Lobo del hombre

¿Quién es la víctima? ¿Quién es el verdugo? La víctima somos todos nosotros, y todos nosotros el verdugo de todos. Todos somos el linchado y el que blandió el garrote y encendió la hornaza. Somos el protagonista de eso horroroso que ocurrió  ayer en Tláhuac, en Otumba, en Tlalpan, y hoy mismo en San Andrés Tlamac (Reforma),  donde dos policías fueron linchados junto a tres de ellos malheridos después de que un civil fue muerto a balazos.

Verdugos y víctimas son las masas, y todo en el mundo gira alrededor de las masas: los sistemas fascistas, los gobiernos autocráticos, los partidos políticos, los organismos sociales y los credos religiosos. Todos ellos gravitan en derredor de esas masas que para el socialismo utópico sólo sirven para gobernar y sólo para ser gobernados según el imperativo del capitalismo real. Los sistemas de poder, por asunto de ventaja personal y de grupo, han terminado por convertir el elogio de esos rebaños en una profesión en verdad lucrativa. Pero unos y otros sistemas de dominación se viven ensalzando al rebaño de perplejos, como lo llama Noam Chomnsy. Frente a la masa qué distinto el individuo de ideales…

Único, irrepetible e impredecible es el individuo. Rebelde a la mediocridad, rehúsa la vocación de esclavo. Carácter, inteligencia, personalidad, el individuo de ideales es capaz de pensar, de crear estrategias, de avanzar solo, a acierto y error, por caminos que abre  al andar, como dice Machado.

Pero también suele ocurrir, dicen Freud y algunos más,  que en ocasiones ese mismo individuo, por el peso de la soledad del que avanza sin más compañía que la de la propia libertad, llega a rendirse y se integra a la masa de entes todos iguales entre sí, y entonces desciende varios peldaños en la escala de la civilización,  su alma individual se diluye en el alma colectiva y sus pensamientos y acciones, al ser de la masa, son ahora impulsivos, tornadizos, viscerales, irreflexivos. Su actividad intelectual se ha erosionado en la misma medida en que se acrecentó su integración a la masa irreflexiva. El individuo se tornó bárbaro y es arrastrado por los movimientos espontáneos y la violencia, la ferocidad, el entusiasmo y el heroísmo de los seres primitivos. Lo heterogéneo del individuo se ha convertido en lo homogéneo de la masa, tan bien trovada por los demagogos…

Ya en su nueva condición como uno más de la masa, el individuo sacrifica fácilmente su interés personal al interés colectivo. Ha perdido su personalidad consciente y sólo obedece a las sugestiones del patriarca al que la masa buscó para acatar (a lo visceral, a lo irracional) su liderazgo. Porque el individuo ataca al líder; la masa lo acata. En él mira a su santón, su mesías, su iluminado; todo ello porque el rebaño es simplista y procede de acuerdo a la psicología del niño, y como él vive dando preferencia a lo fantástico sobre lo real y quiere ser sometido; necesita ser dominado, subyugado, tener y mantener a su  amo. Ahí el éxito del caudillo, de  los fascismos, de los falsos profetas. (Freud.)

¿Qué fue, entonces, del varón de ideales? Ocurrió que el Doctor Jekyll se transformó en Mr. Hyde, y ya convertido en masa se dispone a golpear raterillos, a desgarrar sospechosos de ser sospechosos, a descuartizar infelices que asaltaron a los pasajeros de un microbús. ¡A hacernos justicia por propia mano!, cuando mal  conocen la justicia. ¡Fuenteovejuna, señor! Cuando no se la ha leído. ¡Mátenlos!  En Tláhuac, en Tlalpan, en Otumba, en San Andrés Tlalamac, en…

¡Quémenlos vivos! (México.)

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