Indecorosa mancuerna

No es mi intenciòn alarmarlos, pero la señora de marras torna a la luz de las candilejas, al brillo del oropel y al protagonismo desbozalado. Permìtanme, mis valedores,  ser màs explìcito. De lo que ahora les cuento hace ya sus buenos tres años y meses, pero lo reproduzco hoy dìa porque ha ocurrido que la protagonista no era un despojo polìtico, sino que  permanecìa en estado de hibernaciòn. Recuerdo lo que sucedìa por aquellos tiempos…

Atònito y con la bilis desparramada, bilis negra, observaba este servidor de todos ustedes el indecoroso espectáculo de una señora esposa de un señor esposo,  empresario èl y polìtico en sus tiempos perdidos,  que ya a punto de rematar su sexenio intentaba  a lo desesperado y por todos los medios, incluso los lícitos, rematar la faena con la estocada final, que era legar el sillón del gobierno a la susodicha Martha. Indecorosa mancuerna. Y que hacer.

Què hacer, sino redactar a la susodicha Martha, en este mismo espacio y en la pàgina elvaledor.com.mx de la internet, el mensaje que ahora me veo precisado a transcribir porque (peripecias de la politiquerìa cimarrona) para desgracia de tantos esa misma arribista, esa Martha logrera y oportunista  regresa al terreno pantanoso de la polìtica. Macabròn.

Este es, actualizado según las nuevas circunstancias politiqueras, el mensaje que nunca como hoy habìa adquirido tanta actualidad; juzguen ustedes si no.  Decìa y, según pintan los nuevos tiempos polìticos, tengo que reiterarlo:

Señora Martha: ¿lo ve usted? Fue flor de un día, o más propiamente: flor de un sexenio, el de su marido. No más. El polvo retornó al polvo y lo del agua, al agua. Así pasan las glorias en este mundo, y no vaya usted a olvidar que lo que  salió de la nada a la nada ha vuelto. Como usted misma, señora Martha, a quien muy bien cuadra la cancioncilla antañona en todo de sol:

“Hagamos de cuenta que fuimos basura –vino el remolino y nos alevantó”.

Como a usted. Porque eso fue y eso sigue siendo, con perdòn: basurilla, según la exhibieron sus propias acciones cuando, por ascender, se ahijó no a sus mèritos sino al cuadril de su complaciente marido, que me la encumbró durante los seis años en que él mismo se encaramó al poder sin más merecimientos que ser un exitoso vendedor de aguas embotelladas y similares. Ese mediocre que todavía hoy tiene usted por marido me la vino a “alevantar” en el remolino de una politiquerìa basurienta, de una turbulencia politiquera. El hombre de negocios la encumbró de manera efímera y artificial, y ya cuando usted se miró en las alturas, incapaz de ejercer un gramo y un grano de autocrítica, perdió la proporción y, pequeñaja como es, se sintió con los tamaños para suceder al marido en el sillón de gobierno. Crear una dinastía, ni más ni menos, y seguir mamando (del presupuesto).

(Esto, mis valedores, lo afirmaba yo ayer. Hoy, según pintan las nuevas jugadas politiqueras en ese sòrdido tablero de ajedrez donde la partidocracia mueve cuacos, peones y reinas de oropel y hojalata,  yo no tendrè màs opciòn que tragàrmelas, me refiero a mis palabras. Y sigue el recado a tal Martha , convenientemente actualizado.)

¿Pues en qué andaba pensando usted cuando dejó filtrarse en su mente tan desmesurada ambición? ¿Una nueva Eva Perón, engrandecida a la sombra del marido gobernante y dispuesta a hacer historia en el país? Pobre de usted, gusanillo que nunca logró metamorfosearse en crisàlida. Así de efímeros son los sueños desbozalados y así de… (Sigo mañana.)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *