¿Dinastía, nepotismo?GEE

(Los casi 2 mil de uniforme enviados a Michoacán, pregúntanse los malpensados, ¿para cuidar la seguridad pública o para auxiliar a Cocoa, la hermana del de Los Pinos, en su pretensión de gobernar Michoacán?  Y yo digo: ¿una segunda edición de la Marta de Fox? En las tierras del Tata Cárdenas comienza a alzarse la polvareda:

Morelia, Mich. El foro para la propuesta de los candidatos panistas a la gubernatura terminó a golpes entre partidarios de Marko Cortés y Luisa María Calderón Hinojosa, “Cocoa”. Un extinguidor activado provocó confusión, caos,  alarma y estampida de asistentes.

Y es que se disimulan apenas cismas y quebrantos entre panistas doctrinarios y neo-panistas que desnaturalizan la esencia del blanquiazul. Ahora mismo, con una hermana en el gobierno, el de Los Pinos intenta el segundo michoacanazo. ¿Volverán, con Cocoa, los tiempos aciagos de la Sahagún y los hijos de toda su reverenda Marta? ¿Cocoa también? ¿También ella? ¿Gobernadora primero y después Los Pinos? ¿Nada, al respecto, queremos aprender de   la historia?

Recuerdo, para advertencia de algunos, la tragicómica historia de aquella buena mujer, una “apenitas”, que de repente fue catapultada hasta el sillón de Los Pinos en calidad de “pareja presidencial” de un mandilón. Planta trepadora, Marta fue la versión femenina del Icaro de la mitología griega,  que con sus alas de cartón pegadas con cera quiso volar hasta los dominios del sol. Derretido el pegamento y desprendidas las alas, la pequeñaja criatura fue a caer por allá, en el rancho de San Cristóbal, en La Estancia, tal vez, o en el apestoso Tamarindillo adquirido, dicen los suspicaces, por medio de prestanombres. Si de repente gobernadora, ¿la Cocoatambién?

Vino el remolino y nos alevantó. A una Marta hasta entonces pequeña, la alzó desde detrás del mostrador de una farmacia veterinaria y vino a enredarla en las zancas de cierto grandulón (sólo de estatura física) al que logró deslumbrar. Ya encuevada en Los Pinos la advenediza exhibió ante los “medios” el tamaño de su ignorancia, su zafiedad, su mediocridad de logrera valida de la ocasión.  Ya estando arriba se empanzonó de cámaras y micrófonos, de candilejas, fotos y reportajes en las revistas del corazón, que satisfacían a diario su compulsión protagónica. ¿La Cocoa también?

Pues sí, pero lo del agua, al agua, lo de polvo, al polvo y todo lo que sube tiende a bajar. La más reciente de sus apariciones públicas fue en el cumpleaños de algún jerarca de la Iglesia Ortodoxa. Yo, entonces, me hacía la pregunta: ¿qué oscuras actividades la mantendrán ocupada a estas horas en su cubil provinciano? Luego de que vivió en el cogollo del poder y aspiró los humos de ese avieso copal que a su hora le quemaron  los serviles que nunca faltan y siempre salen sobrando, ¿qué habría sido de aquella corte de los milagros que le quemaban no copal, precisamente, sino  incienso, a la muy católica? ¿Qué fue de sus lambiscones y los purpurados que le despellejaron su calidad de esposa y madre y, milagros de los Onésimos, se la entregaron virgencita al mandilón? ¿Quedarán cortesanos que sigan a lisonjas alimentándole la vanidad? ¿Alguno le rogará que vuelva al pantanoso terreno de la politiquería cimarrona? “Ya ve cómo  la Cocoa también”, podrán susurrarle a estas horas. Mis valedores:

¿Recuerdan ustedes aquel rebumbio, y  el bataclán, el rataplán y el boato, la estridencia, la prepotencia, la ostentación y el brillo postizo de Marta? ¿La Cocoa también? ¿También ella? (Sigo después.)