foto de marras, la observo hasta bizquear. Contemplo la imagen de una sirena más bien madura, rostro no bello pero hermoso en lo enérgico de sus rasgos, en la apostura de su continente, en su presencia y en lo que el rostro evidencia del carácter de la mujer: firmeza, audacia, decisión, la pura mesura, la ponderación. Pues sí, pero no, que es mujer casada y, por lo que sé, de firme moral personal y arraigadas creencias religiosas. Como sea, tal parece que anda en agencias de ganarse mi gracia, lo que no ha de lograr. Nunca de los nuncas. Jamás. Vale.

Sus artes seductoras me dejan entrever su currículo, bellamente adornado de cualidades morales como mujer, madre, y  compañera de varón. Y de varón adicto al a la botella,  para acabarla de alabar.  Que ha logrado integrar una muy unida familia; que ambiciosa no es y que, por contras, de muy modesta se precia, y de muy leal en sus convicciones. La mujer firme de la parábola, según todos los indicios. Pero no. Propaganda, y no más

Ella mi voluntad nunca va a conquistar. “Eso que a mí me dice, señora, pienso entre mí, se lo dice a tantos”, y en lugar de que me le brinde me le blindo y me parapeto frente a las artes de mujer seductora que se exhibe ante  las niñas, ellas tan cándidas, de mis ojos. Al influjo de sus cantos de sirena y hechizos de maga yo, Odiseo de pacotilla, hago que me aten al palo mayor y, la cera en los oídos, evito el peligro de caer rendido al hechizo de su reclamo melodioso. Yo, de tenerla enfrente, diría a la señora del largo cabello, pupilas de firme mirar y ásperos rasgos de rostro:

– Señora mía (de su marido, más bien): bellas cualidades humanas de su persona pregonan sus cortesanos, ¿pero qué tal si aceptándola yo por soberana pega usted soberano cambiazo? ¿Qué si ya al sentirse segura y firme y respirando otros aires (gracias a mí y a tantos más que cayeran al hechizo de sus cantos), aflorase en usted ese pequeño Mr. Hyde que todos llevamos dentro y que, mal que bien, mantenemos encadenado? Porque usted bien conoce que los de allá arriba son aires enrarecidos, que marean y trastornan y absorben el sexo con todo y seso. Señora:

De acuerdo. Supongamos que no diese usted ese cambio atroz que me tornase aún más desvalido de lo que ahora estoy. Que fuese, como afirman sus panegiristas,  matrona de temple, carácter, determinación  y el decoro suficiente como para no caer en los excesos de cualquier arribista y logrera, valida de la ocasión. Pero perdone mi suspicacia, que a golpes de desilusión  terminé perdiendo confianza y candor. Porque, señora, yo le pregunto:

¿Ejerce usted la suficiente autocrítica  como para aprender de la historia y atenida a sus enseñanzas evitar alzarse más allá de su propia estatura?  ¿Quién me asegura que usted, ya caída en la tentación del poder y el boato, no va a perder cordura y decoro y convertirse en una segunda edición de la…

(Sigo mañana.)

El tianguis de las aureolas

“Los Legionarios de Cristo inician una fuerte campaña para impulsar la beatificación de Mamá Maurita, la madre de Marcial Maciel. Tiene una pagina web donde se publica su oración, se invita a presentar nuevos milagros y se anexa una cuenta bancaria para depositar “a la causa”.

Yo, ante esa nota que apareció hace algunos ayeres me formulé la pregunta aún sin contestación: ¿cuál de esos dos beneméritos de la Iglesia Católica será el primero en trepar a los altares de la cristiandad,  la santa madre Maurita o su hijo el padre de hijos naturales y putativos, paidófilo bisexual, drogadicto y fundador de los Legionarios de Cristo? Difícil  de entrever, porque tanto la santa madre  Maurita como el semental que la convirtió en abuela  fueron a su hora  bienamados de aquel Juan Pablo II bienamado de los mexicanos. ¿Cuándo habrá de pepenar su aureola el hijo de toda su santa  Maura? ¿Y la santa madre de su santo garañón?  Porque Juan Pablo II ya se embrocó  la suya con dispensa de trámites y milagrerías, todo esto cuando San Felipe de Jesús, martirizado por Cristo Jesús hasta exprimirle su sangre a lanzazos allá por tierras niponas, consiguió la aureola  265 años después de su santo martirio. Así está el tráfago de las aureolas en El Vaticano, laus Deo.

¿Difícil que un garañón de sotana como el muerto Maciel consiga la beatitud? No lo es si Francisco, que en plan de obsequio dio la aureola al polaco, decreta la santidad de la familia Maciel. Karol Wojtyla, el “amigo” de México, hizo chuza de hasta 34 asesinos y torturadores cristeros a los que enjaretó la etiqueta de mártires; y qué tufaradas de azufre exhala tan sospechosa arribazón de fanáticos al “club de la aureola”. Y es que por estos días la santidad se abarata, se cosecha al por mayor y se nos torna pandemia. Por santos no vamos a parar, que ahora se ensamblan a escala industrial. Es la barca de Pedro…

Y si no, mis valedores: ¿no consiguió patente de santo un personaje como José María De (este De se lo enjaretó a capricho) Escrivá, fundador de ese Opus Dei, cuyos opositores denuncian, entre otros «pecados» del beato, «la acumulación de riqueza», y aquello de que  “el Opus Dei es peor que una secta, son mercaderes del evangelio, que destrozan vidas humanas?»

Pero ha sido santificado. Con  Escribá ya lo es también Juan Pablo II, y ya suelta un tufillo a santo el verraco Maciel, al igual que su santa Maurita. ¿O qué, iban a ser desperdicio los ríos de dinero que a manera de sobornos los legionarios han evacuado en las arcas de El Vaticano por aquello de que ya alucinan con el insaciable padrecito Maciel trepado en su niño (trepado en su nicho, quise escribir; travesuras del inconsciente); en su nicho de ermitas, capillas, templos, basílicas y catedrales? Y a eso quería yo llegar.

La burocracia de El Vaticano:  el español y santo Escrivá murió de viejo en su cama, y en lustros fue canonizado. De viejo murió el polaco, y por la vía rápida se le colocó la de santo. En la flor de su edad, el mexicano Felipe de Jesús fue martirizado junto con sus compañeros de evangelización en tierras niponas:

Cada uno fue sujetado a una cruz con argollas y cuerdas; dos de aquéllas se colocaron en las muñecas, otras tantas en los pies y una en el cuello. Felipe de Jesús fue el primer crucificado: alanceado en tres partes, dos por los costados y una por el pecho, murió murmurando el nombre de Jesús.

Escrivá y Juan Pablo fueron santificados en lustros. El protomártir mexicano  265 años después de su muerte. (Dios.)

Redrojo histórico

¡Ay, Dios mío! ¿Ahí viene el diablo con cara de Morena!

Exacto,  mis valedores: el boquiflojo Vicente Fox, pues quién otro. Al igual que en los tiempos cuando  la “pareja presidencial” se encuevó en Los Pinos, ahora mismo el ranchero de ese “monumento a la corrupción” que es San Cristóbal  sigue dando de qué hablar, y su talón de Aquiles sigue siendo López Obrador.

En mi sexenio la economía mexicana era 25 por ciento más grande que la brasileña. Hoy, por no hacerse las reformas necesarias, y él es en parte culpable, muy importante,la economía de Brasil es el doble del tamaño de la mexicana.

Vicente Fox. Cuando titular del Ejecutivo, con todo y el poder temporal que le confería el cargo, el segundo marido de la Sahagún ni siquiera con el torpe recurso del desafuero  logró hacer mella en el  tabasqueño. Hoy mismo, y desde Morena, el ex jefe de gobierno del DF sigue intentándolo, en tanto que Fox y su “pareja presidencial” continúan devorando las buscas que les dejó el cargo antes de arrojarlos al desván de la Historia. Ahora, de nueva cuenta, Fox ha abierto la boca:

– Ahora ya el hombre, pues yo creo que está totalmente reducido su liderazgo, y me parece que salvo que cambiara sus posturas  radicales, destructivas. Ha perdido el sentido del mundo actual, no viaja.

Releí sus afirmaciones y a la mente se me vinieron conceptos que expresó una vez terminado el proceso electoral que dio el triunfo a “uno chaparrito, peloncito, getoncito, de lentes”:

Dos veces gané las elecciones presidenciales: una, en el 2000 y otra en el 2006.

Ante semejante afirmación me di a meditar en la dificultad con que topan los zafios para llevar a cabo el imprescindible ejercicio de autocrítica. Observé en el matutino del domingo pasado la foto del lenguaraz, y caramba, ¿qué fue del carisma, la personalidad, la prestancia del figurón que logró sacar al PRI  de Los Pinos? ¿Qué resta del que ya va a hacer catorce  años a punta de votos reventó las urnas? Sólo ha quedado ese redrojo histórico que extravió mesura, decoro y razón para ir a caer en pleno cinismo. Fox, ese que aún con retazos de poder en la mano (en la mano de la esposa Sahagún), mostró la dimensión de ese impudor que se le tornó endémico:

Echar al PRI de Los Pinos llevó al país a la vigencia plena  de la democracia y a ejercer la libertad…

Vicente Fox y la incapacidad para la autocrítica. Que a quien quieren perder, afirma la leyenda,  los dioses lo ciegan o lo hacen extraviar la razón. Y yo digo, mis valedores: para qué llegar a tales extremos, si con tan sólo que le anulen la facultad de autocrítica lo clavan en la picota donde han hincado a Fox. Y es que ya privado de ese recurso para el “íntimo decoro”, el desmesurado va a perder la razón y derivar en cínico. Fox, por ejemplo.

Comparando sexenio por sexenio, mi administración supera, y con mucho, todos los sexenios anteriores”

Vicente Fox. Más allá del dinero y la mala fama de sinverguenza con todo y familia mostrenca, ¿qué queda del tal? Miro en la foto del diario ese gesto que pretende altivez y no pasa de ridículo. Hago trizas la plana del matutino.

El PRI ahora sale muy campante a decir que no servimos. Yo creo que los que no sirvieron fueron ellos.

Vituperio es la alabanza en boca propia, pero a su hora y de bocas ajenas recibió muchas. ¿Los cortesanos que en los años de esplendor quemaban  incienso a la “pareja presidencial”? ¡Ahora, Peña, es su turno! Uf.

En fin. Arrojo al cesto  la foto del hablantín. Qué más. Qué mejor. (Vale.)

MORENA

Y cuánto quisiera, mis valedores,  ilusionarme con el nacimiento del Movimiento de Regeneración Nacional. Pero es tanto mi escepticismo respecto a los ácidos frutos de la partidocracia, que toda mi fe sigue afianzada en  la incierta decisión de los mexicanos para entre todos cambiar de raíz las estructuras del Estado que a su conveniencia mantiene el grupo de plutócratas que gobierna nuestro país.

Que MORENA se aparta de ese colaboracionismo logrero y cínico de los chuchos amarillos; que es voz y acción de los mexicanos conscientes; que López Obrador, dirigente del flamante partido, es limpio, vertical, incorruptible, y que…

¿Y qué de los recursos que el erario público habrá de distraer para alimentar esa nueva boca en la mesa política? Una ventaja me reporta MORENA: que teniendo qué sufragar, hasta hoy no atinaba en la forma de cruzar la papeleta. Ahora votaré por MORENA y caso resuelto, aunque con ello sólo habré de delegar y no asumir para el cambio de estructuras. A su hora lo afirmó José Woldenberg, consejero presidente del IFE, INE hoy:

-Estamos en condiciones de erogar todos los fondos para los nuevos partidos.

Y a mentar cifras escalofriantes, que trepan sobre los veinte miles de millones de nuestros impuestos. Lourdes Flores: “Crear un partido político, una inversión más que redituable. Los premios, tentadores. Cada nuevo partido podrá recibir anualmente 20 millones por prerrogativas del IFE. ¿Cuánto hay que arriesgar en el negocio? Para conseguir el registro, algunas agrupaciones recurren, entre otras prácticas, a la contratación de coyotes que por unos 200 mil pesos juntan hasta 10 mil afiliados. Como deben realizar 10 asambleas, con una inversión cercana a los 2 millones podrán obtener 18 millones de ganancia neta. Nada mal.

Tales partidos eran  los sucesores de los siniestros Popular Socialista, de la Revolución Mexicana, Socialista de los Trabajadores, PDM y aquel PFCRN propiedad del padre putativo de los chuchos logreros de la política del negocio y el negocio de la política, un tal Talamantes cuya acción cancerígena se advertía en los desvergonzados entreguismos de los negociantes de marras, y aquí algunos ejemplos.  En 1975 se echaba encima la sucesión presidencial, y la incertidumbre de los traficantes: ¿a quienes designar como paleros del  candidato tricolor? Sobre el que postularía el PARM lo estipuló un Pedro González:

– Mi partido tomará una decisión, pero será después de que el PRI haya designado su candidato. Es cosa de unidad.

Y una vez que el PRI destapó al susodicho: “Nos adherimos al candidato PRI, y es que sin el PARM, López Portillo perdería muchos votos. (¡!)

El PPS (el “Ni-ni-ni”: ni partido, ni popular, y mucho menos socialista) se apresuró a reconocer como su candidato a López Portillo:

– Nos adherimos al priísta López Portillo. Es una táctica típicamente marxista (¡!)

Y Lázaro Rubio, ex agente de la CIA y diputado del PPS:

– Nuestra adhesión al del PRI no es un respaldo. El PPS designa a don Pepe como su candidato. Si lo analizan, verán que es muy distinto a darle respaldo. ¿Reaccionarios? ¿Paleros Del PRI? ¡Sí, somos paleros del PRI porque somos obreros y tenemos palas para enterrar a todos los reaccionarios!

Y un Muñoz Ledo que como dirigente del PRI mercadeó con los del PPS la gubernatura de Nayarit como premio al carnicero del 68,  Flores Curiel:

– ¿Extraño, sorpresivo,  que hayamos creado una Coalición Popular Revolucionaria y coincidamos en principios revolucionarios? ¡La matriz de ambos es nuestra Revolución Mexicana!

(Ah…)

Vamos, México otra vez

El síndrome de primera dama, mis valedores, que se manifiesta en el lujo, la ostentación y el protagonismo de la recién llegada a Los Pinos, que como primera medida va a satisfacer su vanidad personal acaparando las cámaras, los micrófonos y las revistas del corazón. Así se iniciaron los seis horrorosos años de Marta Sahagún y así parecen comenzar los de Angélica Rivera, que no ha resistido los cantos de una sirena de nombre Marie Clarie, revista de modas en papel couché, ni las tufaradas de copal de unos alquilones que renunciando al decoro y la ética periodística no dudan en afirmar en medios de alcance internacional que Angélica Rivera es una mujer que se distingue no sólo por su belleza, también por su trabajo a favor de los más desfavorecidos.

¿Sí? ¿Cuándo, cómo, dónde, por qué?

El síndrome de la primera dama a la que un retazo de poder descompone, mudanza de la que  mucho sabían Shakespeare y Dostoievsky.

Dije a ustedes ayer que al leer la noticia y mirar las fotos de la primera dama en la revista de modas o algo por el estilo, experimenté  espeluznos al comprobar que tal fue el comienzo de una delirante Marta Sahagún que como segunda esposa del zafio Fox, con su arribismo logrero y protagónico dio ejemplo al país de lo que significa carecer de todo decoro. Yo, entonces, le envié un recado que hoy reitero porque parece reproducirse el fenómeno Sahagún, Dije y digo:

Flor de un día, o más bien de un sexenio, el de Fox,  en un tiempo soñó usted con encaramarse en el sillón del gobierno, y ya sus dos reales en él darse entera al derroche y los lujos desaforados, al saqueo de las arcas públicas y a aplacar la delirante ambición de todo mediocre, arribista y logrero: por no ser,  tener. ¿Para quién? Para usted y toda la parentela de aquí a la quinta generación. Señora:

¿Pues qué sueños de opio la llevaron a imaginar tal desmesura? Nada era usted, y a la nada ha vuelto. Conócete a ti mismo, exhortaba el oráculo de Delfos, que Sócrates tomó como divisa, y usted nunca se conoció, nunca tuvo conciencia de su pequeñez, y como los fuegos fatuos: se alzó, reventó en luces multicolores y el varejón del cohete a dar el porrazo en el suelo. Esfumado el hechizo, la carroza tornó a ser calabaza. El onanismo mental de gloria, poder, lujos y derroches: todo se tornó un montón de ceniza, la de los sueños de opio que incinera la realidad, y a volver a lo oscuro, a esa mediocridad que es su santo y seña, señora.  Aquello fue a desandar lo andado, a recular, como tarde o temprano recula la fauna de los trepadores, los arribistas, los oportunistas, los oficiantes del rastacuerismo. Señora:

¿Ahora a qué se dedica usted? ¿Qué oscuras actividades la mantienen ocupada  en su refugio provinciano? Después de que vivió en el cogollo del poder y aspiró los humos de ese avieso copal que a su hora le quemaron  los serviles que nunca faltan y siempre salen sobrando, ¿qué fue de sus lambiscones? ¿Cuántos de esos cortesanos siguen alimentándole su vanidad y devaneos de frustrada estadista? Con Fox, ¿comiéndose las buscas de cuando “pareja presidencial?  Señora Martha:

Fue flor de un día, flor del sexenio de su segundo marido, y no más. El polvo retornó al polvo y lo del agua, al agua. Así pasan las glorias en este mundo, y no vaya usted a olvidar que lo que  salió de la nada a la nada ha vuelto. Como usted misma, señora Martha. Y un pedimento final:

¿Podría platicar de sus experiencias personales con una primera dama de nombre  Angélica Rivera?  Es por México, señora.

(Vale, pues.)

Yo ya vi este sketch

Angélica Rivera ocupa la portada de la revista de modas Marie Claire. La Primera Dama de México  es una mujer que se distingue no sólo por su belleza, también por trabajo a favor de los más desfavorecidos. (¡!)

Leí la noticia, examiné las fotos, y el espeluzno: ese fue el comienzo de una madona tiempo atrás insignificante, pero a la que levantó un bandazo de viento otoñal. Así inició su carrera como arribista aquella Marta Sahagún, ex esposa de algún Bribiesca, que con el segundo marido integró la esperpéntica “pareja presidencial” que manejó a México. Marta fue una logrera carente de escrúpulos cuya audacia la encaramó hasta Los Pinos, y que como primera dama desnudó su compulsión por el derroche y los lujos, el rastacuerismo y el afán protagónico. Marta, desde el poder, tejió su telaraña de compinchajes y complicidades, intrigas y maniobras politiqueras, acuerdos secretos y demenciales saqueos que han enriquecido a toda su parentela, y la devastación del erario páguelo un paisanaje pobre y empobrecido por la siniestra primera dama. En su momento lo denunció el articulista:

En La Jefa está el pasaje en que Marta le da 7 mil dólares en efectivo a Rodrigo, el hijo (sic) del presidente, para gastar en un viaje, o el que señala que a ese mismo Rodrigo, a quien Marta quería ganarse para que aceptara la boda con Fox, le regaló un reloj Rolex de 10 mil dólares. Inquietante también es la sugerencia de que Manuel y Jorge, los hijos de Marta, se han enriquecido de manera misteriosa en los años en que su madre ha ejercido el discreto encanto del poder. Mis valedores:

¿Recuerdan ustedes aquel sainete, el batacán y el boato, la estridencia, la prepotencia, la ostentación y el brillo postizo de una Sahagún que anocheció Cenicienta y amaneció reina de utilería en una corte de los milagros en donde todo existía, menos decoro? Soberana de sololoy y reinita de hojalata, a la buena Marta la enloqueció una abyecta adulación de periodistas alquilones, hermana mostrenca de lo estridente, vacío y ostentoso, tanto más sonoro cuanto más vacío. De tales destinos Shakespeare nos dejó constancia; de las abruptas mudanzas de la fortuna y de las metamorfosis que, al modo de Samsa el kafkiano, perpetran en el carácter débil, para perderlo, el poder excesivo y el dinero fácil.

¿Recuerdan ustedes la Guía de Padres de Marta, su Vamos México,  sus apariciones en el cinescopio, su pepena de toda la morralla que produjo el redondeo en los servicios de bancos y  supermercados? Marta Sahagún el ama de casa acalambrada de protagonismo que en la mañana encabezaba una ceremonia cívica para al mediodía presentarse ante sus aliadas Televisa y TV Azteca y a media tarde encabezar un mitin político. Qué tiempos aquellos, calamitosos para el país…

Yo tengo presente  a la buena mujer encumbrada por el zafio de San Cristóbal, y que ya cuando andaba en sus días, en su periodo (en su sexenio con Fox)  no remendó  sus faldillas, pero sí la Carta Magnapara inventar “la pareja presidencial”, engullir los titulares de todos los diarios, parchar con su vera efigie las primeras planas, tomar por asalto la TV y atragantarse con las revistas de modas y el corazón, las Marie Claire de aquel entonces. Gárrula, extrovertida, diarreica en su compulsión por las candilejas, yo la soñaba, pesadilla atroz, ya posando sus dos reales en el sillón que Fox le había calentado durante seis años justos, los más injustos de todos hasta el arribo del carnicero del Verbo Encarnado, siempre ebrio.

(También de poder. Sigo mañana.)

“La cola del perro”

– ¿Conoce alguno de ustedes ese relato de Marco Denevi?

Silencio. A la voz del maestro  cesaron  reniegos, exabruptos y las maldiciones de los contertulios contra la prohibición del Mensera, jefe de gobierno del DF, para que circulen en sábado algunos vehículos no en base a las emisiones contaminantes, sino del modelo determinado, contaminen o no. En una tertulia caldeada contra la imposición del Mensera, el maestro:

Cierto día el Hombre ordenó al Perro: “Te prohíbo que muevas la cola”. El Perro se paralizó de estupor. “Pero Amo, ¿por qué no quieres que la mueva? Toda mi vida la he movido y no te disgustaba verme menear el rabo cuando me llamabas y yo corría hacia ti. Ahora esa prohibición…”

No pudo continuar. Se le hizo un nudo en la garganta.

– Imbécil. A ver, ¿cuándo mueves la cola?

“Pobre Amo”, pensó el Perro. “No está en su sano juicio; contestó: “Cuando me siento alegre,  cuando me acaricias, cuando me reúno con mis amigos”.

– Basta. ¿Lo ves? Mueves la cola cuando te entregas al ocio y al juego, no cuando gruñes a algún desconocido ni cuando otro perro te  quiere quitar el hueso.  La mueves como cuando yo, antaño, me reía. Pero terminó la risa. Vuelve estúpidos a los hombres y a los perros. No voy a permitir que te pasees con el Gato, el Caballo y  los Pájaros y les des el mal ejemplo de tu risa. No volverás a mover la cola.

– Imposible. Apenas te vea, apenas me silbes, no podré impedirlo, la cola se moverá. Es superior a mí.

– ¡No me contradigas o te entro a garrotazos! Te vigilaré. Lárgate.

El Perro se alejó con la cola entre las zancas, llegó a su perrera, se desplomó, miró al vacío: “Es un abuso. Es un atrabiliario el Mensera. ¿Habrá enloquecido?”

Al mediodía la Mujer del Hombre le trajo un plato de sopa. Al verla acercarse con el plato humeante el Perro se olvidó de la orden del Amo, se olvidó de la cola, y la cola se movió. De inmediato se oyó un vozarrón terrible: “¡Perro maldito, la cola! ¡Te voy a dejar sin comer!”

Apretó el Perro las fauces, cerró los ojos, encogió sus músculos y consiguió que la cola se mantuviese rígida. Pero se le saltaron las lágrimas. La sopa le supo a vinagre.

Desde entonces la vida del Perro fue horrible. Mentalmente maldecía al Mensera. Andaba de mal humor. Cuando le traían la comida se quedaba tendido en el suelo y miraba para otro lado o fingía dormir. Comía cuando nadie lo observaba. Se atragantaba, la comida lo indigestaba.

Una noche un vagabundo se metió en la granja a robar unos duraznos. El Perro se arrojó sobre el ladrón y le clavó los dientes. Si el Amo no acude a tiempo lo habría matado. El Hombre felicitó al Perro: “¡Bravo, Perro, Bravo!” Y para probar si seguía con su manía le acarició el lomo. El Perro cerró los ojos, la piel se le erizó, gruñó sordamente. La cola se mantuvo inmóvil.

El Perro fue al jardín. Vio a sus amigos los Pájaros. Los atacó. El

Ruiseñor cayó envuelto en sangre. El Hombre tomó un palo y propinó al

Perro una feroz paliza. El Perro se alejó, la sangre del Ruiseñor en la boca.

Veía todo rojo. Las pupilas le refulgían.

Una mañana el Hombre descubrió los restos de una oveja  horriblemente mutilada. Otro día fue un cordero. “Es algún Lobo. ¿Pero qué hace el Perro, que no ha ladrado?”

El Hombre esa noche, lista la escopeta, se ocultó entre unos matorrales. Cuando la luna alcanzaba la cumbre del cielo una sombra sigilosa se deslizó en dirección del Hombre. De súbito el Perro pegó  el salto, y en el cuello del Mensera que le había prohibido utilizar su vehículo…

(Fue todo, y fin.)

Chile, Piojo, licor

Fue entonces cuando una caricatura, dije a ustedes ayer, de inmejorable manera definió aquello esperpéntico que ocurrió en el torneo de futbol México 86, para “nosotros” tan parecido al Brasil 2014. A las primeras acciones porras, bíos, alabaos y chiquitibunes de una Perra Brava en delirio compañaron a “nuestros muchachos”. ¡Vamos ái! ¡Sí se puede! ¡A golear, a mascarle los hígados a esos putos!, que al primer hervor y  a patadas echan fuera a “nuestros héroes”, y entonces fue del asombro, la desilusión, el desánimo y el licor al tamaño de la tragedia que “teníamos” que superar. Porque esos putos árbitros…

En fin. Sobre el paralelismo de la Perra Brava en el México 86 y el Brasil 2014 qué análisis más expresivo el de la caricatura (Palomo) que ahora “nos” viene como anillo al Pique (un chile que fue el logotipo del Mundial) Aquí la glosa de la caricatura.

Primer cuadro: estereotipo del mexicano haragán. Bajo el gorro alón y los lomos contra un pitayo dormita Juan Pique. Y qué imágenes hierven en su cerebro, intoxicado por la delirante campaña patriotera y triunfalista de los merolicronistas de radio y TV. ¡”México” pasa a cuartos de final! En su sueño, Juan Pique soba la Jules Rimet

Cuadro 2o. Lástima grande: frente a los alemanes “fallamos” el penal decisivo. el Pique, el estremecimiento: en sus sueños color de rosa (rosa mexicano), el globito de colores (verde, blanco, etc.), estalló en el aire de junio. La Verde Esperanza quedó fuera del Mundial. Pasmado de espanto, el Pique se ha quedado atónito, y su sueño onanista se le torna pesadilla. De repente, de su nirvana desaparecen la chica chiquitibún y los alaridos de triunfo de los fanáticos alucinados, multitudinarios, efervorizados, y lástima, no se generaron los dólares que se esperaba, pero sí esos montones de basura tricolor y ese reguero de botellas vacías. Solo y su alma como siempre ha estado, y el azoro en esa cara mofletuda,  el Pique pela los de apipizca. ¡Se esfumó lo que a gritos y sombrerazos “me” prometieron  “Perros” y “Piojos”!

Tercero. Todo he terminado. En su pesadilla el Pique se quedó en monigote grotesco, desencantado y más pobre que antes. ¿Y los aullidos de triunfo de los gritones del micrófono? ¿Y aquel estentóreo: “¡goool… de México!? “Me” robaron…

Cuarto. El horror. No  miren el espectáculo indecoroso. Es que el Pique ha perdido camiseta y botines, balón y calzones. Todo. El México 68 me lo dejó encuerado, sudando de bochorno y con el gorro alón cubriéndose sus muy pocas vergüenzas. En pelota, sí, y no de futbol.

Quinto. En el Goloso de Santa Ursula se lucen los chamorros que sí saben jugar, que sí tienen temple a la hora de los penales. Acá, afuera, el Pique a pagar la factura del México 68;  más impuestos, más pobreza, más desempleo, menos canasta básica a la hora del tianguis…

Cuadro final: Terminó el sueño. Hay que despertar a esa realidad que  hace al Pique pelar tamaños tomates que rebrillan, redondos, entre la bastilla del sarape y el filo del gorro alón; que rebrillan de frustración, desencanto y temor ante a la realidad que ha de enfrentar después del México 86 que, le juraron los merolicronistas, iba a ser de gloria para él, pobre Pique encuerado y tapándoselas con las manos. Tras del espejismo de ilusorios triunfos y galas y honras y benéficos que le cantaron los alquilones del espectáculo, el Pique se quedó sin balón, sin botines, sin rostro, sin brazos ni piernas, sin nada más que lo que ha sido y lo que le queda al mexicano: ¡cuaresmeño puro!

México 86, Brasil 2014. (Uf.)