Insolencia imperial

México y el Imperio, mis valedores. El martes pasado lo publicó el matutino:

Fuentes diplomáticas estadunidenses nos comentan que ese gobierno espera (¡espera!) resultados pronto por parte de la PGR en torno a las investigaciones de casos de agresiones y amenazas en contra de periodistas y comunicadores en México.

Vergüenza me ha provocado la insolencia imperial reflejada en semejante exigencia tanto como  la indignidad de unos gerentes de Washington castrados y anuentes a entregarle lo que aún resta de la soberanía nacional. Por cuanto a todos nosotros: la desidia, la  pasividad y la indiferencia,  ¿merecen algo mejor? ¿Qué opinan ustedes?

Leyendo la nota de marras, yo con la imagen de Cuba en la mente, una Cuba enhiesta, pura heroicidad y toda pundonor,  tan próxima a los mexicanos como distante de los gobernantes de México, a la mente se me han venido virutillas de poemas del cubano Nicolás Guillén, que traigo a flor de memoria. Digo  este poema, digo aquel, y   verso a verso voy captando –catando, cantando- un anchuroso retazo de la historia nacional de la Islaa partir de la humana historia de su poeta, desde los tiempos anubarrados en que Cuba era, y no más, tres entidades distintas y una sola indignante indigencia:

El negro – junto al cañaveral – el yanqui sobre el cañaveral – la tierra bajo el cañaveral – ¡Sangre que se nos va..!

Regreso a la  mentada nota procedente de Washington y en mi mente la empalmo  a la conmemoración del asalto al Cuartel de Moncada que se concretó un 26 de julio de 1953 en Santiago de Cuba, y releo los poemas del citado  Guillén y percibo su poesía como zumo que es y  raíz de cubanidad, de esa cubana negritud que recrea a aletazos de versos de soberbia sonoridad, ritmo novedoso y buen son; de una bullanga y un dolorimiento que vienen del barracón y que se afincan en raíces del Africa distante desde donde los antepasados de Guillén fueron desgajados a la viva fuerza. Voces negras, ritmos alucinantes y esas onomatopeyas que retumban en las percusiones del bongó y la tumbadora, mágicos puntos y contrapuntos de la semilla afrocubana. Y la protesta, la denuncia, el testimonio social:

¡Hay que tené boluntá – que la salación no e – pa toa la vida..!

La amargosa ironía del negro forastero en su propia tierra, y la protesta social, y esa exasperación que avienta al poeta a burlarse con aquel: Me río de ti, negro imitamicos – que abres los ojos ante el alarde de los ricos! Sarcasmo amargo con el que el poeta da esta soberbia definición de Cuba, la Cuba de aquel entonces: Coroneles de terracota – políticos de quita y pon – café con pan y mantequilla – ¡Que siga el son!

Y con el son y a renglón seguido transcribo la nota del matutino, degradante para nuestro país, para todos nosotros, que a fin de cuentas seguimos insensibles a todo lo que no sean los programas de la televisión:  Nos aseguran que hay inquietud sobre la impunidad, y el hecho de que los incidentes escalen. Afirman que la presión aumenta y que un comité del Congreso estadunidense ha solicitado información al Departamento de Estado sobre el tema de los derechos humanos en territorio mexicano. Válgame. Degradante.

Volviendo Cuba y a  su «poeta oficial», titulo que no me agrada del todo: ahí está ya, vivo en cuerpo y rabia, el verso de Guillén comprometido con su día y hora, con su tierra y su negritud, verso que mueve, remueve conciencias…

Verso y negritud presentes mañana aquí mismo. (Vale.)