¡Vive!

Aquí, memorioso, mi saludo anual.)

Mi madre me contó que yo lloré en su vientre.- A ella le dijeron: tendrá suerte – Alguien me habló todos los días de mi vida – al oído, despacio, lentamente – Me dijo: ¡vive, vive, vive! – Era la muerte. (Jaime Sabines.)

Las obligadas reflexiones que en el espíritu sensible provoca el fin de año, mis valedores. Reflexiones filosóficas como esta otra, paralela a la anterior:

Un día tu alma caerá de tu cuerpo, y serás empujado tras el velo que flota entre el universo y lo cognoscible. No sabes de dónde vienes. No sabes a dónde vas. Mientras tanto… ¡sé dichoso!

El Rubaiyat, de Omar Khayyam, poeta “de la brevedad de la vida, el absurdo del mundo y la fugacidad del placer, consuelo único del hombre”. La suya es  poesía  (Persia, mediados del siglo XII) parida por una civilización de refinamiento, decadencia y acentos nuevos, deslumbrantes, desesperados. Esta de Khayyam es una sucesión de conceptos filosóficos armados en el molde del poema que aluden al tiempo en cuanto demoledor de la vida y los goces de los sentidos. Agridulce, directo y desnudo de galas se nos entrega el verso, que para el fatalista del desencanto y la sensualidad machihembrados no existe más placer que el de los sentidos, ni más vida que la del instante; que la naturaleza sigue su curso muy por encima de nuestros pequeñajos dramas personales y de la angustia vital ante el tiempo que pasa. Que es vano empeño la rebeldía ante el dolor y la muerte, y no nos resta más que exprimir el jugo de la uva (eso dice) y existir dentro de la almendra del instante, y no más; que a manera de las mejores voces del Siglo de Oro  español, la existencia del hombre  no es más que sueño, polvo, sombra, olvido. Nada, pues.

“Cuando hayamos muerto no habrá ya rosas ni cipreses, ni labios rojos ni vino perfumado ni auroras ni crepúsculos. Mira, escucha. Una rosa tiembla por la brisa y el ruiseñor le canta un himno apasionado; una nube se detiene. Olvidemos que la brisa deshojará la nube que nos brinda su sombra”.

Soñemos, alma, soñemos, dice Segismundo,  y Torres Bodet: ¿Para qué contar las horas? – No volverá lo que se fue, – y si lo que ha de ser ignoras, – ¡Para qué contar las horas! – ¡Para qué!

Atienda alguno (uno, aunque sea) la escena antigua y actual que ahora les ofrezco, frutilla madura de la literatura oriental. Ya después todos ustedes a seguir con su trajín:

“Señor, no sirvas todavía el vino, que acabo de reflexionar. He aquí que ha llegado el momento en que los comensales están menos alegres, en que la risa duda; el instante en que las danzarinas vacilan, en que las peonías se deshojan. He aquí el único instante en que el corazón habla con sinceridad.

Señor: tú posees palacios, guerreros, vino perfumado. Yo no tengo más que mi laúd, que canta amargas canciones a la hora en que las peonías dejan caer sus pétalos. En esta vida, señor, sólo tenemos una certidumbre: la muerte. Estas bocas que nos besan estarán un día llenas de tierra. Este laúd que vibra bajo mis dedos servirá para refugio de las gallinas. El tigre saltó a los valles donde en otros tiempos erraba el pez Mrang. El coral tapiza los torrentes donde florecían antaño las violetas. Escucha allá lejos, en la montaña blanca de luna; escucha a los monos que lloran en cuclillas, sobre tumbas abandonadas…

Ahora, señor, ya puedes llenar nuestras copas…»

Mis valedores:  a vivir. Qué más. Qué mejor. Vivir, que es más tarde de lo que suponemos. Y el aletazo del tiempo, y este resfrío y este estremecimiento…

(Vivir.)

2 pensamientos en “¡Vive!

  1. y la tarde se aproxima silenciosa, y esperamos lo que deseamos sea cercano pero lo que en la mañana era mucho, en el atardecer es muy escaso, lo que por el amanecer era certero, en el atardecer es el acaso.

  2. Shantosha es la 2da práctica del Niyama. Es el contentamiento, la voluntad de aceptar lo que hay, lo que nos conduce a la gratitud y a la satisfacción. Se dice que cometemos tres errores básicos en la vida: querer ser más delo que somos, querer ser menos y no querer ser. Cuando las circunstancias nos son adversas no las aceptamos, cuando nos son favorables nos parecen insuficientes o de ésto a nada mejor nada. Estamos atrapados en el apego, la aversión o la indiferencia. para vivir en Shantosha debemos trabajar con nuestros apegos para dejar de estar atados a las cosas y las situaciones frívolas, vacías insignificantes, es mejor descubrir nuestros valores internos, no es desear lo que es imposible tener, sí es cuando estamos contentos con lo que la vida nos ofrece y con lo que la vida nos da. Así evitaremos el sufrimiento innecesario de siempre estar deseando lo que es imposible tener.

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