¡AMLO qué sabe de PEMEX!

El ente humano, criatura única e irrepetible que puebla el haz de la tierra y cuyo destino, en cuanto comunidad, es la sobrevivencia. Ente de cumbres y abismos, de cimas y simas, sus hechos proyectan luz y tinieblas en humanísimo claroscuro: éste conquista las crestas del saber, del heroísmo, de la santidad,  en tanto que una infinita mayoría se arracima en contingentes de masas que sobreviven en la enajenante rutina del diario vivir una vida a ras de los suelos, cuando no más abajo. Los seres anónimos, los desconocidos de siempre.

El mexicano, en el caso presente. Si como individuo se afana en el logro de la perfección, casi siempre carece de la educación adecuada. La ignorancia lo mantiene en situación vulnerable, y cae siempre ante el ataque de esos sus enemigos que le dificultan el vuelo natural hacia la entelequia, que decía el clásico.  Y sí, entre los que le cortan las alas están los medios de condicionamiento de masas. Lóbrego.

Porque el pobre de espíritu, inquilino de la violencia, la pobreza y la inseguridad,  busca evadirse de una realidad que lo supera y agobia, y en ese intento de hurtarle el cuerpo a lo que no puede evitar se refugia en el alcohol o en otras drogas casi tan nefastas como la botella: cocaína, mariguana,  metanfetaminas y,  por supuesto,  el  televisor, esa puerta falsa, puerta excusada, que el mexicano tiene abierta de par en par, sin percatarse de que la de plasma representa un capital de miles de millones, y que como negocio del gran capital sus intereses no sólo difieren de los del televidente,  sino que se le contraponen y medran a sus costillas (a sus dos nalgas frente al televisor), y que el medro de la televisión es el desmedro de las masas sociales. Macabro.

Esas masas precisan también de una rajuela de esperanza que les avive su desfalleciente sentido de la existencia, y esa esperanza la encuentran en el credo religioso, cualesquiera de ellos. La católica es la religión mayoritaria, y en ella se refugian en busca de la esperanza de esa vida mejor que se le promete, sí, pero en la otra vida, y ello si logra pasar el juicio inapelable de Dios. Es ahí donde el clero católico, a contracanto de las leyes del Estado y de Dios, manipula el tremendo ascendiente que tiene sobre las ovejas del rebaño “del Pastor» para aplicar en ellas una moral restrictiva, represiva, que les lleva a caer en el engaño de tomar como preceptos religiosos ciertos tabús como el preservativo, la educación sexual, la píldora del día siguiente, la interrupción del embarazo antes de las 12 semanas y tantos otros derechos humanos que la sotana transforma en pecados. En anatema. En excomunión. En condenación eterna. Y como a los millones que participan del ritual católico, que no de su esencia, desde pequeños se les ha troquelado la obediencia como “virtud”, pues… a obedecer. Qué más.

Hace tiempo, al igual que hoy día, PEMEX fue motivo de escándalo porque manipulaciones de los entreguistas al gran capital extranjero provocaron un clima ominoso que llevó a la movilización ciudadana encabezada por López Obrador. El clero católico, entonces, puntal histórico de un  Poder que lo apuntala  y,  por ello mismo, enemigo de las masas:

La lucha por PEMEX no es de falsos profetas e iluminados. AMLO qué sabe del tema. Calderón, en cambio, tiene argumentos, y son sustentables. ¡Que los católicos no salgan a manifestarse en las calles!”

Los Pinos, la TV, las sotanas. (Laus Deo.)

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