¿Dos de Octubre no se olvida?

Recuperar nuestra memoria histórica es vital si queremos lograr un verdadero cambio social. Para ello es necesario tomar conciencia de que el enemigo del cambio que precisamos nos ha inoculado ideas obsoletas para que nuestras iniciativas políticas concluyan con el fracaso. El enemigo se moderniza, se desarrolla y utiliza estrategias y tácticas eficaces que le han permitido derrotarnos.
Esta vez Tlatelolco, mis valedores. Veinticuatro horas esperé para comprobar que el rito anual del «Tlatelolco no se olvida», ya vacío de sentido, se impone una vez más sobre el estudio de fondo en relación a la herencia magnífica que nos legó la vertiente obrero-estudiantil de 1968. Porque desdeñamos la historia y aceptamos la  distorsión o dilución a que nos somete el Sistema de poder. Aquel Echeverría…
El llanto se extiende, las lágrimas gotean allí en Tlatelolco. ¿A dónde vamos?
El movimiento del 68, según lo analiza mi maestro, preso político que no aceptó la falsa «apertura democrática» de Echeverría, estuvo integrado por un triple bloque de fuerzas: la democrático-burguesa, la pequeño-burguesa radicalizada y la de corte ideológico-proletario.
Cuando leemos o escuchamos las ideas relacionadas con el Movimiento Estudiantil Popular Pro-Libertades Democráticas, de 1968 en México sólo alcanzamos a percibir los aspectos anecdotarios de las vivencias de cada actor y testigo involucrado en aquel torrente histórico. No existe, sin embargo, un análisis socio-político, desde la perspectiva de la lucha de clases, del movimiento de 1968 y sus logros: la profundización de la democracia y la reforma universitaria, el sindicalismo independiente y las células obreras, las tomas de tierras y la consolidación de los organismos campesinos independientes, la organización de los obreros agrícolas, la construcción del movimiento urbano popular y, con la toma de predios urbanos, la creación de cientos de colonias populares. Dentro del movimiento surgen también los elementos que integraron los movimientos guerrilleros tanto en el medio urbano como en el rural. Una herencia histórica que, por ignorancia, no sabemos aprovechar. México.
En el panorama internacional representaron una enorme influencia sobre el movimiento del 68 las ideas de la Revolución Cubana, la guerra de Vietnam, el Movimiento Obrero Europeo, el Movimiento Estudiantil internacional, los avances del movimiento en los Estados Unidos (Berkley), etc.
Eso es lo que representa el Movimiento Estudiantil Popular Pro Libertades Democráticas de 1968 en México. la síntesis histórica de las luchas que amplios sectores de la población venían realizando a favor de la democracia y en contra del autoritarismo represivo de un régimen en plena descomposición.
Las luchas sindicales de ferrocarrileros y electricistas, maestros y médicos, etc., irradiaron sentimientos de rechazo al estilo autoritario del PRI-Gobierno. En el campo de la lucha por la tierra, los créditos, el agua, etc., también recibieron una respuesta de intolerancia. En los sectores populares creció el problema de la vivienda que ahogaba a enormes estratos de la población. El estudiantado, a su vez, padecía una fuerte opresión de las autoridades magisteriales. A todo lo anterior su sumó una enorme intolerancia generacional y, sobre todo, eclesiástica, en contra de las libertades y los derechos de las minorías de preferencia sexual distinta.
Y todo esto pasó con nosotros (…) Con esa lamentosa y triste suerte nos vimos angustiados.
(Esto sigue después.)

Aberrante

El PAN, junto con el PRI, aprobó reformas para flexibilizar la contratación y el despido de los trabajadores. No son cambios menospreciables. Se aprobaron disposiciones tan importantes como el outsourcing (subcontratación de empleados); los contratos temporales de 30 días a prueba y de tres meses de capacitación sin que, al final de éstos, el patrón esté obligado a indemnizar al trabajador en caso de finiquito de la relación laboral; la limitación a 12 meses del pago de salarios caídos cuando haya un conflicto entre trabajador y patrón. Estos cambios, por sí solos, son una buena noticia para el país. (Sic. en el matutino.)
Y a mí, en leyendo lo anterior, se me vinieron a la mente los casos de los siameses Chang y Eng que, unidos por un cartílago de 15 centímetros a la altura del esternón, entre l811 y 1874 vivieron, si aquello se pudo llamar vivir, dentro de la carpa de su hogar consecuente:  el circo.
Un purgatorio significó para los de Siam su malformación física. Una gloria representa para los siameses Acción Nacional y el Revolucionario Institucional su trabazón aberrante. Juntos acaban de tramar una maniobra más en favor de hijos y entenados del Capital-imperialismo y en agravio de unas masas sociales que habremos de pagar la factura. Es México.
«Ya estamos a punto de enloquecer», se quejaban los desdichados de Siam. «Dormir juntos, defecar juntos, juntos cohabitar con nuestras esposas, juntos abominar nuestro aliento bilioso, nuestros humores, esta forzada compañía. Separarnos o enloquecer. ¡Sepárennos!».
El PRI y el PAN, por contras: pragmático-utilitaristas, desde el 1988 de Salinas, el «jefe» Diego y Luis H. Alvarez, viven su condición de siameses defecando juntos, juntos respirando sus emanaciones nocturnas y juntos  tramando unas medidas de gobierno que han de representar un nuevo beneficio para el Sistema de poder del que forman parte y un perjuicio más  para todos nosotros, la comunidad. Trágico.
Y en Chang y Eng el terror ante la más leve enfermedad del compañero. “Tiene que haber un médico que nos logre separar sin matarnos».
Pero no hubo médico tal. En un doble camastro finalizaba el errabundaje que a los dos desgraciados los llevó desde Siam hasta Carolina del Norte, en EU. Los siameses originales terminaron su vida una noche de 1874. El  PRI y el PAN coexisten todavía, y con cada medida perjudicial para las masas el par de pragmáticos sale fortalecido, sin que a su condición de logreros afecte el repudio de la comunidad. Aquí, a manera de ejemplo, una somera lista de acuerdos que en nuestro perjuicio han venido tramando los siameses pragmáticos de la politiquería nacional:
En 1989 PRI y PAN votaron juntos la legislación electoral salinista para eliminar las coaliciones y candidatos comunes de los partidos. En 1991 juntos votaron la quema de los paquetes electorales de 1988 para eliminar la evidencia del fraude contra Cuauhtémoc Cárdenas. En 1992 votaron juntos un resolutivo para apoyar la elevación de cuotas en la UNAM y reformaron el 27 Constitucional para privatizar el ejido. 1993. Juntos votaron  la reforma al Código Penal para permitir la libertad bajo fianza a los servidores públicos corruptos. 1998. Redujeron el presupuesto del DF y las universidades públicas, y aprobaron el Fobaproa.
Y este leñazo más contra las mayorías: luego de maquillarla apenas en un 20 por ciento, los diputados envían al Senado, para su aprobación, el ponzoñoso documento del de Los Pinos. Así se escribe la historia en este país. (México.)

Coccioli

¡Ayúdeme! Si usted no me ayuda… Moralmente, porque nada pido material… tres días, tres noches… No logro dejar… Si usted no me ayuda…
“He pensado en una equivocación: no conocía aquella voz. Luego he oído mi nombre bien pronunciado. He dicho: Soy yo”.
Soy Carlo Coccioli, pudo haber contestado a la urgida voz del  anónimo desesperado, desgajado por el licor y a punto del derrumbe final que, desde el teléfono público, imploraba el auxilio de un hombre que había logrado sobrevivir al naufragio del licor. En páginas estrujantes de la obra documental titulada Hombres en fuga lo asienta el escritor y  valedor de dipsómanos y de animalillos callejeros en desamparo:
“Eran casi las ocho de la noche. Toda la tarde había llovido, esta estación de las grandes lluvias es interminablemente tétrica”. Y que al otro lado de la líneas, la anónima voz:
– Ahora estoy lúcido, es decir, casi lúcido: ¿cuánto durará? Puedo beber hasta 15 días, hasta morir…
– ¿De dónde está telefoneando? ¡Contésteme!
“Un silencio. Después: que estaba en el centro”.
– Escúcheme con atención. ¿Lograría llegar al Cine Las Américas?
Arreglada la cita. Que él era humilde y muy mal vestido. Que al verlo, Coccioli se espantaría. “Nada me espanta”, respondió el novelista. Ni la voz del alcohólico que dieron por desahuciado, ni la de tantos redrojillos humanos que gracias a la humana calidad de  Coccioli, supieron de la resurrección de la carne hasta entonces  ahogada en licor. Redrojillos como Inés, “voz de contralto”:
-Yo no resisto el dolor, jamás supe sufrir; si para dejar la botella tuviese que sufrir, ¡ay!, no la dejaría. Pero aquí..”
Aquí, sí, en el grupo Alcohólicos Anónimos, milagro del humano valimiento, hasta donde Coccioli, suave y sin turbulencias, conducía a los agónicos anhelantes:
“Aquí, en Alcohólicos Anónimos, nos quitan la botella, pero en cambio nos dan algo: nos dan mucho. Lo que nos quitan, o mejor dicho lo que nos quitamos nosotros mismos, nos lo devuelven con usura. El enfermo alcohólico que intente eliminar la botella sin recurrir al grupo no sólo es muy probable que no lo logre, sino que también aumenta sus penas. Aquí, nosotros, vivimos con alegría”.
Bendito sea Dios, que da la alegría.
El canto  de Coccioli tiene, para mí, resonancias bíblicas: “¡Cuán terrible es el grupo, cuán majestuoso, apoyado así sobre lágrimas y sangre, cuán bello, y cuán rebosante de amor, rebosante de amor (…) ¡Cuán bello es el grupo, cuán lleno, lleno, lleno de Dios! Bendito sea Dios que ha creado A.A., el grupo”. Aleluya, le faltó agregar. Mis valedores…
Yo, por traer ante ustedes la memoria del que se fue hace algún tiempo,  pude haber espigado en alguno de los 32 libros que nos legó el novelista italiano avecindado en México, pero prefiero presentarles al Coccioli por quien siento un agradecimiento muy particular porque a cuántos habría auxiliado a salir del licor, esos que en la botella habían requemado vida, destino, futuro, familia, autoestima, dignidad, todo, y que gracias a Coccioli y Alcohólicos Anónimos  resucitaron, resucitan cada día. Hoy nada más no beber. Abstemios el día de hoy. Cada día hoy. Hoy cada día. Nada más. Coccioli.
Actor, testigo y víctima del flagelo, que no habla de oídas ni por afanes de morbo y sensacionalismo, conoció también la salvación. Yo, que nunca he sabido de ese venero que conmigo topó en hueso, le agradezco el bien que hizo, hace y hará a tantos hombres en fuga. Carlo Coccioli falleció un martes, 5 de agosto del 2003. (A su memoria.)

Plaza tomada

Ciudad Nezahualcóyotl esta vez,  mis valedores, esa entrañable  comunidad a la que le trovan M. Iglesias y su Grupo «Canto del hombre y del pueblo:
Nezahualcóyotl querido – tierra de polvo y de sal – tus colonos han sufrido – ¡pero van a despertar!
Despertar, mantenerse despiertos y combatir, una vez más, por la integridad de un territorio que un precio tan alto costó a sus fundadores. La sobrevivencia es su signo, y después de conjurar tantas plagas no es cosa de rendirse al final. Animo.
Tengo en la mente el trazo de Ciudad Nezahualcóyotl, de sus calles con nombres de canciones populares, allá por el centro de una comunidad que conozco desde hace años porque allá impartí uno de los talleres de lectura que más he apreciado. Es por mi afecto a los amigos de aquellos rumbos que la noticia del martes pasado me duele en lo vivo. La Ciudad Neza que yo conocí y aprendí a querer no merece la nota del matutino, que firma Martín Moreno:
¿Quién podrá negar que Ciudad Nezahualcóyotl, en tiempo récord -tres años-, se convirtió en plaza tomada por «La Familia Michoacana» y disputada por «Los Zetas» durante el gobierno del priísta Edgar Navarro?
Así que plaza tomada, tan gallarda ciudad…
Si ustedes conocieran la  epopeya de ese cacho de México que surgió de la nada, que por obra, gracia y redaños de unos heroicos desesperados, vino a nacer en un llano inhóspito donde parecía imposible todo aliento de vida más allá de las lagartijas. Cd. Neza es suma y síntesis de lucha y sudor, sufrimiento y carencias sin límites de aquellos pioneros que habiendo sido desplazados de todas partes, a querer o no tenían que afincarse en algún lugar, y se toparon con aquella inhóspita llanura desdeñada hasta por los coyotes, puro terregal, tepetate y reverberancias de un sol como toro en brama. Se santiguaron, fajáronse ellas sus enaguas y ellos sus pantalones, y ora pues, obre Dios, y aquí me planto y de aquí nadie me saca, faltaría más. Y a imaginar la ciudad…
Y ahí fue el agenciarse la lámina y el cartón,  y alzar aquel remedo de cuartucho, y en  tiempo de fríos tiritar, y asarse en los calores de mayo, y bajo las tormentas de junio andar con el agua al cuello y  la boca  reseca por falta de agua potable. Pero ánimo, paisas, y a la gloria del tabicón ir insinuando la vivienda mientras se lidia con la falta de transporte, víveres y servicios básicos, y la plaga de ratas de campo y la de ratas de tierras, los  fraccionadores,  transas del medro y de la engañifa, y a los fregados fregarlos más…
Pero el destino del paisa es la sobrevivencia: por ahí fueron surgiendo barruntos del centro escolar, el mercado y el templo. Y ábranla, que entre charco y hoyanco va el pavimento, y el agua entubada, la luz, el drenaje, el teléfono y lástima: también  la antena de televisión. Fue así como a pura enjundia, temple y redaños, los arrimadizos de todas partes y de todas partes desplazados hicieron el milagro de cosechar, en aquel desierto, rosas. Ciudad Nezahualcóyotl…
Claro, abundancia, lo que se llama abundancia, tampoco. Vías públicas de primer mundo, no exagerar. La avenida Pantitlán, sin ir más lejos: si al rata Montiel, gobernador por aquel entonces, lo atacó la insensata compulsión de ampliar la zona de sus ilícitos, yo con el alma deseé que su marcha a Los Pinos tuviese la tersura y suavidad del asfalto de la Pantitlán, de punta a punta vibrador cacarizo de baches, donde al transitarla el automovilista, por no morderse la lengua, tenía o tiene que apretarlas. (Esto sigue después.)

¡Ahí les viene Peña!

La inteligencia es sólo una parte del hombre, y no la mejor…
Y a propósito, mis valedores: ¿conocen ustedes algunas obras de Shakespeare? Hamlet, Macbeth, Ricardo III, El rey Lear? ¿Cuántas habrán leído o visto representadas en el escenario?  ¿Recuerda alguno La Tempestad, con tres personajes emblemáticos y a la exacta medida de esos intelectuales que medran enquistados en el Sistema de Poder? Próspero,  invasor de la isla donde ocurre la tragedia y que reduce a un par de nativos a una suerte de esclavitud: a Ariel, genio del aire, la idea y el espíritu, y a Calibán, que personifica el vicio, la torpeza, la rebeldía,  la carnalidad. Pero semejante visión es maniquea y simplista, según estudio reciente de Fernández Retamar, ensayista cubano:
Calibán, el rebelde, era el dueño de una tierra de que fue despojado a la viva fuerza por el invasor, mientras que Ariel es el intelectual obsequioso que se pone al servicio del invasor contra el rebelde nativo y dueño de la isla.
El intelectual toma partido a favor del Poder. ¿El precio por la ejecución del trabajo sucio? La granjería, la prerrogativa, la concesión, el dinero fácil para esos que en los comelitones palaciegos  balan su balada al benefactor:
“Bécame – bécame mucho – como si fuera esta beca la última vez”
Transcribo un fragmento de La Tempestad:
Ariel, todo un intelectual: – ¡Salve por siempre, gran dueño! ¡Salve, grave señor! ¡Vengo a ponerme a las órdenes de tu mejor deseo; haya que hender los aires, nadar, sumergirse en el fango (en el fuego, dice la obra), cabalgar sobre las rizadas nubes, a tu servicio estoy; dispón de Ariel y de todo su influjo”.
Próspero, mientras los perros persiguen al rebelde Calibán:
– Ariel, mi polluelo, pájaro mío: ve y encarga a los duendes que trituren las junturas de Calibán con secas convulsiones: que encojan sus músculos con terribles calambres.
Ariel:- Sí, dueño mío.
Los nombres y las cataduras de los caraduras me ampollan la mente, con sus torvos conceptos de  intelectuales Arieles, genios del aire (ese que constituye el alma del carrizo)  siempre cercanos al Próspero sexenal, a quien justifican todas sus medidas de gobierno, contrarias siempre al interés de las masas sociales.
Hoy sólo algún Ariel temerario se atreve a quemar copal ante la mediocridad del beato del Verbo Encarnado, pero ya todos templan sus cítaras y entonan las primeras romanzas al nuevo santo sexenal tal como en 1968 ventosearon sus loas a favor de Díaz Hordas, de LEA en 1971 y del Próspero sexenal Zedillo cuando se echó con todos sus policías contra la UNAM y  los estudiantes en huelga. De entre las opiniones de los intelectuales Arieles:
IKram Antaki: “Presidente habemus”.
Héctor Aguilar C.:“No obstante lo ocurrido, Zedillo no es ni podrá ser un presidente autoritario”.
Carlos Fuentes: “La UNAM no es una universidad elitista, pero tampoco debe ser de lumpens o de baja clase media ofendida”.
Federico Reyes ¿Heroles?: “El operativo fue muy cuidado, sin víctimas que lamentar. La administración de la violencia legítima también puede ser profesional”.
¡Aquel Carlos Monsiváis!  “Sí, yo firmé el desplegado aprobatorio (de la invasión a la UNAM) porque en ese momento creí que era lo mejor, estaba todo tan empantanado, y por el fastidio ante una huelga tan prolongada. Por eso también participé en un manifiesto de intelectuales, guiado por una certeza: es mejor dialogar en la Universidad abierta y evitar así la represión”.
El resto es silencio. (Ariel.)

Sotanas

Sí hay curas pederastas en México. No somos ángeles. Aunque hombres de Dios… también somos hombres. ¡Y muy hombres!
(José Ulises Macías, arzobispo de Hermosillo, Sonora, en abril del 2002)
De profetas y sacerdotes les hablé ayer, mis valedores; de que el profeta, con su doctrina, convenció a las comunidades, porque predicaba con el ejemplo. Al profeta de la antigüedad, digo con el psicólogo y sociólogo E. Fromm, los poderosos no lo impresionaban. Isaías y Daniel difundieron la doctrina religiosa aunque predicarla los llevase al ostracismo, la cárcel, la muerte. Ellos vivieron la verdad, sintieron la responsabilidad de decirla. “No quisieron ser profetas. Fueron. Sólo los falsos profetas ambicionan el título de profetas. Buda vivió sus enseñanzas; Cristo se encarnó; Sócrates murió de acuerdo a sus ideas, y por lo mismo dejaron una huella profunda en la especie humana: precisamente porque su idea encarnó en cada uno de ellos, que aparecen de tarde en tarde en la historia de la humanidad. Mueren dejando un mensaje que aceptan millones, a quienes se torna entrañable”. Ellos sí, ¿pero esos que se dicen sus sucesores? ¿Qué ocurre con los sacerdotes del clero católico..?
Los sacerdotes: detrás de sus propios fines de dominio y control de las multitudes, ellos se aprovechan de las ideas y doctrinas de quienes con ellas transformaron su tiempo y su mundo. Tal como los profetas vivieron sus ideas; los sacerdotes las administran a la grey que a lo manso se adhiere a esa idea y a esa doctrina, pero doctrina e idea han perdido su vitalidad. Se han transformado en meras fórmulas. Han muerto. Y así permanecen hoy día, sin el poder, sin la potencia transformadora de multitudes, lástima.
Por otra parte, al proclamarse sucesores del profeta y afirmar que viven lo que predican, los sacerdotes confunden a las masas, y ese es un embuste que hasta un niño pudiese advertir, ya que existe una distancia descomunal entre prédica y forma de vida. Allá por 2001 lo declaraba Jerónimo Prigione, por aquel entonces nuncio apostólico del Vaticano en nuestro país:
“El pueblo de México debe perdonar al ex-presidente don Carlos Salinas de Gortari. Se le guarda una profunda gratitud por todo lo que hizo de positivo para el país. Lo positivo ahf queda”.
Esto dicho, publicó la prensa, “en medio de champaña europea y vino blanco importado, bocadillos de salmón, ostión y carnes frías. El nuncio descartó que la pobreza debilite la fe, y oró porque la recuperación económica alcance a las clases más desprotegidas…”
¿Qué ocurre, entretanto, con las masas católicas? Que han sido sometidas a un verdadero y muy efectivo lavado de cerebro, de modo tal que todos los fieles de cualquier religión o credo político, financiero, cultural o social, creen en la prédica de sus sacerdotes: que los consideran congruentes con las ideas que predican. Son masas huérfanas de valores religiosos, pero católicas declaradas hasta en un 87 por ciento, aunque no conocen la distancia que existe entre una prédica de Isaías y la que en 2001 les difundía Onésimo Cepeda, obispo de Ecatepec:
– No; miren: ni Calles, ni Cárdenas, ni siquiera Díaz Ordaz. En todo ese tiempo hasta llegar a Salinas no llegó a haber una democracia real, pues había unas concesiones muy sencillas, pero no una real democracia. Hasta Ernesto Zedillo no hubo una verdadera democracia. Yo no creo en las democracias anteriores. No las hubo. Nos estamos haciendo guajes. ¿Candidato presidencial? Yo no tengo ninguno, porque todavía son pollos todos…
O la prédica de un político y cardenal como Norberto Rivera:- Yo exijo que las autoridades del Distrito Federal revisen con seriedad la acusación de peculado contra mi amigo Oscar Espinosa. Les exijo aclarar si tienen fundamentos para comprobarla.
O las afirmaciones del hoy extinto obispo Luis Reinoso: “La comunidad mexicana no entiende ni acepta la postura del EZLN, ya que es contradictoria. En caso de que nuevamente tomen las armas, serán masacrados por las instituciones mexicanas”.
Profetas, sacerdotes: Efrén Ramos, obispo: “La conversión del FOBAPROA en deuda pública fue una medida en verdad acertada. El gobierno tenía la obligación de preservar nuestro sistema bancario”.¿Profetas de Dios? ¿Sacerdotes del César? (¡Dios..!)

La Historia, cansada de crear…

Del Michoacán conflictivo, mis valedores. Ayer la violencia extrema se ubicaba en Paracho y Apatzingán. Hoy se asienta en Turicato, con esa postema religiosa que nombran la Nueva Jerusalén, hasta donde no alcanzan a entrar ni el Estado ni la instrucción escolar, mientras que la guerra de Calderón ha convertido aquel rumbo, como el resto del territorio, en un cementerio descomunal. Siniestro.
Michoacán. Ayer, atizada por la sotana y la capa pluvial, la Cristera incendió regiones del Bajío y anexas. Anteayer, en un remoto 1875, casullas y sobrepellices prendieron lumbradas en Paracho y Apatzingán, donde actuó como cronista un hombre de genio: José Martí, por aquel entonces habitante de nuestro país.  Para que no se nos muera la memoria histórica:
«Una campaña alimentada por el fuego voraz del despecho y de los odios arma las manos de los malvados con la absolución de todos los crímenes ejercidos aun contra mujeres. (…) Que no tengan  en su camino estos hombres malvados tiempo de ejercer su crueldad, espacio para incendiar poblaciones, días para asentar la victoria de la religión, matando hombres, saciando infamias e incendiando pueblos para mayor prez y honra de Dios.
¿No se averguenzan los católicos mexicanos de acudir para defenderse a estos bandidos prófugos de cárceles, a estos hombres capaces de toda vileza, a los que no cometen un solo acto que no  pueda condenarse con arreglo a la ley común? ¿Qué Dios villano es ese que estupra mujeres e incendia pueblos? ¿No sienten repugnancia de sí mismos los que a tales medios ‘religiosos’ acuden para saciar sus pasiones y  su criminal ‘piedad religiosa’? ¿Qué, el silencio ante los crímenes puede ser arma honradas en provecho propio? ¿Qué, a un hombre honrado le es dado aprovecharse  de los crímenes ajenos, protegerlos, alimentarlos, absolverlos, fundar en ellos una esperanza vergonzosa; esos que no tienen ya valor de defender sus doctrinas por sí mismos?
Pero hablen los periódicos católicos; tenga un de ellos la imprudencia de proteger a esa malvada rebelión, prohíje a estos hombres, vindique sus actos; aplauda estos incendios; predique esta guerra. ¿Qué hacen los periódicos católicos? Lo que hacen en todos los tiempos; vestirse con el manto de la piedad; bajar a tierra estos ojos humanos que se han hecho para mirar de frente a todo; disimular bajo sus vestiduras negras las iracundas palpitaciones de su corazón, y ocultar con la sombra de sus hábitos la sonrisa que, ante los malvados que desolan una comarca fertilísima, se dibuja con regocijo en sus labios contraídos por la satisfacción y silenciosos. No basta el hábito; se ve la sonrisa; las llamas del incendio de Apatzingán les ilumina claramente el rostro.
¿Y es posible combatir con miramientos a enemigos incendiarios y a absolvedores de crímenes, invulnerables en el estado político que les concede el sistema de libertad que atacan, tan leal y tan generoso que los atrae a sus seno y permite que en él se agiten para morderlo y devorarlo?
No puede combatirse con respeto a los que por encima de todo respeto saltan y rompen; no puede verse en calma la instigación impune de una guerra de incendio y bandidaje; no pueden tenerse miramientos constitucionales para los que anidan en el seno de la Constitución con ánimo de herirla y devorarla.
Paracho saqueado y quemado Apatzingán. Pongan los siervos católicos un puñado de sus cenizas al lado de cada una de las custodias de sus dioses».
Y Turicato esta vez.  Y ahora la Nueva Jerusalén. (Dios…)

Delegar, asumir

Tantas idas y venidas – tantas vueltas y revueltas – quiero, amigo,  que me digas – ¿son de alguna utilidad?
La historia, mis valedores.  El ejercicio de pensar, la autocrítica. El estudio de la teoría política nos confiere la conciencia del Poder como el enemigo histórico de ese cambio con el que habremos de darnos un gobierno que mande obedeciendo al tiempo que nos señala tácticas para lograrlo y así desechar la rutina del reniego y de seguir delegando en el Sistema, y exigirle y forjarle megamarchitas. Asumir, nuestra responsabilidad de adultos. Crear, atribución del idealista. La limitación dogmática del mediocre lo condena a repetir tácticas obsoletas.
En esta ocasión, con ánimo de distraer el tanto de unos minutos a los jóvenes  del movimiento «Yo soy 132», que no disminuyen la intensidad de sus acciones tanto en casetas de peaje como  en pleno zócalo, aquí les relato un cuentecillo de Vargas Pardo, donde utiliza el habla popular:
Ocurrió que al poblado aquel llegó un cilindrero, y el máistro Delfino, cuetero de profesión: “¡Un tostón por tu mono!” “Vale tres pesos”. Un tostón, y el máistro cargó  con el monito. Todo fue verlo llegar, y los chamacos: “¡Mi pápa compró un huasteco!” “¡Préstenlo acá, pa quemarle un buscapiés o una sarta de  saltapericos!”
El infierno para el infeliz. Los guerrosos le tronaban cohetones y le amarraban a la cola mechas ardiendo. “¡A aventarlo a las tinas fermentadas. Y cómo hace górgoros. Se va a poner bien pando, como mi pápa!” Ahogándose, el mono alcanzaba el borde de la tina, y adentro otra vez. “Pa que te llenes la panza!”
¿No se les ocurrió meterle un chicloso entre las muelas y un chile en el cicirisco? El mono aquellas maromas, sin saber a cuál tapón atender primero. “¡Ora toques eléctricos! ¡Miren cómo se retuerce!” El monito se quedó ñengo, trasijado, medio muerto; como que apenas aguantaba la vida. Pelando los ojillos permanecía en aquel rincón, pobre carcaje de pelos y huesos.
Aquel día el máistro Delfino, al llegar de la calle:  “¡Suelten ese animal y a trabajar, guevones, que hay muchos pedidos para las fiestas de la iglesia!”
Trabajaron hasta cebarle el nitro al barril. “¡Tengan cuidado al moler la pólvora, brutos! ¿No ven que el barril ya tiene el nitro? ¡Pónganle la señal!” Un listón blanco. Toda la runfla  a comer.
Solo y su alma, bolita de pelos, huesos y  sufridero, el monito se quedó quieto, pistojeando. Sombra ya de sí mismo, algo miraba a lo inmóvil, como si el sufrimiento lo hubiese forzado a  pensar. (No a exigir a los dañeros. ¿Tomarán nota los jóvenes del «132»?)
Y ándenle, que de repente el huasteco se enderezó, se dejó ir hasta el barril de pólvora, le desenredó el listón blanco, se lo llevó corriendo hasta el corral vecino, donde se trepó a la más alta rama del guamúchil, se engarruñó y contuvo el aliento.
Mis valedores: fue entonces. Luego de comer “los  bergantes entraron al taller pa seguir chambiando. El máistro Delfino, como no vio ninguna señal en la manivela del barril, fue a darle vuelta con todas sus ganas. ¡Ni el nitro le han puesto, guevones! Y guevones fue lo último que dijo, porque ¡brrumm!, en mil pedazos el cohetero y su mundo”.
Ustedes, militantes del «132»: siendo tan nobles las causas de su contienda, ¿lograr sus propósitos con rayos laser contra la cara del beato? ¿Cuánto dañarán al Sistema con dejar paso libre a los automovilistas por las carreteras de cuota? ¿Cuánto lo dañaría quien empuñara armas de fuego?
Una organización verdadera es la clave. (A pensar.)

Muerte viva

¡Libérame de la muerte viva! ¡Libérame de la vida en la muerte, libérame de la vida y de la muerte!.
Y otro día amaneció esta ciudad…
Fue un día como hoy, pero de hace 27 años, cuando esta nuestra casa común amaneció a ser lo que desde entonces ha sido: la herida que no cesa, y el llanto y el duelo colectivo por la tragedia descomunal. Que la memoria histórica permanezca. La memoria de los caídos. De todos ellos.
Hoy se me viene a la mente Agadir, la ciudad de Marruecos a la que un sacudimiento te­lúrico arrancó desde sus cimientos porque hace décadas fue remeci­da por un sismo mortal de necesidad. El México nuestro sobrevivió en­tero, más entero que antes, que la sobrevi­vencia es su signo. Mientras el mundo per­manezca no acabarán la fama y la gloria de México-Tenochtitlan.     Agadir fue destruida, pero esta nuestra ciudad se irguió, su­turó sus mataduras y siguió su destino: al­tiva, inmutable, eterna. Es México, la capital. Mis valedores:
Hoy, como año con año, evoco la trage­dia de Agadir, que sobrevive en el testimonio del poeta Arthur Lundkvist, quien logró salvar la vida en el drama sís­mico que arrancó del mapa aquella ciudad. Días después, ya vuelto a Suecia, su tierra, so­bre la experiencia traumática del fallecimiento de Agadir creó un extenso poema, vivido, lírico y visceral, “para cum­plir un deber para conmigo y con los de­más, tanto para con los supervivientes co­mo con sus muertos”.  Hoy, con fragmentos del citado, me propongo recordar, honrar, testi­moniar mi homenaje a tantos que sucum­bieron bajo las furias del sismo que aca­lambró los entresijos de nuestra ciudad capital. Por cuanto a Agadir, la desventurada, aquí diversos fragmentos del poema, que invito a pronunciar. En silencio.
El cielo era de un azul duro, de éter y acero, – el sol era un horno abierto y el día una piedra blan­ca laminada por lenguas violeta, -las nubes llegaron como hu­mo de carbón. – De repente el suelo se sacudió, profundos estremecimientos recorrieron la tierra – los perros contestaron de todas partes con au­llidos prolongados, y un lamento sordo sur­gió de las gentes.
Me oí gritar en sueños (nunca podré saber qué grité) – mientras el terremo­to crecía, irresistible – y las sacudi­das se hacían más fuertes, más violentas, parecían venir de todas partes al mismo tiempo. Una revolución surgía de las entrañas de la tierra,  – un trueno de las pro­fundidades, abrumador y pesado, -un estallido de paredes, un agrietamiento, un desmoronamiento…
¡Libérame de la muerte viva! – Más insoportable que la locura es esta tum­ba en las tinieblas, – las piedras me cu­bren y me rodean, -no hay aire suficiente ni para que respi­re una rosa; – ¡asfíxiame de una vez, como unas manos estranguladoras! – ¡Ahógame, aplástame con un bloque de piedra! – Todo menos esta tortura en el ara del sacrificio. -¡Arranca ya el corazón de la víctima, cla­va el cuchillo de piedra!
Agadir, nunca más, – Agadir, para siem­pre en nosotros, ciudad de la vida y de la muerte, vida y muerte unidas, – Agadir, hundido ya en el pasa­do, espejismo eterno ante nosotros, – Agadir, preparación, advertencia – de lo que quizá nos espera: la gran aniquilación, – el mundo en ruinas, la tierra desolada, sólo el humo de la muerte desvaneciéndose en el espacio, nunca más, – para siempre – Agadir”.
Hoy todos ellos, o aún mejor: todos ustedes, los caídos del Jueves Negro en la ciudad capital,  presencia en la memoria colectiva. Ustedes todos.  (A su memoria.)

Excomunión

Don Miguel Hidalgo esta vez,  mis valedores. En la Nueva España de 1810 existían 29 centros culturales y 11 mil 118 templos católicos. Quien osó levantar un pueblo en armas lo pagó con su vida una vez que sobre su tonsura cayó todo el peso de una excomunión que  siglos más tarde la Iglesia Católica calificaría de inexistente.  En octubre de 1810, el Arzobispo Lizama:
“Hijos míos, no os dejéis engañar: el cura Hidalgo, procesado por hereje; no busca vuestra fortuna sino la suya; como ya os tenemos dicho en la exhortación del 24 de septiembre: Ahora os lisonja con el atractivo halagüeño de que os dará la tierra: no la dará y os quitará la fe; os impondrá tributos y servicios personales, porque de otro modo no puede subsistir en la elevación a que aspira y derramará vuestra sangré y la de vuestros hijos”.
Del documento que, fechado el 24 de septiembre de 1810, firma Abad y Queipo, más tarde sospechoso, él también, ante el Tribunal de la Inquisición:
“La Nueva España (…) se ve hoy amenazada con la discordia y anarquía, y con todas las desgracias que la siguen. El cura de dolores don Miguel Hidalgo (…) levantó el estandarte de la rebelión y encendió la tea de la discordia y anarquía, y seduciendo una porción de labradores inocentes les hizo tomar las armas; y cayendo con ellos sobre el pueblo de Dolores sorprendió y arrestó los vecinos europeos, saqueó y robó sus bienes. Como la religión condena la rebelión, el asesinato, la opresión de los inocentes; y la madre de Dios no puede proteger los crímenes; es evidente que el cura de Dolores, pintando en su estandarte de sedición la imagen de nuestra Señora, y poniendo en su referida inscripción, cometió dos sacrilegios gravísimos, insultando a la religión y a nuestra señora.
El cura Hidalgo (…) insulta igualmente a nuestro soberano, despreciando y atacando el gobierno que le representa, oprimiendo sus vasallos inocentes, perturbando el orden público, y violando el juramento de fidelidad al soberano y al gobierno, resultando perjuro igualmente que los capitanes.
Yo (…) vuestro obispo (…) por ustedes debo enfrentar a este enemigo.
Cincuenta y tres cargos contra Hidalgo formuló el Tribunal de la Inquisición, a los cuales el acusado respondió con esta defensa:
“Todas mis acciones estuvieron fundadas en el derecho que todo ciudadano tiene cuando cree que la patria está en riesgo de perderse”.
¿El dicho Padre de la Patria murió excomulgado? ¿Lo excomulgó Abad y Queipo, obispo de Michoacán? De ser así, ¿valió la excomunión? ¿Lo excomulgó Pío VII? De ser así, ¿tanta iracundia en una figura que representa lo mejor de los símbolos religiosos? De la excomunión papal:
«Que todos los ángeles y arcángeles (…) y todos los ejércitos celestiales, lo maldigan (…)  Que San Juan el precursor, y San Pedro y San Pablo y San Andrés y todos los demás apóstoles de Cristo lo maldigan. Que el Cristo de la Santa Virgen  lo condene (…) Que la santa y eterna Virgen María, madre de Dios, lo maldiga (…) Que sea maldito  en el vivir y en el morir; en el comer y el beber; en el ayuno o en la sed (…) Que el Hijo del Dios viviente, con toda la gloria de su majestad, lo maldiga, y que el cielo con todos los poderes que hay en él se subleven contra él, lo maldigan y lo condenen. Amén. ¡Así sea! Amén».
Y digo yo: ¿tanto rigor en un «representante de Dios»? ¿Pues cuáles fueron, a ojos del vicario del Cristo del amor, los crímenes cometidos por el iniciador de la independencia mexicana?     Mis valedores: esto es México. (Nuestro país.)

El apestoso Tamarindillo

De los mediocres que en la trágica  docena han sentados sus dos reales en el sillón de Los Pinos hablé con ustedes ayer, y de la megalomanía delirante de un Fox que fue a Washington a asegurar que cuando presidente «atajé a Chávez, como también a Fidel, que intentaban poner al Peje en Los Pinos». Me referí a la pretendida trascendencia que de una u otra forma  intentan esos mediocres, desde Eróstrato hasta el que haiga sido como haiga sido logró encuevarse en Los Pinos.
La trascendencia, o cómo lo van a recordar cuando muera si es que no consiguen olvidarse de él. Y a esto, mis valedores, quería yo llegar: el que fue presidente de mi país, Fox de apellido. ¿Un ser trágico?  ¿Un irresponsable, un conchudo y baquetón?  Porque el varón de vergüenzas en su nidal trae el pudor, el honor y el decoro a flor de conciencia. El tiene en tanto su imagen y fama pública, que mucho se cuida de mantener en recato como salvaguarda de la propia dignidad. Pero Fox…
Lo padecí como presidente de mi país y sufrí la amargura de comprobar día a día el tamaño de sus limitaciones en cuanto pretendido estadista y su falsía a la hora de cumplir planes, proyectos y promesas de cuando candidato presidencial. Nada cumplió, y ya en Los Pinos se aplicó sañudamente a enemistar su gobierno con Cuba, Venezuela y tantos más países hermanos, mientras que su vida pública, nada edificante, despedía tufos de descomposición dentro de su vida familiar. Lilián de la Concha, sin ir más lejos.
Por cuanto a su disparatario personal, ese lo conocemos todos, que anda en boca de todos y todas las bocas lo escupen, tanto como las reiteradas evidencias de su incultura y zafiedad. Y es como para preguntarse:
¿Cómo entender a ese Fox humano, o casi? ¿Tanta insensatez cabe en uno que así aportó en su momento a las masas sociales renovados motivos de queja, desánimo, frustración y burletas? ¿Tiene conciencia de que la comunidad lo erige como rey de burlas? ¿Es él quien se burla de la comunidad? ¿Es inmune a los aletazos de la humillación? ¿Tiene un formidable sentido del humor? ¿Lo tiene del ridículo? ¿Es un conchudo de siete suelas? ¿Cómo resiste la cargazón de un ludibrio que así le razga a estas horas su fama pública? ¿Fuerza de carácter? De ser este el caso, ¿de dónde saca tal fuerza? ¿De su pura enjundia? ¿Del Prozac y demás  tranquilizantes? Uno que no fuera Fox y en tanto las comunidades de aquí y allá lo señalan de insensato, ¿dónde ocultaría la cabeza? ¿Es un personaje trágico, o no pasa de ser uno más de los hilarantes protagonistas de la picaresca de rompe y rasga de mi país? Mis valedores:
Aquí dejo de teclear, miro hacia el frente y la mirada se me extravía más allá de esos árboles, de la ermita, de un firmamento gris, pizarroso. Mirando sin ver (viendo sin mirar), pienso y medito: sea el caso que sea, yo tengo la requemante sospecha de que a uno de la alzada de Fox no lo merecían las masas, no lo merecía mi país, no lo merecía yo, que nunca de los nuncas, ni por mal pensamiento ni aviesa intención, voté por el tal. Pero achaques de la embustera y costosísima «democracia» oficial. Mis valedores:
Que sucesor de Fox uno de mayor megalomanía y menor autocrítica no podría encaramarse en  Los Pinos, pensaba yo. No lo permitiríamos los mexicanos. Hoy, después de escuchar hace un par de semanas un delirante mensaje que quiso teñirse  de rosa  y se tiñó de sangre de una cifra demencial de cadáveres,  pienso, medito y de algo estoy cierto: también esta noche  va a ser de insomnio. (Dios.)

Atajé a Chávez

Porque ese embrujo produce el sillón de Los Pinos, mis valedores: que al grande más engrandece y al mediocre lo achaparra aún más, y qué otro recurso queda entonces al pequeñajo, si no es los de la megalomanía y ese autoelogio que en su boca se convierte en el más aborrecible de los vituperios, que así ofenden a los gobernados. El beato del Verbo Encarnado, pongamos por caso.
Pero no sólo Calderón. Su predecesor en el cargo cayó también en ese onanismo mental, porque  ocurrió apenas dejó las cabañas de Los Pinos se fue a refugiar a  Washington, donde ese Fox de «José Luis Borgues» se alcanzó la puntada de publicar un libro, del que The Economist opinó que «es como la presidencia del señor Fox: de muy poco peso». Ah, pero proyanki de cepa, lo redactó en inglés y lo fue a presentar a Washington, y fue entonces:
– Yo atajé a Chávez. Con el retiro de la embajada mexicana en La Habana mandé un mensaje fuerte a Fidel y Hugo para que se quedaran fuera de nuestra política, para que Chávez no estuviera tentado a enviar dinero del petróleo a su candidato presidencial favorito. Fidel y Hugo querían ver al Peje convertir a la democracia mexicana en un régimen de un solo hombre.
Tal dijo Fox, y a propósito: novelista soy; por achaques del oficio me aplico al estudio del ser humano desde ángulos sociológicos, psicológicos, fisiológicos, etc. Lector por oficio, que no beneficio, intento bucear en aguas profundas de personajes como Hamlet, Macbeth, Lear y Ricardo III, o esos modelos del esperpento     que son El Lazarillo, El buscón, La celestina, El diablo cojuelo, La picara Justina, en fin. Trágicos unos, esperpénticos los más, por ellos me asomo al tamaño de reacciones, pasiones y sentimientos desmesurados: amor y celos, odio y crueldad, avaricia, terror y las desbozaladas venganzas junto a la farsa, el astracán, el ridículo. Tales vidas y milagros tomo de espejo (distorsionado) donde mirar mi humana estatua e intentar la hazaña de conocerme y reconocerme, según la clásica exhortación del oráculo de Delfos que Sócrates tomó de divisa: “Conócete a ti mismo”.
Conócete y busca la salud mental, que has de conseguir con arraigo, identidad, vinculación y varios otros elementos, uno de ellos imperativo: la trascendencia que si no la consigues por lo que construyes como biofílico, sí por lo que como necrofílico logres destruir. De la humana necesidad de “no morir del todo” sirva de ejemplo cierto individuo que en Efeso practicaba el oficio de borreguero y, según calculaba su aplastante mediocridad, poco margen tenía de conseguir la tan anhelada trascendencia. Pero sí, la logró cabalmente, ¿y saben ustedes cómo logró trascender? La misma noche en que nacía Alejandro Magno el borreguero incendiaba una de las siete maravillas del mundo antiguo: el templo de Artemisa, la Diana Cazadora. ¿Que si el borreguero logró a trascender? Búsquenlo por su nombre en todos los diccionarios y en todas las enciclopedias: Eróstrato.
Pero el estudio de lo humano no se reduce a los entes literarios o a los de la antigüedad: comienza y termina con seres reales del diario vivir, donde se incluye la fauna que gesticula en ese submundo del surrealismo y el esperpento que es la política del país. Uno de ellos observo, de la vida real, que reputo ala medida de la ficción, así para el drama como para la farsa, y que con holgura pudiese hermanarse con entes de la picaresca como con los condenados del Dante: Fox. ¿Un baquetón, un personaje trágico? ¿Un inconsciente, un irresponsable? (Sigo mañana.)

Zopilotera y hedor

Tal es la síntesis del Imperio gringo para las comunidades del orbe: hedor y zopilotera, y no más. Para nuestro país, por ejemplo. «Durante los 10 largos meses que en septiembre de 1847 el ejército invasor ocupó la capital, lo dejó asentado el historiador, muchos fueron los mexicanos azotados a cuerpo desnudo, tanto en la plaza principal como en los costados de la alameda. Pronto, los invasores se convencieron de que si hasta entonces habían tenido que habérselas con Santa Anna, ahora tendrían que luchar contra el pueblo”.
Los dichos y las acciones del Imperio. Mientras preparaba la invasión a nuestro país, el presidente Polk:  “Debemos buscar la paz. Debemos imponerla a nuestros enemigos, haciéndoles sufrir la maldición de la guerra”.
El historiador norteamericano: “Polk, al mismo tiempo que mantenía su guerra de devastación, manifestaba públicamente sus deseos por la paz”.
Como años más tarde G.W. Bush: «Nosotros somos una nación con vocación decididamente pacifista. (¡Los gringos!) De ser necesario, actuaremos nosotros solos. La ONU es prescindible. No permitiré que ningún terrorista o tirano amenace a la civilización con armas de destrucción masiva. Prometo una victoria sobre las pandillas fanáticas de la historia. Los hemos hecho a nosotros mismos y al mundo una promesa sagrada: no descansaremos hasta que se haya hecho justicia y nuestra nación esté segura. Lo que nuestros enemigos comenzaron, nosotros lo terminaremos».
Y el Dr. L. M. Wortzel, coronel del ejército de EU: “Si la única vía para atacar a una organización terrorista es unilateral, aunque sea de manera clandestina, tenemos que hacerlo”.
Bush, presidente imperial: “Yo estoy luchando para asegurar la paz. No para imponer mi voluntad, sino para defendernos y para extender las bendiciones de la libertad».
Hace 165 años, escudándose en el falso supuesto de que México había provocado la guerra, los partidarios de Polk “abogaban por el arrasamiento de las ciudades mexicanas y por la destrucción de vidas mexicanas”.
El historiador norteamericano: “Saqueos, carnicerías, crueldades, matar a los heridos en los campos de batalla y aun en muchos casos quemar hombres vivos, han sido anotados por parte de altas autoridades oficiales, como parte de la historia de la guerra con México”.
Lo publicaba un diario estadunidense: “Hasta que aplastemos a los mexicanos y llevemos la destrucción y la pérdida de vidas hasta el fondo mismo de sus hogares, y los hagamos crujir bajo el peso de nuestra mano de hierro, hasta entonces vamos a ser respetados por los mexicanos”.
Y otro más: “Destrúyase la ciudad de México a raíz de la tierra sobre la que se levanta. Hágase desaparecer Puebla, Querétaro, Jalapa, Saltillo, Monterrey, de la misma manera, y después auméntense nuestras demandas”.
“1847. Los cónsules extranjeros escribieron al general Scott sobre los terribles resultados del bombardeo a México. The New York Herald: «Han  convertido la ciudad en ruinas bajo las cuales han sido sepultados un gran número de no combatientes: hombres, mujeres y niños”.
Mr. Bagby, Senador: “Pero la vida de un solo ciudadano de EU es más valiosa que las vidas de cien mil mexicanos, hombres, mujeres y niños”.
¿Y ahora Torres Gemelas?»¡Hagámosles sufrir la maldición de la guerra!» Polk, y  Santiago Creel, cuando secretario de Gobernación: “El compromiso del gobierno mexicano: en el caso del terrorismo,  ser solidario particularmente con el pueblo y gobierno norteamericano”.
Mis valedores: esto es México. (Nuestro país.)

Perros de guerra

Las invasiones de soldados norteamericanos a territorio de México, mis valedores. ¿Habrá tarea más dolorosa, se duele B. Delorme, historiador, que consignar los episodios de traiciones, indignidades y derrotas que oscurecen la historia del país?
Y si se trata de recordar pasajes históricos conflictivos, el martes pasado los mexicanos, sumisos ante los medios de condicionamiento de masas, conmemoraron  la tragedia de las Torres Gemelas de Nueva York. ¿Se dolieron ustedes, una vez más como año con año, durante la conmemoración de la tragedia ocurrida en el Imperio del Norte, que conmovió al mundo aquel once  de septiembre del 2001? Violencia inaudita del terrorismo internacional, según aleccionamiento de todos los «medios». ¿Les explicaron también que existen dos clases de violencia: la violencia causa y la violencia efecto? ¿Les aclararon que uno es el terrorismo  de Estado, que perpetra el gringo invasor, y otro, infinitamente menos dañino por sus efectos, que es el terrorismo contestatario, terrorismo «al por menor», como llama Noam Chomsky a las acciones terroristas de los patriotas lacerados por los crímenes del gringo invasor?
Al cumplirse un aniversario del 11 de septiembre de 2001, lo afirmaba el entonces presidente de EU G.W. Bush: “Los americanos luchamos no para imponer nuestra voluntad, sino para buscar la paz”.
A propósito de tragedias y manipulaciones, ¿cuál fue la reacción de todos ustedes ante la efeméride de la tragedia provocada por el gringo Richard Nixon un 11 de septiembre de 1973 contra el Presidente constitucional don Salvador Allende, que en el cuartelazo perdió la vida? Hoy, entre los tantos  de ustedes que  amanecieron con las entrañas empapadas de compasión por los gringos sacrificados en las Torres Gemelas, ¿acaso dedicaron un recuerdo a las víctimas de las tropas gringas que invadieron nuestro país y provocaron una mortandad en el asalto a Chapultepec, el 13 de septiembre de 1847, entre ellas algunos cadetes del Colegio Militar y la totalidad del Batallón de San Blas, con todo y su comandante, Santiago Xicoténcatl? Mis valedores:
¿Somos o no somos manipulados? ¿Somos o no somos vulnerables ante el acoso de los «medios» impresos y electrónicos? ¿Qué queda en nosotros de la memoria histórica? ¿Qué?
Aquí la somera reseña de aquello, atroz, perpetrado por el gringo invasor contra los antepasados de estas masas desmemoriadas a las que los voceros oficiosos del Poder les ha arrancado de raíz esa memoria histórica:
“Los invasores llegaron al Castillo de Chapultepec pisoteando cuerpos de héroes, y la bandera de las barras y las estrellas ondeó sobre aquel memorable lugar, después de que los alumnos del Colegio Militar hubieron dado su vida por defender el último reducto de la Patria. El 13 de septiembre las tropas del general Scott se hacían dueñas de la capital de la República. ¡El 16 de septiembre de 1847 la bandera del invasor ondeaba, airosa, en el Palacio Nacional!” (B. Delorme.)
¿Lo sabían ustedes, lo tienen presente? ¿Hoy mismo, más allá de manipulaciones de casi todos los «medios»,  conmemoran en esta fecha aquello atroz ocurrido un día como hoy, pero de 1847? Al amanecer del día de hoy hace 165 años,  tenerlo presente, el pabellón de las barras y las estrellas ondeaba en el Palacio Nacional de nuestro país. Siglo y medio más tarde iba a ocurrir el episodio de las Torres Gemelas, de Nueva York, que aquí todos tienen presente. Ah, masas. Ah, México
(Esto sigue mañana.)

Tiempo de canallas

El ajedrez, mis valedores, ese regalo de los dioses o de las fuerzas del mal, que ambas posibilidades caben en el tablero de las 64 casillas. Anteayer pregunté si alguno de ustedes lo juega o lo habría jugado, y si lo encontraron como yo, cautivador hasta el grado de que ante mis ojos en el campo de combate (el tablero) unas piezas de madera se humanizaban hasta el punto de que escuchaba yo el estrépito del combate, el ir y venir de unos combatientes enardecidos, el hedor de la sangre derramada, los gritos de terror, los alaridos de espanto, los estertores de agonía y los  clamores de victoria. Ese juego de reyes y peones me cautivó como las sirenas a los navegantes del glauco mar de Odiseo, y por no caer en el canto de las sirenas me taponeé los oídos, me até al palo mayor y cerrando los ojos las dejé pasar…
Y es que de repente me vine a percatar de que en el tablero sacrificaba el producto de mi oficio: cuento, novela, ensayo, periodismo, por embeberme en el ajedrez y sus damas, que me sorbían los sesos mientras descuidaba a las damas me sorbían los «esos». Que por cuidar a la dama del tablero descuidaba a la dama que me hacía la merced de compartir conmigo vida y destino. Abandoné torres y alfiles.
.Los abandoné como antes me había desembarazado  de vicios tan perjudiciales  como el cigarrito, la cacardiosidad y el clásico pasecito a la red en un cinescopio todavía en blanco y negro. Yo, el ajedrez, nunca más. Ni verlo. Eso pensaba por aquel entonces. Y cuánto me costó dejar a un lado de mi vida  el magnífico embrujo de reyes, peones y agresivos caballos de combate, con sus hechizos del gambito y otros engaños, hasta la verdad categórica del jaque mate. En un rincón del cuarto de los trebejos se quedaron cuacos, alfiles y damas rijosas, y así hasta hoy. De plano.
Pues sí, pero lástima: ahora mismo me encuentro embebido en la contemplación de una partida de ajedrez. No el juego limpio, altivo, gallardo, regalo de Oriente o de los dioses, no.  Ahí, enfrente de mis pupilas, un anchuroso tablero donde, según conviene a su estrategia de lucha plagada de artimañas de muy baja ley, una manada de caballos negros, sus lomos cargados de oros,  dos torres de poder aplastante por su nivel de audiencia entre unos peones ignorantes, indefensos y enajenados, una cáfila de alfiles de sotana, casulla, y sobrepelliz,  se apoyan en la fuerza de la peonada  para cargar entre todos, carga alevosa, contra un peoncillo iluso que sueña con coronarse rey algún día, y al que los protervos impiden avanzar más de una casilla en cada jugada. Patético.
He ahí al peón de brega, obsérvenlo avanzar, persistente, casilla por casilla. Una, dos, tres casillas. Cuando parece que esta vez podrá llegar a la meta y coronarse rey, argucias de leguleyos que aplican gambitos fuera de la ley lo regresan hasta la más remota de las casillas, y vuelta a empezar. Triste destino del Sísifo de la politiquería nacional. Mis valedores: ¿escuchan allá, por el rumbo donde el sol muere, el clamor del jaque mate y los alaridos de victoria del cártel de los tramposos?
La mafia ya ha coronado a su rey. El rey de bastos es el nuevo rey. Yo, exasperado ante el perverso final del juego, siento en mi sangre una oleada de verguenza.Verguenza ajena. Pero no, que es verguenza propia, porque, después de todo, ¿de triquiñuelas y malas mañas quién tiene la culpa? ¿Quiénes, con todo el derecho a mover las piezas, nos concretamos a observar a los consuetudinarios tramposos del ajedrez? Es vergonzoso. (México.)

Los aviones iban directo al blanco

Era un ataque cobarde, alevoso, contra la democracia, contra la libertad. La gente estaba confundida, las calles eran el escenario del caos. Luego las calles vacías, los comercios cerrados, la palabra ausente, el espíritu asesinado. La fecha se escribía con dolor y rabia en la memoria de un mundo que se negaba a admitir la atrocidad, el genocidio…
Pero no, mis valedores, no equivocarse con el epígrafe, porque les prevengo: yo no soy de esos. Yo,  a lo esforzado, me mantengo a salvo de la manipulación imperial. Que las entrañitas sensibles caigan en la trampa del duelo colectivo al que les incita el Imperio. Once de septiembre, Torres Gemelas, dos o tres mil víctimas. No conmigo, que me nace conmemorar el daño inconmensurable y la herida que la perversidad del gringo perpetró en un país hermano como es la República de Chile, con el sacrificio y la muerte de don Salvador Allende, su presidente constitucional, y los miles de chilenos que murieron o tuvieron que conocer la tortura en celdas de castigo y sufrir el gobierno de un dictador.  Después de esto, ¿Torres Gemelas? Bah.
En un país de la América Mestiza miro un palacio de gobierno en llamas con Washington de victimario. Los aviones, directo al blanco. “La historia, cansada de crear, se repite”.
Chile, 11 de septiembre, 1973. El magnicidio lo tramó en La Casa Blanca R. Nixon, la CIA como cerebro de la acción terrorista y brazo ejecutor un  Pinochet que antes de fallecer, viejo, achacoso, con fama pública de multiasesino y corrompido hasta el tuétano de un alma en ruinas, trémula vocecilla de vahído y desguanzo:
– Pido perdón si es que en aquel entonces cometí algún error.
Al complot contra Chile el cronista de la CIA: “R.M. Helms, entonces su director, se reunió con Nixon el 15 de septiembre de 1970. Nixon le ordenó directamente la operación encubierta en Chile. Tenía que evitarse que el marxista Salvador Allende llegara a La Moneda. ¿Cuántos habían visto a un presidente de los EU fuera de sí? Era un espectáculo. Y no había más solución que acatar la orden de Nixon, textual:
– Hay una posibilidad entre 10, ¡pero he de salvar Chile. Tienes 10 millones de dólares y más, si es preciso,  ¡pero haz chillar la economía!”
Santiago de Chile. “Existían muchos intereses económicos. Los tenebrosos propósitos de la ITT: en 1970 sugirió al gobierno de los EU que interviniera en los asuntos políticos de Chile. Proponía el estrangulamiento económico, el sabotaje diplomático, crear el pánico en la población, el desorden social, para que al ser sobrepasado el gobierno los militares quebraran el régimen democrático e impusieran la dictadura”.
Tiempo después, un 11 de septiembre también, pero del 2001, se asombraba GW. Bush, protector de halcones israelíes genocidas, que en los sucesos de las Torres Gemelas encontró el pretexto perfecto para invadir Iraq, asesinar a Saddam Hussein y apoderarse del petróleo del país invadido:
-No sé por qué nos odia todo el mundo. Estoy asombrado, porque sé lo buenos que somos.     – No, señor Presidente, le refutó R.M. Bowman, ex director de la Guerra de las Galaxias. Ni somos buenos ni le dijo la verdad a su pueblo de por qué somos blanco del terrorismo: ¿porque representamos la democracia, la libertad y los derechos humanos en el mundo? ¡Mentira! Porque a nuestro gobierno ha hecho cosas odiosas contra todo el mundo.
El 11 de septiembre, mis valedores,  ¿qué significa para ustedes? ¿Nueva York o Santiago de Chile? ¿Allende o Bush?
Don Salvador Allende. (A su memoria.)

Ajedrez para abuelitos

Así, a lo condescendiente: abuelitos. Que la Universidad de la Tercera Edad, Campus Cumbres, en la Delegación Benito Juárez, según explica la nota del pasado martes, realizó la final del Torneo de Verano 2012 de ajedrez. Que en total se jugaron 256 partidas, «Una de las cualidades que demuestran quienes participan en esta disciplina es el estimulo y desarrollo de habilidades nuevas, capacidades cognitivas, ayuda a la concentración, reflexión, autoconocimiento y control de las emociones».
Muy cierto, mis valedores. El ajedrez es todo eso y mucho más. Y a propósito, ¿conocen ustedes el juego? ¿Lo practican, lo jugaron alguna vez? Los estudiosos afirman que en su forma original nació por el siglo VI en la India por más que algunos, los más modestos, juran que el ajedrez es un regalo de los dioses. Sin más.
Su historia, de todas formas, habla de Persia, de Bagdad, de los musulmanes, del mítico Haroun al Rachid, «que obsequia un juego de mármol a Carlomagno». De ahí a la España de la Edad Oscura, donde va a toparse con Don. Alfonso X, el Sabio, y más tarde a Doña. Isabel la Católica, personaje que, según estudiosos, inspiró la figura de la reina en el tablero de ajedrez. Hoy Occidente mueve torres y alfiles, y todos contentos. Menos los perdidosos, por supuesto.
¿Las figuras del ajedrez? El rey, en primer lugar, siempre acosado por rivales furiosos, a cuya sobrevivencia se avocan la reina o dama, las torres y los alfiles, los peones y los caballos, todo en las 64 casillas de un tablero que representa el campo de batalla medieval, donde los ejecutantes guerrean a base de ataques y contraataques, avances y retrocesos, gambitos y otros engaños, hijos legítimos de técnicas, tácticas y estrategias que lleven a dar jaque mate al rey, y ahí terminó la partida Mis valedores:
Yo jugué el ajedrez. Jorobado sobre el tablero llegué a conocer victorias sobre el rival, pero reculé a tiempo y logré salvarme al abandonar para siempre la práctica del ajedrez. Porque han de saber quienes no lo conocen que no existe hasta ahora juego más absorbente, más apasionante, que ese mítico ajedrez, inspiración de relatos, novelas, leyendas y cintas cinematográficas donde el protagonista termina enloqueciendo o se salva de enloquecer con tan sólo que en el cautiverio dibuje o imagine un tablero, y se concentre en los movimientos de torres, caballos y alfiles en afanes de salvar a su rey. Esto, en pleno Auschwitz…
Abandoné el ajedrez porque me ocurría que la reina con todo y torre, alfil, peón o caballo, como el propio rey, todos se me tornaban humanos. Yo, penduleando de la excitación a la compasión y la angustia, ya aborrecía la agresividad del caballo rival, ya me espantaba la sesgada movilidad del alfil o el avance protervo de la torre contraria, y esto era dolerme en lo vivo por la impotencia de mi dama en apuros, de unos caballos trotando a lo desatinado y de ese patético avance de los peoncitos, tan humanos ellos, que no tenían más remedio que caminar hacia su muerte mientras se antellevaban al rival. En mis huestes en derrota me reflejaba, me daba y me daban lástima por su destino, sentenciado por la mano indecisa de un pusilánime como yo. Trágico.
Y qué experiencia ver desplegados a los dos bandos de «humanos» en lucha, 16 contra 16, dispuestos a desgarrarse entre ellos, cada uno con sus humanísimas formas de ser, y contemplar el fragor de la batalla, y llegar a escuchar alaridos de espanto y…
Más del ajedrez y algunos de sus significados, pasado mañana. (Vale.)

¿Pompa de jabón?

«Democracia en construcción». Con ese título inició su análisis del pasado proceso electoral el semanario «Desde la Fe», del Episcopado Mexicano, en su edición del domingo pasado. El párrafo inicial:
«Finalmente tuvo lugar la conclusión jurídico-legal del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación sobre los comicios del pasado 1° de julio, en cuya grave responsabilidad se encontró la verificación de que el proceso electoral respondiera a los criterios de legalidad, libertad y equidad. Su labor ha sido ampliamente cubierta por los medios de comunicación y su decisión ofrece certeza razonable de que, institucionalmente, hay mecanismos para fortalecer y salvaguardar los derechos democráticos de los mexicanos. Sin embargo, aunque el proceso electoral concluya y se resuelva en plenitud tras el fallo que el Tribunal ha sentenciado, el ejercicio de la construcción democrática y de las responsabilidades ciudadanas debe permanecer en el ánimo y voluntad de la sociedad».
Esto, hoy, pero en  el 2006 y en los días previos al proceso electoral, el clero político se valió del púlpito para prender entre sus feligreses el temor a López Obrador  y provocar el voto a favor del panista:
«¡No permitamos que se siembre el miedo! Llamamos a los mexicanos a no permitir que por intereses muy particulares se violente la institucionalidad de los órganos electorales».
Y una vez que las instancias electorales otorgaron el triunfo al beato del Verbo Encarnado:
«La Conferencia del Episcopado Mexicano se congratula por la labor realizada por los medios de comunicación en el proceso electoral. El seguimiento que hicieron del escrutinio de los votos nos habló de la transparencia reinante en la elección. Todos los medios estuvieron a la altura de lo que el pueblo ha querido».
Pero frente al descontento popular que originó el «triunfo» de Calderón lo proclamó El Semanario, que por aquel entonces dirigía Juan Sandoval Iñiguez, cardenal de Guadalajara, Jal. hoy en retiro:
«¡López Obrador y los perredistas lloran como plañideras lo que no supieron ganar como hombres!»
Por su parte un Francisco Gil Díaz, Secretario de Hacienda, se refería a la labor del Instituto Federal Electoral, que validó el triunfo del Verbo Encarnado:
«¡El IFE se ha cubierto de gloria!»
Al propio tiempo,  como estrategia para forzar a las instancias legales correspondientes a contar voto por voto en las casillas impugnadas, el candidato de la Alianza por el Bien de Todos, Andrés Manuel López Obrador, convocó el domingo  16 de julio del 2006 a una concentración de masas sociales que logró congregar a más de un millón de personas. Una plaza de armas repleta con todo y las calles adyacentes, mostró al Sistema el estado de ánimo de unas multitudes que no querían volver a los tiempos priístas de la alquimia electoral y la subcultura del fraude. Ahí mismo se anunció la estrategia con la que se pretende forzar al Poder al recuento de votos en todas las casillas impugnadas: la resistencia civil. Para una próxima fecha se anunciaba otra concentración multitudinaria, quizá más nutrida que la anterior. Hasta ahí la estrategia del movimiento civil.
Eso, en el 2006. Hoy, según el editorialista del matutino (martes pasado), el panorama es distinto:
«El estallido: una pompa de jabón. (…) Así transcurrieron las 72 horas decisivas que siguieron a la declaración de Peña Nieto como presidente electo, sin estallido alguno que no fuera el de una pompa de jabón».
Resistencia civil. De ella hablaré después. (Vale.)

La serpiente se muerde la cola

Y a fin de cuentas, mis valedores, en la costosísima «democracia» que nos vende el Poder las masas sociales vivimos, una vez más, los tiempos aborrascados del 2006 y del 1988, primero contra Cuauhtémoc Cárdenas y más tarde contra López Obrador. Todo sea por el sistema neoliberal que nos impone el Imperio.
Cierto es que en cuestión de matices los tiempos cambian,  pero no los sistemas de poder. A diferencia del fraude electoral del 88, hoy no hay 25 mil paquetes electorales que urge incinerar. Hoy, transición de terciopelo, se va un beato del Verbo Encarnado y un priísta se dispone a tomar el poder. Y todos ellos contentos. Es México.
Por cuanto a la quemazón que produjo la «democracia» en 1988: un neo-priísta fue impuesto en Los Pinos y un contingente de neo-panistas le ayudó a cargar el paquete; los paquetes que certificaban el fraude electoral. Ahí, prepotente y protagónico, se alzó la controvertida figura  del «jefe» Diego Fernández, que apodaron «la ardilla» porque no se bajaba de Los Pinos.
«La ardilla» fue el Nerón de los paquetes electorales. La razón del incendio:
«Ya nada representan y ya nada significan. A la historia nadie la puede reformar. Por eso nos pronunciamos por que se destruyan esos paquetes».
Pues sí, pero interrogado al respecto en julio de 1994, él ya como candidato presidencial de su partido, eludió precisar si era necesario reabrir la investigación para llegar a la verdad:
«Acción Nacional apoyó al PRI para que se quemaran los paquetes electorales de 1988 porque esa elección presidencial es parte ya de la historia y porque no deben seguir alimentándose ni odios ni rencores. Por ahora yo, como candidato a la Presidencia, creo que mi deber fundamental es hacer campaña, tratar de ganar adeptos y ganar la elección, pero no centrarme en los problemas del proceso anterior. Mi tarea fundamental es hacer campaña».
En ese mismo año Ignacio Pichardo, por aquel entonces dirigente del PRI:
«La caída del sistema en 1988 es una cosa juzgada, en donde el triunfo de nuestro partido fue validado de acuerdo a la legislación vigente. Para nosotros los priistas 1988 es una fecha de júbilo porque ahí se confirmó una vez más el triunfo de la Revolución Mexicana en el poder político del país».
El ex-director del IFE Emilio Chuayffet:
“En materia electoral, en México estamos desde hace muchos años en una sola línea, en la de la transparencia, y cualquier persona debe tener acceso a cualquier tipo de información. ¿Los documentos del 6 de julio de 1988? Fueron destruidos en 1991, así es que la caída del sistema es imposible indagarla».
Por su parte, Miguel González Avelar, uno de los seis aspirantes a la candidatura presidencial del PRI:
“En 1988 las autoridades no actuaron de manera irresponsable. Hicieron una proyección muy optimista de la capacidad tecnológica que estaba a su disposición; lo que ocurrió realmente es que hubo tal flujo de información que el sistema se azolvó”.
Octubre de 1994. Miguel de la Madrid:
“¡Yo rechazo que el sistema de cómputo se haya caído! Esas fueron ideas de propaganda política. El fenómeno fue tardanza en las cifras. Eso es todo. ¡Lo demás son especulaciones sin fundamento alguno!”
El diputado Florencio Salazar encaraba a las víctimas del fraude electoral:
“¡Ya dejen de andar haciendo acusaciones sin fundamento! ¡Si tienen los elementos suficientes para probar lo que sostienen, preséntenlas o dejen ya de andar haciendo sus escandalitos!»
Hoy, como ayer, esto es México. Esto somos nosotros. (Lástima.)

Malmaridada de la soledad

Media tarde de domingo en el jardincillo del manicomio, a donde acudí a visitar a mi tía Gabriela. El final de la historia que inicié anteayer:
La tía Gabriela, que nació y vivió media vida en tierra zacatecana, de pronto tiró su fortuna al mar. En una de sus fugas  cayó en esa manía:  barco que llegaba a puerto, barco al que trepaba la malmaridada de la soledad, y entre los marineros buscaba al ausente, y al desengaño se acercaba a babor, echaba al vuelo las zarcas pupilas, humedecidas de yodo y de sal, y de su escarcela extraía las monedas que sus dedos alcanzaban a tomar y, los ojos cerrados y en la boca, en susurro, la invocación del ausente, a lo calmoso las dejaba ir a las ondas del mar.
Curiosa manía de la tía Gabriela y su verídica historia de amor, tan verídica como son todas esas historias donde intervienen amor y cordura, locura y  soledad. “La herencia me hubiese durado unos años más, y con ella mi afán de maromear de barco en barco navegando con bandera de trascuerda, pero qué fortuna resiste tantos sexenios de infamia».
Ya le afloró la loquera, pensé. No lejos, un esquilón. El rosario. Aquí, la cabeza se nos llenaba de pájaros. En el follaje, condóminos alboroteros, los visitantes nocturnos se preparaban para dormir. Dije, nomás por decir:
– Qué relación pueda haber entre el derroche de su fortuna y la mala fortuna de los sexenios priístas, el de Fox y el del causante de ciento y tantos miles de cadáveres. Usted arrojó al mar todos sus dineros hasta quedarse como está, mírese. ¿Y ahora culpa al «Sistema»? No veo la…
– Yo te la voy a enseñar. Más antes, cuando México disfrutaba de un discreto pasar, ¿cuántos barcos llegaban a sus puertos? Pocos, ¡y a cargar mercancía, no a descargarla! Uno a Manzanillo, dos o tres a Coatzacoalcos, a Veracruz. ¿Cuántas monedas podría yo sembrar en el mar? Ah, pero priístas, Fox  y el beato ese del Verbo Encarnado del que ni el nombre conozco, permitieron y permiten la rapacidad del modelo neoliberal, y entonces ¡la invasión de los barcos! Barcos extranjeros copeteados de carne y maíz para puercos (que nosotros consumimos), y frutas del trópico, que de las que les exportamos, falluca, quincalla, y tú sabes: quincalla otorga. Barcos y más barcos, cargas y más cargas, pacas y más pacas: repelos de llantas, calzones de segundos cachetes, armamento para narcos, dinero sucio del Vaticano, tequila, medicamentos, viagras y afrodisíacos. No, y huevos, a ver si a ti, cuando menos a ti, te da algún amago de vergüenza. Tantos navíos, tantos marineros, ¡pero nunca el mío!
Y aquel manso llorar en el más apartado rincón de un manicomio hasta donde la intolerancia familiar fue a empozar a la Tía Gabriela, porque: “Quien alimenta el mar con dinero sólo puede estar mal de la cabeza”
– Hijo, ¿me llevarás algún día a las orillas del mar?
La tarde se oscurecía cuando dejé a la tía Gabriela. Mientras trepaba en el volks me sentí basura, redrojo, pariente de los Salinas, de la Gordillo, de Romero Deschamps,  de Peña y Montiel. Basura, porque eso de prometer a una pobre loca llevarla algún día hasta los puertos donde decenas y más decenas de barcos, frenéticos, siguen acarreándole al México soberano e independiente su qué comer. Ahí, sobre el asiento del volks., los diarios: “México, importador creciente de alimentos”. “Para fines de noviembre habrá huevos en México. Los importaremos de Estados Unidos. Pero los precios de hace unos meses, esos no volverán».
El huevo gringo. Mi tía Gabriela. México. (Mi país.)