Parejas sado-masoquistas

Al tema del amor me referí ayer aquí mismo, y el espacio se agotó cuando me disponía a analizar uno de los símbolos que encuentro en La zorra y las uvas, la fábula popular. Porque de repente te entusiasma esa sota moza seria y honesta, de rostro agraciado y físico soberbio. Y esa nariz, esos labios, ese mirar que… Nada, que ella será la mamá de mis hijos.

Ilusionado, la abordas una y otra vez, y le confiesas tu sentimiento y tus intenciones, y una y otra vez ella se niega a corresponderte. Derrotado, por fin, abandonas tu asedio y, dolorido, ahí la autodefensa de la zorra:

– Que se largue, pues. No aceptó un sentimiento limpio como el que yo honestamente le ofrecía, pero salí ganando. Pues qué se ha creído, si es una pretenciosa, cuando no pasa de ser lo que es, una pobre empleada de banco. Y de un banco extranjero. Quién dice que no ande por ahí con su jefe o con alguno de los empleados. Total…

(Total, que están verdes las uvas.)

Pareja sado-masoquista, el lado oscuro del amor. Erich Fromm diferencia dos maneras de manifestar amor: en el modo de tener o en el modo de ser.  “Experimentar amor en el modo de tener implica encerrar, aprisionar o dominar al objeto “amado”. Debilita, sofoca, es mortal. La mayoría de las veces hacemos mal uso de eso que llamamos amor. Esto, para ocultar que en realidad no se ama, sino que confundimos el amor con algún otro sentimiento. ¿Pero qué eso que se disfraza de “amor”?

Eso se nombra soledad. El ente humano se siente solo, está solo, la soledad es su segunda naturaleza y lo acompaña del nacimiento a la muerte. Por eso es que aunque la persona sea maltratada, humillada por su pareja como un “objeto” más, continúa convencida de que es amor lo que siente, y que la agresión que recibe es una prueba de amor. Ella depende de su pareja, y se niega a ver su situación de esclava. Mientras el ser amado  la humilla y maltrata,  ella jura que esa es su forma de amar. Mentira. Han integrado una relación sado-masoquista aunque no se manifieste más allá de las palabras, una co-dependencia y una aberrante simbiosis. (Ahí nuestro espejo en cuanto pareja. ¿Nos reconocemos en él, o mejor apartar la mirada y seguir como hasta hoy día?)

Fromm describe los impulsos sado-masoquistas a partir de un concepto al que llama “carácter autoritario”. Para la persona con esa característica solo existen dos tipos de humanos, los que tienen poder y los que no lo tienen. Esa persona con carácter autoritario también puede presentar otras manifestaciones de conducta, como la total admiración por la figuras de mayor poder que él. Incluso podríamos decir que para él nada significa quien no tiene el poder. Es así como se integra la pareja sado-masoquista: “me dejo someter ante los que tienen poder, por el amor al poder mismo que yo siento, pero desprecio, ataco y humillo a quienes no lo posean.”

La persona con impulsos sádicos puede mostrar su carácter de forma abierta u oculta, pero con su conducta hacia la pareja exhibe su necesidad de dominación. Esas parejas celosas, esos esposos golpeadores, esas mujeres resignadas a la violencia intrafamiliar. Pero ocurre que la parte explotada llega a necesitar del explotador, y entonces reprime su sentimiento de odio y temor y presenta sustitutos hasta el grado de  ddisfrazar la violencia que recibe con una profunda admiración hacia el explotador. Así, termina por desear el poder bajo la sumisión ante alguien más poderoso. Y el torcido razonamiento de la pareja. (Ese, mañana.)