Libertad de expresión, ese mito

Un pueblo desinformado y ya resignado bajo un poder omnímodo como el de los medios de acondicionamiento social puede caer en la servidumbre y la degradación política y moral hasta el grado de convertirse en un animal doméstico.

El día de la libertad de expresión y de prensa, por ahí va el título de esa fecha destinada a festejar la cooptación de algunos periodistas por las autoridades en turno. El festejo de marras (no estoy cierto si vive o muere a estas horas) fue instituido el 6 de junio de 1951 por los colaboracionistas del Poder. De lo que sí estoy seguro, de resultar cierto el documento sobre la docena de periodistas a los que el gobierno soborna con el dinero de nuestros impuestos, es que el sobrcito de los viejos tiempos ha sido sustituido por un soborno descomunal, que en el periodista que encabeza la lista llega casi a los 900 mil mensuales. Cooptación vil, porque  el sueldo es cubierto por la empresa para la que el cooptado labora. Aquí, sobre el periodismo, mi oficio, opiniones de Camilo Taufic y algunos más:

¿Libertad de expresión? Los medios son industria y comercio tan costosos que su creación exige recursos económicos fuera del alcance  del periodista. No hay uno, ni un grupo de ellos, donde sean los dueños de una industria impresa o electrónica, y de existir, su sobrevivencia dependería del Sistema. El periodista no es más que un asalariado al servicio de los dueños de la estación de radio o de TV y sus intereses comerciales.

¿Libertad de expresión? Los medios no juegan otro papel que el que le asignen sus dueños. Podrán ser instrumentos de cultura o también de incultura; de dominio o de liberación; elementos para unir a un pueblo o para desorganizarlo; para elevarlo o para hundirlo. Es la propiedad sobre el medio de comunicación la que determina al servicio de quienes éste se coloca, a favor de qué causa, de qué valores, de qué clase social.

¿Libertad de expresión? ¿Cómo, dónde, si los grandes capitales detectan el monopolio de radio, televisión y todo el poder de la información para con ello poseer todos los poderes? Y no existe la información por la información. Se informa para manipular en determinado sentido a las masas sociales. Es decir: se informa para dirigir. En ese sentido, el mimetismo de periodismo y política llega a ser total. Las ganancias de la televisión provienen de las ventas de espacio para la publicidad a las otras empresas, principalmente al gobierno. Ellos le darán o negarán subvención mediante publicidad y otras concesiones, en la medida que defiendan los intereses de los anunciantes. Sin más.

Al seleccionar las noticias que apoyan su propia política y omitir otras, los  medios producen en la mente de las masas una impresión totalmente alejada de la verdad, que se realiza dentro de una exactitud minuciosa para reproducir los hechos. El dueño del medio, por interés económico, privilegiar el de los patrocinadores  y someter a las masas,  las atiborra de nota roja y escándalos,  telenovelas y morbo, sexo y todo eso que las alimenta del ombligo para abajo. Y sí, por supuesto: que no falte el clásico pasecito a la red.  ¡Brasil!

¿Libertad de expresión? Mientras el monopolio de los medios de acondicionamiento social dependa del dinero de las empresas y el gobierno, la libertad de información será un mito y la democracia una de tantas mentiras convencionales de nuestra civilización mistificada, donde las palabras desmientes sus significados y las ideas los hechos.

¿Libertad de expresión y de prensa? (Bah.)

¿Y Atenco, mis valedores?

¿Atenco ya se olvidó?  Ayer lo dije y hoy lo reitero: la factura de Atenco sigue aún sin cobrar. ¿Y nosotros?

Estoy mirando las fotos, y el espeluzno: cabezas resquebrajadas, rostros amoratados, bocas que chorrean sangre, manos y bocas a la defensiva. Golpes, maltratos, manoseos nauseabundos a la intimidad de algunas mujeres, extranjeras varias de ellas, todo esto a manos, a dedos, a hormonas encabritadas de los policías de un Peña  que con todo y eso pepenó la banda presidencial. Miro este cuerpo tronchado y ese que, macerado a leñazos de tolete y culatazos, cae de rodillas, codos y frente contra el asfalto. A ese otro  cuatro de uniforme derriban a garrotazos, y a aquél  llevan a rastras. Hago a un lado las fotos y me pongo a pensar: cuánto hacía que  hasta antes del Verbo Encarnado y su cementerio particular, el territorio patrio, las primeras planas no se habían empapado hasta grado tal. Sangre de humano.  Atenco.

Todo se inició un día de tianguis en Texcoco los días 3 y 4 de mayo del 2006. La venta de flores por parte de algunos comerciantes de San Salvador Atenco derivó en una guerra florida de fulgurantes rencores, violencia aberrante y sangre desparramada. Resecos yerbajos en aquella pradera, una chispa bastó, y unas flores, para convertir Atenco en hornaza que estalló entre unos machetes enardecidos y unos sicópatas disfrazados con uniforme policíaco al mando del entonces Peña  gobernador del Estado de México. Recuerdo aún la respuesta que éste dio hace algunos ayeres a los requerimientos de 132 estudiantes universitarios:

– ¡Para eso tiene el Estado el monopolio de la fuerza legal, para ejercerla cuando las circunstancias lo ameritan!

Una violencia legal como la que fue a perpetrar en Atenco su horda de sádicos disfrazados de cuerpo represivo. Ese Peña, en la carrera presidencial, aventajaba a López Obrador en las preferencias de las masas sociales. Es la desmemoria de las masas sociales; es su debilidad ante los medios de acondicionamiento social; es México.

Y los resultados de una violencia que el sucesor de Díaz Ordaz en Los Pinos provocó en Atenco: los enjuiciados no fueron los de uniforme, no fue el autor intelectual; fue un Ignacio del Valle, dirigente del Frente del Pueblos en defensa de la Tierra, condenado con varios de sus compañeros, libres el día de hoy, a más de un siglo de prisión. Fue  una América del Valle tiempo después refugiada en la sede de alguna embajada. Tal es la justicia en México. Tal  es la violación de los derechos elementales de los habitantes de aquel caserío. Tal es la desmemoria de las masas sociales, que a la manipulación aplastante  de Televisa permitieron que el PRI volviese a encuevarse en Los Pinos.  «Para eso tiene el Estado la violencia legal». Aberrante.

Pero ante la pasividad y la indiferencia de aquéllos a quienes Atenco dejó y deja indiferentes  América del Valle sentenció a los agresores:

– ¡Que esos perros  se cuiden las espaldas, porque mañana, porque  hoy mismo, el muerto será uno de su lado. El pueblo de Atenco tiene licencia para machetear a cualquier militar, policía o granadero!

Atenco,  mayo del 2006. En fecha reciente Peña pudo mudarse  a Los Pinos. En fecha reciente, por su celo justiciero,  la Suprema Corte de Justicia de la Nación recibió el reconocimiento de la ONU. ¿Y nosotros, mientras tanto?  ¿En el retorno del PRI-Gobierno a Los Pinos tuvimos presente Atenco?  Mis valedores: este es Peña, este es el pobre de espíritu que votó  por él; este es México. (Nuestro país.)

¿Milagrero Wojtyla?

Milagrero, y aquí certifico tres de los prodigios que realizó durante sus visitas a nuestro país. El primero:

En su 2ª. visita a nuestro país (1990) Wojtyla se reunió con empresarios y comerciantes mexicanos, y convirtió el corazón de los tales, roca y pedernal, en terroncillos de azúcar cande. Así le dijo un  Fernández de Castro,  

Su Santidad: los empresarios deseamos el bienestar social de todos los que dependen de nosotros. Creo que los empresarios somos un medio del que Dios se vale para la administración de la riqueza temporal.

Un Eduardo García, comerciante:

– Yo soy partidario, Su Santidad,  de un capitalismo popular (sic.); de uno que, como la imagen de María, se intuye y se preanuncia (sic.)

Wojtyla le echó en (la) cara su bendición. Y sonreía…

Comerciante también, Patricio Martínez:

– Usted vino a reafirmar lo que nosotros ya teníamos como doctrina social, tal como lo expresó en torno al capitalismo, al lucro exacerbado, al amor del dinero y a la mala retribución al trabajo e injusta distribución de la riqueza. De alguna manera, nosotros ya la practicábamos, porque nosotros no defendemos el individualismo egoísta que algunos practican porque siempre hay ovejas negras. Usted no dijo que el dinero sea malo, lo que pasa es que, por supuesto, no lo podemos amar al mismo nivel que los empresarios amamos a Dios. (¡!)

Finalizó la visita, y un Guillermo V. Madero, de un tal Centro Empresarial: “Qué paquetón nos vino a dejar el Papa. Claro, él habla de lo que debería ser, no de lo que es, pero no podemos quejarnos, porque lo  importante es que gracias a Dios, la visita papal redituó una ocupación hotelera del 100 por ciento”.

El dirigente de la selección mexicana de futbol, un Lapuente:

Su Santidad fue decisivo para lograr lo que tuvimos en el Mundial de Francia.

El segundo milagro: Una televisión que durante 362  días del año ventoseó basura y bodrios para alimento espiritual de los mexicanos, de súbito, al solo conjuro del Papa, el tanto de tres días mudó de pelleja y se nos tornó seráfica. Nada de jovencitas en pantaleta ni cómicos del albur. Ahora arpegios de órgano y efluvios de incienso y copal. El sketch procaz dejaba su foro a la homilía, y el albur a los latinajos. Durante tres días el México siempre fiel se nos tornó místico, como el resto del año mantenía su onanismo mental ante carnazas, pechugas y lágrimas de glicerina en las telenovelerías.

Y qué prodigio observar a los compinches Salinas y Azcárraga que al influjo del destructor de la Teología de la liberación y socio anticomunista de Reagan y Tatcher, de corruptores se nos tornaban seráficos,  y en celo religioso se soltaban exudando, urbi et orbi, su parafernalia de misas y beatas, cantos litúrgicos y bendiciones, credos y antífonas y homilías, espectáculo que alcanzó altísimos niveles de audiencia y beneficios en euros para  los propietarios de la TV en este país  que puede ser todo lo creyente que se quiera, y hasta católico, si lo prefieren, pero que por sus obras tiene muy poco, poquísimo de cristiano. Es México.

El milagro tercero: que esa verdad oficial de los  Peña y Wojtyla, Slim, Salinas y Azcárraga, sea la verdad que adoptan por suya las víctimas, esas masas que bailan al son que les tocan los medios de acondicionamiento social, tan vulnerables y enajenadas como el estudiante universitario:

– Yo lloré como un niño, y no es metáfora (sic.)

Y otro: Bailamos, cantamos y gritamos por horas.

Mis valedores: todo esto somos el México siempre fiel, no a nosotros, sino a  Wojtya. (Atroz.)

Frenesí y éxtasis

La noble lucha por la justicia nunca os  ha de llevar al enfrentamiento, sino que en todo momento habéis de inspiraros en los principios evangélicos de colaboración y diálogo, excluyendo toda forma de violencia.

(Mensaje de Juan Pablo II a los indígenas chiapanecos. 1999.)

Y aquello, demencial que se nos echó encima durante unos días en los que las aguas del culto a la personalidad y el fervor inducido se salieron de madre.  Así comenzó, mis valedores,  la primera de las 5 visitas de Juan Pablo II a México, que se inició el 26 de enero de 1979:

A gritos, al arribo del avión, la reportera de Televisa: “¡Un momento, señoras y señores! ¡Acaba de ocurrir un trágico accidente! ¡El Papa ha tropezado al descender del avión y se ha ido de bruces contra el piso! ¡Nadie lo ayuda! ¡Qué barbaridad, ahora la capa le envuelve la cabeza haciendo temer que Su Santidad muera simultáneamente de asfixia y fractura de cráneo apenas llegado a México! ¡Ah, qué alivio! ¡Milagro!  ¡El Papa se levantó como si nada hubiera pasado y se dirige sonriente a saludar al Sr. Presidente! ¡Ni siquiera el gorrito se le ladeó!”

Se desgañitaba la publicidad: “¡Hosana en las alturas! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Padre Santo, bendice a tus ovejas! ¡Padre, bendícenos! Banco internacional”.

El Sol de México: “Una rosa de oro, permanente presencia de México en el despacho de Juan Pablo II, fue el obsequio de periodistas en su visita al país. Son ustedes modelo de responsabilidad, dijo Juan Pablo II, quien ofreció a los reporteros mexicanos: La rosa de oro que me estregasteis con tanto cariño permanecerá siempre en mi despacho, muy cerca de mi corazón”.

A doble plana en el matutino: ¡Vamos todos a Roma, a corresponder la visita que nos hizo S.S. Juan Pablo II! Reiterémosle nuestro amor y nuestra devoción al Padre Santo, llevándole hasta Roma las porras y las canciones que tanto lo emocionaron. Y recibamos allá su bendición. ¡Tenemos con él un compromiso! ¡Viajando en los mismos jets como el que condujo a S.S. durante su gira apostólica por nuestra querida patria! Ofrezca a mamá el mejor regalo en su día y conozca también Florencia, Venecia, Madrid y Toledo. Roma, escrita al revés, es amor.

El Heraldo: Excepcional retrato de Su Santidad el papa Juan Pablo II, ejecutado por la pintora polaca Anna Zernecki, que lo revela: yo encontré la inspiración…en los medios de comunicación.

Clamaba un Pedro de Urdimalas:

– ¡Yo seguí cada día las actividades de Su Santidad para crear musicalmente un relato de su permanencia entre nosotros! Me salió un bonito corrido que se titula Corrido del 26 de enero! He plasmado este corrido que puse personalmente en mano de Su Santidad, junto con una rosa roja, para que se lo llevara a Roma. Dice el corrido, en una de sus cuartetas: “Escuadrón motociclista – con gusto te recordamos – que al Papa le abriste la pista – en mares de mexicanos”.

Diario de México. “A sus 23 años de edad era drogadicto. Al paso de Su Santidad logró trepar a un poste de luz con el intenso deseo de rogar al Sumo Pontífice que le concediera el milagro de apartarlo del vicio. Electrocutado al llegar a lo más alto del poste, ayer, por fin recibió cristiana sepultura”.

Tal es el horror de la manipulación, del fervor inducido, del culto a la personalidad. Mis valedores: este es el efecto de los medios de acondicionamiento social. Esto somos nosotros. Todo esto es México, nuestro país. (Laus Deo.)

 

Aplastar la memoria histórica

El emperador había manifestado a sus generales que Puebla  recibiría con flores al invasor. La defensa de Puebla después de la derrota del 5 de mayo demostraría a quien aún tuviese dudas, que los mexicanos empezaban a serlo.

Exacta la afirmación del historiador. Con Juárez y sus liberales se fue integrando una verdadera nación, compuesta de verdaderos mexicanos. Antes la revolución Ayutla y de las Leyes de Reforma que crearon tales beneméritos no existía un concepto de patria y de patriotas, y es por ello que el territorio fue desgarrado por cuanto invasor se propuso medrar de un territorio indefenso, o casi.

Pero bandazos que da la historia: el vecino del norte abandona el proyecto de invasión que planeaba desde el XIX por el de absorción, que aplicó desde entonces y que hoy desemboca en ese regreso del energético a las compañías extranjeras disfrazado de reforma energética que perpetran unos entreguistas validos de la pasividad e indiferencia de las masas sociales, cuya condición de mexicanos regresa a los tiempos anteriores a Juárez y sus liberales. Trágico.

Hoy, 5 de mayo del 2014, se cumplen 152 años de la invasión francesa y la batalla de los fuertes de Loreto y Guadalupe en las goteras de Puebla, la capital. Con ánimo de que se advierta que, imponderables aparte, los mexicanos remataron en el Cerro de Las Campanas la osadía de los invasores, ahora transcribo parte del mensaje que en los barruntos de la invasión Juárez envió a la comunidad:

“Mexicanos: si se intentase humillar a México, desmembrar su territorio, intervenir en su administración y política interior o tal vez extinguir su nacionalidad, yo apelo a vuestro patriotismo y os exito a que, deponiendo los odios y enemistades a que ha dado origen la diversidad de nuestras opiniones, y sacrificando vuestros recursos y vuestra sangre, os unáis en derredor del gobierno en defensa de la causa más grande y más sagrada para los hombres y para los pueblos: en defensa de nuestra patria”.

Y ya en los primeros amagos de invasión: “El pueblo mexicano conquistó su independencia sin auxilio extranjero, y ha dejado una historia de su insurrección, que parece una epopeya por los rasgos sublimes de patriotismo de que está sembrada.

El pueblo mexicano conquistó la reforma con una heroicidad y una moderación el día del triunfo, que han  merecido la admiración de los contemporáneos imparciales; y sin otra ayuda que su fe en las ideas del siglo, abatió el coloso clerical, respetando la religión. Marcó el hasta aquí a los abusos y enalteció el dogma, emancipándolo de la liga de oro que le unía con el poder civil.

El pueblo mexicano, que en pocos años ha consumado dos obras tan grandiosas, no puede ser esclavizado por ninguna nación del mundo, y puede luchar y luchará en esta vea, como en otras, para probar que tiene vida para ser independiente, que tiene inteligencia para ser progresista, que tiene valor para defender el suelo en que le colocó la  Providencia…”

En enero de 1862 se presentaban las escuadras extranjeras frente a la ciudad y puerto de Veracruz. Más tarde se iniciaría la invasión, pero entonces…

Y aquí la importancia de la memoria histórica. Si tan admirables epopeyas  mexicanas son ignoradas por las masas sociales, ¿cómo pudieran servir  de ejemplo frente a la reforma energética? ¿Hoy qué dirá de la invasión francesa el discurso oficial? ¿De la absorción de EU qué podrá decir? Mis valedores: este es el gobierno que hemos aceptado. Esto somos nosotros. Todo esto es México, nuestro país. (¿Y..?)

Las masas olvidan…

Hoy, la mente atiborrada de cadáveres en San Martín Texmelucan, recuerdo las explosiones de aquel 22 de abril de 1992, cuando hicieron explosión los lloraderos de gasolina que inundaban las cañerías del Sector Reforma, en Guadalajara. El entonces presidente Salinas prometió castigo para los causantes de la tragedia que dejó cientos, miles de víctimas. De esto han pasado ya 18 años.  ¿Y? Lo advertía Juan Delgado N. en el Congreso jalisciense:

El caso no tiene por qué cerrarse, a menos que los ciudadanos lo olviden. Por cuanto a esta Comisión: es hora de que no tiene acceso ni siquiera a los peritajes del caso…

Contestó Alberto Orozco, ex-gobernador panista: “¿Y qué? ¿Nos  vamos a pasarla vida  llorando?” Y el canónigo Felipe Buz: “Este hecho de las explosiones no debe provocar polémicas. Hay que olvidar”. El obispo Guadalupe Martín Rábago  hizo un llamado al olvido y la reconciliación…”

Olvido. Reconciliación, impunidad, la domesticidad y al resumidero la memoria histórica. “Los damnificados presentan querella ante la Procuraduría Gral. de Justicia de Jalisco contra el gobernador Guillermo Cosío Vidaurri, por ejercicio indebido y abandono de servicio público, abuso  de autoridad y genocidio en grado de tentativa”, y que las víctimas de la explosión no fueron las 210 que afirma el gobierno. Fueron 2 mil 197. En los días que estuvo acordonada la zona por ejército y policías, se rescataron cientos de cadáveres más, que por las noches se llevaron a hornos crematorios del Ejército y privados. Se quemaron 70 cuerpos diarios durante 27 días. Pero ustedes, priístas, espérense, que ya vienen las elecciones.

Pasadas las elecciones, “en el olvido, damnificados de las explosiones experimentan impotencia, coraje, decepción y falta de justicia. Lilia Ruiz, representante de los lisiados, dijo que el triunfo de Acción Nacional en el gobierno se debió en mucho a su dolor, ya que la sociedad puso todas sus esperanzas en el nuevo partido, que los ha abandonado por completo. Su situación no mejoró con el cambio, y al contrario: la poca ayuda que conservaban (despensas) les fue retirada por el gobierno panista para comprar pavimento”.

Año 2 mil. “El Congreso del Estado promete que reabrirá las investigaciones, pero más de 500 afectados reclaman justicia, ya que su situación se agrava y las autoridades han actuado con una política de limosnas en lugar de reparar el daño por un mandato judicial. Acusan al  panista Alberto Cárdenas de dar carpetazo al problema social”.

1996. “Tras larga agonía, muere otra víctima de la explosión, por daños cerebrales. Cuatro años los pasó en estado vegetativo, después de que su padre murió en la explosión”. Abril de 1993. El ex gob. Alberto Orozco Romero: “Ya, señores. Hablar del 22 de abril es insano. Yo odio ocuparme de ese asunto. No vamos a pasar el resto de la vida hincados, llorando. La tragedia ocurre en cualquier país, las guerras cobran miles de muertos, y no por eso la gente se pasa el resto de la vida llorando a los caídos. Ya. Definitivamente no podemos vivir sólo de llorar tragedias. Miren: los familiares, si desde el cielo nos están viendo, verán con más simpatía que estemos reconstruyendo, y a ellos les gustaría más que estuviéramos laborando, más que llorar y llorar junto a su tumba. No podemos seguir rumiando el rencor”.

Antonio Lozano, el entonces procurador: “El caso es cosa juzgada. No puede reabrirse el expediente en virtud del precepto constitucional”.

Impunidad. Es México. (Nuestro país.)

A su memoria

Esos hombres eran moralmente superiores porque cada uno era capaz de sentir gran amor por la humanidad”.

Fue en la ciudad de Chicago, un primero de mayo de 1886, cuando el capitalismo perpetró el  crimen monumental contra un grupo de obreros que en su lucha por la jornada laboral de ocho horas y un pago salarial menos injusto aventaron su vida en prenda y alcanzaron el rango no tanto de mártires, a mi juicio, cuanto de héroes civiles. Ellos fueron August Spies, George Engel, Albert R. Parson, Adolph Fisher y Louis Lingg. ¿Lo sabrán hoy mismo los obreros mexicanos? ¿Cuántos de ellos lo conocerán?

Aquel primero de mayo, dice la crónica, amaneció caluroso. Muy temprano el sol doraba los patios de la prisión. En su respectiva celda de condenados a muerte ocho cautivos aguardan el patíbulo. Un ruido de cerraduras marca el final. Spies detiene su ambular de león enjaulado. “¿Ya es hora?”, pregunta. “Vamos afuera”, dice uno de los celadores, mostachos grandes e hirsutos. En la celda de Parsons, el que comanda el grupo de celadores ordena: “Vamos afuera”. “Así pues, llegó la hora de la verdad. Vamos”.

Rumbo a la horca: “Las leyes de ustedes están en oposición  a la naturaleza y con ellas roban a las masas el derecho a la vida, a la libertad y al bienestar. ¡Tiempo llegará en que nuestro silencio será más poderoso que las voces que hoy estrangulan ustedes!”

Mientras lo conducían fuera de la celda Lingg comenzó a decir: “No es por un crimen por lo que nos condenan. Es por…” Y guardó silencio. Cinco de los ocho anarquistas condenados a la horca por la justicia de Illinois habían sido concentrados en un saloncillo de la prisión federal, no lejos del “portón de entrada” (para ellos nunca más “portón de salida”). Pálidos, tranquilos, los condenados a muerte se miraron. “Salud, compañeros”. Intentaron una sonrisa. “¿Listos?”, preguntó el celador de los grandes mostachos. “Listos”, contestó Spies.

No es por un crimen por lo que nos condenan, repitió Lingg. “Nos condenan por nuestros principios, pero yo desprecio…” Guardó silencio. Afuera sonaban las 10 de una mañana caliente en Chicago. Ya ante el patíbulo, Lingg iba a completar su mensaje final: “No es por  un crimen por lo que ustedes nos condenan; es por nuestros principios. Los desprecio a todos, desprecio su orden, sus leyes, su fuerza, su autoridad. ¡Ahórquenme!”

– Las leyes de ustedes, dijo Engel, están en oposición con las leyes de la naturaleza, y mediante ellas roban a las masas el derecho a la vida, a la libertad y al bienestar. ¡Estoy listo!

– Pueden ustedes sentenciarme –Spies-. Pero que al menos se sepa que en Illinois varios hombres fueron sentenciados a muerte por pensar en un bienestar futuro, por no perder la esperanza en el último triunfo de la libertad y la justicia.

– Creen tener derechos sobre las personas, sus vidas y su libertad, y aun el derecho a asesinar a quienes les son incómodos, cuando son diferentes, cuando no son parte de la amorfa masa o rebaño servil -Fisher-. Si la muerte es la pena correlativa a nuestra ardiente pasión por la libertad de la especie humana, entonces lo digo muy alto: ¡dispongan de mi vida!

Al pie de la horca, Parson: “Sobre el veredicto de ustedes quedará el veredicto del pueblo, para demostrar las injusticias sociales de todos ustedes, que son  las que nos llevan al cadalso. Pero quedará el veredicto popular para decir que la lucha social no ha terminado por tan poca cosa como es nuestra muerte”.

Héroes civiles de la lucha obrera contra el explotador. (A su memoria.)

Amor desdichado

Media tarde de domingo en el jardincillo del manicomio, a donde acudí a visitar a la tía Gabriela. Aquí el final de esta historia de amor sin ventura:

Que con su marino danés, amor malaventurado, la susodicha tía Gabriela tocaba muelles fantasmales y en barrios penumbrosos se hundía en el desaforado amor entre negras de pechos empitonados que llevan pelambre color azafrán. Una jornada marinera que esta vez realizaba en sueños, atrapada en los roquedales zacatecanos.  Lóbrego.

La tía Gabriela tiró su fortuna al mar. En una de sus fugas  cayó en la manía:  barco que llegaba a puerto, barco al que trepaba la malmaridada de la soledad, y entre los marineros buscaba al ausente, y al desengaño se acercaba a babor, echaba al vuelo las zarcas pupilas, humedecidas de yodo y de sal, y de su escarcela extraía las monedas que sus dedos alcanzaban a tomar y, los ojos cerrados y en la boca, en susurro, la invocación del ausente, a lo calmoso las dejaba ir a las ondas del mar…

Y hasta aquí la verídica historia de amor. Tan verídica como son todas esas historias donde intervienen amor y cordura, locura y  soledad. “La herencia me hubiese durado unos años más, y con ella mi chifladura de maromear de barco en barco navegando con bandera de trascuerda, pero qué fortuna resiste tantos sexenios de infamia. Pero  nosotros, aguantando…

Yo agaché la cabeza. No lejos, un esquilón. El rosario. Aquí, la cabeza se nos llenaba de pájaros. En el follaje, condóminos alboroteros, los visitantes alados se disponían a dormir. Dije, nomás por decir:

– Qué relación pueda haber entre el derroche de su fortuna y la mala fortuna de permitir que una cáfila de logreros trepe a Los Pinos. Usted arrojó al mar todos sus oros hasta quedarse como está, mírese. Por qué culpar a Los Pinos.

– ¿Por qué? Ahora lo verás. Antes, cuando el país disfrutaba de un discreto pasar, ¿cuántos barcos nos llegaban a los puertos? Pocos, y a cargar mercancía. Uno a Manzanillo, a Veracruz, algún desbalagado a Acapulco. ¿Cuántas monedas podría yo sembrar en el mar? Ah, pero los proyankis se culimpinaron ante la rapacidad del modelo neoliberal, ¡y la invasión de los barcos! Navíos fuereños copeteados de frijol para puercos (que consumimos nosotros), ¡y maíz, y  frutas del trópico!,  falluca, quincalla, y tú sabes: quincalla otorga. Barcos y más barcos, cargas y más cargas, pacas y más pacas: calzones de segundos cachetes, armamento para narcos, dinero sucio del Vaticano, el del bergante JPII. No, y los huevos que aquí faltan.  A ver si a ti, cuando menos, te da algún amago de vergüenza. Ah, tantos navíos, tantos marineros, ¡pero nunca el de mi danés!

Y aquel manso llorar en el más apartado rincón de un manicomio hasta donde la intolerancia familiar fue a empozar a la tía Gabriela, “¡Porque quien alimenta el mar con dinero sólo puede estar mal de la cabeza!”

– Hijo Tomás, ¿me llevarás algún día a las orillas del mar?

La tarde se oscurecía cuando dejé a la tía Gabriela. Mientras trepaba en el volks me sentí basura y humano redrojo, porque eso de prometer llevarla hasta los puertos donde decenas y más decenas de barcos, frenéticos, siguen acarreándole al México soberano e independiente su qué comer. (¿Y nosotros, en tanto?)

Ahí, sobre el asiento del volks., en La Jornada del pasado lunes: La dependencia alimentaria de México ha aumentado de manera alarmante.

¿Y? (el del pasado régimen.) ¿Por qué preocuparnos?, Sale más barato importarlos.

Ah, mexicanos. (En fin.)

Yo, aquel suspirar…

Que la dependencia alimentaria de muestro país ha aumentado de modo alarmante, acusa la nota periodística publicada de la semana anterior, y que esa dependencia alimentaria se deriva del abandono en que los sucesivos gobiernos han mantenido al agro y la creación de un mercado que concentran y acaparan las grandes empresas. Total, que tales achaques provocan la insuficiencia de la producción nacional. Todo esto, y mucho más, es México. Mis valedores:

Leí la noticia y fue entonces cuando, a propósito, me decidí a relatar para todos ustedes la historia de mi tía Gabriela, una sota moza de tierra adentro y mediana edad a la que un domingo de aquellos fui a visitar al manicomio. Mi tía la de las zarcas pupilas…

Después de su amor malaventurado y la separación de aquel marino danés de nombre impronunciable, mi tía Gabriela regresó al caserón familiar y a la familia de muy noble estirpe,  pero en su diario vivir dentro de unos muros antañones que olían a pétalos recién macerados evidenciaba que había quedado irremisiblemente dañada del mar y sus marineros, y fue así como de los peñascales de mi Zacatecas se volvió a fugar. La tía Gabriela desapareció, y en mucho tiempo de la soñadora de mala ventura no volvimos a saber ni su rastro. Y es que la malquerida, buscando de puerto en puerto al danés de impronunciable nombre  que ella repetía en sueños, pasó de Tuxpan a Veracruz, y de ahí a Coatzacoalcos, a Salina Cruz, a aquel remoto Puerto Peñasco, buscando durante doce, quince años, al perdido amor. Y vaciando en los mares el resto de su fortuna…

– Tú sí me entiendes, ¿verdad? Siento que tú me comprendes porque estás chiflado como yo, pobrecillo niño viejo. ¿O viejo niño, tal vez? ¿Qué edad tienes? ¿No sientes que tú y yo andamos viviendo de más y en un mundo ajeno? Como que habitamos en vidas hurtadas a sus legítimos dueños, ¿no lo percibes a medias de esta tarde de domingo? Ay, ay, que lo dijo el poeta: “Tanta vida y jamás”. Tú sí me entiendes, ¿verdad que tú sí me entiendes..?

Las zarcas pupilas se le rasaron. Una gota exprimida del ánima se deslizó mejilla abajo. En un pecho que fue de cimas y era de simas, el suspirar. Yo, el deseo de salir de aquel rinconcillo remoto del jardín trasero del manicomio, y un impulso de recomponer la figura, que se me desencuadernaba, y salir huyendo. Porque yo digo, mis valedores, ¿habrá dolencias más pegadizas que locura y tristuras? Dios, yo con estos mostachos y haciendo pucheros…

– Tú sí entiendes que yo, buena amante del mar, nunca iba a poder vivir en nuestro Zacatecas, ¿verdad? Demasiada tierra, demasiados peñascos. ¿Sabes, hijo? En ciertas noches de fantasías en brama hasta mi duermevela arribaba el barco aquel cargado de marineros, y atracaba en un puerto en penumbra, y mi amoroso danés bajaba la escalerilla al encuentro de mis brazos, y me subía a bordo, y esto era pasarnos la infinita noche tocando puertos de nombres exóticos y atracar en muelles fantasmales,  y en barrios penumbrosos acompañar a mi danés entre rones y negras de pechos empitonados que llevan pelambre color azafrán. Todo en mis sueños, lástima.

Y escucha, porque tú, chiflado también,  sí me entiendes: duelen los sueños más que la realidad porque son mucho más crueles, ya que ellos no se prestan a la ilusión, como la realidad. ¿Oyes allá, lejos? Como trenes que se despiden, ¿Estás oyendo, Tomás..?

Yo, a modo de respuesta, sólo agaché la cabeza. Suspiré. Qué más…

(El final de este desventurado amor, mañana.)

Gaviota y amor

La dependencia alimentaria de México ha aumentado de modo alarmante por el abandono del campo, la insuficiente producción nacional, y un mercado que concentran las grandes empresas.

La nota en el matutino del pasado lunes me lleva a contar para ustedes esta historia de amor:

Fue un domingo en la tarde. Apático, el sol. Entelerido.

– Acércate, hijo. Mi chifladura es pacífica –y la tía Gabriela sonreía.

Yo, por aquello de las dudas, al reunirme con ella en el jardincillo apacible del manicomio me fui a sentar en el otro extremo de la banca. El bochorno me impedía hablar. Ni dónde poner los ojos. Ella:

– Acércate, que tu tía es inofensiva.

De ganchete la observé; la reclusión le ha conferido una apariencia de beatitud: carnes amojamadas, traslúcida la piel y mansos sus ojos, como moldeados para columbrar distancias y ausencias, sobre todo de pupilas adentro, donde más lejanas son las ausencias y más ausentes las lejanías.  La oí suspirar…

Y fue así, mis valedores; aquel cacho de domingo lo pasé con la tía Gabriela por hacerle compañía, por aligerarle la soledad. Ah, las tardes de domingo, del día más lóbrego, letárgico y macilento para quienes habitamos en la almendra de la soledad; los suicidas en ciernes, los nostálgicos, los desahuciados, los abandonados, yo…

Una historia de amor. Según la plática familiar, desde muy tierna mi tía Gabriela vivió las horas muertas hojeando un viejo álbum de estampas marinas que le cayó  por causalidad. Barcos, sí, todo tipo de barcos: balandros, veleros, bajeles, navíos de ágiles velas, trasatlánticos que, frente a las pupilas de una tía fantasiosa, cruzan eternamente las ondas del glauco mar. A la de fantasía atorrenciada los ojos se le iban, encandilados, tras la salina inmensidad, y su espíritu se llenaba de gozo y se sacudía en urgencias de tornarse gaviota que, alas de argentada espuma, marcara la ruta marinera sobre los lomos del mar. “Boga, boga, marinero. Boga, boga, bogavante”. Canturreos…

Mi tía Gabriela creció, alcanzó la edad de merecer, y entonces vino a heredar la fortuna de aquel su padre minero de ascendencia rubia y apellido con reminiscencias de whisky escocés. Fue entonces cuando la susodicha tía se desapareció por primera vez. Cierta madrugada anocheció y no amaneció, que se nos fue de viajante en aquel carromato sonámbulo que, como el son, “se lleva a los hombres a las orillas del mar”. La enamorada del océano y sus marineros iba al encuentro de su destino: conocer el mar, las gaviotas, los barcos, los marineros. “Boga, boga, bogavante…”

Veracruz. Ahí estaba aquella mañana la tía Gabriela, el vivo asombro en las zarcas pupilas frente a la rizada inmensidad. En el muelle, cabeceando su modorra, el barquito camaronero.

-Uno de juguete, comparado con los navíos de mi niñez, los del libro de estampas. ¿No te estoy aburriendo, hijo?

De ahí en adelante, los puertos: Tuxpan, Coatzacoalcos, Salina Cruz, Manzanillo, algún Champotón, algún ignoto Puerto Peñasco. Y entonces a marinar, en la mejor de sus acepciones. La tía Gabriela, novelera velera de vela y timón…

Un hombre de mar, danés, fue el gran amor de mi tía la de una fantasía encandilada. Con aquél de nombre impronunciable anduvo los siete mares y algunos más, y con él dilapidó media fortuna por la fortuna de dilapidarla con él. Pero ya de vuelta al hogar, aún paciente impaciente de aquel sufriente amor de nombre impronunciable…

(Mañana.)

Memoria histórica

Ayer olvidamos la invasión norteamericana a Veracruz, o nunca supimos de ella. Hoy hemos olvidado las explosiones del 22 de abril de 1992, cuando hicieron explosión los lloraderos de gasolina que inundaban las cañerías del Sector Reforma, en Guadalajara. El entonces presidente Salinas prometió castigo para los causantes de la tragedia que dejó cientos, miles de víctimas. De esto han pasado ya 22 años.  ¿Y? Lo advertía Juan Delgado N. en el Congreso jalisciense:

El caso no tiene por qué cerrarse, a menos que los ciudadanos lo olviden. Por cuanto a esta Comisión: es hora de que no tiene acceso ni siquiera a los peritajes del caso.

Contestó Alberto Orozco, ex-gobernador panista: “¿Y qué? ¿Nos  vamos a pasarla vida  llorando?” Y el canónigo Felipe Buz: “Este hecho de las explosiones no debe provocar polémicas. Hay que olvidar”. El obispo  Martín Rábago  hizo un llamado al olvido y la reconciliación”.

Olvido, impunidad. “Los damnificados presentan querella ante la Procuraduría Gral. de Justicia de Jalisco contra el gobernador Guillermo Cosío Vidaurri, por ejercicio indebido y abandono de servicio público, abuso  de autoridad y genocidio en grado de tentativa”, y que las víctimas de la explosión no fueron las 210 que afirma el gobierno. Fueron 2 mil 197. En los días que estuvo acordonada la zona por ejército y policías, se rescataron cientos de cadáveres más, que por las noches se llevaron a hornos crematorios del Ejército y privados. Se quemaron 70 cuerpos diarios durante 27 días. Pero ustedes, priístas, espérense, que ya vienen las elecciones.

Pasadas las elecciones, “en el olvido, damnificados de las explosiones experimentan impotencia, coraje, decepción y falta de justicia. Lilia Ruiz, representante de los lisiados, dijo que el triunfo de Acción Nacional en el gobierno se debió en mucho a su dolor, ya que la sociedad puso todas sus esperanzas en el nuevo partido, que los ha abandonado por completo. Su situación no mejoró con el cambio, y al contrario: la poca ayuda que conservaban (despensas) les fue retirada por el gobierno panista para comprar pavimento”.

Año 2 mil. “El Congreso del Estado promete que reabrirá las investigaciones, pero más de 500 afectados reclaman justicia, ya que su situación se agrava y las autoridades han actuado con una política de limosnas en lugar de reparar el daño por un mandato judicial. Acusan al  panista Alberto Cárdenas de dar carpetazo al problema social”.

1996. “Tras larga agonía, muere otra víctima de la explosión, por daños cerebrales. Cuatro años los pasó en estado vegetativo, después de que su padre murió en la explosión”. Abril de 1993. El ex gob. Alberto Orozco Romero: “Ya, señores. Hablar del 22 de abril es insano. Yo odio ocuparme de ese asunto. No vamos a pasar el resto de la vida hincados, llorando. La tragedia ocurre en cualquier país, las guerras cobran miles de muertos, y no por eso la gente se pasa el resto de la vida llorando a los caídos. Ya. Definitivamente no podemos vivir sólo de llorar tragedias. Miren: los familiares, si desde el cielo nos están viendo, verán con más simpatía que estemos reconstruyendo, y a ellos les gustaría más que estuviéramos laborando, más que llorar y llorar junto a su tumba. No podemos seguir rumiando el rencor”.

Antonio Lozano Gracia, el entonces procurador: “El caso es cosa juzgada. No puede reabrirse el expediente en virtud del precepto constitucional”.

Mis valedores: esta es la impunidad. Esto es México, nuestro país. ¿Y nosotros? (Ah, masas…)

Comes y te vas

Pasó la efeméride. Con la consabida cautela el Sistema de poder tuvo que referirse a la invasión de marines a la ciudad de Veracruz. Pero, mis valedores, semejante prudencia no es privativa del gobierno actual, que se manifestó con Fox cuando el malaventurado episodio del “comes y te vas” al comandante Fidel Castro Ruz, cuya presencia en México fue vetada por el norteamericano  Bush junior. Pero sí, que la historia se repite. Décadas antes ocurrió, a decir del cronista:

“Solíamos hablar, entre nosotros, de atraer a Rubén Darío. Valenti, uno de los nuestros, nos oponía siempre con esta advertencia profética:

– No, nunca vendrá a México. No tiene tan mala suerte.

Rubén Darío vino a México, por su mala fortuna, en 1910, para la celebración del Centenario de la independencia, Fue enviado a México por el gobierno de Nicaragua.

Vinieron días aciagos; el Presidente Madriz cayó al peso de Washington, y el conflicto entre Nicaragua y los EEUU se reflejaba en México. La nube cargada estallaría al menor pretexto, y ninguna ocasión más propicia para desahogarse contra el yanqui que la llegada de Darío. El hormiguero universitario pareció agitarse. Los organizadores de sociedades, los directores de manifestaciones públicas habían comenzado a distribuir esquelas y distintivos. La aparición de Darío se juzgó imprudente; quedó detenido en Veracruz, y de incógnito pasó a Jalapa. Un hacendado lo invitó a cazar conejos…

Lo hicieron desaparecer y en la celebración del Centenario se encontraba en La Habana. Acosado por los periódicos, Federico Gamboa, el novelista y diplomático, tuvo que expresar su opinión. Como no había medio de salir airoso del trance contentando a todos, prefirió salir a lo discreto, resolviendo las preguntas del reportero en estos o parecidos términos:

– Es una verdad reconocida que todo problema de Derecho internacional debe plantearse de manera que las premisas correspondan exactamente a la realidad de los hechos, para que así pueda científicamente asegurarse, etc..

No quería molestar al gringo ni perder el tiempo en discutir, conforme a derecho, lo que estaba decidido ya conforme a prudencia. Darío iba a recibir más tarde un desagravio en los Estados Unidos. La Sociedad Hispánica de Nueva York, la Liga de Autores de América, la Academia Americana de Artes y Letras, lo saludaron con entusiasmo. Alfonso Cravioto, en nombre del Ateneo, fue hasta Veracruz a llevarle el saludo de los intelectuales. Darío:

“El Gobierno mexicano me declaraba huésped de honor de la nación. Al mismo tiempo se me dijo que no fuese a la capital, y que esperase la llegada de un enviado del Ministerio de Instrucción Pública. Entretanto, una gran muchedumbre de veracruzanos, en la bahía, en barcos empavesados y por las calles de la población, daban vivas a Rubén Darío y a Nicaragua, y mueras a los EEUU. El enviado del Ministerio de Instrucción Pública llegó con una carta del Ministro, don Justo Sierra, en que, en nombre del Presidente de la República y del Gabinete, me rogaba que pospusiese mi viaje a la capital. Y ocurrió algo bizantino: el gobernador me decía que podía permanecer en territorio mexicano unos cuantos días, esperando que partiese la delegación de los Estados Unidos para su país. Yo tenía mis razones para creer más, porque me daba a entender que aprobaba la idea mía de retornar en el mismo vapor para La Habana.

Hice esto último, pero antes visité Jalapa, que generosamente me recibió en triunfo, y el pueblo de Teocelo, donde fui aclamado”.

Es México, mis valedores. (Y qué país…)

Del éxodo y el llanto

Iba a ser en abril, pero de 1931, cuando los españoles proclamaron su Segunda República. También iba a ser también en abril cuando un tal generalísimo, “caudillo de España por la gracia de Dios”, inició su dictadura. Ahí se iba a desgranar la mazorca de exiliados que se desparramaron por todos los rumbos de la rosa. Para fortuna de tantos,  pero más para nosotros, Lázaro Cárdenas recogió la arribazón de tantos que tanto bien iban a generar al país en tantas ramas del arte, la ciencia, la industria,  el pensamiento filosófico, en fin.

Estoy mirando en las fotos niños de ayer que hoy son ancianos y ancianos que hoy son sombra, polvo y un persistente recuerdo. Telón de fondo, la imagen imponente del navío  Sinaia, que en mayo de 1939 nos trajo a la flor y el espejo de una España que tras la masacre de la República se moría de la otra mitad, que dijo el poeta. Los trasterrados iban a insuflar una bocanada de oxígeno fresco en la cultura nacional. Beneméritos.

Hoy, muertos la mayoría, dejaron entre nosotros y acá se nos queda su voz poética, y de ella espigo estos fragmentos en los que, frente a un retorno por entonces imposible –que aún existía aquel generalísimo de todas las Españas-, vislumbraban la querencia “del éxodo y el llanto”. Océanos, tierra y derrotas de por medio, Juan Domenchina y la ausente presencia de Madrid:

“Cómo me dueles y me sobresaltas – en ti y sin ti, por próximo y distante – Cómo te llevo a mal traer, errante; – cómo mis brincos de ternura saltas. – Cómo te siento aquí, porque me faltas – y allí en tu estar y ser, tierra constante – donde se llenan de tu luz radiante –  los días, y las noches son tan altas…”

Los campos de Castilla, en la añoranza de Ernestina de Champorcin: “Te sueño con palmeras y un cielo sin celajes – cristal inconmovible de insólita pureza – espejo sin ternura donde apenas tropieza – algún árbol reacio a todo vasallaje…”

Gente, hontanar y raíz que atrás se quedaron a la hora de la desbandada, Rafael Alberti: “¿Quiénes sin voz de lejos me llamáis – con tan despavorido pensamiento – y en aterrado y silencioso viento – sin sonido mi nombre pronunciáis…?”

Luis Cernuda, poeta dulce y blasfemo, amante de su distante España  hasta los entresijos del tuétano: “¡Si nunca más pudieran estos ojos – enamorados, reflejar tu imagen! – ¡Si nunca más pudiera por tus bosques –el alma en paz caída en tu regazo – soñar el mundo aquel que yo pensaba – cuando la triste juventud lo quiso! – Tú nada más, fuerte torre en ruinas – puedes poblar mi soledad humana…”

Pedro Garfias, poeta de los mayores, un mísero destino y una vida arrastrada: “Tus cordilleras de salvaje aliento – tus íntimas, profundas, dulces vegas – tus eriales rutilantes al sol – como medallas de tu pecho presas – y tus altos castillos apoyando – en tu bastón, una vejez sincera – mirando eternamente, España mía, – sobre la palma de mi mano abierta…”

Y así también Agustí Bartra, Nuria Parés, Luis Rius, Emilio Prados, Moreno Villa y tantos más. Hoy cuánto se antoja decir sin ruido, de pensamiento adentro, esto de un León Felipe que murió sin volver a lo que vivió añorando:

A tus entrañas vuelvo, Madre  (…) – Que ya no quiero más que esto: – volver a las primeras sombras de mi cueva materna – y al pozo profundo de mi huerto familiar – cuyas aguas antiguas tienen las mismas sustancias que mi sangre…”

El español del éxodo y el llanto; el poeta de la memoria y la nostalgia de la raíz. Hoy, aquí,  su voz y su nostalgia. (Exodo y llanto, España.)

¡Que se larguen esos perros!

A la memoria histórica me referí ayer, esa de la que gobiernos totalitarios y dictaduras perfectas se empeñan en despojarnos. Pero no ir a olvidar, mis valedores, que fue un día como ayer, pero 1914, cuando el que hoy invade Iraq y Afganistán descargó sus tropas en la ciudad y puerto de Veracruz y masacró a tantos patriotas “porque las autoridades mexicanas se niegan a saludar a nuestra bandera”.

Aquel  21 de abril de 1914, a las 11 horas con 20 minutos, soldados de infantería yanqui descendían del Florida, el Utah y el cañonero Pariré, e iniciaban la invasión, y fue entonces: “El pueblo jarocho, cantando La Adelita,  se lanzó a las calles. Se produjeron escenas de tremendo patetismo. Aureliano Monfort, gendarme, fue el primer patriota mexicano abatido por las balas dum-dum, expansivas del invasor. Horas después, entre tanto defensor anónimo, caería asesinado Andrés Montes, carpintero de oficio. Dramático fue el caso de la muerte de Charrito, un humilde vecino del puerto. Loco porque ya no tenía parque, se echaba pecho a tierra gritando: “¡Viva México! ¡Viva México! Y lo mataron.

Los vecinos, al verlo morir, lo enterraron ahí mismo, en la calle. Charrito

El cadete Virgilio Uribe cayó de espaldas. Horas después se acercó un anciano y preguntó: ‘¿Qué nuevas me dan de mi hijo?’ Le presentaron una guerrera manchada de sangre. El anciano besó aquella sangre mientras lloraba en silencio…”

El testimonio de la niña que se quedó huérfana cuando una bala expansiva le asesinó a Andrés Montes, su padre: “Estaba yo en el colegio cuando nos despacharon a casa porque los gringos iban a entrar. Mi mamá estaba muy azorada porque habría tiros y cañonazos. Mi papá estaba trabajando en la carpintería que teníamos en la casa. Estaba callado, trabajando en silencio.

Eramos seis hijos: la más chiquita tenía 10 meses de nacida. Mi papá salió de la casa al oír los primeros disparos. No regresó sino hasta las 6 de la tarde y ya venía armado con un rifle, unos tiros y  dos tanates de pan y miniestras para que tuviéramos qué comer mientras él estaba afuera. Como si lo estuviera viendo ahora mismo: mi mamá, rodeada de nosotros, le suplicaba: ‘No te vayas, Andrés, no nos abandones, mira que tenemos niños muy chiquitos. ¿Qué hacemos si te matan? ¡Hazlo por nosotros!’ Mi padre, que siempre fue muy callado, pronunció tranquilamente estas palabras:

Ahorita no tengo madre, ni esposa, ni hijos. Sólo veo que tengo una patria muy linda y tengo que defenderla de la infamia yanqui. Aquí te dejo colgado este machete: anoche lo afilé bien para que al primer gringo que se atreva a entrar en esta casa, le moches la cabeza”.

Mi mamá le rogaba que se quedara; él la agarró y le dio un empujón, y fue así como pudo quitar la tranca de la puerta y salirse a la calle otra vez. Como mi papá no llegó en toda la noche, en la mañana salió a buscarlo mi madre. Era un peligro, pues los tiroteos seguían. Fue entonces cuando supimos: mi papá peleó solo, callado. Lo mataron al anochecer. Una bala expansiva le destrozó el estómago. Ya no fui a la escuela. Mi mamá nos dijo: ‘ahora todos tendremos que trabajar’”.

Entretanto el cadete José Azueta,  19 años de edad, agonizaba en el hospital de la Cruz Blanca Neutral. El contralmirante Fletcher envió unos cirujanos para que lo atendieran. El joven héroe, al verlos, se cubrió el rostro con la sábana:

– ¡De los invasores ni la vida! ¡Que se larguen esos perros!

Por cuanto a nosotros,  ¿ignorarlo, olvidarlo al gusto del Sistema de poder?  (Trágico.)

Perros de guerra

¿Existe tarea más ingrata que recordar un pasado repleto de desdichas, cargado de iniquidades?

Así se duele Carlos B. Delorme, historiador, después de analizar episodios patrios tan dolorosos como la toma de Chapultepec (sept., 1847) por tropas norteamericanas. Un pasado que por culpa de López de Santa Anna iba a ser de verguenza para los mexicanos. Cuántos más culiprontos proyanquis seguirían  ese ejemplo para entregar al gringo retazos de soberanía nacional. Hoy, por que no se nos muera la memoria histórica, van aquí unos apuntes de la invasión de marines gringos a la ciudad y puerto de Veracruz, tantas veces heroica. El pretexto del presidente  W. Wilson para invadirla:

“Sabedor Huerta de la carga que traía el Antilla ordenó el bloqueo de Tampico y despachó dos cañoneros para que lo hiciesen efectivo; entonces el gobierno americano se opuso, declarando que Tampico era puerto abierto y debía quedar abierto, y mandó dos poderosos acorazados, que siguieron de cerca de los cañoneros y protegieron el desembarco de las municiones”.

Huerta no actuó como proyanki esta vez. No por su culpa, como tampoco de  Venustiano Carranza, la de barras y estrellas, para verguenza nacional, amaneció tremolando a toda asta en el palacio de gobierno de esta ciudad capital, como ocurrió en  1847 por causa de aquel López de Santana modelo y precursor de los vendepatrias.

Fue en 1914, un 21 de abril, cuando W. Wilson ordenó a sus  tropas invadir la ciudad de Veracruz. El telegrama que preludiaba la crisis: “Chihuahua, 21 de febrero, 1914. Sr. Venustiano Carranza: inglés William S. Benton trató de asesinarme en Cd. Juarez. Pude desarmarlo y lo entregué a un consejo de guerra, que lo condenó a muerte. Respetuosamente, Gral. Francisco Villa”.

La amenazante reacción de Washington: “Sr. Carranza: mi gobierno exige pronta averiguación. De otra suerte se complicará gravemente la situación y obligará a este gobierno a tomar medidas sumamente serias. Estamos seguros de que Usted obrará inmediatamente. W.H. Bryan, Sec. de Estado”.

Pero el fusilado era súbdito inglés, y así lo hizo saber don Venustiano al de la Casa Blanca, pero la fementida Doctrina Monroe estaba vigente desde 1823. La prensa de Washington: “Carranza desafía la Doctrina Monroe. Al negar el permiso a nuestro Depto. de Estado para investigar el asesinato de Benson, Carranza  no hace más que dar una bofetada al Pres. Wilson en plena cara y patear la Doctrina Monroe. En 90 años que tiene de vida esta Doctrina, ninguna de las más grandes potencias europeas ha hecho jamás lo que hace ahora el Jefe de los mexicanos que están fuera de la ley” (sic).

Washington, 15 abril, 1914. “El Pres. Wilson recibe a diputados y miembros de las Comisiones de Relaciones Exteriores del Senado y la Cámara y los entera de su decisión de invadir Veracruz a causa de que sus autoridades se niegan a saludar a la bandera de las barras y las estrellas. El  Senador Chilton, de Virginia Occidental: ¡Yo los obligaría a saludar a la bandera, así tuviera que volar toda la ciudad”.

El Senador W. Borah: “Yo sólo puedo decir que si la bandera de Estados Unidos llega a ser izada en México, nunca será arriada. Este es el principio de la marcha de Estados Unidos hasta el Canal de Panamá”.

Aquel 21 de abril de 1914, a las 11 horas con 20 minutos…

A contracorriente del Sistema de poder, que distorsiona o extingue en las masas la conciencia histórica,  mañana  la crónica del desembarco de marines gringos en la ciudad y  puerto de Veracruz. (Vale.)

El jubileo de la máscara

Ser o no ser, mis valedores. He ahí el problema, que dijo aquél. Porque se es o tan sólo se aparenta ser. Porque se es un rostro o tan sólo una máscara, un fingimiento, una falsedad. Ahí radica ese problema que degenera en la apariencia, el tartufismo,  la simulación, la gesticulación. Ser o no ser, y a propósito:

Estos que ahora vivimos, los de la Semana Santa que hace ya algunos ayeres ciertos jacobinos del gobierno apodaron Semana Mayor, son días de prueba para el mexicano que profesa la religión mayoritaria del país, la católica. Pero abran ustedes la ventana, asomen la cabeza, dejen ir la mirada y podrán comprobarlo: los días de la inconmensurable pasión y muerte del Ungido son para el católico los días de la playa, la “discotec”,  la bebida y la práctica desaforada de la sexualidad. Y ahí, de alcahuete, el pragmatismo del alto clero católico. El año anterior, en su sermón de Semana Santa, lo afirmó el cardenal Francisco Robles Ortega, arzobispo de Monterrey, y su prédica fue secundada en la radio por un tal  padre Aguilar:

– Tengo el gusto de recordar a los católicos que durante la Semana Santa hay que combinar paseos y actividades vacacionales con oración y meditación acerca de la muerte y resurrección de Jesucristo. La Semana Santa también debe tener su dosis de espiritualidad.

Atroz. Pragmatismo puro que ofende a Dios y ni agradece el Diablo, y si se habla de la religión que la mayoría de los mexicanos asegura practicar: Jueves y Viernes Santo, Sábado de Gloria y Domingo de Resurrección, ¿qué significan para el cristiano primitivo? Para el moderno católico, ¿qué significan? Uno proviene de la religión humanista de Jesús el Cristo y el otro de la religión autoritaria de Constantino que reafirmó Teodosio, y ahí la notable diferencia de actitud y de conducta, de los dichos y las acciones. Trágico.

Por cuanto al católico mexicano, el difunto obispo Genaro Alamilla lo definió, generalizando:

En materia de religión el mexicano no pasa de ser un analfabeta. Es muy doloroso reconocerlo, pero la Iglesia Católica debe reconocer que se ha olvidado de orientar a los feligreses sobre el verdadero sentido del cristianismo. En lugar de impartir adecuadamente la doctrina, sólo ha privilegiado el culto. La Iglesia no ha ejercido la capacidad de enseñar adecuadamente la doctrina católica porque ha preferido dedicarse sólo al culto, provocando con ello que México sea una nación de analfabetismo religioso. Yo considero que de nada sirve que haya muchas misas, rosarios, imágenes de santos y procesiones, si el pueblo no conoce realmente el significado de la cristiandad, y no respeta los diez mandamientos.

Y es así como el mexicano católico arrastra esta  Semana Santa y befa su “religión” sin que a nadie le parezca una conducta aberrante.

¿Los clérigos, mientras tanto? Esos, hundidos hasta el alzacuello en la grilla política. Cuando se les conmina a concretarse a los asuntos de su ministerio responde Norberto Rivera, cardenal arzobispo de México:

–         ¡El profeta no debe callar!

¿Profeta él? Onésimo y Sandoval Iñiguez, ¿profetas? La diferencia abismal entre dichos y acciones la explica el teólogo:

La fe sin obras está muerta, pero las obras tienen vida aun sin la fe. El bien que hace el ateo cuenta igual que el bien de los creyentes. Las buenas obras acercan a Dios incluso a quienes no creen en él. Un incrédulo que hace el bien está salvado. Un creyente que no hace el bien está perdido. Crear el reino de Dios es más valioso que solamente creer en él”.

(Vale.)

Piedra de escándalo

Qué más incentivo a la lujuria que ver a las mujeres con una zaya toda abierta por delante, para que por la abertura se vea la otra zaya, o a los hombres con unos calzones tan ajustados, que en la misma estrechez manifiestan la forma del muslo, y algo más que por la decencia conviene callar.

Las buenas conciencias frente a las malas costumbres de la comunidad, mis valedores.  Es el  México del año de gracia de 1691, y concretamente la ciudad de Querétaro, donde en el colmo del escándalo y la indignación, un Fray Antonio de Ezcaray clama la protesta que encabeza esta columna. De ello han transcurrido ya 323 abriles, pero texto, escándalo e indignación de las buenas conciencias, pudiese fecharse el día de hoy. Y si no, ir tomando nota: En Querétaro también, pero tres siglos y  décadas más tarde, se manifestó el criterio que de los gobiernos panistas:

Se procura que la mujer se vista de manera apropiada y no con inmoral minifalda. En la Universidad, a los alumnos queremos formarlos y decirles cómo deben vestirse.

En Monterrey, indignados vecinos protestaron porque algunos “panorámicos” anunciaban sostenes. La productora tuvo que “vestir” el torso de la modelo, y la autoridad fue obligada por los vecinos a retirar los anuncios en los que se promovía el uso del preservativo para evitar el VIH/Sida”.

En 1691, el fraile Predicador de Su Majestad: “Qué más incentivo a la lujuria que ver a una mujer agarrotada por la cintura y tan pomposa de lo restante que con la zaya que traen puesta pudieran vestirse cuatros pobres doncellas. Qué más culpables que ponerse un manto, tan transparente, tan pernicioso, que descubre a la mujer de pies a cabeza, añadiendo a este manto una red infernal de puntas, para que por ellas les vean el pelo rizado, las rosas, el chiqueador, la toca, un diluvio de cintas, botones y otras superficialidades”.

Tres siglos y años más tarde, en Villahermosa, Tab., el  gobierno emite el Bando de Policía y Buen Gobierno, uno de cuyos artículos lo estipula: Habrá sanciones para los ciudadanos que anden desnudos dentro de sus casas y será sancionada la exhibición pública de figuras que sean obscenas o atenten contra la moral y las buenas costumbres. Esto, en una ciudad donde proliferan las esculturas que recrean, desnuda, la figura humana.

Mérida, 2005. “Las instalaciones de la Unidad de Atención Psicológica, Sexual y Reproductiva, que aboga por el derecho al aborto y al sexo con responsabilidad, fueron apedreadas por militantes de grupos religiosos radicales.

Y la aspaventera visión de Fray Antonio de Ezcaray:

“Innumerables pecados se cometen por los trajes profanos, afeites, escotados y culpables ornatos, que en estos miserables tiempos y en los antecedentes ha inducido el infernal Dragón para destruir, y acabar con las almas, que con su preciosísima Sangre redimió nuestro amantísimo Jesús. Tal visión de Apocalipsis abarca Querétaro y ciudades españolas”.

Querétero, Qro., 323 años más tarde: “El Reglamento del Buen Decir tuvo que ser cancelado por la polémica que levantó la inclusión de sanciones a las personas que utilizaran un lenguaje soez en la vía pública”.

El Predicador: “Qué más provocación que la diversidad de formas y figuras en los vestidos. Hoy son de un modo y mañana de otro: ya acuchillados, ya más estrechos, ya abiertos, ya con muchos pliegues, y con otras hechuras (…) Hay vestidos blandos, suaves, provocativos a la lujuria como las camisas de olán, cambray, bretaña, holanda o las camisas bordadas con las mujeres por seda”. (¡Réprobos!)

Desconcierto de Aranjuez

El presente es un relato que en un principio dudé en incluir en esta sección de artículos y fabulillas porque alude a una experiencia personal acerca de un servicio social del que no había oído hablar ni me interesaba, pero que me ha provocado un raigón de agradecimiento. Se trata de un mundo fuera del mío al que  acabo de entrar. Mis valedores:

Soy físicamente sano y por lo mismo desconozco la cultura de la enfermedad, y es por ello que la súbita punzadilla me espantó y trájome atarantado durante media semana. Y qué hacer, sino acudir a mi Aída madrina, remedio de los problemas que yo no pueda solucionar, y ella, la benemérita:

– A consultar al especialista del Sanatorio Español.

Yo no tengo, como ella, derecho a los servicios de la institución como no sea con el pago correspondiente al especialista en cuestión. Me mostró una lista de los susodichos, y ándenle, qué sonorosos los dos, tres apellidos, con muchos “de” e “y” intercalados entre un Sanjurjo Moratinos, un Montero Benavente  y un Aranjuez Perelló de Córdoba.

Fecha y hora de la cita, difíciles. Que una agenda saturada, que una convención en Rochester, que… la punzada, síndrome Obama,  invasora. Yo la zozobra, el temor y el temblor. Finalmente:

El día de la cita llegamos con dos horas de anticipación y con dos horas de retraso pudo verme la cara el especialista Aranjuez. En los cinco, siete minutos que permaneció con la testa clavada en alguna carpeta antes de percatarse de mi presencia revisé el consultorio, y sí,  hace juego perfecto con un estacionamiento de setos bien recortados, la elegancia y ambiente perfumado de la sala de espera, la discreción de la melodía instrumental y la belleza y buenos modales de las recepcionistas. Finalmente, observándome inquisitivo, el Aranjuez: “Diga”.

Dije. Me vio la cara, me oyó la cuita, me tendió una receta y volvió a su carpeta. Y qué pandilla de ceros arrastraba el dígito en la factura, que nunca nadie tanto cobró por tan poco. Y a surtir la receta, y la punzada a surtirme de lleno, porque las costosísimas medicinas nomás Valentín Madroño, y qué hacer.

Entre punzadas se atravesó la Navidad. Yo, por sacudir la rutina del diario vivir, una semana planeé vacacionar en Cuernavaca. Tres cuartos de un día soporté, parte de ellos atejonado en un cubículo de este tamañito, miren. Porque ocurrió que a media mañana, bajo un sol como toro padre, la española y yo recorríamos una calleja de barrio, torcida como sus aceras y salpimentada de tortillerías, artesanías y vendimia de celulares, cuando Aída, de repente:

– Esa pequeña farmacia tiene un consultorio anexo.

Y allá vamos, y a la espera de mi turno observé a los pacientes, que hacían juego perfecto con el consultorio, la calle y la entrañable barriada. Media hora después ya estaba yo en el cubículo de noble austeridad frente a la joven de bata blanca y aspecto mestizo, su cédula profesional como único adorno en el muro de triplay. Ante la morenita abrí la boca, abrí el corazón, abrí todo lo que me pidió abrir. Un examen, una receta, el pago por honorarios tasado en morralla. Cápsulas y pastillas, en la farmacia anexa. Conclusión:

Doctora y medicinas no alcanzaron la suma que cobró el estacionamiento del Aranjuez. La punzada, un día después, muerta del todo, y yo del todo a vivir. Hace rato pensé en Aranjuez, en  Sanjurjo, en la morenita del triplay, e inclinando la testa ante la imagen de esa maga y taumaturga que me traje en la mente, aquí y ahora  le ofrezco este mi ex-voto. ¿El Aranjuez? /(Bah…)