¡Lo mejor está por venir!

Es el Imperio, mis valedores. Alza la Voz desde el trono, y metrópolis y colonias, aquel «¡Oh!» de admiración.  La noticia central del periódico madrileño:
Four more years, tres palabras, que dieron al vuelta al mundo. A Barak Obama le sobraron 127 caracteres para anunciar que estará cuatro años más en la Casa Blanca. Su tuit fue rebotando por cada esquina del planeta a las 5.16 de la madrugada española. El tuit enviado por el reelegido presidente de los EEUU alcanzó el récord de reenvíos por minuto después de que Obama escribiera el mensaje original.
Y «¡Lo mejor está por venir!», frase de Obama que cimbró a un mundo adicto a las frases  tanto más retumbantes cuanto más vacías. Tramposas, en este caso. Porque, mis valedores, así se pervierte el lenguaje de los políticos.  En su campaña uno de ellos promete que acabará con la pobreza, y esa promesa le otorga el triunfo en las urnas. Termina el mandato, pero no la pobreza, y entonces, en lugar de reconocer su fracaso como gobernante: «¡Dejo las bases para acabar con la pobreza!»
Y aquellos aplausos de las masas cándidas…
Una de las promesas de Obama en su campaña presidencial de hace cuatro años: «Solucionaré el problema migratorio!» ¿Y? El voto decisivo para la reelección fu el voto «latino», lo que eso quiera decir.
Esa frase de Obama de que  lo mejor está por venir implica un fracaso gubernamental, una realidad amarga que los gobernados se tragan porque el engaño es necesidad de las masas sociales y porque el lenguaje tramposo del reelegido les doró la píldora: Lo mejor está por venir. A propósito:
Cuánto haya avanzado el país del Norte  desde que sus racistas del Sur  aplicaban feroz discriminación contra la población negra. Cuántos amaneceres no mostraban al vecindario el cadáver quemado, masacrado, hecho garras, de un negro que cayó en manos de las feroces hordas del Ku-Klux-Klán.
El árbol de la horca. Tal puede nombrarse el “árbol blanco” (Jena, Luisiana, EU.) destinado para gente de raza blanca bajo el que varios estudiantes negros se atrevieron a sestear hace algunos ayeres, acción que desbozaló un conflicto de racismo e injusticia que culminó con una tumultuosa movilización de protesta que amenazaba iniciar un nuevo movimiento nacional semejante al de los años 60 en defensa de los derechos civiles en los Estados Unidos. En eso, de súbito, que un negro arriba a la Casa Blanca, y entonces: «¡Lo mejor está por venir!»
Aquí algunos apuntes que tomo del estudioso C.  Fontanellas sobre la dificultosa coexistencia del negro norteamericano con los de piel blanca durante la guerra civil:
Fue la rivalidad entre los confederados esclavistas sureños y los estados del norte de EU lo que encendió la Guerra de Secesión de 1861-65. Los esclavos negros intuyeron la gran oportunidad para luchar por su libertad e igualdad mientras en el norte los negros libres intentaron enlistarse con las fuerzas de la Unión. Su entrenamiento militar fue prohibido por la policía. El gobierno federal evitó el alistamiento de negros en el ejército. Lincoln los rechazó en 1861 y en los años siguientes, esa doble moral.
La agitación de la negritud preocupó al gobierno, que creó un plan para retornarlos al África o a alguna una isla del Caribe. Fracasó tal política. El negro logró enlistarse en el ejército. Fue  discriminado. Llegó a rehusarse a cobrar su medio salario en relación al del blanco. El ejército sureño se encarnizó con los negros. Se negó a tomarlos prisioneros. Los heridos eran asesinados. (Mañana.)

Nocivo el sondeo de opinión

Los sondeos no son instrumentos de demo-poder (un instrumento que revela la ‘vox populi’), sino sobre todo una expresión del poder de los medios de comunicación sobre el pueblo (…). Se trata de simples «rumores»‘, de opiniones débiles, deformadas, manipuladas e incluso desinformadas. En definitiva, de  opiniones ciegas.
Ciegas, les llama Giovanni Sartori, porque los profesionales del oficio saben o deben saber que la gran mayoría de los interrogados desconoce los temas sobre los que se le pregunta, y es así como la plaga de  «encuestas», de «sondeos de opinión» que, imitación de formas extranjeras, ha cundido en el país, no pasa de ser un recurso más del Poder contra las masas sociales. Cuidado.
Aquí, en un castellano aceptable, reflexiones del experto en asuntos políticos y culturales.
Los sondeos de opinión: el entrevistador formula una serie de preguntas que  el entrevistado contesta, lo que aclara de inmediato que esas respuestas dependen en gran medida del modo en que las preguntas fueron formuladas y que el entrevistado casi siempre se siente «forzado» a improvisarlas en el momento. Sin más.
¿Es eso un parámetro de lo que piensa la gente? Quien esto afirmase no diría verdad. La mayoría de las opiniones recogidas por los sondeos  son débiles porque no expresan opiniones intensas, sentidas a profundidad; volátiles, porque en pocos días pueden cambiar; inventadas en el momento para decir algo, porque si se responde «no sé», la situación del entrevistado puede resultar desairada ante los demás; y que, sobre todo, producen un efecto de reflejo, un rebote de lo que sostienen los medios de comunicación.
Es así como las opiniones, por lo general, resultan ser débiles. Es  excepcional que se consigan opiniones profundas. Sartori cita a Russell Newman:
De cada diez cuestiones de política nacional que se plantean todos los años, el ciudadano medio tendrá preferencias fuertes y coherentes por uno o dos, y virtualmente ninguna opinión sobre los demás asuntos. Lo cual no es obstáculo para que cuando un entrevistador empieza a preguntar surjan opiniones inventadas en ese momento.
El resultado, afirma Sartori, es que la mayoría de las opiniones son frágiles e inconsistentes y que  se expresaron en relación  a unos temas que se desconocen de manera total. Puede el entrevistador preguntar sobre una «ley de metales metálicos», y con todo y lo absurdo de la pregunta no retornará a casa con las manos vacías porque un tercio o dos de los entrevistados va a aportar la correspondiente opinión.
Tenemos, por otra parte, el problema de la muy fácil manipulación del sondeo. Preguntar, por ejemplo, si se debe permitir el aborto o si se debe proteger el derecho a la vida es presentar las dos caras de una misma pregunta en relación a un problema que las masas sociales entienden, pero la diferente formulación de la pregunta puede cambiar la respuesta en un 20 por ciento de los entrevistados. Quien se deja influenciar o asustar por los sondeos (el «sondeo dirigido»), a menudo se deja engañar en la falsedad y por la falsedad. (Conste.)
«Creo que somos muchos, afirma Sartori, los que estamos de acuerdo, aunque lo digamos en voz muy baja, en que la sondeo-dependencia es nociva y que las credenciales demócratas de semejante instrumento son sólo espurias». Y su conclusión:
«Los expertos en sondeos se limitan a preguntar al entrevistado: ¿qué piensa de esto?, sin antes averiguar lo que de esto sabe, si es que algo sabe.» Y a opinar. ¿A opinar? (Uf.)

¿Usted qué opina?

Orwelliano: «En un Estado en el que el gobierno no puede controlar a la gente por la fuerza debe controlar sus pensamientos». (N. Chomsky.)
Lo afirmó don Alfonso Reyes: «Los mexicanos viajamos en el cabús de la historia», tema este del que sabían bastante desde Samuel Ramos hasta Santiago Ramírez, pasando por Zea, Paz, Villegas y tantos más que se aplicaron a estudiar el ser del mexicano.  Sobre la servil imitación de las modas gringas, pongamos por caso: generadas en el exterior, acá llegan cuando allá declinan, pero eso sí, aquí se magnifican hasta llegar al ridículo.
La propaganda clonada del inglés, los vocablos clonados del inglés, la cultura clonada del inglés, los mexicanos clonados del inglés. Por cuanto a los jóvenes clonados:
Los Beatles iniciaron la moda del cabello largo, y años después, greña atascada de mugre, los imitadores portan ostentosas colas de caballo con su dona de encendido color, «muy a la moda».
¿Que a los del norte les pegó la ventolera de los pantalones («jeans», perdón) estratégicamente rasgados de aquí, de allá y acullá? Los de acá, de inmediato, a la imitación vil. «¡Porque somos jóvenes!»
Ahora pronto en el extranjero se alzó el escándalo por la muerte de un negro blanqueado, paidófilo y drogadicto. Ah, pues los jóvenes de este país no iban a quedar fuera de la actuación protagónica; a reunirse por miles en alguna explanada, y en un esfuerzo por parecerse al engendro se disfrazaron para imitar al ídolo,  y a ensayar un «paso a la luna», o alguna tontería semejante.  Lo mismo ocurrió cuando una cantante quedó en la raya por un pasón de la droga, y aquí las jóvenes a exhibir el duelo imitando las formas de vestir, el peinado y el maquillaje grotesco de la viciosa.
¿Que allá se puso de moda el «piercing»? Ah, pues aquí a agujerarse lengua, ombligo,  cejas, sexo, poros de la nariz, todo en exceso, a lo delirante. ¿Que allá  darketos? Aquí, no faltaba más, a exhibir su mala caricatura «porque somos jóvenes y, por eso mismo, audaces». ¡Mentira! Son imita-gringos, y no más.
Ahora, imitación de los métodos de manipulación que nos llegan del norte, como sarna nos contagia el negocio de las «encuestas de opinión». Vuelo se dieron los imitadores del gringo durante el pasado proceso electoral. ¿Qué opina usted, y que para usted quién ganó el debate, y que cuál de los cuatro será el mejor. La plaga.
Bueno, sí, pero ya encarrerados, los del negocio de los sondeos y las «encuestas de opinión» no se frenaron a tiempo, qué se iban a frenar, y al que toman descuidado le disparan la pregunta de interés nacional:
«¿Tiene usted una mascota en casa?» ¿Perro, gato, caballo, otro?» «¿Está a favor o en contra de quien no recoge los excrementos de su mascota?» «¿Supera la crisis del huevo a la de la tortilla?»  «¿A usted qué tanto le afectó la falta de huevos? «¿México tiene huevos suficientes?» «¿Revueltos o a la mexicana?» Y aquí lo inaudito:
«¿Para usted quién ganó el tercer debate entre Obama y Romney? El tanto por ciento de los encuestados respondió…»
Ese tanto por ciento que se atrevió a responder sobre el proceso electoral de EU., ¿estaría autorizado para opinar? ¿Para el del negocio de las encuestas no hubiese sido mucho más honesto iniciar su interrogatorio con esta simple pregunta: «del tema qué tanto sabe usted?»
¿Ustedes qué opinan? En esta gráfica aparecerán, de oscuro, los que se inclinan por Romney, y en esta otra, tricolor, los que se inclinan ante Obama, comenzando por el  de Los Pinos.  (Mañana.)

Su ánima y su estilo

Ayer dije a ustedes que una foto y un viaje a mis terrones zacatecanos me alebrestaron la memoria de mi primera niñez (hoy me he instalado en la quinta, y sigo tan campante). En el alboroto los recuerdos saltaron de la mente como gallinas del huacal, y he caído en la cuenta de que en el Jalpa Mineral de mis memorias primeras  la vida era expresión de la verdad pura y simple, sin más,  y eso es lo que echo de menos hoy, habitante de esta noble y vial: la verdad. Me explico.
Me he puesto a rumiar recuerdos con saborcillo a nostalgia, y cómo no, si lo que añoro esta noche, lo que me ronda en la mente, jicotillo obsesivo, es mi hontanar, con su ánima y su estilo, sus tufos y aromas, usos y costumbres y formas de ser. ¿Saben ustedes que es nada menos que esa verdad lo que añoro de mi Jalpa Mineral y que hoy, como habitante de esta noble y vial, echo tanto de menos? Una verdad pura y total que percibía en el Jalpa de mi niñez, manifiesta en detalles como estos:
Allá, en mi adolescencia jalpense, los puntos cardinales ubicábanse donde los situó Madre Natura: el norte siempre se ubicaba al norte, y lo que hoy me llena de admiración: el sol salía siempre por el oriente (aquí, en el Distrito Federal. el sol, que despuntó a mi espalda, se fue a bien morir al sur. Dios lo haya perdonado.)
Allá las cuatro estaciones eran fieles a su nombre: en verano, tiempo de aguas, aquellas señoras tormentas que en verano chicoteaban la región acompañadas de señores tormentones que al poeta lo hicieron exclamar: «Truenos del temporal, oigo en tus quejas – crujir los esqueletos en parejas». Todo esto en verano, a diferencia de los aguaceros que en pleno invierno azotan el D.F. En otoño, la cosecha dulcísima de granos, frutos, tiernos maizales; el invierno se daba a respetar con su frío doledor y en primavera la arribazón de belenes, yedras y bugambilias, y en armónica proporción, romances y crímenes pasionales. Como Dios manda.
Allá, en mi Jalpa Mineral la leche sabía siempre a leche, y salía a chisguetes de una ubre de vaca. No en polvo, no en cápsulas, no descremada, no deshidratada, no deslactosada ni en supositorio. ¿El queso? Queso parecía y de queso era su sabor, y el jocoque, la panela, el requesón. Todo lo que iba a dar a mi lengua sabía a lo que tenía que saber. La bebida: si tequila, cerveza, agua zarca, sotol, todo guardaba un sabor a limpio, a verdad, a auténtico. ¿Que de dinero se hablaba? Ahí tintineaba el peso, con su timbre de plata de ley y su peso rotundo entre el águila y el cero siete veinte. En la escuela aprendíamos materias escolares. Podía algún maestro errático jurar que dos y dos eran cuatro, contrapunteado con el que afirmaba que seis. Pero a los alumnos nos daban ambas opciones, a escoger. Sin imposiciones. Pero no adulteraban una mente indefensa, tierna todavía, con la cartilla de la Edad Media: clases de “religión”, vale decir de dogmas, prejuicios, pensamiento mágico. Cruz, cruz…
El cura: conciencias curaba, y al César lo que es del César. Los vuelos de su sotana le estorbaban para brincotear en la danza del toma y daca politiquero, como el político tampoco se metía a sermonear ni a andar dándolo a besar (el anillo en el pulgar). ¿Mujeres? La que había conocido varón y la que se mantenía doncella. Sin fingimientos, sin engañifas. La mujer casada no solía ser mancornadora, como tampoco el marido presumía de mujeriego, y su machismo era discreto, sin sobresaltos.  Por cuanto a los hijos: casi siempre y casi todos eran de la pareja. (Después.)

En Dios se creía,  se le amaba con amor que las obras certificaban. Religiosos sin pregonarlo, cumplían con la síntesis cristiana de los 10 mandamientos: amar al prójimo como a sí mismos. Con hechos. (Sigo después.)

Floridas raíces

Los humanos somos infelices porque vemos el pasado mejor de lo que fue,  el presente peor de lo que es, y el futuro mejor de lo que va a ser…
Que estuve en mi Jalpa Mineral dije a ustedes algún día de estos, y que me hospedé en la casa de la familia. Recuerdo que en mi primera noche pueblerina, a aquello de la madrugada y  como entre sueños, percibí un a modo de rumor de alas, prestigio de ánima en pena que resultó ser ese “aprendiz de río” que, mansurrón de ordinario, envalentonado con las tormentas del temporal bajó furibundo y llegó barriendo maizales y arrastrando ramas de venadilla con una que otra borrega desbalagada que el garañón sacó de su sueño, a la viva fuerza colocó boca arriba y se la raptó corriente abajo para nunca más, lástima de borrega.
En fin, que mas tarde, ya de madrugada, me arrulló el pregón del arriero, y en el sueño me pareció volver a escuchar a mi Nina, cuando su plática embelecaba mi imaginación primeriza con las consejas del Chivo Encantado, el jinete sin cabeza y un cuerno de la abundancia denominado México. Intimas y familiares las casucas, barañas del nidal, circundaban mi sueño, donde una vez más me enredé con aquélla que jugó la trova del primer amor. Ella, mi futura Nallieli. ¿Me permiten? Un traguito; infusión, por supuesto, que conmigo el enemigo (el licor) topó en hueso; en tepetate. Y ocurrió, mis valedores…
Ocurrió que otro día me levanté oscura la mañana y salí a respirar mi querencia. La segunda llamada de misa primera, en la parroquia; algún zaguán vomitaba toses tempranas. Y allá van, chuequeando por media banqueta, rosario y devocionario en las manos, esas vejanconas de chongo blanco y trapos negros que en mi niñez conocí mozas garridas, qué tiempos aquellos. Pero ándele, Merceditas, que ya dieron la segunda llamada. Mis valedores:
Este divagar sin rumbo me lo motivó cierta foto añejona, donde el tiempo oscureció la blancura y empalideció los negros, y créanme: será la cercanía del viaje que acabo de realizar a mis derrumbaderos zacatecanos, será  la susodicha que estoy mirando, será esta hora neblinosa del atardecer o la mansedumbre de una llovizna que de repente alebrestan bandazos de viento. ¿Cuál será la raíz de este mi ánimo macilento que se contrista y arropa en vagorosas, indefinibles  nostalgias y tristuras por el tiempo que se me fue para nunca más? Y esta opresión de costillas adentro, y la gana de suspirar…
Pero no pensar mal; no pensar bien, más propiamente. La foto que tengo bajo mis niñas no es de la sota moza cuyo nombre, añudado al mío, grabé en el tronco de aquel eucalipto en el parquecillo municipal. Hoy, signos del tiempo, otra pareja de enamorados eternizó sus nombres a un lado del nuestro: Beto y Cholín, y el tosco grabado de algo levemente parecido a un aguacate, un corazón, uno de los compañones. Las preferencias amorosas. Yo, ayer y hoy, la única, mi Nallieli…
La foto, mis valedores, no muestra a mi primer ensayo de amor. (“Dos palomitas azules / paradas en un romero / la más chiquita decía / no hay amor como el primero”. Y este suspirar.)
No, sino un retazo de caserío, una calle trazada a cordel, la ermita (dos cuernitos y un caparazón de caracol), y el  imponente telón de fondo, toda crestas, barrancos y peñascales: la serranía.  Descomunal, majestuosa. El Cañón de Juchipila. Mi Jalpa Mineral, la tierra de mi querencia, la de niñez, adolescencia y primera juventud. Hoy voy por la quinta. ¿No los estaré aburriendo? Sigo, pues. (Eso, mañana.)

Memento mori

(Mi recordación anual de La Descarnada.)
Me gustaría vivir siempre, siempre (…) – Porque como iba diciendo y lo repito: – ¡Tanta vida y jamás! – Tantos años, ¡y siempre, muchos siempre, siempre, siempre!
Porque se impone hablar de la muerte; tenerla  presente  por una razón vital: vivos estamos, y por esta sola condición es la muerte nuestra desembocadura natural. La edad no importa ni el estado de salud. Nada importa nada frente a la muerte, esa que nos será siempre espantable, y prematura siempre, no importa a qué edad sobrevenga, y lo provechoso: si tenemos presente que nuestro destino es morir, más habremos de apreciar este nuestro tiempo de vida. Porque mientras nosotros somos, ella no es, y cuando ella es, nosotros ya no somos, dice el filósofo. Y qué tiempo mejor para recordar a la muerte, la propia y particular, que estos días cenicientos de noviembre. Memento homo…
Cuando yaces agonizante no mueres sólo de enfermedad. Mueres de toda tu vida. Aprende a morir y vivirás. Nadie aprenderá a vivir si no ha aprendido a morir. Si no sabes, no te preocupes: la naturaleza te dará todas las instrucciones sobre el asunto.
A recordar a nuestros difuntos; a detener el tanto de un suspirillo nuestra desaforada carrera rumbo a ninguna parte y  meditar en la única certidumbre que tenemos en esta vida: la muerte. Porque en verdad les digo: para morir sólo se necesita estar vivo, y sólo está vivo quien sabe que habrá de morir, y créanme: es más tarde de lo que suponemos; de lo que desearíamos tantos…
Y no quiero morir. No quisiera morir: – amo la vida porque está colmada de poesía – y de crímenes, y de odio, y rabia y lágrimas…
No; ni el poeta  ni nosotros, sobre todo quienes ya dejamos atrás el Mar de las Tempestades y doblamos el Cabo de Buena Esperanza. Pues no, Pero habrá que morir. Hay que morirse: – hay que irse muriendo a piedra y lodo. – A soledad, a gritos, a poemas: – hay que morirse. Nada más. A secas.
Sabines: Mi madre me contó que yo lloré en su vientre. – A ella le dijeron: tendrá suerte. – Alguien me habló todos los días de mi vida – al oído, despacio, lentamente. – Me dijo: ¡vive, vive, vive! – Era la muerte.
La melancólica voz de Nezahualcóyotl:  ¿Acaso se vive con la raíz en la tierra? – No para siempre en la tierra: sólo un poco aquí. – Aunque sea de jade se quiebra, aunque sea de oro se quiebra – aunque sea plumaje de quetzal se desgarra. – No para siempre en la tierra: sólo un poco aquí».
Y algo que desde los tiempos sin memoria obsesionan al hombre: ¿qué es la muerte? ¿Cuál es el misterio sin fondo de la muerte? ¿Cuál? Sabiduría quintaesenciada, la literatura oriental:
“Desearíais saber el secreto de la muerte, pero, ¿cómo saberlo si no buscáis en el corazón de la vida? Si en realidad queréis conocer el espíritu de la muerte, abrid bien vuestro corazón al cuerpo de la vida. Porque la vida y la muerte son uno, como lo son el río y el mar».
Pero fuera tristuras, arriba corazones, estos que anidan vivos dentro del pecho, que lo jura el Popol Vuh: Nosotros somos los vengadores de la muerte. Nuestra estirpe no se extinguirá mientras haya luz en el lucero de la mañana.
Porque muerte y lucero están ahí nomás, tras lomita, vivir; pero vivir a cabalidad, con todos los sentidos vivos todavía; vivir hasta atragantarnos, cada día y en el cogollo de cada minuto. Hoy nada más. Por siempre hoy, por más que el siempre sea un invento del humano para sus dioses, no para simples humanos. Vivir la vida. Porque habrá que morir. (Memento mori.)

Mr. Hyde Calderón

La galería de monstruos paridos en las regiones del mito, mis valedores: El hombre lobo, Franskenstein, Drácula y tantos engendros más que por vía de ejemplo y por que nos miremos y reconozcamos en ese espejo nos apronta el fabulador.  R.L. Stevenson imaginó una de esas criaturas de la noche en El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde.
¿Conocen ustedes la novela? Sí, la del médico aquel, hombre bueno, que logra crear una pócima con la que se convierte en un terrífico Mr. Hyde que al arropo de las sombras,  la niebla y los callejones umbríos, se arroja a perpetrar crímenes abominables. La pócima había anulado la personalidad del honrado facultativo y desató al tenebroso Mr. Hyde.
Allá va el criminal, calle adelante bajo las nieblas nocturnas, a saciar sus instintos de muerte y devastación. A los clarores del alba regresará al hogar entre sofocos y arrepentimientos tardíos. Un exhausto Dr. Jeckyll va a comprobar, aterrado, que el monstruo surge a voluntad y que él no cuenta con el antídoto.  (A la certeza de que iba siendo dominado por el «yo» criminal, el infeliz se decide.)
¿La simbología? Obvia. En todos nosotros conviven en pugna dos hemisferios: el del buen doctor Jekyll y el del tenebroso Mr. Hyde. De cada uno depende estimular los naturales instintos hacia el bien o hacia su contraparte. Porque ningún humano nació bueno, ni malos algunos más. Es dentro de cada individuo donde se incuban instintos, deseos,  pasiones y sentimientos. Aquí, con un parche que lo afea, como que es de mi propia invención, va un retazo de la carta en la que confiesa su doble personalidad y su doble vida  a un tal Mr. Utterson, que se había arriesgado a seguir siendo amigo del criminal:
“Cuando ingerí aquella pócima fui presa de terribles tormentos y un horror de espíritu atroces. Luego me fui recobrando y un impulso macabro me forzó a declarar mi guerra particular contra los habitantes de la noche.  Los placeres que busqué fueron criminales y muy pronto derivaron hacia lo monstruoso. Cuando regresaba  de mis excursiones me hundía en el asombro ante mi propia depravación. Yo, en mi personalidad de Mr. Hyde, era maligno y era depravado; con bestial avidez libaba el placer de cualquier grado de tortura que infería a mi víctima. Después volvía a mi apariencia mansurrona. Volvía a ser el  Dr. Jekyll…
Y el final de la historia: una noche, a deshoras, Mr. Utterson recibió aquel escrito que alguien le deslizó por debajo de la puerta. Leyó:
«Huyo, no tengo otra opción. En este momento de lucidez compruebo que no quepo en Londres, en Inglaterra, en el mundo. ¿Dónde aceptarían de vecino a un Mr. Hyde que ha convertido el país en un cementerio y en fantasmas pueblos enteros de donde unos aterrorizados vecinos huyen de mi perversidad? De allá, afuera, me llegan llantos, clamores, alaridos de madres huérfanos de sus hijos y de hijos que por mi perversidad han quedado desvalidos.  Esta madrugada, manos y ropas militares tintas en sangre, supe que mi carrera delictiva tiene que llegar a su fin. Mi cauda de sangre termina, amigo Utterson. Me he tomado  la pócima de todo un porrón y me dispongo a destruir a mi víctima postrara: yo».
Y una firma casi ilegible, como estampada con  mano siniestra y bajo un estado de agitación extrema, de extrema intoxicación, Y ya. ¿Y ya? ¿Eso fue todo? ¿Para Londres y el resto del mundo no hubo justicia? ¿No existirá a partir del 1o. del próximo diciembre? ¿Será este el último Mr. Hyde, o el mundo tendrá que sufrir uno más?
(Tétrico.)

¡Cuán gritan esos malditos..!

Noviembre esta vez. Como cada año lo digo por estas fechas: noviembre. Hemos entrado, mis valedores, al mes de los fieles difuntos, los ecos de ultratumba y el memento homo. Noviembre. Hoy, a la entrada del mes ceniciento, me pongo tristón, memorioso, y me aplico a discurrir del ánima de noviembre, ese fantasmón que es mi Don Juan Tenorio. Y lo estoy oyendo, con Mozart, en el aparato: fachendoso, fanfarrón, arriscado. Vida hazañosa…
Noviembre es el mes de Don Juan, cuando la tradición se encuentra y da testerazos con el figurón sevillano de oropel, capa y espada, plumón al viento y desplantes de matasiete, ese macho entre machos que recorre las noches sevillanas siempre en urgida brama de amoríos de traspatio, de trasputín, que a algunos resultan los más sabrosos. ¿Por efímeros..?
Noviembre, mis valedores, da vida –efímera también- al romanticismo teatral del XIX español, que en escenario frondoso se nos torna hazañas y tropelías del héroe de fuegos fatuos y lances de encrucijada, el bigardón de la bravata y el voto a tal; el de las imprecaciones a cielos e infiernos y las sabrosas –debí tachar el adjetivo- agresiones de honras femeninas. Noviembre da vida -pasajera también, como toda vida que se respete- a la rendida y crédula doña Inés, y a la de Pantoja que a lo largo de los 30 días de este mes vuelve a troncharse al asedio verbal, todo retóricas y prosopopeyas, del labioso logrón de todo lo que huela a cosa femenina, esa gloria –debí tacharlo también. Aquí tomándolo en serio y allá entre befas, morcillas y chabacanas parodias, este mes y sobre el escenario habrá de resucitar esa procesión de fantasmones que, pese a su tufo de cadaverina y formol, sobrellevan empaque de inmortales…
Noviembre: del repertorio romántico español (desde los arranques del XIX) se nos cuela vivito y trovando ese Don Juan de las fanfarronadas y los queveres de alcoba. Están aquí las balandronadas en metro octosílabo y los arranques aspaventeros del bueno del Burlador, azote de hogares con mozas honestas y hosterías con mozas del partido, que para el gusto del garañón tanto monta, monta tanto. Aquí llega, raso y terciopelo, y aquí clama una vez más, el Burlador de honras femeninas: ¿No es verdad, ángel de amor?
Noviembre: es por gracia de esos imponderables que nunca faltan en la humana industria, que mi Don Juan se alza a la mitad del foro y resiste el paso de las épocas, las glosas más burdas y las más crueles parodias, las más chabacanas y convenencieras de la industria del espectáculo. Aquí está Don Juan Tenorio para el que quiera algo de él…
A propósito: ¿es este Don Juan, de veras, la representación de un determinado carácter humano? ¿Se trata de un personaje real, posible, de tres dimensiones? ¿O no pasa de ser un mito, sin más? ¿Quizá no pasa de ser un sueño, y los sueños sueños son? En algún punto sus estudiosos se ponen de acuerdo: en modo alguno Don Juan Tenorio representa al prototipo del caballero español, ni el del aventurero, ni el del conquistador de honras femeninas; los elementos que forman la psicología del Tenorio son irreductibles a un ente humano. Es un mito, y los mitos, mitos son. Será, pero su estatura de héroe a la altura de las galerías, su empaque de gallo, de macho garañón a ojos del vulgo, su mala fama, tan buena,  de revolvedor de agazapados deseos y apetitos mal confesados, ¿quién se los quita..?
Difícil tratar un mito, una entelequia, una sola sombra larga construida con la misma sustancia con que se traman consejas y fantasmones; difícil habérselas con ese aparecido anual cuya sustancia participa de la del muerto Comendador, frente al que en esa cumbre musical del genio humano que es el Don Giovanni de Mozart que ahora mismo estoy escuchando impreca Leporello: “¡Ah, quelche anima sará del altro mondo, che vi conocen a fondo!”
Mito será, formol y carantoña engolada muy al XIX español, pero ahí nos llegó, con noviembre, este sevillano de utilería, drama y parodia, para el que quiera algo de él: mi Don Juan el burlador…
Y a propósito: ¿quién fue aquel José Zorrilla, creador por antonomasia del Don Juan? Ese fue un cierto dramaturgo que vivió once años en México, para de vuelta a su tierra vilipendiarlo; uno que llevó vida arrastrada, que vendió su alma (su Don Juan) por mucho menos de lo que vale el dramón; uno que, impaciente, asentó esta frase de epitafio novembrino: Lo que constituiría mi desgracia sería vivir todavía algunos años más. Y firma: José Zorrilla.
Conque no paséis afán – de aquí adelante por mí, – que como vivió hasta aquí – vivirá siempre Don Juan… (Vale.)

Mil embusteros y locos – dan en esos disparates…

Mas ay, que me canso en vano – de tirar golpes al aire…

Cerdos y otras lindezas

El periodismo, mis valedores, oficio honesto para algunos de sus oficiantes que repudian el dinero fácil y un borbollón de oros y «honores» para quienes deciden ser los voceros oficiosos de un Sistema del que la industria del periodismo forma parte esencial.
Leo que el gobierno de Puebla   apela a la ley para castigar a los periodistas que desde los «medios» han venido tachando a los funcionarios de cerdos, marranos, drogados, descerebrados, etc. Que esos periodistas, al parecer, andan ardidos porque se les retiró las ayudas económicas a que estaban acostumbrados. Los periodistas.
A uno de ellos admiro, y para mí eso es bastante: a Don Joaquín Fernández de Lizardi, El Pensador Mexicano, que inició su oficio en un tiempo en  que el periodista libre, sin acuerdos secretos con el Poder, no avanzaba en su oficio más allá de la cárcel de Belén, las tinajas de San Juan de Ulúa o la muerte violenta. Tal fue el caso, en cierta forma, de ese primer fabulador que parió nuestro Valiente Mundo Nuevo, si dejamos aparte a Fernando de Alba Ixtlixóchitl y algunos más que nacieron tiempo atrás al arrimo de frailes y conquistadores.
Lizardi: vida comprometida con la denuncia de vicios y corruptelas de un México que se asomaba a la independencia. Periodista por vocación, El Pensador fue también novelista y dramaturgo, y por necesidad de expresión, versificador. Admirable.
Porque admirable resulta la obra del liberal tanto como la del  moralista y filósofo, educador y pluma de sátira pronta. Pero primero y antes que nada fue Don Joaquín un varón de virtudes que a golpes de denuncia pública defendió sus ideales y difundió su verdad por todos los medios a su alcance: el ensayo, el libelo, la farsa, el artículo, la novela y hasta la misma versificación. Frente al privilegio económico de tantos colegas hoy recuerdo a Lizardi, creador del inmortal Periquillo Sarniento que no han leído los mexicanos porque los mexicanos ven cinescopios y pantallas de plasma, pero no leen.  Y luego por qué esta mediocridad…
La historia pública de El Pensador arranca en 1811, cuando a los 34 años de  edad se avoca a la difusión de las ideas, así en los campos del periodismo como en la ficción y en esa mercadería volandera que fueron las hojas sueltas en las que rumbo a todos los rumbos se desbalagaban sus sátiras, denuncias, arengas y reclamos a favor de la moral y las buenas costumbres; hojas sueltas que se leían en callejas y plazuelas, en la posada, el figón y el camino real, prefiguración de esa literatura que, peripecias históricas más adelante, soltarían las prensas de Venegas Arroyo para difundir, con las hazañas del arriscado y el valentón y la jácara y los lances de amor,  las calaveras de Posada y aquellas levantiscas cuartetas que ayudaron a desmoronar la vera efigie de PorfirioDíaz.
Y cuán ásperas iban a resultar las circunstancias donde Lizardi delineó el primer gran mural de la vida y las costumbres del México que en sangre y dolor nacía a la vida independiente, episodio nacional del que El Pensador hizo el retrato hablado con lenguaje de típica y acendrada raigambre popular y una fiel recreación de tipos de la mejor tradición picaresca heredada del Siglo de Oro español: el tahúr y el sacamuelas, el recuero y el coime, el bandido y el matasiete, la putancona y el sacristán. ¿Los escenarios de la picardía lizardiana? El  calabozo, el mesón la mancebía y demás universidades del crimen y la vida arrastrada. Mis valedores: ¿si leyéramos al Pensador? (Si seré cándido.)

Poinsett y congéneres

La diplomacia imperial, mis valedores. Con el pretexto del Estado fallido al que hay que salvar, los diplomáticos norteamericanos han cumplimentado la doctrina expansionista de su país contra el nuestro, desde el agente especial  Joel R. Poinsett y el nefasto embajador Henry Lane Wilson hasta John Gavin y sucesores. Ayer nomás fue Tony Garza y detrás de él nos enviaron a cierto Carlos Pascual, cubano-norteamericano especialista, precisamente, en “estados fallidos”. ¿Qué hizo el tal, más allá de enfurecer al de mecha corta en Los Pinos? Cuidado con el rapaz, nos previene José Martí.
Y es que Estados Unidos, desde la época colonial, ambicionó posesionarse del territorio mexicano. Anexión fue en un principio la meta de su política colonial, estrategia que varió siglos después: No anexión. Absorción es la palabra. Absorción que sería financiera, política, social, cultural. ¿El imperio logró su propósito? Sería cuestión preguntarle al presidente Benito Juárez y a los gerentes de Washington, de Porfirio Díaz  al actual. Es México.
Cuando el país inició su movimiento independentista los caudillos enviaron un comisionado para lograr la ayuda de los vecinos del Norte. El  presidente Monroe la ofreció a cambio de que México se agregara a Estados Unidos. El ofrecimiento fue rechazado, pero Jackson,  el sucesor, lo intentó por medio de Joel R.  Poinsett, que en su primera medida como “agente especial” propuso al gobierno de México la compra de Texas. Cinco millones de dólares, la oferta.
Este J.R. Poinsett escribió un libro donde quedó asentada su visión del país que encontró en 1822. Aquí, para que comparemos lo que en nuestro país va de ayer a hoy, los siguientes párrafos. Primero, los habitantes.
“Hay cuando menos 20 mil en esta capital, cuya población no excede de 150 mil almas, que carecen de domicilio fijo y de modo visible de ganarse la vida. Después de pasar la noche a veces al abrigo y a veces a la intemperie, salen en la mañana como zánganos para mendigar, robar y en último caso trabajar. Si tienen la suerte de ganarse algo más de lo necesario para sus subsistencia, se van a la pulquería. Ahí, hombres y mujeres tirados en el suelo, durmiendo la mona (…) Como rateros y carteristas son sumamente diestros”.
El mercado: “Multitud de léperos, a quienes me advirtieron que no tocara, pues sus sarapes hierven de bichos asquerosos”. (El vecindario de la Magdalena Contreras, bajo una plaga de piojos. No en 1922, sino en la nota de hace tres días. Y sigo.)
¿Inseguridad pública, problema exclusivo del México actual? No, que ya en 1822 lo denunciaba Poinsett:
Los comerciantes pidieron licencia para exportar el numerario desde meses antes, pero se les dijo que los caminos estaban demasiado inseguros para permitir el transporte de valores a Veracruz; que se habían dado pasos para extirpar a las hordas de bandoleros que infestan esta región del país; que se daría aviso tan pronto pudieran pasar las conductas sin peligro.
«Como teníamos pensado ir al teatro, tomamos nuestros sables para poder regresar a casa de noche sin peligro. Esta les parecerá una extraña precaución en un país civilizado, pero aquí es absolutamente necesario. El portero de nuestra casa, al verme salir de noche, recién llegado, sin armas, me censuró por lo que tuvo a bien calificar de temeridad mía; me dijo que eran numerosos los robos y los asesinatos». (¿Ayer nada más?)
«De acuerdo al arancel formulado por el gobierno a gran prisa y cuajado de errores…» (Esto sigue después.)

¿Joven y desempleado?

Si la vida lo ha manejado con la punta del pie. Si su mamacita soltera descargó en usted, a  lo largo de una niñez grifa de penalidades, toda la frustración que cargaba sobre los lomos desde que el compañero más o menos ocasional la abandonó preñada. Si creció usted podrido en odios, rencores y sed de desquite.
Quizá tuvo padre, pero mejor no haberlo tenido. Valido del alcohol y la droga todo fue erguirse usted en dos pies y él comenzar maltratándolo a modo de desahogo contra esa vida arrastrada que el redrojo de hombre jalaba a remolque, vida de vicioso vencido por la adversidad.
O quizá la mala estrella que se ha cebado en usted lo dejó huérfano desde que apenas guarda memoria, allá como entre sueños, de que su madre fue no más que aquellas dos manos que se tendían hacia su orfandad y una remota palabra de amor que usted nunca logró descifrar.
La vida lo maltrató a golpes como la propia madrastra que lo vejó en forma sañuda desde que alcanza recuerdos. Así habrá llegado a los 20, 25 años de su edad, sin conocer más tratos que los malos tratos de esa madre postiza que le agrió la niñez.
¿En el barrio bajo tuvo que imponerse a riñones? ¿Llegó a cabecilla de pandilleros y supo del sadismo de dictar leyes a puñetazos? ¿Fue así, ya amo del arrabal, como impuso la ley del más rudo a la hora del saqueo y la repartición del botín? ¿En la violación fue el primero que rasgaba el espanto de la joven copada en el terreno baldío?
¿Probó el robo y le halló gusto al dinero fácil? ¿En pandilla ha logrado sobrevivir (chaco,  filero, navaja de muelle) desvalijando noctámbulos desbalagados al amor de la piquera y la pantaleta? Tal vez su ilusión es ese asalto de gente grande a las arcas de seguridad del banco de aquí a la vuelta. Y en esas anda…
Quizá, exceso de droga –barata, de vecindad- ha sido internado una y otra vez en el sanatorio general, el del fregadaje. Ahí recibió castigo (curas de caballo) con electrochoques y reclusorio en celdas de alta seguridad. ¿Supo de apandos y acaba de salir libre, y anda por la calle todavía encandilado, destanteo y dolorones de cabeza?
¿Egresado del reformatorio? ¿Supo de castigos corporales? ¿Conoció las vejaciones del interno que en usted probó el predominio de la fuerza bruta? ¿De la violación? ¿Se impuso, redujo a los abusivos? ¿Conoció entonces el sabor del triunfo y el de la sangre ajena, con el derrotado a sus pies?
O tal vez viene de la provincia, prófugo tras de dar muerte alevosa al rival en amores, y lleva ya  varios velorios en la conciencia porque ya probó sangre, y difícil es el primero, porque los demás…
Quizá acaba de abandonar el reclusorio, donde al delito que lo enjauló añadió usted los que se aprenden de rejas adentro, y ya es perito en las artes del crimen, el delito, la degradación moral…
Porque su vida ha sido su propia madrastra andará usted con la rabia en la sangre y la espuma en la boca, buscando el desquite. Siendo así, albricias: enrólese  en el cártel de la droga de su  barrio bravo, de su colonia, de su delegación. Yerba, polvo, pastillas al gusto. ¿Que otros rumbos reclama su vocación? Secuestrador. Ya con el rescate en la mano, a finiquitar el asunto tirándolo al Gran Canal, y el que sigue.
Ahora que si es usted un joven en verdad ambicioso y anda en brama por abarcar todas las áreas del hampa con el mínimo riesgo y el provecho máximo, entonces ¡policía! Según la nota del domingo anteayer,  «600 jóvenes han sido elegidos para la Fuerza Civil de Nuevo León» Y hay vacantes. (¡Anímese!)

Poinsett, Carlos Pascual

En marzo del 2011, durante su única visita de Estado a Washington, el Pres. Calderón desató su ira contra Carlos Pascual, entonces embajador de EU. en México. Se quejó de él (…) con Obama. Tal era su furia que frente a los estadunidenses llegó a confundir asuntos personales de Pascual con su desempeño como diplomático. Pascual renunció. Hillary Clinton envió un claro mensaje nombrándolo su asesor personal para asuntos de energía, de gran importancia para Obama». (C. Puig.)
La diplomacia imperial en México. Con el pretexto del “estado fallido” al que hay que salvar, La Casa Blanca nos  envió a Carlos Pascual, que al enfurecer a Calderón, algo muy fácil, gana mi simpatía, por más que todos ellos han cumplimentado la doctrina expansionista, desde el “agente especial”  Joel Roberts Poinsett y el nefasto embajador Henry Lane Wilson hasta el actual.
Y es que desde la época colonial el de la Doctrina Monroe ambicionó posesionarse del territorio mexicano. Anexión fue en un principio la meta de su política colonial, estrategia que varió siglos después: “No anexión. Absorción es la palabra”. Financiera,  política, cultural, social. ¿El imperio logró su propósito? Sería cuestión preguntarle a algunos, desde Benito Juárez y Porfirio Díaz hasta un tal De la Madrid,  el primer mediocre de las cejas alacranadas. No, y a Salinas, Zedillo, Fox, el actual…
Cuando inició México su movimiento independiente los caudillos enviaron un comisionado para lograr la ayuda del Norte. El  presidente Monroe la ofreció a cambio de que México se agregara a aquel país. El ofrecimiento fue rechazado, pero Jackson,  el sucesor, lo intentó por medio de Joel R.  Poinsett, que en su primera medida como “agente especial” propuso al gobierno de México la compra de Texas en 5 millones de dólares.
Este Poinsett escribió un libro donde quedó asentada su visión del país que encontró en 1822. Aquí, para que comparemos lo que va de Poinsett a Carlos Pascual,  estos párrafos. Primero, los habitantes.
“Hay cuando menos 20 mil en esta capital, cuya población no excede de 150 mil almas, que carecen de domicilio fijo y de cómo ganarse la vida. Después de pasar la noche a veces al abrigo y a veces a la intemperie, salen en la mañana como zánganos para mendigar, robar y en último caso trabajar. Si tienen la suerte de ganarse algo más de lo necesario para sus subsistencia, se van a la pulquería. Ahí, hombres y mujeres tirados en el suelo, durmiendo la mona. Como rateros y carteristas son sumamente diestros”.
El mercado: “Multitud de léperos, a quienes me advirtieron que no tocara, pues sus sarapes hierven de bichos asquerosos”.
¿Inseguridad pública, problema exclusivo del México actual? No, que ya en 1822 lo atestiguaba Poinsett:
“Los comerciantes pidieron licencia para exportar el numerario desde meses antes, pero se les dijo que los caminos estaban demasiado inseguros para permitir el transporte de valores a Veracruz; que se habían dado pasos para extirpar a las hordas de bandoleros que infestan esta región del país; que se daría aviso tan pronto pudieran pasar las conductas sin peligro.
Como teníamos pensado ir al teatro, tomamos nuestros sables para poder regresar a casa de noche sin peligro. Esta les parecerá una extraña precaución en un país civilizado, pero aquí es absolutamente necesario. El portero de nuestra casa, al verme salir de noche, recién llegado, sin armas, me censuró por lo que tuvo a bien calificar de temeridad mía, por los numerosos robos y asesinatos». (El lunes.)

“¡Hija de puta, te tenemos ubicada!”

Bien ubicada la tenían. A Digna Ochoa y Plácido la asesinaron un día como hoy, en el año 2000, por el delito de defender, desde el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro, a las víctimas del ejército mexicano y a los presos de conciencia encarcelados injustamente. La conclusión  a que llegó Margarita Guerra, fiscal especial, sobre la muerte violenta de Digna Ochoa: “Se trató de un suicidio simulado”.
Marcos, el subcomandante del entonces vivo y actuante EZLN,  reclamaba al procurador del DF, que era Bernardo Batís:
Sus funcionarios no sólo fueron torpes e ineficaces en el caso de la muerte de Digna Ochoa. También fueron deshonestos y ruines. Para fortalecer lo del suicidio se dedicaron a destrozar la reputación de Digna…
¿Los asesinos de Digna? Nadie en particular. ¿Sospechosos? Los militares a los que inculpaba en delitos diversos, pero de ese tamaño es la justicia en este país: juez y parte en el caso ha sido el ejército. En la revista Proceso, Ricardo Revelo:
Como juez militar, a él le correspondió el caso de los militares procesados por la matanza de siete agentes de la Policía Judicial Federal en Tlalixcoyan, Ver., el 7 de noviembre de 1991 (¿recuerdan ustedes esa masacre?). La CNDH emitió la recomendación de que los militares que participaron en los hechos, entre ellos el general Luis Morán Acevedo, fueran castigados (…)  El general Rafael Macedo de la Concha los absolvió…”
Digna Ochoa. En febrero de 1995 agentes judiciales denunciaron ante el juez que “la monjita” los hostigaba durante los “interrogatorios”. Digna les impedía inventar versiones distorsionadas para evadir su responsabilidad en la tortura de los presos “zapatistas” capturados en Yanga. ¿Recuerdan ustedes el caso y los aspavientos del entonces presidente Zedillo tratando de hacerlos aparecer como guerrilleros peligrosísimos? Digna, asimismo,  se involucró en los casos que incriminan al ejército o la Policía Judicial: ejecuciones de Aguas Blancas, El Charco, Ejido Morelos, Ixtlahuacán de Madero, etc., y las aprehensiones e interrogatorios bajo tortura a presuntos zapatistas de Yanga y Cacalomacán y  los campesinos ecologistas del Edo. de Guerrero. Y más aún: de 1992 al 2000, durante su permanencia en el Centro Pro, Digna Ochoa participó con el equipo en la defensa de presuntos zapatistas presos y presuntamente torturados en el Campo Militar No. 1; de los extranjeros expulsados de Chiapas por agente de Migración; de los activistas detenidos en el desmantelamiento del municipio autónomo de Taniperla; de integrantes del CGH durante la huelga de la UNAM y de los campesinos ecologistas torturados por soldados del ejército; Digna llevó a la Corte Interamericana de Derechos Humanos los casos de la masacre de 17 campesinos en Aguas Blancas, Gro., y las ejecuciones de tres indígenas del Ejido Morelos, Chis., casos en los que se señala al ejército como responsable directo. Y los otomíes de Ixtlahuacán de Madero, Veracruz, y…
Digna  apoyaba a la abogada Pilar Noriega en la defensa de los hnos. Cerezo Contreras, acusados de pertenecer al Ejército Popular Revolucionario, cuando aquel viernes, 19 de octubre, recibió junto a su cadáver la esquela de los asesinos dirigida a los continuadores de la labor de la benemérita:
“Hijos de puta, si siguen también se los cargará su madre. Sobre aviso no hay engaño”.
Este, mis valedores, es México, el nuestro, el de Digna Ochoa, el de los muy bien cantados derechos humanos. (Lástima.)

Digna, ¿suicidio?

A diecisiete años de la muerte de la activista Digna Ochoa,  el caso fue presentado ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. El hermano de la activista reitera su afirmación de responsabilizar a miembros del Ejército Mexicano (La Jornada, 19-X-12.)
«¡Hija de puta, te tenemos bien ubicada!»
Y tan bien ubicada tenían a Digna Ochoa y Plácido que días después de la amenaza fue encontrada sin vida, que se la arrancaron a balazos un 19 de octubre del 2001, como 10 años antes sacrificaron a una tan digna luchadora como ella: Norma Corona. Vida y muerte de las dos, qué paralelismos, hacía yo notar a ustedes hace exactamente un año y lo repito el día de hoy. Norma era abogada; Digna también; Norma hizo suya la defensa de los desprotegidos de la justicia; Digna también; la muerte violenta de Norma prefiguró la actividad humanística y el final trágico de Digna. Norma Corona Sapién  fue asesinada en mayo de 1990; a Digna Ochoa y Plácido la «suicidaron» un 19 de octubre, 10 años después. A resultas del asesinato de Norma y bajo la presión de organismos internacionales el entonces presidente Salinas ideó ese embuste descomunal que conocemos por su alias de Comisión  Nacional de los Derechos Humanos, cuya ineficacia malintencionada alentó la labor de organismos como el Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro, desde el que Digna Ochoa sacaba la cara por los presos de conciencia encarcelados injustamente,  al igual que por tantas y tantas víctimas del Ejército mexicano, (muertos, heridos, torturados, desaparecidos) que hoy carecen de una Digna defensora que los dé a valer. Marcos, el del EZLN,  reclamaba al entonces procurador del DF, Bernardo Batís:
– Sus funcionarios no sólo fueron torpes e ineficaces en el caso de la muerte de Digna Ochoa. También fueron deshonestos y ruines. Para fortalecer lo del suicidio se dedicaron a destrozar la reputación de Digna.
¿Sus asesinos? Ninguno. La defensora de los derechos humanos «se suicidó». ¿Sospechosos? Los militares a los que inculpaba en delitos diversos, pero de ese tamaño es la justicia en este país: juez y parte en el caso fue el propio Ejército. En la revista Proceso Ricardo Revelo:
“Como juez militar, a él le correspondió el caso de los militares procesados por la matanza de siete agentes de la Policía Judicial Federal en Tlalixcoyan, Ver., el 7 de noviembre de 1991 (¿recuerdan ustedes esa masacre?). La CNDH emitió la recomendación de que los militares que participaron en los hechos, entre ellos el general Luis Morán Acevedo, fueran castigados (…)  El general Rafael Macedo de la Concha los absolvió».
Vidas paralelas. Digna Ochoa sacó la cara ante el asesinato de Norma Corona, activista ella también. El asesino intelectual resultó ser el policía encargado de investigar el caso; a su hora, otro de  esa misma alzada presentó el caso como “resuelto”. A modo de premio Salinas lo ascendió de grado.  Digna Ochoa,  entre tanto, se avocaba a la defensa de los presos de conciencia encarcelados injustamente y por tantísimos damnificados de diversos elementos del Ejército mexicano.
Digna Ochoa. En febrero de 1995 agentes judiciales denunciaron ante el juez que “la monjita” los hostigaba durante los “interrogatorios”. Digna les impedía inventar versiones distorsionadas para evadir su responsabilidad en la tortura de aquellos presuntos zapatistas capturados en Yanga, que el entonces presidente Zedillo trataba de hacerlos pasar por guerrilleros peligrosísimos.
(Algo más de la activista,  mañana.)