Judas y Barrabás

Al ver que Jesús fue condenado, Judas se arrepintió, y presa del remordimiento, a los sumos sacerdotes devolvió las treinta monedas de plata…

Pero no, que de acuerdo a cierto evangelio apócrifo en el que me baso, Judas no tuvo tiempo de devolverlas. A la presencia del Maligno que se le había enroscado en el corazón, otro más, y aun más mortífero, se le atravesó en el camino que lleva al Campo del alfarero, a donde se dirigía, soga en mano, a cegar su existencia ¿El nombre del susodicho?

– Barrabás es mi nombre, y soy uno al que la democracia electoral ha salvado la vida esa democracia que deja libres a los bellacos y crucifica a los inocentes. Detente y óyeme, Judas.

Este se detuvo, oyó, se dejó convencer de aquel Barrabás que estaba señalado por la Justicia Hace un momento, al ir destrabándolo de sus hierros, los guardias se lo advertían: «Cada uno de tus delitos merece patíbulo: robos, asaltos, asesinatos, violación de leyes, y de doncellas. La democracia electoral de los judíos te salvó esta vez, pero cuídate, que te vamos a vigilar. Un paso en falso y regresas a esta mazmorra y no habrá democracia que te salve por segunda vez». Y de mala gana lo arrojaron a la libertad.

Ya viéndose libre, Barrabás fuése directo hasta cierto escondite de las goteras de la ciudad, y convocó a los compinches, y les repuso recomponer la pandilla y volver todos juntos a la vida delictiva, pero los malvivientes: «Con nosotros no cuentes. La justicia de Poncio te trae vigilado».

Barrabás se vio solo y su alma Y qué hacer…

Salió a la calleja y escuchó la grita del populacho contra aquél al que llevaban a cargar una cruz y corona de espinas. El bergante bendijo la democracia electoral, que a unos eleva por sobre la chusma y a ésta la clava en la cruz. La voluntad popular lo había beneficiado, por más que en lo más soterrado de la conciencia percibía un amago de compasión por el que llevaban al tormento, y de ahí a la cruz. Pero Barrabás, como el propio Judas, traía al Maligno enroscado en las tripas, y fue el Maligno el que le inspiró el perverso plan y lo llevó a hacerse el encontradizo con Judas, y entonces:

– Detente. Te traigo una propuesta con la que habrás de rehacer tu vida

Catadura de poseso en delirio de alborotadas greñas y en las crispaciones del rostro unos ojos enfebrecidos que pugnaban por saltar de las cuencas, el Izcariote siguió su camino.

– Judas, hermano, detente y escúchame

– ¡Suelta no tuerzas el curso de mi destino!

Y siguió rumbo al Campo de los Alfareros. Un cordel llevaba en la diestra Barrabás, admonitorio:

– Mira que quitarse la vida suele resultar mortal. Oye mi plan, hermano. Pura vida pura felicidad…

– ¿Felicidad? ¿A uno como yo? ¿Ya viste a dónde se llevan a Jesús? ¿Viste cómo lo llevan? Al humano que es suma y síntesis de la divinidad, al divino humanísimo, ¿por culpa de quién lo están haciendo garras..?

– Bueno, sí, pero ya te arrepentiste, y tu víctima si es como dices que es, ya te habrá perdonado. Tú tienes pleno derecho a la felicidad, a una vida de regalo que te va a durar toda la vida..

Otra de sus frases. Mis valedores:

Fue Satanás. El Maligno hermanó a los dos execrables. Cómo entender, si no, que Judas se detuviese y diera oídos al plan de Barrabás. Cómo entender que se arrimaran al árbol aquel y que Judas, en vez de pasar la cuerda por una de sus ramas, se sentara al pie y con Barrabás se pusiera a echar cuentas, a sopesar los pros y los contras del plan. «Pero eso es ir contra la ley». «Pero eso es ir a donde la ley protege a los Judas y Barrabás. Allá los jueces están comprados, y los procuradores, vendidos». El Maligno triunfo, y entonces:

¿Cómo fue? ¿Una nueva maniobra del mal Espíritu? Porque ahí nomás, ya residentes de las nuevas tierras, Judas y Barrabás se dieron a invertir las 30 monedas de la alta traición, y cómo supieron hacer que les alcanzara para tantos negocios, sépalo Belcebú, que les gestionó el apropiado tráfico de influencias (las del poder tras el trono del Herodes cimarrón, o sea cierta Herodías que protegía al par de corruptos). Y hasta donde yo la conozco, así va la historia con las treinta monedas que tanto y tanto se multiplicaron y dieron de sí: comercios, industrias bienes raíces, ne-, gocios con PEMEX, y en el Infonavit 3 mil casas compradas a 3 mil pesos y vendidas en 300 mil. Y avión, y mujeres, y disipación. Herodías, feliz. Barrabás engordaba..
¿Que nunca han oído unos industriales de nombre Judas y Barrabás? Será porque operan a base de alias. ¿Qué alias? Averigüenlo ustedes. (En fin.)

Al escorpión… ¿que no pique?

Señor, cuántas veces perdonaré las ofensas que me hagan? ¿Hasta siete veces? Hasta setenta veces siete, dícele Jesús…

Y él mismo, dando el ejemplo, perdonó a la mujer adúltera, como más tarde iba a perdonar incluso a quienes le dieron muerte…

Con tales ejemplos yo mismo, y de corazón, hubiese perdonado a ese que se perfila como uno de los mayores dañeros en la historia contemporánea de este país. Yo le hubiese perdonado que, como vendepatrias, entreguen a intereses extranjeros la parte que como mexicano me corresponde de PEMEX y demás recursos naturales de mi país.

Haciéndome gran violencia, pero le hubiese perdonado que sirva de tapadera a los presuntos ladrones, depredadores y sinvergüenzas de la familia Bribiesca Sahagún, vale decir la segunda esposa y los hijastros, tíos, socios, amigos y demás compinches; toda esa mafia hamponesca que al socaire del solapador han organizado los allegados y allegadizos del poder. Al autor intelectual del lodazal, lodo biológico, yo hubiese sido capaz de perdonarlo, y aun su insufrible ramplonería del beso senil mero enfrente de la iglesia vaticana. Me atrevo a más: yo le hubiese perdonado que, de rodillas y a sus pies, le hubiese ensalivado el anillo a Karol Wojtyla, el obispo de Roma. Anillo papal.

Como si nunca me hubiese enterado de su estilo personal de gobernar, que en el mismísimo recinto de San Lázaro lo impulsó a prender con una mano la banda presidencial mientras que con otra exhibía un crucifijo, con la tercera el estandarte de la Guadalupana y saludando con la restante a sus hijos e hijastros, a los que agradecería un apoyo que ahora comenzaban a cobrarse. ¡Crucifijos en un estado laico, el de Benito Juárez y sus liberales». Yo, aquella vergüenza. Propia y ajena…

Aquel su cínico dicho, validado en la práctica, le perdonara: que el suyo era un gobierno «de empresarios, por empresarios y para empresarios», cuando el país requería de un patriota y un estadista, no de ese gerente de Washington y la Coca-Cola. Yo lo hubiese perdonado, como también su política exterior.

Sí, una diplomacia manejada con las botas. ¡Ese «Comes y te vas», que todavía me arde en las orejas y me las pone de color escarlata! ¡Cómo se vio él, y cómo se vio el comandante Fidel Castro, presidente de Cuba! No, y esa propaganda a favor del «libre comercio», a contracorriente de la política de los propios miembros del MERCOSUR. La desdicha diplomática de un torpe que, perro de las dos tortas, con el que defendió quedó tan mal como con los que fue a ofender a su propia casa. Bush, Chávez. Bien, no quedó con ninguno; mal, con los dos. Pero en fin, que yo lo hubiese perdonado…

Su promesa de abrir todos los entresijos de uno de los fraudes mayores que hoy por hoy se han perpetrado contra la nación, que es decir contra todos los mexicanos, ese funesto FOBAPROA (benefactor de la familia Fox, se afirma) que vino a empobrecer aún más a un pueblo pobre y empobrecido aún más por los padres del fraude: el PRI, y el neo-PAN…

Ah, el desencanto de quien no lo perdoña: mi auxiliar del trabajo doméstico, que al igual que millones de crédulos, se dejó embaucar por los cientos de promesas del lenguaraz. El arrepentimiento por haberle entregado su «voto útil», cándida que no fuera. Yo lo hubiese perdonado, y aun a la propia trabajadora doméstica y a los millones de aturdidos que sucumbieron al canto de la sirena con botas del labiosos mendaz.

La posibilidad de robo, de turbios dineros en negocios tan sospechosos como La Estancia, El Tamarindillo, y la transformación de una modesta propiedad en ese emporio que es hoy el rancho San Cristóbal.

Vaya, hasta su incultura le perdonase, su zafiedad, su apabullante mediocridad y esa patanería que tantas vergüenzas me ha hecho pasar a lo largo de cinco penosísimos años. Sus dislates al tamaño de todo un José Luis Borgues o de la Gran Tagora. Ah la gran p…

Yo le hubiese perdonado su terca machaconería de intentar embaucar a los candorosos con ese terminajo: «democracia»; que no se lo apea de la boca, sin explicar a las masas en qué consiste su tal «democracia», cuando el concepto, apenas en su mera acepción formal, electorera, implica pluralidad, y él se vive día y noche mordiendo a quienes no cuadran con su «democracia». En fin. Todo este catálogo de agravios yo le hubiese perdonado a Vicente Fox. Todo, si tan sólo se hubiera abstenido de publicar en el Diario Oficial las reformas a las venenosísimas leyes federales de radio, tv. y telecomunicaciones. Claro, sí, por supuesto: eso hubiera ido contra la naturaleza de Fox. Pero en fin, que lo dijo el poeta: Mi país. Ah, mi país. (México.)

Hazme una, San Judas Izcariote…

Una merced. Sigo aquí, mis valedores, con el intento insensato que inicié el jueves pasado: reivindicar públicamente, hasta donde ello es posible, al traidor de las treinta monedas. ¿Cómo habré de intentarlo? A la manera de Plutarco; el Plutarco de las Vidas paralelas, no el Plutarco fundador de ese dinosaurio agonizante que apodan Revolucionario Ins.. Y remato la comparación del Izcariote con los licenciados Jerásimos del Tricolor.

En el drama de la crucifixión de Cristo, Judas estaba predestinado, o casi, para traidor. En el dramón de las masas, en cambio, a los licenciados Jerásimos nadie los predestinó para traicionar a los 103 millones de olvidadizos de la memoria histórica a los que una y otra vez, en el tanto de 72 años, lograron engañar renovándoles la esperanza, esperanza irracional, de que ahora sí, con este Judas en Los Pinos «ya la hicimos». Esas ganas de creer…

Porque cada seis años un mesías nos llegaba, y llegaba con su boca colmada de promesas para el bien «de los que menos tienen». Tal hacían creer a los crédulos. ¿Y qué clase de interés han defendido los licenciados Izcariotes, qué intereses los han movido desde Plutarco el Turco hasta Fox el de los Bribiesca Sahagún? Creo que lo dije antes: Es México, mi país…

El fruto podrido de la corrupción del Izcariote ascendió a treinta monedas, ni una más. ¿Y el de los Judas Jerásimos? ¿El de los privatizadores Salinas, Fobaproa-Zedillo y todos esos hijos de toda su señora madre Sahagún? El de los tales asciende a treinta veces treinta millones de millones multiplicados hasta el infinito, y esto en moneda nacional mexicana, que es decir en dólares, arrancados a la viva fuerza del patrimonio de un pueblo pobre y empobrecido a jalones de sexenios. México y la sahagunesca corrupción…

Judas, tras de su acción corrompida, mostró tener la humildad para no sentirse infalible, y entonces pensar, y realizar un ejercicio de autocrítica para luego pasar a la acción. El tenía la conciencia bien afincada en su nidal, y tanto, que esa conciencia lo emplazó a encarar a los de la Contraloría y por la cara aventarles las treinta monedas de la corrupcióa ¿Los otros, en tanto? Esos, hasta hoy día siguen con las suyas bien escondidas en banco seguro -las treinta monedas multiplicadas por treinta hasta la náusea-, y ante autoridad ninguna planean regresar la milésima parte de lo robado; antes bien, antes mal, antes peor a seguir en el cotidiano disfrute de sus treinta veces treinta mil millones. ¿Y nosotros..?

El Izcariote, tras de su acción execrable, no huyó a lo cobarde, no puso Dublín de por medio, no anda a estas horas sepa Dios dónde, como el ladrón ?scar Espinosa, corrupto priista y modelo de judío errante. Judas no utilizó el burladero de una Secretaría de la Función Pública agachona, alcahueta de Montieles y Bribiescas con todo y su parentela, nido de ratas, especímenes de una corrupción lucrativa e impune

Esta es, a mi juicio, la prueba fehaciente de que el Izcariote es muchísimo menos
villano en el drama del Nazareno que los licenciados Jerásimos en el drama de unas masas que ni por padecerlos deciden llevar a cabo el ejercicio de pensar Judas se murió como resultado de su acción corrompida se murió de muerte violenta, nefanda befa y vejación, sus talones penduleando sobre el solar denominado «Acéldama», «Campo de los Alfareros». A Judas lo ajustició una especie de Secretaría de la Función Pública aplicada por propia mano en derredor del gañote. ¿Los otros, en cambio? Por defender sus treinta monedas multiplicadas hasta el infinito serían capaces de matar, o cuando menos de defenderse al modo de los Bribiesca- con el compinchaje de abogados, jueces, Fox y la Suprema «Corta» de Azuela Ah, San Judas Izcariote..

Si tan ásperamente batanea la Historia al tal, ¿cómo habrá de juzgar a los Izcariotes de la otra pasión, la de los 103 millones de empobrecidos por una depredación del tamaño de la de Montiel, los hijos de Montiel, la madrastra de los hijos de Montiel, Marta Sahagún, los hermanos y la familia, con todo y los hijos de la… señora? Pero un momento, no caer en el autoflagelo ni en la autoconmiseración, que me atengo al decir de don Juan, mi padre:

«No me almiro de los Bribiesca con todo y sus asahagunes. Me almiro de ustedes, por agachones». Mis valedores:

Cada paisanaje tiene el Judas Izcariote del tamaño que se merece Nosotros (mírenlo ahí, en la realidad objetiva) no merecemos más que a un Judas aún sin rehabilitar; no un Izcariote de treinta monedas, sino de las treinta monedas que quepan en la fortuna de los Salinas, de los Hank Rhon y coyotes de la misma loma, predadores, rapaces. Ya lo dijo Sor Juana «Queredlos cual los hacéis – o hacedlos cual los queréis». Total… (Es México.)

Compañera María…

El Ajusticiado de Viernes Santo, mis valedores. Hoy, como hace varios ayeres, aquí mi pregunta anual: aquellos de ustedes que viven pacíficamente su condición de ateos, ¿reelerán por estos días el evangelio de Mateo? Los oratorios de Bach sobre el drama de Gólgota, ¿los escucharán, quedo y a solas, por estos días? Qué bien. Así habrán de establecer una sana distancia con la estampida de la católica grey que se vive a estas horas arrastrando por playas, bares y discotecas, su fervor religioso, como también de curas, obispos y cardenales inmersos hasta el alzacuello en grillas políticas. Laus Deo.

El teólogo francés, a propósito; «La fe sin obras está muerta, pero las obras tienen vida aun sin la fe. El bien que hace el ateo cuenta igual que el bien de los creyentes. Las buenas obras acercan a Dios incluso a quienes no creen en él. Un incrédulo que hace el bien está salvado. Un creyente que no hace el bien está perdido. Crear el reino de Dios es más valioso que solamente creer en él». Yo estoy de acuerdo. Rotundamente. ¿Y ustedes?

De imaginario reporte que imaginarios discípulos hacen llegar a la compañera madre del Ajusticiado, esto va para ustedes, quienes no conmemoraron el drama del Gólgota a la orilla del mar y bebiéndose con los ojos, como otro licor, el bikini, la tanga y el hilo dental. Compañera María..

Sobre el paradero de su hijo Jesús Equis, desaparecido desde principios de la semana, tenemos informes de que fue acusado de terrorista y aprehendido por los rumbos de Cuidad Neza, donde decía sus parábolas al pobrerío. Secuestrado por la policía antiguerrillas, el compañero Jesús fue recluido en una cárcel clandestina y presentado ante el procurador de justicia, que no le encontró elementos de culpabilidad y se negó a juzgarlo, para luego lavarse las manos y entregarlo a los judiciales, que el tanto de toda una noche lo torturaron. No delató a sus compañeros de lucha. Compañera María:

Por si algo la pudiese aliviarla en trance tan doloroso, ha de saber que frente a sus torturadores Jesús se comportó como lo que es: no el terrorista, según lo acusaron, sino el purísimo espejo y flor de virtudes. Quienes tuvimos la suerte de conocerlo no lo olvidaremos jamás. Cómo, si fue un varón de estatura cabal, que tuvo un gran amor por su vida y que, siendo su vida lo que de más valor tenía, lo único suyo, su vida fue lo que aventó por delante a la hora de probarse como aliado de un paisanaje al que amó sobre sí mismo. Que eso le sirva de consuelo en la almendra de su amargura, compañera María, como también que la vida del luchador fue sencilla, al ras; que gustaba de caminar con los pies desnudos por la orilla del lago, y subir la montaña y alimentarse de frutillas, y tenderse a la vera de los trigales. Amaba el mar…

Se sabe que gustaba de la meditación; que a la hora de la acción era dado a reunirse con el pobrerío y a los desheredados aconsejarles de igual a igual, con palabras domésticas, de esas que son agua y savia, vientre y raíz. Y sus parábolas: que el reino de la Verdad es semejante a un grano de mostaza que el pico de un ave… (Dios…)

El compañero Jesús, alias el Nazareno, fue humano hasta el tuétano; tanto, que días antes del prendimiento se reblandeció de repente, le sudaron sus manos y la frente se le perló de sudor: «¡Padre, si quieres, aparta de mí este destino. Pero no se haga mi voluntad, sino…!»

Parece, compañera, que a Jesús le agradaban las cosillas parvas, insignificantes; que amaba la compañía de los pobres de espíritu, de los lisiados, de alguna ramerilla de poca monta (por ser de tantas, qué consentido); que tuvo la mansedumbre del hombrecillo de siempre y su temible fiereza cuando se trata de morir por lo que vale la pena morirse, qué cosas. Compañera: su hijo tenía que acabar como termina todo el que tiene redaños para encararse a la burguesía cimarrona, sabañón infecto del Sistema de poder, hija putativa del capital-imperialismo de los EEUU (de Roma, perdón). Por eso es que acabó hecho tirlangas de luchador, retazos de varón enterizo, piltrafa de Hombre, sin más. Así pagó su osadía magnífica ese al que a estas horas están segando la vida despaciosamente para mejor disfrutar, a lo sádico, su agonía. ¿Le servirá de consuelo? No pasa del mediodía, dicen.

Ya falta poco, compañera María. Ya apenas alcanza respiro, entre lloraderas de una agüilla manándole de las mataduras. Una compa, María de Magdala, Verónica de alias, no pudiendo más, le repite, quedo: «Tu vida, compita, mucho valió, pero tu muerte valdrá mucho más. Tu muerte cegará y segará la injusticia y la explotación del hombre por el lobo del hombre. Tu muerte será la inspiración del humano para persistir en la contienda contra la inhumanidad del humano. Que a tu muerte podamos vivir; que tu muerte sea nuestra vida. Muere ya, y muere en paz, compañero Jesús, compañero…»

El Justo, Su hijo, señora, espejo, flor y frutilla madura de la Humanidad. (INRI.)

¿San Judas Izcariote…?

Yo no dispongo de tanto tiempo de vida, pero ustedes, los jóvenes, ¿habrán de orar algún día ante el altar de San Judas Izcariote? ¿Hasta ese punto pudiese llegar su reivindicación como el elegido de Cristo para que el drama de Cristo culminase en el Gólgota? ¿Será incluido su evangelio entre los otros del Nuevo Testamento? Tendrían que caber varios más, entre ellos, principalísimo lugar, el de mi tocayo Tomás, poesía, lirismo, iluminación y altura de conceptos. En fin. Mis valedores…

Dejando para mejor ocasión la referencia a María Magdalena, ¿el cristianismo tendrá que hacer un ejercicio de autocrítica cuyos estremecimientos alcancen hasta los cimientos de la creencia religiosa más extensa del orbe? Pienso, al decir cristianismo, no en una iglesia de estado como es la Católica, cuyo verdadero fundador fue el emperador Constantino, sino en la doctrina de Jesús, que se sintetiza en un mandamiento que resume los diez de la ley mosaica: ama al prójimo como a ti mismo. Con hechos. Y ya que hablamos de síntesis: aquí, la del evangelio de Judas Izcariote:

Tú superarás a todos ellos porque tú sacrificaras al hombre que me viste.

Con el ánimo encogido por los días cenicientos de la Semana Mayor, ésta que empezó toda júbilos y palmas, toda hosannas a Emmanuel, y que luego se nos viene a eclipsar en el Huerto de los Olivos para rematar con el revolucionario purísimo desgarrado de las fauces, garras y sadismo demencial de judiciales, preventivos y demás razas de doberman, pienso en el drama descomunal de la pasión y muerte del Nazareno, y eso me lleva a la reflexión de esa figura hasta ayer siniestra, demetriosódica, que con un beso de amigo y por treinta monedas entregó al Nazareno a los perros policías y policías perros, pero que hoy, de acuerdo al evangelio según Judas…

Dejemos que alguno de ustedes con (fuerza suficiente) entre los seres humanos muestre al humano perfecto y se levante delante de mi…

Y quien se alzó fue Judas Izcariote…
A ése me refiero aquí mismo, a ése invoco aquí, frente a todos ustedes, con un ánimo francamente insensato: ayudar a que el de las treinta monedas, en la medida de lo posible, sea rehabilitado públicamente; sólo que yo no habré de intentarlo con evangelios apócrifos, sino por la vía de Plutarco, el de las ‘Vidas Paralelas. Lo logre o no, júzguenlo ustedes.

A la luz de la historia y por vía de la comparación -las comparaciones, para mí, nunca son odiosas, mostraré que el tal Judas Izcariote, nefando traidor, no fue, si bien lo miramos, más que un pobre Judas, un Judas cualquiera, de cartón en Sábado de Gloria, que no resiste la comparación con los verdaderos Izcariotes, los Judas de peso y tiempo completos, esos que el paisanaje viene padeciendo desde Plutarco; no el de las Vidas Paralelas sino el Turco que en 1929 abortó una abominable criatura que hoy conocemos con su alias hamponesco de Revolucionario Ins. ¿Qué fue, qué viene siendo Judas junto a las hazañas de Díaz «Hordas», Echeverría, López Portillo, Zedillo y las honorables familias Salinas y Bribiesca-Sahagún, del PRIAN? A ver:

1.- Judas Izcariote traicionó la confianza de algunos: Jesús y sus allegados. ¿Pero los licenciados Jerásimos emanados del Revolucionario Ins. Y el PRIAN y encaramados en la administración pública? Esos, cáfila de felones, han traicionado a toda una comunidad de aturdidos que todavía se disponen a votar por alguno de sus candidatos para continuar la tradición de unas masas que, criterio de los mediocres, se atienen al dicharajo embustero de que «más vale malo por conocido que bueno por conocer». Bueno que, por otra parte, no existe entre los cinco que el Sistema de poder apronta a las masas para «la fiesta cívica» del próximo dos de julio. Es México.

2.- El Izcariote traicionó a Cristo en un momento de debilidad. Su nefanda acción fue tramada con un día, dos, unas semanas de premeditación, luego de que el demonio de la ruindad codiciosa se le enroscó en los entresijos. Los licenciados Jerásimos, por contras, se llevaron media vida tras de un escritorio o preparándose fríamente para, ya ocurrido el dédazo, pasar años e infelices días defraudando fe, credibilidad, esperanza mal asentada de ciento tres millones de encandilados con falsas promesas. Una y otra vez, inmaduros que no fuéramos.

3.- A la hora de su acción corrompida, el Izcariote cargaba sobre los lomos el maleficio de la predestinación; de la precognición, tal vez Judas tenía que perpetrar la traición de Los Olivos -no la de los Olivos Cuéllar, que esa ha sido traición sindical- para que Cristo cumpliera su sino de mártir y redentor de la ralea humana. Judas estaba predestinado para traidor en el drama de Justo. En el drama del paisanaje, en cambio, ciento tres millones de olvidadizos… (Esto, el lunes, porque antes…)

Apócrifo

Y fue así, según afirman testigos presenciales, como se desataron los trágicos acontecimientos. Todos los interesados, tomar nota.

Aquello ocurrió una mañana de lunes, ardorosa de sol. Ante la ventana central del edificio público, el jefe policíaco otea el panorama citadino que se extiende a sus pies: en todos los rumbos, las calles del centro neurálgico jadean, acalambradas por el embotellamiento de vehículos, recalentar de motores, contaminación y un delirio de claxons a punto del estallido. Como si a punta de claxons se pudiese restar un grado al tamaño del caos; porque la nata de autos, como avanzar, avanza dos, tres metros, y tiene que aguardar en la parálisis dos, tres horas. Bilis amarga, tensión, frustración, desesperación. Y qué hacer…

Qué hacer, si existe un vacío legal en un reglamento que, por una parte, garantiza la libertad de asociación, y por otra proclama que la libertad de un individuo termina donde comienza la del otro. Qué hacer. ¿Revivir el proyecto del «manifestódromo» que nadie iba a respetar? ¿Reprimir a unas masas hartas de que sus justas demandas sean desoídas por una autoridad que ni las ve, ni las oye, ni las siente, y entonces recurren a la toma de calles y la forja de esas mega-marchitas que mantienen calles y avenidas en un punto de crispación? Allá, acercándose, el pregón retador: «¡El pueblo unido jamás será vencido! ¡Este puño sí se ve! ¡Exigimos!» El uniformado suspira, menea la testa.

«Los únicos responsables son los pastores de tales rebaños. ¿Reducir a esos voraces chantajistas? Cómo, si sólo se le están pagando facturas. ¿No ha sido él, no han sido sus predecesores, los que se apoyaron en la fuerza de tales logreros para ascender en el aparato administrativo, y ahora mamar de las buscas los taxis tolerados y el ambulantaje? El rostro de la autoridad policíaca, la viva muestra de la exasperación, de la rabia contenida. Y repito: qué hacer.

El uniformado mira acercarse, vociferante, la marcha de Panteras y pancho-villas, y por acá los vendedores ambulantes, y en todos los rumbos esos peritos de la provocación que de eso viven y medran: las hordas de una apodada Antorcha popular. El corazón palpitante de la ciudad, jadeo y taquicardia, se tapona con el consabido plantón de costumbre, siempre puntual. «Ah, si los que azuzan la estampida de aturdidos no nos estuvieran cobrando, a chantajes, la respectiva factura. Lo que podría yo hacer con uno de esos». Fue entonces. Golpecillos en la puerta.

– Mi jefe, con esa novedad: uno de los responsables del desmadre.

Ahí, frente a él, atado de manos, el alborotador de multitudes miraba al frente, como a lo lejos. «¿Y éste? ¿De dónde salió? No es líder de ambulantes, de taxis tolerados, de paracaidistas de Antorcha popular. «Creo que no nos hemos visto antes, señor licenciado. Es usted del sindicato de catedráticos de la UNAM, ¿o me equivoco?»

– Mi reino no es de este mundo. ¿Que qué? ¿Ahora hasta los locos desestabilizan la ciudad..?

– Así es, mi jefe, y sus consignas bien mafufas: «Hosanna en las alturas», ¿se imagina? Y que «bendito El que viene en nombre del Señor», y mamilas de esas. No, y el cochinero de ramas de palma por toda la calzada de Guadalupe, y un atascadero de alboroteros que impidió a los buenos católicos llegar hasta la basílica. Ya Norberto Rivera exige que a este alborotador se le castigue con todo el peso de la ley, o nos arma una mega-marchita que no se la acaba, mi jefe.

El trato al detenido cambió: «A ver, terrorista, ¿qué tienes qué decir en tu defensa?»
Silencio. El Hombre mira a lo lejos. Impávido. «Mi reino no es de este mundo. Tengo la fuerza de mi Padre, que está en los cielos».

– ¡Ah, carbón, eso quiere decir que eres mucho menos que nada! ¿Y así te atreviste a tomar la calle y desquiciar el tráfico? ¿Sabes en que broncón te metiste? Porque estamos en un estado de derecho, dentro de la ley todo, fuera de la ley nada, y aquí se aplica la ley, caiga quien caiga. O sea que violaste la ley y te cargó la tiznada ¡Cabo Sazafrás, inicíese una primera sesión de calentamiento matinal.

– ¡Ahhhh…chásss! ¡Confiesa carbón, y evítate una nodriza!

– ¡Pero éitele, sésguele, ya me manchó el termo de hemoglobina!

De aquí a la eternidad…

Aquí termina la crónica de mi viaje a Guadalajara, yo que, de insensato, me fui a embarcar por Taesa (o Aero-California, para el caso es lo mismo. Ambas eran funestas, y ambas, son ya cadáveres, casi tan descompuestos como estuvieron en vida). Yo, ante el vetusto aeroplano (bimotor, biplano, fuselaje de tela, remiendos, esclerosis, celulitis), aquel presentimiento. Me percaté, ya dentro del papalote, de la mercancía que voceaba la aeromoza:

– Pídanme por ái la torta, un pancito por ái. Veinte varos. ¿Tráin cambio? (Yo, aquel pensamiento.) Observé la cabina del piloto, conductor, chofer o chafirete, cabina que en todo lo alto y entre colguijes de papel picado exhibía aquella hornacina y un zapato de chamaco. Me la persigné en dirección del altarcillo, y a los pasajeros, tan azorados como yo:

– A encomendarnos a San Martincito de Porres. Más nos vale.

– Cuál Martincito, cuál Porres (Ja de kaki), ¿pos qué no le ve las facciones? Es San Mamés.

– ¿Un Mames negro? No Mames.

– Sí Mames. Negro, pero de hollín. El tubo del mofle lo pasó a tiznar. Y tan milagroso. A mí ya me concedió un chorro de milagritos desde hace vario tiempo- Se santiguó.

4:35 p.m., 9 horas de retraso: Arrancar. En la cabina, el piloto: «Uchale, la madre esta no arranca. ¡Ya le volaron la batería!» Y órale, a tumbarle al suya al biplano de junto. Hora y media más tarde se inició el arranque. Uno de los mecánicos: «¡Bombiéle, metáselo hasta el ful, el fierro!» La hélice izquierda dos, tres giros. Tufo a quemado. «¡Písele a la marcha! ¡A ver, ésos, un arrempujón…!» Los tres de overol se acomidieron. El aeroplano, pista abajo.

– ¡Aproveche la bajadita y sáquele el cloch! ¡Bombiéle tractolina! ¡No tanta, que ya lo hogó! A ver, va de nuez. ¡A la de guan, a la de tú, y a la de…!

– ¡No le siga bombiando, que ya ta chorriándose el combustible, y con lo caro, digo-.!

– Calma, mis muchachones, no es tractolina. Es aquí el machetero, o sea el copiloto, que se está haciendo una necesidad ¡?rale, ya casito, ya tosió..!

– ¡Ese Chicaspatas, no se vaya colgando del ala, pújele! ¡Cuidao con el jet que va aterrizando! ¿Se fijaron? ¡Me pasó rozando, el carbón; ¡Hasta la cachucha me voló, el méndigo..!

– El piloto le aventó una de a madre, ¿vistes su brazo? Ni aguanta nada.

– ¡Eitale, ya nos salimos de la pista! ¡Cuidao con esos matorrales, que se le va a acabar de fregar la alineación! Onde que una llanta ya está bien lisa, y la otra trai guarachi y está vulcanizada. Anda medio desinfladona…

En eso, el grito de mujer: «¡Mis pantaletas…!»

– ¡Tzíngale, ya invadimos propiedad privada! Una ciudá ora sí que perdida ¡Cuidao con el policía, Macareno, me refiero al chucho policía!

– ¡Mi refajo mamey, en la hélice! ¡Y acabado de lavar..!

– ¡Señito, su guaguá, llámelo, qué chinche mordidón en la nacha izquierda! ¿Estará vacunado, oiga?

Yo, ojos remachados, de rodillas al pie del asiento. De rodillas los demás, iniciamos un triduo a Santa Rita de Casia la abogada de imposibles. Cantamos un Alabado y lo ligamos con el rosario (misterios dolorosos) a San Mamés, que parecía estar en la discoteca Así nomás, miren, balanceándose, balanceándose. De repente aquel grito, que cimbró el fuselaje:

– ¡Milagro, Taesa madre volando! ¡Y es Aero-California.!

Milagro, sí. Tres horas más tarde: ¡tierra a la vista! Pavimento, más bien. La viejecita de blanco bajó a gatas del aeroplano, se culimpinó y besó tierra Asfalto. En pleno charco de aceite No lejos, uno de los empleados del aeropuerto, santiguándose:

– ¡Papas polacos, Su Santidad redivivo, y en Guadalajara, pues!

– Pos sí pues, ¿pero Juan Pablo de chongo y chalina tú?

Yo, en los brazos de la flaquilla del uniforme kaki, me vacié. Del estómago. Pánico galopante

– Es que usté nomás no aguanta nada A ver, guacarié en este periódico.

Rápido de reflejos, alcancé a leer «Taesa podría volver a operar en enero». Válgame El espasmo, una vez más, y la arcada, y…

– ¡Sésguele, cochino! ¿Pues qué cenó anochi, oiga.?

10:48 de algún otro día del cual perdí la noción Evacuar. Evacué todo el aeroplano. Tiempo después, piloto y machetero entibándome de las arcas, logré descender del aeroplano. Lacio, agónico, desmadejado, vacía-Mis valedores: albricias. Taesa y Aero-California ya se desplomaron. En picada ¿Pero Aviancsa y congéneres? ¡Esas siguen volando, mucho cuidado! (En fin.)

Infernal…

Inicié el viernes pasado la crónica de los incidentes más significativos, los más mortificantes, de cierto vuelo que llevé a cabo hace tiempo ¡por Aero-California, imagínense!, hasta la ciudad de Guadalajara, donde me proponía pasar unos buenos días con la buena gente de mi querencia. Mi madre entrañable, al conocer la noticia de mi inminente llegada, con el 80 por ciento de la parentela se remontó a la sierra de Tlaltenango, y hasta no estar segura de que yo había regresado al DF, con todos ellos permaneció encuevada en algún refugio serrano. Mi madrecita, tan querendona. La bitácora del vuelo:

Con un retraso de apenas 8 horas, ¡al abordaje! Al trote corto y rienda recogida inicio la maniobra de abordar, ¿pero abordar? ¿Dónde, cuál? La esmirriadita de uniforme color kaki, que por lo viejo y percudido ya había convertido la «i» de kaki en «a», por el walkie-talkie rumbo a algún rumbo indeterminado: «¡Aló, aquí, sala de espera! ¡Soy yo, Bobadilla! ¿Los trepo..?»

Y por si mi experiencia pudiese aprovechar a alguno de ustedes para estas vacaciones de Semana Santa, tal como el México católico al 85 por ciento conmemora el drama inconmensurable de la pasión y muerte del Justo, que es en calzones de baño, va aquí una a modo de bitácora del vuelo de marras, que anudo donde lo corté el viernes, precisamente a las 3:16 p.m., hora del día en que el vuelo estaba programado para las 7:35 am. Es
México. La esmirriadilla aeromoza que nos había pastoreado gritó por el walkie-talkie:

– ¡Ya tengo aquí entorilados en fila india a los indios estos! ¿Ya Taesa madre lista pa’l abordaje en la nave de Aero-California, Bobadilla?

Ya taba, y a abordar no el avión, sino apenas el aerocamión que nos llevaría hasta nuestro jet Algo no me acabó de agradar del tal aerocamión de Aero-California ¿Que fuese de redilas? O el letrero de sus costados: «Forrajes La Serranita, servicio particular» Fue así como a puros pujidos y resoplidos trepamos las petacas (estas y aquéllas). Yo, con la punta del pie exploré entre la paja del piso, no fuese a pisar una de marrano, de cristiano o de ateo; apestan igual. Me pepené del fierro (del travesaño) y allá vamos rumbo al jacalón que se avizoraba en la distancia, solo y su alma. Yo, aquella corazonada Disimuladamente, como si me la rascara, me la persigné: «Santo Señor». Y pensé en Chalina, en el Cristo de mi cabecera, en el cristo Negro, no era hora de discriminar. La saliva, amargándose…

4:59 p.m. Abordar. Arrumbados dentro del jacalón y bajo sudario de polvo, siete cadáveres de aeroplanos que cuántas hazañas pudiesen contar de las dos guerras mundiales: bimotores, biplanos, aires de vetustez, tufo a cadaverina Anhelantes, mis niñas (las de mis ojos) escudriñaban los alrededores: ¿y el soberbio de cuatro turbinas? Cuatro de cachucha y overol venían empujando el aeroplano aquel, artritis, osteoporosis y celulitis. Fuselaje de tela De sus remiendos, uno reciente. Entre brochazos de goma laca el letrero tricolor del cacho de pancarta «Dale un Madrazo al dedaz…», y más abajo, de crayón rojo: «Te amo, Chiquis», y «Puto yo». Válgame. La flaquita del kaki: «Viene, viene, cargándose a su derecha Tantito, dije, más a la derecha y van a dar a Opus Dei. Ora sí, como viene, rumbo al matorral. Ahí nomás, frénense». (Y a nosotros, los «señores pasajeros»): «Entrando pa’ dentro de la unidá de vuelo. En orden y sin arrempujarse, que pa todos hay».

Entrando pa’ dentro, mis valedores (¿un mal augurio?) aquello asqueroso vínome a recibir y se me enredó en los mostachos. ¡Telaraña jijadiún! De un manotazo me la arranqué para que una capulina más panzona y chocante que la de don Viruta se escurriera por una abertura del fuselaje

– Señores pasajes, favor de ocupar sus asientos, plis.

Me acomodé en el 13. El vecino de junto, jurguneando soleras y alambres sueltos, me observó con ojos cabreados:

– Bueno, ¿y ora usted? ¿Qué no pagamos el mismo precio por el boleto? Su asiento sí es reclinable. ¿Qué palanca accionó, digo?

Yo, en posición horizontal, como en una camilla rumbo al quirófano: «Es que a mi respaldo le faltan los tornillos de sujeción. ¡Aeromoza!»

¿Por qué el exabrupto? ¿Por qué fue a quejarse con el piloto, que chorreaba de una aceitera para hacer más dúctil el timón? Yo, cuando pedí a la aeromoza que me lo enderezara, me refería por supuesto, al respaldo. Y de pronto: ¡Jesús!, el grito de espanto: «Yaaaay! ¡Allá, ratas en el aeroplano!»

La peluda, una carrera de crack driblando, filtrándose, eludiendo piernas contrarias, marcó su golecito. ¿O fue touchdown? La de kaki: «Son del hangar. Mansitas. Se meten por los abujeros del fuselaje. A mí ya me ruñeron dos que tres pantis y me dieron baje con varias tortas ahogadas. A ver, señores pasajeros, pídanmelas por ai.» Las tortas. Yo… (Mañana, el final.)

¿Ya Taesa madre…?

Ya Taesa primero, y Aero-California después, que las dos se habían convertido en enemigas públicas del pasajero; de mí, por ejemplo, que tuve la mala fortuna de experimentar la agonía y el éxtasis encerrado en los ataúdes volantes de las dos empresas hoy, por suerte para los usuarios, ya fuera de circulación. Y aquí la pregunta de rigor en casos como este: ¿no que no, mis valedores? ¿Conque era exageración mía la denuncia que les di a conocer hace año y medio aquí mismo sobre mi terrorífica experiencia de volar en un papalote de Taesa o Aero-California, lo mismo da? Hoy, por fin, han aplastado tales cucarachas, y aún andan por ahí algunas más, que producen noticias como esta del 2 de enero de 2005.

Aviacsa extravió a una menor. Ella debió viajar a Tuxtia. La olvidaron en el Aeropuerto del D.F. Un empleado negó el acceso a familiares a la sala de espera. Los pinches gringos nos lo prohiben, dijo. (Tal cual).

Yo, por aquellos tiempos, me vi precisado a habilitarme de kamikaze y jugar a la ruleta rusa, quiero decir: a treparme en un papalote de Taesa o Aero-California, para el caso da igual. Me acuerdo y aún se me enchinan. Pero los viajes ilustran, jura el lugar común.

A mí, que a mi edad tan inocente permanecía sobre los peligros que en este país representa volar en alguna aerolínea de matrícula nacional, un viajecillo de aquí a Guadalajara 50 minutos de duración, bastóme para abrírmelos en relación al problema, me refiero a los ojos. Ya de vuelta a mi depto. de Cádiz mediante guajolotero autobús que en día y medio me regresó de Guadalajara a esta mi amadísima ciudad de todas mis crisis, apenas pisé la Central Camionera me culimpiné, besé el pavimento, me alcé y me limpié la boca (peatones, tan cochinos) y de inmediato me fui y me puse a bailar hasta desahogarme, bañado en sudor.

¿Que qué? Vejete chirrisco, desarreglado carcamal, ¿a su edad es amante de orgías, francachelas y otras chelas, de las chelas que se toman y de las Chelas que se dejan de tomar? Momento, no escandalizarse imaginándome desfiguros y regazón de polilla en la discoteca. Fui a bailar, ciertamente, pero a Chalina para bailoteando agradecer al Santo Señor que me permitió nacer por segunda vez; reencarnar, como si dijéramos, lástima que vine a reencarnar en el mismo pseudo-neo-co-munistoide de siempre. Mis valedores.

Repuesto ya del espanto a bombazos de tila, cuasia, valeriana, borraja, cuachalalá y gordolobo para que agarre sabor, en la paz del espíritu y en la paz de mi cuarto de trabajo (la cantata de Bach a media voz) he acopiado el valor y el ánimo para en mi mente rumiar los incidentes del vuelo y aportar la crónica respectiva para que Taesa o Aero-California nunca más en el cielo de México. Aquí, la bitácora:

4:27 am. El vuelo de referencia, lo juraba el boleto afianzado en mi diestra, estaba programado para las 7:35 am. Yo, a mi edad primerizo en tantos asuntos de la humana condición, lo soy también en la práctica del vuelo en líneas aéreas, por lo que había proyectado dormir en la sala de espera del aeropuerto, no fuera a ser que perdiese el avión. Los vecinos de Cádiz me persuadieron de renunciar al intento; que si reglamentos, que si prohibiciones, que la nica, qué pena, y que ni dónde calentar mi bolsa de agua para los pies, lástima. Desistí de mi intento, desarrollé cobija, colchoneta y pijama (la de lujo, franela guinda, cocolitos fiusha y corazoncillos magenta) y puse mis tres despertadores para las tres de la mañana Y a esperar, y qué noche larguísima, yo en vela y en los labios las palabras de Job, a la medida de los viajeros novatos y los enfermos desahuciados que aguardan, con las primeras luces, una leve claridad de consuelo:

«Y mide mi corazón la noche». Y el alba, que se hacía esperar…

Los despertadores vomitaron su estridente clamor y a su sonido trepidó mi corazón, y una hora más tarde ahí me tienen ustedes, mi boleto aferrado en la diestra, pajareando frente al pizarrón que indicaba la salida de vuelos, yo preguntando a todo el que iba pasando. Novatón que no fuera. Y a mi edad…

Y así me dieron las siete, y así me dieron las siete con treinta y cinco, y así me dieron el ultimátum de que con una fregada, ya, que me mantuviese quieto en mi asiento de la sala de espera, que con tal de quitarme de encima, ellos mismos, los de «Information» (estamos en México) irían a avisarme a qué horas debería abordar el avión, pero que ya les permitiera liberarse de mí y seguir con su labor de «information», es México.

De repente, entre estática e intermitencias, el sonido:

«¡Your atention, please! ¡Passenge… flay to Guad…jara..!»

Y que abordar por la puerta número quién sabe cuál. Yo, una.. (Una, el lunes.)

La moderna esclavitud…

Y cuando yo trato de exigir mis derechos, me responden: ¿cuáles derechos? Tú eres sólo la sirvienta, la muchacha, la gata…

Los grupos humanos más vulnerables, mis valedores. Hoy todos nosotros nos horrorizamos ante el espectáculo demencial de los niños que el genocidio de Bush y los de su condición despedazan en tierras de Iraq: manos, brazos, piernas, ojos, mutilación y carnicería Pues sí, pero no por ello olvidar que aquí mismo, en la casa común, la sañuda violencia se ensaña contra los seres más vulnerables entre los desprotegidos: los niños de la calle, los niños carretilleros de la Central de Abasto, las mujeres del reclusorio, las muertas de Ciudad Juárez, la trabajadora doméstica Lóbrego.

Porque en este país las víctimas de esa humana servidumbre ya han alcanzado los dos millones de empleadas del hogar, y por más que devaluado, su trabajo representa el 11 por ciento del producto interno bruto de nuestro país. Estas modernas esclavas tienen que cumplir, por salarios de hambre, jornadas de labor de entre 14 y 16 horas, recibir un trato despectivo por parte de sus patrones, y seguir siendo, para la sociedad, la «sirvienta», la «criada», la «muchacha», la ‘gata.» Y a decir de voceras del Colectivo Atabal:

– Antes, en las labores domésticas se empleaban mujeres que ni siquiera habían terminado la primaria Desde hace cuatro años, porque no encuentran trabajo menor, se contratan mujeres con el bachillerato ya terminado.

Y que aun cuando libran una lucha constante por mejorar sus condiciones laborales, estos dos millones de esclavas son víctimas de explotación, discriminación y toda suerte de abusos y hostigamiento sexual, porque, como se jactan los patroncitos

¡Para carne buena y barata – la de la gata !

Abyecto. Y lo deplorable, mis valedores: apenas el jueves pasado, 30 de marzo, se celebró el Día Internacional de las Trabajadoras del Hogar, ¿y? ¿Alguna de las patroncitas, alguno de quienes emplean en su hogar a estas «muchachas», cobró conciencia de semejante celebración? ¿No pasó inadvertida, o casi? Esclava moderna, la trabajadora del hogar, y a propósito: por que calculemos el trecho que en respecto a los derechos de las trabajadoras del hogar hemos podido avanzar desde la esclava de la Grecia antigua hasta hoy, 25 siglos más tarde, aquí les aporto un retazo de una obra teatral procedente de la Grecia antigua y un par de poemas de autores contemporáneos. Lean:

Corito: – Siéntate, Metro. ¡Y tú, levántate y acerca un asiento a la señora! Todo tengo que ordenártelo yo, porque tú, infeliz, no eres capaz de hacer nada por ti misma Eres en esta casa no una esclava sino una piedra Pero cuando te mides tu ración de harina, bien que cuentas los granos, y si cae un tanto así, el día entero estás rezongando y bufando, que ni las paredes te aguantan…

Sí, ahora ahí lo estás frotando y sacándole brillo; buena hora es, bríbona Bendice a esta señora, que si no fuera por ella ya te estaría dando de palos.

Metro.- Querida Corito, a mí también me tienes sufriendo este yugo; también a mí me hacen temblar de rabia y día y noche ando ladrando como perro tras estas malditas. Pero lo que me hizo venir a verte…

Corito: – ¡Largo de aquí, imbéciles! ¡Son ustedes todas oídos y lengua, y en lo demás, pura pereza.!

(Y aquí entre nos, pero que nadie nos oiga ni lea por encima del hombro: ¿saben ustedes qué asunto llevó a la visitante hasta la casa de Corito? Indagar acerca del fabricante de cierto adminículo consolador de mujeres solitarias, que por aquel entonces era confeccionado por manos del zapatero. Bueno, sí, pero en torno de estos artefactos, ssh…)

En fin. Desde la esclava hasta la «muchacha», mis valedores, ¿habremos evolucionado en 25 siglos? ¿Cuánto? Vale aquí un par de expresiones que intentan exaltar a la trabajadora del hogar. La primera, del poeta Jaime Sabines:

«Con la flor del domingo ensartada en el pelo, pasean en la alameda antigua. La ropa limpia, el baño reciente, peinadas y planchadas, caminan, por entre los niños y los globos, y charlan y hacen amistades, y hasta escuchan la música que en el quiosco de la Alameda Santa María reúne a los sobrevivientes de la semana (…) Las garitas (sic), las criadas, las muchachas de la servidumbre contemporánea, se conforman con esto. En tanto llegan a la prostitución…»

Válgame Esto, mejor del poeta sudamericano:

«Mi hermosa criada de altos pómulos como cálices rojos – está frente a mi y el humo que nace del café (…) Mi hermosa criada pálida como un escualo, – se continúa con sus luminosas espinas rosas en el pan (…) Mi hermosa criada de brazos redondos y complejos – se desvanece en la niebla perpetua».

Ella y su servidumbre. Ella sí, la ‘gata». Abyecto. (En fin.)

Soy indestructible…

Que ayer tarde visité un tal «Museo del horror» extraviado en alguna calleja cerrada del barrio bajo, decía a ustedes ayer. Que con un tal Virgilio de guía recorrí un corredor apestoso a moho, formol, orines de rata y humana entrepierna, donde observé las figuras de cera de los monstruos consabidos: Drácula, Rasputín, Frankenstein. Que al manifestar mi desilusión por la poca originalidad del catálogo de engendros, el guía me explicó que se trataba de templar los nervios para luego enfrentar la segunda sección del «Museo del horror». Mira, mira, pensé con sorna, pero cuando bajé al horror vivo…

Ahí, contorsionándose por milagro del cristal hecho en México, una cara de perro bulldog: Rubén Figueroa, asesino intelectual de 17 campesinos. Un mantecoso Roberto Albores, asesino intelectual de 45 cadáveres en Acteal, y un horroroso «gober precioso» con dos botellas de coñac y dos niñas a las que les estaba… «No deberían estar en estas vitrinas sino en el Penal de la Palma», dije a don Virgilio, y él: «Por ahí. Siga ese recoveco, y prepárese». Me preparé. Respiré hondo. Aún estaba a tiempo debí recular, pero lástima..

Ahí, frente a mis narices y en jaulas contiguas, befándome con sus visajes, un jovencillo cara de luna y un anteojudo, los dos estrenando Ley de Radio y Televisión. «¿No te gustó, güey?», parecían decirme
Haciéndome el disimulado me acerqué a la jaula de junto, y ándenle el aletazo del estremecimiento frente a la ceja alacranada del monigote que fue monigote de Salinas, monigote que fue de Córdoba Montoya, monigote que sigue siendo de Washington, y horror junto a la jaula del de la ceja arriscada, ¿quien creen? El monstruín malparido, chaparrín malforjado, cascorvo, orejón, pelochas, rasgos como desbastados a hachazos por un sicópata borracho. Tras el cristal, sus ojillos apicarados mirábanme burbujeantes de sorna, y su cara de humanoide me recibió con tics y visajes, como diciendo: «Me ves y sufres, compatriota.»

Ante el usurpador de Los Pinos que a los mexicanos nos vino a dar en toda nuestra mothernización, me encendí de iracundia y entre buches de bilis negra- «Minga a tu chadre! Tú tienes la culpa a ti se te cayó el sistema pero a mí me cayó todo tu modelo neoliberal y la privación de unas paraestatales que representaban los bienes de la nación, bienes de los mexicanos, y con los que beneficiaste a tus amos del Nuevo Orden Mundial. Y todavía andas de Maquiavelo en la grilla política moviendo el pandero y la manivela del juego, jijo de toda tu…!» Me le fui encima y el escupitajo y el empellón.

– ?itale gargajos no, y ni se canse. Del país, pero el vidrio es irrompible, y en previsión de ataques de los visitantes el gerente mandó reforzarlo. El está en esa jaula mírelo.

– Achis, ¿el gerente? Apoco también él es un monstruo de cera.

Que él es de madera Cuál cedro, cual palosanto, cuál palo de rosa «Madera de la más corriente, por más que nos sale carísima De los pinos viles, nomás imagínese ¿Pero qué, se tantea con anginas bastantes como para seguir la visita a nuestro Museo del horror? ¿Quiere desahogarse con los inquilinos de la siguiente galería de jaulas? Yo podría si usted no se diera por mal servido, en fin, abrir unos minutos las jaulas del Museo del Horror.» Horror, Ave María Una vez que descendimos a la., verno, o más bien al fondo del galerón, mama mía o más bien mama de ellos: la mama y sus engendrines, del tamaño natural, en mis pupilas claveteaban las suyas, unas canicas de vidrio. Me estremecí de asco, de repulsión, de iracundia Me situé frente a la puerta de toriles, y como para recibir a porta gayola y matar recibiendo al primero de la noche, eché mano a la cintura y cartera saqué:

– ¡Abra esas jaulas! ¡Todas! ¡La de los Bribiesca la de los Sahagún! ¡La de ella al final! ¡Vamos, México! ¡A ver, la del Manolo, en primer lugar!

Entré a la jaula y en derechura «¡Gordo infecto, seboso, mantecón, con que cebándote en los dineros de un pueblo pobre y empobrecido por corruptos de tu calibre hijo de toda tu..!» Trompón, patadón, caballazo, pero tíznale más tardaba en derribarlo que él en ponerse de pie «¡Muérete junto con toda tu parentela de sinvergüenzas!» Y el golpazo, y el monigote que cae al piso, y el monigote que se vuelve a levantar. Yo jadeaba y el sudor.

– Ni se canse, joven. ¿No ve el artilugio que tiene bajo los zapatos?

Achis, una media esfera de hierro. «A toda la familia de los Bribiesca Sahagún, y a la honorable familia Montiel, y a Madrazo, y al «Gober precioso», el gerente ordenó, y la Suprema Corta la Secretaría de la Función Pública la PGR y comisiones anexas, colocaron esa media bola de fierro bajo las patas de sus corruptos. Ustedes, los agraviados, los tiran, y la base de fierro los levanta y los vuelve a levantar. A ver, preste sus manitas. Mire nomás la de raspones. Hay que dominar ese temperamento, joven». Joven,me dijo. (Dios se lo pague)

Museo del horror

Los accesos de rabia, mis valedores. ¿A alguno de ustedes, por estos días, no les ha atacado alguno de esos repentinos ataques de un furor extremo, que los fuerzan a morder, patalear y destruir todo lo que encuentren al alcance de su furor? A Diego el barbón, por ejemplo, o a Emilio Gamboa, promotores del tajarrazo del pasado «jueves negro», con la reforma a la Ley de Radio y Televisión. Ah, pues uno de tales ataques me cimbró ayer, y no fue por culpa de los 81 senadores de la República que reformaron la Ley susodicha, sino a otros horrores. Del escenario de mi intemperancia me arrojaron a empellones. A rastras. Denigrante. Y qué hacer, si no pude contenerme. Pero sí, voy a barajárselas más despacio.

Fue ayer tarde, ya al pardear, a esa hora indecisa en que se oscurece la claridad, o la sombra no alcanza el tinte de tenebra. Una hora que me parece muy a propósito para el ejercicio del miedo, del horror, de lo que exhala aliento vaporoso de ultratumba En fin.

A esa hora de entre dos luces deambulaba yo por callejas de algún arrabal sombrío, tachonado de funerarias y zocos de antigüedades, horóscopos, amuletos del buen humor, conjuros contra la mala fortuna y avisos de sospechosos facultativos que curan toda clase de enfermedades venéreas, aparte del sida, leucemia y demás versiones del cáncer. Yo, novelero que soy, íba bebiéndome el paisaje de cenicientas casas y arbolillos a medio marchitar, piqueras con boca llagada de teporochos y unos muros cuyos grafitos resultan códices del alma barriobajera. Yo, al caminar, leía: «Warriors», «Alex, te amo». «Puto el que lea». Hice como que no había leído (ustedes hagan lo mismo), y a seguir mi recorrido por el entrañable arrabal. De repente, mis valedores…

De repente, en el frontispicio de aquel jacalón, en letras de color magenta y estilo barroco tardío: «Museo del horror». Ájale. Mi primer impulso: pegar el reculón, reculón que no fuera. Pero ándenle, que se impuso mi vocación, mi segunda naturaleza de novelero, y cómo iba a resistir la tentación. Disimuladamente me la persigné, no fuera a ser el Diablo, y vámonos a sacar boleto. Para ello tuve que despertar a la vejancona que, en la taquilla, babeaba su tejido color de rosa, rosa mexicano. Boleto en mano penetré en el horror. Y aquel escalofrío…
Y así fue, mis valedores: de entrada, a recibirme vino el tufo aquel a formol y cadaverina, que arropaba aquellas figuras de cera, yeso, cartón y madera. De repente válgame, que siento el toque en mi hombro, y que alzo la mano y percibo una mano como tejuela de hielo: «Virgilio, para servirle. Soy su guía, sígame».

Virgilio. Alto, flaco, pomuloso su rostro, y amojamado; de garfio la nariz. Yo, ¿por qué aquella flojedad en las corvas? Lo seguí, lo tuve que seguir, y de repente, a veinte centímetros de mis niñas -las de mis ojos-, unos ojos amarillentos, unas fauces abiertas, pelos, garras. Reculé.

– El hombre lobo -un índice sarmentoso lo señalaba Y siguió la visita guiada por un pasillo en penumbra. A ambos lados, vitrinas con foquillos de 60 watts que iluminaban a los consabidos. Nerón, Barba Azul, Frankenstein. Avanzamos, y el tufo a humedad, a carcoma, a orines de rata, a pudrición. Durante un tiempo que en el «Museo del horror» pareció congelarse, Virgilio me guió entre vitrinas en las que me hacían guiños Landrú, Rasputín, Calígula, y al pie, sus víctimas, gestos cambiantes, gestos sobreactuados. ¿Que eso no puede ser? ¿No, cuando el cristal era de fabricación nacional? Ahí un Jack el Destripador difuminado en una niebla no londinense, sino de polvo, telarañas, abandono, decrepitud. Un soterrado rumor que tomé por melopea de armonio desafinado: alguna fuga de gas, de agua, algún chiflón de viento en alguna lumbrera, a saber. Mis pupilas en las congeladas de Drácula y el estremecimiento en la nuca, ñañara de ultratumba. El sacón, el manotazo. Virgilio me destraba algo del cogote:

– Una viruta, cálmese Quiero decir: una capulina. ¿No le picó..?

Dije, impaciente: «Oiga, estos son los monstruos de cualquier museo de barriada. ¿No tiene algo más novedoso? A Caletri, al Mochaorejas…

Cavernosa, su voz: «Esta sección del museo tiene por objeto templar los nervios del visitante. ¿Ya se siente preparado para la segunda sección…?»

Mis valedores: ¿por qué no reculé, por qué no abandoné la visita y el jacalón, por qué no gané la calle? ¿Por qué fui a experimentar la vergüenza, el bochorno, la ira impotente ante aquel abyecto catálogo de malparidos engendros del mal? Seguí a Virgilio hasta el siguiente galerón Tufo a naftalina. «Aquí, nuestra segunda sección». La vi, la examiné, y de repente:

– ¡Oiga, estos monstruos yo los conozco! (La identidad de los tales, mañana.)

Jueves renegrido

Para integrar a clases antagónicas en un sistema económico donde unos mandan y otros obedecen, es preciso que quienes detentan el poder político y económico traten de maquillarlo de «democracia» mediante campañas de propaganda para conseguir el consenso de las masas. De esta manera puede ser ocultada la crisis de un sistema económico y político contradictorio, con tal de que los medios de condicionamiento de esas masas lo adulteren «ante un pueblo desinformado» que no sabe a donde va ni lo que le depara un futuro incierto…

Tal afirma el estudioso del tema, y que los concesionarios de radio y televisión necesitan monopolizar las ideas, las noticias y la cultura, para que las masas acepten pasivamente su condición y otorguen su consenso, por desinformación a los partidos políticos que se turnan en el poder. Elocuente.

Y es debido a ese duopolio de la televisión manipuladora de masas, Televisa y TV Azteca, por lo que todos los valores de esta nuestra comunidad son trastocados, y todas las palabras vaciadas de su significado original para ponerlas al servicio de ideologías de dominación del Sistema de poder sobre esas masas desposeídas, enajenadas sañudamente por una industria del cinescopio que está al servicio de ese «Sistema» del que forma parte fundamental. Mis valedores:

Aturdido todavía por el mazazo, por ese marrazo, no por anunciado menos doledor que a mí, a ti, a todo el paisanaje de este país cada vez más ajeno acaban de asestar los Senadores con una reforma a la Ley de Radio y Televisión servilmente cortada a la medida tanto de Televisa como de TV Azteca, aquí aporto un somero esbozo de retrato hablado de la «industria de los medios», con lo que podremos tantear el tamaño de los perjuicios que el cinescopio causa en unas masas sin conciencia de los tamaños de su enemigo histórico. Lo afirman estudiosos diversos:

En tanto instrumentos, los medios de comunicación no jugarán otro papel que el que quieran asignarles sus dueños. Así, podrán ser instrumentos de cultura o instrumentos de incultura; medios de dominio o medios de liberación; elementos para unir a un pueblo o para desorganizarlo; para enaltecerlo o para hundirlo. Es la propiedad sobre el medio de comunicación la que determina al servicio de quienes ésta se coloca, a favor de qué causa, de qué valores, de qué clase social.

Seleccionando las noticias que apoyan su propia política y omitiendo otras, o dando importancia a los sucesos y aspectos de los asuntos que siguen su tendencia a ser preferidos entre todos, en casos extremos, los «medios» producen entre las masas una impresión totalmente alejada de la verdad, lo cual puede hacerse dentro de la exactitud más minuciosa para reproducir los hechos. El papel político del periodismo queda de manifiesto si analizamos la realidad objetiva: no existe la información por la información. Se informa para orientar en un determinado sentido a las diversas clases y capas de la sociedad, y con el propósito de que esa orientación llegue a expresarse en acciones determinadas, es decir: se informa para dirigir. En ese sentido, el mimetismo de periodismo y política llega a ser total…

En México, como en todo el mundo, la prensa tiene un doble carácter: industria y comercio. Una industria y un comercio tan costosos que su creación exige recursos económicos fuera del alcance del periodista. No hay uno, ni un grupo de periodistas, que sean los dueños de la industria, impresa o electrónica; de existir, su sobrevivencia dependería, a su vez, del Sistema. El periodista no es más que un asalariado al servicio del dueño del diario, la estación de radios o la de televisión, una industria con intereses comerciales.

El grueso de las ganancias de los «medios» no provienen de la «venta de noticias», sino de las ventas de espacios para la publicidad a las otras empresas del capitalismo, principalmente el gobierno. Ellos le darán o negarán la subvención mediante publicidad y otras concesiones, en la medida en que el periódico, la radio o la televisión defiendan, claro, sus intereses. Así, en función del negocio económico, el dueño del diario, la radio o la televisión, lo abrirá a privilegiar el interés de los patrocinadores, en contra de las masas, y las va a atiborrar de crimen, sexo, deportes, telenovelas, escándalos de las «estrellas» del espectáculo y todo lo que alimenta al televidente del ombligo hacia abajo. Tal es la subcultura de la industria del periodismo…

Las potencias del poder económico intervienen en la «industria de la información» para controlar con ella la conciencia popular para dirigirla política e ideológicamente en el sentido deseado por los industriales, los banqueros, los grandes comerciantes. Sin más. Conque… (Seguiré
con el tema.)

¡Ah, penitentes…!

Y ahora esa punta de penitentes, ¿qué pensarán? ¿Sentirán furia, vergüenza, arrepentimiento por haber permitido, una vez más, que Televisa los manejara vilmente? El incidente ocurrió en 2002. Marta, por aquel entonces segundo lugar de las preferencias de los aturdidos para el sillón de Los Pinos, a lo sorpresivo anunció que renunciaba a sus aspiraciones presidenciales. La incredulidad cimbró a las masas, y a los más radicales los impulsó a la acción inmediata. De ejemplo, los fundamentalistas con los que en mi labor de periodista me encontré en la Calzada de Guadalupe.

Fue un mediodía. Sol, calor, sofocación. Los penitentes, de rodillas. Sangre, sudor y lágrimas. Literal. Le apronté el micro al viejo, mostacho amarillo de nicotina: «¿motivo de la peregrinación?» Y el guerrero águila, gesto agrio y rodillas llagadas: «¡Cuidao con ese güey, don Carmelito, no nos resulte ratero! ¡Que no estorbe a los señores danzantes!»

– No se cisque, es que el Tadeo, cuando hace penitencia hincado y con pencas de nopal entre pecho y intercostales, se pone de fierro malo. ¿Es pa La Oreja la entrevista, o es usté un achichincle de Ventaniando?

Le dije que para METRO, y le pregunté el motivo de su peregrinación.

– Lástima, fuera pa’ López Dóriga, ya de perdida, pero en fin. Sí, mire: los de esta peregrinación sernos penitentes, como penitentes lo son casi todos los mexicanos. ¿Usté no? Desde San Cirindanguillo el de Enmedio traemos danzantes, traemos pólvora, traemos harto mezcal. Calculamos que dentro de cuatro, cinco horas, según lo permitan en el cielo Dios y en la tierra los ambulantes, vamos a estar postrados a los pies de la Morenita, pa implorarle un favor pero que muy especial. ¿No, Tadeo?

– ¡No le dé cuerda ¿No ve que está sacando de hongo al chueco Nabor y lo hace chañar con la chirimía? Todavía la entrevista fuera pa’ Televisa…

– Venemos en peregrinación porque los tenemos muy gruesos, nuestros motivos, y porque vamos a suplicarle a la Morenita un milagro, pero que muy canelón. Por eso mire: venemos pelándonoslas a puros tallones en el asfalto vil, las rodillas. El Tadeo ya viene regándola, la hemoglobina…

– Se aprovechan de su nobleza, don Carmelito. Usté obra de buena fe, si descontamos las veces en que se jamba de tunas, que entonces se tapa y no puede obrar, ¿pero qué no lo cisca la pinta de raterazo que se carga ese güey?

– A eso venemos de rodillas y a sus pies: a implorarle a la Valedora que nos brinde su aucsilio y su protección, y con su manto de estrellas cubra a cierta personita que es toda nuestra esperanza. ¿O tan penitentes seremos como pa permitir que nos deje ora sí que huérfanos..?
– ¡Aguas, güey! ¡El Turicate se anda trompezando con el bigotón, que no lo dejó rematar el pasito del águila azteca con el mudanceo, como Dios manda! ¡Que no venga a estorbar la coriografía de los señores danzantes!

– No haga caso; el Tadeo siempre ha sido de genio medio trabajosón, y ahoy anda que se le pueden tosar habas en el lomo. Calcúlele: su primer día de astinencia después de la manda que prometió a la Morena pa’ que nos haga el milagro: hasta dos semanas completas sin oler el chínguere, pobrín de él. Yo ofrecí toda una semana sin quemarme un solo tabaco, y aquel danzante de sonaja y capa magenta prometió no probar carne humana, o sea la de la Chona, su vieja, el tanto de 3 días con sus nochis. Con sacrificios de este calibre, ¿se nos puede apretar la Morena con sus milagritos? Uno, que pa llegar hasta la Patrona lógremos traspasar esa marabunta en brama del ambulantaje, cosa que vemos de la tiznada, que hasta se nos frunce con sólo pensarlo. Y un segundo milagro: sépase que todos los penitentes venemos a pedir a la Patrona lógremos traspasar esa marabunta en brama del ambulantaje, cosa que vemos de la tiznada, que hasta se nos frunce con sólo pensarlo. Y un segundo milagro: sépase que todos los penitentes venemos a pedir a la Patrona que la patrona de los mexicanos sea Martita. Que no nos vaya a pegar el reculón. ¡Con la señito Marta, su hermano y sus hijos Jorge, Fernando y Manolo, la pura honradez! ¡Con ella la eficiencia y la aptitú! ¡Con Martitta ya la hicimos! ¡Con ella, el cambio! ¡Ella sabe cómo hacerlo! ¡Vamos, México! ¿Usté qué piensa, bigotón? ¿Se lo daría a Martita, su voto?

Silencio. Pensé. Diez, quince segundos. Tragué saliva, pelé los ojos, se la jalé al Tadeo, su penitencia, y luego los abrí, los alcé al cielo, mis brazos.

– ¡Pero éitale, dejamos ai mis pencas de nopal! ¡Cálmese, no se acelere, con el golpazo en el pavimento sus menisquitos se los hizo pinole! ¡Qué desfiguras, no levante los brazos, que ya le chispó la sonaja al guerrero tigre! ¿Ya oyeron el méndigo milagrito que le implora a la Morena?
Uno me alzó, otro me torció los brazos. A media plegaria un paliacate me taponeó la boca: «¡Que los vendedores, Virgencita, impidan a esta bola de penitentes llegar hasta ti! ¡Concédemelo, y aunque me quede chiclán, yo te prometo uno de mis..! Me entró el paliacate. Hasta la epiglotis. Hasta la próstata. (¡Agh!)

¡A quemar al criticón…!

Que antenoche, dije ayer, mis vecinos y yo nos cobramos y pagamos las apuestas que perdimos todos y todos ganamos tocante al destino que correrían corruptos de la alzada de los Bribiesca, Sahagún, Montiel y Madrazo. ¿El menú? Hueva, tinga, olla podrida y pozole (trompa, cabeza, cuentos). Yo, todavía con un cacho de trompa en la trompa, me despedí de los tres contertulios que seguían de sobremesa, y a buscar la querencia de las tablas.

Me acosté a dormir, y por llamar al sueño púseme a examinar el libro de arte que en la cena me obsequió La Lichona (libro de artes marciales hubiera sido, más acorde con el DF). Resultó ser un folleto donde se ilustra reciente exposición de Rodin. A la cama me llevé el folleto, cuando hubiera preferido llevármela a ella, pero «las goza quien las merece, que yo, con verlas descanso». Y ahí estaba, en mi cama, con él en mi mano (el folleto). Lo vi, lo examiné, lo, bostecé, le busqué los desnudos (artísticos). Uno sólo le encontré, pero lástima: de varón. El Pensador de Rodin. Lo examiné: mozo rudo, garrido, musculoso, el puño de la diestra contra el mentón y la mano zurda descansando en el muslo. Bostecé. Estallante el estómago, eructé, dejé rebabas de trompa en la nalga de El Pensador (rebabas de pozole), y entre eructo y eructo se me ocurrió la puntada, y con aire de chunga y por entretener mi mala digestión, le pregunté: «¿En qué piensas, Pensador?»- y otro regüeldo, válgame.

Allá, afuera, como parturienta que se desgaja, la sirena de una ambulancia y el silencio de la noche, que sólo tasajeaban los arrancones de autos en el periférico. Estómago en crisis, tomé a los regüeldos. Por llamar al sueño volví a preguntar: «¿En qué piensas, Pensador?» Y entonces: ¡Virgen de los trascuerdos! ¡Pues qué estaba ocurriendo! ¿Yo, volviéndome loco? Cómo creer a mis sentidos que a la pregunta vi que El Pensador
movía en su asiento, y aquel pujidillo, y: ¡no puede ser! La estatua, en un español tartajoso:

– Pienso en todos ustedes. Cómo no pensar en los mexicanos…

¿Que qué? ¿Qué es lo que oí? ¿Oí bien? ¿Estoy bien de la testa? ¿Fumé? Pero si yo no fumo. ¿Bebí? pero si yo no bebo. ¿Ando chemo, tizo, pasado, cruzado, erizo? Pero si yo ni un mejoralito infantil, menos Prozac u otras porquerías torcedoras de la razón. ¿Efectos de los hongos? Los champiñones de la sopa, ¿hongos alucinógenos traídos directamente de Huautla? ¡Santa María Sabina! Ahogándome dije, ¿o sólo pensé decirlo? «¡Estás hablando, Pensador!» ¿Alucino? ¿Fiebre, delirios? Grité: «¡Auxilio!» ¿O sólo pensé gritar?

– Pienso en cómo los mexicanos logran sobrevivir en la almendra viva de la más desaforada corrupción que defeca sobre ellos el Sistema de poder: Washington, sus gerentes regionales, protectores de los grandes capitales y privatizadores de los bienes comunes, y los cómplices en los partidos políticos que forjaron el Fobaproa y ahora se rinden al terrible duopolio de la TV. Ustedes, masoquistas, ya le hallaron el gusto a respirar la corrupción lucrativa e impune, vivirla, tragarla, alimentarse de ella en un desdichado país que se gobierna no a estadistas, sino a chascarrillos…

– ¡Esos que tanto han lastimado a la sociedad!

– Una sociedad que se vive, de plañidera, en el llanto y el rechinar de dientes, y rechaza admitir que el político no es más que el espejo y la flor de la sociedad que lo parió. ¿Funcionarios impolutos en este México…?

– ¡Auxilio! ¡El Pensador habla como nosotros!

hablo como ustedes, pero ustedes no piensan, como El Pensador. Hablan sin nunca pensar. Por eso es que 103 millones se la viven y mueren zigzagueando, como ebrios, del reniego al autoflagelo y a la autocompasión, y de ahí no pasan porque se resisten a crecer, a madurar, al ejercicio de pensar…

– ¡Habla, y todavía nos forra de cacayacas, auxilio…!

– Pienso cómo es posible que una ciudadanía que se mueve a la divisa: «a mí no me den, pónganme donde hay», y «el que tiene más saliva traga más pinole», aspire a ser gobernada por políticos impolutos. Pienso y no entiendo…

¿Fenómeno paranormal a mí, enemigo de supercherías? «¡El Pensador está hablando y ofende a los mexicanos, vengan a oírlo!» Y me di el levantón de la cama «¡Auxilio!» Y entonces: «Cálmese ya, pobrín, me decía La Lichona, y con sus manos me aprontaba el bebedizo. «Cálmese, lo atacó alguna pesadilla». Me refugié en sus brazos: «¡Señora, que el pensador está hablando!» «Abra su boca y tome un poquito». (Hice un puchero, abrí la boca, tragué, y… ¡auxilio, no era un tecito estomacal sino pozole, y quien me sostenía la testa no era La Lichona, sino la Jana Chantal, travestí). «¿Qué decía de qué pensador?» Di el reculón, me la zafé, y a refugiarme bajo la sábana.

Otro día, muy temprano, en la cocina ardió en llamas El Pensador. ¡Para que aprenda a no hablar mal de los mexicanos, a los que nadie, nunca, ofende a lo impune! (Vale.)

Güeva,tinga,olla podrida…

De noche, cuando me acuesto, le rezo a la Virgen de la Macarena. Me la persigno después, me tiendo en mi catre de soltero, y en posición fetal y chupándome este, miren, el gordo, caigo a dormir el sueño de los justos; de los justos que no padezcan insomnio. Y entonces sí, a perderme en el sueño y sus sueños, que es la forma mejor de encontrarme…

Pero un momento, que lo jura el De la Barca: los sueños, sueños son, cuando ya desde siglos atrás me aturde la voz plañidera y clamorosa de Job, que reclama al Dios que lo ha aniquilado: «Cuando digo: mi cama me consolará, mi cama atenuará mis quejas, entonces me quebrantarás con sueños, y me turbarás con visiones». Eliú lo contradice: «Cuando el sueño cae sobre los hombres, cuando se adormecen sobre el lecho, entonces Dios revela al oído de los hombres, y les señala su consejo…»

Será el sereno, mis valedores, y Dios me la va a perdonar, pero yo entre consejo y consejo divino acostumbro soñar con la fruta prohibida. Sí, La Lichona, desdicha la mía que mía no sea sino de su esposo, el Cosilión, lástima.

La noche de ayer, por ejemplo, que pensando en ella me puse a llamar al sueño, y el sueño andavete. Llamé al sueño y no me oyó, y pues sus puertas me cierra, tomé algo en qué entretener la vigilia, y lo que encontré más a mano fue el folleto que me acababa de obsequiar nada menos que La Lichona Ella, su sonrisa y sus formas ubérrimas. «Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos -te pareces al mundo en tu actitud de entrega». En fin. (¿No los estaré aburriendo? Sigo, pues.)

Entre bostezos empecé a hojear el folleto, y estampa por estampa examiné cada página, pero qué lamentable: en el material gráfico de Rodin, cuya exposición se acaba de llevar a cabo en esta ciudad, ningún desnudo, ni siquiera artístico. Y qué hacer. Bostecé. Pero el estómago pesado. La cena…

Muchos recursos, desde la primera de mis tantas juventudes, he venido aplicando para convocar al sueño, vehículo de mis sueños. Forma y estilo de semejante convocatoria se van mudando a tenor de mis sucesivos tiempos vitales. Cuando mi primera juventud, me acuerdo: ya para acostarme levantaba el jergón y ándenle: aquel altero de revistas («Vea»), y en su interior la varias postales que yo iba coleccionando: que si Sumuikey, que si Tongolele, la Xtabay o la Kalantán. De sólo verlas despierto pasaba, dormido, a tenerlas conmigo, anuentes y complacientes. Qué tiempos.

Me vino una segunda juventud, y a la hora del sueño alzar la colchoneta y contemplar aquellas fotos de hoteles, moteles y similares, y a comparar precios con todo y descuentos, y calcular mis posibilidades y rogarle a la Virgen de la Macarena que ella me quiera, virgencita, y que no se desnivele del todo mi presupuesto. Pero total, un préstamo con algún amigo…

Ahora pronto, en mi más reciente juventud, he dejado los folletos de escuelas, colegios y guarderías que solía analizar antes de dormirme. Ahorapronto, antes
del sueño, suelo sacar de bajo el colchón estos hermosos folletos de medicinas en sus tres vertientes: las del ramo homeopático, las de la alopatía y la literatura acerca de la medicina alternativa En mi celular, a la mano, los números telefónicos de media docena de farmacias, que van de la de descuento a la de similares. (¿De veras, de veritas no los estoy aburriendo? Conste. Y aquí, la sustancia de lo que quiero comunicarles.)

La de anoche, mis valedores, qué noche: una cena en verdad pantagruélica con todos los contertulios (porque todos, entre todos y para todos, nos pagamos todos las distintas apuestas que entre todos habíamos cruzado durante estos días de borrasca y turbulencias políticas: que esta misma semana cae el «gober precioso», que no pasa de este viernes para que el penal de Barrientes se las abra a Montiel, sus puertas, lo mismo que a la Versini y los hijastros de la francesa, y que apuesto una comida a que es imposible que los Bribiesca y Sahagún sigan libres y en la impunidad una semana más. Comida para todos si para mediados de marzo no tienen que mudarse al penal de La Palma y que una comida de güeva, tinga y olla podrida les apuesto a que todos los bienes raíces que ha acumulado Madrazo, mucho más allá de sus percepciones, van a ser investigados por la Secretaría de la Función Pública, y que yo les apuesto a todos ustedes, y va mi espada en prenda, que…)

Después de cenar, estallante mi estómago, y con él todo el sistema de tripas, duodeno, ciego, tuerto y apéndice, se me arrimó La Lichona (belleza de rostro, y esa su anatomía enfundada en esos sus mallones blancos tres tallas menores a lo que piden, suplican, demandan, exigen sus formas) y me obsequió, con su sonrisa y su modito de mirar, el folleto de Rodin. (Sigo mañana)

«Calderón exaspera a partidarios…»

Tal revela el matutino del pasado viernes: «En Saltillo, enojo y desesperación. De último minuto, Calderón canceló el mitin programado».

– Cuál Saltillo, fue en Guanajuato. Si lo sabré yo, que fui su estratega. Sí, su cerebro político, ¿por qué no iba a poder?

– Porque es usted un hombre de iglesia

– ¿Y un hombre de iglesia no puede involucrarse en la campaña de Felipe Calderón? Mire mi llave de la democracia.

Ahí nos encandiló la credencial de elector, y un aplauso resonó en la tertulia, de la neopanista Maconda, que así festejó la declaración de su primo o concuño con tufos de amante, y sacristán de La Divina Infantita Según la versión del estratega, de no ser por la falta de orientación del candidato de Bush y los grandes capitales, los Legionarios de Cristo y Bribiesca-Sahagún, El Opus Dei, Norberto Rivera y el pri-panista Onésimo, El Yunque y El Vaticano, la fiesta cívica que organizó la Acción Católica hubiese sido un éxito, laus Deo. Por voluntad no quedó, ni por fervor y emoción mística El sacristán:

– Los estrategas le habíamos pedido que no incluyera en su gira aquella remota población para todos desconocida. «Va usted a tener que saludar de mano, y por allá hay mucho mal de pinto, mucha jiricua». Su respuesta, digna de todo un estadista: «Que se le pegue la jiricua un ciudadano, pero no a la democracia». Se la aplaudimos, y a la aventura. Los sinarquistas tanteábamos que Felipe llegara a la plaza de armas a media mañana, para la fiesta popular. Ya para entonces, gracias al Depto. de Asuntos Religiosos, la plaza era una ascua viva: repicar de campanas, pancartas y música, confetis y serpentinas, cornetas y chirimías, pitos y flautas. En el kiosco, los coros de seminaristas se zangoloteaban con la quebradita: Dominí-quenique-nique. El maestro de ceremonias, un reverendo legionario: «¡Carísimos! ¡Nuestro candidato se ha distinguido pro su arraigo al terruño que lo vio nacer…!» Aplaudimos.

Y que una hilera de «trocas» había vomitado la multitud de gorrudos que, cobija búlica al hombre y al pecho el escapulario, aplaudían al engaño del taco, el tlachicotón, la indulgencia plenaria En el templete (telón de fondo monumental, retratos y blanquiazules emblemas como escenografía nazi del Tercer Reich), el delegado apostólico, agentes de los legionarios de Cristo y el Opus Dei, dos que tres Bribiescas y uno que otro Sahagún. El maestro de ceremonias: «¡Buzos todos con ese aplauso espontáneo cuando aparezca nuestro candidato, de gran arraigo popular en su patria chica..!»

– Seis horas después se dio por terminada la magna concentración porque del candidato, ni sus luces. Y cómo, si estaba internado en Urgencias.

– ¿Algún accidente en la carretera?

– Accidente de los otros. Todo iba bien hasta que del DF avistamos las casas de la aldea provinciana El candidato insistió en apearse del BMW blindado porque los paisas lo habían conocido de prángana, no le fueran a reclamar. Una vez a pata, el candidato de fuerte arraigo en su tierra agarró por un callejón empinado, y detrás
yo y los del SINAGUAR, Sindicato Nacional de Guaruras. «Por aquí llegamos directamente a la plaza», nos dijo, y ahí vamos bajo el rayazo del sol. Pero lo vi destantearse cuando el barrio empezó a oler a pescadería ‘Ya hemos de estar cerca de Playa Azul». Y ni cómo aclararle que Playa Azul viene quedando tres entidades federativas más hacia el Pacífico. «Ah, en esa casona de reja habitan las mojas del Tabernáculo. Vamos a comprarles jericallas. Yo convido». Y jaló el hilo de la campana. Pero la abadesa, de mal modo, nos midió de arriba a abajo tras las rejas del portón: «Ustedes se ven medio sospechosos, y orita las muchachas no dan servicio».

Y allá vamos, sudando a mares, con Felipe por delante y nosotros por detrás. Oímos música, y ahí nos fuimos, pero nada danzantes en un atrio, un brigadales en la piquera, dolientes rumbo al panteón. Nuestro candidato: «Si me acuerdo que la plaza de armas venía quedando aquí a la vuelta». Y sí, de repente, ahí se alzaban los arcos, y ahí resonaban las porras y los aplausos, y que el candidato se limpia el sudor en los anteojos, y compónese la figura y sonríe, los brazos en alto, al hacer su entrada triunfal en la plaza..

Plaza era, pero de toros, y estaban en el quinto de la tarde. Al súbito ataque de Ventorrillo -marrajo, corniabierto, negro entrepelao-, Felipe maromeó por los aires, nalgas al viento. Luego de pagar mi multa aquí me tienen, esperando que el candidato se reponga Cómo que multa de qué. Al espontáneo que se tira al ruedo lo remiten, y nos tomaron por espontáneos. Ya estamos todos afuera, menos el Cucaracho, tan broncudo él. ¿Creerán que en la sanfranza cortó oreja? La del alguacilillo. Ora los perredistas lo andan haciendo cómplice de Arizmendi, ¿ustedes pasan a creer..? -Un fuerte arraigo a la patria chica-. (Laus Deo.)

Del esperpento

Bien a bien, mis valedores, yo no calculaba lo que para algunos representa sentar sus reales en el sillón del águila, ni los desfiguras que para alcanzar ese sueño imposible está dispuesto a «perpetrar» un individuo hasta ayer prudente en su mediocridad, como el yunquero Felipe Calderón, aspirante a Los Pinos al que me permito enviar el siguiente mensaje. Señor Fe-Cal:

Así que ahora recurre usted al esférico, al calcetinazo y al autogol. De veras que, por lo visto, actúa a lo desesperado y con una irrefrenable compulsión de no quedarse muy rezagado de Patricia Mercado y Campa Cifrián tras de un ideal para usted cada vez más lejano a pesar de las toneladas de propaganda que expele desde los medios de condicionamiento de masas y esa descarada, interesada ayuda de Fox, quien busca a lo compulsivo que usted le cubra los lomos, y los de los Bribies-ca y Sahagún. Ahora, a lo desesperado, recurre usted a la mojiganga de disfrazarse con camiseta, botines y pantalón corto para habilitarse de futbolista. ¿Pues de cuándo a acá, señor? ¿Y si ni con esas, a qué otro artificio igualmente grotesco va usted a acudir..?

Del tema se hablaba en la tertulia de anoche, y entre burletas, ironías y sarcasmos, los contertulios formularon algunas preguntas que considero interesante hacerle llegar. Aquí van:

Que usted jugó de principio a fin, los dos tiempos. Mala señal. Su antecesor,
neo-panista como usted mismo, sigue jugando a que juega de presidente, y nosotros tronándonoslas de los puros nervios (las manos), con los ojos clavados en el cronómetro: a qué horas desaloja Los Pinos y se recluye, según quien sea el sucesor, ya en el rancho de San Cristóbal o ya en el penal de La Palma. Señor Calderón:

Así que su equipo goleó al de la prensa. Como en los tiempos del PRI-Gobierno. ¿O ya olvidó aquellos golazos que el cascorvo Salinas anotaba en la portería del guardameta nacional? ‘Tase por la oficina de Justo Ceja», decía después a los complacientes. Y aquellos fajos, según el tamaño de la goliza…

¿Así va a jugar los seis años si llega a Los Pinos, digo, es un decir, y toco madera? ¿Va a jugar al puro patadón, al calcetinazo y al autogol? ¿Va usted a robar balones, como todos sus antecesores, si exceptuamos las honrosas excepciones? ¿Va a andar, según veo en las fotos, dándose barrigazos en una alucinante feria de errores, como ahora mismo Fox..?

Que del juego salió sudoroso y jadeante. No se preocupe; de llegar a Los Pinos, los que andaremos jadeantes y sudorosos vamos a ser 103 millones, tanto los que le den el «voto útil» como las minorías que habremos de padecer, como con Fox, los resultados de la manipulación de masas. Y algo más: que usted salió raspado de las rodillas. ¿De dónde saldremos raspados los mexicanos, después de que Fox nos ha raspado hasta las criadillas, descriadas por culpa suya? ¿Y qué tal si a usted, también a usted, le da por levantar en vilo a su ‘Trímera Dama», y al esfuerzo se le cuatrapea la cervical, cuando no el mismísimo cóccix? Ya me imagino, señor Calderón: para el dolor de rabadilla, conciencia y sistema nervioso, pastillas, y a prolongar la historia…

Su estilo de juego, señor: ¿será fino, técnico, o de la patada como su antecesor, con todo y banquito, carga de hombro y empellón? ¿En cancha de pasto sintético se siente bien? ¿Pasto inglés? ¿Pasto gringo, del de La Casa Blanca, como ahora Fox? Aunque, señor, según comentaba el Siquiri, usted no pasa de ser lodero, cuando no vil jugador de cascarita o de fútbolito de salón…

Si el partido de hace días (de acedías) se prolonga hasta Los Pinos, toco madera, ¿quién será el arbitro? ¿Abascal el cristero? ¿Y los abanderados? ¿Espino el de El Yunque, Marcial, legionario de Cristo? ¿Norberto Rivera de masajista? Porque Onésimo es brusco, tiene la mano pesada Manosea…

La sede de los encuentros, el Goloso de Santa ?rsula bendita: ¿qué días para el clásico pasecito a la red y cuáles para esos rosarios, triduos y tedeums multitudinarios, con los que se intentase entrar al Libro de Records Guiness? Porristas, ¿contrataría? ¿Velasco Arzac, Serrano Limón,.. Cecilia Soto o Bustamante, el trinchón de la mafia de padres de familia? Antes de iniciar el encuentro, claro: encomendarse al opusdeísta beato José María Escriba…

Si el marcador empatado en el tiempo reglamentario, ¿piensa irse a tiempos extra? ¿Planea los tiros penales? ¿Gol de oro, muerte súbita, extrainnings? Nosotros (las masas, el paisanaje), ¿seguiremos jugando el papel de porra, de espectadores, de vil «perra brava»? De premio a nuestros chiquitibunes, ¿jaculatorias? Señor Calderón: ¿calcula usted que, con su equipo (su «gabinetazo») podremos mantenernos en la división de ascenso, o en picada a las canchas del llano? Señor: ¿seguiremos, como hasta hoy, jugando con el sol de frente, el marcador en contra y un arbitro vendido?
(Seguiré preguntándole)

«Así decía la bala»

«Made in USA». San Salvador, 24 de marzo de 1980. Paisanos, tengan presente, no se les vaya a olvidar. No se les olvide la distancia que separa a los Onésimos y Riveras de un profeta y mártir de la fe como Monseñor ?scar Arnulfo Romero. A 26 años de la bala que USA y alquilones le encajaron a medias del pecho, aquí sus palabras, entreveradas con las de Juan Pablo II y un José Calderón S., amigo que fue del mártir.

El martirio es una gracia de Dios que no creo merecer. Pero si Dios acepta el sacrificio de mi vida, que mi sangre sea semilla de la libertad y la señal de que la enseñanza será pronto una realidad. Como pastor, estoy obligado, por mandato divino, a dar la vida por quienes amo, que son todos los salvadoreños, aun por aquellos que van a asesinarme. Si llega a cumplirse la amenaza, desde ahora ofrezco a Dios mi sangre por la redención y por la resurrección de El Salvador…

José Calderón S.: «Lo supe en la tarde del 24 de marzo de 1980, cuando acababa de nacer la primavera. -La mañana había sido calurosa y clara- Cuando lo supe, llovía Una lluvia nueva generosa blanca que envolvía los cerros- ?scar Compañero había resucitado en la llama de una bala Sólo una bala precisa, amaestrada, prevista..

Sobre mi techo, la lluvia Y unas zetas de fuego, los relámpagos. Y los truenos del oficio de tinieblas – La lluvia fue el gran perdón que caía sobre El Salvador. El perdón del caído. La perdonada lluvia del perdón – La noche encendió sus lechuzas. Sintonicé la radio y pude escuchar un coro de voces enérgicas: ?scar Compañero. Un himno de lucha..»

He sido frecuentemente amenazado de muerte. Debo decirle que, como cristiano, no creo en la muerte sin resurrección. Si me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño. Se lo digo sin ninguna jactancia, con la más grande humildad…

Mi muerte, si es aceptada por Dios, sea por la liberación de mi pueblo y como un testimonio de mi esperanza en el futuro. Puede usted decir, si llegasen a matarme, que perdono y bendigo a quienes lo hagan. Ojalá, si, se convencieran de que perderán su tiempo. Un obispo morirá, pero la Iglesia de Dios, que es el pueblo, no perecerá jamás…

Juan Pablo II: «Reposan dentro de los muros de esta catedral los restos mortales de Monseñor Oscar Arnulfo Romero, celoso pastor a quien el amor de Dios y el servicio de los hermanos condujeron hasta la entrega misma de la vida de manera violenta, mientras celebraba el Sacrificio del perdón y de la reconciliación…»

«Todo se apagó. Menos su voz. Aquella voz limpia como la del arcángel anunciador, pero aquella voz chasqueante, a su tiempo. Oscar Compañero había sido condena a muerte por quienes él rezó días antes – Pero también había sido condenado a la resurrección. Y en ella está como en la milpa nueva Resucitado pan de América Latina Resucitado pan de todos los pueblos de la tierra…

Recojo las voces de los campesinos y obreros que lo amarraron y lo vivieron – En mi testimonio vivo hay azadones, serruchos, poleas, alforjas y hambre. Todo es del pueblo rural salvadoreño – La lluvia sigue siendo el gran perdón que cae, agua sacramental, sobre El Salvador. Y ?scar Compañero sigue resucitando en esa lluvia en ese pueblo, en esa esperanza Y en esta primavera.»

Monseñor ?scar Arnulfo Romero, vida fecunda en obra, doctrina compromiso social y eclesial, humanismo. Aquí, las últimas palabras del mártir, cortadas por el plomo de un asesino profesional, a las 6:30 de la tarde de un día como hoy, 24 de marzo, de 1980, cuando oficiaba una misa en la capilla del Hospital de la Divina Providencia, para cancerosos incurables, cerca de los cuales habitaba en un pequeño cuarto del edificio:

«Esta Santa Misa, pues, esta Eucaristía, es precisamente un acto de fe. Con fe cristiana parece que en este momento la voz de diatriba se convierte se convierte en el cuerpo del Señor que se ofreció por la redención del mundo y que en ese cáliz, el vino se transforma en la sangre que fue precio de la salvación. Que este cuerpo inmolado y esta sangre sacrificada por los hombres, nos alimente también para dar nuestro cuerpo y nuestra sangre al sufrimiento y al dolor, como Cristo; no para sí, sino para dar conceptos de justicia y de paz a nuestro pueblo. Unámonos, pues, Intimamente en fe y esperanza a este momento de oración por todos nosotros…»

En este momento sonó el disparo.

Monseñor ?scar Arnulfo Romero. (A su memoria)

Aguas, pero renegridas…

Así que el agua que en México bebemos es una de las peores del mundo. Así que por causas bacteriológicas y de sobreexplotación están en «estado crítico» como la No. 106 de 120 naciones recientemente examinadas por la ONU. Ahora entiendo a cabalidad la añeja comedia gringa donde, después de una pelea doméstica, el marido rabioso amenaza a la esposa:

¡Estoy harto de ti! ¡Te abandono, me largo a vivir a México!

¡De corazón te deseo que bebas el agua de ese país! -rencorosa e irónica contesta la mujer y da el cerrazón a la puerta. Pero, mis valedores, doble achaque para los mexicanos, que no sólo amansan su sed con agua contaminada, sino también con una agua tantito peón la Coca-Cola y demás aguas renegridas. Lóbrego.

A la Coca-Cola me referí en el pasado programa radiofónico Domingo 6, de Radio Universidad, donde transcribí la opinión de un Gustavo Soto, investigador: «Poco a poco, la Coca-Cola se adueña del agua de México. En apenas tres años, del 2000 al 2003, diez embotelladoras de la transnacional recibieron concesiones del gobierno de Fox, antiguo empleado de la empresa de marras, para explotar cuatro millones de metros cúbicos de aguas nacionales». Y que eso perjudica la tierra, los bosques y las reservas acuíferas. Yo, desde los micrófonos universitarios, dije a los radioescuchas esto que ahora, porque lo considero de interés colectivo y requemante actualidad, me dispongo a repetir para todos ustedes, quienes por imitación se acercan al agua embotellada, sea pura y limpia o tan turbia y dañina como las propias «aguas del imperialismo», todo con resultado fatal: agua simple o agua negra, la compran carísima Dije y voy a decir:

La Coca-Cola mis valedores, ese instrumento imperialista de dominación. Consumir semejante droga, dicen los estudiosos, produce en el individuo una enorme cantidad de efectos negativos, comenzando con la adicción, la indigestión, el sobrepeso y el estropicio en la dentadura, al igual que nerviosismo, insomnio y tantos perjuicios más, como los que provocan en el organismo de diabéticos y pre-diabéticos, en fia

Del organigrama de la Coca-Cola sé que se extiende de los productores a los distribuidores, los publicistas, los agentes de ventas y los expendedores. Sé que la transnacional produce gerentes generales y gerentes regionales. Todo esto lo sé de cierto, mis valedores, como también que lo único que la Coca-Cola nunca ha producido entre sus funcionarios es mística temple, principios, valores y reciedumbre, inteligencia y carácter, visión, idealismo y tantísimas otras características que integran la personalidad de un estadista Esto está visto y comprobado, y es un hecho fehaciente: la Coca-Cola puede producir gerentes muy aptos, muy eficientes, para enriquecer a sus propietarios, pero nunca estadistas para gobernar un país.

Hoy, 23 de marzo, 5 días después de que conmemoramos la epopeya de la expropiación petrolera que logró un pueblo al que acaudillaba el estadista que en tan mal coyuntura histórica requería la nación; hoy, a escasas 48 horas de que hemos celebrado el bicentenario de un modelo de padres patricios que estuvo y se mantuvo en la presidencia del país en el momento histórico que requería la sobrevivencia de la república hoy, digo, vale la pena preguntarse si México necesitaba hoy, hoy, hoy; si hoy, hoy, hoy, merecía de conductor, un gerente de la Coca-Cola Proyanki, naturalmente Ustedes, yo, todos los mexicanos, ¿eso, y no más merecíamos?

¡No, por supuesto que no!, me la va a interpelar alguno. «¡Claro que no! ¡Los mexicanos merecíamos algo mejor..!»

Pero un momento, no caer en la autocompasión, no autoflagelarse, ser justos con el gerente de marras, porque muy bien lo decía Juan mi padre: «No me almiro del gerente cocacolero. Me almiro de los aturdidos que le sirvieron de escalón para encaramarse a Los Pinos, y con él la recua de Bribiescas, con todos sus Asahagunes». No dominaba la pronunciación, mi padre.

Mis valedores: ¿qué opinan de la tragicomedia que vive el gerente de las aguas negras? Del «casamiento presidencial» para celebrar un año de residencia en Los Pinos y el besito frente al Vaticano, a los dislates que comete el verborreico mientras ella se empantana en la más desaforada corrupción, ¿no es un saínete muy a la medida de cualquier país bananero, tropical y esperpéntico? ¿Asiste o no la razón a quienes proponen que se abra la información sobre la salud física y mental de Fox? Por cuanto al otro causante de tan ruda situación: ¿cuántos de ustedes, debidamente manipulados, dieron su «voto útil» a Fox? El, ¿ya un verdadero estadista, o todavía un simple gerente de la Coca-Cola? ¿Qué responden ustedes? Ah, México. (Este país.)