Los adioses

“Rechifla de más de 5 minutos opaca inicio de campaña de Calderón».
Silbatina fue la música de fondo de su campaña. Feo de aspecto, magro de alzada, desagradable de voz, discurso plagado de lugares comunes y todo él sin una astilla de duende, ángel, carisma, personalidad. Ya que la industria del periodismo, una treinta de mega-ricos, el clero político y el voto corporativo de la Gordillo lograron encaramar a Los Pinos al que mañana han de descobijar, más facha de presidente se advertía en la implacable caricatura de López Obrador reiterada en ciertos diarios que en la foto retocada del que del polvo salió y vuelve al polvo.
«No hay nada peor que prometer algo a la gente y no cumplirle».
Y el milagro ocurrió. Lo que hace 6 años fue intento imposible se logró de repente la noche de ayer. A la vista del que salió antes de tiempo de la Sec. de Energía (cierto préstamo de 300 mil para una casita de interés social) y que más tarde fue  destapado por un boquiflojo Ramírez Acuña, los vecinos de Cádiz intentamos unirnos a la silbatina general que el candidato provocaba en los lugares donde se atrevía a presentarse, pero nada. Como silbar, regazón de saliva, y no más. Pero la noche de ayer el milagro.
«Cambié el rostro al país en materia de salud». (Salucita.)
De no creerse. Como si súbitamente hablaran los ciegos, los sordos vieran y los cojos resucitasen, todos nosotros, vecinos de Cádiz, como los apóstoles al recibir el carisma del Espíritu Santo logramos el prodigio. Porque hace seis años…
En mi depto. y con el tintorero en plan de mentor los vecinos intentábamos aprender el arte del chiflido con qué acompasar la campaña de Calderón.
– La teoría, primero. Hay de chiflidos a chiflidos. Uno es el del patrón y otro el del desempleado. Uno el del CCH y otro el del chavo banda, pero Calderón ha logrado unificar el de todo el país. Millones de mexicanos le chiflan en el mismo tono, con la misma cadencia y una idéntica intención.  Vamos ahora a la práctica.
«Aspiro a erradicar la migración».
Intentamos un silbido discreto, cadencia y modulación. Luego en tono mayor, arpegios y florituras. Nada.
– Flojitos y relajados. Labios, lengua, glotis, epiglotis, gañote.
Ridículo. Uno la abría y aquél lo frunció, este lo paraba, el mostacho, y la tía Conchis bizqueaba. No, y  aquella regazón de saliva; pero como chiflar, de la pura chiflada. “La lengua. Acanálenla. Canalita, doña Pragedis. ¿Nunca puso la lengua de canal?”
Pobrina. Y qué desfiguros de unos labios ancianos que se rizaban al esfuerzo, pero como chiflar…
Terminó la campaña de Calderón. Otros, afortunados, lo acompañaron a coro. Sinfonía de silbidos. Y hasta ahí la historia. Pero 6 años más tarde don Tintoreto cambió de estrategia. Sus notas de prensa:
– Los embustes de Calderón. Ayer: «Haré un México más moderno», y hoy: «Puse las bases para un México más moderno». ¿Captan la engañifa?
Seis años y 100 mil cadáveres más tarde, y una corrupción impune que las familias Fox y Salinas, Gordillo, Sahagún, Montiel y compinches pueden atestiguar, para darle una digna despedida los vecinos hicimos un último esfuerzo. Don Tintoreto: «Su sentido de la autocrítica:»
«Puedo asegurarles que avanzamos por la ruta correcta y que vamos a derrotar a los criminales, para construir finalmente un México de paz, un México seguro, un México donde nadie esté al margen de la ley y donde nadie viva con temor».
¿Sí?  ¡Y el milagro! De súbito los vecinos, y todo Cádiz se estremeció: ¡Fiú-fiu-fiu..!
(Shs…)

De la chiflada

(Y porque mañana se les va el beato del Verbo encarnado…)
Lo reconozco, mis valedores. Entre mis tantas limitaciones una padezco que  desde mis tiempos muchachos se me iba a tornar frustración, algo por demás explicable: a mí, cercano al cerro y al peñascal, a la serranía y el pesebre, y las mulas en el corral, no se me dio el arte del silbido. Nunca  puedo arrojar el más torpe amago de chiflido, y que cada vez que lo intento  nomás la riego, me refiero a la salivilla. Y después de la tarde aquella de hace seis años corridos estaba yo convencido de que nunca lo iba a lograr, porque en verdad les digo: esto de chiflar está de la pura chiflada. Pero entonces, ayer, el prodigio…
Alguno, al llegar a este punto, me la va a interpelar: “Bueno, ¿y el chiflido para qué? Arriero no eres, Perra Brava tampoco. Tú no eres aficionado pasivo a ninguno de esos opiáceos para pobres de espíritu que les administra el Poder. ¿Entonces? ¿Para qué un arte tan de la chiflada como es el chiflido?”
No, no se trataba de desfogar, desde el Goloso de Santa Ursula, mis frustraciones de mediocre irredento, pero me urgía aprender a silbar, y conmigo a todos los vecinos de Cádiz. Y cuanto antes, mejor. Y cómo no iba a ser una urgencia para un vecindario así de «politizado»,  si ahí nomás, tras lomita, el arranque de las campañas de los candidatos a la presidencia del país para el 2006 se iniciaba a chiflidos.  Nosotros, en Cádiz, obvio, nos sentíamos desplazados, verdaderos inválidos del arte de la alta política nacional. En todas partes mirábamos la foto del Madrazo, la del mediocre aquel chaparrito, peloncito, de lentes, cuyo nombre se me escapaba, y aquella sensación de fracaso.
– Y cómo no, miren esto.
Y el juguero nos mostraba las notas de prensa de aquel entonces: “Rechifla al PAN-Edomex opaca inicio de campaña de Calderón. Fue una silbatina de más de cinco minutos con treinta segundos, ante la sonrisa crispada de Calderón».
– No, y qué me dicen de esta otra?- El Síquiri.
Qué podíamos decirle ante la evidencia que nos ponía enfrente: “Silbatina y sillazos en el arranque de su campaña, con  una pelea donde volaron sillas y golpes: ¡Nosotros llegamos desde la mañana, pinches huevones!” Y esta, definitiva: “Al recibirlo en Pachuca, la silbatina de los estudiantes fue general».
¿Y nosotros? ¿Cómo ser ciudadanos, cómo ejercer nuestros derechos políticos, si no sabíamos chiflar?
Porque, según la encuesta levantada entre los vecinos, ¡ninguno dominaba ese arte! Nadie, excepto quien menos pudiésemos imaginar: don Tintoreto (lavado en seco y a todo vapor. Se angosta y enanchan corbatas). Pues él sí, ¿pero el resto de nosotros permanecer al margen de la política, a la orilla de la vida nacional, en el cabús de la Historia? ¡Nunca! Los vecinos de Cádiz no nos resignamos a permanecer a la orilla de la historia patria.  Fue así como acordamos superar la carencia que nos impedía participar de manera activa en los puntos más finos de la alta política nacional. El Cosilión:
–  ¡A aprender a chiflar! ¡De inmediato! ¡Curso intensivo, don Tintoreto!
Nos pusimos en manos del tintorero para que nos iniciara en la ciencia política del país. Suspiró ante lo inevitable, y por principio de cuentas, con aquel dejo de resignación:
– Vamos a ver qué se puede hacer. Pero eso sí: entre los educandos tendría que haber mucha disciplina. Doña Prageditas, por principio de cuentas se me presenta con su dentadura completa. (Lo oí suspirar.) Total, con paciencia y salivita…
(La salivita, mañana.)

Marta, Margarita, Cocoa

Dije a ustedes ayer, y hoy reitero: recuerdo a la hermana de López Portillo porque me enteré de que por estos días algún particular se quería adueñar de un pedazo del bosque de Chapultepec para allí edificar su residencia. No se lo permitió el gobierno de esta ciudad capital, caso muy distinto al de Margarita, que se quedó con un buen pedazo del bosque al que años después tuvo que retornar el espacio donde había fincado la cancha de tenis o el campo de golf. Algo por el estilo. El suceso de hoy me llevó a recordar a aquella Margarita que conocí en persona. Qué tiempos…
Y así fue. De repente vino el remolino y nos alevantó. De un día para otro se desató el ciclón y experimentamos el vértigo, y yo asistí, azozobrado,  a la transfiguración de aquella buena mujercilla (que en todo había sido apenitas) en el símbolo rutilante de un sexenio que fue de alucinación, despilfarro y frivolidad. ¿Se acuerdan, mis valedores, de aquel rebumbio, del bataclán, y el boato, la prepotencia, la ostentación y el brillo postizo de una Margarita que  amaneció a ser reina y señora de una corte de los milagros en donde de todo había, menos decoro? Sí, aquella soberana de hojalata y sololoy a la que enloqueció una abyecta adulación, hermana de la ostentación y lo vacío de sustancia, tanto más sonoro cuanto más vacío. Qué tiempos. Qué sexenio de la(s) pompa(s) y circunstancias…
Por que calibremos la falta de decoro y la capacidad de servilismo y bajeza de un Agustín Yáñez novelista que descendió a la tenebra politiquera y al ejercicio del servilismo:
Margarita sin discusión, es albacea patrimonial de la Décima Musa, fabulaciones de aire oriental, que recrean encantamientos de Scherezada; y, muy especial este poemario, Los días de la voz, que fue cautivándome a medida de imágenes, melodías y ritmo».  (Mira, mira.)
Y es que a su hora fue objeto de servilismo, adulación y tufaradas de copal, esa que fue reina por un día; por un sexenio,  el de un López Portillo, que le dio carta blanca para sus robos y tropelías. De su muerte ocurrida hace seis años muy pocos nos enteramos y nada nos importó. Yo la conocí, la visitaba en su casa de la Colonia del Valle.
Por aquellos años era sólo una  tímida gordezuela de medio pelo que a la hora de las confianzas me reveló que se dedicaba a tramar historias que Televisa siempre le rechazó. “Mi sueño dorado es que algún día me acepten una telenovela”. Me reveló su seudónimo: Sibila. “Una diosa, o algo así”. Le expliqué lo referente al personaje mitológico y, porque la vida nos apartaba, la dejé de ver. Cuándo íbamos a imaginarnos, ella y yo mismo, que la Moira estaba por maltratarla tan rudamente.
Mirándola, oyéndola, recordaba yo a la buena mujer, a la honesta mediocre que, con años y achaques a cuestas, trepaba los cuatro tramos de escalera que daban a mi depto. de Cádiz y, resoplando, intentaba resuello para contarme sus planes de una telenovela imposible. (De estos destinos sabía un rato largo mi señor Shakespeare; de las abruptas mudanzas de la fortuna y de los cambios que en el débil perpetran, para perderlo, el poder excesivo y el dinero fácil.)  Escribí alguna vez:
«Detrás de la máquina de escribir, esta misma que ahora utilizo, recibía a Margarita, que aún no alcanzaba el rango de doña. Aquí sigo yo, tecleando para comer. Comiendo para luego teclear. Margarita, en cambio, tras de una borrachera sexenal que desangró las arcas de una comunidad pobre y que se apoderó de los dineros de todos…»  (Seguiré con el tema.)

La hermana incómoda

No me refiero a Luisa María, esa arribista Cocoa a la que el beato del Verbo Encarnado, haiga sido como haiga sido,  intentó encaramar en el gobierno de Michoacán, y que al fracasar en su intento le depositó sus dos reales uno de los escaños del Senado. No la Cocoa en esta ocasión. Que los muertos entierren a sus muertos. Mis valedores:
Hoy voy a referirme a la hermana de otro desmesurado a la que le dio un poder que ella no merecía, que la tornó cacica de radio, cine y televisión, y a la que permitió, para que alzara su residencia, pegar una tarascada al pasto de Chapultepec. Y es que la susodicha, tal como López Portillo, su hermano, se escudó en el PRI para enriquecerse y robar a lo delirante e impune.  Hoy la traigo a colación porque una vez más algún aprovechado intentó la desmesura de cercenarle al bosque un pedazo para residencia particular, desaguisado que a diferencia de lo ocurrido con JLP evitó el gobierno de la ciudad capital. Hoy recuerdo a la Margarita que se deshojó hace seis años.
Se fue, según sus propios  merecimientos, a lo subrepticio, sin hacer ruido y sin que a nadie, o casi nadie, importara su desaparición, cuando en  vida tanta estridencia provocó durante sus seis años de gloria efímera, los del gobierno de un megalómano experto en las artes de un nepotismo productivo e impune que cuando candidato del Tricolor a la presidencia del país clamaba, el muy demagogo:
¡Arrojen del PRI a los pillos! ¡El Partido no es cueva de ladrones! ¡Denúncienlos, porque el PRI no es pantalla de pillos! ¡Las causas del PRI no son ni los prófugos ni los aprovechados! ¡No a los que sólo se escudan en el Partido del pueblo para enriquecerse y robar impunemente!
La balandronada del Tartufo encierra su muy buena moraleja, ¿pero cuál? Ah, México.
Por cuanto a las depredaciones que perpetró al arrimo del tal hermano, Margarita se nos escapó (a mí, a ustedes, a la justicia), logró huir sin pagar su deuda porque vivió atejonada tras unas instancias justicieras alcahuetas. La desmesurada alcanzó una muerte oportuna, tan inoportuna. Falleció lo que de ella quedaba, con tanto que nos quedó a deber. Que los muertos…
Yo conocí a Margarita. La visité en su casa de medio pelo en la Colonia del Valle, no lejos de Radio UNAM. En su compañía bebí la infusión de manzanilla que me ofertaba. Modestas las tres,  clase media baja las tres: la infusión, la casa, la Margarita. Pero cosas veredes que farán retumbar la tierra, que dijo el iluminado inmortal…
La conocí en 1968. Era y no más, por aquellos días, una señora de clase media, de mediano pasar. La conocí por culpa de un cierto relato mío que se publicó en la revista Rehilete, de la que ella formaba parte en el consejo editorial. Entonces, y en calidad de entrevistadora, la susodicha me entregó un cuestionario que parecía redactado por un beato del Verbo Encarnado, que se publicaría al final de mi contribución literaria. En vez de la entrevista apareció el texto siguiente:
“Margarita a Tomás Mojarro. A la presentación de un cuestionario extenso, qué opina de la tentación, qué pecado no tolera en el prójimo, cuál es su concepto del pecado, etcétera, que quiere escritor una respuesta festiva, grave, sincera en ambos casos, tal vez, y coherente con el contexto general de este número, a que el propio escritor ha contribuido a dar cuerpo, Tomás Mojarro se entera del mismo cuestionario y responde en forma escueta que, habiendo leído todas las preguntas, se rehúsa a contestarlas”. Sin más.» (Sigo mañana.)

Tenebra

Sea aquel día sombrío (…) ocupe la oscuridad aquella noche; no sea contada entre los días del año. (Job.)
Estuve a oscuras, mis valedores. Más de 24 horas en tinieblas. Mi ánimo, oscuro también. La tenebra comenzó al anochecer y se siguió hasta la noche del siguiente día. A oscuras anduve mañana y tarde porque la falta de energía eléctrica paralizó casi todas las labores que debo ejecutar a diario, desde el artículo que envío al matutino hasta el programa que transmitiría por la internet a las seis de la tarde y la película que debería escoger para el cine-club del día de mañana, sábado. Todo por culpa de la Federal de electricidad.
No, y para los alimentos terrenales y los del espíritu. Que si la estufa, que si el de microondas, que si Mozart, que si Bach. La casa, en tinieblas. Mi ánimo, por igual. Yo, un impulso insensato, traté de ¡e-xi-gir! que se me reanudara el servicio eléctrico, por el que pago un recibo con más ceros que nunca antes. Pues sí, ¿pero exigir a quien? ¿A quién pedir, suplicar a quién? Sería como pedir justicia. ¿En México?
Recuerdo los tiempos, qué tiempos aquellos, cuando la energía eléctrica me llegaba desde una Compañía Luz y Fuerza del Centro manejada por el Mexicano de Electricistas. Todo en la casa pudiese faltar, menos la luz eléctrica. Sin  excusas, sin justificaciones, sin más. Pero hoy, en los oscuros tiempos de la Federal de Electricidad…
¿Por qué antenoche se fue la luz, cuando no  tuvo la federal ninguno de los pretextos que se escuda para sus fallas en el servicio? Porque  vamos a ver:
Templado anocheció y amaneció templado, me refiero al clima. No hizo un frío exagerado ni un calor excesivo como para achacarles la falla en el servicio. Ninguna nublazón. El cielo anocheció y amaneció despejado, sin amenaza de lluvia y con el smog habitual. Yo entiendo que la Federal de electricidad tenga que suspender el servicio cuando un rayo y  dos truenos presagien lluvia, cuando estalle un par de relámpagos, cuando sople viento o cuando en al país vecino lo zarandea algún ciclón; pero esta vez  en ninguno de tales pretextos pudiese ampararse la Federal. ¿Entonces?
Entonces, que al beato del Verbo Encarnado parecería que le cortaron la luz mental desde principios del sexenio, de modo tal que lo caminó a lo burriciego y a lo burriciego tomó sus medidas de gobierno, y fingiéndose burriciego asestó por la espalda la puñalada trapera contra los más de 40 mil «amigas y amigos» a quienes aplastó en  la mitad del asfalto.  ¿Que con esa especie de genocidio laboral nos ahorró millones a los que pagamos impuestos? ¿De esos millones nuestros no pudiera proporcionarnos una mísera vela a quienes a cada rato por culpa suya nos quedamos a oscuras? Parodiando al comentarista del matutino:
Al verdugo de sindicalistas se le cuatrapearon los cables. Los peló demasiado y enseñó el cobre. Ese y yo mismo anduvimos a tropezones. Yo una noche, él un sexenio; ése toda una vida de tropezones y bamboleos por culpa de su…
Media noche. A trompicones llegué hasta mi ventana y contemplé la colonia; a oscuras, como el resto del país. Y ese tufillo, ¿a sangre, o era engaño de mi nariz?  Esos clamoreos: «!Ay, mis hijos!» Esas como luciérnagas, piquetes en el pellejo de la oscuridad: los sepelios que genera su guerra… ¿con velas?
Noche cerrada. Desde mi ventana contemplé el caserío. Contemplé mi país. Pensé: que el gallito copetón de los tricolores vaya calculando el país que hereda.     Noche cerrada. Pero va a amanecer, y pronto, aunque…  (Yo lo dudo.)

La sucesión presidencial

Tal es el título de la obra que redactó Francisco I. Madero, vitivinicultor coahuilense, dos años antes de lanzarse a la lucha armada, cuando iba a hacer explosión, cargado de agitación y energía, su Plan de San Luis. Hoy, cuando el Sistema de poder nos diluye la conmemoración del salto de calidad que logró derrocar al que parecía inconmovible, aquí una semblanza personal que de Porfirio Díaz nos legó Madero, víctima, actor y testigo de aquellos años de turbulencia y depredación. Esto nos dará la estatura del mártir ante la eminencia del Precursor, un Ricardo Flores Magón arrumbado mañosamente en el desván de la historia oficial. Es México.
En esta ocasión, en contrapunto y a contracanto de la historia oficial, muestro aquí, con sus propias palabras,  a un  Francisco I. Madero que en La sucesión presidencial se muestra como admirador decidido del dictador.
El general Díaz, con su mano de hierro ha acabado con nuestro espíritu turbulento e inquieto y ahora que tenemos la calma necesaria y que comprendemos cuán deseable es el reino de la ley, ahora sí estamos aptos para concurrir pacíficamente a las urnas electorales.
Curioso, mis valedores. La humana condición. Culpas son del tiempo, que no del vitiviniocultor, tales conceptos, humazo  del  copal que en 1908 y ante el altar del dictador, depredador y genocida (Tomóchic, indígenas yaquis, Cananea, Río Blanco, Valle Nacional) quemó el personaje a quien tocó en suerte provocar la eclosión de 1810, mérito que parecía destinado a los Flores Magón. A propósito:
Van aquí algunos conceptos que el hombre del espadón y la dictadura mereció al honesto vitivinicultor coahuilense que más tarde acometió una hazaña que lo iba a rebasar y que le dio un lugar en la historia que parecía destinado a los Flores Magón:
“Ahora que el Gral. Díaz no tiene más que temer que el fallo de la Historia, ni más que desear que la gratitud nacional, no será remoto que procure atraerse a esta última y asegurarse un fallo favorable de la primera, respetando en sus últimos días la voluntad nacional (…)
Ante la Historia podrá justificarse diciendo: Con mi permanencia en el poder, maté al militarismo, acabé con el espíritu turbulento, hice que en todos los ámbitos de la República se respetase la ley; consolidé la paz, extendí por todo el país una vasta red ferrocarrilera, construí grandiosas obras materiales; favorecí la creación de cuantiosos intereses privados, aumenté la riqueza pública; de mi patria, turbulenta, pobre, sin crédito, he hecho un país pacífico, rico y que goza de un justo crédito en el extranjero.
Es posible que para llevar a cima esta obra, haya yo cometido algunas faltas; todo el mundo está expuesto a errar, pero esas faltas han sido de buena fe y la prueba de ello es que la principal que se me puede imputar: que me haya colocado arriba de la ley, sólo la he cometido mientras lo he juzgado indispensable para llevar a feliz término mi obra, puesto que ahora que creo que ésta está terminada, que el país está apto para ejercer sus derechos, devuelvo a la ley su imperio, su majestad y yo mismo me coloco debajo de ella, a fin de que en lo sucesivo sea la ley, la guardiana de la paz, la que asegure el progreso indefinido de mi patria, pues creo que no podré tener sucesor más digno. Los últimos días de mi vida los consagraré a defenderla, a consolidar su prestigio, poniendo a su servicio todo el mío, y ¡ay de quien quiera atentar contra la ley que yo seré el primero en respetar!»
Madero, Ricardo Flores Magón. (México.)

Que el «hubiera» no existe

Eso lo admití ante todos ustedes el pasado viernes, pero ahora les reitero mi pregunta: ¿no han pensado alguna vez qué «hubiera» ocurrido en este país del 2006 a la fecha de haber llegado López Obrador a Los Pinos? Reanudo aquí mis especulaciones, ociosas y dignas del onanismo mental.
¿El tabasqueño hubiese exhibido desde Los Pinos su pequeñez física y mental, su mediocridad aplastante, su mal fario y su salación? ¿Mostraría que madre Natura le negó un chispazo de carisma y fuerza de voluntad ante el espejismo de licores y similares? De acuerdo a la ley de las compensaciones, ¿su complejo de inferioridad lo tornaría intolerante e intransigente, de genio pronto y de mecha corta?
Si en un momento de lucidez hubiese ejecutado un ejercicio de autocrítica y reconociera que su gobierno iba de tropezón en fracaso y de fracaso en tropezón,  ¿AMLO hubiese acudido al huracán de anuncios publicitarios, una pura engañifa y un puro embuste, para aturdir a unas masas sumisas y fáciles de manejar? ¿Les hubiese infundido zozobra y temor descalificando al adversario político con la patraña de que era “un peligro para México”?
Por cuanto al sentimiento de las masas sociales: ¿cuando el protagonismo del tabasqueño lo impulsara a caer sobre Puebla, San Cuilmas o Monterrey, ¿se tendría que sitiar las colonias de media ciudad y sembrarlas de pelotones y regimientos que acordonarían decenas de kilómetros para protegerlo del «amor» que inspirase a la gente? ¿De ese tamaño sería el temor, y tan flaco el carácter, y tan viva la conciencia del odio, el desprecio y el aborrecimiento que provocase en los millones que lo reputaran de impostor, invasor y espurio?
¿Imaginarlo pagando un altero así de facturas? Tanto para ti, Washington, y para ti, Gordillo, y para ustedes, treintena de  mega-ricos que me encaramaron en Los Pinos, y algo más para los organismos corporativos de control de PEMEX, para duopolio de TV. y para ustedes, comentaristas de casi todos los  «medios» manipuladores de pobres de espíritu.
¿La familia de López Obrador estaría educada por beatas del Verbo Encarnado que con Norberto Rivera, Sandoval Iñiguez, Onésimo y legionarios de Cristo manejarían el gobierno?  ¿El tabasqueño andaría dándole al César lo que es de Dios y al diablo el estado laico? ¿Lo imaginan ustedes disimulando mientras por enfrente deambulasen en su plena libertad las honorables familias Salinas, Montiel, Fox, Gordillo, Romero Deschamps, Bribiesca-Sahagún y congéneres? De hacerse el disimulado, ¿tan cínico lo consideran como para proclamar aquí y en el exterior que el nuestro, «amigas y amigos», es un estado de Derecho?
¿El tabasqueño hubiese realizado la maniobra demencial de desbozalar a soldados, marinos y policías, y aventarlos a la calle a provocar la hecatombe de una alucinante violencia  que se llevaría entre las patas la vida de niños, ancianos, amas de casa, estudiantes y uno que otro criminal? ¿Habría acribillado los derechos humanos de narcos y  víctimas? Cuando, estrategia fallida, viese enfrente un montón de cabezas sin cuerpo y cadáveres descabezados,  ¿acudiría a la Casa Blanca  con la mano extendida y mentando el Plan Mérida, como si la caridad de unos dólares pudiesen remediar llantos, duelos y lágrimas? ¿Andaría a estas horas jurando por el Verbo Encarnado que los 100 mil cadáveres que tornaron en camposanto el territorio nacional fueron culpa no de su demencial estrategia, sino de los propios narcos? ¿»Hubiera» López Obrador? ¿Qué me contestan? (En fin.)

Madero no inspira temores

Francisco I. Madero, mis valedores, un cierto vitivinicultor aficionado al espiritismo y simpatizante de Porfirio Díaz que en 1910 iba a provocar el salto de calidad en nuestro país. Madero y no los Flores Magón. Es la historia. Es México. Del Plan de San Luis, emitido el 5 de octubre de 1910:
Los pueblos en su esfuerzo constante porque triunfen los ideales de la libertad y justicia, se ven precisados, en determinados momentos históricos, a realizar los mayores sacrificios. Nuestra querida patria ha llegado a uno de esos momentos. Tanto el Poder Legislativo como el Judicial, están completamente supeditados al Ejecutivo; la división de los poderes, la soberanía de los estados, la libertad de los ayuntamientos y los derechos del ciudadano, sólo existen escritos en nuestra Carta Magna.
Conciudadanos: no vaciléis un momento; tomad las armas, arrojad del poder a los usurpadores, recobrad vuestros derechos de hombres libres y recordad que nuestros antepasados nos legaron una herencia de gloria, que no podemos mancillar, sed como ellos fueron: invencibles en la guerra, magnánimos en la victoria.
Sufragio Efectivo. No reelección. Francisco I. Madero.
Se entusiasmó el poeta López Velarde:
– Este fronterizo vale, por su hombría, más que los políticos sin sexo de la ciudad de Méjico, en la que están domiciliados tantos misérrimos individuos. Al proclamar el antireeleccionismo tuvo Madero una actitud caballeresca, un gesto bizarro, una palabra de justicia. Madero me es simpático.
Tiempo después iba a opinar: “Para su desgracia se tornó en suicida político con la transacción que propuso desde la primera edición de su obra: que los antirreleccionistas pueden admitir la reelección del Presidente de la República”. (Más tarde, tocante a la revolución y sus consecuencias, el poeta confesaría “una íntima tristeza reaccionaria”.)
El cambio de poderes: noviembre de 1914. Calificó El País la elección de Madero:
“Hay que convenir en que ha podido llegar a candidato porque no inspira temores”.
Dentro del contexto de sus principios liberales su gobierno se caracterizó por las amplias libertades políticas y de expresión únicas en la historia del país. En el Congreso Federal, los diputados debatían y votaban libremente las diversas iniciativas; los periodistas podían escribir prácticamente lo que querían, libres de todo tipo de coacción, y los grupos políticos podían actuar libremente: No obstante, esta gama de libertades obstaculizaron la buena marcha de la administración e impidieron los proyectos del gobierno. La libertad de prensa, por ejemplo, fue utilizada por los enemigos políticos de Madero para atacarlo, ridiculizarlo y desprestigiar ante las masas sociales la imagen presidencial. (Busquen ustedes las sátiras demoledoras con las que un José Juan Tablada poeta que derivaría en  huertista endereza sus ataques al vitivinicultor convertido en revolucionario. «Tú qué adalid vas a ser…»)
La ofensiva contra Madero estaba orquestada por los sectores sociales  favorecidos por el régimen porfirista: hacendados y banqueros, comerciantes, militares y periodistas. En el propio grupo que lo apoyó se registraron rebeliones como la de los zapatistas, que se distanciaron de él  porque se negó a cumplir con los postulados agrarios del Plan de San Luis. Y es que apenas subió al gobierno, el “agrarista” desconoció sus promesas de crear la pequeña propiedad. Y cómo pudiera ser de otro modo si son políticos, si son gobernantes, si es  México.
Ricardo Flores Magón. (A su memoria.)

La paz de la resignación

(Presentes los Flores Magón. A su memoria.)
México en vísperas de su revolución. En crónicas de época testigos presenciales describen una atmósfera electrizada, donde el más leve estímulo iba a hacer estallar la eclosión. Ya en 1888 publicaba El Monitor Republicano aquella situación conflictiva. (¿muy distinta a la de hoy día?)
Esta paz no es la paz debida a la prosperidad del país y al acierto de sus gobernantes, sino la paz de la resignación. No puede decirse que la hacienda nacional se encuentre próspera, como los partidarios del actual orden de cosas pregonan, pues, lejos de esto, se encuentra demasiado comprometido con los empréstitos y demás gastos  imprudentes y exagerados de la administración. Hay un sordo descontento y  una miseria general. (El México de hoy, ¿distinto?)
Entre los observadores cundía la alama, la expectación y el excepticismo ante el clima de tensión que llevó a la «fiesta de las balas» que entre las masas obraras y campesinas, la consabida carne de cañón, iba a arrojar un saldo de un millón de cadáveres:
“¿Fue acaso Madero á la rebelión arrastrado por el desbordamiento de la desesperación del pueblo, ó preparó deliberadamente el sentimiento público para aprovecharlo como el único medio posible de asaltar la presidencia del país? Era verdad, el sentimiento público en México había venido siendo más y más hostil al Gral. Díaz desde hace diez años. El país hallábase en estado de fermentación intensa; la situación era insoportable; el más  sutil pretexto podía ser el latigazo que despertara la reacción y diera rienda suelta al odio insaciable de los pueblos contra sus inmediatos opresores, insaciables también en su rapacidad y opresión».
Los diarios de época describían el conflicto: “La agitación maderista no fue sino un estímulo  de acción poco considerable. Lo que estimuló de veras á la revolución fue el pensamiento pavoroso de que en diciembre de 1910 iba á inaugurarse  un nuevo período de porfirismo. ¿Cómo iba Madero, que había gastado tiempo y dinero y consagrado una labor incesante y febril en la aventura, á consentir después en retirarse a la vida obscura de provinciano, de donde había salido poco antes? ¿Cómo era posible que después de haber visto su nombre figurar en cédulas como candidato á la presidencia de la República y recogido como tal aclamaciones en todos los pueblos se retirara sin hacer el último esfuerzo decisivo arrastrando á la guerra á sus partidarios más fieles? Madero había llegado al punto en que todas sus ambiciones se concentraban en una sola: arrebatar la presidencia al Gral. Díaz.
Madero trepó a la presidencia, y el comentarista:
«No soy de los que creen que la ambición política es un crimen. En las democracias, todos los ciudadanos pueden tener la suprema aspiración de gobernar. Pero esto á condición de que se subordine á otro anhelo más grande: el de servir leal y desinteresadamente á la patria. Pero que a Madero le preocupaba muy poco la libertad y el bienestar de los pueblos, lo demuestran no ya incalificables hechos posteriores á la caída del Gral. Díaz, sino los preliminares y los comienzos de la revolución, que indudablemente fueron la causa de que un gran número de quienes le acompañaron en la campaña pacífica resolvieran apartarse de él en la rebelión. Si Madero anhelaba realmente la libertad y el bienestar del pueblo, ¿por qué no enderezaba todas sus energías dentro del terreno de la ley?»
Madero. Primero, la prisión; después, la vida. Ellos, los Flores Magón, (¡presentes!)

Onanismo mental

«Nunca se había enfrentado el problema del crimen de manera integral con la firmeza y la contundencia con que lo hemos hecho». (Vocera presidencial.)
¿Que el «hubiera» no existe? Por supuesto que no. El «hubiera» no existe más allá de los vagorosos terrenos de la fantasía y la especulación de ociosos o desesperados. No más.
Pues no existe el «hubiera», ¿pero qué «hubiera» ocurrido con este país a partir del 2006 si se «hubiera» respetado la voluntad mayoritaria y reconocido el hipotético triunfo de López Obrador en las urnas? Morboso que es uno, que gusta de edificar castillos en el aire sólidamente cimentados  en la fantasía, porque, vamos a ver: de no haber ocurrido la maniobra de Washington, el clero político, una treintena de mega-ricos y prácticamente todos los medios de condicionamiento de masas que haiga sido como haiga sido encaramaron al beato del Verbo Encarnado en Los Pinos, ¿en qué situación habría quedado el país al término del sexenio?
El «hubiera» no existe, pero esta morbosa curiosidad. ¿Ninguno de ustedes se ha preguntado en qué México viviríamos el día de hoy de haber sido el tabasqueño quien se estuviese preparado  para entregar el gobierno? ¿López Obrador «hubiera» tramado su campaña presidencial apodándose «presidente del empleo»? ¿»Hubiera» aturdido a unos cándidos a los que la esperanza irracional nunca abandona, con promesas como aquellas de que cancelaría la tenencia vehicular, bajaría el impuesto sobre la renta y garantizaría para todos los mexicanos la seguridad pública, promesas que nunca iba a cumplir y engañifas que enterrarían todavía más la desfalleciente esperanza de unas mayorías cándidas? ¿AMLO, por eso mismo, terminaría su sexenio como un embustero?
¿Con México dividido por culpa suya  «hubiera» tenido que penetrar a la sede del Congreso como un invasor,  por una puerta excusada y a la viva fuerza, como a la viva fuerza ahora sería arrojado al desván de la historia? ¿Cabría toda la gestión del perredista entre una desbozalada invasión a San Lázaro y un derrumbe en el cuarto de los triques, los trebejos de la historia, y entre ambos extremos un hervoroso borbollón de sangre, muerte, luto, lágrimas..?
¿La susodicha historia lo calificaría de estadista o de mediocre irredento, forrado con ese estiércol que es el del desprestigio en su fama pública? ¿AMLO estaría ahora mismo calentándose los sesos y los «esos» enfriándose con la preocupación de ponerse a salvo de las iras populares que provocó su mandato? ¿Andarían sus serviles procurándole acomodo dentro de las fronteras de algún país remoto donde sobornar a sus autoridades para que le permitieran ponerse a salvo hasta que la desmemoria de los agraviados hiciera su efecto, como hoy mismo ocurre con los Fox y los Salinas que en tiempos recientes ha padecido el país?
¿AMLO ya «hubiera» transado con el sucesor para que le cuidara unas espaldas bestialmente manchadas de podre y de sangre? ¿Tanto se parecerían el par de compinches, el saliente y el que se dispusiera a entrar?  ¿Por torpe y mediocre López Obrador hubiese propiciado la vuelta del PRI a Los Pinos?
El «hubiera» no existe, ¿pero sería el tabasqueño quien se dispusiera a entregarle la banda presidencial a un priísta? Si rondase por ahí la leyenda de que en la tumba de su padre AMLO le hubiese jurado que no permitiría la vuelta del PRI al gobierno de este país. ¿Qué, entonces?
Si en un momento de lucidez y en un ejercicio de autocrítica, libre de momento de intoxicantes de cualquier marca y origen…(Sigo mañana.)

Megalómana

El SNTE, que encabeza la Gordillo, construirá una obra faraónica denominada  Ciudad de la Inovación. Los expertos la califican de megalómana y delirante, con la cual la Gordillo pretende pasar como la gran benefactora y con ello lavarse la cara ante la sociedad.
Tal es el sentido de la noticia que publicó Reforma con fecha del pasado martes. De concretarse el proyecto de marras habrá quedado de manifiesto que obras suntuosas y espectaculares jamás podrán ocultar el atraso de la educación en un país ubicado en el último lugar de la treintena de países que integran la OCDE, esa Organización Para la Cooperación y el Crecimiento Económico en la que a la viva fuerza incrustó Salinas y que, a decir de los expertos, está fuera de lugar. Y a propósito: si no a la eficiencia sí a la demagogia se presta la educación en nuestro país, y aquí la evidencia.
¿Sería el propio Salinas? ¿Zedillo, Fox, el beato del Verbo Encarnado? ¿Peña, tal vez? ¿Quien de ésos, cuando candidato, quemó copal y  entonó su tonada lírica en honor de la educación que imparten las huestes de la Gordillo? Lean.
Respetables maestras y queridos maestros: El triunfo que buscamos se reflejará en una evaluación de la calidad de la educación. En otras naciones se da énfasis a los medios materiales; nosotros daremos énfasis al contenido y a los educadores y su familia. Promoveremos el orgullo de ser mexicanos, sin patrioterismo, pero con un profundo nacionalismo.
Educación es conciencia, es memoria, es vivir la vida; es el arma de la paz para transformar nuestro mundo con un sentido democrático y popular. Pero reitero ante ustedes: no podemos hablar de elevar la calidad de la educación si antes no le damos la calidad de vida a los maestros mexicanos; porque la pregunta que hay que hacer con claridad y con energía es: ¿cómo lograr mejor educación con los sueldos tan bajos que perciben los maestros?
Si queremos calidad, primero vamos a elevar los sueldos de los maestros. No es sólo un compromiso de campaña éste que hoy asumo ante ustedes; mañana, ya como Presidente,  voy a cumplirles a todos los maestros mexicanos. Cómo pedir educación de mejor calidad, con el material didáctico tan deficiente de que disponen los maestros; cómo pedir educación de mejor calidad, si cuando el maestro va a solicitar un préstamo al ISSSTE lo traen a la vuelta y vuelta y no le dan respuesta.
Cómo pedir educación de mejor calidad si cuando el maestro demanda una vivienda decorosa no puede tener acceso ni siquiera a la de renta. Tenemos que revertir la baja en los niveles de vida de los maestros mexicanos. Me propongo hacer que en los hechos se reconozca que el maestro es un profesionista y un personaje de su comunidad; por eso, al maestro le daremos el trato digno que merece por su importancia nacional. Vamos a hacer realidad el compromiso. Un Estado moderno y soberano, un país independiente y próspero, sólo puede sostenerse con la voluntad de un pueblo orgulloso de sus orígenes y con una clara visión de su futuro.
Vamos a la victoria en la próxima jornada electoral para lograr elevar la calidad de la educación. Vamos a ganar una mejor educación; vamos a triunfar para elevar el nivel de vida del maestro. Vamos a alcanzar el triunfo y lograr una época de bienestar para nosotros; pero, sobre todo, para nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos. ¡Que viva México!
Tal dijo, el muy lenguaraz. ¿Y? ¿Qué fue de los resultados? ¿Y el demagogo? Sí, uno chaparrito, peloncito. Salinas, sí. Maestros y alumnos aquel aplauso. (Agh.)

Ya nos perdió el respeto

La declaración ministerial de un ex funcionario del gobierno de Aguascalientes, en la que asegura que diputados federales de la antepasada legislatura recibieron comisiones por gestionar recursos para la conclusión de una obra pública, es sólo la punta del iceberg de lo que ocurre en San Lázaro. Entregar comisiones a diputados o asesores por gestionar recursos de la Federación a los estados, a los municipios o a las asociaciones civiles, es una práctica común, aunque no generalizada, en la Cámara de Diputados. (J. Contreras. La Crónica, 12-XI-12.)
De forma simultánea la declaración del que en breve tendrá que salir de Los Pinos:
La corrupción sigue siendo uno de los más graves problemas de la vida del país, particularmente en los gobiernos. Que aún son muy altos los niveles de discrecionalidad y opacidad en el manejo de los recursos públicos. «No podemos permitir que malos funcionarios…»
«No podemos permitir». Y yo no puedo permitir, por tratarse de un ataque a la inteligencia, que el resto de su declaración quede asentado en este espacio. Pero a un lado de su frase de que «no podemos permitir», yo me permito transcribir esta nota muy a propósito como para leer entre líneas:
En el sexenio de Calderón, la Presidencia excedió en 33.5 por ciento el presupuesto aprobado por la Cámara de Diputados para su operación.
¿Conseguiría la mansión que buscaba en el Paseo de la Reforma o una ubicación semejante en alguna ciudad extranjera?
Hace algunos ayeres, en su Indice de Percepciones de Corrupción de 133 países en el mundo, Transparencia Internacional reprobó a México al ubicarlo en el lugar 64, con una calificación negativa de 3.6, lo que constituye altos niveles de corrupción en las instancias gubernamentales del país. En 2003 Carlos Romero Deschamps, uno de los defraudadores del Pemexgate: “Ni estoy escondido y tampoco voy a huir. Estoy dando la cara, tengo la conciencia tranquila”. De forma simultánea la noticia llegaba desde Madrid:
“Alto nivel de corrupción en todo el gobierno de México. Más de 40 mil millones en perdidas al año”. Para Transparencia Internacional, reprobado; calificación negativa de 3.6″. Mis valedores: ¿en qué lugar lo dejará ubicado el del Verbo Encarnado?
Hace un poco más de una década se calculaba en el uso de servicios públicos ¡alrededor de 240 millones de acciones de corrupción! Pues qué,  ¿tal es la segunda naturaleza del mexicano? Esos del Sistema de poder día a día, sañudamente, nos roban, saquean, empobrecen. Pero un momento, ¿y nosotros qué? ¿Y las masas sociales, cuando el 50 por ciento del ingreso nacional proviene de la corrupción que practicamos nosotros? Montaño Islas, investigador:
Que la corrupción en México viene de muy atrás, es indudable. Sin embargo, no es una debilidad, un rasgo propio y menos un atributo inherente al mexicano y al ser humano en general. Pensar que el hombre es deshonesto por naturaleza, más que tratar de entender la corrupción equivale a renunciar a explicarla como fenómeno social; es atribuir al hombre, como tal, lo que es fruto de un sistema socioeconómico que hace precisamente del hombre la principal de sus víctimas.
En fin, que tan conflictiva situación nos afecta a todos, pero un momento; tales conceptos se publicaron en 1969, y vale la reflexión: de entonces a acá, a 43 años de distancia, ¿en  qué medida se atenúa la depredación pública? ¿O sigue en un mismo nivel? ¿Se acrecentó con ese que se dispone a salir de Los Pinos? Mis valedores: toda esta corrupción es México. (Nuestro país.)

Digo tu nombre…

Y retorno a la vida. “Cuando aspiro tu refajo de bosques, cuando me hundo en tu huipil de pájaros, me anega tu aliento de maíz y volcán, tu espina aguda de picaflor». Te nombro aquí, Guatemala,  y mi mente se agita, hervorosa de bosques, lagos, rostros. «Se oye cuando una garza cambia de pie» Es la Guatemala dulce y sombría de Cardoza y Aragón,  de Alaída Foppa y sus hijos, de Otro René Castillo, poeta también  sacrificado por la bota y el espadón. Digo Guatemala, hoy doliente por el respingo del suelo que provoca a estas horas el luto y las lágrimas.
Pues sí, pero es también la  sombría Guatemala de aquellos milicos que hicieron garras su gente y su historia. En enero de 1980, por ejemplo, para implantar un proyecto de desarrollo de industrias transnacionales, el gobierno desalojó de sus tierras a los campesinos que en son de protesta, tomaron la sede de la Embajada de España, y fue entonces: los comandos les lanzaron bombas incendiarias. En la hornaza se calcinan 38 paisanos, entre ellos el padre de Rigoberta Menchú. A uno que sobrevivió a la masacre en el propio hospital donde le curaban las quemaduras lo asesinaron.
Ay, patria – a los coroneles que orinan tus muros tenemos que arrancarlos de raíz -y colgarlos de un árbol de rocío agudo – violento de cóleras del pueblo.
Guatemala. Con poco más de 10 millones de habitantes, la sangrienta cosecha de los tigres militares: 440 aldeas borradas del mapa, 300 mil exilios, 50 mil viudas, 250 mil huérfanas y miles de muertos y desaparecidos. “A los compas, amarrados, nos aventaron al barranco, contra las piedras. Sólo yo me salvé porque fui a dar a una poza de agua”, en mi cara uno de ellos ante los micrófonos de Radio UNAM. Dulce y sombría, hoy dolorida por la remecida telúrica que deja a su paso muerte y dolor. Guatemala.
Su revolución de 1944 dio la presidencia del país al Dr. Juan José Arévalo, y seis años más tarde a Jacobo Arbens. Muchos fueron los beneficios que logró el paisanaje, desde leyes favorables a los obreros y una reforma agraria que entregó a los campesinos sus tierras hasta la construcción de la carretera al Atlántico que liberó al país de la dependencia de los ferrocarriles de la United Fruit Co. Pero la historia de siempre:
Las iras de la compañía gringa se desbozalaron, y  ahí intervienen la CIA, el Depto. de Estado y aun el Pentágono. Caiga el presidente Jacobo Arbens y trépese el teniente Castillo Armas (1954). Esa historia,  ¿dónde la hemos oído antes? ¿Dónde no la hemos escuchado? ¿A dónde no llegará el gringo depredador?
Para los chapines llegó la esperanza con el gobierno civil. La noticia, días antes: “Los guatemaltecos tienen confianza en el cambio, que les dará empleos, combatirá la criminalidad y abaratará el costo de la vida». Esa terca, esa inútil esperanza, que no cesa en los pobres de espíritu.
Sería entonces cuando los chapines caerían en el espejismo de la “democracia” con civiles como Cerezo Arévalo y el asesino de un par de mexicanos Alfonso Portillo, que llegó con las consabidas promesas, siempre incumplidas: «¡Soy un hombre del pueblo y a mi pueblo me debo como gobernante! ¡Voy a restar poder a los militares y a  crear un nuevo país, basado en la paz, el respeto a los derechos humanos y mejores oportunidades para todos».
Hoy por bandido lo tienen enchiquerado en una celda carcelaria, ejemplo que   por acá nunca habrá de cundir. Pero destino de pueblos débiles: como en México retorna en PRI, a  Guatemala regresa el gobierno del espadón. (Lóbrego.)

Lincoln rechazó al negro

La reelección de Barak Obama, mis valedores. ¡Un afroamericano en la Casa Blanca!, se asombraba medio mundo hace cuatro años. ¡Obama reelecto, se asombra hoy la otra mitad! Yo, en tanto, sigo aquí la reseña del papel que hace unos años desempeñó el negro en el sur de los Estados Unidos.
Dificultosa en verdad fue desde mucho antes la coexistencia con sus paisanos de piel blanca, que se exacerbó durante la guerra civil de 1861-65, donde se confrontaron los yankis del Norte con los confederados esclavistas del Sur. Los esclavos negros habían intuido la gran oportunidad para luchar por su libertad e igualdad mientras en el norte los negros se enlistaban en las fuerzas de la Unión, donde fueron objeto de encarnizadas vejaciones por parte de los soldados blancos, que los discriminaban en formas diversas, mientras que las autoridades les negaban toda posibilidad de ascenso a algún rango militar y les pagaba la mitad del salario que al soldado blanco. Muchas compañías de combatientes negros adoptaron la digna postura de no aceptar dicha paga.
Por cuanto a los ejércitos confederados del sur: ellos se abstuvieron de  tomar prisioneros negros; los heridos eran asesinados, sin más. Y la doble moral del blanco norteamericano:  Lincoln los rechazó desde 1861. Hoy mismo, con un Obama en la Casa Blanca, Norteamérica continúa siendo el país de los WASP (blancos, anglosajones, protestantes y puritanos) y el del racismo en agravio de negros y de los
extranjeros:
“¡Mexicanos grasientos, frijoleros color de lodo!”
Pero la creciente agitación de los negros preocupó al gobierno, que creó un Departamento de Colonización con ánimo de regresarlos a África o a alguna una isla del Caribe. La maniobra fracasó de manera rotunda. Se buscaron e intentaron nuevas formas para «limpiar» de negros el territorio de los Estados Unidos.
Tiempo después se gestarían nuevas formas de explotación de los campesinos negros, que fueron forzados a regresar a las plantaciones. Ante su resistencia se emplearon métodos represivos de  violencia demencial. Por cuanto al sufragio: el  negro logró ejercerlo frente al terrorismo racial de los oligarcas que, para mantenerlo lejos de las urnas, emplearon argumentos engañosos, propagaron amenazas, organizaron y armaron bandas y crearon sociedades secretas para imponerse y coaccionar, mediante la tortura, la violencia y el crimen, tanto a los negros como a los simpatizantes blancos.
Entre tales sociedades hay que mencionar al Ku-Klux-Klan, integrado en 1865 en Pulaski, Tennessee, como un club de jóvenes pertenecientes a familias prominentes que rápidamente se extendió por los Estados del sur hasta quedar formalmente organizado en 1868 para oponerse a “la influencia africana en el gobierno y la sociedad, prever la entremezcla de razas y defender la supremacía política y social de la raza blanca»
Otra organización terrorista de los terratenientes, Caballeros de la Blanca Camelia (Lousiana 1867), se extendió también con rapidez para que la cruz en llamas iluminara los linchamientos de negros.
Cuánto haya avanzado el país del Norte, me preguntaba ayer, desde que sus racistas del Sur  aplicaban feroz discriminación contra la negritud, cuando los amaneceres mostraban al vecindario el cadáver quemado, masacrado, hecho garras, de un negro que cayó en manos de las feroces hordas del Ku-Klux-Klan.
¿Cuánto ha avanzado? Ayer nomás un negro entró a la Casa Blanca por la puerta principal. Hoy, de repente,  amanece reelecto por cuatro años más.   (¡!)

¡Lo mejor está por venir!

Es el Imperio, mis valedores. Alza la Voz desde el trono, y metrópolis y colonias, aquel «¡Oh!» de admiración.  La noticia central del periódico madrileño:
Four more years, tres palabras, que dieron al vuelta al mundo. A Barak Obama le sobraron 127 caracteres para anunciar que estará cuatro años más en la Casa Blanca. Su tuit fue rebotando por cada esquina del planeta a las 5.16 de la madrugada española. El tuit enviado por el reelegido presidente de los EEUU alcanzó el récord de reenvíos por minuto después de que Obama escribiera el mensaje original.
Y «¡Lo mejor está por venir!», frase de Obama que cimbró a un mundo adicto a las frases  tanto más retumbantes cuanto más vacías. Tramposas, en este caso. Porque, mis valedores, así se pervierte el lenguaje de los políticos.  En su campaña uno de ellos promete que acabará con la pobreza, y esa promesa le otorga el triunfo en las urnas. Termina el mandato, pero no la pobreza, y entonces, en lugar de reconocer su fracaso como gobernante: «¡Dejo las bases para acabar con la pobreza!»
Y aquellos aplausos de las masas cándidas…
Una de las promesas de Obama en su campaña presidencial de hace cuatro años: «Solucionaré el problema migratorio!» ¿Y? El voto decisivo para la reelección fu el voto «latino», lo que eso quiera decir.
Esa frase de Obama de que  lo mejor está por venir implica un fracaso gubernamental, una realidad amarga que los gobernados se tragan porque el engaño es necesidad de las masas sociales y porque el lenguaje tramposo del reelegido les doró la píldora: Lo mejor está por venir. A propósito:
Cuánto haya avanzado el país del Norte  desde que sus racistas del Sur  aplicaban feroz discriminación contra la población negra. Cuántos amaneceres no mostraban al vecindario el cadáver quemado, masacrado, hecho garras, de un negro que cayó en manos de las feroces hordas del Ku-Klux-Klán.
El árbol de la horca. Tal puede nombrarse el “árbol blanco” (Jena, Luisiana, EU.) destinado para gente de raza blanca bajo el que varios estudiantes negros se atrevieron a sestear hace algunos ayeres, acción que desbozaló un conflicto de racismo e injusticia que culminó con una tumultuosa movilización de protesta que amenazaba iniciar un nuevo movimiento nacional semejante al de los años 60 en defensa de los derechos civiles en los Estados Unidos. En eso, de súbito, que un negro arriba a la Casa Blanca, y entonces: «¡Lo mejor está por venir!»
Aquí algunos apuntes que tomo del estudioso C.  Fontanellas sobre la dificultosa coexistencia del negro norteamericano con los de piel blanca durante la guerra civil:
Fue la rivalidad entre los confederados esclavistas sureños y los estados del norte de EU lo que encendió la Guerra de Secesión de 1861-65. Los esclavos negros intuyeron la gran oportunidad para luchar por su libertad e igualdad mientras en el norte los negros libres intentaron enlistarse con las fuerzas de la Unión. Su entrenamiento militar fue prohibido por la policía. El gobierno federal evitó el alistamiento de negros en el ejército. Lincoln los rechazó en 1861 y en los años siguientes, esa doble moral.
La agitación de la negritud preocupó al gobierno, que creó un plan para retornarlos al África o a alguna una isla del Caribe. Fracasó tal política. El negro logró enlistarse en el ejército. Fue  discriminado. Llegó a rehusarse a cobrar su medio salario en relación al del blanco. El ejército sureño se encarnizó con los negros. Se negó a tomarlos prisioneros. Los heridos eran asesinados. (Mañana.)

Nocivo el sondeo de opinión

Los sondeos no son instrumentos de demo-poder (un instrumento que revela la ‘vox populi’), sino sobre todo una expresión del poder de los medios de comunicación sobre el pueblo (…). Se trata de simples «rumores»‘, de opiniones débiles, deformadas, manipuladas e incluso desinformadas. En definitiva, de  opiniones ciegas.
Ciegas, les llama Giovanni Sartori, porque los profesionales del oficio saben o deben saber que la gran mayoría de los interrogados desconoce los temas sobre los que se le pregunta, y es así como la plaga de  «encuestas», de «sondeos de opinión» que, imitación de formas extranjeras, ha cundido en el país, no pasa de ser un recurso más del Poder contra las masas sociales. Cuidado.
Aquí, en un castellano aceptable, reflexiones del experto en asuntos políticos y culturales.
Los sondeos de opinión: el entrevistador formula una serie de preguntas que  el entrevistado contesta, lo que aclara de inmediato que esas respuestas dependen en gran medida del modo en que las preguntas fueron formuladas y que el entrevistado casi siempre se siente «forzado» a improvisarlas en el momento. Sin más.
¿Es eso un parámetro de lo que piensa la gente? Quien esto afirmase no diría verdad. La mayoría de las opiniones recogidas por los sondeos  son débiles porque no expresan opiniones intensas, sentidas a profundidad; volátiles, porque en pocos días pueden cambiar; inventadas en el momento para decir algo, porque si se responde «no sé», la situación del entrevistado puede resultar desairada ante los demás; y que, sobre todo, producen un efecto de reflejo, un rebote de lo que sostienen los medios de comunicación.
Es así como las opiniones, por lo general, resultan ser débiles. Es  excepcional que se consigan opiniones profundas. Sartori cita a Russell Newman:
De cada diez cuestiones de política nacional que se plantean todos los años, el ciudadano medio tendrá preferencias fuertes y coherentes por uno o dos, y virtualmente ninguna opinión sobre los demás asuntos. Lo cual no es obstáculo para que cuando un entrevistador empieza a preguntar surjan opiniones inventadas en ese momento.
El resultado, afirma Sartori, es que la mayoría de las opiniones son frágiles e inconsistentes y que  se expresaron en relación  a unos temas que se desconocen de manera total. Puede el entrevistador preguntar sobre una «ley de metales metálicos», y con todo y lo absurdo de la pregunta no retornará a casa con las manos vacías porque un tercio o dos de los entrevistados va a aportar la correspondiente opinión.
Tenemos, por otra parte, el problema de la muy fácil manipulación del sondeo. Preguntar, por ejemplo, si se debe permitir el aborto o si se debe proteger el derecho a la vida es presentar las dos caras de una misma pregunta en relación a un problema que las masas sociales entienden, pero la diferente formulación de la pregunta puede cambiar la respuesta en un 20 por ciento de los entrevistados. Quien se deja influenciar o asustar por los sondeos (el «sondeo dirigido»), a menudo se deja engañar en la falsedad y por la falsedad. (Conste.)
«Creo que somos muchos, afirma Sartori, los que estamos de acuerdo, aunque lo digamos en voz muy baja, en que la sondeo-dependencia es nociva y que las credenciales demócratas de semejante instrumento son sólo espurias». Y su conclusión:
«Los expertos en sondeos se limitan a preguntar al entrevistado: ¿qué piensa de esto?, sin antes averiguar lo que de esto sabe, si es que algo sabe.» Y a opinar. ¿A opinar? (Uf.)

¿Usted qué opina?

Orwelliano: «En un Estado en el que el gobierno no puede controlar a la gente por la fuerza debe controlar sus pensamientos». (N. Chomsky.)
Lo afirmó don Alfonso Reyes: «Los mexicanos viajamos en el cabús de la historia», tema este del que sabían bastante desde Samuel Ramos hasta Santiago Ramírez, pasando por Zea, Paz, Villegas y tantos más que se aplicaron a estudiar el ser del mexicano.  Sobre la servil imitación de las modas gringas, pongamos por caso: generadas en el exterior, acá llegan cuando allá declinan, pero eso sí, aquí se magnifican hasta llegar al ridículo.
La propaganda clonada del inglés, los vocablos clonados del inglés, la cultura clonada del inglés, los mexicanos clonados del inglés. Por cuanto a los jóvenes clonados:
Los Beatles iniciaron la moda del cabello largo, y años después, greña atascada de mugre, los imitadores portan ostentosas colas de caballo con su dona de encendido color, «muy a la moda».
¿Que a los del norte les pegó la ventolera de los pantalones («jeans», perdón) estratégicamente rasgados de aquí, de allá y acullá? Los de acá, de inmediato, a la imitación vil. «¡Porque somos jóvenes!»
Ahora pronto en el extranjero se alzó el escándalo por la muerte de un negro blanqueado, paidófilo y drogadicto. Ah, pues los jóvenes de este país no iban a quedar fuera de la actuación protagónica; a reunirse por miles en alguna explanada, y en un esfuerzo por parecerse al engendro se disfrazaron para imitar al ídolo,  y a ensayar un «paso a la luna», o alguna tontería semejante.  Lo mismo ocurrió cuando una cantante quedó en la raya por un pasón de la droga, y aquí las jóvenes a exhibir el duelo imitando las formas de vestir, el peinado y el maquillaje grotesco de la viciosa.
¿Que allá se puso de moda el «piercing»? Ah, pues aquí a agujerarse lengua, ombligo,  cejas, sexo, poros de la nariz, todo en exceso, a lo delirante. ¿Que allá  darketos? Aquí, no faltaba más, a exhibir su mala caricatura «porque somos jóvenes y, por eso mismo, audaces». ¡Mentira! Son imita-gringos, y no más.
Ahora, imitación de los métodos de manipulación que nos llegan del norte, como sarna nos contagia el negocio de las «encuestas de opinión». Vuelo se dieron los imitadores del gringo durante el pasado proceso electoral. ¿Qué opina usted, y que para usted quién ganó el debate, y que cuál de los cuatro será el mejor. La plaga.
Bueno, sí, pero ya encarrerados, los del negocio de los sondeos y las «encuestas de opinión» no se frenaron a tiempo, qué se iban a frenar, y al que toman descuidado le disparan la pregunta de interés nacional:
«¿Tiene usted una mascota en casa?» ¿Perro, gato, caballo, otro?» «¿Está a favor o en contra de quien no recoge los excrementos de su mascota?» «¿Supera la crisis del huevo a la de la tortilla?»  «¿A usted qué tanto le afectó la falta de huevos? «¿México tiene huevos suficientes?» «¿Revueltos o a la mexicana?» Y aquí lo inaudito:
«¿Para usted quién ganó el tercer debate entre Obama y Romney? El tanto por ciento de los encuestados respondió…»
Ese tanto por ciento que se atrevió a responder sobre el proceso electoral de EU., ¿estaría autorizado para opinar? ¿Para el del negocio de las encuestas no hubiese sido mucho más honesto iniciar su interrogatorio con esta simple pregunta: «del tema qué tanto sabe usted?»
¿Ustedes qué opinan? En esta gráfica aparecerán, de oscuro, los que se inclinan por Romney, y en esta otra, tricolor, los que se inclinan ante Obama, comenzando por el  de Los Pinos.  (Mañana.)

Su ánima y su estilo

Ayer dije a ustedes que una foto y un viaje a mis terrones zacatecanos me alebrestaron la memoria de mi primera niñez (hoy me he instalado en la quinta, y sigo tan campante). En el alboroto los recuerdos saltaron de la mente como gallinas del huacal, y he caído en la cuenta de que en el Jalpa Mineral de mis memorias primeras  la vida era expresión de la verdad pura y simple, sin más,  y eso es lo que echo de menos hoy, habitante de esta noble y vial: la verdad. Me explico.
Me he puesto a rumiar recuerdos con saborcillo a nostalgia, y cómo no, si lo que añoro esta noche, lo que me ronda en la mente, jicotillo obsesivo, es mi hontanar, con su ánima y su estilo, sus tufos y aromas, usos y costumbres y formas de ser. ¿Saben ustedes que es nada menos que esa verdad lo que añoro de mi Jalpa Mineral y que hoy, como habitante de esta noble y vial, echo tanto de menos? Una verdad pura y total que percibía en el Jalpa de mi niñez, manifiesta en detalles como estos:
Allá, en mi adolescencia jalpense, los puntos cardinales ubicábanse donde los situó Madre Natura: el norte siempre se ubicaba al norte, y lo que hoy me llena de admiración: el sol salía siempre por el oriente (aquí, en el Distrito Federal. el sol, que despuntó a mi espalda, se fue a bien morir al sur. Dios lo haya perdonado.)
Allá las cuatro estaciones eran fieles a su nombre: en verano, tiempo de aguas, aquellas señoras tormentas que en verano chicoteaban la región acompañadas de señores tormentones que al poeta lo hicieron exclamar: «Truenos del temporal, oigo en tus quejas – crujir los esqueletos en parejas». Todo esto en verano, a diferencia de los aguaceros que en pleno invierno azotan el D.F. En otoño, la cosecha dulcísima de granos, frutos, tiernos maizales; el invierno se daba a respetar con su frío doledor y en primavera la arribazón de belenes, yedras y bugambilias, y en armónica proporción, romances y crímenes pasionales. Como Dios manda.
Allá, en mi Jalpa Mineral la leche sabía siempre a leche, y salía a chisguetes de una ubre de vaca. No en polvo, no en cápsulas, no descremada, no deshidratada, no deslactosada ni en supositorio. ¿El queso? Queso parecía y de queso era su sabor, y el jocoque, la panela, el requesón. Todo lo que iba a dar a mi lengua sabía a lo que tenía que saber. La bebida: si tequila, cerveza, agua zarca, sotol, todo guardaba un sabor a limpio, a verdad, a auténtico. ¿Que de dinero se hablaba? Ahí tintineaba el peso, con su timbre de plata de ley y su peso rotundo entre el águila y el cero siete veinte. En la escuela aprendíamos materias escolares. Podía algún maestro errático jurar que dos y dos eran cuatro, contrapunteado con el que afirmaba que seis. Pero a los alumnos nos daban ambas opciones, a escoger. Sin imposiciones. Pero no adulteraban una mente indefensa, tierna todavía, con la cartilla de la Edad Media: clases de “religión”, vale decir de dogmas, prejuicios, pensamiento mágico. Cruz, cruz…
El cura: conciencias curaba, y al César lo que es del César. Los vuelos de su sotana le estorbaban para brincotear en la danza del toma y daca politiquero, como el político tampoco se metía a sermonear ni a andar dándolo a besar (el anillo en el pulgar). ¿Mujeres? La que había conocido varón y la que se mantenía doncella. Sin fingimientos, sin engañifas. La mujer casada no solía ser mancornadora, como tampoco el marido presumía de mujeriego, y su machismo era discreto, sin sobresaltos.  Por cuanto a los hijos: casi siempre y casi todos eran de la pareja. (Después.)

En Dios se creía,  se le amaba con amor que las obras certificaban. Religiosos sin pregonarlo, cumplían con la síntesis cristiana de los 10 mandamientos: amar al prójimo como a sí mismos. Con hechos. (Sigo después.)

Floridas raíces

Los humanos somos infelices porque vemos el pasado mejor de lo que fue,  el presente peor de lo que es, y el futuro mejor de lo que va a ser…
Que estuve en mi Jalpa Mineral dije a ustedes algún día de estos, y que me hospedé en la casa de la familia. Recuerdo que en mi primera noche pueblerina, a aquello de la madrugada y  como entre sueños, percibí un a modo de rumor de alas, prestigio de ánima en pena que resultó ser ese “aprendiz de río” que, mansurrón de ordinario, envalentonado con las tormentas del temporal bajó furibundo y llegó barriendo maizales y arrastrando ramas de venadilla con una que otra borrega desbalagada que el garañón sacó de su sueño, a la viva fuerza colocó boca arriba y se la raptó corriente abajo para nunca más, lástima de borrega.
En fin, que mas tarde, ya de madrugada, me arrulló el pregón del arriero, y en el sueño me pareció volver a escuchar a mi Nina, cuando su plática embelecaba mi imaginación primeriza con las consejas del Chivo Encantado, el jinete sin cabeza y un cuerno de la abundancia denominado México. Intimas y familiares las casucas, barañas del nidal, circundaban mi sueño, donde una vez más me enredé con aquélla que jugó la trova del primer amor. Ella, mi futura Nallieli. ¿Me permiten? Un traguito; infusión, por supuesto, que conmigo el enemigo (el licor) topó en hueso; en tepetate. Y ocurrió, mis valedores…
Ocurrió que otro día me levanté oscura la mañana y salí a respirar mi querencia. La segunda llamada de misa primera, en la parroquia; algún zaguán vomitaba toses tempranas. Y allá van, chuequeando por media banqueta, rosario y devocionario en las manos, esas vejanconas de chongo blanco y trapos negros que en mi niñez conocí mozas garridas, qué tiempos aquellos. Pero ándele, Merceditas, que ya dieron la segunda llamada. Mis valedores:
Este divagar sin rumbo me lo motivó cierta foto añejona, donde el tiempo oscureció la blancura y empalideció los negros, y créanme: será la cercanía del viaje que acabo de realizar a mis derrumbaderos zacatecanos, será  la susodicha que estoy mirando, será esta hora neblinosa del atardecer o la mansedumbre de una llovizna que de repente alebrestan bandazos de viento. ¿Cuál será la raíz de este mi ánimo macilento que se contrista y arropa en vagorosas, indefinibles  nostalgias y tristuras por el tiempo que se me fue para nunca más? Y esta opresión de costillas adentro, y la gana de suspirar…
Pero no pensar mal; no pensar bien, más propiamente. La foto que tengo bajo mis niñas no es de la sota moza cuyo nombre, añudado al mío, grabé en el tronco de aquel eucalipto en el parquecillo municipal. Hoy, signos del tiempo, otra pareja de enamorados eternizó sus nombres a un lado del nuestro: Beto y Cholín, y el tosco grabado de algo levemente parecido a un aguacate, un corazón, uno de los compañones. Las preferencias amorosas. Yo, ayer y hoy, la única, mi Nallieli…
La foto, mis valedores, no muestra a mi primer ensayo de amor. (“Dos palomitas azules / paradas en un romero / la más chiquita decía / no hay amor como el primero”. Y este suspirar.)
No, sino un retazo de caserío, una calle trazada a cordel, la ermita (dos cuernitos y un caparazón de caracol), y el  imponente telón de fondo, toda crestas, barrancos y peñascales: la serranía.  Descomunal, majestuosa. El Cañón de Juchipila. Mi Jalpa Mineral, la tierra de mi querencia, la de niñez, adolescencia y primera juventud. Hoy voy por la quinta. ¿No los estaré aburriendo? Sigo, pues. (Eso, mañana.)

Memento mori

(Mi recordación anual de La Descarnada.)
Me gustaría vivir siempre, siempre (…) – Porque como iba diciendo y lo repito: – ¡Tanta vida y jamás! – Tantos años, ¡y siempre, muchos siempre, siempre, siempre!
Porque se impone hablar de la muerte; tenerla  presente  por una razón vital: vivos estamos, y por esta sola condición es la muerte nuestra desembocadura natural. La edad no importa ni el estado de salud. Nada importa nada frente a la muerte, esa que nos será siempre espantable, y prematura siempre, no importa a qué edad sobrevenga, y lo provechoso: si tenemos presente que nuestro destino es morir, más habremos de apreciar este nuestro tiempo de vida. Porque mientras nosotros somos, ella no es, y cuando ella es, nosotros ya no somos, dice el filósofo. Y qué tiempo mejor para recordar a la muerte, la propia y particular, que estos días cenicientos de noviembre. Memento homo…
Cuando yaces agonizante no mueres sólo de enfermedad. Mueres de toda tu vida. Aprende a morir y vivirás. Nadie aprenderá a vivir si no ha aprendido a morir. Si no sabes, no te preocupes: la naturaleza te dará todas las instrucciones sobre el asunto.
A recordar a nuestros difuntos; a detener el tanto de un suspirillo nuestra desaforada carrera rumbo a ninguna parte y  meditar en la única certidumbre que tenemos en esta vida: la muerte. Porque en verdad les digo: para morir sólo se necesita estar vivo, y sólo está vivo quien sabe que habrá de morir, y créanme: es más tarde de lo que suponemos; de lo que desearíamos tantos…
Y no quiero morir. No quisiera morir: – amo la vida porque está colmada de poesía – y de crímenes, y de odio, y rabia y lágrimas…
No; ni el poeta  ni nosotros, sobre todo quienes ya dejamos atrás el Mar de las Tempestades y doblamos el Cabo de Buena Esperanza. Pues no, Pero habrá que morir. Hay que morirse: – hay que irse muriendo a piedra y lodo. – A soledad, a gritos, a poemas: – hay que morirse. Nada más. A secas.
Sabines: Mi madre me contó que yo lloré en su vientre. – A ella le dijeron: tendrá suerte. – Alguien me habló todos los días de mi vida – al oído, despacio, lentamente. – Me dijo: ¡vive, vive, vive! – Era la muerte.
La melancólica voz de Nezahualcóyotl:  ¿Acaso se vive con la raíz en la tierra? – No para siempre en la tierra: sólo un poco aquí. – Aunque sea de jade se quiebra, aunque sea de oro se quiebra – aunque sea plumaje de quetzal se desgarra. – No para siempre en la tierra: sólo un poco aquí».
Y algo que desde los tiempos sin memoria obsesionan al hombre: ¿qué es la muerte? ¿Cuál es el misterio sin fondo de la muerte? ¿Cuál? Sabiduría quintaesenciada, la literatura oriental:
“Desearíais saber el secreto de la muerte, pero, ¿cómo saberlo si no buscáis en el corazón de la vida? Si en realidad queréis conocer el espíritu de la muerte, abrid bien vuestro corazón al cuerpo de la vida. Porque la vida y la muerte son uno, como lo son el río y el mar».
Pero fuera tristuras, arriba corazones, estos que anidan vivos dentro del pecho, que lo jura el Popol Vuh: Nosotros somos los vengadores de la muerte. Nuestra estirpe no se extinguirá mientras haya luz en el lucero de la mañana.
Porque muerte y lucero están ahí nomás, tras lomita, vivir; pero vivir a cabalidad, con todos los sentidos vivos todavía; vivir hasta atragantarnos, cada día y en el cogollo de cada minuto. Hoy nada más. Por siempre hoy, por más que el siempre sea un invento del humano para sus dioses, no para simples humanos. Vivir la vida. Porque habrá que morir. (Memento mori.)