¡Puto!

Y el macho muy macho continúa vomitando su homofobia en los estadios futboleros. Aquí, con su sintaxis peculiar, la crónica del defensor de la preferencia sexual distinta que inicié ayer.

En su Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España, Bernal Díaz del Castillo dice que: habiéndose reconciliado después de encarnizado pleito con el Gobernador de Cuba, Diego Velásquez, durmieron juntos para señalar su entrañable amistad estos concuños, pues eran casados con dos hermanas.

Jerónimo de Aguilar vivió como esclavo de un cacique en Yucatán. El  le dio a cuidar sus hembras, que andaban todas desnudas,  pues el fraile se caracterizaba por ser piadoso y respetarlas del todo. ¿No es este un eufemismo para ocultar su homosexualidad?  En los libros españoles suelen emplearse términos cristianos como piedad, virtud y respeto, pues de quien siquiera se insinuara que era gay acababa en las mazmorras  de la Inquisición,

La cultura latina viene de los Etruscos, cultura de la ginecocracia y la poliandria, “esto es, que las mujeres eran quienes gobernaban y quienes tenían varios hombres o esposos; el machismo no existía en esos orígenes”. El Imperio Latino nace de la más elevada expresión del refinamiento cultural: la civilización griega. “Grecia crea y da al Mundo la Filosofía, el Teatro, la Historia (Herodoto), la Etica, etc.

Con la influencia griega el imperio romano cambia el curso de la cultura sexual y deviene preferentemente homosexual en sus hábitos y usos sociales. En la portentosa cultura de la Grecia antigua “Cuando el hombre decide casarse con mujer, en el himeneo la mujer ante el tálamo nupcial, en la obscuridad debe portar una piel de cordero sobre el pecho para evitar así el impacto negativo en el hombre que, habituado a los hombres, ya ahora posee un cuerpo lampiño, y no uno velludo como otrora”.

En Iberoamérica “Cuando el Imperio Español funda los países latinoamericanos es un ente religioso fanatizado como todo el Universo de ese estoico momento histórico” (Séneca).  Lo grave: el  Reino de España posee tres religiones judeo-cristianas-monoteístas y milenaristas que son intolerantes y por ende tendientes a cometer todo atropello y crimen. Por razones más políticas y económicas que morales o religiosas persigue con un bestial frenesí, muy ortodoxo y dogmático, entre tantos pecados, la herética y la apostasía; el ser homosexual es ser apóstata del Diablo según sus instituciones civiles y religiosas llamadas Brazo Seglar y Brazo Secular. Así la Iglesia católica llevó a la hoguera, a la picota, a la mazmorra y la horca, o quemó en efigie, homosexuales que por cierto no son miles como se cree; más se matan hoy día. Esas tres religiones medio-orientales cubren el mundo conocido con su sexismo, machismo y homofobia. Ni aun con su maquinaria criminal de terror (el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición por ejemplo) pudieron liquidar a los homosexuales; no pueden ni podrán porque los heterosexuales los engendran y, porque son normales o sanos. Aun la Organización Mundial de la Salud así lo determina.

Hoy la mayoría del planeta somos monoteístas. Todos los pueblos politeístas, sin excepción, han admitido la homosexualidad y la bisexualidad así como el hermafroditismo y todas las variantes sexuales. Los pueblos monoteístas son intolerantes ante el polisexualismo o la polisexualidad. El monoteísmo es una creación de las tribus judías del Medio Oriente. Aun hoy más del 70 por cien del Globo mata homosexuales. Por cuanto al lesbianismo… (Esto, después.)

¡Puuuto!

Y es que la lucha del homosexual frente a la crispante historia de homofobia y agresión del macho muy macho exhibe tintes heroicos. Aquí, para ilustrar el fenómeno de la descalificación de la diferencia, copio un fragmento de Identidad latina, documento ilustrativo que me hace llegar un esforzado de los derechos del homosexual. Con sus arcaísmos:

El Tribunal de la Inquisición, lleno de piedad cristiana, para salvar nuestra alma en la Gloria Eterna nos asesinaba de 1183 a 1834 en Francia, Alemania, Italia y España. Aún hoy se sigue perpetrando tal genocidio. ¡Y qué decir de los indios! Don Francisco López de Gómara, hombre sabio y prudente, escribe en su monumental obra de arte de la literatura universal denominada “Cosas Generales de la Nueva España o Hispania Victriz”:

“Estos indios son dados a ese placer y contento y son putos ellos en demasía, en detrimento de la Ley y el Orden de Dios quien todo lo crió”.

En América del Sur Vasco Núñez de Balboa, Adelantado del Siglo XVI, con su tan elevada piedad cristiana mató con perros todo un pueblo de indios sólo porque practicaban, como parte de sus ritos que los unían en vínculo con las ultraterrenas divinidades, la homosexualidad. El mismo Marqués del Valle, en su Primera Carta-Relación de la Justicia y Regimiento de la Rica Villa de la Vera Cruz a la Reina Doña Juana y al Emperador Carlos V, dada en Nueva España en fecha 10 de julio de 1519, dice en hablando de los naturales:

“Todos son sodomitas y usan aquel abominable pecado”.(En Latinoamérica políticos homosexuales lanzan diatribas histéricas contra la homosexualidad.)

En el siglo XVII, en el Virreinato de la Nueva España (hoy Méjico), figuran en este campo dos ínclitos personajes antagónicos entre sí, la poetisa Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana, mejor conocida como Sor Juana Inés de la Cruz, lesbiana cuya imagen aparece en la moneda mejicana, mujer enamorada de dos excelentísimas señoras virreinas: la Marquesa de Mancera primero, y más tarde también la Marquesa de la Laguna.

En su poesía hallamos su grande amor por esas dos damas de Villa y Corte. Por ser mujer, por ser libre y por ser lesbiana, la poetisa ganó el odio y la ira del poderoso arzobispo misógino don Francisco de Aguilar y Seixas, que en sus aberrantes delirios prohibió el estudio, la escritura y la música a Sor Juana, a quien ordenó deshacerse de todos sus libros e instrumentos científicos y musicales. En ese siglo la mujer tenía que casar con varón o con Cristo; la poetisa casó con Cristo en la fe. Aguilar y Seixas, rompiendo con el protocolo, no fue a apersonarse ante el excelentísimo señor visorrey Conde de Galve cuando éste tomó a su cargo el gobierno del reino de la Nueva España para no tener que ver a la señora virreina porque era mujer.

La conclusión del estudioso: “Ni aun con su maquinaria de terror (el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, por citar un ejemplo) pudieron liquidamos a los homosexuales (aun hoy más del 70 por cien del globo mata homosexuales), no pueden liquidamos ni podrán porque los heterosexuales nos engendran, y porque somos normales o sanos; incluso la Organización Mundial de la Salud así lo determina. Aun cuando Pro Vida y sus religiones dicen que somos enfermos, no pueden probarlo, son sólo afirmaciones gratuitas.

Lo absurdo, lo paradójico: la iglesia católica, que odia a los homosexuales, se sirvió de miles de artistas homosexuales en la historia para fabricar sus maravillosos templos y palacios. El gran Miguel Ángel es un ejemplo”. (Esto sigue después.)

Usted no puede morir

(A su hora me informaron que mi padre había muerto allá, en su nidal zacatecano, pero juro que está vivo todavía, o qué hiciera yo sin esa estrella polar. Aquí, el retablillo anual a Don Juan, mi padre.)

A usted le hablo, señor; a usted que es como la patria: inaccesible al deshonor, y de quien se aprende (con el ejemplo) valores morales de los que norman la humana conducta: justicia, verdad, libertad, amasijo que da sustancia a la varonía. Porque usted fue (es) decencia, dignidad y humanitarismo en todos sus actos de cada día. Porque tan comprensivo fue para con los demás como severo con usted mismo. Porque valedor lo fue de todos, y generosidad y humanismo en el trance en que hay que abrirse las telas del corazón. Filósofo de lo fugaz, del fatalismo suave y sin estridencias, usted se mantuvo tan ajeno al ruiderío como aledaño de la sonrisa y el buen humor. El  pudor y el decoro, la vergüenza y la dignidad, padre Juan.

Lo miro y miro de ojos adentro a tal varón de virtudes, pura reciedumbre y verticalidad, y una conciencia que en la humana conducta sólo un par de colores distingue: el blanco y el negro, sin más; el de la dignidad y el de su contraparte; sin medias tintas y sin matices, sin disculpas ni tartufismos. Sin más.

Miro esos ojos donde se columbran, machihembrados, mansedumbre y rebeldía, severidad y comprensión, la tolerancia, la gravedad y el humor juguetón, como también  una que otra lagrimilla de las enjundiosas, todo a su hora. Porque claro, usted tiene el don de las lágrimas, y ese don me lo enseñó a practicar con mesura; con decoro, aclaro; con claro decoro. Mis valedores:

Zapatero de nacimiento, o casi, don Juan fue cristiano en el mejor, en el único sentido del vocablo, el de la obra de amor a sus semejantes; religioso y creyente fue, pero sin fanatismos, sin sectarismos, sin dogmatismos, y tan respetuoso del ajeno derecho, la disensión y la disidencia, como de lo propio y lo natural. Mi padre, filósofo sin tratados de filosofía, antes de echarme su bendición porque la vida nos separaba me dijo cosas: que si habrá que volar sobre el vocerío y la estridencia, y volar tan alto como lo acepten las fuerzas; que apartar de sí la quincalla y moldear el espíritu; que, rebelde a toda mediocridad, “álzate, vuélvete pura ánima y después de encomendarte a Dios, el tuyo; sé siempre varón a los ojos de tu conciencia, tu único juez”. Y me echó encima su bendición, y con ella (sé que alguno me va a entender) me tornó indestructible, invulnerable con su bendición. La de Don Juan, mi padre…

Óigame, usted que me hablaba quedo y sonreía:  frente a mi zozobra lo miro todo el tiempo, y de tarde en tarde frente a mi paz interior, cuando  emparejo mis hechos a mis proclamas. Lo tengo enfrente, donde quiera que estemos usted y yo, y sonríe, y sé entonces que para mí nada está perdido. Eso es todo, padre Juan. Con mi amor, el testimonio: usted es la sabiduría que encamina, el consejo que guía, la ponderación que sosiega,  el ejemplo que incita, la ausente presencia que sanciona mis actos y el impulso para poner la proa hacia esa estrella inasible. La conciencia de mi conciencia. Usted, padre Juan.

Muy cierto, señor; ya lo veo, incómodo, menear la cabeza. Decirle esto que le digo salía sobrando, y en público, más aún; pero cuántos de quienes en fecha impuesta celebraron, uncidos al calendario del comercio y del regalito, tienen seco el corazón para la figura del padre. Algo podrá decirles esto que le digo a usted, padre Juan. Y la paz. (A su memoria.)

Al sonoro rugir del balón

Sigo aquí la añoranza del chiverío que enajenó al mentecato que fui de joven, y la reanudo con el recuerdo del Tigre Sepúlveda, que en la defensa central ganaba contiendas con la pura estampa de una camiseta a rayas, unos mostachos aguamieleros y un mirar así, miren, de fiera en brama. Y a palidecer, esos margaritones del Atlas, que allá viene el Tigre…

Te honro a la vuelta de tantos ayeres,  zambo aborigen genial,  pesadilla de rivales, honra y prez de Atemajac. ¡En la defensa izquierda Jamaicón Villegas, y ya!

Nuño: sacrificio, entrega, dinamismo puro y puro pundonor. No, y aquel inolvidable… ¿cómo se llamaba el inolvidable tirador de media distancia? Qué  inolvidable zurdo era ese que se me olvida, que manera de avanzar: pique, freno, descolgadas escalofriantes y el sonoro rugir del balón al ángulo superior de la portería. ¡Y autogol del inolvidable! “Mis” chivas.

Como si lo estuviera viendo: Marimbas Vidrio mentado. Me acuerdo que cuando en el área chica se picaba con el balón… Un momento; el Marimbas Vidrio no, que ese era de los otros, de los defensas del Atlas. Es que de aquello hace ya tantos diciembres…

Pero tú cómo te me ibas a olvidar, símbolo garrochón de mi juventud primeriza. De pie te saludo, chiva grande, tú al que así anunciaban todos los altoparlantes de todos los estadios donde se practica el futbol:

“¡En la portería de las Chivas ¡Jaime… Tubo… Gómez!»

Palcos, sombra preferente y sol general se cimbraban y se venían, aunque sólo de porras y aplausos. ¡Ah, Tubo de mil batallas, espejo y flor de «mi» chiverío desde  chivito de las fuerzas inferiores hasta que llegaste a chivón! Tubo afamado que por el honor del Rebaño Sagrado salías a partírtela (la madre nomás); Tubo que fuiste honra y prez del  rojiblanco cuando no era propiedad de algún mercachifle vergara, sino de un consejo de beneméritos  que ni dueños parecían. El Guadalajara de los Colomitos lejanos, allá por los rumbos de un Zapopan por aquel entonces todavía limpio de narcos. Colomitos fragantes…

Dije Colomitos y de golpe se me viene el paisaje sombreado del que fue establo del chiverío y querencia de mis años nuevos, los que se me murieron en olor de virgen zapopana y de primerizo amor: Con la ilusión de que volvieras – mi corazón abrió la puerta – y tus pisadas confundí – con el latir – del corazón. (Me los estoy sintiendo mojados; los ojos.)

Me he puesto a rememorar el perfil de «mis» campeonísimas Chivas de los años 60, cuando no había en todo sol general un fanático más entrañudo que yo, mentecato y pobre de espíritu que,  héroe por delegación, con otros tan mediocres como yo juraba que “jugamos bien.  Fuimos contundentes a la hora del escopetazo. ¡Goleamos!” (Y nunca había tocado un balón.)

A esto quería yo llegar: en estos tiempos crispados de perras bravas, merolicronistas logorreicos y fanatismo inducido,  tal como el dipsómano que logró la curación y el vicioso que venció el cigarrito, yo obediencia a los manipuladores de la TV nunca más. Renegué de la exaltación impuesta que me traía delirando y me lavé de esa mugre mental. Crecí mentalmente y ejercité el oficio de pensar y el de la autocrítica. De aficiones sólo el libro y unas faldas, que no pantalones, de mujer. Hoy, columbrando ya el aletazo de la muerte que vive dentro de mí,  mantengo sólo mis tres deseos bien cumplidos: la comida sana, antes del sueño acopiar un nuevo conocimiento, y el sexo alumbrado por ese juego y fuego fatuo que es el amor.

Es cuanto, y a vivir. Qué más. Qué mejor. (Vale.)

Perra brava

El futbol, mis valedores. Va aquí, memorioso, el relato de mis años mozos,  los de mi primera juventud (hoy vivo la quinta, pero a todo vivir en amor y compañía. Qué más. Qué mejor). Recuerdo que posaba mis dos reales en el graderío del estadio y enronquecía vomitando porras al “equipo de mis amores”, frase de los Angel Fernández y Fernando Marcos, merolicronistas de aquel entonces  en cuyos fervorines encendí mi sangre y vitoreé a “mis” chivas. Qué tiempos…

Hoy día, porque percibo una atmósfera irrespirable con las cubetadas de saliva con que los mercachifles del duopolio encienden los sesos y los esos de los pobres de espíritu, va aquí la añoranza de “mis” chivas del Guadalajara. Yo, un manipulado más, que sin  nunca hasta entonces haber tocado un balón y  a dos nalgas frente a aquel  cinescopio todavía maniqueo, que todo el mundo percibía blanco o negro, sin más, me apropié de las “hazañas” deportivas del chiverío y con ellas,  mentecato de miércoles, fui héroe a trasmano, como tantos de hoy. (De esa la mugre me lavé a tiempo, como también del licor, el cigarrito y el cinescopio. Ya despojado de esas sucias escamas, entonces sí, a vivir. Y así hasta hoy.)

Hoy, ante el aquelarre de unos pichoncitos lampareados a los que los alquilones de la TV me los  traen de mirones en brama futbolera, pienso en los tiempos, qué tiempos aquellos, en que fui  uno más dentro de esa escalofriante escandalera. Yo, fanático del futbol. Horroroso.

El estrépito de la copa mundial me lleva a recordar mis tiempos de Perra Brava, y al filo de la nostalgia rememorar el perfil de las Chivas de los 60s, cuando no había en todo sol general un más delirante fanático, ni un más gritón ni un más alborotero, en la zurda el cigarrito y en la diestra el lúpulo.  Atroz.

El Guadalajara pues, aquel rebaño de las fragorosas contiendas contra los margaritones del Atlas, los  mulos del Oro o el aborrecible América. Presentes tengo en la mente a los once símbolos chivas, “héroes” que tenían los tamaños de un Héctor Hernández, canela pura, goleador de veras. Ah, driblador de prosapia; aquella su suavidad para escamotear el esférico, burlar al contrario y lanzar el trallazo que va a tronar en el mero corazón del marcador. ¡Héctor Hernández, me estoy poniendo de pie!

Recuerdo a «mi» Chava Reyes, el cabeza de melón: fino a la hora de esconder el esférico, pasarlo, desmarcarse, recibir como mandan los cánones, fusilar y ¡el Guadalajara se trepa en el marcador! «Mis» chivas…

Bujía del equipo, batallador incansable, te recuerdo ahora, Chololo Díaz;  calzones guangoches y esa tu marunga que hoy apodan chanfle, y que en las manos del guardameta rival fue brasa y pólvora, para enseguida…¡gol! Isidoro Díaz, el Chololo…

Fino porte, señorío, verticalidad; chiva por antonomasia, el capi Jaso postulaba en cada disparo al arco su filosofía futbolera: fuerte, raso y colocado. ¡El capi Jaso toma el esférico, se pica por el área central, dribla a un contrario, dribla a dos, dispara y …¡gol de la chiva contra los Cremas del Tigre Azcárraga!

A ti te miro en mi mente, Chuco Ponce mentado, constructor de juego y habilitador de unos pases en profundidad que se encargaba de convertir en anotaciones aquel afamado Mellone Gutiérrez. Y quién no se alza escuchando tu nombre, pasta de inmortal Mellone, que burilaste aquel gol que te iba a convertir en ídolo de todo San Juan de Dios y anexas, gol anotado de nalga; la zurda, para más mérito. Mellone Gutiérrez y… ¡Goool! (Enronquecido gañote,  sigo mañana.)

El hincha

Aquí un esbozo del retrato hablado de ese pobre de espíritu  domesticado por la televisión que hoy se regodea con “su” empate en Brasil. El fervor por un equipo, el uso de unas insignias, un determinado color,  los gritos a coro, son una compensación para aquél cuya vida, en lo social e individual, es de vacío y lobreguez porque una sociedad opresiva lo ha despojado de todo significado. Sigue el psicólogo social:

– El hincha es casi siempre un asalariado, mantenido siempre al margen del poder y que formó su propia élite de pequeños fracasados e impotentes:  la élite de los hinchas que tienen el orgullo de todo  mediocre.

El mediocre: ganamos, anotamos, y no se ha movido del graderío o está viendo la pantalla de plasma. Empatamos.  Esta identificación con “su” equipo significa que aunque no toca un balón puede, como hincha de “su” club, apropiarse de las acciones del jugador en la cancha y así hacerse la ilusión de que ha conjurado la angustiosa soledad en que vive y formar parte de una multitud; se niega a reconocer la pasividad a que lo somete el Poder y se satisface con las “hazañas” ajenas; se enorgullece de minimizarse, de no ser nada frente a su club, que lo es todo.  Sigo con la síntesis de El hincha, del escritor Mempo Giardinelli:

Amaro Fuentes, un viejo cuya vida tenía el solo objetivo de ver campeón a “su” equipo, y cuando en su lejana Buenos Aires (vivía en Asunción) “su” Vélez Sarsfield anotó el gol que le confería el campeonato, “lanzando trompadas al aire, dando saltitos y emitiendo discretos alaridos, dio la vuelta olímpica alrededor de la mesa, eligió su mejor traje y  la corbata con los colores de Vélez. Crepúsculo.

Ya en la calle caminó  hacia la plaza, fue a la parada de taxis, eligió el mejor coche y lo abordó con la suficiencia de un ejecutivo que acaba de firmar un importante contrato.

– A recorrer la ciudad, y tocando la bocina. Vélez salió campeón.

Bajó los cristales de las ventanillas, extrajo el banderín del saco y empezó a agitarlo al viento en silencio, con una sonrisa emocionada y el corazón galopándole en el pecho, sin importarle que la solitaria bocina desentonara con el atardecer ni lo que le costaría el taxi; pero carajo, se justificó, el campeonato me ha costado una espera de toda la vida y los muchachos de Vélez se merecen este homenaje a mil kilómetros de distancia.

En La Estrella, Amaro vio la mesa de habitués que los domingos se reunían para comentar la jornada futbolera, y que cuando descubrieron el taxi, con la solitaria banderita asomándose por la ventanilla, se pusieron todos de pie y empezaron a aplaudir. “Más despacio, Juan, pero sin detenernos”. Amaro se esforzaba por contener esas lágrimas que resbalaban por sus mejillas, y los aplausos se tornaban más vigorosos y sonoros para Amaro Fuentes, el amigo que había dedicado su vida a esperar un campeonato. Alguno gritó viva Vélez, y Amaro ya no pudo contenerse y le pidió al chofer que lo regresara a su casa.

Entró en silencio. Su corazón se agitaba de forna desusada. Un cierto dolor parecía golpearle el pecho desde adentro. Necesitaba acostarse. Lo hizo sin desvestirse y encendió la radio a todo volumen. Un equipo de periodistas, desde Buenos Aires, relataba los festejos. Suspiró, y sintió ese golpe seco en el medio del pecho. Abrió los ojos, mientras intentaba aspirar el aire que se le acababa, justo en el momento en que el mundo entero se llamaba Vélez Sarsfield”. Fin.

A todos los millones de Amaros de mi país: felicidades, ya pueden morirse en paz. ¡Empataron!  (Uf.)

Cuñá, cuñá!

La canción de cuna, mis valedores,  azucarada tonadilla de besos, ternura y amor, que  la madre modula a media voz en tanto se filtra, por la ventana entreabierta, la luna llena. Allá, en los bajíos de la comba tenebra, desflórase de repente aquel silencioso desparramamiento de estrellas errantes. La madre, pupilas de luz, formula un deseo por la dicha del molotito de carne que se acaba de dormir. La fabulilla:

Erase que se era, allá en tiempos y regiones de los sueños color de rosa y en el lacerado corazón del basural,  un reino feliz, con un caserío al que cariñosamente nombraban ciudad perdida. Y ocurrió que una noche, en su Disneylandia de láminas y cartón, dormitaba un querubín con el  vientre  rebosante de esos bichitos que se crían en tales reinos de encantamiento: amibas, lombrices, salmonela, estafilococos. Poéticos nombres.

He ahí al querube, que llora y se retuerse en esa artística muestra de la artesanía popular que es el huacal aguacatero, forrado con páginas de “sociales”.  En eso, que entra al castillo el rey, y que al llanto del heredero se descarga del negocio que lo trajo de esquina a esquina durante el día: una caja de chicles y tarugaditas de plástico made in Hong-Kong, para luego acercarse a la cuna de tules y gasas de color azul (cachos de periódico):  “¡Cuñá, cuñá!”

– ¿Por qué llora, mi hijo?  ¿Los cólicos, las chinches, la chinche hambre?

– ¡Cuñá, cuñá, cuñá!, el serafín redobla sus lloros.

– Duérmase, mi niño, que voy a contarle un cuento de cuna. De huacal.

Y ahí, en la noche del mundo feliz, la voz abrojuda tartajea el cuento infantil. “México es mucho más que una economía estable. Así lo ven los analistas e inversionistas de todo el mundo, declara Peña”. ¿No te alegras, mi hijo? Y otra más: “El crecimiento real del país está por arriba de la inflación, lo que nos debe llevar a la acción,  afirma Luis Videgaray, titular de Hacienda. Hijo, ¿no aplaudes?

Y el prodigio del cuento de hadas: el bibelot de viva carne comienza a acallar sus lloros, a amainar el hipo, a entrecerrar los párpados. El cuentecillo infantil: “César Camacho, titular del PRI, aseguró que con las reformas promovidas por Peña se le quita el freno al país, a fin de estar en condiciones de pisar fuerte el acelerador”.

Lástima, porque a la alcoba ha entrado la reina del castillo,  en sus manos la ropa ajena, recién lavada. “Pero viejo, qué le estás contando a mi niño. Arrúllalo  con un cuento dulce, no con ese, macabrón».

– Se durmió, ¿no?

– Pero, viejo, que un cuento de ese tamaño me lo  puede traumar. Si a mí, que soy una adulta, con sólo oírlo declamar me soltó el estómago.

– Se durmió, ¿no?

Sh…lástima; a la voz destemplada del rey la criatura entreabrió los párpados, y el chillido, el alarido del querube con todo el desconsuelo que produce el  testerazo contra la realidad: el hambre, los bichos, el cólico. ¡Cuñá, cuñá! “¿Ves, mujer, por tus escrúpulos de conciencia?”

– Pero viejo, que ese cuento es para arrullar a unas masas abúlicas,  domesticadas, no a una criatura  virgen todavía.

– Se había dormido, ¿no? Va el cuento otra vez.

– Atúrdelo, pues. Atarántalo como Peña a los adultos, y que  Dios nos  perdone.

– “La economía nacional, por buen camino”, lo afirma Peña, “Yo quiero un nuevo país, un país exitoso que reconozca el potencial y talento de cada mexicano».

Es noche cerrada en el reino mágico que nombran ciudad perdida, noche lacerada a los alaridos del querubín, y qué hacer. ¡Peña, Videgaray, más cuentos, que el angelito no cesa de llorar!

Cuñá!)

¡Empatamos!

El hincha, mis valedores. La nota del martes pasado nos llega desde Pekín: Van tres aficionados que fallecen por ver el Mundial. Los seguidores pasan varias noches sin dormir para ver en directo los partidos del torneo.

¿Cómo es el hincha? Dogmático, afirma el estudioso. Cree porque cree. Su raciocinio rudimentario escapa a la gravitación de otra fuerza que no sea su  ciega pasión por su club. El hincha padece de un sentimiento de inseguridad y una carencia de identidad que lo lleva a buscar la tranquilidad emocional otorgada por su total dependencia e identificación con un grupo determinado. Considera la no pertenencia a ese grupo como fuente de desdichas. Cuanto más cerrado es el círculo más inflexible es la repulsa a todo aquél que no pertenece al mismo.

A propósito, y como para ilustrar lo dicho, va aquí un resumen de El hincha, que tal es el título de un relato del escritor argentino Mempo Giardinelli. Hoy, todavía impresionado con la enajenación, la indefensión y la dependencia que exhiben unas masas delirantes de pasión ante un equipo tricolor con vocación y aptitudes de mediocre, de acomplejado y de perdedor que prodigiosamente ha logrado un empate ante su similar de Brasil, juzgo el relato muy a propósito, porque delinea el retrato del fanático de un equipo de futbol; no ese espontáneo que a la manipulación patriotera de la televisión experimenta un repentino y pasajero fervor por el torneo internacional, sino el hincha, infeliz que nació con vocación de Perra Brava, hombrecillo que ha dedicado toda una vida de veneración y fidelidad al equipo de cuyos triunfos y fracasos se ha convertido en  héroe por delegación.

De ese barro fue modelado El hincha, un Amaro Fuentes  al que Giardinelli moldea con admiración y yo leo con la lástima que me producen los  pobres de espíritu. Impresionado todavía por los excesos y desfiguros que el empate del TRI ha provocado en unas masas indefensas que así se dejan enajenar por el cártel de los merolicronistas, por que nos miremos en tan patético espejo y tal vez queramos, podamos reflexionar, va aquí lo esencial de El hincha, que arranca con la noticia: “El 29 de diciembre de 1968 el Club Atlético Vélez Sarsfield se clasificaba campeón nacional de fútbol. A la memoria de mi padre, que murió sin verlo campeón”. Y el inicio del cuento:

“¡Goool de Vélesársfiiil! –gritaba Fioravanti. (Aullaba el tal. Conozco su pinta de manipulador de aturdidos.)

– ¡Gol! ¡Golazo, carajo! –saltó Amaro Fuentes frente al receptor.

Avecindado en Asunción y nostálgico  de su Buenos Aires, con el paso de los años se tornó un solitario, aferrado a una sola ilusión. La vejez le cayó encima con  la debilidad de su vista, la pérdida de los dientes, la artritis. Como nunca había ahorrado dinero ni había sentido jamás sensualidad alguna que no fuera su amor por Vélez Sarsfield, su vida continuó plena de carencias. “Su cuerpo lleno de arrugas, su pasividad, su estoicismo, su mirada lánguida y esa pasión velezana que se manifestaba en el escudito siempre prendido en la solapa del saco…”

Y que el campeonato era lo único que esperaba de la vida monótona “que sólo se justificaría si Vélez salía campeón”. Y el final del relato: “¡Gool de Vélezsársfieeel!

Amaro, llorando, sintió que jamás nadie había interpretado tan maravillosamente como Fioravanti la emoción de un gol. Vélez se clasificaba, por fin, campeón nacional de fútbol. Segundos después de ese gol, cuando estaba por finalizar el partido, Amaro estaba de pie. (La suerte del infeliz,  mañana.)

¡Chicharitos!

Abandonados, desatendidos por el gobierno, los pobres han caído en manos de la televisión.

Y sonó la hora del  clásico pasecito a la red, esa locura colectiva de los héroes por delegación mañosamente inducida por todos los medios de acondicionamiento social. Aquí la trascripción de opiniones diversas, iniciada ayer aquí mismo, de estudiosos y especialistas que analizan ese fenómeno de enajenación colectiva:

El futbol es un modo de que siga existiendo la sociedad de clases y a la vez la sociedad de clases es un modo de que continúe existiendo el futbol. Hay entre ambos un acondicionamiento recíproco.

Considerar que el fanatismo del futbol se combate sólo con el incremento de bibliotecas populares, como creen ciertos ingenuos progresistas, es ignorar que la “incultura” no es sino una expresión inofensiva y superficial del terrible fenómeno de la alienación en la sociedad moderna, en la cual el futbol juega un papel central.

La pasión por el futbol es agitada en los pueblos a los que el imperialismo mantiene sumergidos en la emotividad más primitiva y elemental de los ritos que caracterizan a la etapa infantil de la humanidad.

El hincha casi siempre es un sujeto de cara encendida, mejillas como inflamadas por el sol, bocaza perrera o mastinesca, pelo crecido, ojos canallas y léxico bravoso. Carne de cañón. Cae a los estadios como la langosta, como los cascos de una tropa de caballería y lo aplasta todo. Se posesiona de las zonas populares y vocifera desde allí palabrotas que hacen rechinar sus mandíbulas; con tanto entusiasmo las vomita al espacio.

La cultura de masas en general, y el futbol en particular, tienden a destruir la ideología de la clase obrera, la conciencia de clase, ofreciendo modelos para toda la sociedad, para todas las clases sin diferenciar, que borren en un nivel imaginario el aislamiento y la desintegración de los trabajadores.

Y que más allá de lo estrictamente deportivo, este suceso tiene implicaciones económicas muy importantes por distintas vías. Los comerciantes calculan que se van a adquirir nuevas pantallas de plasma y a consumir más bebidas de toda índole y sabor. Sobre este fenómeno de masas por excelencia lo afirma  Leo Zuckermann: “La televisión ha convertido el futbol en una gran telenovela. Cada equipo es una telenovela. Es una historia interminable sin final feliz o triste. La historia de siempre continúa. Hay momentos de alegría eufórica y de angustia depresiva.

Euforia y angustia. En una de esas cayó el Tricolor, y lágrimas de glicerina, el merolicronista:

“Los dramáticos perfiles del futbol -triunfo y derrota, sudor y lágrima, plenitud  y sufrimiento- se sucedieron ayer, como el deshojar de los árboles en el pálido otoño (¡!) Crepitación de anhelos y angustias, clamores rotos por la emoción, sentimientos tan claros como el agua y tan profundos como el abismo; voces argentinas y cascadas en un mismo orfeón; el penalty, verdugo implacable; el gesto del vencedor, el visaje del derrotado; la tristeza, mohín insoslayable; el gol, ese martillo que hecho grito penetra el cielo. En los jugadores distinguí una lágrima… (¡!)

Conclusión: si las masas  son ignaras y apáticas no es por inferioridad moral o física, sino sólo por las barreras que imponen la pobreza, el analfabetismo y los prejuicios sociales, y porque las  minorías que detentan los medios los utilizan para mantener a las mayorías en un estado de ignorancia y miseria. Los del Poder están interesados en perpetuar la separación entre la cultura y las clases oprimidas. (Uf.)

La flauta mágica

El flautista de Hamelín, mis valedores. ¿Recuerdan ustedes esa leyenda? ¿La desconoce alguno? Aquí, de memoria, redacto la síntesis de una conseja que arranca en el siglo XIII europeo:

Ocurrió que el poblado alemán de Hamelín fue sacudida por una plaga de ratas, y no atinaban los lugareños en la manera de librarse de los roedores. De repente aparece un desconocido que ofreció  la solución del asqueroso problema; mediante el pago correspondiente libraría de los bichos a la ciudad. Los aldeanos se comprometieron al pago, y ahí se inició la maniobra correspondiente: el fuereño tomó su flauta y comenzó a sacarle unos sones extraños, misteriosos, a cuyo sonido todas las ratas salieron de sus escondrijos e hipnotizadas se fueron detrás del son. Ya congregada la nata de roedores en derredor del flautista, el personaje se dirigió hasta lo alto de un acantilado, y la solución: todos los roedores perecieron ahogados. El  misterioso personaje reclamó su recompensa, pero los payos se negaron a pagarle. Ofendido, el de la flauta desapareció de Hamelín.

Tiempo después, la venganza: con los lugareños orando en el templo,  el de la flauta volvió a tocar su instrumento frente a los niños que, hipnotizados, avanzan hasta el acantilado. Luto general. Llanto y rechinar de dientes.  Cumplida ya su venganza, del flautista nunca más se volvió a saber. Mis valedores:

La flauta de Hamelín representa el instrumento de  manipulación de los pobres de espíritu. De su enajenación. La alienación. “Y algo está alienado, dijo el maestro en la tertulia de  anoche,  cuando su existencia no corresponde a su esencia, cuando está fuera de sí”. Y en ese estado, fuera de sí, me ha traído Hamelín  a esos pobres de espíritu, penduleando entre el júbilo delirante porque “¡ya casi somos los campeones del mundo!”, y la sombría pesadumbre porque “nos clavaron tantos goles en tres partidos”. Y la aclaración pertinente:

No voy a tratar ante ustedes un asunto de miércoles como es el del clásico pasecito a la red.  No voy a escribir de futbol, que maldita la gracia que me hace el negocio  de la manipulación colectiva, sino de la indefensión, la vulnerabilidad y la mansedumbre que  exhiben las masas sociales de Hamelín ante el estímulo  de la flauta que en nombre del Sistema de poder, del que forman parte preponderante, les tañen los medios de acondicionamiento social. El sentimiento pseudo-patriótico y nacionalista que depositan en el equipo de jugadores mexicanos presente en el torneo futbolero de Brasil  sirve para ocultar la falta real de una auténtica unidad nacional capaz de enfrentar la opresión del Sistema y sus recurrentes crisis económicas.

Aquí  algunas opiniones de analistas que se han abocado a examinar la reacción de las masas ante el fenómeno colectivo del futbol. “Como espectáculo para las masas sólo aparece cuando una población ha sido ejercitada, regimentada y deprimida a tal punto, que necesita cuando menos una participación por delegación en las proezas donde se requiere fuerza, habilidad y destreza, a fin de que no decaiga por completo su desfalleciente sentido de la vida.

El futbol se enraiza en comunidades urbanas donde el ser humano corriente lleva una vida sedentaria y no tiene muchas oportunidades para la labor creadora. En una sociedad donde el pueblo pudiera desarrollar libremente todas sus posibilidades deportivas, ¿el futbol como espectáculo de masas seguiría ejerciendo la fascinación que opera en nuestra sociedad y la domestica para la enajenación colectiva?” (Esto sigue mañana.)

¡Nuestra pasión futbolera!

Permítanme repetirlo porque viene muy a cuento. Esa fascinación que el futbol ejerce sobre amplias masas populares constituye un vasto movimiento de diversión y de mistificación; cumple una función de compensación simbólica. Los capitalismos lo utilizan como medio de adiestramiento gregario y control psicológico de las masas a través de sus reflejos condicionados.

Los observadores: “No tenía idea de la explosión de locura que se produce si se encierra en la misma probeta una crisis económica, un desencanto por las autoridades del país, una bolsa de café y una virgen de madera dorada, y esa mezcla se deja desintegrar bajo el sol mojado de los tristes trópicos. Jamás un país me había dado la impresión de estar enajenado en bloque, pasmado entre un pasado ausente y un porvenir ilegible. Si en ese cuerpo enorme y febril se inocula pasión futbolística, la razón se tambalea. En ese organismo en estado de baja resistencia el cáncer del futbol ataca uno tras otro todos los órganos y los roe ferozmente”.

Como espectáculo para las masas el futbol sólo aparece cuando una población ha sido ejercitada, regimentada y deprimida a tal punto que necesita cuando menos una participación por delegación en las proezas donde se requiere fuerza, habilidad y destreza, a fin de que no decaiga por completo su desfalleciente sentido de la vida.

«Ganamos, anotamos un gol», y no se han movido del graderío. Es el orgullo apasionado del mediocre. El deporte por delegación es un fenómeno  de la sociedad industrial de masas, el santo y seña de la sociedad de clases. Las clases altas practican el deporte: golf, tenis, hockey, criquet, natación, equitación, polo, etc; las clases bajas están reducidas al espectáculo pasivo del futbol. La inmensa mayoría rara vez toca un balón. El aficionado es espectador pasivo que participa por delegación de los triunfos de su equipo favorito, a cuyos partidos asiste a distancia, desde una tribuna, enajenándose en el jugador profesional al que eleva a la categoría de ídolo.

El futbol es un medio de despolitización de  masas, un formidable señuelo para alejarlas de la cultura política. El menosprecio hacia el fanático se evidencia hasta en las condiciones inhumanas que se le hacen sufrir en los estadios, que son lo más parecido  al campo de concentración, donde ni siquiera falta el alambrado de púas.

La comunicación que se provoca en el futbol es del tipo de las multitudes enajenadas que se forman en ocasión de un linchamiento. No es de extrañar que suele terminar en   violencia.

De súbito, desde las galerías rompen a rodar las pasiones crispadas, los insultos y los frustrados deseos semanales. La verdadera pasión es fría y el entusiasmo, en cambio, es el arma de los impotentes. La turba sugiere de pronto la imagen de un viejo decrépito que se exaspera en sus vanos esfuerzos por poseer a una adolescente.

Los merolicronistas de medios impresos y electrónicos “tienden a acentuar el carácter estético del futbol. Hablan de estilos y técnicas, pero que no nos engañen: intentan crear una seudo-cultura basada en valores irrisorios para uso de las masas a las que no se les permite tener acceso a la cultura. Hacen un serio estudio de algo de lo que nada hay que comentar aparte de algunas elementales reglas de juego».

Pero el futbol es rey, dios, dictador, negocio, enfermedad,  enajenación, política,  manipulación. Todo, menos un deporte.

¡Y que el héroes por delegación, fanático y  pobre de espíritu, busque en el Chicharito la gloria en Brasil! (¡Mé-xi-co!)

Curas, intelectuales, Echeverría

El halconazo, mis valedores. Aquí opiniones de Echevería y sus intelectuales orgánicos, retrato hablado de quienes, ante el reguero de cadáveres del 10 de junio de 1971, se erigieron en defensores del matancero tal como lo hicieron en la masacre del 2 de octubre del 68 y más tarde en  la guerra sucia de los 70s., para rematar con  carnicerías como las de El Bosque, El Charco y Acteal. Es México.

De la masacre del 10 de junio del 71 opinaron obispos y periodistas, políticos e intelectuales, y el propio redrojo histórico todavía hoy encuevado en la impunidad, que así se expresó frente a los periodistas que le reclamaban la cosecha de cadáveres que malparió el halconazo (tenerlo presente):

– ¡Si ustedes están indignados, yo lo estoy más!  ¡Yo deploro y condeno los acontecimientos en los que varios jóvenes perdieron la vida. ¡Que los mexicanos no se dejen sorprender por movimientos opuestos entre sí, ambos evidentemente minoritarios, cuyo único objetivo es la anarquía! La institución encargada dará todos los pasos que se requieran para tocar el fondo del asunto y detener a los culpables. En cuanto la investigación haya llegado a sus conclusiones, ¡yo  tomaré las medidas oportunas lo antes posible!

Voceros del PRI: “Algunos grupos sin tesis ni bandera pretenden trastornar el orden público. ¡No lo permitiremos!”

Y Alfonso Martínez Domínguez, regente de la ciudad y responsable del grupo paramilitar entrenado y financiado por el Gral. Alfonso Corona del Rosal: “¿Halcones? ¿Cuáles halcones? ¡Los halcones no existen! ¡Esa es una simple leyenda!” (Que le costaría el puesto.)

De la renuncia opinó un Luis Velázquez, diputado y  sobrino de Fidel: “¡Debe entenderse como una nueva línea, una nueva tónica del gobierno de Dn. Luis Echeverría, dispuesto al sacrificio para disipar cualquier sombra de duda que pudiera surgir en la opinión pública! El Presidente se ganó nuestra confianza”.

José Garibi Rivera, cardenal  de Guadalajara:

– Exhorto a los jóvenes a que reclamen lo que sea justo, pero siempre por los caminos legales. Es de lamentarse que los jóvenes de quienes México espera mucho, tomen caminos equivocados. Que estos muchachos, llenos de entusiasmo, de optimismo por la vida, tomen un ideal digno de ellos.

Sobre el autor de la maniobra de excarcelar dirigentes del 68 para cooptarlos y que desde dentro desmantelasen el Comunista Mexicano y los logros del movimiento estudiantil, Heberto Castillo, apodado el “aperturo” porque exaltaba la “apertura política” del carnicero:

– ¡Compañeros: estoy a favor de las medidas tomadas por el Pres. Echeverría! Esto revela que podemos avanzar y actuar luchando por la vía legal. ¡Las brechas para el diálogo democrático están abiertas, debemos transitarlas! ¡No empujemos a LEA al lado de los sectores más reaccionarios!

Carlos Fuentes: “Después de los sucesos del año 68, Echeverría no tenía sino dos opciones: una era reprimir, otra era democratizar. Creo que evidentemente no ha tomado el camino de la represión, sino el de la democratización en bien del país. Afortunadamente, creo que los hechos de hoy nos dan una enorme esperanza de que el camino de la democratización ha triunfado.  ¡Echeverría o el fascismo!”

Que la memoria histórica no se nos pierda. Siempre tener presente el trabajo sucio  con que al toma y daca la sotana y el intelectual orgánico “justifican” la regazón de cadáveres  con que de forma recurrente el Sistema de poder  clavetea el territorio patrio.  Mis valedores: todo esto es México. (Nuestro país.)

Ayer y hoy, el Sistema

El halconazo  y la memoria histórica, mis valedores. Aquí las opiniones de Echevería y sus intelectuales orgánicos, retrato hablado de quienes, ante el reguero de cadáveres del 10 de junio del 71, se erigieron en defensores del matancero tal como lo hicieron en la masacre del 2 de octubre del 68 y más tarde en  la guerra sucia de los 70s., para rematar con  carnicerías como las de El Bosque, El Charco y Acteal. Es México.

Aquí las opiniones de obispos y periodistas, políticos e intelectuales y del propio Echeverría,  ese redrojo histórico todavía hoy encuevado en la impunidad que así se manifestó frente a los periodistas que le reclamaban la regazón de cadáveres que malparió el halconazo:

– ¡Si ustedes están indignados, yo lo estoy más!  ¡Yo deploro y condeno los acontecimientos en los que varios jóvenes perdieron la vida. ¡Que los mexicanos no se dejen sorprender por movimientos opuestos entre sí, ambos evidentemente minoritarios, cuyo único objetivo es la anarquía! La institución encargada dará todos los pasos que se requieran para tocar el fondo del asunto y detener a los culpables. En cuanto la investigación haya llegado a sus conclusiones, ¡yo  tomaré las medidas oportunas lo antes posible!

Voceros del PRI: “Algunos grupos sin tesis ni bandera pretenden trastornar el orden público. ¡No lo permitiremos!”

Y Alfonso Martínez Domínguez, regente de la ciudad y responsable del grupo paramilitar entrenado y financiado por el Gral. Alfonso Corona del Rosal: “¿Halcones? ¿Cuáles halcones? ¡Los halcones no existen! ¡Esa es una simple leyenda!” (Que le costaría el puesto.)

De la renuncia opinó un Luis Velázquez, diputado y  sobrino de Fidel: “¡Debe entenderse como una nueva línea, una nueva tónica del gobierno del Pres. Echeverría, dispuesto al sacrificio para disipar cualquier sombra de duda que pudiera surgir en la opinión pública! El Presidente se ganó nuestra confianza”.

José Garibi Rivera, cardenal  de Guadalajara:

– Exhorto a los jóvenes a que reclamen lo que sea justo, pero siempre por los caminos legales. Es de lamentarse que los jóvenes de quienes México espera mucho, tomen caminos equivocados. Que estos muchachos, llenos de entusiasmo, de optimismo por la vida, tomen un ideal digno de ellos.

Sobre el autor de la maniobra de excarcelar dirigentes del 68 para cooptarlos y que desde dentro desmantelaran el Comunista Mexicano y los logros del movimiento estudiantil, Heberto Castillo, apodado el “aperturo” porque exaltaba la “apertura política” del carnicero:

– ¡Compañeros: estoy a favor de las medidas tomadas por el Pres. Echeverría! Esto revela que podemos avanzar y actuar luchando por la vía legal. ¡Las brechas para el diálogo democrático están abiertas, debemos transitarlas! ¡No empujemos a LEA al lado de los sectores más reaccionarios!

Carlos Fuentes: “Después de los sucesos del año 68, Echeverría no tenía sino dos opciones: una era reprimir, otra era democratizar. Creo que evidentemente no ha tomado el camino de la represión, sino el de la democratización en bien del país. Afortunadamente, creo que los hechos de hoy nos dan una enorme esperanza de que el camino de la democratización ha triunfado.  ¡Echeverría o el fascismo!”

Para que no se pierda la memoria histórica. Para que calibremos la clase de apoyo que el intelectual orgánico es capaz de ofrecer a un Sistema de poder cuya represión impune es capaz de tan delirante regazón de cadáveres, un simple  daño colateral.  Es el territorio de los halconazos de ayer y hoy. Ah, México. (Qué país.)

Paleros

Vi a los intelectuales orgánicos mientras vivieron, siempre arrimados a la prodigalidad del Poder. Observo a los que aún viven, empachados con los dineros de nuestros impuestos, que maman de esa nodriza inagotable que habita en Los Pinos. Uno de los tales, sólo que este de ficción, es el que retrata Ibarguengoitia en La Ley de Herodes, “izquierdista” que medra de las prebendas que le otorga el Sistema. La síntesis:

Sarita me ilustró.  Antes de conocerla el porvenir de la Humanidad me tenía sin cuidado. Ella me mostró el camino del espíritu, me hizo entender que todos los hombres somos iguales, que el único ideal digno es la lucha de clases y la victoria del proletariado; me hizo leer a Marx y Engels, ¿y todo para qué?

Muy marxistas él y Sarita, pero como buenos pragmático-utilitaristas, ambos solicitaron una beca para estudiar en los EU. Y a someterse a los requisitos, que cubrieron sin dificultad hasta llegar al examen médico. Al día siguiente tendrían que presentarse con sus muestras del uno y del dos.

“¡Qué humillación! ¡Esa noche busqué dos frasquitos para guardar aquello! ¡Y la noche en vela esperando el momento oportuno! ¡Y cuando llegó y estuvo guardada la primer muestra volví a la cama y muy de mañana me levanté para recoger la segunda. Guardé los frascos en bolsas de papel para evitar que se adivinara su contenido”.

En el lugar de la cita tuvo que esperar a Sarita, que había tenido  dificultades en las muestras. Luego llegaron, rostro desencajado y su envoltorio contra el pecho, pisoteada su humana dignidad, y algo peor: delante de la pareja la recepcionista tomó los plásticos, sacó los frascos y dejando al descubierto su contenido les pegó una etiqueta.

Nueva etapa en la humillación de los novios marxistas: un doctor de la fundación que otorgaría la beca hace pasar al consultorio al joven intelectual, y venga el humillante interrogatorio sobre dolencias y contagios como paratifoidea y gonorrea; y al cubículo: “Desvístase”.

“Yo obedecí, aunque mi corazón me avisaba que algo terrible iba a suceder”. El médico procedió a revisarle el cráneo, introducirle un foco por las orejas y un reflector frente a los ojos. Le oyó el corazón. “Luego  tomó las partes más nobles de mi cuerpo y a jalones las extendió como un pergamino, y las examinaba”.

Siguió, implacable, la revisión de un sudoroso marxista. “Tomando algodón, el doctor empezó a envolverse con él dos dedos. ¡Hínquese sobre la mesa!” A gatas.

Tomó un objeto de hule, introdujo en él los dos dedos envueltos en algodón: “Había llegado el momento de tomar una decisión: o perder la beca, o perder aquello. Trepé a la mesa, me hinqué, apoyé los codos sobre la mesa, cerré los ojos y apreté las mandíbulas. El doctor comprobó que yo no tenía úlceras en el recto”. “Vístase”.

En el pasillo encontró a Sarita, pálida. Ya en la calle mirábanse de reojo. Y un remate fatal: entre amigos de la pareja trascendió el secreto de que el marxista se había culimpinado ante el imperialismo yanqui, y se burlaban: Como el de Los Pinos ante los consorcios gasolineros y todo lo que le ordena la Casa Blanca.

Al terminar la lectura me quedé pensando: ¿Y qué, sólo el suspirante de la academia gringa se culimpina? ¿Y los intelectuales orgánicos, que al tanto más cuanto se la viven “criticando” al Poder? ¿Y esas caricaturas de gringos,  mirasoles que viven imitando formas y modos del vecino imperial? Todos esos, a aprontarlo y ponerse flojitos para que no se los estropeen demasiado, ¡y vengan beca y soborno! (Atroz.)

A la hora señalada

Que la memoria histórica no se nos muera. Rivera de San Cosme, 10 de junio de 1971. Un halcón en su libro Jueves de Corpus sangriento:

“¡Y llegó la hora cero! Cuando faltaban siete minutos para las cinco de la tarde arrancó la descubierta de la manifestación. Se empezó a escuchar el grito de guerra: ¡México, libertad! ¡México, libertad!

Los nuestros ripostaron: ¡Viva Nuevo León! ¡Viva el che Guevara! ¡Libertad para los presos políticos!”

Textual: “Soy estudiante del Poli. Lo que viví aquel Jueves de Corpus: a las 15:45 el camión en que viajábamos un compañero y yo entró a la calle de Cedro de inmediato advertimos que había mucha vigilancia policíaca.. Caminamos rumbo a la Av. Instituto Técnico y observamos que estaba llena de camiones de bomberos, carros de agentes y policías de tránsito. Nos internamos en Instituto Técnico y seguimos caminando rumbo a la México-Tacuba, en la que divisamos transportes de granaderos y 5 tanques, y en las contraesquinas del cine Cosmos grupos numerosos de jóvenes provocadores y armados con palos. Unos militares daban las órdenes y controlaban a todos los elementos policíacos y a los grupos de choque”.

La crónica del halcón: “Salíamos de nuestra trinchera. Porque ya  listos para la acción. Yo había recorrido lo que sería el campo de batalla, y me había cerciorado de que no había gente sospechosa en los largos pasillos donde metí  los halcones armados con metralletas y pistolas: esas vecindades cercanas son de lo más estratégicas por angostas y semioscuras. Me agradaron unas rejitas que están frente a la casa 268 de Alzate, desde las cuales se puede disparar como si fueran trincheras. La orden que nos dio El Fish”:

– ¡Pártanles todita la madre! Ah, pero a los periodistas patadas, golpes y romperles las cámaras. A ellos ni un balazo, ni una cuchillada.

El estudiante, actor y testigo y víctima de los hechos:

“Al llegar a la México-Tacuba se escuchó un disparo de lanzagranadas, e inmediatamente aparecieron, de atrás de los granaderos, unos mil halcones divididos en seis grupos, que portaban garrotes de bambú de dos metros, macanas y varillas forradas. Sus cargas eran respaldadas por descargas de gases lacrimógenos”. Uno de los halcones que rociaron de víctimas la Rivera de San Cosme: “A mí me sudaban las manos. Tenía seca la boca. Venían como diez mil estudiantes y gente del pueblo. Nada mansos se notaban. Algunos traían metralletas, palos, cuchillos, unos bultos. ¿Granadas de mano? Di el grito: ¡Halcones, halcones!”

El testimonio de un estudiante: “Oímos los gritos del grupo armado con palos. Iba por el cine Cosmos. Luego se oyeron los primeros disparos. De pronto parecía que los disparos provenían de todas partes».

El halcón: “Los estudiantes destruyen una panel de la policía; otros toman un camión con el que tratan de embestirnos a los halcones. Los repelemos. Nos lanzamos al ataque con todo. De atrás escuché el tableteo que hizo caer a medio metro de mí a un halcón herido con cuatro balas en la espalda y nuca. Ahogándose en su sangre que vomitaba con fuerza, pues estaba herido en los dos pulmones, me rogó:

– ¡Ayúdame… no me dejes… ayúdame, hermanito!”

La visión, la versión del estudiante: “Los halcones ahora volvían al ataque armados con metralletas y fusiles automáticos comenzaron a aparecer más halcones en las azoteas, disparando a diestra y siniestra”.

Como remate de la jornada: “Los halcones asaltan a balazos el Rubén Leñero y se llevan a varios heridos». (Mañana.)

Santa simplicidad

El laberinto de Creta, ¿lo conocen ustedes? Se trata de un pasaje mitológico de la antigua Grecia y una enseñanza que nos puede resultar valiosa como sepamos interpretar sus símbolos.

Conocen ustedes tal episodio, si no por su nombre sí por sus efectos en la vida pública de la comunidad. Aquí la síntesis del suceso del laberinto.

Minos, el rey de la Isla, recibe de Poseidón un magnífico toro blanco para que le sea sacrificado. “Pero qué desperdicio”, calcula Minos mirando tan soberbio animal. “Será el mejor semental para mi vacada”, y sacrifica  otro de su rebaño.  Pero, mis valedores, su acción cayó en la conducta de la “hybris”, desmesura, que los dioses castigan con todo rigor, y el castigo que recibió su codicia y desobediencia no pudo ser más despiadado.

Y fue que Poseidón (Neptuno), inspiró en Pasifae, la esposa del infractor, una torva pasión por la bestia,  y acalambrada de pasión, la reina mandó a Dédalo, el ingenioso: “Haz  posible que disfrute del animal”.

Y qué hacer. Dédalo forja una vaca hueca, dentro de la cual Pasifae logró recibir al toro. ¿Lo sabía Minos, no lo sabía? El mito pasa esto sin ruido, de puntillas. En fin, que  de tanto repetir el acto zoofílico Pasifae fue fecundada y parió una monstruosa criatura dotada de una soberbia testa cornuda, con cuerpo de humano de los hombros hacia abajo. El Minotauro, sí, que se alimentaba de carne humana. Atroz. (Bueno, sí, ¿pero todo eso en que pudiese afectarnos?)

Y ahora cómo mantener encerrados el secreto y la monstruosa criatura. Dédalo, una vez más. “Construye una cárcel”,  le ordena Minos.

Y así nació el laberinto, de fácil entrada pero del que nunca las víctimas podían hallar la salida, y cuyo destino final era el vientre del monstruo, cautivo en él. Parte de la dotación de carne eran doncellas y jóvenes griegos que de tanto en tanto tenía que enviarle Egeo el rey.  Pero esta ya es otra historia.

Pero en medio de su tribulación los pueblos siempre cuentan con ese individuo que ante la necesidad se alza a la altura del héroe. Tal fue Teseo, el hazañoso predestinado que se incluye voluntariamente entre las víctimas, enfrenta al engendro, lo vence, lo mata y sale del laberinto.

¿Salió? ¿Cómo, si era empresa imposible, o casi? Y tan fácil resulta cuando se conoce la solución: un ovillo que  Ariadna, enamorada de Teseo, le proporciona  para que al penetrar en los recovecos lo vaya desenrollando, de modo tal que al dar cuenta del monstruo pueda regresar y encontrarse con la doncella para que juntos… Pero esa es también otra historia. Mis valedores:

De las interpretaciones que para casos diversos encubre el mito hoy me propongo aplicar el símbolo del monstruo y el laberinto a esa política de corto plazo que a tantos trae con el seso sorbido. ¿Pues qué? ¿Seguiremos atenidos a una política cortoplacista que depende no de nosotros, sino del Minotauro? Conflictivo es por su culpa  el nivel de vida de todos nosotros, y es sólo nuestra la solución, que radica en el ejercicio de pensar, estudiar la historia, observar y analizar la realidad objetiva y autocriticarnos para que seamos nosotros, no esa política de corto plazo que forma parte esencial del Minotauro, quienes trencemos el  hilo de Ariadna que nos libre del Minotauro y nos muestre la salida del laberinto. Pero nosotros (ciegos, tercos) a persistir en el recurso  irracional de “¡exigirle!” al Minotauro, una y otra vez, a lo demencial,  que por amor a nosotros nos muestre la salida y él se quede sin comer. Santa simplicidad. (Regreso.)

Libertad de expresión, ese mito

Un pueblo desinformado y ya resignado bajo un poder omnímodo como el de los medios de acondicionamiento social puede caer en la servidumbre y la degradación política y moral hasta el grado de convertirse en un animal doméstico.

El día de la libertad de expresión y de prensa, por ahí va el título de esa fecha destinada a festejar la cooptación de algunos periodistas por las autoridades en turno. El festejo de marras (no estoy cierto si vive o muere a estas horas) fue instituido el 6 de junio de 1951 por los colaboracionistas del Poder. De lo que sí estoy seguro, de resultar cierto el documento sobre la docena de periodistas a los que el gobierno soborna con el dinero de nuestros impuestos, es que el sobrcito de los viejos tiempos ha sido sustituido por un soborno descomunal, que en el periodista que encabeza la lista llega casi a los 900 mil mensuales. Cooptación vil, porque  el sueldo es cubierto por la empresa para la que el cooptado labora. Aquí, sobre el periodismo, mi oficio, opiniones de Camilo Taufic y varios más:

¿Libertad de expresión? Los medios son industria y comercio tan costosos que su creación exige recursos económicos fuera del alcance  del periodista. No hay uno, ni un grupo de ellos, donde sean los dueños de una industria impresa o electrónica, y de existir, su sobrevivencia dependería del Sistema. El periodista no es más que un asalariado al servicio de los dueños de la estación de radio o de TV y sus intereses comerciales.

¿Libertad de expresión? Los medios no juegan otro papel que el que le asignen sus dueños. Podrán ser instrumentos de cultura o también de incultura; de dominio o de liberación; elementos para unir a un pueblo o para desorganizarlo; para elevarlo o para hundirlo. Es la propiedad sobre el medio de comunicación la que determina al servicio de quienes éste se coloca, a favor de qué causa, de qué valores, de qué clase social.

¿Libertad de expresión? ¿Cómo, dónde, si los grandes capitales detectan el monopolio de radio, televisión y todo el poder de la información para con ello poseer todos los poderes? Y no existe la información por la información. Se informa para manipular en determinado sentido a las masas sociales. Es decir: se informa para dirigir. En ese sentido, el mimetismo de periodismo y política llega a ser total. Las ganancias de la televisión provienen de las ventas de espacio para la publicidad a las otras empresas, principalmente al gobierno. Ellos le darán o negarán subvención mediante publicidad y otras concesiones, en la medida que defiendan los intereses de los anunciantes. Sin más.

Al seleccionar las noticias que apoyan su propia política y omitir otras, los  medios producen en la mente de las masas una impresión totalmente alejada de la verdad, que se realiza dentro de la exactitud más minuciosa para reproducir los hechos. El dueño del medio, por interés económico, privilegiar el de los patrocinadores  y someter a las masas,  las atiborra de nota roja y escándalos,  telenovelas y morbo, sexo y todo eso que las alimenta del ombligo para abajo. Y sí, por supuesto: que no falte el clásico pasecito a la red.  ¡Brasil!

¿Libertad de expresión? Mientras el monopolio de los medios de acondicionamiento social dependa del dinero del gobierno y las empresas, la libertad de información será un mito y la democracia una de tantas mentiras convencionales de nuestra civilización mistificada, donde las palabras desmientes sus significados y las ideas los hechos.

¿Libertad de expresión y de prensa? (Bah.)

¿Libertad de expresión?

El día de la libertad de expresión y de prensa, una celebración hoy totalmente obsoleta, apestosa a formol y a cadaverina. En el matutino:

La monotonía de la adulación y el invariable optimismo de los diarios serviles acabaron por hacer que sus opiniones sean rechazadas, sus palabras desconocidas, sus mismas informaciones tenidas por falsas o adulteradas. Está unánimemente condenado por su opinión, que al condenarlo condena naturalmente al gobierno que la inspira. En vez de amigos, el periódico de esta categoría sólo concita malas voluntades al Poder Público. Sólo en defensa de las leyes y al amparo de ellas un periódico se hará respetable y hará, por lo tanto, sus opiniones dignas de respeto.

Hermosos conceptos, y tan actuales; pues sí, pero lástima: se publicaron en el Excélsior  de 1917, un matutino que  noventa años más tarde publicó la expresión de uno de sus articulistas que se encenagó con  el elogio a  “la sonrisa de Calderón”.

Así hasta hoy día, con el cacareado Día de la Libertad de Expresión y de Prensa, o algo por ese estilo. ¿Aún no se habrá suprimido semejante exhibición de servilismo, sometimiento y cortesanía que algunos profesionales del periodismo le rinden al que a su hora y en mala hora y con métodos reprobables logró encaramarse a Los Pinos?

Semejante festejo, que ya apesta a organismo en descomposición, fue parido un día 7 de junio de 1951 por iniciativa de un falso coronel y siniestro hampón de la picaresca de la política y el periodismo, un cierto José García Valseca,  que al arrimo del presidente en turno construyó el emporio periodístico de los Soles y el trafique  anual de medallas y pergaminos con qué premiar a los periodistas tan voraces del chayo cuanto dóciles a Los Pinos.  Semejante cooptación de conciencias se ha sublimado, de ser cierta la lista que acabo de recibir, porque ahora, además del sueldo que perciben en la fuente de radio y TV que los emplea, el gobierno les alquila la conciencia pagando el alquiler  con nuestros impuestos. ¿Alguno de ustedes conoce la lista de marras? Abyección pura, lo único puro que tienen tales traficantes de la propia conciencia.

De los viejos tiempos me producen dentera los melcochosos conceptos de un periodista Manuel Lebrija, que así quemaba copal ante el entonces presidente Miguel Alemán:

– Al cumplir fielmente con los mandamientos de la ley, usted, señor presidente, ¡ha sabido convertirse en un centinela que mantiene viva la tea luminosa de la libre expresión del pensamiento que arde sobre todos los caminos de la república!

Nada menos. Y un Jorge Calvimontes, colega del anterior:

El periodista es el cerebro, brazo y acción de la sociedad. Es el espejo de nuestro caos y de nuestra imposible ubicación sobre la certidumbre.

La opinión de Roberto Zamarripa, periodista:

-Los medios de comunicación están atravesados por la corrupción. Es un problema general que va de los chayos entregados a los reporteros, hasta las componendas entre los empresarios de la prensa y el poder político.

El periodismo. En 1999 Mario R. Méndez en la revista Por Esto: Una madrugada me llaman y me dicen: ¿Cuánto te tocó? / ¿Me tocó de qué?  / No había reconocido la voz. / No te hagas, que también tú recibiste tierras en Cancún. / Me empezó a sonar familiar la voz. / ¿Quién habla? Era El Mulixto, o sea Luis Donaldo Colosio, y me entera que Carlitos M. Navarrete recibió 300 hectáreas para guardar silencio absoluto sobre las actividades del narcotráfico en Quintana Roo”.

El  periodismo, mi oficio. (Dios.)

Infernal

El Cristo del Buen Amor, mis valedores. Lo visito en su casa cuando calculo que más solo está, cuando más se agradece la compañía del amigo. La mía es una visita desinteresada, no la del que  se presenta de pedigueño, con el problema atravesado y a golpes de pecho tratando de merecer el consabido milagro. Yo no.

Yo, si visito al Cristo, es sólo para  platicar de esto y de aquello, de minucias a ras de suelo, de esas que ocurren a diario al hombre común, como lo somos el de la cruz y su amigo. Cristo del Buen Amor.

Y cuánto silencio en su casa, qué serena quietud. El zurear de alguna paloma, el tenue aroma de resina quemada, y la paz. Y qué comunicativa resulta una soledad contenida por mucho tiempo. El anfitrión y su visitante de amigo a amigo el tiempo se pasan abriendo de par en par la espita de las confidencias: tristuras, dolencias, recuerdos, alguna repentina alegría. Ahí, en la penumbra del recinto y a medias de la tarde cenicienta del viernes que para mí fue de viernes santo, dos soledades se trenzaron en diálogo de peritos en soledad y abandono. Lo oí suspirar.

Fue una corazonada el motivo que me llevó visitarlo. Un impulso indefinido, una vaga necesidad me llevaron hasta el templo del Buen Amor,   y fue entonces cuando sentí que el crucificado padecía de un sufrimiento inusual. En su  rostro le advertí aquel rictus de dolorimiento, de mortificación. Qué le ocurre, me atreví a preguntarle. Con los puros ojos. Y así se inició el hilillo de las confidencias.

Qué diferencia con la visita de anteriores días. Contento me recibía y contento desataba conmigo el hilo de las confidencias, todo ello con los puros ojos, porque cuando dos se quieren bien a miradas se vacían el corazón.  Pero esta tarde me lo vine a topar silencioso, retraído, como si un nuevo dolorimiento, más allá de la cruz y sus alcayatas, me lo estuviese mortificando. Volvió a suspirar, y fue entonces cuando  algo espinoso en el ánimo le noté en esta ocasión. Como si una soterrada dolencia le oscureciese los rasgos del rostro. Lo interrogué de mirada a mirada; de mirada a mirada me contestó, y  fuimos entonces dos ánimos contristados, y qué hacer, si no se puede dar lo que no se tiene, y yo consuelo ninguno  experimentaba. Por la nariz me pasé aquel cacho de papel. Tal vez algún milagrito, me atreví a sugerirle y lo vi sonreír ante lo desatinado de mi proposición. Ahora el del suspiro fui yo…

Que me agradecía la visita y la buena intención, me lo dijo con sus pupilas. Yo, estreñido el gañote por la mortificación, me refugié en el silencio, y él:  “Lo estoy escuchando. Con su modo de mirar me lo dice”. Y es que mi amigo me conoce mejor que yo mismo. Me lee el cogollo del corazón. Nada necesito revelarle con palabras. Cristo Jesús…

A casa me llevé la mansedumbre de su rostro anubarrado por el agobio y me fui en derechura a dormir, pero el sueño andavete. La tristura me apachurró los costillares y me espantó el sueño, porque habiendo dejado a mi amigo con su pena completa, completa la traje conmigo,  misterios que son de la amistad y el amor.

Y aquí estoy, despierto a deshoras, dolido ante el padecimiento del Crucificado hoy que su altar es un nuevo Calvario, ¿y saben ustedes por qué? Porque teniendo a su diestra la imagen de María su madre, sotanas desaprensivas la desalojaron de su sitial para arrumbarla en la sacristía porque en ese nicho van a trepar, sayón dispuesto a clavar su lanzón en el derecho costado del Cristo, ¡una estatua de Juan Pablo II!

Polaco nuevo, dónde te pondré. (¡Dios!)