La querella del “mundo nuevo”

Esta vez, mis valedores, el encontronazo de los dos mundos, que se produjo un día como hoy, pero de hace 519 años.  Mi retablillo anual:

Cuando ellos llegaron nosotros teníamos la tierra y ellos la Biblia. Cierren los ojos, nos dicen. Cuando los abrimos ellos tenían las tierras y nosotros la Biblia.

¿Qué tan cierto es, mis valedores, que nuestros pueblos ya dilapidaron identidad y conocimientos, pensamientos y formas de ser y vivir de su raíz indígena que guardaban hasta la llegada de “tan crueles y despiadados conquistadores”? Del encontronazo de dos mundos:

“Vimos llegar tres enormes embarcaciones cargadas con nuestro porvenir. No han parado de ir y venir desde entonces. Así lo contaba el mito de los tradicionales de nuestra tierra, quienes lo leyeron en las mismas estrellas que orientaban a los navegantes hacia América. Ahora cuentan que cumplimos doscientos años de la independencia. Pero nuestra memoria tiene miles de años, recuerda que el territorio no se llamaba como hoy, ni hablábamos como hoy, y comíamos otros alimentos, y pasaban las cosas de otra forma. Estamos acá y somos millones, es el grito de los indígenas de toda nuestra América que construyen hoy el territorio tradicional superando la sociedad del mercado, levantados sobre los propios pies y renovados del mito que avisó lo que la historia nos ha traído, así como su terminación”.

Visión y versión de Marx y Engels:

“El descubrimiento de América y la circunnavegación de Africa ofrecieron a la burguesía en ascenso un nuevo campo de actividad. Los mercados de las Indias y de China, la colonización de América, el intercambio con las colonias, la multiplicación de los medios de cambio y de las mercancías en general imprimieron al comercio, a la navegación y a la industria un impulso hasta entonces desconocido, y aceleraron, con ello, el desarrollo del elemento revolucionario de la sociedad feudal en descomposición”.

¿Fue Colón el primer visitante de nuestros antepasados indígenas? Malqueriente de su gloria, M. André: “En Porto Santo Colón conoció por casualidad a Alonso Sánchez, que había desembarcado, moribundo; lo llevó a su casa y se enteró por él de que la Antilia, de donde él retornaba, existía en realidad (…) Desde ese momento el objetivo principal de la vida de Colón fue descubrir la Antilia y las otras tierras de la parte occidental del océano. Pero no quiso que se dijese con fundamento que había seguido los pasos de otros, que no había descubierto, sino simplemente encontrado lo descubierto por otros”.

Por conocer algo más del alumbramiento dificultoso del “nuevo mundo” aquí un esbozo de la aventura de lo real maravilloso que  a lo largo de 33 días iba a recalar en la isla de los “arruacos”, Guanahní, en retacillos que entresaco de libros diversos. La revelación que el sacerdote egipcio hiciera a un Solón apabullado ante una cultura de Egipto que a la de Atenas exhibía en pañales (en Platón las tierras del Mundo Nuevo se columbran, se insinúan apenas entre las nieblas de la fantasmagoría y el realismo mágico):

“Las escrituras dicen que una gran fuerza domeñó en cierta época vuestra ciudad (Atenas); esta fuerza se dirigía osada a toda Europa y Asia desde el mar Atlántico. Delante de su desembocadura, que vosotros llamáis Columnas de Hércules, había una isla mayor de Libia y Asia juntas, desde la que se abría a los navegantes el paso a las otras islas, y desde estas islas, a todo el continente de allende este verdadero mar”.

(El descubrimiento,  mañana.)

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *