Al asaltante, mi respeto

Aquí finaliza mi saludo al asaltante callejero que operaba en el México de ayer. Creo que ese saludo, por obvias razones,  se torna más oportuno que antes. Decía al asaltante de los años viejos, ya extinto el día de hoy:

Permítame saludarlo con mi comprensión y respeto, porque la vida me lo habrá tratado de hijastro, de oveja negra, de célula cancerosa de la sociedad. Porque su destino es el de la soledad, sin más; sin hogar, sin familia, sin una compañera amantísima, sin paz, sin nada de nada. Porque sabrá Dios qué causas oscuras lo arrastraron a la delincuencia; si fue el desempleo, si la falta de preparación, si el mal natural, si el mal fario. Porque alguna vez, de retorno del asalto alevoso, la conciencia le habrá jalado el sarape y lo mantendrá en vilo, mirando la oscuridad, con los redaños en la garganta y el rostro de la víctima frente a las pupilas insomnes. Porque si ocurriese que la vida le dio un primogénito, qué cuentas le va a rendir, con qué cara va a mirarlo cuando el Tomasillo lo llame a juicio. Indefectiblemente. Porque así sobrevive: aventando el valor por delante, el corazón en los entresijos, atenido al puro arriesgue, al mísero filero o a esa 22 especial donde es más el ruido que las balas…

Lo saludo a lo solidario porque aborrezco el crimen, pero intento comprender al criminal, y porque usted arrebata lo ajeno, pero expone lo propio. Por eso lo admiro en la misma medida en que aborrezco a criminales de uniforme como esos policías de Cocula e Iguala que se coludieron con los mafiosos de Guerreros Unidos, arruinando lo poco que quedaba salvable de esos narcotraficantes.

Usted, para asaltar, no anda poniendo de pantalla las leyes. ni ocupa un cargo público desde donde robe y secuestre a lo impune, y asesine y haga desaparecer a sus víctimas en fosas clandestinas.

Usted es perraco trasijado que mordizquea para sobrevivir; ellos, doberman psicópatas que de sus criminales negocios salen dinerosos. Esos Abarca, Pineda y congéneres, con los uniformados a su mando, son un muestrario corrupto de nuestra ancestral corrupción nacional. Esos son los temibles. Ellos, que para ejercer de hampones ni siquiera han tenido que invertir en el arma y un mal pasamontañas que les oculte ese rostro de Abarca psicópata.

Usted, esta noche, después de sus correrías de facineroso, tal vez pueda dormir en paz. ¿Y ellos, gobernadores y ediles, comerciantes y “religiosos” beneficiados del narco? ¿Ellos, cuyos nombres Abarca y Pineda van a tener que vomitar a la pura ley del “interrogatorio científico”, nombres que quizá no logremos conocer en este sexenio?

Y qué hacer; usted, como todos los damnificados por los asaltantes con fuero, poder político y complicidades con unos chuchos a los que la juventud universitaria les grita  ¡asesinos!, tiene que soportar a esa aborrecible plaga de demagogos que (tal es el sistema fascista) se viven alabando de palabra a quienes perjudican con sus criminales acciones.

Hoy mismo, mirando en el diario la efigie de Abarca y su Pineda cómplice, digo a usted: el original de este “Compañero asaltante” lo redacté en el México del PRI-Gobierno anterior a Abarca y compinches  un México ingenuo y ya inexistente, donde ladrones eran sólo el “impoluto” monarca sexenal y algunos de sus cortesanos.  Hoy tampoco es usted el de aquel entonces, porque los políticos que han degradado el narcotráfico  a usted lo cooptaron o se retiró por no resistir el peso de una competencia desleal. Porque usted y aquel México se fueron para nunca más. (Vale.)

Compañero asaltante

Esta vez la nostalgia, mis valedores, que casi siempre ataca a traición. Yo ayer tarde, ya al pardear, cargaba encima una tristecilla sin desflemar, con una sensación de errabundaje, de falta de arraigo, que algunos cargamos a flor de pelleja cuando noviembre se nos echa encima. Memorioso mes, ceniciento, a la medida para arrimarme a la advocación de mis fieles difuntos, cuando  en la entrañable compañía de Aída (tú, la de todos los días) y Mayahuel (tan hermosa ella que en ratos creo que lo hace a propósito) me avoco a levantar la ofrenda de muertos que testimonie la presencia de nuestros fieles ausentes, comenzando con don Juan, mi padre. Noviembre.

Fue así como me atacaron corrimientos de tristuras novembrinas. Ayer mismo tomé el estorboso celular, revisé la lista de nombres y números telefónicos, pero nada, no di con el Simón cireneo femenino que me ayudase a cargar el madero de la soledad. Me enfilé entonces y entré en la bodeguilla donde guardo los trebejos que va acumulando el diario vivir y abrí la caja de cartón que hace años habilité de archivo personal y, mis valedores: ahí fue el ir examinando los objetos que allí se quedaron olvidados el tanto de años, lustros, décadas, pero lástima grande, que la tristura, por descarapelárseme, más se me vino a hincar entre cuero y corazón, y qué hacer sino seguir a lo desalado el  examen de mi biografía personal, ilustrada, de hace años, lustros, décadas, y el suspirar. Qué joven fui una vez…

Es que ahí la foto desleída de los viejos amores, con todo y sus marchitos pétalos de alhelí, sus rizos castaños, las misivas donde se invaden terrenos de Dios o del infinito: “Te amaré siempre, siempre. Nunca, nunca te he de olvidar”. ¿Cómo se llamaría aquella inolvidable? Seguí, a lo desalado, examinando mi biografía personal de hace años, lustros, décadas…

Buscando, las manos enguantadas de polvo, daba luz al altero de señas telefónicas: de seis, siete dígitos, que aluden a figuras femeninas a estas horas ya fantasmales, olvidadas ya más allá de un nombre, un apellido, un alias cariñoso. ¿Quién vendría a ser La Bicha, quién “tu fervoroso amor”? Y el suspirillo…

Y fue entonces. De repente, aquel mi artículo periodístico publicado en los días primerizos del difunto periódico Unomásuno, del que fui fundador y que nunca me liquidó los centavos que iba a cobrar por mis fabulillas, que ahí fueron a nacer. Desarrugué el rectangulillo de papel, lo fui leyendo, y en ese momento supe todo lo que este país ha cambiado desde tiempos añejos hasta los tiempos de Tlatlaya, de Iguala,  de Peña.  Veo, por lo escrito, que más antes coexistían con nosotros los asaltantes, casi siempre nocturnos; que existían los criminales, pero solapada su forma de actuar, no como el cínico y descarado del crimen organizado. Al terminar su lectura decidí transcribirlo para plantear a ustedes este ejercicio: calculen cuánto ha cambiando el talante del capitalino frente a los bergantes que toman por uso diario asaltarnos. Para leer entre líneas:

“Compañero asaltante, permítame saludarlo con mi comprensión y respeto, porque en el ejercicio de su profesión arriesga la vida, la integridad física, la dulcísima libertad. Porque ejerce su oficio con todos los riesgos, sin valimiento alguno. Porque su vida avanza de modo arrastrado, entre zozobra y desazón, siempre a salto de mata y con la conciencia en un hilo. Porque ya habrá caído alguna vez en manos de los de uniforme, y habrá comprobado sus métodos punitivos. Porque la vida…”

(Esta nostalgia termina mañana.)

 

Estas ruinas que ves

Son las ruinas de unas siglas que en tiempos mejores ensayaron la izquierda en México y fueron la esperanza de tantos que por falta de conciencia histórica continúan delegando en mafias politiqueras como las que integran la partidocracia en el país. Hoy, por si algo faltase para echar abajo la escenografía (cartón y engrudo) de eso que hasta la invasión de los chuchos fue el Partido de la Revolución Democrática, jóvenes universitarios, Ayotzinapa en la mente, escupen en la cara de esos chuchos:

“¡Asesinos! ¡Asesinos!”

Y talamanteros, además. ¿Qué tanto hace la cúpula del PRD en la Secretaría de Gobernación? Ya  parece su segunda casa.

Tal fue hace meses la ironía del matutino ante los Chuchos de “nueva izquierda”, colaboracionistas del Sistema de poder del que forman parte y al que ejecutan el trabajo sucio.  Y cómo pudiera ser de otro modo, si entre los chuchos tal mercado de compra-venta y alquiler de conciencias viene desde los 70s, cuando Echeverría cooptó a tales mercachifles para con ellos desmantelar desde dentro el Comunista Mexicano, donde militaba la verdadera izquierda en este país. Chuchos.

La cooptación hoy se repite con el maiceo de mafiosos de la falsa izquierda como continuación de la guerra sucia de los 70s que se trama  frente a nuestros ojos por más que nosotros, por nuestra carencia de cultura política e indiferencia ante la historia, le damos poca importancia, si no es que nos pasa inadvertida, sin más. La historia:

Una vez perpetrada la masacre del 2 de octubre del 68 el ya entonces presidente Echeverría se propuso ocultar ante los ojos de las masas sociales los logros alcanzados por la vertiente popular-estudiantil del movimiento, para lo cual  inició la maniobra de borrar, diluir o distorsionar de la conciencia colectiva la memoria histórica y desmantelar a las fuerzas de oposición. Pero ocurría que el PRI-Gobierno carecía de la más mínima  credibilidad ante las masas sociales. LEA, entonces, acudió a dirigentes del Comunista Mexicano como Heberto Castillo,  Arturo Martínez Nateras, Arnoldo Martínez Verdugo, Gilberto Rincón Gallardo y algunos más de los cupulares del 68 con gran ascendencia sobre las masas y confinados en cárceles del país.  Por medio de enlaces diversos les ofreció plata o plomo, y ante tal disyuntiva los dirigentes honestos fueron destruidos: muerte, prisión, desaparición; pero muchos más se dejaron cooptar. LEA les prometió, apoyado por intelectuales orgánicos de la talla de  Fernando Benítez, Carlos Fuentes, Octavio Paz,  y otros más, la “apertura democrática”. Y ya.

El chucho Ortega procede del Partido Frente Cardenista de Reconstrucción Nacional,  cuyo gerente Talamantes queda en la picaresca política como el estereotipo del mercachifle de la compra-venta de conciencias que al socaire del partido alquila sus servicios al mejor postor. Esto que ocurre hoy con los colaboracionistas de Peña (Tlatlaya e Iguala) ya se prefiguraba en la Convención Nacionalfrancesa de 1792. El grupo de los jacobinos, reducido, intentaban hacer realidad los postulados revolucionarios, pero se imponía y oponía la corriente de los tibios girondinos, numerosa, y más allá de convicciones personales o los principios estipulados en su declaración de principios y programas de acción, los delegados conocidos como La llanura o El pantano se añadían al partido más fuerte en la coyuntura política, y a esto quería yo llegar. Mis valedores: ¿identifican a los radicales, a los girondinos y al pantano de los chuchos dentro de la partidocracia?

(¿No?)

Equivocados magníficos

Decir rebelde y luchador social es decir Escuela Normal Rural de Ayotzinapa. Es decir Genaro Vázquez y Lucio Cabañas, con su macollo de equivocados magníficos: Arturo y Jacobo Gámiz, Rubén Jaramillo y los Mariscal, Padilla y Vidales, los  militantes de la Liga 23 de Septiembre y tantos que, sobrados de razón,  toman las armas ¡contra las del Estado!, con lo que terminan por entregar lo más valioso, lo único suyo:  su vida. Ayotzinapa.

Fueron los tiempos de un Echeverría que, con su guerra de baja intensidad, contra la guerrilla desarrolló un aparato policíaco basado en Inteligencia Militar que actuaba con los métodos de la contraguerrilla urbana: secuestros, desapariciones,  tortura en cárceles clandestinas y muertes “aleccionadoras”. Los cuerpos de guerrilleros aparecen terriblemente torturados. (ORPC, 1968-1985.)

Eso, ayer, pero hoy mismo Tlatlaya anda en el dicho, el asombro  y la indignación de todos: ¿es el ejército mexicano el máximo violador de los derechos humanos? Aquí el final de un cierto relato literario sobre  las luchas del guerrillero contra el Estado: el  grupo es emboscado por los soldados en un zanjón de la sierra. Al intercambio de disparos fueron cayendo hasta una veintena de rebeldes. Ahora a caballo y atados con reatas, los dos únicos sobrevivientes son conducidos hasta el cuartel, donde les esperan sesiones de tortura demencial. Con un sombrío sentido del humor, el sargento:

– Suertudos, denle gracias a Dios. Sus compañeros quedaron allá atrás, todos despanzurrados, y ustedes vivos todavía.

– Sí. Esto significa que a nosotros Dios nos quiere.

El otro, meditando en lo que les aguarda en el cuartel:

– O es a nosotros a quienes no nos quiere, asegún…

Te vendan los ojos. Toques de picana. Prueban los límites de tu resistencia teniéndote días sin dormir, y el pozo, golpes hasta dejarte sin aire para de inmediato sumergirte la cabeza en agua y provocar el ahogamiento. Te cuelgan de helicópteros, pero no te dejan morir. Para ti lo mejor: que te maten. En la tortura te matan muchas veces.

Bestial, sí, ¿pero el provecho que su sacrificio reporta a las masas y el destino que le aguarda, equivocado magnífico? Terminar como Lucio Cabañas, profesor rural que murió el 2 de diciembre de 1974 en un enfrentamiento con fuerzas del ejército. Del guerrillero sólo quedan la leyenda popular y una estatua de bronce.

En diciembre del 2002, en Atoyac de Álvarez, nostálgicos fieles del insurgente inhumaron sus restos y los fueron a depositar en el punto en que se alzaba el tamarindo a cuya sombra Lucio se manifestaba contra el gobierno, y no más, que tal es el destino del guerrillero cuya impaciencia por que cambien las condiciones calamitosas de las masas toma un arma y se remonta a la sierra, donde habrá de enfrentarse a un Poder que lo rebasa y que lo va a bajar en una bolsa de plástico, si no es que lo arrojen en un hoyo de la tierra bruta, y del generoso equivocado, ni el rastro.

Pero los matanceros de ayer serán las reses de mañana, y el tiempo coloca a cada uno en su lugar. Décadas después de asesinado Cabañas, dos de los generales que lo persiguieron, A. Acosta y H. Quiroz, fueron apresados: narcotraficantes. Apenas ayer, los militares descalificaban a Lucio, “bandolero y criminal”. Hoy, el maestro y luchador civil se mira de frente, en bronce, con el bronce del prócer Juan Álvarez. A décadas de su muerte, en Atoyac de Álvarez fue recordado con una estatua, una velada cultural y una marcha cívica. Y la paz.

Ayotzinapa. Lucio, Genaro y tantos más. (A su memoria.)

Qué país…

Desplazados, desarraigados en nuestro propio país, víctimas de intereses económicos, políticos y militares, cargamos sobre los hombros el peso de las masacres y desapariciones forzadas, las torturas, y violaciones sexuales, los allanamientos ilegales y los encarcelamiento arbitrarios, delitos de lesa humanidad.

Y a propósito de la acusación de los indígenas: ¿la guerra sucia de los 70s. no ha cesado en México? ¿Las fuerzas regulares,  escuadrones de la muerte y Halcones continúan generando miles de desplazados en Oaxaca y Chiapas? ¿Se advierte alguna diferencia entre el sexenio del carnicero Echeverría, el matancero  Calderón y ahora el Peña del PRI “renovado”?

Violencia han sido el despojo de los triques del Municipio Autónomo de San Juan Copala y la masacre de Acteal, donde indígenas tzotziles fueron masacrados por un grupo paramilitar que provocó el desplazamiento masivo de toda la comunidad. Los carniceros actuaron bajo anuencia y resguardo del responsable directo, el Estado. ¿No vale pensar hoy mismo en Tlatlaya e Iguala?

Después del revés padecido al intentar apoderarse de las tierras de Atenco mediante la expropiación para construir un Aeropuerto que incluía el desplazamiento de los pobladores originarios (campesinos en su mayoría con fuerte arraigo a su tierra), el Estado afinó sus planes para nuevos proyectos  que incluían la acción de grupos paramilitares y el traslado a las comunidades de la violencia que origina la “Guerra contra el narco”. Así “legitimó” en gran parte del país la presencia del ejército, que incluye acciones de hostigamiento a la población civil y, sobre todo, a las organizaciones sociales. Tlatlaya.

Aquí la voz de los desplazados por parte del Estado, víctimas del despojo de sus tierras y la pérdida de sus costumbres y tradiciones, que comunican a las masas sociales la situación conflictiva que a su hora les han infligido priístas, panistas y Peña:

– Nos desplazan para apoderarse de nuestras tierras y bienes. Nos expulsan por liderar procesos sociales de beneficio comunitario o por expresar opiniones críticas sobre la realidad social, política y económica del país. El Estado es el culpable de ignorarnos y reprimirnos.

– Nosotros buscamos donde sobrevivir. Cada día somos más los que en contra de nuestra voluntad  hemos tenido que abandonar casas, trabajo, comunidad, costumbres y tradiciones ancestrales, producto del esfuerzo familiar de años y generaciones enteras. En este proceso por salvar la vida hemos visto fragmentarse nuestras familias y  sufrido la pérdida de seres queridos.

– Desde los 80s. diversas comunidades y organizaciones hemos venido luchando por un cese al desplazamiento. Varias uniones campesinas de  Puebla y Oaxaca han denunciado hostigamiento, desaparición y violencia que sufren por parte de paramilitares y caciques para apropiarse de sus tierras.

Y que para hacerse oir con más fuerza y buscar soluciones colectivas se han organizado en pequeños grupos, asociaciones, comités y asentamientos marginales “a lo largo y ancho de nuestra geografía. Un logro, sí, pero aún andamos dispersos, atomizados, sin referentes organizacionales de carácter regional o nacional. Nuestras demandas son locales y grupales, y es por ello que no hemos tenido la fuerza suficiente para hacer que el gobierno nos tome en serio”.

– Hemos venido realizando encuentros de desplazados, pero hasta hoy…

Desplazados, Ayer Echeverria. Calderón después. ¡Hoy Peña, el “reformador”! Tlatlaya,  Iguala, México. Qué país. (Trágico.)

Aguirre, torturador

Angel Aguirre, gobernador sustituto que fue de la entidad guerrerense  cuando el titular, un Figueroa Alcocer, fue derribado por decena y media de cadáveres  desparramados en Aguas Blancas, municipio de Coyuca de Benítez.  El Angel Aguirre de aquel entonces se proclamaba priísta hasta el tuétano, y cuando gobernador declaró, índice en alto:

– Compatriotas: en México, y concretamente en Guerrero, ¿cuál violencia? Vean las calles, la gente trabajando, todo en paz. Yo repruebo la violencia como forma de lucha social. La revolución es la paz (¡!) y la contrarrevolución, la violencia.

Toda una lección política el caso de Figueroa y Aguirre Rivero. La presión popular forzó a la Suprema Corte de Justicia de la Nación a declarar que en la matanza de campesinos de la Sierra del Sur el culpable, que no “involucrado” ni “responsable”, formas eufemísticas, era Rubén Figueroa, y el ansia vindicatoria de las masas se vio satisfecha, sin percatarse de que cayó Figueroa el priísta, pero subió Aguirre el priísta, y ahí el gatopardismo total: que todo cambie para         que todo siga igual. Hoy, con el defenestrado Aguirre de gobernador constitucional, todo ha cambiado para que todo siga peor, Mucho peor. Pésimo.

Cayó Figueroa y se alzó el hoy derribado  Angel Aguirre. Todo cambió para que nada cambiara, y las masas: ¡Sí se pudo! ¡Ganamos!

Ese Aguirre tricolor, un chucho talamantero más tarde,  pegó  el chaquetazo y subió con las fuerzas unidas de chuchos y beatos del Verbo Encarnado. Es México. (Allá afuera, mientras redacto estas líneas,  ladridos de perros, las campanadas del ángelus, retazos de un bolero llorón: eres mala y traicionera. Si la mediocridad descubriese a Bach. En fin.)

Así pues, los dichos del chaquetero ahijado de todos los chuchos de “nueva izquierda” (no gaste en mayúsculas, compañero capturista.): “¿Cuál violencia en  Guerrero? La revolución es la paz (sic). Yo repruebo la violencia como forma de lucha social”.

Y sus hechos, que preludiaban ya los trágicos nombres de Ayotzinapa, Iguala y las fosas clandestinas: Ometepec, Gro. Agentes policíacos torturaron a 25 jóvenes indígenas amuzgos y los amenazaron de muerte luego de acusarlos del robo de carne y piel de una res, propiedad de la familia del gobernador Angel Aguirre. Encabezados por Alfredo, indígena de 26 años, algunos de los 25 amuzgos torturados levantaron denuncias correspondientes en contra de Delfino Aguirre Rivero, hermano del gobernador sustituto. A los indígenas, una mujer entre ellos, les amarraron las manos, los golpearon con armas de fuego; fueron pateados, sumergidos en abrevaderos para ganado y cuatro de ellos colgados de árboles, atados del cuello con sogas. Luego de haberlos torturado, el jefe de los policías motorizados los amenazó con rematarlos si denunciaban los hechos.

Uno de los amuzgos: “Al otro día nos mandó llamar el señor Delfino Aguirre Rivero y nos dio mil 570 pesos para todos, y que fuéramos al doctor a que nos curara las heridas que nos habían dejado las torturas de los policías. Nos dijo también que con los mil 570 pesos que nos daba ya quedáramos conformes, que no fuéramos a decir a nadie lo que sus policías nos habían hecho, y que todo había sido una equivocación de sus agentes del orden”.

Ante los “medios”, los indígenas exhibieron las huellas de la tortura. Seis de los torturados por los agentes de la policía motorizada se encuentras gravemente heridos.

Tal es la referencia específica de Angel Aguirre preludio trágico de Ayotzinapa e Iguala.  Es México. (Qué país.)

He de morir

(Esta vez a Tlatlaya,  Iguala y las fosas clandestinas.)

Organillo callejero que en el barrio – y en tu vieja melodía – vas llorando una tristeza – Tu tristeza por tan vieja- se asemeja con la mía…

La voz del cilindro, voz lamentosa del barrio bajo, del corazón arrabalero a la hora de las tristuras. Esa del organillo fue la voz que hace rato oí errar por mi calle, desparramando nostalgias en las notas de un desmolado vals, destartalado, que en tono menor convocaba memorias añejas y remembranzas. Yo, el ánima contristada por los fieles difuntos, aquel suspirar. Mi padre Juan, Tula, Dolores y aquella que cubrió de platónico amor imposible mi niñez y primera juventud. Y hoy Tlatlaya y Ayotzinapa. Memento homo…

Será que noviembre invade mi sangre, será que me hace guiños la Descarnada, el caso es que desde  que abrí los ojos esta mañana percibí que el ánimo me amanecía anochecido, y asordinada mi mañanera alegría. ¿O será que ya empieza noviembre? El caso es que el tiempo lo pasé encuevado en el cuarto de los trebejos, y contemplaba unas fotografías que de tan añejas se visten de daguerrotipos, y me puse a practicar el ejercicio onanista de la remembranza, la evocación, la tristura. Y aquel suspirar…

Examiné las agendas en desuso con su fecha de hace cuántos años, y sus señas telefónicas de 6, 7 dígitos, y tantos nombres allí asentados que hoy son sombras nada más, y fantasmones familiares de amores que se esfumaron para nunca más, y de súbito, entre las hojas de la agenda que se deshojaba, la deshojada flor, casi polvo descolorido: un nomeolvides. ¿Quién sería la de la flor? Ah, la de nomeolvides que los amores marchitos han terminado por marchitar; la de mujeres que en el río de la vida, yo con su flor de nomeolvides en un libro de poemas, he olvidado a estas horas, como tantas mi nombre habrán olvidado. Quedo, suspirando apenas, Bach.

Sólo vinimos a dormir, – sólo vinimos a soñar – no es cierto, no es cierto – que vinimos a vivir en la tierra…

Así, ceniciento el ánimo, a media tarde me di a levantar con Aída el altar de mis fieles difuntos: la mesa del comedor, un taburete encima, la cubierta de lienzo y el reguero de crisantemos y cempazúchiles, grecas de papel morado, pan de muerto, cigarros, mezcal, el incienso y la calabaza en tacha. Pastoreando la ofrenda, la vera efigie de nuestros ausentes, la parcelilla de cartulinas desde donde los descarnados me miran con ese modo  turbador, recordándome (¡como si lo pudiese olvidar!) que polvo soy, y que tenemos una cita para anudar esa plática que interrumpieron para morirse; que, mientras, viva mi vida a todo vivir; que estoy vivo todavía, y a pesar de las carretadas de tiempo con que he edificado mi biografía personal,  soy joven por el solo hecho de que no me he muerto. “Esto, tenlo presente, porque es más tarde de lo que te imaginas”. Noviembre.

Con mis muertos redivivos, viviendo entre ceras y cruces su vida efímera, terminé la ofrenda, y las manos se me vinieron olorosas a noviembre, a oficio de tiniebla, a huesa y camposanto. Las almas de los fieles difuntos. Y la tristura. Por librarme de la presión (prisión, opresión) que me enrarecía el aliento, me escapé a la calle y la anduve unas cuadras. La oscurana, que ennegrece el caserío mientras la tarde, por no morir del todo, hace el último esfuerzo y cae en el estertor. (El final, después.)

Y en la dulce mansedumbre de tu queja – que las sombras diluyeron – y en perfumes evapora la distancia – mi alma aspira la fragancia – de las cosas que se fueron… (Requiem.)

¡Por el horror de la Patria!

Los tiempos de México, mis valedores. En el pasado inmediato, con el gobierno de un panista ebrio de poder, el santo y seña del país era, como nunca antes en tiempos de paz, el almácigo de los miles de cadáveres y de criminales civiles y criminales uniformados que mantenían a la comunidad penduleando entre el miedo, la zozobra y la crispación. Eran los días del terror, de los ciudadanos desaparecidos, los caseríos despoblados y la emigración.  El sexenio del ebrio de sangre y lágrimas. Atroz.

Pues sí, pero por mal planeada y peor ejecutada, su guerra le provocó una cruda realidad de fracaso,  y a las masas sociales toda suerte, mala suerte,  de calamidades. La ebriedad del poder es mala consejera…

Hoy día el mediocre de las cinco estrellas que una por una las cinco le vinieron grandes, está arrumbado donde sus acciones desatinadas lo despeñaron: en el desván de la Historia, y no más.

Y achaques de una cruda condición de mediocre: por su grandísima culpa el país padece hoy mismo el retorno del Tricolor a Los Pinos, y paguémoslo todos. Como en sus viejos tiempos, con el PRI ha tornado la paz de los sepulcros, con los diversos capos del narcotráfico y la connivencia y la convivencia de cárteles de la droga con cárteles de la policía y del ejército. Con el retorno del Tricolor las masacres se han recrudecido, con todo y torturas y desaparición de civiles y, mis valedores: es hoy, con un priísta encuevado en Los Pinos, cuando en las masas sociales al miedo y la crispación se añaden el odio, el rencor y el aborrecimiento no tanto contra Tutas y Beltrán  Leivas, sino contra los de uniforme, sean del grado que sean y pertenezcan a la corporación que les brinde impunidad y los fuerce a compartir las ganancias, estén incrustados en el gobierno federal, el estatal o en municipios como el de Iguala todavía hace semanas.  México.

Pero, flagelaciones aparte, la descomposición que experimenta este país tiene su origen en el individuo, en la pareja, en la familia y la comunidad: infidelidad conyugal, matrimonios mal avenidos, desintegración familiar, embarazos prematuros y no siempre deseados, pornografía,  prostitución y drogadicción, alcoholismo y delincuencia, burla total de las leyes y una ausencia total de valores, principios e  ideales. Es esa la grey que han sabido modelar los pastores del credo “religioso” no cristiano, sino católico, mayoritario en este país.

Hoy día, para crear sus relatos de terror, un novelista del género gótico al modo de Walpole, Stoker, Stevenson, Mary Shelley o Allan Poe, sólo precisa tornarse cronista, historiador o reportero de la nota roja. Necesita sólo retratar el espanto de unas fosas clandestinas que vomitan cadáveres y acreditarse como reportero en las misiones especiales de diversas organizaciones policíacas o del ejército y tener temple y  estómago para resistir el horror, y redactar historias como la del matrimonio del edil de Iguala y la jefa local de Guerreros Unidos que con su cómplice y esposo malparido por la mafia de los chuchos estuvo a punto de ser, en el 2015, la sucesora de su compinche en la alcaldía de Iguala. Detrás de la pareja macabra y hoy por hoy enmudecidos, los chuchos del chucho Jesús Ortega. Vomitivo..

Iguala, Tlatlaya, dos nombres relacionados con la demencia, el horror y el derramamiento de sangre: si sangre inocente, mejor, y si de jovencitas menores de edad, lo máximo. Los soldados de la Patria que le sirvieron  en Tlatlaya, ¡presentes! Es México. (Qué país.)

El neoliberalismo

Los horrores que a estas horas padece el país son consecuencia de ese modelo económico que los gobiernos proyanquis vienen aplicando desde 1982. Desde el término de la Segunda Guerra Mundial los Estados Unidos impusieron en el mundo su Nuevo Orden Mundial, con la globalización, el agio internacional (Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial, y ahora también el Interamericano de Desarrollo) y el neoliberalismo como su consecuencia inmediata. La mano invisible del mercado libre (“es la estrategia de mi gobierno”, declara Peña) conduce hacia la injusticia y favorece el oligopolio de riqueza y capitales, dificultando así la igualdad de oportunidades. El analista:

Las potencias industriales ricas han impuesto una mezcla de liberalismo y protección diseñada en función de los intereses de las fuerzas nacionales dominantes, las grandes empresas transnacionales que deben regir la economía mundial. Las consecuencias serían reducir a los gobiernos del Tercer Mundo a una función policial para controlar a sus clases trabajadoras y a la población superflua, mientras las transnacionales obtienen libre acceso a sus recursos, monopolizan la nueva tecnología y la inversión y la producción mundiales. El resultado puede calificarse de democracia o libre comercio por razones doctrinales, pero es, más justamente, un sistema de mercado corporativo.

El record histórico del neoliberalismo es desastroso. Si se juzga la eficiencia de una economía en cuanto a su tasa del crecimiento económico, la distribución de la riqueza, la creación de empleos y la reducción de la deuda externa e interna, el balance de cada uno de estos parámetros es desastroso.

Bajo el modelo keynesiano-cepalino de la Revolución mexicana y el contrato social de la Constitución (1917), el PIB del país creció 3.1 por ciento anual entre 1934 y 1982. Bajo el modelo neoliberal, el PIB per per se contrajo, entre 1983 y 1996, a una tasa del 0.8 por ciento anual; la inversión fija bruta decreció a una tasa del 2.2 por ciento anual y los salarios mínimos pierden el 76.9 por ciento de su poder adquisitivo.

En la distribución de la riqueza, Iberoamérica tiene el triste honor de ser la región más desigual en todas las regiones del mundo; característica que se ha acrecentado bajo el terrorismo social de los liberales. Y en cuanto a la situación laboral, la región se encuentra sumergida en su peor crisis histórica, con un  altísimo porcentaje de la población económicamente activa sumergida en el desempleo y subempleo y, en consecuencia, en la pobreza o extrema pobreza. Finalmente, la deuda externa criolla creció de 426 mil millones de dólares en 1987 a 611 mil millones de dólares en 1996, a pesar de haberse pagado hasta este año, 648 mil millones de dólares, en una espiral sin fin. Tales son, para nuestros países del Sur,  los efectos del modelo neoliberal.

Las realidades creadas por el neoliberalismo demuestran que sus promesas de crecimiento y bienestar no pueden ser cumplidas a través de su aplicación y que ha hundido a la región en una crisis económica, social, cultural y  política, sin par. Movimientos de capital anónimos, que incluyen dinero de las drogas y de la evasión de capital, suman billones de dólares. Esta gran hemorragia es parte de un complicado sistema mediante el cual bancos occidentales y sectores privilegiados del Sur se enriquecen a expensas de la población general, cargada con la “crisis de la deuda” que resulta de estas manipulaciones. ¿Quién paga la deuda? Sí, los contribuyentes.

(Esto sigue después.)

Neoliberalismo, plaga nacional

Ya a estas horas de la historia diversos gobiernos del sur intentan paliar su nefasta influencia, pero en México los gobernantes proyankis  siguen amarrando el país al  cordón umbilical de la matriz en Washington.  Desde su nube color de rosa Peña declaraba que su gobierno juega todo su resto a la sola carta: la del libre comercio.

De pronto en los planes de estudio del Politécnico surge ese nombre: neoliberalismo. En la educación pública se advierten sus rastros, y ha venido destruyendo normales rurales como la de Ayotzinapa. Nefasto, juran algunos estudiosos, y previenen a los tecnoburócratas que gobiernan el país acerca de que ese sistema político, económico y social es el causante directo de todo esto, horroroso, que malvive el país, lo que se comprueba al estudiar sus condiciones atroces para las masas sociales.

Pues sí, pero entonces la interrogante: ¿qué es, qué tal es, para qué es el mentado neoliberalismo? Voces diversas en diversos libros nos dan la respuesta. Aquí, recreadas las opiniones de Fidel Castro, Hugo Chávez, Inacio “Lula” da Silva y varios más que gobiernan en las antípodas de los mirasoles proyanquis que no apartan de Washington la mirada. Neoliberalismo.

Frente a los retos de la globalización, en México se han combinado todas las formas posibles de explotación de la fuerza de trabajo. Los obreros viven en el peor de los mundos posibles. De 1977 a la fecha, el salario mínimo real ha acumulado un deterioro de más del  75 por ciento. Otro 75 por ciento percibe un ingreso por debajo del salario constitucional. El número de los desocupados se incrementó en el presente sexenio hasta en un 155 por ciento. (Rosa Albino Garabito.)

A los mencionados Fidel Castro, Hugo Chávez y “Lulada Silva se le agregaría tiempo después el argentino  Néstor Kichtner, y hace casi una década Evo Morales, Michelle Bachelet y Tabaré Vázquez, el uruguayo; todos ellos formaron un solo manojo de descontento con los dictados del agio internacional. Con sus casi insalvables diferencias ideológicas y de procedimiento han mostrado un mismo propósito y lograron formar un frente común en su rechazo a este neoliberalismo a rajatabla que a los países al sur del Bravo nos impone Washington por medio de ese Nuevo Orden Mundial ya setentón y siempre renovado por el Imperio; un modelo económico con ramificaciones en la vida nacional de los pueblos que, como espina dorsal, tiene y mantiene un objetivo central: mantenerse siempre lo más dañino para nosotros, en relación directa con los beneficios que reporta a los grandes capitales y de aquí y allá. Para empezar:

Ilustrativos los dígitos que el modelo neoliberal arrojaba todavía hace unos años: bajo el modelo keynesiano-cepalino de la Revolución mexicana y el contrato social de la constitución de 1917, el PIB (producto interno bruto) del país creció 3.1 por ciento anual entre 1934 y 1982. Bajo el modelo neoliberal, el PIB  se contrajo, entre 1983 y 1996, a una tasa del 0.8 por ciento anual, y hasta hoy mal ha mejorado; la inversión fija bruta decreció a una tasa del 2.2 por ciento anual y los salarios mínimos pierden el 76.9 por ciento de su poder adquisitivo.

El neoliberalismo, al igual que la globalización que lo hace posible, fue implementado por el sistema capitalista en 1944 en Bretón Woods, con la presencia de cuarenta y cuatro jefes de estado y de gobierno. Ahí el Poder del capital-imperialismo, ventajista absoluto de la segunda guerra mundial,  implantó el Nuevo Orden Mundial.

(Todo esto sigue mañana.)

Huele a podrido

Que el país huele al viejo PRI, afirma Jorge Ramos, editorialista del matutino, y alude a las marchas y protestas de unos estudiantes “que ya no se tragan el cuento oficial de que buscaremos y castigaremos”. (Tales marchas y protestas, lo afirma la historia,  son tácticas estériles.) Y que “el gobierno, su Ejército y la policía no están con los estudiantes, con las víctimas de la violencia, ni con sus familias”. Sin más.

Pero, mis valedores: el primero y último de los responsables de tan horrorosa situación  despacha en Los Pinos, y después de tanto venderse en el extranjero como el presidente que a empellones de reformas estaba moviendo a México, hoy, ante una situación que lo rebasa, ha adoptado una táctica de medroso silencio como a la espera de que sea no él, sino el tiempo, él que resuelva estos hechos de sangre y horror. Y a propósito de Los Pinos y mi periodismo radiofónico:

Tradicionales, folklóricos, ¿los recuerda alguno de ustedes? tales  eran los aires que empleaba yo en mis programa de Radio UNAM hace algunos ayeres. Pero si al paso del tiempo el hombre no cambia más allá de lo físico, ello denuncia que algo en él ha entrado en franca agonía, si no es que ya ha fallecido. Por cuanto a mí, hoy sólo música; música verdadera, (“clásica”), que distribuyo gratuitamente en nuestros talleres de Lctura y Teoría Política, y la paz. Pero recordando tonadas que quedaron atrás: “Ya se cayó el arbolito donde dormía el pavo real”. Se cayó y calló en Tlatlaya e Iguala. Su voz alardosa se sofocó en alguna de  las fosas clandestinas de los cerros vecinos. Al reformador que llegó encendiendo fuegos y juegos artificiales lo apagó un nombre que se nos queda como modelo de altivez, de rebeldía, de tragedia y dolor: Ayotzinapa.

Porque en este país la atmósfera se electriza y las acciones se tornan más y  más virulentas, mientras que entre estas y aquellas  autoridades se cruzan acusaciones rudas y ácidos desmentidos, y más que en el sexenio anterior parecería que el vacío de poder hoy se incrementa mientras que en la atmósfera se percibe un cierto  tufillo a Estado fallido.

Inquietante. La atmósfera se contagia con una epidemia de ébola gubernamental; de los cuatro vientos las aguas bajan turbias, hoy que las masas, finalmente, parecen haber salido de su marasmo, su indiferencia, su lejanía con su realidad social. Y por bien de todos nosotros es de desear que esta intolerable corrupción que oxida la maquinaria política y social, esta desorbitada impunidad y el desprecio por leyes y por la aplicación de la justicia, no vaya a incendiar la pradera, que significaría un movimiento espontáneo por la falta del pensamiento científico, una protesta  tan ruidosa como efímera, y que causaría perjuicios en todo el país. Preocupante.

Otra cosa sería enfrentar al Estado en crisis con la creación de una verdadera organización de células, de comités, que nos reintegrase la verdadera soberanía y el poder ciudadano que nos garantiza el 39 constitucional. Y recuérdenlo estudiantes, profesores y simpatizantes: el revolucionario de verdad, lejos del arma de fuego, tiene  el corazón ardiente, pero la cabeza fría, y no al revés.

Atascado en el conflicto social se advierte el gobierno del hombre que “está moviendo a México”, y tenso hasta el punto del estallido se percibe el  clima social del país hoy día. La herencia sangrienta del carnicero Calderón, en lugar de menguar con Peña, se incrementa y crece en crueldad, virulencia y atrocidad. Es México. (Nuestro país.)

El hedor de la pólvora

Así es, mis valedores: yo mis estudios los realicé en el seminario, donde me preparaban para la carrera sacerdotal. A su hora salió a flote  mi verdadera vocación, que era enredarse en las enaguas de una mujer. Con la bendición de los curas me fui al mundo que alienta más allá de las bardas del seminario, y la paz. Pero no iba a salir con mis manos vacías…

No, que en el seminario, me enseñaron gramática, me dieron a comer del árbol del conocimiento del bien y del mal y me troquelaron los dos únicos colores de la conducta humana: el blanco y el negro; sin matices, sin medias tintas, sin más. Ya es asunto mío si conociendo su diferencia abismal encuadro mis actos a dicho conocimiento. Allí aprendí religión; su misterio, sus dogmas, su ceremonial. Supe  de la oración, ese vínculo del creyente con su Creador. Hoy vivo en esta ciudad sitiando de católicos en su aplastante mayoría, que en su aplastante mayoría violan la aplastante mayoría de mandamientos de la ley mosaica. Veo que  en el DF coexisten,  espinillas en la piel de un rostro lozano, la piquera, la mancebía y el antro nocturno que funciona todo el día. Hay asaltantes y raterillos, y aquí el drogadicto y allá el violador, y en la avenida la pareja mal avenida, y violencia  intra-familiar y borrachos y desobligados, y casadas que dan la espalda al marido y el frente al sancho.

Fluye cada día un ancho río de necesidades: el baldado, el desempleado, el que sobrevive al día y apenas, a penas. Salas de Urgencias y clínicas son el vivo, el mortecino y sufriente muestrario de la herida que sangra, la llaga infectada, la purulentosa piel y la enfermedad incurable de los esperanzados que ya nada esperan más allá de lo angosto y raído de su esperanza: el milagro de Dios.  Garapiñando la zona, la parroquia, la capilla, la hornacina callejera y la salmodia de las campanas que convocan a misa, al ángelus, al rosario. Qué de oraciones, de pedimentos y rogativas sugiere el río revenido de las necesidades que muestran las masas católicas. ¿Entonces?

¿Por qué todo ritual religioso en templos y capillas, a media mañana, medio día o media noche, se resuelve en bombazos que despiertan arritmias y taquicardia y cimbran los cristales de las ventanas? Siendo la oración un acto de conciencia que se cumple de piel adentro, un íntimo diálogo del alma con su Creador; ¿por qué toda manifestación de religiosidad la resuelve el católico con el retumbar de cohetones? ¿El fragor de la pólvora indica religiosidad? ¿A punta de estallidos se intenta atraer la atención del Altísimo, al que por distante se le llama a bombazos, o sólo se pretende espantarle el sueño? Y a los pastores de la católica grey: ¿es esa la forma de orar que han enseñado a sus feligreses? ¿A punta de explosiones de pólvora vamos a recuperar unos valores morales que esta católica sociedad parece haber perdido de forma irrecuperable? Con un gobierno complaciente con ellos pregunto a los clérigos:

¿Por qué permiten y fomentan que a bombazos y a nombre de Dios se viole el Bando de Policía y Buen Gobierno (distinto su nombre actual) y el sosiego personal, familiar, comunitario? ¿La potencia del estallido está en relación directa con el grado de dificultad del milagro que implora el pensamiento mágico? ¿Diez arrobas de dinamita para que Dios me saque de pobre y una chinampina para que lave el país del narco y la corrupción? ¿Cuántos megatones de pólvora necesito para el melate o para que mi vecina se decida a facilitármelo? ¿A retumbos de pólvora?

(Dios.)

¡Qué mierda de gobierno!

Tremenda requisitoria de una víctima que así calificó la gestión del carnicero Calderón: un asqueroso lodo biológico.

Aplastante, sí, ¿pero por qué el exabrupto?  ¿Por la crisis recurrente que en todos los órdenes cimbraba el país? ¿Por la pobreza, la  carestía, el desempleo? ¿Por la ingerencia de Washington en asuntos internos de este país? ¿Por  el borbollón de sangre, luto, dolor y lágrimas que producía la guerra particular del matancero hasta el grado de convertir la imagen de México en una verguenza internacional? ¡Qué mierda de gobierno!

El exabrupto, mis valedores, lanzado a unos metros de la residencia oficial de Los Pinos en junio del 2010, fue provocado por la injusticia a que se veían   sometidas las masas sociales. Porque la justicia es sangre y oxígeno de una comunidad que se agosta y erosiona cuando la privan del fruto dulcísimo de toda J

usticia. Qué lodo biológico el de un gobierno al que una sola ventaja le advertí por aquellos tiempos: que iba ya de salida. Así pues…

Un gobierno de mierda, fue el diagnóstico del padre de una de las 49 criaturas que fallecieron un año antes en la guardería ABC, de Hermosillo, Son. Qué justicia de mierda aplicó un carnicero ebrio (de poder) que por fin recibía a unos cuantos padres de las víctimas, un selectivo grupo de los que parecían menos dispuestos al linchamiento verbal. “Porque, se exasperaba Gabriela Warkentin en el matutino, se mantiene el cuidado de la imagen, de las palabras, de las presencias. Parálisis y mezquindad”.

Calderón prometió ir a Hermosillo en fecha próxima, pero más tarde en Los Pinos, por temor al linchamiento, se anunció su abstención. De puro lodo biológico sus compañones.

Fue aquella una entrevista a puerta cerrada, pero trascendió el diálogo entre los padres hoy huérfanos de sus hijos y el matador que intentó comprarles la conciencia:

– Les ofrezco Seguro Social para los niños lesionados.

– ¡Queremos Justicia!

–  Les ofrezco una ceremonia oficial el 5 de junio, con pase de lista de todas las víctimas, por riguroso orden alfabético.

– ¡Justicia! ¡Sólo queremos Justicia!

Demeritando la enseñanza oficial, el matarife elevó la oferta: “Que los sobrevivientes estudien en escuelas privadas”. Y a un año de distancia: “También les ofrezco que habrá apoyo psicológico para los menores lesionados”.

–  ¡Justicia!

– Puedo decretar el 5 de junio como Día de Luto Nacional.

Ellos, tercos: ¡Justicia!

– Les ofrezco estudiar las conclusiones de la Suprema Corte.

Porque a un año de distancia los magistrados emitían sus señalamientos sobre el almácigo de criaturas incineradas, mientras que a la Justicia le cubrían los ojos con una gruesa venda de fojas, folios y el ABC de la impunidad, como renegó alguno.

Es que en susurro se pronunciaba un nombre y se acallaba un apellido de prosapia sexenal: Gómez del Campo, Matilde. Mis valedores:

De ese tamaño es la complicidad que Peña estableció con el matarife, garantizándole una completa impunidad ante la violación sistemática de todos los códigos que el otro perpetró a lo largo de su gobierno. Con  esa oferta logró que en sus reformas el PAN le jugara el patético papel de colaboracionista, pero las consecuencias del silencio ante el zarzal de crímenes y delios impunes y del dolor de las víctimas le han desgarrado la nube color de rosa desde donde, abierto de brazos al mundo, Peña ofrecía el energético a los grandes consorcios petroleros. “¡Movemos a México!” (¿Hacia dónde?)

Con Calderón qué mierda de gobierno. ¿Y hoy? ¿Hoy qué? (Ah, México.)

De pendejo no me baja

Que el horror de Tlatlaya, Iguala y las fosas clandestinas, dije a ustedes ayer, asesinó también el triunfalismo de un Peña reformista que al olor del energético apodaron estadista mundial. Fue la herencia de Calderón la que bajó de su nube al priísta y lo ubicó donde mejor conviene al país: en la humildad que conduce a la autocrítica.

Porque Peña iba desalado tras el trono de López Portillo, el más reciente monarca sexenal, a quien todas las “fuerzas vivas” quemaban copal, y aquí la evidencia: JLP regresó de Washington y la reseña del matutino:

¡Y Tláloc quiso también recibir a Quetzalcóatl! Pequeñas y débiles gotas empezaron a caer sobre invitados, reporteros, agentes de seguridad, soldados… y el pueblo ¡que había ido a recibir a su Presidente y aguardaba ansioso verlo aparecer en el cielo de Anáhuac!”

Conforme el tiempo pasaba Tláloc decidió incrementar su lluvia. Pero el pueblo también respondió a Tláloc. ¡No cesó de lanzar vivas y porras al Presidente López Portillo! Ni los mariachis callaron. Tampoco lo hizo la marimba que el SNTE había llevado. Los ferrocarrileros y petroleros hacían sonar con más fuerza sus clásicas maracas…

Los reporteros que cubrirían la llegada del Presidente corrían de un lado a otro para sus entrevistas. La lluvia arreciaba. Los ferrocarrileros, previsores, llevaban una enorme caja, de donde salieron los impermeables para todo el gremio. No así los reporteros. Venció la lluvia al Derecho a la información. Empapados, se dispersaron en busca de un sitio donde estar a cubierto. Los más avezados se aprovecharon de los ferrocarrileros. Los dejaron sin impermeables… los ¡arrebataron! El tiempo de espera por el Presidente López Portillo se hizo nada.

Cuando las 17:22 horas dieron, las 5 mil personas reunidas en el hangar presidencial lanzaron un grito de admiración. ¡Aparecían entre las húmedas huestes del dios Tláloc el Quetzalcóatl! Siete minutos tardó en aparecer por la pista de carreteo… Por fin, a las 17:32 –27 minutos tarde, pero a quién le importaba- el Presidente López Portillo hizo su aparición. Con la mano en alto saludó a su pueblo que lo esperaba anhelante. Y lanzó una mirada al cielo, allá donde el dios Tláloc también le daba la bienvenida…

Clarín de órdenes. Honores al Jefe de Estado. Salva de 21 cañonazos. El Presidente JLP bajó las escalerillas del avión seguido por el jefe del EMP,  Rosa Luz Alegría y otros funcionarios. Cuando el Presidente llegó a la alfombra roja un elemento de fusileros paracaidistas lo invitó a pasar revista a las fuerzas armadas. Con paso firme, el Presidente JLP fue allá, después saludó a los miembros de su gabinete. Como Tláloc no cesaba, muchos funcionarios decidieron taparse con los impermeables. Sólo uno parecía estar feliz con la lluvia. El almirante Ricardo Cházaro, secretario de Marina, permanecía sonriente. Unos 20 minutos después el Presidente José López Portillo abandonó el hangar presidencial a bordo de su Ford Galaxi blanco, que lo llevó a la residencia oficial de Los Pinos.

¡Y Tláloc lo acompañó!”

López Portillo, garañón de tamaños hasta que una señora Montenegro lo apaciguó,  no puso el rumbo  a Los Pinos, sino a Acapulco,  con todo y una Rosa que era su Luz y Alegría. Mis valedores: del JLP de los excesos, al que falleció disminuido y en silla de ruedas, ¿cuánto avanzó un país al que dejó en silla de ruedas? Para la inmortalidad, una de sus frases postreras:

Sasha me cachetea. De pendejo no me baja…

Que para bien del país  Peña modere sus ímpetus. (Vale.)

Donde dormía el pavo real

¿Con que estadista el burócrata que durante toda una carrera de maniobras politiqueras logró pepenar el poder? ¿Con que estadistas ésos tales  que lograron llegar como quintacolumnistas de intereses ajenos? ¿Estadistas, cuando  a la hora de las verdades fallan si no por falta sí por excesos? ¿Estadistas los de Los Pinos? Mis valedores:

El estadista es el que hace el poder, pero viene siendo el poder el que deshace a los pequeñajos. Hijos los dos de su tiempo (y cada tiempo trae consigo exigencias, formas y costumbres), el estadista construye su tiempo, cuando es su tiempo el que al mediocre lo destruye.  Uno es el pobre país del pobre monigote al que todos befan, increpan, desprecian y chamaquean, como pobre es el país gobernado por el monigote  infatuado al tamaño de una mediocridad que lo torna grandilocuente y sonoro, tanto más sonoro cuanto más vacío, gusanillo que se siente crisálida. Y hablando del tema:

Calderón fue sólo un mediocre cero a la zurda (de la botella, acusa Castillo Peraza),  pero hace un par de años, observando al sucesor, me atraganté: ¡muy a la tradición tricolor se nos vino encima una nueva versión de monarca a la  López Portillo, por más que aquél nos salió más culto y mucho menos dañino! ¡Este ya mueve a México, y con el pago anticipado de la riqueza petrolera del país ha sido apodado estadista por los grandes consorcios petroleros! Y aún  faltan cuatro años, y ya los mapaches del Tricolor preparan pepsilindros, gorras y camisetas para garantizar con el voto del pobre y del ignorante su permanencia  en Los Pinos. Trágico.

Pues sí, pero de repente explotó la pútrida herencia del matancero zurdo: soldados carniceros, estudiantes a los que se les pierden los rastros, policías que se concretan a cumplir órdenes del capo del narcotráfico,  un gobernante bicolor (tricolor y amarillo) con pestilencia  de cómplice por comisión, omisión o ineptitud. Tlatlaya, Iguala, fosas clandestinas, México.

Y fue entonces: ni el estar removiendo a México, ni el sartal de reformas que de algún modo irán a mermar lo que aún resta de soberanía y recursos naturales, ha valido para que el flamante hombre de Estado pudiese mantenerse en su nube color de rosa, rosa mexicano. En esta atmósfera crispante, electrizada y enrarecida. Peña ha sido regresado a su lugar, y aquel López Portillo culto y dañino se nos queda como el máximo estereotipo del monarca sexenal que produce el subdesarrollo. López Portillo.

Sí, aquel de la(s) pompa(s) y circunstancias. El garañón de tamaños con su mundo de ser-viles (no corregirlo)  y cortesanos, desde los politiqueros y los intelectuales orgánicos que nunca faltan y siempre salen sobrando (bécame – bécame mucho, – como si fuera esta noche la última etc.) hasta los voceros oficiosos de todos los medios de acondicionamiento social.   Y si no, calculen ustedes el tamaño de la adulación a ese que fue, por fortuna, uno de los postreros burócratas injertados de monarca que pare el surrealismo tropical. Aquí el reportaje que se publicó en el matutino donde se reseñaba el retorno triunfal de López Portillo luego de su viaje a Washington:

“¡Y Tláloc también quiso recibir a Quetzalcóatl! Se negó a permanecer al margen de la fiesta de bienvenida. Desde una hora antes mandó a sus húmedas huestes… Tláloc quiso decir al Señor Presidente Don José López Portillo que también él  quiere participar en el desarrollo del país. Y por eso ordenó a sus huestes que regaran el Valle de…

Más de este melcochoso condumio, mañana. (Vale, pues.)

¡Mueran los gachupines!

Domingo, 12 de octubre, día de la raza, del mundo nuevo, del descubrimiento, de la hispanidad. ¿Todo esto qué significa?  Día de la América Mestiza, la pudiese nombrar José Martí, pero los mexicanos rechazaríamos su dicho como rechazamos nuestra raíz conquistadora tanto como ignoramos nuestra propia historia. Mis valedores:

Si en el nuestro espacio comunitario de Domingo 6 del 12 de octubre no me referí a la efeméride correspondiente fue porque encima se nos echó el horror de la sangre derramada por soldados y narcos en  Tlatlaya, Iguala y cerros circunvecinos; pero eso que aconteció hace 522 años, y 29 años más tarde,  nos parió en cuanto pueblo único e irrepetible dentro del mapa de la humanidad: Sí, pero aquí la tragedia: somos un pueblo que por no aceptar su mestizaje carece de identidad y en muchos sentidos de destino definido.

Y lo que el prejuicio nos empaña la lucidez: todavía  los Núñez, hijos de Nuño, y los Fernández, hijos de Fernando,  al hablar de esta nuestra raíz común lo niegan, enfáticos: “ellos” son los gachupines que nos vinieron a conquistar y “nosotros” sus víctimas. Como si en cuanto pueblo mestizo hubiésemos existido antes del invasor. El dogma se enquista en nuestra naturaleza todavía hoy, medio milenio más tarde. Aberrante.

Porque ellos no nos vinieron a conquistar. Con una crueldad delirante exterminaron a nuestra raíz indígena, que con delirante crueldad tenía sometidos los pueblos de Zempoala, Tlaxcala, Texcoco, en fin. Con los únicos recursos que al parecer conocían, el asesinato de nativos y la violación de mujeres, los invasores crearon el mestizaje,  el nuestro de los Pérez, Fernández y Núñez. Pero repito: así de corrosivo es el dogma, que a tantos nos mantiene  en la ignorancia pertinaz: ¡Esos “nos” vinieron a conquistar! Uf.

¿Recuerda alguno el rito anual de esa misma ignorancia, de acudir cada 12 de octubre ante la estatua de Cristóbal Colón, para befarla y aun intentar derribarla, como si fuese la de un Fox o un López Portillo, y enseguida irse contra la estatua de Hernán Cortés, dondequiera que pueda encontrarse? Aquí se me viene a la mente la anécdota por demás ilustrativa:

Hace años viajó  a nuestro país el escritor español G. Díaz Plaja y lógico, de inmediato lo llevaron a las pirámides de Teotihuacan, cuya majestuosidad le produjo exclamaciones de admiración. Entonces, aprovechando el momento, el guía le reclamó:

– Pues mire usted las manifestaciones culturales que sus antepasados vinieron a destruir.

– ¿Mis qué?, replica el escritor. Yo soy catalán, y ninguno de mis antepasados vino con los invasores españoles. ¿Cómo se apellida usted?

González, le contestaría el otro, o Martínez, o López.

– ¿Lo ve? Fueron “sus” antepasados, no los míos, los que vinieron a destruir esta cultura.

Mis valedores: ¿y si leyéramos la historia? ¿Y si nos enterásemos de que el meshica era el yugo imperial para las tribus de la región? ¿Si reflexionásemos en  que los invasores eran menos de 600 y cientos de miles los guerreros ocelotes y guerreros águilas? ¿Si admitiésemos que fueron los odios y aborrecimientos de las tribus sometidas los que aprovecharon una maniobra maquiavélica de Cortés para aplastar a sus opresores? ¿Sabe alguno  como Cuauhtémoc se hizo del poder? Ya que fue detenido en su huída con oro y mujeres y cristianizado por el bautismo como Fernando Cortés Cuauhtémoc clamaba ante su captor:

– ¡Por nuestro Dios, apiádate de nosotros!

La Malinche, en tanto…(Lo de ella, después.)

¡Por el honor de la Patria!

Mística, espíritu, honor: el ejército mexicano. Lealtad, pundonor. Inaccesible a la deshonra, soldado de la patria.

“¡Con que muy machitos, hijos de su puta madre! Estos perros no merecen vivir!”

Mis valedores: ¿quiénes habrán mostrado más bestiales instintos: los narcotraficantes con los jóvenes estudiantes o los soldados de la patria  con  22 seres humanos, entre ellos la jovencilla herida que no podía ponerse de pie como lo exigían sus verdugos?

¿Qué unos eran delincuentes y estudiantes los otros? Todos ellos eran humanos, y como humanos poseían antológicamente y desde su nacimiento una dignidad humana que vuelve intocable la vida. Crímenes y delitos deben ser castigados con una reclusión de toda su vida,   si su delito así lo amerita. Pero la vida humana es sagrada, sin distinción de individuos ni de conductas. Toda argumentación en contrario procede de la ignorancia o de la mala fe, y no más.

Por otra parte, mis valedores: que las labores policíacas están fuera de la mentalidad del soldado es  un hecho evidente. El está no para prevenir, tarea policíaca, sino para ejecutar. Pero la impunidad cobija al matancero Calderón y Peña acepta su herencia podrida con el ejército en labores policíacas.

En fin. Atroz, salvaje, bestial,  aberrante sadismo, inaudita crueldad, mentes enfermas, indignación internacional, focos rojos. Todo este vocabulario y mucho más cabe en la magnitud de los crímenes perpetrados en  Iguala y Tlatlaya, que detonaron con todo su horror en la conciencia pública nacional e internacional. Es México.

Y sí, después del antecedente en que la prensa extranjera denunció los crímenes que cometieron elementos del ejército mexicano contra una veintena de civiles inermes, las autoridades respectivas no tenían margen alguno para ocultar, o minimizar, cuando menos, la masacre de Iguala y las fosas clandestinas en alguno de los cerros cercanos a la ciudad. Todo fue aflorar tales crímenes en la conciencia pública, y el  asombro y la indignación se manifestaron con un aluvión epítetos altisonantes, que aun así,  no han logrado expresar cabalmente la crispación que en la comunidad provocaron tales hechos de sangre.

Que el perredista René Bejarano informó  Jesús Murillo Karam, titular de la PGR,  que tenía pruebas contra alcalde de Iguala, José Luis Abarca, como homicida de Arturo Hernández C., líder de la Unión Popular. El procurador no investigó el caso. “No me trajo las pruebas”. Eso se llama omisión, señala el matutino, y yo digo: ¿omisión de quién o de quiénes? ¿De Bejarano o del Procurador? A propósito:

El titular del Ejecutivo es el funcionario mejor informado del país, o su gobierno carecería de un elemento fundamental. El de Los Pinos mantiene un diálogo constante con el titular de la Defensa Nacional. ¿Cómo fue que 3 meses Peña mantuvo oculto el asesinato de 22 individuos ya sometidos e inermes bajo el fuego de algunos miembros del ejército mexicano? ¿Hubiésemos conocido y calibrado la gravedad de eso ocurrido en Tlatlaya, Edo. de México, de no haberlo pregonado la prensa extranjera? El responsable directo es, por comisión u omisión el jefe del Estado, y si tal salvajada ocurre en el país, y si el jefe del Estado se advierte ignorante, omiso o encubridor, ¿no es este un Estado fallido, que solapa maniobras como esa de tener oculto durante meses el crimen perpetrado por fuerzas del ejército mexicano? Del propio ejército,  como de mantener informada a la comunidad, ¿quién es el responsable, repito? ¿Quién? (Ah, México.)

Los muertos no nos asustan

Para avivar la memoria histórica: se cumplen 19 años y meses de que  en el Vado Aguas Blancas, municipio de Coyuca de Benítez, Gro., las metrallas de la Policía Motorizada destazaron  las carnes (premeditación, alevosía y ventaja) de militantes de la Organización Campesina de la Sierra del Sur, a la que diezmaron a fuego, sangre y dolor. Fue aquel un tiradero de cadáveres y heridos que aventó a duelos y llantos a deudos, viudas y huérfanos. Presente en la carnicería, un a modo de representante oficioso del gobierno de Rubén Figueroa Alcocer: Rodolfo Sotomayor E., sub-procurador del Estado, quien días después de la matanza lo tuvo que admitir:

– Si yo acudí a Aguas Bancas fue por órdenes del procurador Antonio Alcocer Salazar. El que protegió a Rubén Figueroa para que no fuera procesado como responsable de la matanza fue el propio Sistema.

El Figueroa  señalado de autor intelectual de la masacre tenía un compadre en Los Pinos: Ernesto Zedillo. Ante la acusación de su subalterno,  se defendió en 1997 Alcocer Salazar:

– ¡Yo rechazo cualquier responsabilidad penal en la matanza de Aguas Blancas. No  tengo idea de cómo pueda ir el caso! Yo estoy alejado del asunto. Yo ahora soy comisionado del PRI en Chilapa.

Y lo que fue ayer y es hoy: en noviembre de 1995 y a nombre de algún organismo defensor de derechos humanos se encrespaba una Mariclaire Acosta  que años después, desde su oficina del gobierno foxista, se nos tornaría mansa, muda e impávida, hasta que quien la encaramó la dejó caer:

– ¡Rubén Figueroa es un asesino! El compadrazgo entre Figueroa y  su cumpadre Zedillo es un obstáculo para la aclaración y castigo de los hechos violentos registrados en Guerrero. Me parecería muy lamentable que un Presidente del país apoyara a un asesino como Rubén Figueroa sólo porque es su compadre.

Todavía hoy, para defensores de los derechos humanos de aquí y el exterior, “lo sucedido en el Vado Aguas Blancas no es un hecho aislado. Desde que Rubén Figueroa, compadre de Ernesto Zedillo, asumió la gubernatura (1º. de abril de 1993), han sido asesinados 70 miembros del Partido de la Revolución Democrática (PRD) y 21 integrantes de la Organización Campesina de la Sierra del Sur; han desaparecido decenas de opositores y tan sólo en uno de los municipios, el de Atoyac de Alvarez, se han registrado más de cien  asesinatos y 23 secuestros en 22 meses”. Detrás de las cifras del oficio de tinieblas,  la absoluta impunidad, la desidia del paisanaje,  el olvido y la paz. La de los sepulcros…

Pero la lucha de deudos y víctimas continúa durante años: En marzo de 1996, en nombre de las viudas y familiares de los campesinos asesinados en Aguas Blancas, Paula Galeana Baltasar entregó una carta al Sec. Gral. de la ONU, Boutros Ghali, para solicitar su intervención ante el Pres. Zedillo con el propósito de hacer justicia ante la matanza de Aguas Blancas. ¿Y? Mientras, J. Rubén Catalán, Sec. Gral. del gobierno de Rubén Figueroa, regresó a su notaría de Acapulco, donde seguía dando fe pública como notario.

Nov.,1995. Fidel Velázquez acudió al palacio de gobierno para dar todo el apoyo de la CTM a Rubén Figueroa:

– ¡Usted, Sr. gobernador, sabe que a nosotros los cetemistas no nos asustan los muertos. Ojalá que los demás gobernadores hicieran lo mismo que hizo usted, caiga quien caiga!

La sangre del Vado Aguas Blancas, ¿ya la olvidamos? La de Iguala y Tlatlaya,  ¿a la impunidad también, y al olvido? Mis valedores: todo esto es México. (Nuestro país.)

Almácigo de cadáveres

Que la memoria histórica, si vive aún,  no se nos muera, mis valedores. Hoy que  los adjetivos se nos agotan para calificar eso aberrante, demencial, que se perpetró en Tlatlaya hace meses y en  Iguala hace días, conviene recordar masacres como las de Tlatelolco, Ribera de San Cosme, El Charco y El Bosque, y más tarde Salvárcar, San Fernando y tantos crímenes más, cuyos autores se esconden en esa abyecta impunidad que tiene el Sistema como segunda naturaleza. Y vale aquí  suplicar a los “medios” extranjeros no suspender sus denuncias  acerca de crímenes como el de Tlatlaya, que Peña, Osorio y Murillo durante meses mantuvieron oculto a las masas. ¿Encubrimiento?

Por avivar la memoria histórica van aquí algunos datos sobre la masacre de Aguas Blancas, perpetrada el 28 de junio de 1995. Fue en marzo de 1996, cuando el entonces Sec. Gral. de la ONU, Boutros Ghali, visitó nuestro país. En nombre de las viudas y demás familiares de los campesinos asesinados en Aguas Blancas, Paulina Galeana Baltazar entregó una carta al de la ONU solicitando su intervención ante el Pres. Ernesto Zedillo con ánimo de “encontrar una solución y hacer justicia” ante la matanza de Aguas Blancas. Ghali  escuchó a la viuda y no hizo comentario alguno al respecto. Hoy hace ya 19 años y algunos meses de que  el Vado Aguas Blancas, de Coyuca de Benítez, se engrifó de cadáveres masacrados; una masacre, la de Guerrero, que presagiaba las de Acteal, El Charco y El Bosque, los asesinatos de mujeres en Cd. Juárez y tantos crímenes más, con sus autores impunes. Por que sepamos a qué atenernos en relación al esclarecimiento de los crímenes de Tlatlaya e Iguala: el entonces Zedillo, como Peña el día de hoy,    prometió hacer pronta y expedita justicia. Sobre la testa de los asesinos iba a caer todo el peso de la ley y todo el rigor de la justicia. Once años pasaron, llegó Fox, y más tarde el matancero, ¿y? Lo publicaba el periodista Carlos Ramírez:

El día de su destape, Ernesto Zedillo acudió a una fastuosa residencia y fue recibido por el propietario: el gobernador guerrerense Rubén Figueroa Alcocer, su compadre.

No mucho tiempo después iba a ocurrir que Anacleto Ahuehueteco, Simpliciano Martínez, Clímaco Martínez y una docena más de paisanos, militantes de la Organización Campesina de la Sierra del Sur, iban a ser minuciosamente masacrados a mansalva por las balas de una Policía Motorizada que (órdenes superiores) les disparó a discreción. Detrás, se asegura, estaba un personaje para tantos guerrerenses siniestro, hijo siniestro del siniestro de todo Guerrero: Rubén Figueroa Figueroa, el Figueroa Alcocer compadre del dicho Zedillo. De espectador, con las balas del gobierno sembrando el almácigo de muertos, Rodolfo Sotomayor Espino, sub-procurador de Justicia de Guerrero.  Tiempo después, intocable e intocado, el compadre que señalaron como autor intelectual de la masacre seguía, en libertad, administrando sus negocios camioneros, uno de ellos con PEMEX. México.

Secretario general de gobierno con Rubén Figueroa era J. Rubén Robles Catalán, y un Antonio Alcocer Salazar el Procurador de Justicia estatal. A 19 años justos (injustísimos por la impunidad que cobija a los responsables del sembradío de cadáveres), la ley no molestó a los presuntos culpables de la masacre.

Como para apuntalar una memoria histórica que en las masas es tan sutil y efímera, si es que alguna vez existió, mañana asentaré aquí  algunos datos de lo que una vez rematada la masacre ocurrió a nivel de justicia. (Vale.)

¿Quién es la víctima?

¿Quién es el verdugo? Los eventos de sangre y muerte que han venido ocurriendo desde el sexenio anterior crisparon el ambiente y lo electrificaron hasta el punto de que la exasperación de las masas ha rebasado la marcha, el plantón y otras formas rutinarias de protesta para pasar a la etapa del bloqueo de aeropuertos y edificios federales. ¡Ese atentado contra la puerta principal del Palacio de Gobierno! Mis valedores: ¿cuál ha sido hasta hoy el beneficio que tales protestas reportan para todos nosotros?  Médicos, maestros, ferrocarrileros, fines de los 50s, ¿qué nos dice la HistoriaE. Fromm:

Si queremos combatir algo debemos entenderlo. El pensamiento que se deja engañar a sí mismo, guiándose por el deseo, no nos ayudará, y el reclamar fórmulas optimistas resultará anticuado e inútil como lo es la danza india para provocar la lluvia.

Las advertencias del  maestro:

– El revolucionario ejerce la práctica de pensar. Tras el ejercicio de la autocrítica desecha el recurso de la guerrilla y crea la verdadera organización ciudadana. Para contrarrestar esas tácticas y estrategias  con las que el Poder ha derrotado las protestas ciudadanas su obligación es mantener el corazón caliente, pero la cabeza fría.

En el pasado (años 70 del siglo anterior) el Estado logró destruir a la mayor parte de la verdadera izquierda mexicana, la que tenía de base el Comunista Mexicano, cuyo espacio fue llenando con una falsa izquierda que desde dentro y con el trabajo sucio a cargo de los falsos sindicatos se ha encargado de someter a las masas sociales al proyecto neoliberal.

Esa falsa izquierda que se apropió el nombre y fue promocionada por el Sistema como la única y verdadera izquierda, ha llevado a cabo una tarea que consiste en hacer desaparecer de la conciencia social esa memoria histórica en la que el pueblo mexicano depositó su experiencia y sus enormes avances táctico-estratégicos acumulados en su proceso de lucha emancipadora (en la lucha de la corriente proletario-estudiantil de 1968, por ejemplo.)

De forma aviesa, consciente y a nombre del Poder, la falsa izquierda introdujo el «virus» de las formas de lucha obsoletas e ineficaces, y a través del manipuleo psicológico las elevó a rango de dogma secular. Con ello las tornó incuestionables.

Cuando nos convocan a la lucha con esas formas obsoletas e ineficaces, los dirigentes nos conducen indefectiblemente a la derrota, pero como tales formas de lucha fueron convertidas en dogmas, y por eao mismo incontrovertidas, no nos atrevemos a pensar si esa actividad sirve, y cuándo y cuánto, o no sirve en lo absoluto para alcanzar las metas sociales y superar los retos que enfrentamos en el avance social.

Cuando se logra elevar la mentira al rango de dogma (las marchas como instrumento eficaz de lucha contra el enemigo histórico), esa mentira cobra vida propia y se apodera de la mente humana, determinando la conducta de los sujetos. A semejante fenómeno se le denomina enajenación, que significa pensar en base a una serie de ideas que no nos pertenecen y que el enemigo nos inculca para así dominarnos. (El maestro.)

Leo el catálogo de protestas contra la violencia que se vienen sucediendo desde Zedillo y Fox y las marchas por los miles de muertes, desapariciones, desplazamientos y pueblos fantasmas cuando Calderón. Hoy, el delirio aberrante de  Tlatlaya e Iguala, con  Ayotzinapa como fuente abastecedora de víctimas. ¿Y nosotros? ¿Pólvora en infiernitos como el del basurero municipal de Cocula? Ah, México. (Este país.)