Aleluya

(Para todos ustedes, a modo de rito anual, el presente retablillo navideño.)

– Por fin has vuelto, José. Toma mis manos…

Sobre la paja, María la doncella se cimbra a los espasmos de las entrañas, tiritando al viento decembrino que se cuela por entre las piedras mal asentadas. Belén.

– Cuánto tardaste, José…

– Perdonarás la tardanza, mujer. Los pies se me fatigaron  buscando en el tianguis objetos exóticos:  el arbolillo de Navidad,  musgo y escarcha, luces y esferas. Los ojos se me iban tras de confites y canelones, y cacahuates y colación, y un par de regalitos, el tuyo y el del que está por llegar. Pero María, si hubieses visto los precios. ¿Pues a qué ciudad de rapaces hemos venido a parar? ¿En manos de qué mercachifles vino a caer el misterio santo de la Navidad? ¡Precios en dólares, moneda nacional de este desdichado país!

– Siéntate aquí. Pon mi cabeza en tu pecho, tú que aguardas con júbilo la llegada de Jesús.

– ¿Por quién, si no por ustedes dos, intenté entibiar este pesebre? Por ti, María; por él, para que no se hiciera una idea demasiado lóbrega de esta que vendrá a ser su tierra hasta el día del Carmelo.

– El frío para las carnes desnudas del que está por llegar.

– Y ni cómo proporcionarle una chispa de calor. No en esta ciudad.

– Pon aquí tu mano. ¿Sientes la llegada del Niño? ¡Está por llegar! Creo que voy a gritar un poco. Quedo…

– Animo, aprieta mi mano, resuella hondo, llámalo por su nombre.

Jesús, Unigénito…

– Y ni para un pobre nacimiento pudieron alcanzar los dineros. ¿Pues qué fue de Galilea, que así se ha dejado absorber por el Imperio Romano? ¿Qué ralea de desnaturalizados es esta, que así han vendido o dejado que les enajenen su tierra? Dios…

– ¡Jesús, Jesusillo, ven con los tuyos! Allá en las alturas,  suspensa en ese raigón de cielo, la estrella del Oriente aguarda por ti, y por ti tronos y potestades afinan arpas y cítaras. Ven, y en tu busca llegarán los cristianos a la gloria de Dios.

– No, María, de los “cristianos” ya nada esperes. Entre ellos el espíritu de la Navidad se ha trocado en el espíritu del vino. Con los vapores vinosos qué puede interesarles un simple recién nacido entre paja y pasturas de un pesebre de Belén.

– ¡Ya llega, José! ¡Ya el Ungido se acerca!

– Mira a lo lejos el reguero de luces: Belén. Música, luz, alegría (embotellada). Una piquera estallante de alcoholizados.   ¿Valdrá Galilea  una gota de tu sangre, Jesús?

– Está por llegar. Ya llega. Siento que toda mi carne se transfigura…

– Ya los cielos afinan celestas y virginales y flautas dulces. Arcángeles y serafines se aprestan a entonar la gloria del que se desasosiega en tu vientre; del León de Judá, que viene a instaurar en las Galileas de este mundo la Palabra Nuevay el amor de todos por y para todos. ¡Hosanna en las alturas!

– Ah, los desgarramientos…

– Animo, María, respira hondo, llámalo por su nombre, ayúdalo a bien nacer como a bien morir habrás de ayudarlo.

Jesús, hijo, pequeñín. ¡Hijo del Hombre! ¡Jesús..!

¡Cristo ha nacido! ¡Aleluya! ¡Dios con nosotros! Y el milagro: ¿los oyes? Por los caminos resuenan los guaraches de pastores y rabadanes, y vagamundos y trashumantes. ¡Vienen a la adoración!

– Por qué tan pronto esas lágrimas, Niño…

Indios salvajes

Por que no se nos muera la memoria histórica: fue un 22 de diciembre de 1997 cuando paramilitares priístas masacraron a 9 varones, 15 niños y 21 mujeres, cuatro de ellas embarazadas. Los noticiarios hablaban de muertos a pedradas y machetazos, cosa de indios salvajes. «Falso, afirmó el periodista Hermann Bellinghausen. El trabajo de exterminio fue eficiente, y a su manera, limpio”.

A modo de antecedente aquí la exigencia de un Luis Enrique Grajeda, por aquel entonces director del Centro Patronal de Nuevo León:

En Chiapas deben ser desarmados los grupos paramilitares y zapatistas sin importar que mueran miles de personas, pues su presencia ha dañado seriamente el prestigio internacional de México y propiciado que se vaya un mundo de dinero de inversión extranjera a otros países. Si se van a morir miles de gentes, que se mueran. De adoptarse esa decisión no habrá ningún riesgo para la población civil. Que salgan de Chiapas los que así lo deseen, para que cuando se entre con todo el ejército en Chiapas se actúe contra quien se tenga que actuar. Si se van a morir ahí miles de gentes, pues que se mueran, pero están afectándonos muy seriamente en las relaciones internacionales, en nuestro prestigio internacional, en la cuestión de inversión extranjera. ¡Se está yendo un mundo de inversión extranjera a Venezuela y Brasil!

Ya perpetrada la carnicería, la organización Las Abejas denunció que el presidente priísta de Chenalhó “se ha dedicado a organizar a los grupos paramilitares y obligan a las comunidades a cooperar económicamente para liberar a los presos y apoyar la cancelación de las órdenes de aprehensión liberadas contra los autores de la masacre. Así provoca más conflictos y división entre las comunidades, y luego nos culpa de lo que él mismo está provocando”.

Para que la memoria de Acteal no se nos diluya, aquí algunos párrafos del reportaje que Hermann Bellinghausen publicó dos días después de la tragedia:

“En los lugares donde ha estado la muerte, se siente su fuerte presencia. Aquí acaba de suceder la mayor masacre de mujeres y niños en la historia moderna de México. En esta hondonada rota, surcada de huipiles ensangrentados y toda la destrucción de una horda, apenas antier se asentaba un campamento de 350 refugiados. Sus casas, antes de ser destruidas, quedaban en Quextic, barrio de Chimix. Hasta hace un mes. Los hoy muertos y heridos se encontraban aquí, a orillas de Acteal, rezando. Estaban rezando. Así, de rodillas, los cogieron por la espalda desde los cerros circundantes los disparos de armas de alto poder. Y así se fueron muriendo hasta sumar 45.

Una mujer aprieta entre las dos manos el blanco rebozo ensangrentado de su hija Susana, muerta. Un hombre relata sollozante. Se murieron en la balacera todos sus hijos, y con su nieto. Seis de familia perdió, dice el traductor. Rosa Gómez estaba embarazada cuando cayó moribunda en la explanada del campamento. Sus asesinos llegaron hasta ella para rematarla Y uno de ellos, “con un cuchillo -relata un testigo y hace un ademán de puñalada que inmediatamente reprime con un temblor-, le sacó su niño y lo tiró allí nomás”.

Entre las víctimas mortales, los padres de Zenaida,  de apenas 4 años. Ella recibió un disparo en la cabeza que la dejó ciega.

Lloro cuando recuerdo a mis padres”, al reportero.

– ¿Qué le pedirías a la sociedad?

Que me apoyen para poder recuperar mi vista.

¿Qué te gustaría estudiar?

Quiero aprender de todo. Lástima que no veo.

Mis valedores: es México. (Este país.)

La masacre de Acteal

Y ocurrió, mis valedores, que en agosto del 2009 fueron ya liberados veinte de los paramilitares que purgaban condena como presuntos asesinos de nueve hombres, quince niños y veintiín mujeres, cuatro de ellas embarazadas, en la comunidad chiapaneca Las Abejas, de Acteal, municipio de Chenalhó. Los paramilitares quedan libres, declara la SCJN, no porque sean inocentes, sino porque los expedientes adolecían de irregularidades diversas. En los tales expedientes salen a relucir los nombres de un presidente de México (Ernesto Zedillo), un Abogado de la Nación, Jorge Madrazo, un gobernador de Chiapas, Julio César Ruiz Ferro, y autoridades de la procuraduría estatal. Porque la memoria histórica no se nos muera con las víctimas de Acteal, aquí el testimonio de los protagonistas y víctimas de la masacre, con esa sintaxis que le confiere autenticidad:

“Cada noche el dolor terrible, implacable, de la muerte, le provoca pesadillas a Rosa. En medio de la oscuridad despierta llorando la pequeña niña tzotzil. Sus gritos rasgan el nocturno silencio que se cubre con un lamento callado que se deja oír como imitando el sonido que produce el agua de un río.

A sus dos años, Rosa es perseguida por el insomnio desde el día que sobrevivió a la matanza en Acteal. El recuerdo de aquellas horas en que estuvo entre los muertos le hizo perder el sueño, de la misma forma súbita en que su familia fue arrancada de su lado por las balas asesinas.

La madrugada del día veintidos llegó hasta el campamento José Méndez y nos contó que los paramilitares planeaban atacarnos como a las ocho de la mañana. Eran las 2 de la tarde cuando nos dio aviso.

Esa noche el mencionado José Méndez había estado presente en una reunión de los paramilitares en La Esperanza. Había sido detenido por ellos horas antes en Chimix por violar la disposición de los priístas armados que impide a los campesinos de Chenalhó vender el café que cosechan en la zona. José fue trasladado a su pueblo y ahí fue obligado a participar en una reunión de los paramilitares de Chimix, Acteal Quextic y Pechiquil,”.

Vicente Luna Ruiz, sobreviviente de la masacre. “Protegido por el cauce del manantial que se abre entre los cafetales, primero pensé que yo era el único que se había escondido cerca de los agresores, pero no, la mayoría de la gente se refugió en el arroyito bien cerca de la ermita, hasta ahí fueron a dispararles. Todos pensamos que no nos iban a matar, por eso nos fuimos a quedar nada más ahí en la barranquita. Yo quedé como a ocho metros de donde murió la mayoría.

Los agresores se acercaron hasta cuatro metros para disparar. Algunos con los pelos cortados como militares, unos vestidos de azul, otros de negro con un pañuelo rojo en la cabeza y otros venían de civil.

Lo que más se escuchaba, además de los tiros, eran los gritos de los niños y mujeres. Hicieron mucha bulla. Se escuchaban disparos muy fuertes y otros no tan fuertes y los niños lloraban y lanzaban alaridos. Lloraban desconsolados mientras los mataban en el arroyito. Todos estaban en el arroyo amontonados. Donde estaban los muertos murió mi hermana con su bebé, cayó la mamá muerta por las balas, aplastó a su hija al caer”.

Ocho años más tarde, el testimonio de una de las víctimas que logró sobrevivir. Acteal Alto:

Zenaida es una niña triste, condenada a la orfandad y a las sombras por las armas de los paramilitares. Hace ocho años era una niña normal, pero el veintidós de diciembre de 1997 su vida dio un giro brutal». (De ello hablaré mañana.)

Desobediencia civil

A ver si el jefe del Ejecutivo logra mantener en alto el buen porcentaje de bateo que ha lucido desde el inicio de su administración. (Reforma, 17-XII-12.)

Así es, mis valedores. Hoy mismo, a unos días de que se terciara la banda presidencial, entre Peña y los «medios» todo es miel y azucarillos. Lo que se temía, lo que se esperaba, se ha consumado en el gobierno del país. Las mayorías se impusieron, y las minorías no han tenido más recurso que resignarse. Achaques de la democracia, y qué hacer.

Ahora que si nos avocamos a sumar y restar, ¿fue acaso la mayoría la que regresó al Tricolor a Los Pinos? Los millones de votos del triunfador no alcanzan la cifra de los que recogieron Vázquez Mota y López Obrador. Por cuanto al voto de las minorías pensantes, ¿en qué proporción se ubicó frente al voto duro, cautivo, corporativo, que llevó a Peña al poder, como fue el de los obreros, campesinos y organizaciones populares encuadrados en la CTM, la CNOP y la CNC? Porque  así es la democracia a la mexicana: al priísta lo encaramó al Palacio Nacional el  voto de los mexicanos menos favorecidos por la economía y la educación, como también el sufragio inducido desde los púlpitos, los grandes dineros y la industria del periodismo.  Ese voto duro, cautivo, corporativo, constituye la base y la estructura de todo sistema fascista como los que hicieron erupción en la Europa de entre-guerras de los años 1918 a 1939. Democracia.

Hoy esa es la realidad: Peña es el presidente del país. De mi persona, inclusive, y qué hacer.  Hoy, ese PRI del autoritarismo y la delirante corrupción  retorna al gobierno. Hoy todos los medios impresos y electrónicos se empalagan en loas a «nuestra democracia» y al triunfador. Los millones que votaron por el candidato en tantas formas vinculado a ese Arturo Montiel sospechoso de riqueza ilícita,  ¿sabrán lo que hicieron en nombre de una «democracia» que tal vez no conocen más que de oídas? Lástima.

Peña encuevado en Los Pinos.  ¿Que resta a unas minorías que sumado su número resultan ser mayorías? Muy atrás y en olor de cadaverina ha quedado la propuesta de alguno de los candidatos perdidosos, que como respuesta que anulase el dictamen del TRIFE, Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, proponía la desobediencia civil. Pues sí, pero no, que ya lo advierte la teoría política: ninguna estrategia como la del boicot, la movilización de masas o la desobediencia civil rebasarán el nivel de lo espontáneo efímero si no tienen como cimiento la fuerza de una verdadera organización como es la de los comités celulares de autogestión. Pero en fin…

¿En qué consiste la estrategia de la desobediencia civil? Antecedente ubicado en el terreno del mito (y tan actual)  lo muestra Sófocles en la figura trágica de la hija incestuosa de Yocasta y Edipo: Antígona.

Habiendo creado el rey Creón una ley que  penaba con la vida (ser enterrado vivo) la inhumación de Polinice, adversario muerto en la guerra de Tebas, la hermana del guerrero manifestó su propósito de desobedecer una ley promulgada con destino a un enemigo político. En uno de los parlamentos de la obra teatral Creón la increpa: «¿Por qué desobedeces mi ley?» «Porque es  injusta. Sobre tu ley están las de los dioses, que me ordenan sepultar a mi hermano». «Si desobedece mi ley serás enterrada viva». «Hazlo. Tú cumples con tu deber y yo con el mío».

«¿Te atreves a desobedecer las leyes del TRIFE? ¿No temes ser enterrado vivo?»

En el de alta seguridad. (Seguiré con el tema.)

López Obrador

Y qué endemoniado santo o demonio seráfico protege al afortunado López Obrador. Porque,  mis valedores, como «derrotado» en las elecciones del 2006 su fama pública como titular del Ejecutivo permanece limpia e incólume,  pero de haberse terciado la banda tricolor… (me permito internarme en el inexistente terreno del «hubiese»), ¿el tabasqueño hubiese tenido que penetrar al palacio legislativo por un acceso excusado y salir por el mismo sitio excusado para de ahí entrar a la historia por el fondo a la derecha?

Ya terciada la banda presidencial que una mafia de picaros le agenció con argucias de mala ley, ¿comenzar a tragar sapos, y  crudos, y en ayunas, y sin hacerles gestos, porque había llegado el momento de pagar facturas a los facinerosos que lo encaramaron en el Poder? Sí, los Azcárragas y Gordillos, Obamas y mega-ricos, sotanas y púlpitos y Vaticanos…

¿Cargaría de por vida el baldón de espurio, impostor e impuesto a la fuerza por los verdaderos factores de poder? ¿Sería repudiado por medio país y tan sólo despreciado por la otra mitad? ¿El terror a enfrentar las aclamaciones populares lo hubiese llevado a convertir en bunker la residencia oficial, de la sala principal a los servicios excusados?

¿De su bunker no hubiese salido sin el arropo y la protección de  escuadrones de guardias presidenciales movilizados con vallas, tanquetas y rifles de alto poder? Si su carácter de presidente lo obligase a viajar por el territorio del país, ¿cuántos elementos del Estado Mayor Presidencial y congéneres se le echarían por delante (y por detrás, por los flancos, por arriba)  para contener la iracundia de unas masas exasperadas porque “López, el mediocre dipsómano”, le robó la presidencia al “legítimo” y como presidente nos resultó un émulo del “Nopalito” Ortiz Rubio?

¿De tal calibre el odio y el aborrecimiento que provocase en los mexicanos, que en su visita a cada ciudad tuviesen que desplazar divisiones, escuadrones y pelotones de sardos, marinos  y policías que acordonaran decenas de colonias en derredor del sitio convertido en bunker donde el tabasqueño fuera a permanecer el tanto de cinco minutos porque los reclamos, silbatina y huevazos  de los asistentes lo forzaran a abandonar la reunión por la puerta del sitio excusado?

¿Qué medidas hubiese tomado al intentar la empresa imposible de «legitimarse»? ¿Un gasto aberrante de millones y millones de dólares, nuestra moneda nacional, en millones y millones de anuncios publicitarios que día y noche  aturdieran a las masas sociales? ¿Escogería decretar una guerra particular que convirtiese el territorio patrio en un descomunal camposanto donde identificar y dar sepultura a los cadáveres que corrieran con suerte, y a la abrumadora mayoría de ellos abandonarlos a su suerte y a sus posibilidades? ¿O la compulsión por despojarse del sambenito de espurio hubiese llevado al de Tabasco a aplicar ambas medidas, guerra y «spots» de manera simultánea?  ¿Quién, quiénes pagarían la factura de los millones de balas y «spots»?

Para regir un país el estadista se rodea de colaboradores de primera. Para que no le hagan sombra, el funcionario de segunda se apoya en individuos de tercera. ¿Qué gabinete hubiese elegido López Obrador?

Crisis, pandemias, muertes de colaboradores, ¿sería la mala fortuna seña de identidad del tabasqueño? ¿A modo de compensación por su complejo de mediocridad utilizaría todos los «medios» para alabarse y presumir logros de gobierno que sólo en su mente existieran? (Esto sigue después.)

Por qué llora el niño

Esta vez la canción de cuna, mis valedores, esa azucarada tonadilla, suma y síntesis de amor, ternura y besos, que  la madre modula a media voz en tanto se filtra, por la ventana entreabierta, la luna llena. Allá, en los bajíos de la comba tenebra, desflórase de repente aquel silencioso desparramadero de estrellas errantes. La madre, pupilas de luz, formula un deseo por la dicha del molotito de carne que se acaba de dormir. La fabulilla:

Erase que se era, allá en tiempos y regiones de los sueños color de rosa y en el lacerado corazón del basural,  un reino feliz, con un caserío al que cariñosamente nombraban ciudad perdida. Y ocurrió que una noche, en su Disneylandia de láminas y cartón, dormitaba un querubín: vientre  rebosante de esos bichitos que se crían en tales reinos de encantamiento: amibas, lombrices, salmonela, estafilococos. Poéticos nombres…

He ahí al querube, que lloriquea y se remueve en esa adorable muestra de la artesanía popular: un huacal aguacatero forrado con páginas “sociales”.  En eso, que entra al castillo el rey, y que al llanto del heredero se descarga del negocio que lo trajo de esquina a esquina durante el día: una caja de chicles y tarugaditas de plástico made in Hong-Kong, para luego acercarse a la cuna de tules y gasas de color azul (cachos de periódico):  “¡Cuñá, cuñá!”

– ¿Por qué llora, mi hijo?  ¿Los cólicos, las chinches, la chinche hambre?

– ¡Cuñá, cuñá, cuñá!, el serafín redobla sus lloros.

– Duérmase, mi niño, que voy a contarle un cuento de cuna. De huacal.

Y ahí, en la noche del mundo feliz, la voz abrojuda tartajea el cuento infantil.

“Escucho a todos los jóvenes y a todos les aseguro una cosa: Vamos a seguir construyendo este país en democracia». ¿No te alegras, mi hijo? Y otra más: “Somos una nueva generación, no hay regreso al pasado. Mi gobierno tendrá puesta su visión en el futuro, en el México de grandeza y esperanza que todos queremos y anhelamos”. Hijo, ¿no aplaudes?

Y el prodigio del cuento de hadas: el bibelot de viva carne comienza a acallar sus lloros, a amainar el hipo, a entrecerrar los párpados. El cuentecillo infantil: “Yo quiero un nuevo país, un país exitoso que reconozca el potencial y talento de cada mexicano».

Lástima, que a la alcoba entra la reina del castillo,  en sus manos la ropa recién lavada, ropa ajena. “Pero viejo, qué le estás contando a mi niño. Arrúllalo  con un cuento dulce, no con ese, macabrón».

– Haiga sido como haiga sido Juancito Popolo se durmió, ¿no?

– Pero, viejo, que un cuento de ese tamaño me lo  puedes traumar. Si a mí, que soy una adulta, con solo oírlo declamar me soltó el estómago…

– Se durmió, ¿no?

Sh…lástima; a la voz destemplada del rey la criatura entreabrió los párpados y el chillido, el alarido del querube: “¡cuñá, cuñá!”, con todo el desconsuelo que produce el  testerazo contra la realidad: el hambre, los bichos, el cólico. “¿Ves, mujer, por tus escrúpulos de conciencia?”

– Pero viejo, comprende que ese cuento es para arrullar  domesticados, no a una criatura como mi bebecito…

– Se había dormido, ¿no? Así que va el cuento otra vez.

– Atúrdelo, pues. Atarántalo como a cualquier mexicano, y que  Dios nos  perdone.

«Las expresiones de la sociedad han tomado nuevo impulso en la voz de los jóvenes. Comparto sus anhelos, comprendo sus reclamos».

Es noche cerrada en el reino mágico que nombran ciudad perdida, noche lacerada a los alaridos del querubín, y qué hacer. ¡Peña, Mancera, más cuentos, que el angelito no cesa de llorar!

(¡Cuñá..!)

Nuevo gerente general

«¡Somos una nueva generación, no hay regreso al pasado. Mi gobierno tendrá puesta su visión en el futuro, en el México de grandeza y esperanza que todos queremos y anhelamos!»

Un discurso reciclado que parece la pura verdad y un periodismo que aclama esas frases altisonantes que rebrillan en un discurso cuajado de oropeles y buenas intenciones. Hoy asistimos al nacimiento del país. Es el ritual. Es la ceremonia. Es la vigencia del rito. Es México. Con la llegada del Nuevo Sol se genera el prodigo, una vez más. El mundo meshica sobrevive a la frustración del sexenio con la llegada del Nuevo Sol. El cambio de gobierno se ha consumado, una vez más, como viene ocurriendo desde 1828, cuando Guadalupe Victoria entregó el gobierno a Vicente Guerrero, primer impostor en la historia de México, (Los votos señalaban a Manuel Gómez Pedraza como el triunfador.) En las masas sociales, expectativas de mejoría. Esa resbaladiza esperanza…

Los Pinos amanece con nuevo inquilino. El delirante gobierno del beato aprendiz de brujo propició la vuelta del viejo PRI-Gobierno de la autocracia, el autoritarismo y una alucinante corrupción. Doce penosísimos años de ese neo-panismo que reprodujo todos los vicios del Tricolor le han regresado el poder y un cementerio de cadáveres. Mis valedores:

Hoy se fumiga el país. Se purga de los últimos restos del nefasto sexenio de Calderón.  Con el cortoplacismo se prende, enhiesta, la consabida esperanza del nuevo sexenio.  Como no había ocurrido en los seis años de un calderonismo en que los voceros oficiosos del sistema acusaban el síndrome de la abstinencia, hoy, al igual que en los viejos tiempos de un PRI-Gobierno que retorna con impulsos de garañón, los «medios» inician el torneo del halago,  la alabanza y el copal que se quema ante el nuevo santón. Como en las mejores épocas del Tricolor, que fueron las peores para las masas sociales, horrible contrasentido.

«Mi gobierno se reflejará en una estrecha relación con las organizaciones de la sociedad civil, con los medios de comunicación».

Expectación, esperanza, cautela y un minucioso espulgar de conceptos y ocultos significados en un viejo discurso que aparenta juventud. Ya vendrá el tiempo (6 años, a más tardar) en que los vocingleros tendrán que recular, hacer leña del árbol etc., y enderezar sus halagos al nuevo santón de la liturgia sexenal. Hoy, por lo pronto, el incienso, el copal, el voleo de campanas. Ah, México

“¡Sólo unidos prosperamos. Es la hora del cambio para convertir a México en el país que está llamado a ser!”

(Este se me coló. No es de Peña, sino de Calderón, aunque después de todo cuál diferencia.)

Y en el discurso oficial arrójese la turbamulta de ejes, pactos y decisiones, pero a propósito: ¿alguno de los optimistas que se engancharon en el trepidante discurso oficial se habrá puesto a pensar en que el margen de acción del nuevo gobierno va a estar severamente acotado por cuestión de los tantos tratados, acuerdos y convenciones firmados con organismos internacionales? Pensar en las consabidas cartitas de intención remitidas a ese Monetario Internacional que establece las directrices de la política económica y financiera que el Ejecutivo habrá de aplicar en el gobierno del país. ¿No es por tal dependencia del agio internacional que el de Los Pinos ha quedado reducido a la categoría de gerente general de una matriz ubicada en Washington?

Yo también quiero un nuevo país, un país exitoso que reconozca el potencial y talento de cada mexicano».

(Bueno…)

¡Línchenlos!

San Martín Texmelucan, Pue. Sept., 2012. Un hombre falleció y otro resultó herido por las agresiones que  sufrieron por parte de la población al ser señalados como presuntos responsables de violación contra un menor de edad.

Y algunos a esto le llaman justicia; a acciones que son sólo reacciones de odio y rencor individual y colectivo. Porque quienes así satisfacen su exasperación vengativa  exhiben tan solo su total ignorancia entre los vocablos venganza y  justicia, ese valor máximo de toda comunidad. Porque la justicia constituye el elemento vital para la vida de una comunidad, dentro de la cual  coexiste en el orden con justeza, equilibrio y armonía. La sangre de una comunidad, su savia y su oxígeno: eso  es, mis valedores,  la justicia.

Pues sí, pero para desdicha de pueblos y de individuos gobernados por regímenes injustos es la injusticia su segunda naturaleza, que los acompaña hasta que dejan de ser. Es en la injusticia donde afloran los peores instintos de la comunidad, que entonces mal sobrevive en el miedo y el rencor, carente de un aliciente, de un proyecto de vida, de un mañana que le otorgue confianza y seguridad. Es entonces cuando esa comunidad es capaz de descender escalones en la escala de lo humano y caer en el linchamiento, patología de la venganza que los que viven ajenos al fruto dulcísimo de la justicia nombran, a lo aberrante, «hacerse justicia por propia mano». No saben lo que hacen. La justicia.

Tan altivo concepto evidencia la suprema aspiración del humano, que en su universo  de cotidiana  injusticia la añora, la invoca y aun la llega a imaginar en comunidades ideales donde sus moradores se alimentan con ese fruto dulcísimo. Así las utopías de Platón y Tomás Moro, de San Agustín, Campanela y Fourier, o esas antípodas que son las «distopías» de los infiernos terrenales  imaginadas Orwell, Huxley y tantos más, donde el santo y seña de la comunidad es la injusticia, la opresión y la represión de un Sistema de poder autoritario. (Entre nosotros regresa, a propósito, el PRI-Gobierno.)

Es la justicia «el principio filosófico, el conjunto de reglas y disposiciones escritas aplicadas por jueces para que se mantenga el orden social». Muy sencilla la definición del filósofo y muy a la mano,  porque el discurso oficial la convoca a diario y la invoca ante las masas sociales,  y esto en mayor medida y con un énfasis creciente cuanto más injustos son sus acciones.

“Ese vocablo es de los más difíciles de definir. Filósofos, juristas, escritores, entre otros, han tratado de dar su concepto pero, ninguno se ha considerado como universal. Es por ello que se mantiene en pie la pregunta: ¿Qué es la justicia?» El jurista:

No hubo pregunta alguna que haya sido planteada con más pasión, no hubo otra por la que se haya derramado tanta sangre preciosa ni tantas amargas lágrimas como por ésta; no hubo pregunta alguna acerca de la cual hayan meditado con mayor profundidad los espíritus más ilustres, desde Platón a Kant. No obstante, ahora como entonces la interrogante  carece de respuesta.

¿Qué ocurre, qué puede ocurrir y qué ocurrirá en una sociedad como la nuestra, que padece por parte del Sistema las más injustas y desbozaladas formas de corrupción lucrativa e impone? Esa justicia tan difícil de definir (y de aplicar, sobre todo), ¿qué significa hoy mismo para las masas sociales? ¿Por qué allá linchamientos y acá acciones de protesta como las del movimiento «Yo Soy 132″?  Mis valedores: esto es México. (Nuestro país.)

Apócrifo

(Mi retablillo anual.)

El martes, muy de madrugada,  se vino Juan Diego de su casa de Tlatilolco, y cuando venía llegando al camino que sale junto a la ladera del cerrillo del Tepeyácac, hacia el poniente, por donde tenía costumbre pasar, dijo: “Me voy derecho, no sea que me vaya a ver la Señora”.

Pero ahí salió a su encuentro al otro lado del cerro y le dijo: “¿Qué hay, hijo mío, el más pequeño? ¿A dónde vas?”

“Niña mía, voy a causarte aflicción: voy presuroso, Señora, porque está enfermo un mi  tío Juan Bernardino y he de llamar al párroco”.

Pero ahí siente Juan Diego que la Señora del cielo mirábalo con su modo de mirar y que leía en lo profundo de su ánima. Avergonzado de su mentir clavó una rodilla en tierra:

“Y cómo engañarte a ti, Niña mía, cómo engañarte. De intento torcí mi andadura para hacérteme el perdidizo porque  anoche mi tío Juan Bernardino, en sus delirios fiebrosos, tuvo una a modo de revelación: al verme llegar pegó un gran suspiro:

“¡Dichosa mi sangre, bienaventurada mi semilla, porque mi sobrino Juan Diego llegará a los altares!” Los sus ojos, Niña mía, fulguraban.

La Señora del cielo, mansas pupilas, miraba a Juan Diego, y sonreía…

“Entonces me eché a dormir, pero no dormía. ¿Yo a los altares? Eso quiere decir que la Niña mía del cielo va a convertir el desierto en rosas, y las rosas de la tilma en el milagro de su Imagen del Tepeyácac, y que al prodigio la cristiandad va a edificar capillas, ermitas, templos y basílicas a la honra y gloria de Dios y su Madre santísima”

Ella, sonriendo, le extendía sus brazos.

“Lo supe entonces: de todos los rumbos de la rosa van a acudir hasta ti romeros y suplicantes, pero también cierto pontífice reaccionario que va a mirar a un mi  México hundido hasta el pescuezo en la pobreza global, a una comunidad flagelada, castigada por el modelo neoliberal, y un descontento que amenaza tronar, a estallar de repente. «¿Ah, revoluciones a mi?” Y va a urdir el truco de darles un bato –un beato, perdón- y luego un santito, pararrayos de la  cólera de mis paisas. Yo, Niña mía, mirándome gestor de milagritos intentaba dormir, pero el sueño, andavete”.

Vio entonces, o figurósele, que se añublaba el mirar de la Niña...

“Y así, Madrecita, presentí que mi expediente, que en cosa de cuatro siglos había dormido en santa burocracia el sueño de los beatos, iba a levantarse y a andar, y que en el alba del XXI estaría yo en mi nicho de santo de palosanto.

“¿Y tal presentimiento atribula tu pecho, hijo mío el más pequeño?”

“Y cómo fregaos no. ¿Tú conoces a mis paisanos? ¿Te imaginas al más pequeño de tus hijos tieso en su nicho, con la marabunta de penitentes a mis pies –a mis sandalias-, exigiendo de Dios, por mi santa intercesión, lo que hoy, porque se niegan a pensar,  ¡e-xi-gen! inútilmente al Poder?  Que realice el milagro de mirar por ellos, ¿te imaginas? ¿No te impacienta que en vez de asumir y contra lo que les enseña la Historia los muy penitentes deleguen siempre, una y otra vez, en un enemigo histórico al que imaginan aliado?

Por evitar que las masa sigan delegando en santos  y politicastros y forzarlas a  asumir el papel que les corresponde; por eso fue que traté de hacérteme el perdedizo, Niña del cielo. Tú has de perdonar a la más pequeña de tus criaturas, ¡pero nada de aureola! Todo lo que quieras, Niña de mis ojos, ¡pero santo no!”

La de Guadalupe, entonces, juntó sus manos, ladeó su cabeza, suspiró y parece que sus pupilas se rasaban de lágrimas, y así se nos quedó en la tilma. (Obsérvenla.)

A alzar la Peña

«Me quedo con buen ánimo sobre lo escuchados el día de ayer sábado», afirma el comentarista del matutino, porque, asegura, «una vez lanzados tales compromisos  será difícil que la sociedad mexicana, cada día más exigente, renuncie a reclamar su cumplimiento».

Y una vez más, a la manera de Sísifo, las masas sociales a cargar el piedrón sexenal, que ya en la cima de la montaña caerá a plomo para que todos nosotros volvamos a levantarlo a lo largo de seis penosísimos años, y una vez en la cresta de la montaña alguien nos venga a decir: «ahora sí, esta fue la última vez que se cae la Peña. Se terminó para ustedes esa maldición».

– Lo que me recuerda el cuento de Los mensajeros, dijo el maestro en la tertulia de ayer.

Oímos. El relato describe el episodio que vivieron ciertos desdichados de alguna villa miseria obligados por el Sistema de poder a financiar un programa de vuelos espaciales. Parte integral del Sistema, la televisión juraba a los lugareños que eran ellos mismos, por medio de sus astronautas,  los héroes conquistadores del cosmos. Los payos se la creían y pagaban dobles impuestos.

Los pobretes, así manipulados, sobrellevaban miseria, avitaminosis, enfermedades y analfabetismo, y al sentirse héroes del cosmos copulaban con bríos renovados mientras sus mujeres imaginaban que un astronauta se las llevaba más allá de Venus y el hambre,  de la desesperanza, el sufrimiento y se empobrecían aún más.

Pues sí, pero de repente sucedió que herida de presunción y arrogancia la nave espacial en la que los desarrapados habían puesto su esperanza irracional se desplomó entre las malolientes cabañas, desperdicios y cartón. “¡Cómo dimos de alaridos! ¡El sordo terremoto nos hizo llorar a millones de ilusos y dependientes. Fueron acres y tristes nuestras lágrimas de decepción. En pocos minutos, nuestro  ángel de la esperanza se había reducido a un gusano herido de fierros retorcidos».

Y que “chapoteando en el fango de la explosión nos fuimos acercando,  rodeamos cadáveres y metales. Fue horrible  nuestra pena, amargo el llanto por el ángel destronado y la promesa incumplida. No habían sabido estar a la altura de nuestra dignidad. Nos acercamos en círculo. ¿Por qué caía entre nosotros, en vez de perderse en algún asteroide? ¿Por qué se insultaba nuestra fe en esos en los que habíamos delegado? Injusto. Decidimos saquear el templo de la esperanza frustrada, para que la ira divina cayese sobre nosotros, eternos pecadores. Con furiosa energía saqueamos todo. Al amanecer sólo quedaban cenizas de lo que fue nuestra nave espacial…

Ya no seguimos con la mirada a los héroes conquistadores. Hemos vuelto a la vida de antes: rebuscar desperdicios, robar a transeúntes, fornicar toscamente. Despreciamos a nuestros héroes. Les hemos perdido la fe. No  han tenido la dignidad de quienes delegamos en ellos. Y cada vez que sorprendemos a uno de nuestros niños mirando, inquieto, hacia el cielo, le pegamos con odio y sin misericordia”. ¿La moraleja, contertulios?

El mexicano pasa su vida delegando siempre en sus astronautas,  decidido a nunca crecer, madurar, asumir. Delegar en Echeverría, y venga la desilusión, y retoñe la irracional esperanza con López Portillo. Desencanto rotundo. Ah, pero con De la Madrid sí. ¿Que no? Ya el Sistema nos apronta a Salinas y Zedillo. ¿Tampoco? Y qué importa. Con Fox, ¡al cambio! ¿La desilusión? Pero ahora nuestra esperanza es   “uno chaparrito, jetoncito, de lentes». ¿Que empobreció y ensangrentó el país? ¡Pero ahí llegó Peña! (Ah, México.)

Supurante llaga, la tortura

Lo documenta la Comisión de Derechos Humanos del D.F.: contra los detenidos del contingente que el sábado pasado se manifestó en el contexto del cambio del gobierno federal  se registraron varios casos de tortura donde se utilizaron aparatos que infligen choques eléctricos. Según el reporte elaborado por la citada Comisión, «a uno de ellos lo golpearon en los ojos y le aplicaron choques eléctricos. A otro le causaron tormentos físicos graves».

Pero el discurso oficial: erradicada la tortura, lo juraron a su hora  los gobiernos panistas, y a las masas sociales más nos lastima o debería lastimarnos el tartufismo, el enmascaramiento y la simulación con que los mismos manejaron esa llaga supurante en la pelleja social: una inexistente tortura que militares y policías aplican a los infelices sospechosos de ser sospechosos de algo sospechoso. Y ahora pronto, con la vuelta del PRI-Gobierno al poder:

«Otro de los detenidos fue amagado con el arma, lo golpearon en los genitales y le dieron choques eléctricos. Antes de ponerlo a disposición del Ministerio Público la patrulla se detuvo, lo desnudaron, le tomaron fotos desnudo y lo golpearon en las costillas». Que los choques eléctricos se los aplicaron con una especie de macana.

El Centro por la Justicia y el Derecho Internacional ha aludido a diversos casos de tortura, y ante el sistema interamericano de derechos humanos acusaba al gobierno:  “La tortura en México sigue siendo una práctica común, poco investigada. Ahora tratamos una treintena de casos contra México, entre los que se encuentran algunos de confesiones arrancadas bajo tortura”.

Aquí, mientras tanto, la prueba del tartufismo del discurso oficial:

México ha aprobado y ratificado dos convenciones sobre el tema específico de la tortura, una universal, la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes, y una regional, la Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura. Además, el titular del Ejecutivo acaba de signar el Protocolo Facultativo de la Convención contra la Tortura, de la ONU, y se comprometió a establecer mecanismos para prevenir la práctica de la tortura que, según la ONU, aún es común en México”.

Pero no; para la careta de un gobierno torturador un protocolo y dos convenciones no iban a ser suficientes: «México presentó a la ONU el instrumento de ratificación de un instrumento adicional a la convención contra la tortura. Asimismo, hizo notar que en materia de derechos humanos, a México sólo le queda por signar el Estatuto de la Corte Penal Internacional, que ratificará en breve».

La tinta todavía fresca en la pluma y la pluma todavía en la mano del de Los Pinos, el Alto Comisionado de la ONU tomó la palabra y acusó al torturador mexicano:

La tortura sigue siendo una práctica en todo ese país. No obstante la firma de acuerdos internacionales para erradicarla, arrancar confesiones por medio de la tortura, es de uso recurrente en la mayor parte de los países, y en algunos casos, incluso, justificada en el contexto del combate al terrorismo por razones de seguridad nacional. México no es la excepción.

«Otro caso relevante (noticia de ayer)  es de alguien que fue detenido cerca del Monumento a la Revolución. Lo ingresaron a un estacionamiento público en donde  lo tiraron al piso y lo golpearon hasta noquearlo. Un policía le hizo tocamientos de carácter sexual, para luego escupirlo y jalándolo de los cabellos subirlo a la unidad vehicular». Es México. (Qué país.)

Las raíces irritadas

España ha muerto. Murió de la otra mitad.

Así yo, mis valedores. Cómo conciliar dos raíces en pugna dentro de mí. Cómo hermanar mis dos sangres, la vencedora con la vencida. Como hablar de identidad y de idiosincracia si en mi condición de mestizo mal avanzo a lo hemipléjico, una mitad enhiesta y mortecina la otra mitad. Inclinado sentimentalmente a Tenamaxtle el caxcán,  mi sentimiento lo expreso en el idioma que me legó Cortés. Con él pienso y me comunico con otros mestizos como yo mismo. ¿Entonces? ¿Cómo pacificar mis dos raíces irritadas, que dijo aquél? Aquí el principio de la pugna entre mi hontanar nativo y mi conquistadora raíz:

Fue un ocho de noviembre de 1519 cuando el invasor español pisó el valle de Anáhuac e inició una que denominó conquista para encubrir la invasión y destrucción  sañuda de todo un imperio con la ciudad capital  y sus habitantes,  y una cultura, una religión,  una cosmogonía. Mediante el genocidio mayor que registra la historia del mundo Cortés «decapitó una civilización floreciente en plena vida» mientras que en el suelo de Anáhuac «la sangre corría a raudales como el agua cuando hay una gran lluvia». De ese horror nací yo como mestizo.

Bueno, sí, pero a cambio de todo lo que destruyó, a la etnia nueva nos aprontó una cruz ensangrentada, una virgen enraizada en Tonantzin y una religión distante del cristianismo tanto  como de aquí al cielo, que renovó en el mestizaje el pensamiento mágico de Huitzilopochtli y Coatlicue: milagro, misterio y autoridad. Laus Deo.

Cortés destruyó todo un imperio. En la fecha de la invasión era tlatoani  Moctezuma Xocoyotzin, que antes de habitar el palacio y convertirse en «dios» había participado en una decena de acciones invasoras y expansionistas contra pueblos tan distantes como el zapoteca y algunos más. En la fecha de la defensa del territorio disponía, además de su conocimiento del terreno y la forma de defenderlo con éxito, de una tropa calculada por cronistas que se apartan de la historia oficial en alrededor de 100 mil guerreros águilas y guerreros tigres. La vida del polémico Moctezuma II finalizó el 1o. de julio de 1520.

¿Dioses los invasores? La creencia supersticiosa de los nativos se apagó cuando uno de los caballos capturados fue destazado y en trozos enviado a los contingentes guerreros en prueba de que era embuste la creencia de que Quetzalcóatl reencarnaba en Cortés. Los dueños del fuego y el trueno eran mortales. No más.

México-Tenochtitlan, 8 de noviembre de 1519. Con los primeros resplandores del alba levantóse el capitán español para disponer su gente. Los hombres se agrupaban bajo las banderas y sus corazones latieron cuando la corneta difundió su brioso llamado por el agua y por el bosque, hasta apagarse en el eco lejano de las montañas.

Ahí avanza Cortés, enhiesto su estandarte de terciopelo negro bordado de oro, con la cruz encarnada y la inscripción latina: «Amigos, sigamos a la Cruz». Viene detrás un contingente de 110 marineros y 553 soldados, 10 cañones pesados, 4 culebrinas ligeras y 16 caballos. Detrás, un contingente de unos 6 mil indígenas, la mayoría tlaxcaltecas, víctimas y temibles enemigos del imperio meshica. En el corazón de un mundo desconocido el grupo de aventureros avanza al encuentro de 100 mil guerreros águilas y guerreros tigres. Es la historia.

Moctezuma, Cortés. ambas sangres en pugna coexisten dentro de mí. ¿Identidad, idiosincracia? Será cuando se reconcilien, cuando haya paz entre Hernán Cortés y Cuauhtémoc. (México.)

Cobras

Las Textron y Cobra, mis valedores. Que por dónde andarían esas tanquetas que uno de los espurios importó para enfrentar el descontento de estudiantes y obreros, partidarios de Cárdenas (que por aquel entonces aún los conservaba) y una sociedad civil agraviada por el fraude flagrante que en favor de Salinas urdieron Bartlett y De la Madrid. Esa fue la pregunta que formulé aquí mismo hace algunas semanas.

 Tanquetas antimotines, blindadas, llantas anti-bala, cañones lanza agua, cañoneras para desde su  interior disparar tinta indeleble. Unidades de exportación. Cobra y Textron, las marcas. ¿Costo por unidad? sólo 500 mil dólares que pagamos ustedes y yo. Me extrañaba no mirar las tanquetas en la vía pública, signo alentador porque evidenciaba que en este país no  existe un clima adecuado para la represión.

Pues no, pero de  repente aquel día, ¡el jacalón de San Lázaro amanecía grifo de tanquetas anti-motines! Y protesta de inmediato Alejandro Encinas, por entonces jefe de gobierno del DF.:

– ¿Hace cuántos años que en el país no habíamos visto una tanqueta antimotines en las calles? Es un muy mal signo, es el mejor indicador de cómo están las cosas. Yo no quiero un país como el que estamos viendo en las inmediaciones del Palacio Legislativo de San Lázaro, en donde sean las tanquetas antimotines, en donde sean los cuerpos de seguridad quienes rijan la normalidad de la vida institucional.

– ¿Cuáles tanquetas antimotines?, el vocero presidencial del entonces Fox. «En todo el mundo nadie las conoce ni como tanquetas, ni como tanques. Son vehículos que arrojan agua. En todos los países democráticos tienen estos vehículos, porque permiten enfrentar manifestaciones sin que haya daño corporal.

Eso, y no más. Vehículos que arrojan el agua de los 7 mil 570 litrosque cargan en la panza. Pero, al parecer, las cañoneras no representan agresión alguna para estudiantes y mentores que se encrespan ante las desmesuras de espurios que a punta de malas artes piratean el Poder. Inofensivas las represoras que importó Salinas para imponerse en Los Pinos e imponer a la viva fuerza el pernicioso modelo tecnoburócrata neoliberal. Simples vehículos hidrantes, como simples vehículos que arrojan plomo son las armas del Ejército, la Marina armada y los cuerpos policíacos, que han desperdigado más de cien  mil cadáveres…

Durante años le perdí el rastro a las tales tanquetas. ¿Dejaron en paz sus chorros porque se extinguió el descontento? ¿Porque los inconformes se resignaron o  terminaron por domesticarse? ¿Por el pudor de los autoritarios, que ocultaron ese brazo represor? Las Textron y Cobra, ¿guardadas en un corralón? ¿Arrumbadas en el cobertizo de alguna dependencia oficial? ¿Se les daba mantenimiento?  Traídas para realizar un servicio público, ¿seguían ociosas? ¿Jubiladas antes de que desquitasen los gastos? ¿Artritis y decrepitud en algún apartado refugio? Yo, intrigado, de tanto en tanto las buscaba en unos matutinos hoy embijados de muerte, duelo y lágrimas por la guerra de Calderón, pero de las tanquetas, ni sus luces…

Cierto mal  día las vi aparecer por las playas de Cancún vaciándose a chorros en unos altermundistas alebrestados. Hoy, de repente, bien haya México:

Hoy aparece la Textron. ¿La Cobra, tal vez? Agil y salerosa, partiendo plaza y lo que se atraviese allá por el Centro Histórico y la Alameda Central. La tanqueta se une al júbilo de alumnos y profesores ante el retorno del PRI-Gobierno a Los Pinos. Es Peña. Es la Cobra. Es  México. (Nuestro país.)

¡Salió el Quinto Sol!

Y es como para preguntarse, mis valedores: ¿pues de qué barro fuimos hechos los mexicanos? Cinco bases y trece decisiones; no más. Esas cuantas promesas bastaron para que el firmamento de Anáhuac se iluminara con el arribo del Quinto Sol, y el delirio. Con sólo declamar esas bases y esas decisiones el taumaturgo hizo brotar en el erial rosas, y de un lastimado país forjó  la tierra prometida donde han de fluir arroyos de leche y miel. Y ahí el éxtasis que el nuevo tlatoani generó en la conciencia nacional. Entre los embelecos que embelesaron a los marchantes del histrión:

¡Cruzada contra el hambre y la corrupción, y paralelamente licitar dos cadenas de televisión abierta! ¿Qué más quieren, quieren más? Es así como en México se genera el prodigio, una vez más. Con el ascenso del Quinto Sol el meshica sobrevive a la frustración que de herencia  le deja el beato del Verbo Encarnado. Previamente fumigada, la casona oficial de Los Pinos amanece estrenando inquilino.

Suertudos que somos los mexicanos. Porque ahora sí, con la voz del nuevo tlatoani resonando en un mundo meshica al que los destellos del Quinto Sol iluminan, calientan y marcan rumbos,  de sus cenizas  renace el Fénix de la esperanza, que en un proceso dialéctico y a más tardar en el 2018 volverá a convertirse en cenizas, para un 1o. de diciembre renacer a la voz de un nuevo chamán. De qué material estemos forjados los mexicanos, esto lo saben muy bien y muy bien ensayado lo tienen y nos lo recitan los rimbombantes histriones sexenales:

«¡Compatriotas», «amigas y amigos»,  «señoras y señores!» Ah, México.

En fin, que por frases no vamos a parar. Flamígeras, retumbantes, tanto más sonoras cuanto más vacías. Que si el imperio de la ley, que si los derechos humanos y  las garantías individuales,  y soberanía popular, y estado de derecho,  y que si sobre la ley nada, y que si fuera de la ley nadie, y que si…

Mientras tanto, condenado al olvido y al polvo, el beato del Verbo Encarnado (ese impostor de la triste figura y la ingrata memoria) ha caído al desván de la historia; a las telarañas su discurso oficial pedestre, plagado de lugares comunes y de frases chabacanas: «ponerse las pilas, no bajar la guardia  y caminar hombro con hombro para salir adelante». Contra tal discurso barato, que tan caro nos vino costando a las masas sociales, el viejo PRI con disfraz de juventud destapa su retórica estallante de fuegos artificiales y mienta los vocablos de su vetusto nacionalismo revolucionario mientras a las masas nos arruina con su neoliberalismo tecnoburócrata importado. Mis valedores:

Muerte y ruinas, desilusión y disparos de alto poder contra el estado laico, contra el estado de derecho, contra los mexicanos. Eso y no más dejó tras de sí el que tantas veces dijo «¡salud!» para todos enfermos. Autoelogio sus dichos,  aborrecible su guerra particular contra todo lo que se movía y contra el que iba pasando. Años que fueron de sangre, disgregación familiar, emigraciones masivas y pueblos fantasmas. Calderón.

Pero ahí la conformación psicológica del mexicano. Correlativa al tamaño de la desilusión tiene siempre, como compensación, renovadas reservas de esperanza. Falaz, infundada, según le advierte la historia, pero las masas qué valor atribuyen a sus enseñanzas, cuando es más atractivo el pensamiento mágico.

Pero albricias. Sobre las ruinas de un impostor se prende, flamante y enhiesta,  la esperanza renovada. Son los demagogos, son las masas, es México. (Nuestro país.)

Visión de los vencidos

Estoy abatido, estoy avergonzado – Me río de vuestras armas de mujer -¡Conquistadores de tiempos antiguos, – volved a vivir!”

La salación se destierra de entre nosotros y su lugar lo ocupa el previsible rigor de fronteras adentro y el sometimiento ante el gringo invasor. ¿O algo diferente afirma la historia de nuestro país? Las masas sociales, en tanto, y según la plaga de las encuestas, se despojan de la desilusión y se dejan arrullar por la esperanza. Irracional, ¿no lo afirma la historia? Tal es, mis valedores, la visión de los vencidos, que lo somos todos, derrotados por nosotros mismos, renuentes al ejercicio de pensar, de reflexionar, de la autocrítica y de la creación de una estrategia liberadora y de las  tácticas adecuadas para lograrla. Los deudos y los heridos, los desplazados y aquellos a los que se les perdió el rastro:

“En los caminos yacen dardos rotos – y en las paredes están salpicados los sesos – rojas están las aguas. Y era nuestra herencia una red de agujeros. (Calderón.)

Dramático el sexto prodigio que presagiaba la llegada del invasor:

Esa funesta señal fue que muchas veces y muchas noches se oía una voz de mujer que a grandes voces lloraba y decía, anegándose con mucho llanto y grandes sollozos y suspiros. “¡Oh hijos míos! Del todo nos vamos ya a perder. Hijos, mis hijitos, ¿a dónde os podré llevar y esconder?”

Y su añadido apócrifo:

Es noche cerrada en un tiradero de cadáveres en que el beato del Verbo Encarnado convirtió el Valle de Anáhuac. Silencio ominoso y un cielo anubarrado. Sólo, a lo lejos,  el canto lastimero de la paloma torcaz. De repente, negra mancha en la negrura del firmamento, por los aires emergió aquella aparición espantable, y era la de una mujer de greña y ropaje al viento que, ave  agorera, iba y venía en círculos sobre la población de indígenas sumidos en uno más de sus sueños. Ahí rasga el aire de Anáhuac la voz rota deLa Llorona:

– Ay, hijos míos, mis hijitos mestizos, sangre de vencedor y vencido. ¿Qué leche mamásteis de mis dos senos, que aún continuáis renuentes a crecer, a defenderos, a sacar la cara por un valle de Anáhuac que haiga sido como haiga sido ese remedo de tlatoani convirtió en valle de lágrimas, las de todos los deudos de todos los asesinados en la delirante masacre de la guerra florida con la que intentó   “legitimarse” el secuestrador de Los Pinos?

Macehuales dolientes, que a tantos trabajos para malcomer os obligó el espurio: ¿lo dejaréis huir a lo impune?  ¿Pues qué lechosidad aguachirle segregan vuestros redaños?  ¿Lo que mis ojos contemplan no acusa lo ñengo de vuestro temple, vuestra falta de audacia, carácter, determinación? ¿Sois, por ventura, huecos y quebradizos? ¿Anima de carrizo y redaños de gelatina? A la hora en que toca a los de corazón bien templado crecerse al castigo, ¿reculáis?  Vuestro sino, ¿el del  derrotado? ¿Vencido un  pueblo cuyo corazón se anega en la sangre de  Cuauhtémoc? ¿Cerviz agachada frente al dañero que a lo impune os desangró? ¿Tal es el santo y seña de vuestro carácter? ¿Sois pueblo de reses que en más de 500 años no enderezáis el testuz? Si también así sois en asuntos de amor y ejercicio amoroso, digo yo desde el fondo del ánima: ¡Ay, mis hijos! Yo, como el abuelo Axayácatl, estoy triste, me aflijo, os pregunto: ¿este es el pueblo de conquistadora raíz?  Si eso sois, tiernos corazones de pollo, que al reto os arrugáis, del alma me brota el pregón lastimero:

Ay, mis hijos. Hijitos míos, ¿a dónde os llevaré? ¿A dónde, que más valgáis?

(México.)

Muerte, ruinas, vaciedad

Eso y no más dejó tras de sí. Autoelogio sus dichos,  aborrecibles los hechos de su guerra particular contra todo lo que se movía y contra el que iba pasando: narcos, niños, mujeres, estudiantes, México. Seis años de sangre y muerte, disgregación familiar y emigraciones masivas que dejaban atrás pueblos fantasmas. Calderón.

Pero cómo se cuidó de guardar las apariencias. Fue en agosto del 2008 cuando convocó a representantes de sectores sociales y autoridades estatales, federales y del  Congreso, con los que se encerró para tramar un maratón de discursos, ponencias, propuestas y buenas intenciones de los cándidos «activistas» que  se la creyeron. La choricera de buenas intenciones clausuró la encerrona apodada (por título no iba a quedar) Acuerdo Nacional por la Seguridad, la Justicia y la Legalidad. ¿Y?

Mucho chasquido de lengua y nada de nueces, que el gobierno de Calderón estuvo cortado no a la medida de los hechos, sino a la  de los discursos mal pergeñados y peor emitidos con una lamentable dicción y un catálogo de clichés ventoseados por el que así diluía su responsabilidad, porque con 4 años de retraso y un desprecio total por la experiencia histórica convóquese al Diálogo por la Seguridad. Que ninguna autoridad del aparato público se quede sin compartir el costo político de Calderón, y para mejor diluir su responsabilidad añádanse las sotanas y los industriales del periodismo, y suéltese el vendaval de discursos, propuestas,  excusas, justificaciones y propósitos de enmienda. Yo, ante el estrépito de la verborrea les arrojé unas preguntas que, por supuesto, no obtuvieron contestación. Algunas:

Acuerdos tan estridentes cuanto huecos de acciones, ¿lograrán seguir manteniendo mansas a las masas sociales? ¿Seguirán esas masas jugando su papel de espectadoras pasivas y dependientes? ¿Recompondrá ese «Diálogo» todo lo destruido y asesinado en lo que va del naufragio? ¿Oportuno decenas de miles de muertos más tarde? ¿Con su macabro almácigo de restos humanos logró el impostor «legitimarse»? ¿Los convocados aceptaron de grado compartir con el de mecha corta los costos políticos de la ineptitud, y la improvización? ¿Que al final del sexenio los responsables sean todos los convocados, que es decir ninguno, porque se logró diluir toda responsabilidad? ¿Maniobra electorera para que en el 2012 no cargue el Ejecutivo con el estigma del fracaso en una guerra que ya no puede decir su nombre? ¿Sostendrá Calderón el juramento que, se rumora,  pronunció ante la tumba de su padre don Luis de que en su sexenio el PRI no regresaría a Los Pinos? ¿Jurado quedó?

El esfuerzo de haber desgastado la energía del gobierno en un  solo problema, no el más urgente para las masas, ¿valió  la pena?  ¿Vale invertir en la guerra particular del panista recursos que deberían destinarse a problemas ingentes del pobrerío, incluyendo empleo, salud, educación y combate a la pobreza? ¿Lo que se invierte en la guerra particular se recobra con las divisas que el narcotráfico aporta al país? Más allá de protagonismos y fotos de primera plana, ¿algún beneficio reportó  a las masas el ruidajo del Diálogo?  ¿Y las promesas de campaña? ¿Vil agua de borrajas? De existir la figura jurídica del Mandato revocatorio y una institución que la hiciera cumplir, ¿seguiría Calderón en Los Pinos? ¿Merecemos individuos de tan bajo nivel? Por supuesto que los merecemos porque todo lo bueno y lo malo que ocurre en un país es responsabilidad del nativo, dueño de la soberanía nacional. (¿Y?)

¿Atenco ya se olvidó?

(Lo dije hace meses y por obvias razones hoy lo reitero. La factura de Atenco sigue aún sin cobrar.)

Estoy mirando las fotos, y el espeluzno: cabezas resquebrajadas, rostros amoratados, bocas que chorrean sangre, manos y bocas a la defensiva. Golpes, maltratos, manoseos nauseabundos a la intimidad de algunas mujeres, extranjeras varias de ellas, a manos, a dedos, a hormonas encabritadas de los policías de un mediocre Peña puntero en la carrera presidencial. Miro este cuerpo tronchado y ese que, macerado a leñazos de tolete y culata de rifle, cae de rodillas, codos y frente contra el asfalto. A ese otro  cuatro de uniforme derriban a garrotazos, y a aquel otro  llevan a rastras. Hago a un lado las fotos y me pongo a pensar: cuánto hacía que  hasta antes del Verbo Encarnado y su cementerio particular (el territorio patrio) las primeras planas no se habían empapado hasta grado tal. Sangre de humano.  Atenco.

Todo se inició un día de tianguis en Texcoco los días 3 y 4 de mayo del 2006. La venta de flores por parte de algunos comerciantes de San Salvador Atenco derivó en una guerra florida de fulgurantes rencores, violencia aberrante y sangre desparramada. Resecos yerbajos en aquella pradera, una chispa bastó, y unas flores, para convertir Atenco en hornaza que estalló entre unos machetes enardecidos y unos sicópatas disfrazados con uniforme policíaco al mando de un lobo con piel de humanista y antifaz de demócrata. Dígalo, si no, la respuesta que esa mala copia de Díaz Ordaz dio hace algunas semanas a los requerimientos de 132 estudiantes universitarios:

– ¡Para eso tiene el Estado el monopolio de la fuerza legal, para ejercerla cuando las circunstancias lo ameritan!

Una violencia legal como la que perpetró en Atenco  su horda de sádicos disfrazados de cuerpo represivo. El ejecutor intelectual de un asesinato y un delirio de sangraduras encabeza las preferencias en la carrera presidencial. Tal es el poder de las «fuerzas vivas» del país; tal es la desmemoria de las masas sociales. (Mañana ese Peña  se encueva en Los Pinos. Es México.)

Y los resultados de una violencia que el Díaz Ordaz de masquiña provocó en Atenco: los enjuiciados no fueron los de uniforme, no fue el autor intelectual; fue un Ignacio del Valle, dirigente del Frente del Pueblos en defensa de la Tierra, condenado con varios de sus compañeros, libres el día de hoy, a más de un siglo de prisión. Fue  una América del Valle tiempo después refugiada en la sede de alguna embajada. Aberrante.

Tal es la justicia en México. Tal  es el violador los derechos elementales de los habitantes de aquel caserío. Tal es la desmemoria de las masas sociales, que a la manipulación aplastante  de Televisa lo mantienen como posible sucesor del Verbo Encarnado. «Para eso tiene el Estado la violencia legal».

Pero ante la pasividad y la indiferencia de quienes se disponen a votar: América del Valle sentenció a los agresores, comenzando con el de la «violencia legal».  América del Valle:

– ¡Que esos perros  se cuiden las espaldas, porque mañana, porque  hoy mismo, el muerto será uno de su lado. El pueblo de Atenco tiene licencia para machetear a cualquier militar, policía o granadero!

Atenco,  mayo del 2006. El autor intelectual de la masacre va a embrocarse mañana la banda presidencial. Paisanos, tengan presente, no se les vaya a olvidar. El 1o. de julio se les olvidó. ¿En el retorno del PRI-Gobierno lo tendrán presente?   Es Atenco, es Peña, es el pobre de espíritu que votó  por él.  (Es México.)