Aroma de beatitud

La noble lucha por la justicia nunca os  ha de llevar al enfrentamiento, sino que en todo momento habéis de inspiraros en los principios evangélicos de colaboración y diálogo, excluyendo toda forma de violencia.

Con tal reprimenda a los indígenas militantes del EZLN J.P.II intentó apaciguarlos en 1999, y milagros del beato, mis valedores: la semana pasada Marcos, el guerrillero que había sintetizado la conciencia de enemigo histórico, ofreció públicamente a  Javier Sicilia  forjar con el EZLN su propia marchita para, al unísono con el periodista, ¡e-xi-gir! al tigre del Poder que por amor a nosotros se vuelva vegetariano. Milagro beatífico. Aquí algunos pormenores de la primera visita del beato a nuestro país.

Enero de 1979. En el aeropuerto, al arribo del Papa, la reportera de TV: “¡Acaba de ocurrir un trágico accidente! ¡El Papa ha tropezado al descender del avión y se ha ido de bruces contra el piso! ¡Nadie lo ayuda! ¡Qué barbaridad, ahora la capa le envuelve la cabeza haciendo temer que Su Santidad muera simultáneamente de asfixia y fractura de cráneo llegando a México! ¡Ah, qué alivio! ¡El Papa se levantó como si nada y se dirige sonriente a saludar al Sr. Presidente! ¡Ni siquiera el gorrito se le ladeó!

Se desgañitaba la publicidad: “¡Hosanna en las alturas! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Padre Santo, bendice a tus ovejas! ¡Padre, bendícenos! Banco internacional”.

El matutino: “Una rosa de oro, presencia de México en el despacho papal, fue el obsequio de periodistas mexicanos. Sois vosotros modelo de responsabilidad, dijo JP II, y prometió a los reporteros mexicanos: La rosa de oro que me estregasteis estará siempre en mi despacho, muy cerca de mi corazón”.

Un Pedro de Urdimalas: “Yo seguí día tras día las actividades de Su Santidad para crear musicalmente un relato de su permanencia entre nosotros. Me salió un muy bonito corrido llamado Corrido del 26 de enero. He plasmado este corrido (sic) que puse personalmente en mano de Su Santidad, junto con una rosa roja, para que se lo llevara a Roma. Dice en una de sus cuartetas:

“Escuadrón motociclista – con gusto te recordamos – que al Papa le abriste la pista – en mares de mexicanos”.

La noticia: “Ofrecen a un motociclista 250 mil pesos por una medallita que bendijo y besó Su Santidad. El motociclista, que  la había adquirido en 85 pesos, declara:

– Esos 250 mil pesos son muchos pesos, pero no lo aceptaré, y no doy mi domicilio para que no sigan poniéndome más tentaciones. Voy a guardar mi medallita con todo cuidado. Es lo único de valor que les dejo a mis hijos.

El vespertino recogía el frenesí, la psicosis colectiva:

“¡Nos vio, María! ¡Oh Dios, el Papa nos ha visto!”

“¡Y nos dio su bendición! ¡Nos ha dado su santísima bendición!”

“¡Si, ahora todo irá bien! ¡Jesús  está con nosotros! ¡El Santo Padre nos ha visto, ha escuchado nuestros ruegos! ¡La tierra será buena otra vez!”

“¡La lluvia llegará, Miguel, ya verás que la lluvia llegará!”

“Ella, agradecida, volvió su mirada al cielo y soltó el llanto. El sacó una imagen de Juan Pablo II. Con esfuerzo se arrodilló y empezó a musitar: Padre nuestro que estás en los cielos…”

Y el primer milagro del beato: “Era drogadicto. Al paso de JL.II logró trepar a un poste de luz con el intenso deseo de rogar al Sumo Pontífice que le concediera el milagro de apartarlo del vicio. Electrocutado al llegar a lo más alto del poste, ayer, por fin recibió cristiana sepultura”.

Milagroso de veras que nos vino a resultar el flamante beato. (Laus Deo.)

Perros de guerra

¿Existe tarea más ingrata que recordar un pasado repleto de desdichas, cargado de iniquidades?  (C. B. Delorme.)

La invasión de  esos perros de guerra a la ciudad y puerto de Veracruz, mis valedores. Perpetrada el 21 de abril de 19114, en estos días de la Iniciativa Mérida deberíamos tenerla presente por el carácter depredador del gringo y el entreguista de nuestro gobierno, pero nos pasó inadvertida porque hemos permitido que arranquen de nosotros la memoria histórica. Aquí, comprimida, la crónica de un suceso olvidado:

El telegrama que preludiaba la crisis: “Chihuahua, 21 de febrero, 1914. Sr. Venustiano Carranza: inglés William S. Benton trató de asesinarme en Cd. Juarez. Pude desarmarlo y lo entregué a un consejo de guerra, que lo condenó a muerte. Respetuosamente, Gral. Francisco Villa”.

La reacción de Washington: “Sr. Carranza: mi gobierno exige pronta averiguación. De otra suerte se complicará gravemente la situación y obligará a este gobierno a tomar medidas sumamente serias. Estamos seguros de que Usted obrará inmediatamente. W.H. Bryan, Sec. de Estado”.

Pero el fusilado era súbdito inglés, y así lo hizo saber Venustiano Carranza a la Casa Blanca. La prensa de Washington: “Carranza desafía la Doctrina Monroe. Al negar el permiso a nuestro Depto. de Estado para investigar el asesinato de Benson, Carranza  no hace más que dar una bofetada al Presidente Wilson en plena cara y patear la Doctrina Monroe. En 90 años que tiene de vida la Doctrina Monroe ninguna de las más grandes potencias europeas ha hecho jamás lo que hace ahora el Jefe de los mexicanos que están fuera de la ley”.

Washington, 15 abril, 1914. “El Presidente Wilson recibe a diputados y miembros de las Comisiones de Relaciones Exteriores del Senado y la Cámara y los entera de su decisión de invadir Veracruz a causa de que sus autoridades se niegan a saludar a la bandera de las barras y las estrellas. El Senador por Chilton, Virginia Occidental: ¡Yo los obligará a saludar a la bandera, así tuviera que volar toda la ciudad”.

El Senador W. Borah: “Yo sólo puedo decir que si la bandera de Estados Unidos llega a ser izada en México nunca será arriada. Este es el principio de la marcha de Estados Unidos hasta el Canal de Panamá”.

A las 11 horas con 20 minutos de aquel 21 de abril de 1914 soldados de infantería yanqui descendían del Florida, el Utah y el cañonero Praire, y tomaban tierra en el muelle Porfirio Díaz. Se iniciaba la invasión de territorio mexicano, una más, por tropas de Estados Unidos”.

Una de sus primeras víctimas: Andrés Montes, carpintero. Al salir a encontrarse con la bala expansiva del invasor, la esposa:

“No te vayas, Andrés, no nos abandones, mira que tenemos niños muy chiquitos. ¿Qué hacemos si te matan? Hazlo por nosotros”.

“Ahora no tengo esposa ni hijos. Solo veo que tengo una patria muy linda y tengo que defenderla de la infamia yanqui. Aquí te dejo colgado este machete; anoche lo afilé bien para que al primer gringo que se atreva a entrar en esta casa le moches la cabeza”.

“Cuando el 24 de abril el comodoro Manuel Azueta, con los cadetes que habían defendido el puerto, llegó a la Cd. de México, en la estación se le acercó un anciano: ¿Qué razón me trae de mi hijo? Azueta le señaló la guerrera que llevaba puesta: había quedado manchada de sangre cuando recogió del suelo al cadete moribundo. El anciano besó aquella sangre mientras lloraba silenciosamente. Era el padre de Virgilio Uribe”.

¿La víctima hoy día? La memoria histórica. Qué país, mis valedores: (Qué país.)

“Activistas”

(Con mi agradecimiento y respeto para Norma Corona Sapién, Digna Ochoa y Plácido, Javier Torres Cruz y tantos otros luchadores civiles que por vocación, principios y convicciones defendieron nuestros derechos humanos hasta el extremo de perder la vida. A su memoria.)

Tiempos modernos, mis valedores. ¿Alguno de ustedes recuerda la sátira de Chaplin a la etapa del maquinismo y la automatización en los medios de producción? Aquí Chaplin es un obrero cuya tarea se reduce a apretar los tornillos que acarrea una banda sinfín. Y la de peripecias que ocurren al obrerito, que él solventa con gracia y donosura. Chaplin.

Y al estallar en plena vía pública la manifestación de protesta con gritos y cientos de puños en alto, ¿para cuándo son el garrote, el escudo y el gas lacrimógeno? El Sistema de poder los echa a andar para que el capitalismo no vaya a salir lastimado. Lo usual.

La tarde aquella Chaplin salió de la fábrica rumbo a su casa al tiempo que por media calle pasó aquel camión de carga. Una sacudida, y la bandera de paño rojo colocada a modo de advertencia  en la parte trasera del camión se desprende y cae en el pavimento. Chaplin, de acomedido, corre a recoger la bandera roja y la agita llamando al chofer. Y ocurrió entonces.

En el momento en que  Chaplin agitaba el trapo rojo rumbo al camión ya distante, de un callejón transversal desembocó una exaltada manifestación de obreros que con pasos apresurados se incorporaron  a la calle y caminaron detrás de la bandera roja que Chaplin seguía bandereando, y fue así cómo, sin proponérselo y sin que en la escandalera pudiese aclarar el malentendido, él se vio encabezando la manifestación de protesta.

Mírenlo ahí, bandera al frente, en el vano intento de aclarar la situación. Vean, detrás de él a cientos de puños en alto. Observen los vehículos de granaderos que se dirigen a los puños alzados. Bandera al aire y sin entender lo que está ocurriendo, Chaplin encabezaba la manifestación, cuando en eso…

¿Recuerda alguno de ustedes Tiempos modernos? ¿Tiene en la memoria las consecuencias que acarreó al del paño rojo situación tan equívoca? Y a esto, mis valedores, quería yo llegar.

En el presente sexenio cuántos ciudadanos que acaban de padecer una pérdida traumatizante se ven a estas horas, sin saber cómo ni por qué razón, a la cabeza del descontento popular. Padres y madres huérfanos de sus hijos, que un mayor dolor difícilmente puede experimentar el humano, de repente y por un ramalazo del azar  sostienen en alto la bandera del transporte de carga en las manos: Sin la preparación adecuada ni, según lo que expresan públicamente, los rudimentos de  una cultura política que les crease la conciencia de enemigo histórico, se ven colocados al frente de la protesta de las masas sociales, y entonces…

¿Si al temple que han demostrado al enfrentar su problema personal, si a su entereza y justa iracundia contra el Poder agregasen un ejercicio de autocrítica y reconocieran que carecen de esa teoría política que los lleve a entender que en nuestro país el gobierno (todo el Poder) no es nuestro  aliado, y que centrar la lucha en exigirle es, cuando menos, una estupidez y un daño horroroso para las masas sociales que ya los tomaron de abanderados?  ¿Esos “activistas” no se habrán puesto a pensar en la causa de que a diferencia del verdadero luchador civil ellos tengan voz y presencia ante el gobierno y los “medios”? ¡Porque se han convertido, por ignorancia, en colaboradores del enemigo histórico, sin más! (Seguiré con el tema.)

¡Que ahí viene Peña Nieto!

¡Que ataca López Obrador! Y a ese devoto del Verbo Encarnado al que  ningún  antidepresivo amansa el espanto de que alguien arroje al PAN de Los Pinos le viene al pelo la leyenda del bosque de Nemi, donde el monarca, para llegar al poder, tuvo que asesinar al antecesor y tendrá que ser asesinado por el sucesor de su trono. Es la ley. Mis valedores…

Al igual en el bosque de Nemi, en Los Pinos se produce la mortecina metáfora del  rey en desgracia (trémulo, insomne, venido a menos) que en el ocaso de su reinado carga como obsesión legar el trono a alguno de su propio partido. ¡Pero ahí nomás, tras lomita, acechan Peña Nieto y López Obrador!

El reyecillo cimarrón no defiende la silla con una espada sino con ese armamento de alto poder con el que ha asesinado a 40 mil y lacerado a toda una nación, y completa su ofensiva a pura base de lengua, de propaganda embustera que pagamos todos. Así, con viva elocuencia y ambiente sombrío, lo cuenta Frazer, en La rama dorada:

En  la Antigüedad este paisaje selvático fue el escenario de una tragedia extraña y repetida. En una orilla del lago, inmediatamente debajo de un precipicio, estaba situado un bosquecillo sagrado, y en él cierto árbol que todo el día y probablemente hasta altas horas de la noche rondaba una figura siniestra: en la mano blandía una espada desnuda y vigilaba cautelosamente en torno, cual si esperase a cada instante ser atacado por un enemigo.

El vigilante era rey y homicida a la vez; tarde o temprano habría de llegar quien le matase para reemplazarle. Tal era la regla: el puesto sólo podía ocuparse matando al rey y substituyéndole en su lugar hasta ser a su vez muerto por otro más fuerte o más hábil. El oficio mantenido tan a lo precario le confería el título de rey, pero seguramente ningún monarca descansó peor que éste, ni fue visitado por pesadillas más atroces.

Año tras año, en verano o en invierno, con buen o mal tiempo, había de mantener su guardia solitaria, y siempre que se rindiera con inquietud al sueño, lo haría con riesgo de su vida. La menor relajación  de su vigilancia, el más pequeño abatimiento de sus fuerzas o de su destreza le ponían en peligro. Las primeras canas sellarían su sentencia de muerte. Su figura ensombrecería el hermoso paisaje. El ensueño azul de los cielos, el claroscuro de los bosques veraniegos y el rielar de las aguas del lago al sol, concordarían mal con aquella figura torva y siniestra…

Mejor aún nos imaginamos este cuadro como lo podría haber visto un caminante retrasado en una de esas lúgubres noches otoñales en que las hojas caen incesantemente y el viento parece cantar un responso al año que muere. Es una escena sombría con música melancólica: en el fondo la silueta del bosque negro recordada contra un cielo tormentoso, el viento silbando entre las ramas, el crujido de las hojas secas bajo el pie, y  yendo y viniendo, ya en el crepúsculo, ya en la oscuridad, la figura oscura, insomne, la espada desnuda en la diestra…

Mis valedores: ¿con el de Los Pinos no ocurre lo mismo? ¿No se percibe la desesperación impotente de un rey que a deshoras deambula a lo insomne, trémulo y trasijado, en el bosque de Pinos? Abatido por la cargazón de problemas que no ha sabido resolver, aun carga sobre sus lomos la obsesión de evitar que el PRI regrese a Los Pinos ahora que él caiga, a lo irremisible, al desván de la historia. Por eso la facha de vinagrillo. Y si no, ahora que acuda a uno de sus desfogues, salir en la TV, véanle la cara. (Patético.)

Piedad para el benemérito

Sufren deterioro líneas del Metro. Muestran fallas corredores A y B, los más recientes y en peor estado. Trenes viejos y varados por falta de refacciones, vías con fallas por hundimientos, grietas en túneles y una fractura en un puente de la Línea B son fallas con que deben lidiar técnicos y conductores del Metro.

¿Que qué? ¿Falsa alarma o realidad? Leí la noticia de ayer y traté de no perder la ecuanimidad, en el entendido de que  noticias así de alarmistas ya se publicaban en los matutinos, como aquella fechada en el 2007, cuando ya en la estación y a la espera del convoy, leí en plena primera plana: “Urge un examen antidoping a los celadores del Metro”.

Válgame, toco madera. Me trepé en el vagón, y el estremecimiento en la columna vertebral: “Columna vertebral de transporte en la Ciudad de México, el sistema de Transporte Colectivo Metro está en crisis ante la falta de mantenimiento de sus vías, trenes e instalaciones”. Y que de continuar así, el próximo año (2008) podría sufrir un grave colapso. Ájale, ¿y entonces los que acostumbramos viajar en él cada día? Yo, tú, él, nosotros, ustedes, ellos, los cinco millones de capitalinos que cada día tenemos que recurrir al Metro para ir de aquí para allá y de allá para todas partes?  ¿Nosotros qué? Nomás me quedé pensando y…

Y es por muchas razones que yo aquí, azozobrado, exalto la presencia del Metro, benefactor de los pobres, que en México lo somos todos si exceptuamos a los ricos.  ¿Recuerdan ustedes, mis valedores que viajan en Metro,  cómo era el tal todavía hace algunos ayeres? Nuevo, flamante, rechinando de limpio y acabado de engrasar, que como entre nubes se deslizaba en sus rieles. ¿Se acuerdan? Ayer observé el vagón que me tocó en suerte, y aquella tristura. El tiempo, constructor y destructor. Suspiré.

Y es que en el áspero oficio del diario vivir una vida arrastrada, de días y días y de trabajo todos los días, el flamante vagón que me tocó en suerte cuánto ha envejecido. Apenas arrastrado por el convoy, al tener que avanzar le escuché aquel largo quejido que de las entrañas le brotaba, y de sus redaños aquel pujar. Al jalón de arrastre todos sus nervios y costillares se pusieron a chirriar, chillaron al modo del animalillo al que aplastan al pasar. Lo oí jadear mientras avanzaba, y arrojar chisguetes de viento que desparramaban humanísimos tufos de entrepierna, sudor y sufrimiento recóndito (yo, aquella tristura). Bajé los ojos; el piso, desbastado hasta el material de la base. Melancólico…

Examiné el resto del vagón: en el espacio donde van los indicadores de ruta, todo despapelado, descarapelado, leproso, qué mortificación. ¿Qué fue de aquella agradable voz femenina que, en el sonido iba anunciando la hora exacta y el nombre de la estación a la que nos aproximábamos? ¿En dónde quedó sepultado aquel Metro animoso y cantador, que oscura la mañana nos arrullaba o nos terminaba de despertar con aquella rapsodia, el madrigal, la romanza o la que estuviese de moda por aquellos tiempos? El vagón, como todo joven (sangre roja y caliente), cantaba al andar, canto jocundo de enamorado. Hoy, viejo asmático, impotente…

“Por favor, permita el libre cierre de puertas”. ¡Cuando el convoy iba ya en frieguiza! Y al llegar a su máxima velocidad, la voz femenina: “En breve reanudaremos el servicio. Por su comprensión, gracias”. Ya el infeliz, alzhaimer y demás achaques de la edad, decía una cosa por otra. (Esto sigue mañana.)

Esperanza inútil

El ánimo apachurrado por los días cenicientos de la Semana Mayor, ésta que empezó toda júbilos, ramos de palmas y hosannas a Emmanuel para luego eclipsarse   en el Huerto de los Olivos y rematar con el revolucionario purísimo desgarrado de las fauces, garras y sadismo demencial de soldados, marina armada y demás  pit-bulls desbozalados, pienso y medito en el drama descomunal de la pasión y muerte del Nazareno, y el ejercicio  me lleva a la reflexión de ese siniestro traidor que con un beso y por treinta monedas lo entregó los perros policías y policías perros. El Izcariote.

A ése invoco aquí mismo, frente a todos ustedes, con un propósito absurdo: que el de las treinta monedas, en la medida de lo posible, sea rehabilitado públicamente; sólo que no habré de intentarlo con evangelios apócrifos sino por la vía de Plutarco, el de las Vidas Paralelas. Lógrelo o no, juzguen ustedes.

A la luz de la historia y por vía de la comparación mostraré que el tal Izcariote, nefando traidor, no fue, si bien lo miramos, más que un pobre Judas, un Judas cualquiera, de cartón en Sábado de Gloria, que no resiste la comparación con los verdaderos Izcariotes, los Judas de peso y tiempo completos que el paisanaje padeció desde Plutarco (el Turco, no el Plutarco de las Vidas Paralelas), que en 1929 abortó una abominable criatura que hoy conocemos con su alias hamponesco de Revolucionario Ins., que ahora nos amenaza con retornar a Los Pinos. ¿Qué fue, qué viene siendo el Izcariote junto a las hazañas de los Echeverría y López Portillo, Salinas y la Gordillo, la Sahagún y el beato del Verbo Encarnado? Porque, vamos a ver:

Judas traicionó la confianza de Jesús y sus allegados. ¿Pero los licenciados Jerásimos? Esos, cáfila de felones, han traicionado a toda una comunidad de aturdidos que todavía se disponen a votar por alguno de sus candidatos para continuar la tradición de unas masas que, criterio de mediocres, se atienen al dicharajo embustero de que “más vale malo por conocido que bueno por conocer”. ¿Bueno alguno de los que han sido candidatos no de todos nosotros, la denominada sociedad civil, sino del Sistema de poder, nuestro enemigo histórico?  Y otra más:

Judas Izcariote traicionó a Cristo en un momento de debilidad. Su nefanda acción fue tramada con un día, dos, unas semanas de premeditación, luego de que el demonio de la ruindad codiciosa se le enroscó en los entresijos. Los licenciados Jerásimos, mientras tanto,  se llevaron media vida premeditándolo para de súbito, dedazo o designación, pasar la otra media vida defraudando fe, credibilidad y esperanza mal asentada de 112.5 millones de crédulos instalados en el nirvana de la esperanza irracional, inmaduros que en lugar de asumir, delegamos. En Izcariotes

A la hora de su acción corrompida, Judas cargaba sobre los lomos el maleficio de la precognición, cuando menos.  ¿Judas tenía que perpetrar la traición de Los Olivos -no la de los Olivos Cuéllar, que esa es traición sindical- para que Cristo cumpliera su sino de mártir y redentor de la humana ralea? A saber.  Judas estaba predestinado, pudiera ser, para traidor en el drama de Justo. En el dramón de las masas sociales, en cambio, a los licenciados Jerásimos nadie los predestinó para traicionar a millones de olvidadizos de la memoria histórica a quienes el tanto de 72 años lograron engañar renovándoles la irracional esperanza. ¡Y según todos los indicios, me da la corazonada de que los Judas tricolores van a volver! ¿Culpa de quién o de quiénes?  (Sigo mañana.)

Un Judas tricolor

Sigo aquí, mis valedores, con el intento insensato que inicié ayer mismo: reivindicar públicamente, hasta donde ello es posible, a Judas Izcariote. Para empezar:

El fruto podrido de su corrupción ascendió a 30 monedas, ni una más. ¿Y el de los Judas Jerásimos del Revolucionario Ins? ¿El de los Salinas de la cuenta secreta de la que se hurtó la mitad, según dicho de M. de la Madrid, él mismo acusado por el periodista Jack Anderson de tener una cuenta secreta? ¿Y el Fobaproa de Zedillo, y Romero Deschamps, los Hank Rhon, y congéneres tricolores?  El de los tales asciende a 30 veces 30 millones de millones multiplicados hasta el infinito, y esto en moneda nacional mexicana, que es decir en dólares arrancados a la viva fuerza del patrimonio de un pueblo pobre y empobrecido a jalones de sexenios, tricolores y del Verbo Encarnado.

Judas, tras de su acción corrompida, mostró tener la humildad para no sentirse infalible, y entonces pensar, y realizar un ejercicio de autocrítica y luego pasar a la acción. La conciencia tenía tan bien afincada en su nidal que fue su conciencia la que lo forzó a encarar a los de la Función Pública y por la cara aventarles las 30 monedas de la corrupción. ¿Los otros, en tanto? Esos hasta hoy día con sus 30 monedas multiplicadas por 30 hasta la naùsea escondidas en banco seguro y ante ninguna autoridad planean regresar la milésima parte de lo robado; antes bien, antes mal, antes peor: a seguir en el cotidiano disfrute de sus 30  veces 30 mil millones. ¿Y nosotros, que delegamos en semejantes redrojos morales?

El Izcariote, ya perpetrada su acción execrable, no huyó a lo cobarde, modelo de judío errante, para años más tarde, fiado en la desmemoria de las masas sociales, pasearse, a lo cínico, entre nosotros, sus víctimas. Judas no utilizó de burladero una Secretaría de la Función Pública agachona, alcahueta de Montieles y demás Bribiescas con todo y su parentela, nido de ratas, especímenes de una corrupción lucrativa e impune. Mis valedores:

Esta es, a mi juicio, la prueba fehaciente de que el Izcariote es mucho menos villano en el drama del Nazareno que los licenciados Jerásimos en el drama de unas masas que ni por padecerlos se deciden al ejercicio de pensar. Como resultado de su acción corrompida Judas murió de muerte violenta, sus talones penduleando sobre el solar denominado “Campo de los Alfareros”, Acéldama. Al Izcariote lo ajustició no el Salvador del mundo, sino el Salvador Vega de una Función Pública aplicada por propia mano en derredor del gañote. ¿Y los otros? Sus 30 monedas multiplicadas hasta el infinito las defienden con el compinchaje alcahuetòn de jueces, abogados y  supremas cortas…

Si tan ásperamente batanea la Historia al Izcariote de la nefanda traición, ¿cómo habrá de juzgar a los Izcariotes de la pasión colectiva de los 112.5 millones de empobrecidos por una depredación del tamaño de la de Montiel, los hijos Montiel, la madrastra Montiel, Fox, Marta y sus raterazos?

Pero, mis valedores,  no ir a  caer en la autoflagelaciòn; mejor atenerse a los conceptos de un par de sabios. Don Juan, mi padre, el primero:

“No me almiro de esos bandidos. Me almiro de ustedes, por agachones”. Y Sor Juana: “Queredlos cual los hacéis – o hacedlos cual los queréis”.

En fin, que cada pueblo tiene el Judas que se merece; nosotros  no merecemos a un Izcariote de 30 monedas, sino al de las 30 que quepan en la fortuna de los Salinas y demás rapaces y  predadores. ¡Y pensar que el Judas tricolor puede volver  a Los Pinos! (Mèxico.)

Y lo mataron…

Emmanuel D´Herrera, mis valedores. ¿Les dice algo ese nombre? El pasado 11 de abril se cumplió el primer año de su fallecimiento (su asesinato) en el penal Neza-Bordo, víctima de la  “justicia” que se aplica en este país. D´Herrera.

Como si lo estuviera viendo. Alto, delgado, pulcro y de fina estampa física, periódicamente me iba a visitar a mi oficina de Radio Universidad y me hablaba de proyectos sociales para lograr un cambio político que beneficiara a las masas sociales. Yo, desconfiado y suspicaz, le encontraba inexistentes indicios de ser agente de la CIA o algo por el estilo. Le externaba mi desconfianza, y él sonreía. Cuándo iba a entrever al personaje de temple roqueño, inquebrantable en sus principios, lealtades y convicciones, que no se detuvo hasta dejar su existencia en una celda carcelaria. D´Herrera.

Muchos años más tarde una mañana  se me iba a presentar en Radio UNAM un hombre de aspecto enteco y  envejecido, de pupilas lumbrosas mientras me exponía el proyecto de su vida:  evitar que la transnacional  Wal-Mart edificara una sucursal en terrenos aledaños a la Ciudad de los Dioses, Teotihuacán. ¿Este era Emmanuel D´Herrera? Qué metamorfosis. Me pidió leer su demanda en nuestro espacio comunitario de Domingo 6, encargo que cumplí durante meses, hasta juzgar  que sus mensajes llegaban a la reiteración. Hice mal. Más tarde publiqué un par de artículos acerca del daño que la edificación de Wal-Mart causaría al patrimonio histórico de la humanidad.

D´Herrera. Hace ocho días se cumplió un año de su fallecimiento, y recibo un recordatorio por parte de un cierto “Comité por la Liberación de Emmanuel D´Herrera, con el recordatorio del asesinato, que en esencia eso fue, por parte de la “justicia” que se imparte en este país. Leo, del mensaje:

Emmanuel D´Herrera: una sólida formación intelectual, en donde destacan sus estudios en Economía Internacional realizados en Paris, Francia; su capacidad poliglota, puesto que dominaba perfectamente los idiomas francés, inglés e italiano; su amplia carrera desempeñando funciones diplomáticas, comerciales y empresariales en Francia, España, Portugal, Bélgica, EEUU., Colombia y Venezuela.

Su muerte simboliza la instalación de un cada vez más notorio estado de excepción en México, donde el estado de derecho se convierte en un simulacro para justificar la flagrante violación de los derechos humanos y constitucionales de los luchadores sociales en nuestro país.  Acusado de cargos falsos, por su oposición a la construcción de una tienda de la trasnacional Wal-Mart en dicha zona arqueológica, fue detenido violentamente, secuestrado y torturado por la policía, encarcelado por casi un año estando gravemente enfermo de diabetes e hipertensión. Durante ese periodo experimentó un terrible deterioro de su salud hasta que finalmente murió de un derrame cerebral. Su muerte en la cárcel no fue un fenómeno natural, fue un homicidio generado por represión política. Lo que hoy no debe olvidarse es que Wal-Mart ha contribuido al establecimiento del estado de excepción en México y, tristemente, al homicidio de un hombre íntegro.

Emmanuel De Herrera Arizcorreta, hombre comprometido con sus convicciones, debe ser recordado con todo el respeto que se merece. Después de una flagrante violación a sus derechos humanos estuvo injustamente preso en el penal de Neza-Bordo acusado de cargos absolutamente falsos: “portación de artefacto explosivo de uso exclusivo del Ejército, Armada y Fuerza Aérea”.

Emmanuel D´Herrera. (Sigo mañana.)

Los “activistas”, ¿la entenderán?

¿Seguiremos exigiendo a nuestro enemigo histórico? ¿Demandarle al tigre  que por amor a nosotros se vuelva vegetariano? Para ilustrar esta que ha sido mi tesis  Tommy Douglas, canadiense, utiliza otra clase de personajes. Aquí, recreada,  una fábula que si no la entendemos peor para nosotros y para el país. El ganancioso va a ser, como siempre, el tigre. Aberrante.

La fábula describe un país de ratones, Mouseland, donde los pequeños roedores vivían y jugaban, nacían y morían como ustedes y yo, y que incluso votaban y se habían dado su gobierno,  integrado por enormes y gordos gatos negros.

¿Extraño que los ratones elijan un gobierno de gatos? Estudien tan sólo la historia de México, desde Guadalupe Victoria hasta hoy día,  y podrán comprobar que los roedores, jura el canadiense,  “no eran más estúpidos que nosotros”. No estoy hablando mal de los gatos, dice. Ellos eran buenos felinos, ejercían el gobierno con dignidad, creaban buenas leyes, unas leyes excelentes… para los gatos, por más que funestas para los ratones. Una de estas leyes decretaba que la entrada a la ratonera fuese lo suficientemente grande como para que un gato pudiera introducir su pata. Otra estipulaba que los ratones sólo podían desplazarse a cierta velocidad para que el gato obtuviese su desayuno sin esfuerzo físico. ¿Lo iremos entendiendo?

Las leyes era muy buenas para los gatos, pero tan rudas para los ratoncitos que de repente, cuando no pudieron soportar más, decidieron que algo tendría que hacerse, y fue entonces: echaron del gobierno  a los gatos negros… para sustituirlos con gatos blancos, que habían realizado una soberbia campaña electoral. “Lo que Mouseland necesita es más amplitud de criterio. El problema son las entradas redondas a las ratoneras. Si nos elijen decretaremos por ley unas entradas cuadradas”.

Con argumentos como ese convencieron a los votantes, y ya en el poder las ratoneras fueron  cuadradas y el doble de grandes, con lo que a los gatos les fue posible meter dos patas en las ratoneras. La vida de los ratones se tornó crítica. Y a  buscar el remedio.

¡Eureka! Cuando los ratones ya no pudieron soportar esa situación votaron a favor de los gatos negros, que regresaron al poder antes de que, desilusionados, los ratoncitos acudieran a gatos mitad negros y mitad blancos. Coalición, llamaron a la maniobra. Los ratoncitos, de mal en peor. Ya en el colmo de la desesperación intentaron un gobierno de gatos de piel moteada, y hasta creyeron haber encontrado la solución en un gobierno de gatos que producían sonidos idénticos a los de los ratones. Pues sí, pero lástima: comían como gatos. México.

¿Entendemos ahora? El problema no está en el color de los gatos. El problema es que se trata de gatos, que como gatos cuidan los intereses no de los ratoncitos, sino  de los propios gatos. ¿Algún día lo llegaremos a entender y adquirir conciencia de enemigo histórico?

De repente, el escándalo: llegó un ratoncito con una idea (mucho cuidado con quien tiene una idea): “¿Por qué seguimos eligiendo un gobierno de gatos, compañeros? ¿Por qué no elegimos un gobierno de ratones? “¡Horror!”, exclamaron. “Ese es un comunista, ¡Enciérrenlo!” Y lo encarcelaron.

“Pues sí, los ratones pueden encerrar un ratón o un hombre, pero no pueden encerrar una idea”. ¿Lo entendió alguno? ¿Lo comprenderían los “activistas” que ¡exigen! a los gatos que por amor a nosotros cambien su dieta a yerbitas del campo y a los ratoncitos nos dejen en paz? Lo dudo. (Lástima.)

Éxodo y llanto

(Para Aída, “gachupina” de todos los días.)

Fue un día como hoy,  14 de abril, pero de 1931, cuando los españoles proclamaron su Segunda República. También fue en abril, pero de 1936, cuando un tal generalísimo, “caudillo de España por la gracia de Dios”, inició su dictadura. Ahí se iba a desgranar la mazorca de exiliados por todos los rumbos de la rosa. Lázaro Cárdenas, para fortuna de tantos, recogió la arribazón que tanto bien iban a generar al país en tantas ramas del arte, la ciencia, la industria,  el pensamiento filosófico, en fin.

Estoy mirando en las fotos los niños de ayer que hoy ya son ancianos y ancianos que hoy son sombra, polvo y un persistente recuerdo. Miro al fondo la imagen del navío  Sinaia, que en mayo de 1939 nos trajo  la flor y el espejo de una España que tras la masacre de la República se moría de la otra mitad, que dijo el poeta. Ellos iban a insuflar una bocanada de oxígeno a la cultura nacional.

Hoy, muertos la mayoría, dejaron entre nosotros y acá se nos queda su voz poética, y de ella espigo estos fragmentos en los que, frente a un retorno por entonces imposible –que aún existía aquel generalísimo de todas las Españas-, vislumbraban la querencia “del éxodo y el llanto”.Y la requemante nostalgia, desahogada en poemas.  Océanos, tierra y derrotas de por medio, Juan Domenchina y la ausente presencia de Madrid:

“Cómo me dueles y me sobresaltas – en ti y sin ti, por próximo y distante – Cómo te llevo a mal traer, errante; – cómo mis brincos de ternura saltas. – Cómo te siento aquí, porque me faltas – y allí en tu estar y ser, tierra constante – donde se llenan de tu luz radiante –  los días, y las noches son tan altas…”

Los campos de Castilla, en la añoranza de Ernestina de Champorcin: “Te sueño con palmeras y un cielo sin celajes – cristal inconmovible de insólita pureza – espejo sin ternura donde apenas tropieza – algún árbol reacio a todo vasallaje…”

Gente, hontanar y raíz que atrás se quedaron a la hora de la desbandada, Rafael Alberti: “¿Quiénes sin voz de lejos me llamáis – con tan despavorido pensamiento – y en aterrado y silencioso viento – sin sonido mi nombre pronunciáis…?”

Luis Cernuda, poeta dulce y blasfemo, amante de su distante España  hasta los entresijos del tuétano: “¡Si nunca más pudieran estos ojos – enamorados, reflejar tu imagen! – ¡Si nunca más pudiera por tus bosques –el alma en paz caída en tu regazo – soñar el mundo aquel que yo pensaba – cuando la triste juventud lo quiso! – Tú nada más, fuerte torre en ruinas – puedes poblar mi soledad humana…”

Pedro Garfias, poeta mayor, un mísero destino y una vida arrastrada: “Tus cordilleras de salvaje aliento – tus íntimas, profundas, dulces vegas – tus eriales rutilantes al sol – como medallas de tu pecho presas – y tus altos castillos apoyando – en tu bastón, una vejez sincera – mirando eternamente, España mía, – sobre la palma de mi mano abierta…”

Y así también Agustí Bartra, Nuria Parés, Luis Rius, Emilio Prados, Moreno Villa, tantos. Hoy cuánto se antoja decir sin ruido, de pensamiento adentro, esto de León Felipe, que murió sin volver a lo que vivió añorando:

A tus entrañas vuelvo, Madre- (…) – Que ya no quiero más que esto: – volver a las primeras sombras de mi cueva materna – y al pozo profundo de mi huerto familiar – cuyas aguas antiguas tienen las mismas sustancias que mi sangre”.

El español del éxodo y el llanto; el poeta de la memoria y la nostalgia de la raíz. Hoy, aquí,  su voz y su nostalgia. Exodo y llanto. (Aída.)

Crónica de una infamia

El aprendiz de brujo, mis valedores. De tal mediocre les hablé ayer aquí mismo, sólo que en una versión hasta ahora desconocida, tal vez porque se trata de una modalidad apócrifa, creada según la voy redactando.  Apócrifa, sí, porque el impostor a que me refiero nunca estuvo a la altura de una soberbia leyenda como la del Aprendiz de brujo, que arranca de los más antiguos relatos populares milenios antes de nuestra era. Por cuanto a los individuos medianamente enterados, ellos la conocen por la balada de Goethe y el scherzo de Paul Dukas. Las masas identifican El aprendiz de brujo por alguna deleznable Fantasía  de Walt Disney. Lógico, cómo pudiese ser de otro modo…

El protagonista de la versión apócrifa es un hombrecillo insignificante al que la ambición de poder masca los hígados casi tanto como la envidia por el magnetismo personal y el arrastre en las masas del brujo principal  de la comarca. “Cómo hacerme del poder”, y el mediocre interrogó a lo más deleznable del noble oficio de la brujería: a alguno que vive en la Casa Blanca, a algún otro que intriga en basílicas y catedrales, a los que acaparan las riquezas de  la comunidad y a los patrañeros de la falsa crónica del diario acontecer. “Cómo, amigas y amigos”.

¿Cómo? Pues calumniando al brujo (“un peligro para México”), y espiando sus hechizos, hasta aquel mal día en que logró robarle un conjuro mágico. “¡Ya tengo el poder! ¡Haiga sido como haiga sido, el poder es mío! Y el brujo de pacotilla se mudó a la casa del brujo legítimo y emprendió la empresa imposible de  “legitimarse”, de limpiar su imagen de espurio, de impostor, ¿pero cómo?

Pues nada, que en su compulsión por lavar la mancha de origen, ¿no fue el desastrado a escoger el peor de los detergentes? Sangre, sí. Sangre humana. Chorros, torrentes. ¿Cuánta podrá caber en las venas de más de 40 mil seres humanos? Niños, viejos, mujeres, jóvenes, adultos, unos inocentes y algunos facinerosos, pero vidas humanas también. Y ándenle, que ahí se inicia la delirante carnicería…

Del demencial destazadero que provocó, mis valedores, ¿habrá que decir más?

A su muerte nada de mérito mereció el aprendiz. Cuando aquello sucedió y el insensato cayó víctima de su misma violencia, ningún epitafio propio logró el infeliz, que hasta para ello le prestaron uno que, genio y figura, le quedó holgado. Y cómo no iba a quedarle guango, si se trató del epitafio hace siglos adjudicado a un  purpurado intrigante,  pero nunca asesino a la manera del brujo aprendiz cuya historia quedó asentada en los códices, pero que en la memoria colectiva no logró trascendencia ninguna. Odio al principio, desprecio después, desdén, olvido, polvo, nada de nada, y no más.

Cuando la mano anónima de alguno que en la carnicería del insensato perdió al hijo, al padre, a la esposa, pudo segar la vida de semejante dañero (bien a bien, del fin del mal aprendiz de todo y oficial de nada muy poco registran los códices), fue un epitafio prestado el que otra mano anónima grabó en una tumba que se ignora si fue o no la suya. A ese que en vida provocó la muerte de 40 mil lugareños,  un número semejante de desaparecidos y uno multiplicado de viudas y huérfanos de hijos, de padres, de hermanos (dolor, luto, duelo, odio, lágrimas, aborrecimiento y desprecio para finalizar aventándolo al olvido definitivo), aquí el epitafio ajeno que le endilgaron al mínimo:

“En su vida hizo cosas malas y cosas buenas. Las cosas buenas las hizo muy mal. Las cosas malas las hizo muy bien”.  (Y RIP.)

Apócrifo

Los estudiosos lo conocen por el relato original, que se remonta a Luciano, dos mil años antes de nuestra era, y que el griego tal vez haya tomado de los más antiguos relatos populares. Por cuanto a los individuos medianamente enterados, ellos la conocen por la balada de Goethe y el scherzo de Paul Dukas. Las masas identifican El aprendiz de brujo por la versión de la cinta de Walt Disney. Lógico. Aquí la versión apócrifa.

Un brujo existía en la comarca conocedor de todos los secretos del oficio, por más que uno se le escapaba, y era que no lejos de ahí merodeaba cierto hombrecillo común, vulgarzón de aspecto, ente humano sin pizca de carisma y simpatía personal, sin duende ni ángel que no fuera el de su guarda, que lo despreciaba. Nada de nada tenía el infeliz más allá de una corrosiva envidia por el arrastre popular y el magnetismo personal del brujo sapiente, a más de una desaforada ambición por dominar el villorrio. Lóbrego.

Y es que a aquel mínimo habitante de la villa (un villano desde acá arriba hasta allá abajo, miren), todo lo que Madre Natura le negó de talento e ideales se lo alquiló un Mefistófeles de pacotilla, malas entrañas y malas mañas, que el villano aplicó para espiar al brujo a la hora de los hechizos. Pero ocurría que de secretos pura madre que lograba robar al brujo, y eso lo traía por la calle de la neurosis. Porque siendo todo un costalito de mañas, el fisgón era también un perfecto cretino, que sólo en el cretinismo llegaba a la perfección. Por ahí va la cosa. Y qué carambas hacer…

Hacer lo que hizo, el felón. Ocurrió que  valiéndose de malas artes logró herir y dejar por muerte al brujo que, despreocupado, se acercaba al laboratorio. De inmediato, impulsado por una irrefrenable compulsión por legitimarse ante los lugareños, el temerario pronuncia aquel terrible conjuro mágico, declara la guerra y entonces: el golen, y el zoombi y Frankenstein cobran vida y se desparraman por el villorrio, y la pesadilla: herir, masacrar, aterrorizar,  producir pánico, lágrimas, dolor. El espurio, observando el desastre…

Pues sí, pero lástima: hasta sus orejas llegaban el llanto y el crujir de dientes. El brujo de masquiña, por acallar lloros y lamentos y amansar una conciencia devota del Verbo Encarnado, buscó en el caserío a algunos descastados con mala fama de pícaros y vividores, duchos en las malas artes del engaño y la superchería, falsos hechiceros y chamanes de pacotilla, pero ni así. A ladridos, entonces. Para acallar la agonía de las víctimas y el gemir de los deudos, el aprendiz de brujo pobló el recinto de chuchos ladradores de Nueva Izquierda. Ni así.  Allá, afuera, ¿escuchan ustedes? Es el clamor de las viudas, los huérfanos, los deudos que velan sus muertos.

Y la guerra del falso brujo seguía. La masacre era alucinante y acrecentaba el odio y el repudio de los lugareños.  La carnicería tenía que cesar. Pues sí, ¿pero cómo? El impostor intentaba acertar con el conjuro adecuado que detuviese desgarramiento y masacre, pero el derramamiento de sangre, en lugar de amainar, se volvía borbollón que empapaba una tierra que había sido pacífica y productiva hasta días antes de que el dañero tomara usurpara el laboratorio del brujo mayor. Miren ahí, contemplen al pequeñajo espiritual remoliendo entre dientes y repasando en voz alta (¡esa aprendiz de voz!) este conjuro, esta fórmula verbal, el rezo al Verbo Encarnado, pero en vano: sangre, dolor y todas las lágrimas que el impostor había provocado, clamaban al cielo. (Sigo mañana.)

¿Un pacto de solidaridad?

María de los Angeles, hechura política del “compatriota” Salinas, que así le pagó un  señalado favor, según juran las lenguas de doble filo. Y es que fue el Dr. Manuel Moreno, padre de la susodicha, quien se atrevió a extender en calidad de “muerte accidental” el acta de defunción de aquella niña Manuela, 12 años apenas  y ya trabajadora doméstica al servicio de la familia Salinas Lozano, que fue “fusilada” por los hermanos Raúl y Carlos, por aquel entonces menores de edad.  ¿Infancia es destino? En fin. Esta  Moreno, que ha ocupado curules y escaños,  se prepara una vez más, aunque todavía a lo disimulado, para alcanzar la jefatura de esta ciudad capital. La Moreno.

Pues sí,  pero no,  que la de los Angeles  pretende volar mucho más alto de lo que le dan sus faldas, y hoy no se advierte un Dédalo que con cera de los pinos le pegue unas alas de cartón con qué suceder en el cargo al sucesor de López Obrador. María de los Angeles.

Aduladora por vocación y estrategia, ella a su hora quemó copal en el altar del santo Salinas. Pero no únicamente al del robo de media deuda secreta, según lo afirmó en su momento Miguel de la Madrid. También, desde 1988, la Moreno rindió su labia ante ese mismo que después de su acusación pegó el reculón, un  De la Madrid que al rematar su sexenio, y en la vorágine de la globalidad intentaba también rematar el país. La de los Angeles, desde la Subsecretaría de Programación y Presupuesto, siempre a la sombra de su inventor, intentó colorear el gris rata del primer mediocre de las cejas alacranadas que fingió gobernar el país, y a loas y odas (no odas, Moreno) intentó justificar la gestión presidencial del desabrido:

“El Presidente Miguel de la Madrid no está frustrado ni defraudado por que algunas metas no se hayan podido cumplir. No puede haber frustración porque muchos de los planteamientos iniciales se han superado, aunque en algunos otros las metas quedaron por debajo. Pero esto es algo que ocurre en cualquier sistema social vivo. Sí, es como el futbol americano: si tenemos 10 yardas por avanzar y lo logramos, luego tenemos que avanzar más, ¿no?

Claro, aún existe una deuda social con las mayorías, que implica desigualdades entre grupos sociales, regiones y sectores que no tienen las mismas posibilidades. Yo, por ejemplo, he podido alimentarme, estudiar y viajar, tener un empleo a un nivel adecuado y todo un conjunto de prestaciones que han hecho de mi vida más que aceptable. No como algunos campesinos que difícilmente han salido de su localidad, y que están en un nivel de subsistencia…

“¿El subempleo?”, siguió la Moreno. “Ese se da por diversos motivos: tiempo de trabajo, bajos ingresos o por realizar una actividad diferente para la cual se estudió. Si el ingreso en más bajo que el salario mínimo se estima que en México  hay subempleo, pero una de las principales características del Presidente De la Madrid ha sido su consistencia y veracidad. Desde un principio habló de una crisis muy severa y de la necesidad de afrontarla todos aun con un enorme sacrificio, aunque a muchos no les gustara. Así,  ha actuado con  realismo al señalar que habrá metas que no se podrán alcanzar. Pero el esfuerzo y el empeño que se han puesto en esta administración son ejemplares, y por eso la firme voluntad de seguir adelante con el Pacto de Solidaridad Económica, que es un ejemplo de concertación, aunque algunos quiera desviarlo”.

Ese pacto atroz, horroroso. Ah, la Moreno. (Ah, México.)

María de los Angeles, hechura política del “compatriota” Salinas, que así le pagó un  señalado favor, según juran las lenguas de doble filo. Y es que fue el Dr. Manuel Moreno, padre de la susodicha, quien se atrevió a extender en calidad de “muerte accidental” el acta de defunción de aquella niña Manuela, 12 años apenas  y ya trabajadora doméstica al servicio de la familia Salinas Lozano, que fue “fusilada” por los hermanos Raúl y Carlos, por aquel entonces menores de edad.  ¿Infancia es destino? En fin. Esta  Moreno, que ha ocupado curules y escaños,  se prepara una vez más, aunque todavía a lo disimulado, para alcanzar la jefatura de esta ciudad capital. La Moreno.

Pues sí,  pero no,  que la de los Angeles  pretende volar mucho más alto de lo que le dan sus faldas, y hoy no se advierte un Dédalo que con cera de los pinos le pegue unas alas de cartón con qué suceder en el cargo al sucesor de López Obrador. María de los Angeles.

Aduladora por vocación y estrategia, ella a su hora quemó copal en el altar del santo Salinas. Pero no únicamente al del robo de media deuda secreta, según lo afirmó en su momento Miguel de la Madrid. También, desde 1988, la Moreno rindió su labia ante ese mismo que después de su acusación pegó el reculón, un  De la Madrid que al rematar su sexenio, y en la vorágine de la globalidad intentaba también rematar el país. La de los Angeles, desde la Subsecretaría de Programación y Presupuesto, siempre a la sombra de su inventor, intentó colorear el gris rata del primer mediocre de las cejas alacranadas que fingió gobernar el país, y a loas y odas (no odas, Moreno) intentó justificar la gestión presidencial del desabrido:

“El Presidente Miguel de la Madrid no está frustrado ni defraudado por que algunas metas no se hayan podido cumplir. No puede haber frustración porque muchos de los planteamientos iniciales se han superado, aunque en algunos otros las metas quedaron por debajo. Pero esto es algo que ocurre en cualquier sistema social vivo. Sí, es como el futbol americano: si tenemos 10 yardas por avanzar y lo logramos, luego tenemos que avanzar más, ¿no?

Claro, aún existe una deuda social con las mayorías, que implica desigualdades entre grupos sociales, regiones y sectores que no tienen las mismas posibilidades. Yo, por ejemplo, he podido alimentarme, estudiar y viajar, tener un empleo a un nivel adecuado y todo un conjunto de prestaciones que han hecho de mi vida más que aceptable. No como algunos campesinos que difícilmente han salido de su localidad, y que están en un nivel de subsistencia…

“¿El subempleo?”, siguió la Moreno. “Ese se da por diversos motivos: tiempo de trabajo, bajos ingresos o por realizar una actividad diferente para la cual se estudió. Si el ingreso en más bajo que el salario mínimo se estima que en México  hay subempleo, pero una de las principales características del Presidente De la Madrid ha sido su consistencia y veracidad. Desde un principio habló de una crisis muy severa y de la necesidad de afrontarla todos aun con un enorme sacrificio, aunque a muchos no les gustara. Así,  ha actuado con  realismo al señalar que habrá metas que no se podrán alcanzar. Pero el esfuerzo y el empeño que se han puesto en esta administración son ejemplares, y por eso la firme voluntad de seguir adelante con el Pacto de Solidaridad Económica, que es un ejemplo de concertación, aunque algunos quiera desviarlo”.

Ese pacto atroz, horroroso. Ah, la Moreno. (Ah, México.)

Morbo y escándalo

En la cárcel nació El Quijote, sátira de los libros de caballerías que nos lleva a la risa y la pena, el humor y la compasión, la tristeza y la carcajada.

El libro, mis valedores, expresión cumbre del talento humano. Un parto maravilloso de lo mejor del pensamiento universal, cada libro constituye una revelación, un milagro repetido que parió la imaginación de los clásicos de la milenaria cultura asiáticas, la griega, la alemana y la de Italia y España. Todas. Nace un libro, y el mundo de la cultura universal lo recibe y aprovecha los conocimientos que encierran sus páginas. A propósito:

¿Que autor es el preferido de alguno de ustedes? ¿Qué género? ¿Novela, tal vez, ensayo, poesía, mito? ¿Qué están leyendo por estos días?

Yo soy lector por oficio y por beneficio. Varios años de mi vida los he dejado entre el aroma de la imprenta y la tinta impresa.  Soy, al propio tiempo, escritor. He forjado una decena de volúmenes que abarcan teatro, relato, novela y ensayo. Todos han encontrado alojamiento en casas editoriales de mucho prestigio que no se desacreditaron con tales títulos, a juicio mío. Tengo aquí en mi gaveta, dos de estas obras inéditas. De teatro las dos, que pongo a  la disposición del director o el conjunto teatral que se interese por ellos. Van de manera gratuita, qué más, qué mejor.

No. Ninguna lleva la marca del realismo costumbrista ni el realismo de tesis, de denuncia, documental, no.  En estas obras cabalgan la magia y el encantamiento,  o están a la pura medida del cesto de la basura. “Gringo gallón”, una de ellas.

Hay obras buenas y malas, de alta y de baja calidad, aunque tal clasificación se basa en elementos subjetivos que pueden variar en el tiempo o en el espacio.

No, esto los libros que han salido de mis manos no lo digo por hacerme propaganda ni a ellos ninguna suerte de publicidad. No la necesitan. Yo, y esto únicamente por voluntad mía, desde hace décadas fui  sometido al ninguneo por parte de gente del medio, y todos en paz. Digo lo que digo por otras razones. Mis valedores:

¿Pues qué ocurre con la creación literaria? ¿Qué con la redacción y publicación de un volumen? Antes la producción literaria era resultado de un esfuerzo descomunal. Un libro era obra de profesionales del oficio, ¿pero ahora? Hoy día qué diarrea de libracos escritos por quién y por quiénes, válgame. ¿Quién que es o finge ser no ha parido su libro, ya con fórceps o ya por cesárea? ¿Quién no ha abortado alguno de esos engendros, en ocasiones pagando él mismo, ella misma, los costos del parto?

Libros de morbo y de escándalo, intrascendentes o mal forjados y sin pizca de interés, libros para satisfacer odios, rencores y vanidades, tramados algunos tan sólo para el autor o sus allegados, que a lo enfermizo tratan de ver su nombre,  su retrato hablado, en alguna de las referencias del mamotreto de marras, efímero. Y otra más:

¿Qué periodista no ha expelido su libro, casi siempre de coyuntura? ¿Qué recluso, qué político no ha malparido su libro? ¿Quién, en el ramo del espectáculo, no se ha echado dos, tres, en torno a su oficio, su profesión? Una escritora Zapata,  otra que se firma Irma Tigresa, una Wornat. Moviendo la testa,  Hamlet: “palabras, palabras, puras condenadas palabras”. Mis valedores:

¿Yo cómo me vería, una tanga sobre los compañones, moviendo las nalgas al compás de una música guapachosa? ¿Y cómo se ve la Niurka mostrando las páginas donde cuenta que el coime le mantiene “siempre hasta los bordes el tanque de gasolina”? (¡Puagh!)