Ni Huerta, el Chacal

Yo quiero ser el presidente. Quiero serlo porque me hiere en el ánimo mi país. Porque lo miro en semejante estado de postración, con unas instituciones mortecinas por culpa de quienes las manipulan en su provecho personal y de mafia. Porque observo una comunidad en crispación y polarizada como consecuencia de un proceso electoral empedrado de irregularidades que a muy pocos dejó satisfechos. Esa es la razón de mi empeño.

Yo quiero ser el presidente porque siento el deber moral de  restaurar el tejido social deshilachado después de las elecciones y consolidar un orden social desestabilizado por causa de una democracia onerosa e ineficiente, y porque siento la obligación moral de regresar la confianza de las masas sociales en sus instituciones democráticas.

Yo aspiro a ser el factor de concordia entre unos partidos políticos que se confrontan en función de  la ventaja personal y un Legislativo cuyas iniciativas resultan estériles y aun perjudiciales para una ciudadanía a la que se supone que representan

Yo quiero ser el presidente para enfrentar el deterioro en el poder adquisitivo de los salarios, detener la carrera alcista de los productos de primera necesidad y  evitar el desplome de millones de mexicanos en condiciones de pobreza y de pobreza extrema.

Yo quiero ser el presidente porque contemplo allá afuera un país desgarrado por una crudelísima guerra, tan mal planeada como ineficaz y resuelta de la manera más inadecuada;  una guerra fratricida en la que no se advierte cuál pueda ser el final.

Quiero ser el presidente porque veo que esa guerra provocada de forma unilateral e imprudente convirtió el territorio patrio en el cementerio de varias decenas de miles de cadáveres colgados de los puentes, y descoyuntados, descabezados y desintegrados hasta el grado de tornarse irreconocibles.

Quiero ser el presidente porque percibo allá afuera un clima de lamento y de lágrimas, y escucho el llanto de viudas y huérfanos por sus deudos heridos, asesinados o desaparecidos, y observo la huida y dispersión de los pobladores,  que dejan detrás pueblos fantasmas. Yo quiero ser el presidente. Lo necesito, porque México ha caído a ser hoy mismo la verguenza internacional. Intolerable.

Yo quiero ser el presidente para remendar ese mapa de mi país que hace apenas seis años estaba intacto y hoy desgarra la violencia demencial, porque «el interés de las bandas del crimen organizado por controlar territorios y expandir el mercado de las drogas a través del narcomenudeo provocó la violencia brutal, irracional y estúpida que se registra en varios lugares del país». ¿Podré lograr la anterior, ya como presidente? ¿Qué opinan ustedes?

De acuerdo, pues. Fuera máscaras. Evitemos hipocresías

De acuerdo, pues. Basta de hipocresías. Fuera máscaras.  No seguir encubriendo la verdad, y la mera verdad es que yo quiero ser el presidente no sólo porque, mediocre irredento, me enamoré del poder y le tomé el gusto al protagonismo, sino porque estoy solo, perdido, desamparado y a merced de un país al que agravié como ni Huerta el Chacal. Y como simple ciudadano cómo poder defenderme, a dónde huir, dónde esconderme, dónde encontrar protección contra unas víctimas que sueñan con mi muerte violenta. ¿La conseguirán?

Qué recurso me queda, si no es el de la presidencia. Y es así, amigas y amigos: con el pretexto de la mentada refundación, ¡yo quiero ser el presidente de Acción Nacional! ¡Haiga sido como haiga sido!

Y este miedo pánico, Verbo Encarnado. (Dios...)