Perros de presa

Moxtla fue quemado en la plaza pública, bajo el cargo de “hereje”, el 30 de noviembre de 1539. Hoy, la figura del príncipe texcocano nos parece altiva y digna de respeto.

Tal es el justo elogio del historiador  Edmundo O’Gorman a la entereza del hombre que eligió la muerte por sobre la claudicación.  Moxtla el magnífico.

Va aquí la fabulilla de aquél a quien cupo el requemante honor de encabezar el desfile de ajusticiados por los beneméritos perros de presa de una crudelísima Inquisición que se gastó la humorada de colocarse el alias de «santa». Víctimas serían de los fanáticos dominicos (rapaces, por añadidura, que participaban de los bienes confiscados a las víctimas) Alonso de Avila, su hermano Gil González y muchísimos más, entre los que se cuenta el traicionero  de muy mala condición Martín Cortés, hijo de don Hernán y segundo Marqués del Valle. Una mala persona, el de marras. Así le fue.

Así pues, el probable nieto de Nezahualcóyotl tuvo el lóbrego honor de ser el primer ajusticiado del primer inquisidor efectivo de México-Tenochtitlan,  un tal Juan de Zumárraga, obispo. El edicto:

“Será condenado a ser llevado por las calles públicas desta ciudad y con voz de pregonero que manifestase su delito, al tianguis de San Ipolito y en la parte y lugar que para esto está señalado sea quemado en vivas llamas de fuego hasta que se convierta en ceniza y dél no haya ni quede memoria».

Y acaesció, mis valedores, que aquella aciaga mañana amigos, dolientes y familiares se acercaban al sambenitado, y mirando al cuytado que una mula conduscía al quemadero, con lágrimas en los sus ojos ansina le suplicaban:

– Conviértete al catolicismo y salva tu vida. Di que adoptas por tuyo al mesmo Dios de Norberto Rivera y Onésimo Cepeda, y aquí don Zumárraga te perdona la vida. ¿Verdad que se la condonáis, Su Ilustrísima?

– Bueno, sí, aunque una multilla por gastos de arrastre…

– De dientes a afuera di que eres católico. Total, ¿no lo son de ese pelo todos en la Nueva España, que de serlo de dicho y acciones no viviría la sociedad tan huérfana de valores morales? Grave sería que te quisieran hacer cristiano, lo que tendrías que certificarlo con obras, ¿pero católico, Moxtla?

El cual, rebelde magnífico, con la testa negaba; atado como iba de manos y pies a la bestia, acicateábala con talones y suave meneo de las zancas. Alguno advirtió un amago de sonrisa en el rostro del penitente.

– ¡No seas penitente, no te quemes! ¿A vara y media del quemadero sonríes? ¿Acaso no amas tu vida? Anda, abjura de Tezcatlipoca y orita mesmo te desamarran y nos vamos directamente a conseguirte la llave.

Habló el seráfico obispo, reverendo  Juan de Zumárraga: «¿Cuál llave, decís? ¿La del cielo, posiblemente?  Antes tendrá que abjurar de su herejía y jurar que Dios es Trino y Uno.  Así tendrá la llave de los santos cielos, donde habrá de alabar al Increado per secula seculorum».

– Cuál cielo, cuál seculorum. Nosotros nos referimos a la llave de la democracia que tiene en su poder Leonardo Valdés, consejero presidente del IFE, Instituto Federal Electoral. Ya con su credencial de elector, a elegir candidato en las intermedias. En el 2018 votar por Ebrard, no se te olvide. Pero antes salva la cuera. ¿Verdad que todavía está a tiempo, Su Ilustrísima?

– Bueno, sí, pero no. Aquí el relapso salvará la pelleja si jura por Dios Uno y Trino que se lo va a dar, su voto, no al que mientan ustedes, sino al que se sirvan proponer los bienaventurados de nuestra santa madre la Iglesia y…

(El lunes.)

Las tandas de La principal

Edificante espectáculo ese que cimbra a estas horas soportes y lonas de La Nacional, con unas tandas donde tanto roban (cámara)  equilibristas y saltimbanquis, el maromero y el transformista, el profesional de la cuerda floja y del  pastelazo. Los payasos del circo.

Dije circo, y la evocación  me llevó al tiempo de mi niñez. De repente la memoria se me alumbró con entrañables imágenes del circo trashumante de mi niñez. Qué tiempos. Qué joven fui una vez. El niño que fui hace carretadas de tiempos, de vidas. Y qué evocación de la magia circense, esa magia intemporal que exuda la carpa con tufo a pelambre de león y tigre enjaulados, de contorsionistas  y águilas humanas…

El circo, encanto secreto que encandila al niño que se nos quedó así de virgen y así de inocente dentro de cada uno. El Brothers Hermanos,  errante espectáculo que hollando los bajíos de la memoria de tarde en tarde cruza la noche de nuestros años primeros, en el filo de la duermevela donde desfila, en los sueños soñados despiertos, esa caravana de alucinación que cruza nuestra niñez y se nos queda, raigón de magia y encantamiento, junto a las consejas de la abuela, los primerizos amores –zozobra y temblor- con la vecinita, y la tonada de cuna que nos solía cantar Tula, mi madre.  Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos…

La magia del circo, su tufo de exóticos animales, garra, joroba y moteada piel; ojos de ferocidad y espantables rugidos que ponen el pánico en el  niño que a todo vivir  deshoja  la flor de su edad, que es la del candor y, apreciable virtud, de la credulidad. Desde sus jaulas las fieras nos hablan (nos rugen) de tierras ausentes, de mundos que vienen quedando al otro lado del mundo; fieras que hasta antes del circo sólo habíamos entrevisto en el libro de estampas y en la cena neoliberal: el tapir, el jaguar, el dromedario que, de jorobado, simula ser el nahual (¡no anual, nahual! Computadora estúpida, no me corrijas. ¿De mitología meshica quién va a saber más,  yo o Bill Gates?); nahual, decía, del obrero en los tiempos del “presidente del empleo”, y el camello también, que en su doble  joroba viene a representar no al obrero, sino lo más ardoroso: a esos hijos de la desdicha que son los desempleados de mi país. Es México. Son sus galletas de animalitos.

El circo. A su contacto fui niño otra vez,  limpio de costras y costurones que va dejando en nosotros, negra viruela, el áspero oficio del diario vivir, con lo que ello supone de ilusiones fallidas,  malaventurados amores y mal saturadas heridas después del desamor de Martha, la ausencia de María y el conflicto con la Verónica (tomé puros nombres a tí cercanos, Nazareno, tú me has de perdonar), y tantas heridas y sangraduras, tantas mataduras y lobanillos y jiotes sentimentales…

Un domingo en la tarde me tiré al ruedo (el de tres pistas.) Al entrar vínome a recibir la tufarada a camello y tigre sarnoso, que es decir a visión y revisión de mis años muchachos, y en la tarde festiva  fui niño otra vez, y otra vez ingenuo, y por eso mismo feliz, o casi, y de nuevo percibí en mi boca el sabor de la risa, aquí en este México nuestro donde tan pocos motivos nos van quedando para reír, que los dichos y hechos de los cirqueros de La Nacional no nos invitan a la risa sino al rencor y la verguenza, propia y ajena. En fin, que ya en la carpa me acomodé en un asiento de pino que, como Los Pinos, se comienza a apolillar. Sin más. (La fabulilla, después.)

Destazadero

Aquí el final de la pesadilla del bunker arropado en los pinos.  Porque, a querer o no,  es el final. Con sólo resistir de aquí a diciembre, total…

En su pesadilla el chaparrín convocó al Verbo Encarnado. No él, sino el perito en desprecios y aborrecimientos se le apareció en sueños, que el del bunker no mereció más. «Vámonos, toma mi mano».

«¿A dónde me lleva, Díaz Hordas

“A agasajarte con lo que por falta de méritos no has conocido.Toma mi mano”.

«Se resbala, señor. ¿Se la untó con aceite de cocina? Huelen a…»

El durmiente se remueve. Una babilla le escurre por las jetas. (Hasta el bunker, como gritos de parturienta, un aullar de sirenas de ambulancia en contrapunto con las sirenas de los vehículos policiales. En los bandazos del viento, tufos de sangre. Fresca, recién derramada.)

“Vamos a donde escuches el son deleitoso de los aplausos, las aclamaciones. Levántate”.

El durmiente se remueve. Una babilla le escurre por unos labios de este grosor.    “Usted bromea. ¿Aplausos a mí? ¿Aclamaciones a mi persona? Tendría que escucharlos en una grabación, detrás de vallas de acero y de una muralla de lomos y nalgas verde olivo que me traen de huelegases”.

Pero, mis valedores, ahí fue. En sueños, el malquerido fue transportado por el Mefistófeles cimarrón a través del éter hasta la ceja de alguna barranca umbría repechada entre roquedales. Ahí Fausto y su Mefistófeles de masquiña hicieron pie.            “Los lugareños la nombran Barranca del Eco. Es aquí donde yo, en vida –vida es un decir-, después del destazadero venía a consolarme solito. Masturbación mental. Pon atención”.

Y acercándose al filo de la barranca, el aborrecido de Tlatelolco toma aire y se echa a aplaudir mientras grita a todo vuelo de voz: “¡Vivaa Díaz Hordaas!”

La Barranca del Eco, entre lúgubres desgarramientos: “¡Ívaa-Íaz-ordaas!” Y aquellos aplausos, ecos de aplausos, ecos de ecos. “¿Ves qué fácil? Anda, hazte ovacionar de gratis. Una vez en tu vida date el agasajo».

Y sí, dicho y hecho. A la tentación de las ovaciones y en la medianía de la pesadilla (el manchón en la almohada; babilla verdinegra, espesa), el despreciado del bunker se acerca a la ceja de la barranca, enarca la ceja zurda, se suelta aplaudiendo que hagan de cuenta que llegó Obama,  y  se pone a ulular, voz, estridente: “¡Amigas, amigos, viva el presidente del empleo!»

Y aquel batir de las palmas. Se frena. Aguza la oreja. Nada. «¡Viva el presidente abstemiooo!»

La Barranca del Eco, silencio. ¿Huraña, hostil, caprichosa?

“¡Viva el presidente que cumplió todas sus promesas de campañaaa!»

Como asqueada ante la tufarada de mal aliento, la barranca reprime sus ecos.

“(Ni esto mereces», piensa Díaz Hordas.) «Anda, inténtalo otra vez. ¡Pero con huevos!”

Traga aire. Desconfiadón: “¡Viva el presidente de los pobresss!” Y sí esta vez. Al grito del chaparrín  el mundo mineral (peña viva, peñascales) le arroja, a pulmón de roca, el bofetón en la cara:  “¡Vivan-los-muertos-que-cargas-en-la concienciaaa!»

Y qué claridad, cuánta contundencia. A la desesperada, contra el roquedal su aliento corrompido:  “¡Viva el presidente que combate la corrupciónnn!» El roquedal: “Viva-tu camposanto-particular-de-60- mil-muertosss!»

Díaz Hordas observa de reojo al chaparrín. (Y luego dicen que el matancero fui yo). Reprime el asco. «Inténtalo otra vez».

«¡Viva el presidente que defendió la soberanía nacionaal!»

Y fue entonces. La Barranca del Eco: «¿Quieres-aplausos? Anda-a-que-te aplaudan-tus-víctimas, matancero-de-miércoles!»

Era jueves. (En fin.)

Las yeguas de la noche

Tal nombra el idioma inglés, frase expresiva, las desbocadas pesadillas que atropellan a los de conciencia en rescoldo. Al protagonista de la fabulilla, sin ir más lejos.

Es noche cerrada en cierta ciudad de embeleco a la hora en que se inicia el horror. Bajo la negritud del firmamento el caserío se tiende como arpillera en el pellejo de un valle parduzco. Aquí la zona residencial, minúscula pero ostentosa, que habitan los del negocio de la  política y la política del negocio.  A prudente distancia, el barrio de las clases medias y las medias bajas o de plano ya sin medias (chicotazos de la crisis). Allá, en la entrepierna del yermo y la agrura del basural, donde no enchinchen, los arrabales del pobrerío. Vean, apiñadas aquí y allá desparramadas, las villas miseria y las favelas, los muladares y las barriadas que evacua nuestro mundo democrático neoliberal. Allá, muy arriba, un firmamento grifo de luceros. Presidiéndolo todo, fría, hermosa y distante como tú, mujer, la luna.

Silencio. La ciudad duerme el sueño de los justos; de los justos que no padezcan de insomnio. Pues sí, pero no, que hay de sueños a sueños. Encuevado en el pétreo corazón del bosquecillo de pinos se alza ese bunker monumental, y atejonado en el bunker del bunker se rebulle en sueños un pequeño individuo, se agita bañado en sudor, zarandeado a cuartazos de pesadillas. Entre fruncimientos de ceño,  los labios del hombre farfullan retazos de sílabas y agargajados estertores que lo estremecen, le humedecen el rostro y lo fuerzan a arquear hasta el máximo la ceja derecha. Macabrón.

¿La causa de que las yeguas de la noche pataleen al durmiente? Los espectros de más de 60 mil cadáveres con su cauda de luto, dolor y lágrimas, al tiempo que una desbozalada corrupción embija de lodo biológico un canceroso gobierno que enriquece a unos pocos  y empobrece a los más, cuya exasperación hace brotar salpullido de focos rojos en el rostro de la ciudad, que la mantienen al filo del estallido. Cuidado; mucho cuidado.

El durmiente se sabe aborrecido por todos. ¡Hasta por sus enemigos! Y sí, todos lo detestan, y con razón, que sólo aborrecimiento se ha logrado granjear, y es así como odio, desprecio, desencanto y rencor repercuten en los sueños nocturnos del chaparrín del bunker. Y esta noche carga encima toda la repulsa, todo el rencor de un fregadaje al que sañudamente ha castigado hasta el límite. ¡Y es entonces! En la pesadilla, la tronante voz del Angel de la muerte:

“¡Alto, impostor! ¡Alto a tu impericia e insensibilidad social! Tú, aprendiz de brujo político, cuida de no continuar despertando la mala voluntad de tus víctimas. Mira que no todo el tiempo has de tener el apoyo de tu vecino imperial. ¡Duerme con un ojo abierto (de la cara)!”

Rebulléndose, el chaparrín intenta conjurar la visión. “Juan Pablo II, ven en auxilio de tu siervo, este   beato del Verbo Encarnado”.

Espada flamígera, el Angel: “Periodistas alquilones te alaban. De carismático no te bajan. Y tú, insensato, que te la crees. ¿No ves que al tanto más cuanto te queman incienso?”

“Santo señor Dios de los ejércitos, incluyendo a mis guaruras presidenciales,  mira que por quedar bien contigo un Estado laico lo he vuelto beato. Manda en mi auxilio a alguno de tus ángeles, a algún querubín. Mándamelo, Señor, ¡mándame al espíritu que yo merezca a tus ojos!”

«¡El que mereces te envío!»

Y horror, que en lo profundo de un hondón de vivas llamas ahí el perito en odios: que merece el actual:  «¡Díaz Hordas». (Mañana.)

Amenaza tormenta

Crimen Imperfecto  es un relato escrito por Gonzalo Fortea, que aquí sintetizo con dedicatoria especial  para los titulares del IFE y el TRIFE, Leonardo Valdés Zurita y Alejandro Luna Ramos, La síntesis del relato del mencionado Fortea:

– Sí, señor fiscal. Soy un asesino.

Mi defensor se levantó, indignado: “¡No se reconoce culpable!”

– Pero maté a la víctima.

El juez: “Demuéstrelo. ¿Tiene testigos?” Yo: “No se buscan testigos para cometer un crimen”. El juez: “Quizá a usted le hubiera convenido tener uno. ¿Dónde está el arma homicida?” Yo: “La perdí. Puede que la haya arrojado a una alcantarilla”. El juez: “Toda la zona se registró en su día y el arma no apareció. Tendrá usted que demostrar su crimen”.

El fiscal estaba nervioso. Le hice un gesto como diciéndole: no se preocupe, lo conseguiremos. Se animó: “¿Los motivos del crimen?” Yo: “Robarla, naturalmente. Me encontraba en una situación muy difícil. Hacía dos meses que había perdido mi empleo. Necesitaba dinero para poder comer. Creí que el piso estaba vacío, pero de pronto apareció la señora. La maté para que no se pusiese a gritar”. Mi defensor: “¿Gritar? Paralítica, no podía emitir sonido alguno”. Yo: “No lo sabía. Tuve miedo, perdí la cabeza y la maté”.

– No nos convence, dijo el juez. “¡Ustedes no estaban ahí, y yo sí!”. “Demuéstrelo”, dijo el juez, y el abogado defensor: “Usted afirma que penetró en la casa con intención de robar. ¿Qué fue lo que robó?” Yo: “Nada, no encontré nada”. “Sin embargo, la anciana señora guardaba una importante colección de joyas en uno de los cajones de la cómoda, que no estaba cerrado con llave”.

– Nada encontré.

– ¿Usted nos toma por imbéciles?  La cómoda no fue registrada. No había huellas dactilares.

– Utilicé guantes.

– No se observaba el menor desorden.

Mi abogado defensor: “Señor juez, señores del jurado: el asesinato conlleva pena de muerte.  ¿Vamos a consentir que el acusado se ría de nuestras sagradas instituciones justicieras y que utilice el dinero y el prestigio del Estado para consumar lo que sería su suicidio? ¿Hemos de volvernos idiotas para creer en su desmañada sarta de absurdos? Observen su rostro cansado. “Es que estoy aburrido. (Me levanté.) ¡Ya está bien!”

El juez golpeó la mesa: “El acusado se abstendrá de alzar la voz”. Dije: “¡Soy culpable!” “¡Cállese! ¡No invente que es culpable!”“¡Protesto!”, gritó el fiscal. “¡Denegada la protesta”, sentenció el juez. “Puede retirarse el jurado a deliberar”

– No es necesario, señor juez. Todos estamos de acuerdo.

– Levántese el acusado.

Cuando salí a la calle el fiscal caminaba con la cabeza hundida mientras se dirigía a su automóvil. Un hombre se me acercó sonriendo. Era mi abogado defensor, con la diestra tendida. “Enhorabuena, señor Peña Nieto”.

– Maté a la vieja -le dije-. La vieja democracia. Para ello mis operadores pusieron en práctica todas las viejas trampas, toda la subcultura del fraude del viejo PRI, con un derroche demencial de dineros públicos en la compra del voto. Maté a la tal democracia y usted lo sabe, Leonardo Valdés.

– Claro, sí, ¿y eso qué importa en México?

Subió al auto. Yo, ahora, aquí estoy, el recinto atascado de cómplices, planeando entre todos el reparto de utilidades ahora que comencemos a administrarnos el país. La conciencia, tranquila. Todo legal. No hubo trampas. Si acaso, «rregularidades». Nada que altere los resultados de la votación,  jura el juez Luna Ramos.

Allá, afuera, por todos los rumbos, retumban amagos de tormenta.  Nada grave. (Es México.)

Destino de pueblos débiles

Así que ya hay sucesor en Los Pinos. El PRI-Gobierno regresa, quién lo dijera. El Tricolor, ¿un partido de Estado, como en los tiempos antiguos? ¿Dictadura perfecta, una vez más? ¿De quién es el mérito? ¿Culpa de quién o de quienes? Porque de lo ocurrido debe haber responsables. Las masas sociales, por supuesto. Todos nosotros,  a querer o no.

En fin, que el país tiene ya  sucesor, un Peña incoloro, desdibujado, del que por ahora  poco hay qué comentar. Tarea va a ser de los medios de condicionamiento de masas forjarle carisma y una estatura de estadista que va a durarle seis años, y yo digo a los abatidos por los resultados de la votación:

Otro debió ser el elegido, a juicio de tantos, pero ánimo, no lacerarse en demasía, consolarse con la reflexión: ¿el desteñido sucesor podrá y  querrá sobrepasar el tope de los más de 60 mil cadáveres del Verbo Encarnado?

Y ya puestos en plan de especulación: ¿vuelve la dinastía tricolor? ¿Tapado, dedazo, delfín? Pienso, al respecto, en los comentarios entre burlescos y escandalizados que la sucesión presidencial provocaba en los observadores extranjeros. En el hispanófobo  Samuel P. Huntington, pongamos por caso:

 “Los presidentes mexicanos son seleccionados a través de un complejo y misterioso proceso dentro del partido oficial, al que se le denomina auscultación. Aquí entran recomendaciones, consultas, discusiones y el consenso general del actual presidente, quien desempeña el papel principal”

La revista Look:  “Este arrogante cambio de un gobierno nacional tiene lugar dentro de uno de los instrumentos políticos más deformes e intangibles, pero disciplinado y efectivo que haya ideado hombre alguno: el PRI.

La revista francesa América Latina: “La diversidad de las corrientes políticas que se sienten en el seno del PRI no impide una absoluta solidaridad en el momento de decisiones capitales. La nominación de un candidato es hecha en forma ardua, proceso que provoca muchas veces profundas tensiones internas. Pero cuando la decisión se ha tomado, la unidad se acentúa en torno del hombre que deberá ser el candidato del PRI a la presidencia de la república».

Y otra más. ¿Peña el borroso logró reunir los requisitos básicos de un aspirante presidencial? «El candidato debe contar con la aceptación del presidente en turno.

Deberá encontrarse en perfecto estado de salud y no ser violentamente feo. A pesar de que se le considere muy hombre no deberá ser muy macho. Será un hombre de familia, con una esposa que se interese en los asuntos públicos y políticos del país, pero sin interferir de forma decisiva en ellos. No ha de ser  extranjera. Norteamericana, mucho menos.

La religión del presidenciable podrá variar del catolicismo romano a la del libre pensador; pero en forma alguna ser un fanático.

Deberá ser conocido nacionalmente, y tener el consenso de los principales grupos políticos y sociales del país. No podrá identificarse profundamente con alguna de las alas extremistas del PRI, la derecha o  la izquierda.

Al joven mexicano que diga: quiere ser presidente algún día, se le juzga no como un patriota, sino como un idiota. Si abriga esa ambición debe disimular sus pensamientos, ingresar a la burocracia del PRI, trabajar con obediencia y confiar en la suerte».

Mis valedores: ¿han vuelto esos tiempos que imaginábamos en el desván de la historia? ¿Eso, y no más, merecemos? ¿A un Peña incoloro, quintacolumnista de la televisión en Los Pinos?  Destino de pueblos débiles, que se niegan a pensar. (Trágico.)

Delirante

De un caserío que se arropa en cierta hondonada hablé a ustedes ayer, y de La  Mansión donde los restos del monstruo aquel se tornaban polvo en su nido de telarañas y raso descolorido.  Por luchar contra tal demonio compartí el terror con los lugareños hasta que  la muerte de mi única en los colmillos del tal me forzó a huir del horror. Pero ellos se había decidido…

Que se congregaron todos y entre todos lograron dar muerte al endriago, supe después. Que aplicaron la fórmula que les reveló alguno luego de llorar sobre las flores de la tumba recién abierta. Los lugareños, medrosos y renuentes a la acción colectiva, se decidieron. Al rayo del sol y dándose valor unos a otros ascendieron al crestón y con la estaca de punta afilada penetraron en el nidal del dañero, dormido a media mañana.  Por alguno lo supe:

– Afuera brillaba el sol, pero adentro todo era oscuridad. Afuera ni una nube empañaba el azul,  pero en el salón de cortinajes decrépitos y a través de una ojiva se advertía la nublazón. Afuera vientos de  polen, perfumes, feracidad. Adentro, olor a cadaverina. Fatigados al esfuerzo de la ascensión, unos a otros nos veíamos lívidos. Pero la estaca en mitad del sueño y del corazón, aniquilamos al demonio de los colmillos ávidos. Ahí el engendro, reducido a huesos resecos y carnes amojamadas. No más.

Pero qué experiencias perduran en la memoria de algunos. Después de años de malvivir velando a las víctimas, en poco tiempo (¡la memoria del payo!) el engendro derivó en folklore, color local, espantajo de folletón, señuelo para turistas. Sólo algún viejo solía recordar las noches de desgarramientos que asolaron la región, el horror y el espanto, las sartas de ajos, el ensalmo, el crucifijo. ¿Entonces?

¿Cómo es que el endriago no pasaba de amable conseja en la tertulia familiar? Como existir, sí existió el demonio, dicen los payos, pero su mundo ha sido desintegrando. Y sonriendo requieren la copa y la romanza de amor. Alguno ensaya el pasillo de baile, tarareando la tonadilla que les enseñó el juglar trashumante, y al arcón de los cachivaches la leyenda de La Mansión. Pero aberraciones del payo…

Fue  esta medianoche, yo de vuelta al poblado y a la tumba de mi única, muerta por unos colmillos hincados en la yugular. Congregados los lugareños, antorcha en alto, enfilaban a La Mansión. ¿A qué, ya destruido el engendro?

Hasta mi ventana entreabierta se alzaba el rumor de los pregones con que mutuamente se jaleaban. ¡Entonces lo supe! En el cielo un renegrido nuberío. Retumbaron los primeros truenos. El zigzag de un relámpago primerizo. Y el firmamento se derrumbó sobre el caserío.

Después… a los relámpagos columbré las siluetas de los  payos que regresaban de La Mansión. Algunos la porra, el cohetón, la tonada juguetona. Porque ahí lo inaudito:  al juzgar que ya no entrañaba peligro ninguno los payos, acuerdo de todos, sacaron la estaca a los restos del vampiro de La Mansión. Revivió. Rejuvenecido. Abrió los ojos. Les sonrió. Los halagó. Les prometió una vida de bienestar.  Los colmillos apenas se le insinuaban…

Yo, estremecido, requerí el crucifijo y  los ajos. Porque el vampiro ha tornado a su vida viciosa y perjudicial y el peligro se cierne sobre el caserío de los insensatos. ¿Y la memoria histórica? ¿Pues qué, para esta clase de payos todo es inútil? Lástima de los otros,  quienes sí  ejercen el ejercicio de pensar…

Es noche cerrada, de insomnio para mí. Rayos y centellas chicotean el poblado. Allá, afuera, un furioso batir de alas. (PRI.)

Gótica

Es noche cerrada Yo, el crucifico en la diestra, a través de una rendija de mi ventana contemplo la tormenta que se derrumba sobre el caserío y azota la montaña rocosa en cuya cresta aparece, a la  intermitente luz del relámpago, la silueta de La Mansión. Hace un rato, antorchas apagadas por la fuerza de la tormenta, los lugareños bajaron en estampida, lívidos rostros por la enajenación colectiva que produce el linchamiento. Horror.

Pero no, que esta noche de espeluznos el rito no fue de aniquilación, sino del retorno  a su vida aberrante de un engendro de la tenebra cuyos restos se resecaban en La Mansión. Yo, sartas de ajos en mi ventana, observo a los oficiantes del rito nefando mientras se escurren por las callejas y se esfuman detrás de puertas y pasadizos. Ya tendrán tiempo de arrepentirse. La tormenta en todo su rigor.

Noche. Yo, en el filo del espanto y el ánimo contristado,  tras la rendija de mi ventana reflexiono sobre el destino de los pueblos débiles. El de esta aldea, por ejemplo, que visité por primera vez cuando enterizo de edad y carácter, me propuse investigar que había más allá de la conseja del monstruo, y descendí hasta la almendra del horror y la pesadilla.  Pero, repito, destino de pueblos débiles: perdida ya la memoria, lo inaudito ha ocurrido la noche de hoy.

En tiempos remotos semejante endriago  había invadido todas las noches y todas las vidas de los lugareños y vivía una vida aberrante extraida de la sustancia de cuanto despistado a deshoras de la noche y entre alaridos caía víctima del depredador. Los sobrevivientes, armados con sartales de ajos, se atejonaban en el rincón y en el pasadizo, el conjuro en una boca y el crucifijo en la diestra. Y es así como la aldea iba raleando de lugareños, que huían sin volver la mirada. Yo, el fuereño,  entre ellos. Pero a la vuelta del tiempo me urgía visitar una tumba. Aquí estoy.

Solo y mi alma pasé la primera noche de mi regreso. Muy temprano al día siguiente iría a visitar a mi única en el cementerio. ¿Quién de los dos se sentiría más solo? (Ella se había empeñado en acompañarme en la aventura insensata. Aquella noche, al volver yo de mi visita furtiva a La mansión, pude observar el vuelo del depredador. Como recuerdo mi única me dejó su lamento y un amado despojo vaciado de sangre. Huí. Pero ella, desde su tumba, me requería…)

Y aquí estoy. Viajero imprudente, investigador insensato, con mi maleta negra llegué hace unas noches y me instalé en la única posada de un caserío que se recuesta al pie del crestón de rocas, La Mansión en la cresta. (Hasta anoche, en el más recóndito pasadizo en tinieblas se apolillaba el ataúd que guardaba los restos de la bestia dañera. Hasta anoche. Olvidar es maldición de los pueblos débiles.)

Noche. Descorro la cortina unos centímetros. Allá, un oscuro firmamento constreñido de nubarrones preñados de tormenta. Acá, un caserío que después de su maniobra viciosa en La Mansión duerme en la placidez de la inconsciencia, puertas y ventanas abiertas de par en par. Porque a la tormenta siguieron el calor y una sofocación de horno  en rescoldo que empaña ropas y carnes. Y esta paz engañosa, y esta irresponsable placidez. Pueblos débiles.

Columbro la silueta del crestón de viva roca con  La Mansión en lo alto y compruebo que el lugareño extravió el recuerdo de llantos,  responsos y  sepulcros en el cementerio, y que muy pronto tendrá que abrir fosas nuevas. Tal es el oficio de esta comunidad: olvidar la experiencia y vivir al día. (Lóbrego. Esto sigue  mañana.)

Los muertos no nos asustan

Y la memoria histórica, que no se nos vaya a morir. Hoy se cumplen 17 años  y 5 días de que  en el Vado Aguas Blancas, municipio de Coyuca de Benítez, Gro., la metralla de la Policía Motorizada destazó  las carnes (premeditación, alevosía y ventaja) de militantes de una Organización Campesina de la Sierra del Sur a la que diezmaron a fuego, sangre y dolor. Fue aquel un tiradero de cadáveres y heridos que aventó al duelo a deudos, viudas y huérfanos. Presente en la carnicería, un a modo de representante oficioso del gobierno de Rubén Figueroa Alcocer: Sotomayor Espino, Rodolfo, sub-procurador del Estado. Días después, a nombre de los matanceros, iba a declararlo el sub-procurador de marras:

– Si yo acudí a Aguas Bancas fue por órdenes del ahora ex procurador Antonio Alcocer Salazar.

Y ya.El que protegió al ex-gobernador Figueroa para que no fuera procesado como responsable de la matanza fue el propio Sistema de poder. Ese al que señalaron de autor intelectual de la masacre tenía un compadre en Los Pinos, Ernesto Zedillo. Ante la acusación de su subalterno,  se defendió en 1997 Alcocer Salazar:

– ¡Yo rechazo cualquier responsabilidad penal en la matanza de Aguas Blancas, ni tengo idea de cómo pueda ir el caso! Yo estoy alejado del asunto, no tengo ni la menor idea. Yo ahora soy comisionado del PRI en Chilapa…

Y lo que va de ayer a hoy: en noviembre de 1995 y a nombre de algún organismo defensor de derechos humanos se encrespaba una Mariclaire Acosta enérgica y decidida  hasta que caer de funcionaria foxista le melló el filo:

– ¡Rubén Figueroa es un asesino! El compadrazgo entre Rubén Figueroa y Ernesto Zedillo es un obstáculo para la aclaración y castigo de todos los hechos violentos registrado en Guerrero. A mí me parecería muy lamentable que todo un Presidente de la República apoyara a un asesino como Rubén Figueroa, y esto sólo porque es su compadre.

Todavía hoy (todavía hace lustros) para defensores de los derechos humanos de aquí y el exterior “lo sucedido en el vado Aguas Blancas no es un hecho aislado. Desde que Rubén Figueroa, compadre de Ernesto Zedillo, asumió la gubernatura (1º. de abril de 1993), habían sido asesinados 70 miembros del Partido de la Revolución Democrática  y 21 integrantes de la Organización Campesina de la Sierra del Sur; han desaparecido decenas de opositores; tan sólo en el municipio de Atoyac de Alvarez se han registrado más de cien  asesinatos y 23 secuestros en 22 meses”. Detrás de las cifras  la absoluta impunidad, la desidia del paisanaje,  el olvido y la paz. La de los sepulcros. Es México.

Pero la lucha de deudos y víctimas continúa: México, marzo de 1996. En nombre de las viudas y familiares de los campesinos asesinados en Aguas Blancas, Paula Galeana Baltasar entregó una carta al Sec. Gral. de la ONU, Boutros Ghali, para solicitar su intervención ante el Pres. Zedillo en procura de justicia. ¿Y? Ghali, en silencio, guardó la carta. Mientras, J. Rubén Catalán, Sec. Gral. del gobierno de Rubén Figueroa, regresó a su notaría de Acapulco, donde seguía dando fe pública como notario. Y la paz.

Noviembre de 1995. Fidel Velázquez acudió al palacio de gobierno para dar todo el apoyo de la CTM a Rubén Figueroa:

– ¡Usted, señor gobernador, sabe que a nosotros los cetemistas no nos asustan los muertos! ¡Ojalá que los demás gobernadores hicieran lo mismo que hizo usted, caiga quien caiga!

México, 28 de junio de 1995. Vado Aguas Blancas, ¿ya lo olvidamos? ¿Y Acteal, y El Charco, y El Bosque?  Es México. (Qué país.)

«¡Figueroa asesino!»

«¡Tú matas campesinos!» Y para el sucesor en Los Pinos, la memoria histórica. Acapulco, Guerrero, 28 de junio.

– Conmemoramos este 17 aniversario de estos 17 compañeros asesinados  en Aguas Blancas, municipio de Coyuca de Benítez. Este es un pequeño homenaje a estos mártires.

Los manifestantes reclamaron que ni el ex-gobernador Rubén Figueroa Alcocer ni el finado general Mario Acosta Chaparro fueran castigados por la justicia. Mis valedores:

Hace 17 años, 17 campesinos fueron asesinados y 23 más heridos en Aguas Blancas por policías del gobierno de Rubén Figueroa.  De los autores intelectuales de la masacre del dos de octubre de 1968 uno de ellos sintió todo el peso de la justicia, por más que a décadas de distancia del reguero de cadáveres desparramados en Tlatelolco. Por sentencia del juez respectivo, Luis Echeverría fue condenado a arresto domiciliario. ¿Es válido suponer que a Figueroa Alcocer,  ex gobernador de Guerrero y autor intelectual de la masacre de Aguas Blancas perpetrada el 28 de junio de 1995, la justicia lo va a castigar con arresto domiciliario dentro de algunas décadas? Para recordar, a la distancia de 17 años,  la matanza de campesinos…

Hoy hace ya 17, con 4 días,  de que  el vado Aguas Blancas, municipio de Coyuca de Benítez, se engrifó de cadáveres masacrados; una masacre, la de Guerrero, que presagiaba la de Acteal, El Charco y El Bosque,  en Oaxaca y Chiapas, y tantos crímenes más, impunes, como los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez, Chihuahua, y el Edo. de México. Mis valedores:

Por que la memoria no se nos muera y por que sepamos a qué atenernos en relación al esclarecimiento de los tantos crímenes que claman justicia: el entonces presidente Zedillo prometió hacer pronta y expedita justicia. Sobre la testa de los asesinos iba a caer todo el peso de la ley y todo el rigor de la justicia. Once años pasaron, llegaron los gobiernos de Fox y el Verbo Encarnado,  ¿y?

Lo publicó en su momento el periodista Carlos Ramírez: «El día de su destape Zedillo acudió a una fastuosa residencia y fue recibido por el propietario: el gobernador guerrerense Rubén Figueroa Alcocer, su compadre».

No mucho tiempo después iba a ocurrir que Anacleto Ahuehueteco, Simpliciano Martínez, Clímaco Martínez y una docena más de paisanos, militantes de la Organización Campesina de la Sierra del Sur, iban a ser minuciosamente masacrados a mansalva por las balas de una Policía Motorizada que (órdenes superiores) les disparó a discreción. Detrás estaba un personaje para tantos guerrerenses siniestro, hijo siniestro del siniestro de todo Guerrero, Rubén Figueroa Figueroa: el Figueroa Alcocer compadre del dicho Zedillo. De espectador, con las balas del gobierno sembrando el almácigo de muertos, Rodolfo Sotomayor Espino, sub-procurador de Justicia de GuerreroSecretario Gral. de gobierno con Rubén Figueroa era J. Rubén Robles Catalán, y un Antonio Alcocer Salazar el Procurador de Justicia estatal. Hoy, intocable e intocado, el compadre que señalan como autor intelectual de la masacre sigue, en libertad, administrando sus negocios camioneros, uno de ellos con PEMEX.  Es México.

A 17 años justos (injustos, por la impunidad de que disfrutan los  responsables del sembradío de cadáveres), todos los implicados andan en  libertad. Yo, para apuntalar una memoria histórica que en el paisanaje es tan sutil, tan efímera y vulnerable, planto aquí algunos datos de lo que una vez rematada la labor de los matanceros ha ocurrido a nivel de justicia. (Sigo mañana.)

Y a usted, ¿cuántas víctimas lo maldicen?

Sr. Dn. Fernando Lugo,  ex-presidente de Paraguay: ¿así que destituido por el Senado de su país? ¿Bastaron sólo dos días, noche a madrugada como se fraguan conjuras y golpes de estado, para determinar que usted  no cumplió sus funciones al permitir conflictos en su país? ¿Destituido porque en su gestión  se derramó la sangre de 6 policías y 11 campesinos por un pleito de 2 mil  hectáreas de tierra propiedad de un ex-senador? Obispo primero y ahora  ex-presidente, ya sólo conserva el título de padre de varios niños con madres distintas, y no más. Lóbrego.

Perfecta maniobra, a mi juicio,  la del Senado de su país.  Previsible la destitución del altísimo compromiso de usted con sus compatriotas. ¿Cómo no ser defenestrado,  si en su conciencia carga la sangre que cabe en apenas 17 seres humanos? De heridos, ¿sólo medio centenar? Su estrategia de poquitero vino a perderlo, señor. ¿Pues en dónde quedaron, si intentaba despellejarse la maldición de mediocre, los más de 60 mil cadáveres de su guerra particular? De campesinos, señor, de policías, de narcos, de sospechosos de ser sospechosos. ¿En dónde, si hubiese querido pasar por audaz y valiente, los cientos de miles de heridos,  y muchos más desaparecidos, y pueblos fantasmas, negocios cerrados, emigración, miedo pánico? ¿Dónde en su palmarés un daño colateral de miles de niños, ancianos y mujeres inermes? Si quería pasar a la historia por su valentía y audacia atejonado detrás de miles de uniformados, ¿no disponía del monopolio de la fuerza legal? Policías de armas diversas, el ejército en pleno, una PGR que preguntara a los gringos  qué hacer y una Secretaría de Marina que se infamase cumpliendo las órdenes de la DEA. ¿Lanzó usted al descrédito a las fuerzas armadas de su país? ¿Al propio país como verguenza internacional porque usted cada día violase los derechos humanos?

Como matancero, señor, nos resultó más nefasto que Hussein, que Osama y los Bush, todos juntos. Como beato del Verbo Encarnado pisoteó la Constitución, aplastó el estado laico y tornó al país coto privado del alto clero político. No debió ser el Senado sino los propios ciudadanos. Pero… en fin.

Diecisiete ataúdes, señor. Ni la burla perdonó a los paraguayos. (Ellos,  ¿de acuerdo en su destitución como asesino intelectual? Bien por los guaraníes, ellos con las verguenzas en su lugar). Con toda razón protesta el Senado y toma  la decisión de despojarlo de su investidura. Y cómo no destituirlo, si usted no tuvo los arrestos de un visionario, del carnicero al por mayor que convirtiese el territorio guaraní en un camposanto claveteado con más de sesenta mil ataúdes, y de ese modo pasar a la historia como estadista y libertador.

Lástima. No hizo del suelo patrio  un velatorio erizado de sangre, luto, dolor, lágrimas. Bien empleada, a mi juicio, su destitución, don Fernando, y aquí el despropósito: gobiernos de la Unión de Naciones del Sur siguen reconociéndolo como presidente legítimo y le ofrecen asilo y seguridad. ¿Asilo a Caín, el judío errante? ¿A Macbeth seguridad, ese que en tanto asesino intelectual del rey  Duncan extravió el sueño  y en medio del insomnio sabía que en el resto de su vida sería un execrado, al que ningún gobierno de respeto se atrevería a proporcionarle cobijo e impunidad? Señor don Fernando: resígnese. En el escondrijo que logre agenciarse ya no podrá matar campesinos. Sólo matará el tiempo mientras el tiempo asume la responsabilidad justiciera de matarlo a usted. Que sea pronto. (Y ya.)

 

Nada hay nuevo debajo del sol

Cuando se aproximan las elecciones la política entra en celo y los políticos se animalizan y no atienden a nada que no sea el orgasmo electoral.

Porque nos puede servir de contexto, mis valedores. Dicho hace seis años en nuestro programa Domingo 6 (Radio UNAM),  ¿difiere de lo que hoy se afirma o se niega en la estridencia verborreica del gradualismo, del  cortoplacismo? Juzguen ustedes.

Y cuántos barriles de tinta, cuántos charcos de saliva se arrojan en el análisis del tinglado que el Sistema de poder la levantado para remachar la manipulación de unas masas ávidas, dependientes y desprotegidas, con nuevas paladas de carbón a la caldera politiquera  que acaben de  enfervorizar a los esperanzados a favor de este y en contra de aquél de los cinco candidatos no de todos nosotros, sino del Poder. El enajenado con la política de corto plazo:

– ¿Para ti quién ganó el debate? ¿Afectó la ausencia de López Obrador? ¿Y las propuestas de Campa, de Patricia Mercado,  de Calderón? ¿Tú le crees a Madrazo?

Al hipotético preguntón le respondo: ¿qué dice, al respecto, la historia? ¿Del primer Nopalito al actual se ha producido ese cambio que de aquel Pascual al  Vicente de hoy día prometieron a las masas sociales? ¿De Ortiz Rubio a Fox cuánto se ha depreciado el poder adquisitivo del asalariado y crecido el de los Slim? Los candidatos, ¿son nuestros candidatos, líderes naturales que  desde la fábrica, la oficina, el pequeño comercio o el agro, han venido trabajando con nosotros en la tarea de modificar para el bien colectivo las condiciones dificultosas del paisanaje? ¿Los candidatos, por contras, no lo son de los partidos políticos? ¿Son de la base social de los tales partidos o de la cúpula? ¿El Poder es aliado nuestro en la tarea de lograr ese cambio histórico que con tanta urgencia necesitamos, o es enemigo histórico de ese cambio, que significaría sustituirlo por un gobierno al que habremos de obedecer como sus mandantes? Ese cambio, ¿es tarea del Sistema o de todos nosotros? El insistente:

– ¿Pero en el debate del pasado martes quién resultó vencedor?

– Pregúntele a su vecino, a su pariente, al compañero del taller o la oficina.

– ¿El tiene cultura política y está autorizado para darme una respuesta satisfactoria?

–  El sabe tanto como usted mismo, pero escuche su respuesta y sabrá que su criterio político, como el de todas las masas del país, está perfectamente moldeado,  modelado y condicionado, por los voceros oficiosos de radio, medios impresos y, sobre todo, de Televisa y TV Azteca. Pero eso sí: cada uno de los que den a usted su opinión van a estar convencidos de que tales son sus opiniones, no las de los enajenadores de radio, periódicos y televisión.

– Bueno, sí, pero el debate.

– Copia de prácticas gringas, que una claque política tan mediocre como la mexicana no es capaz de crear, además de que la condiciona su vocación colonial.

– Pero la votación…

– La votación. Los votantes tenemos plena libertad de elegir al candidato que nos ofrezca los mejores proyectos de gobierno, pero no el poder para obligar al  candidato a que  cumpla sus compromisos de campaña. ¿Qué nos dice la historia en torno a promesas y realizaciones de LEA, JLP, el primer mediocre de las cejas alacranadas (De la Madrid) y Salinas, Zedillo, Fox?

Pero el esperanzado irredento: Bueno, sí, pero con AMLO va a ser distinto. O con  Madrazo, Patricia Mercado, Campa Cifrián. ¡Con el chaparrito Calderón ya la hicimos! Tan buena gente como parece…

Es México. (Mi país.)

El orgasmo del voto

En las elecciones los políticos mexicanos creen que pueden ganar, y el olor de la victoria los empuja a arrollarlo todo. Buscan con desesperación el orgasmo de los votos, y como se están disputando a la hembra electoral, rechinan los dientes amenazantes, lanzas acometidas salvajes y tiran zarpazos sin recato alguno.

(L.M. Anson, citado por F. Arreola.)

A tiro de piedra, mis valedores. Nuestro voto se ubica a la distancia de cinco días del siguiente domingo, cuando todos los votantes vamos a sufragar. A cruzar una papeleta, y ya. Es todo. Ahí termina el papel activo de las masas sociales en el terreno del ejercicio político que se rige por el sistema de la democracia representativa. De ahí en adelante el  triunfador en los comicios va a mandar sin obedecer, y los votantes a obedecer sin mandar. Democracia representativa.

En fin. La caldera político-electoral se requema en plena ebullición, con una presión tal que  la  aguja marca la línea roja. Ya irá cediendo de manera paulatina y aminorando los hervores, y lo inevitable: muchos de los votantes caerán en la exaltación y otros tantos en la inconformidad o la resignación.  Qué más. Qué otra cosa se puede esperar de esa maniobra ambigua que los mercachifles nos han vendido,  carísima, por democracia.

Eso, a partir del domingo próximo. Por hoy, mientras tanto, el ánimo colectivo  anda a estas horas bailando al son que le toca la diarrea de opiniones, consideraciones  y puntos de vista que se generan en radio, televisión y medios impresos, y al ritmo del son verborreico la masa social ya se alegra o se enfurece, ya se alienta o desanímase, sin detenerse a reflexionar en qué medida piensa con cabeza propia o ajena, y que el suyo puede ser un estado de ánimo inducido por intereses ajenos; contrarios, incluso, a los de las masas sociales.

Hoy, por lo pronto, padecemos el tiempo de las encuestas, imitación servil de sistemas políticos como el del vecino imperial. A estas horas nuestro país se estremece y convulsiona al sonoro rugir de la encuesta de opinión. «¿Qué opina usted de..?»  Esto, cuando otra debe ser la pregunta fundamental: «¿Sabe usted algo del tema?» Y una más: «¿Usted qué sabe del tema

Pero no. Nuestro amor propio nunca se privaría de contestar cualquiera de las preguntas de cualquier entrevistador sobre el más abstruso, el más complicado de los temas propuestos. «Yo opino que…»

Las encuestas. En torno a la escandalosa proliferación de encuestas que se han perpetrado, sé lo que digo, se escandaliza el matutino español:

«Los medios mexicanos están completamente inmersos en la batalla de las encuestas (…) Desde la campaña presidencial de 2000 -que acabó con Vicente Fox como ganador y supuso la alternancia de Gobierno- las encuestas electorales comenzaron a vivir una edad dorada que en la campaña de este año se ha convertido casi en una fiebre. Según los últimos datos del IFE, entre el 12 de abril y el 26 de mayo se publicaron 680 encuestas. Una media de catorce al día«.

Pues sí, pero la plaga de las encuestas no viene sola, que la acompaña un achaque más: el debate. Tres se han ejecutado, y alguno de los candidatos, al pretexto de que ese ejercicio representa un muy valioso material para que el votante posea materia de juicio a la hora de cruzar la boleta electoral (algo por demás improbable), ¡pedía una docena!

El debate. A propósito y a modo de comparación muy a propósito como para leer entre líneas: uno de los debates del sexenio anterior, AMLO ausente… (Sigo mañana.)

Tres XXX

Excitante la cita con esa mujer. Asuntos del corazón. Ya al pardear de la tarde arribé al recinto escondido en la entraña del edificio donde ella me recibió con su sonrisa de luz y el rebrillar de sus garzas pupilas. Sabia, diligente, me recostó, desabrochó botones y corrió cremalleras. Yo, semidesnudo, sentí en mi pecho recorrer la tibieza de sus dos manos. Cerré los ojos. Me dejé llevar por los preparativos del ritual. Suspiré. Mi corazón comenzó una irrefrenable taquicardia. Casi virgen y no acostumbrado, ¿no iría a sufrir? Como todo novatón era un penco desbocado, el muy penco. “Tranquilízate”, su aliento tibio en mi oreja. “¿Es tu primera vez?” La segunda. Le tuve que describir la primera. «Fue en un camastro, con un varón».

Me escuchó, y entre sofocos llegamos al final. Pero tanto le había interesado mi primera vez, que  la anotó en una carpeta.  «¿En un camastro?»

– Del ISSSTE, sí.

Y que ya en el camastro el facultativo se me vino encima echando mano a sus fierros como queriendo operar; bitoques, agujas, estetoscopio y ese aparato con el que mi corazón trazó caligrafías como palotes de párvulo que, juró el del ISSSTE, eran simples latidos, y el resultado del examen: un corazón perfecto y normal, pero caprichoso y excéntrico. Un costalito de mañas, mi corazón. “Obsérvelo, me dijo el cardiólogo.  Todo marcha a compás, pero enrevesado”. Algo que mal pude entender, a lo neófito, y que yo esa tarde explicaba a mi amiga la doctora:  al modo de Calderón, que es zurdo de derecha, mi ventrículo derecho resultó de rosca zurda, razón por la que la aurícula envía la sangre al contraflujo, cuando lo cristiano en este país es que irrigue sólo el área derecha, la del Verbo Encarnado. «No, y las precordiales están emplazadas en el centro-izquierda». Y los espasmos. Que lo raro es que se acalambren de aquí para allá en lugar de fruncirse de allá para acá. “Extraño. ¿Puedo sacarle algunas gráficas extra para los Colegios de Medicina?”

“Y una más para Ripley.  Para Casos de Alarma.

Tal fue mi primera vez. Ahora, tras del examen a que me sometió la amiga  doctora, mis niñas se clavaban en esos signos indescifrables que mi corazón, con la inhabilidad de niño de párvulos, había rayoneado en el papel, resultado del electrocardiograma que, según la doctora, mostraba las excelencias de un corazón sano al ciento por ciento. Sin más.

“¿Pero por qué un electrocardiograma, compañero? ¿Algún dolorcillo en el pecho, el brazo izquierdo, en la..?”

Ningún dolor. Precaución. Fuerte y sano me sentía cuando fui a consultarla. «¿Entonces?»

Le expuse la razón de mi pánico ante el riesgo de que se me pare. “La tensión a que lo somete la politiquería barata, carísima.  Millones de anuncios publicitarios, imagínate. Proyectos, promesas, buenas intenciones, planes y compromisos de unas campañas loderas, excrementosas. Yo, con mis ventriculitos enrevesados, temo que mi corazón no resista la segunda agresión: conocer al que seis años va a manosear el país. ¿Te imaginas?»

Se regreso a mi soledad ya era noche cerrada, ya acompasado el latir de un corazón ahora tranquilo, pacífico después de que la amiga doctora me lo amansó.  Y la paz.

¿La paz? Cuál paz.  En mi primer sueño sonó el celular. La doctora: «No puedo dormir. Taquicardia. Temo que no resista mi corazón. Todo fue culpa mía».

Imprudencia la suya. Que sin medir el peligro escuchó todo el debate de los candidatos.  «¿Algo en tus grillas de teoría política pudiera calmarlo?»

Ya no pude dormir. (Tétrico.)