Nauseabundo

Espejo fiel del humano es el perro, lástima que el hombre no sea el espejo del animal. Y qué de similitudes y semejanzas  entre el hombre y el perro, o al revés. Diversas clases de perros:

Existen los de las regiones nevadas, perros que nacieron con un perro destino: para allá y para acá jalar el trineo, con el chicote en los lomos y tan bien trabajados como mal comidos. ¿A quién se parecen tales pobrines, si no al obrero de este país? Privaciones, pobreza y jalar el trineo que enriquece a los Slim, el chicotazo salarial en los lomos y jalar desde la mañana hasta la muerte del día y hasta el día de la muerte. Y cómo remediar su situación, si el perraco no tiene el don de pensar, y a ese don ha renunciado el obrero y se constriñe al reclamo, la exigencia, la toma de la vía pública…

El benemérito San Bernardo. Grande, grave, pacífico, servicial, misericordioso. Deambula por el mundo del desastre con su barril de vida al cuello para entibiar esa vida que se congela en las nieves. Valedor de desvalidos como el humanista,  el luchador social, el médico que cura nomás por curar, no el que cura nomás por cobrar. Por contras:

El horror de esas fieras entrenadas por los represores para morder, desgarrar, triturar, arrancar a la viva fuerza tarascadas de sangre viva. Perros represores, los doberman son la lanceta del campo de concentración, la cárcel clandestina, la celda de tortura. Rodweiler, pitbull, sicarios, paramilitares asesinos de Acteal…

Los perros cautivos, desdichados a los que unos amos desaprensivos sepultan en jaulas y azotehuelas de este tamaño, miren. Nacidos para la libertad, se encanijan y agostan, y miden la jaula en un ir y venir obsesivo. A lo lastimero ladran a la luna, qué más…

Ah, perros impúdicos los de casa rica, de viuda rica, de solterona. Mantenidos en el lujo, la molicie, el salón de estética canina y la intimidad de sedas y encajes en el secreto de la recámara, padrotillos son, vividores complaciente de los desahogos de dueñas crepusculares. ¿Alguno ha presenciado el beso de unos labios femeninos y los lengueteos de placer al unísono de unos belfos helados?

Los pobres perros de casa pobre. Tan mala vida es la suya que comen lo que sus dueños y viven como ellos. Parte son de la familia y tanta familiaridad comparten, que el chucho llega a cobrar rasgos de humano y el dueño los del animal. Y no fallezca uno de ellos, porque el sobreviviente, el duelo…

Los perros callejeros: duelo sin dueño ni hogar, nombre ni alias; anónimos cuerpos sarnosos y cuera tachonada de úlceras y mataduras, mapa vivo del áspero oficio del diario vivir una vida arrastrada. De calle a calle y de este a aquel callejón van y vienen  acezando su ternura a la vil intemperie, su amor desdeñado por los que a lo desalado se alejan rumbo a qué rumbos. Allá va el chucho callejero, en los ojos la pitaña y en la boca el corazón. Y ese impulso de llorar, y ese acabar gruñendo. El,  allá afuera; yo, como él, pero acá adentro, encuevado en mi rincón. Pujando, gruñendo por no llorar…

Perros íntegros son, y honestos, no como esos chuchos mercachifles del trafique politiquero que en plan de huele-cuescos de Peña se la viven babeando por la pitanza,  acezando y lengueteando tras su ración de unas menudencias como estas: «La corriente dominante del PRD que comandan Ortega y Zambrano emerge como ganadora del Congreso Nal. Los Chuchos tienen la mesa puesta para conservar el control de las principales posiciones del partido. En el PRD pasará lo que los Chuchos quieran». (¡Guau!)

Trepadora

Que la culpa de las tantas desmesuras que perpetra la burocracia gubernamental tiene un responsable directo, dije a ustedes ayer. Culpables lo somos todos nosotros, los dueños de la casa común (39 Constitucional), que de forma periódica contratamos servidores que lleven a cabo su mantenimiento. Los tales nos resultan altaneros, y nosotros, apáticos y desidiosos, permitimos que de servidores se nos tornen patrones,  y lo grotesco: terminamos por «exigirles» que nos concedan algunos de nuestros derechos como sus mandantes. Patético.

A la Cocoa me referí ayer aquí mismo, y a la denuncia que acaba de formular acerca de que legisladores diversos se han entrevistado con algunos «caballeros Templarios». Que, oportunista, tan grave denuncia no la formuló a su hora ni ante la instancia legal, y que ahora los inculpados le exigen las  pruebas de su acusación, con la que al parecer la hermana del beato del Verbo Encarnado va asfaltando el camino en un renovado intento por sentar sus dos reales en el sillón del gobierno de Michoacán, empresa que no lo logró ni con la ayuda del hermano en Los Pinos. Hoy, se comenta, la Cocoa intenta (plan B) disputarle a la cuñada la presidencia del blanquiazul y de allí a Los Pinos, proyecto paralelo al de la Zavala. Escalofriante.

¿O acaso se trata de una profesional de la política como la también panista  Josefina Vázquez Mota, pongamos por caso? ¿No es sólo una arribistas que se vale de las influencias del hermano? ¿No es el de la Cocoa un caso parecido al de  aquella integrante de la «pareja presidencial» que pretendió encaramarse en Los Pinos? La Cocoa, al parecer, nada ha aprendido de la Sahagún.  Si con un ejercicio de autocrítica se mirase en ese espejo…

Porque a una Marta insignificante la Moira la sacó de una farmacia veterinaria para venir a enredarla en las zancas de cierto grandulón al que logró deslumbrar. Ya encuevada en Los Pinos la advenediza exhibió ante los “medios” el tamaño de su ignorancia, su zafiedad, su mediocridad de logrera valida de la ocasión. Ya estando arriba se empanzonó de cámaras y micrófonos, de candilejas, fotos y reportajes en las revistas del corazón, que satisfacían a diario su compulsión protagónica. ¿Alguno recuerda el rebumbio aquel y el bataclán, el rataplán y el boato, la estridencia, la prepotencia, la ostentación y el brillo postizo de Marta? Mis valedores: ¿la Cocoa también? Y por si al caso viniere: ¿también la Zavala? ¿La Zavala también? Esperpéntico.

Pero seis años más tarde ocurrió lo que tenía que ocurrir. Lo del agua, al agua, lo del polvo, al polvo, que todo lo que sube tiende a bajar. La más reciente de sus apariciones públicas fue en el cumpleaños de algún jerarca de la Iglesia Ortodoxa, y yo  entonces me hice la pregunta: ¿qué oscuras actividades  mantendrán a Marta ocupada en su cubil provinciano? Después de vivir en el cogollo del poder y aspirar los humos de ese avieso copal que a su hora le quemaron  los serviles que nunca faltan y por ser viles siempre salen sobrando, ¿qué habría sido de aquella corte de los milagros que le quemaban no copal, precisamente, sino  incienso, a la muy católica? ¿Qué fue de sus lambiscones y los purpurados que le despellejaron su calidad de esposa y madre y, milagros de los Onésimos y  Rivera,  la entregaron virgencita al mandilón? ¿Quedarán cortesanos que sigan a lisonjas alimentándole la vanidad? ¿Alguno le rogará que vuelva al pantanoso terreno de la politiquería cimarrona? Mis valedores: ¿la ruta de  la Cocoa? ¿La Zavala también? (Dios.)

Lengua serpentina

En problemas, que es lo suyo, la senadora Luisa María Calderón. Primero no denunció a tiempo ni ante autoridad ninguna la presencia de presuntos caballeros templarios en el Senado, sólo lo declaró a los medios, y ahora los señalados la denuncian por mentirosa: no son lo que ella dice. Y la emplazan. (Retales.)

La conflictiva Cocoa, mis valedores, que ni con la ayuda de su hermano en Los Pinos logró la gubernatura de Michoacán, que le ganó Fausto Vallejo el priísta. Recuerdo que allá por julio de hace un par de años me referí a diversos incidentes del proceso electoral. Uno de ellos:

«Los casi dos mil de uniforme enviados a Michoacán, pregúntanse los malpensados, ¿para cuidar la seguridad pública o para auxiliar a Cocoa, la hermana del de Los Pinos, en su pretensión de gobernar Michoacán?  Y yo digo: ¿una segunda edición de la Marta de Fox? En las tierras del Tata Cárdenas comienza a alzarse la polvareda:

Morelia, Mich. El foro para la propuesta de los candidatos panistas a la gubernatura terminó a golpes entre partidarios de Marko Cortés y Luisa María Calderón Hinojosa, “Cocoa”. Un extinguidor activado provocó confusión, caos,  alarma y estampida de asistentes.

Y es que se disimulan apenas cismas y quebrantos entre panistas doctrinarios y neo-panistas que desnaturalizan la esencia del blanquiazul. Ahora mismo, con una hermana en el gobierno, el de Los Pinos intenta el segundo michoacanazo. ¿Volverán, con Cocoa, los tiempos aciagos de la Sahagún y los hijos de toda su reverenda Marta? ¿Cocoa también? ¿También ella? ¿Gobernadora primero y después Los Pinos? ¿Nada, al respecto, queremos aprender de   la historia?»

Eso lo dije ayer. Hoy, con la Cocoa en el Senado, aquí y allá se comenta que la hermana del beato del Verbo Encarnado pavimenta el camino para el nuevo intento de gobernar un ingobernable Michoacán que ni con un par de gobernadores, Reina y Vallejo, se ha logrado descascarar esa costra purulenta de Estado fallido y botín de «caballeros» templarios. Ya sin la influencia directa de Felipillo de Jesús, ¿logrará llegar la Cocoa? ¿No correrá la suerte de otra polémica ambiciosa que a su hora y por sus escándalos y desmesuras puso los nervios de punta al país? Violencia en el matrimonio, divorcio, separación, trafique de obispos y cardenales para tornarla soltera y madre soltera, y vuelta a casar, y entonces caer en la vorágine del derroche, las candilejas, el protagonismo y la amenaza de tornar los papeles dentro de la «pareja presidencial» para mandar a Fox a dirigir el DIF como una especie de primer varón del país.

Recuerdo, para advertencia de algunos, la tragicómica historia de aquella buena mujer, una “apenitas” que de repente fue catapultada hasta el sillón de Los Pinos en calidad de “pareja presidencial” de un mandilón. Planta trepadora, Marta fue la versión femenina del Icaro mitológico, que con alas de cartón pegadas con cera intentó volar hasta los dominios del sol. Derretido el pegamento y desprendidas las alas, la pequeñaja criatura fue a caer por allá, en el rancho de San Cristóbal, en La Estancia, tal vez, o en el apestoso Tamarindillo adquirido, dicen los suspicaces, por medio de prestanombres. Mis valedores:

Si de repente gobernadora, ¿la Cocoa después a Los Pinos? ¿Nada aprender de la historia? Pero claro, no hay desmesura de los mediocres de la burocracia política que no tenga sus responsables directos, inmediatos, y esos somos todos nosotros, unas masas sociales que después de contratar la plantilla de servidores… (Sigo mañana.)

Águila y Sol

El peso, mis valedores, ¿lo recuerda alguno? ¿Lo habrán podido olvidar? Siempre perdiendo peso frente al peso del dólar, moneda nacional de nuestro estado libre asociado al que tras la fachada de una tilma guadalupana protege y castiga, todo a su hora, la matriz de Washington. In God We Trust.

Por cuanto al pesito de México: ese aún suele utilizarse en el pago de salarios y la visita al tianguis, pero hubo un tiempo en que fue la moneda oficial, y esto las masas lo ignoran o lo han querido olvidar. Hoy miro al pesito en desgracia, rodando anémico entre manos menesterosas y por levantarle el ánimo le envío el presente mensaje, que de algo le ha de servir.

Así que ante el dólar vuelve usted a perder peso y devaluarse una vez más, pesito mexicano. Y qué hacer, sino expresar el testimonio de aliento y solidaridad para usted, tan ruda y reiteradamente devaluado, hoy que una comunidad erosionada de frustración, desesperanza y desánimo ante el Sistema de Poder, ha acabado por mirar a usted con una mezcla de menosprecio y desdén, minimizándolo y denigrándolo (más de lo que ese Poder me lo ha empequeñecido) sin percatarse de que con tal acción se denigra. Porque usted, valga poco o nada valga y apenas se distinga en la palma de mi mano, con su ánima de cuproníquel (que los sucesivos burócratas del aparato de gobierno van degenerando hasta dejárnoslo en coproníquel) es tuétano de lo nacional, sello e identidad que nos distingue como pueblo sobre la faz de la tierra. Sin peso el peso. Atroz.

Pesito de mi país: lo observo rodar sin rumbo como sombra de usted mismo. Miro que manos que apenas ayer lo atesoraban hoy se desembarazan de usted como de algo contagiado de enfermedad pegadiza. Mirándolo por la calle del menosprecio medito en los tiempos, qué tiempos aquellos, en que pisaba fuerte con su empaque de señorón, del mandón que imponía condiciones.

Lo que entonces pesaba su buena merced, lo que se le guardaba en la bolsa con verdadero amor. Por aquel entonces, ¿se acuerda? decíase con una filosofía no por cínica y convenenciera menos realista: “En este mundo no hay más amigo que un peso en la bolsa». Pero ahora, en un Estado libre y asociado, un entenado de Washington que  de divisa nacional tiene el dólar. Hoy, con la desidia de unas masas apáticas y los López de Santa Anna en  Los Pinos…

Por eso ahora ya no; por eso hoy se le mira como ver un cachivache en desuso, o casi. Sin enjuncia, sin consistencia, sin peso -¡el peso!-, sin eso que hay que tener cuando se pretende ser. Más antes, tema de conversación entre los pesudos, que lo atesoraban; entre los fregados, que lo añoraban, entre un paisanaje que decía “un peso”, como decir Cuauhtémoc, Pancho Villa o la Virgen Morena. Pero ahora, con la prepotencia del dólar incrustado en los entresijos del águila y la serpiente… Patético.

A usted, un peso tan venido a menos, lo veo entelerido, trasijadón, con el rabo entre las zancas, y pienso en su prosapia y blasones y en antepasados ilustres como aquel peso cero siete veinte, todo un peso nacional:  forma gallarda, sonido argentífero, potencia cabal y ley de la buena; un peso entero todavía, que dictaba condiciones aquí y en corral ajeno. ¿Pero ahora, con el dólar encima de usted? Ah, México…

Que vuelva su real valía entre nosotros; que tornen Águila y Sol como signo de la vida y de la muerte. Que se retire la salación y vuelvan los pesos fuertes. ¿O nosotros ya nunca más habremos de merecer anidar en la bolsa un peso entero, todavía sin capar?

(Sigo después.)

Consolador

Racismo y esclavitud se abolieron en México antes que en los Estados Unidos.

¿Abolidos en México racismo y esclavitud? ¿Podrían afirmarlo el indígena, la sexo-servidora, la persona de creencias religiosas distintas a la católica,  la de preferencia sexual distinta y el extranjero llegado del sur? «Cuando yo trato de exigir mis derechos, afirma la empleada doméstica, los patrones me responden: ¿cuáles derechos, si tú eres sólo la chacha?»

Porque estas modernas esclavas, por salarios de hambre, tienen que cumplir jornadas de labor de entre 14 y 16 horas, recibir un trato despectivo por parte de sus patrones y para todos ser la  “sirvienta”, la “criada”, la “muchacha”, la “gata”, y no más. Aun cuando se trata de más de 2 millones y luchan constantemente por mejorar sus condiciones laborales, son víctimas de explotación, discriminación, abusos y hostigamiento sexual; porque, como se jacta el  patroncito:

¡Para carne buena y barata – la de la gata! Abyecto.

Por que calculemos el trecho que nuestro país haya avanzado en materia de derechos humanos con la abolición del racismo  y la esclavitud de la empleada doméstica, transcribo palabra a palabra la escenilla hogareña que ocurrió en la  Grecia de hace 25 siglos:

Corito: Siéntate, Metro. ¡Y tú, levántate y acerca un asiento a la señora! Todo tengo que ordenártelo yo, porque tú, infeliz, no eres capaz de hacer nada por ti misma. Eres en esta casa no una esclava, sino una piedra. Pero cuando te mides tu ración de harina, bien que cuentas los granos, y si cae un tanto así, el día entero estás rezongando y bufando, que ni las paredes te aguantan. Sí, ahora ahí lo estás frotando y sacándole brillo; buena hora es, bribona. Bendice a esta señora, que si no fuera por ella, ya te estaría dando de palos.

Metro: Querida Corito, a mí también me tienes sufriendo este yugo; también a mí me hacen temblar de rabia, y día y noche ando ladrando como perro tras estas malditas. Pero lo que me hizo venir a verte…

Corito:  ¡Largo de aquí, imbéciles! ¡Son ustedes todas oíos y lengua, y en lo demás, pura pereza!

(Y aquí el detalle esperpéntico. ¿Saben ustedes cuál fue el  asunto que llevó a la visitante hasta la casa de Corito? Regresarle cierto objeto consolador de mujeres solitarias y después de ponderar forma y tamaño preguntarle acerca del artesano que fabricaba tan soberbios adminículos.)

Y en materia de racismo y discriminación, mis valedores: ¿A la distancia de 25 siglos y de la esclava a la «chacha» algo habremos avanzado en materia de respeto a los derechos humanos?  ¿Cuánto hemos evolucionado al respecto? Aquí un par de  expresiones  que “exaltan” a la empleada doméstica.

Sabines: “Con la flor del domingo ensartada en el pelo, pasean en la alameda antigua. La ropa limpia, el baño reciente, peinadas y planchadas, caminan, por entre los niños y los globos, y charlan y hacen amistades, y hasta escuchan la música que en el quiosco de la Alameda Santa María reúne a los sobrevivientes de la semana. Las gatitas (sic), las criadas, las muchachas de la servidumbre contemporánea, se conforman con esto. En tanto llegan a la prostitución». (Boquiflojo.)

El poeta sudamericano, mejor: «Mi hermosa criada de altos pómulos como cálices rojos- está frente a mí y el humo del café – Mi hermosa criada pálida como un escualo – se continúa con sus luminosas espinas rosas en el pan – Mi hermosa criada de brazos redondos y complejos – se desvanece en la niebla perpetua».

Ella,  la trabajadora doméstica, la esclava de nuestros días. (Dramático.)

Buscarás con ardor a tu marido

Y él te dominará y será tu dueño. Tal clama Dios en el Génesis, y más adelante, en labios del profeta, a su pueblo elegido: «¡Practicaste la prostitución con esos egipcios de gran potencia sexual (…) Te entregaste a la prostitución con los asirios, y ni aun así quedaste satisfecha (…) A toda prostituta se le da una paga; pero tú eras más bien la que dabas regalos a todos tus amantes y les pagabas (…) ¡Sólo en eso eres diferente alas demás prostitutas!” Misógeno Jehová.

Pero la violencia contra la mujer no es sólo de la Biblia ni es de hoy. A principio de los 20s. en nuestro país, la mujer debía guardar silencio, hablar sólo cuando se le preguntase, limitarse al lavado de trastes y cocinar. “No les den alas a las viejas, clamaba hace años algún político; luego van a querer hasta votar a nivel nacional, meterse a la política y traer a otras bravuconas como ellas para que armen pleitos  a diestra y siniestra. En fin.

Pero más allá de convenios y acuerdos internacionales         que desde hace décadas vienen firmando los gobernantes ¿se ha domesticado la violencia del macho contra la mujer? ¿Cuánto, en qué sentido se ha logrado domesticar? Por cuanto a la inseguridad pública:

“Quedaron muy atrás los años en los cuales el ejercicio de la libertad de las mujeres capitalinas se expresaba en un tránsito seguro a cualquier hora por la ciudad de México. ¿Quién de nosotras se atreve a ir sola a una fiesta y al salir pararse en la esquina a esperar un taxi? ¿Quién de nosotras está segura, bien o mal vestida, joven o madura, de día o de noche, en coche o a pie, en esta que es una de las ciudades más inseguras del mundo?  Sobre nosotras se ejerce un poder opresivo que se manifiesta, en sus grados más extremos, en la violencia física y en actos de violación sexual».

Y una más: “Antes enviábamos a nuestras hijas por la leche de Liconsa, pero cuántas no fueron violadas en el microbús, se queja un ama de casa. Ahora hacemos el viaje nosotras mismas, al fin que ya no somos señoritas. Pero el terror está en que nos vayan a contagiar de SIDA”.

Violación. Toluca, Méx. Violó y asesinó a golpes a su hija de tan sólo cuatro años de edad. Y esta otra: Cegado por los celos, un individuo de 37 años de edad marcó con un hierro candente en las nalgas de su esposa, desmayada por el dolor, las letras «p, u y t». Al ser detenido por la policía, el marido celoso no logró marcarle la “a” al final en la piel de su esposa.

En México el abuso sexual de menores no es considerado como delito grave. En la legislación de 24 Estados hay figuras discriminatorias y vejatorias de los derechos de la mujer, a grado tal que mucho más penado que una violación es el robo de ganado.

Violación. “Yo luché contra ellos, se lo juro (imposible contener el llanto). “Al sentirme violada me abandoné, traté de no pensar, de que pasaran rápido aquellos minutos tan largos (se estremece). Tan largos…”

A propósito, niñas y mujeres en México, aquí una receta para evitar la violación. No salgas a la calle desnuda, que eso motiva a los hombres /No salgas a la calle vestida, que algunos hombres se excitan con la ropa/ Evita verte demasiado joven, que algunos violadores enloquecen con las adolescentes / Evita la vejez: ciertos degenerados prefieren a las mujeres maduras/ No tengas padre, abuelo, tío o hermano. Son los parientes que más frecuentemente violan a las mujeres / No te cases. La violación es legal dentro del matrimonio / Para estar totalmente segura, mujer, es mejor que… ¡no existas!

(México.)

Necrofilia

Las facilidades para morir, mis valedores. Entre los avances en materia de derechos humanos que nos garantizan las leyes de esta ciudad capital, que la ubican entre las más progresistas del orbe, tenemos esta de la  muerte asistida. Como sucede aquí con  el matrimonio entre personas del mismo sexo y la suspensión voluntaria del embarazo antes de las primeras 12 semanas,  el de la muerte asistida es un derecho que garantiza la ley. Hoy voy a hablar con ustedes del retiro voluntario de la propia existencia, de la puerta de escape para la vida, la «puerta falsa». Porque «mi vida es mi vida». Vale.

Cuatro suicidios de sendas parejas sentimentales traigo hoy ante ustedes por la relevancia de los protagonistas y porque fue una decisión que adoptaron en pareja. El primero es el de Stefan Zweig, autor de novelas y obras de teatro. Judío de ascendencia y crítico del nazismo, se vio precisado a salir de Alemania y refugiarse en Brasil. Ante el sombrío futuro de Europa y de la amenaza mundial del nazismo escribe (1942) en su luminoso testamento:

«Creo que es mejor finalizar en un buen momento y de pie una vida en la cual la labor intelectual significó el gozo más puro y la libertad personal el bien más preciado sobre la Tierra«.

Después de ello, abrasado de pesimismo, se abraza de su Charlotte Elisabeth y ambos se arrancan la vida.

Un caso más, el de  húngaro Arthur Koestler, político y ensayista, periodista y científico. Badajeando entre la esperanza y el desencanto fue a su hora sionista, antisionista, comunista y anticomunista. Nos legó, con muchas más, Los sonámbulos, obra monumental y magnífica donde me hizo escuchar la sinfonía de los astros, que percibió, el primero, Pitágoras, y cuyas notas se asientan en unas páginas que  constituyen “la conciencia crítica que ilumina un mundo de progreso e inimaginables horrores”, los mismos que en 1983 lo llevaron,  al parejo de Cynthia, su esposa, a beber con ella una copa de cognac sazonada con barbitúricos…

Antes, mucho antes, la historia consigna el suicidio de Marco Antonio, frivolón y mal estratega que al repudiar a su esposa para hacer pareja con Cleopatra la célebre y tratar de tomar para sí todo un imperio es aniquilado por Octavio, cuñado sañudo. Tal fracaso obligó al romano a recargarse en su espada,  y a la egipcia a acunar la serpiente en su pecho. Trágico.

Sombrío, impresionante, el suicidio que se perpetra en los entresijos de cierto bunker bajo un Berlín en ruinas, en llamas, en muerte, en desolación. Siniestros personajes concurren a la ceremonia de la necrofilia y se encargan del veneno y las armas que van a segar la existencia de un genocida que se prepara a morir mientras afuera resuenan clamores de triunfo y derrota,   destrucción y derrumbamiento. Goebbels sostiene en sus manos veneno y armas. Quienes han de morir, el amante y la concubina, contraen matrimonio antes de dejar, juntos, la vida. El, por supuesto, Hitler; la que fue amante y hoy  es esposa: Eva Braun. Lúcidamente demencial, el Führer se despide de sus dos secretarias y pone en sus manos el legado póstumo:

– Me disgusta no poder hacer a ustedes otros obsequio de despedida.

Y les entrega sendos frascos de veneno. Hitler y Eva han ingerido su ración de muerte mientras Europa se derrumba en pedazos.

En fin. Stephan Zweig por escéptico y Koestler por desencantado se suicidaron; por ambición, deslealtad y lujuria el romano, y el genocida de Auschwitz por megalómano. ¿Y los genocidas gringos? ¿Y esos perros de guerra? ¿Esos qué? (Sigo después.)

Humazos de copal

El general Díaz, con su mano de hierro ha acabado con nuestro espíritu turbulento e inquieto y ahora que tenemos la calma necesaria y que comprendemos cuan deseable es el reino de la ley, ahora sí estamos aptos para concurrir pacíficamente a las urnas electorales.

Exacto, mis valedores. Semejantes conceptos humo son del copal que en 1808 y ante el altar del dictador, depredador y genocida (Tomochic, indígenas yaquis, Cananea y Río Blanco) quemó un espiritista y vinicultor a quien tocó en suerte iniciar la  revolución de 1810, gloria y honor de dos precursores: los hermanos Flores Magón. Yo, en contracanto de la versión oficial, hablé ayer de Ricardo de los mismos apellidos como el espíritu de la Revolución. Hoy, un 20 de noviembre que Peña ha borrado de  la historia mientras unas masas indiferentes se engolosinan con goles, muestro cómo en La sucesión presidencial Madero forró de elogioso a Dn. Porfirio. Va aquí esta pedacera del libro que nos legó el antireeleccionista. Juzguen ustedes:

“Ahora que el general Díaz no tiene más que temer que el fallo de la Historia, ni más que desear que la gratitud nacional, no será remoto que procure atraerse a esta última y asegurarse un fallo favorable de la primera, respetando en sus últimos días la voluntad nacional y cumpliendo todas las promesas que antes hiciera a la patria». «Ante la Historia podrá justificarse diciendo: Con mi permanencia en el poder maté al militarismo, acabé con el espíritu turbulento, hice que en todos los ámbitos de la República se respetase la ley; consolidé la paz, extendí por todo el país una vasta red ferrocarrilera, construí grandiosas obras materiales; favorecí la creación de cuantiosos intereses privados, aumenté la riqueza pública; de mi patria, turbulenta, pobre, sin crédito, he hecho un país pacífico, rico y que goza de un justo crédito en el extranjero.

Es posible que para llevar a cima esta obra, haya yo cometido algunas faltas; todo el mundo está expuesto a errar, pero esas faltas han sido de buena fe y la prueba de ello es que la principal que se me puede imputar: que me haya colocado arriba de la ley, sólo la he cometido mientras lo he juzgado indispensable para llevar a feliz término mi obra. Ahora que creo que ésta está terminada, que el país está apto para ejercer sus derechos, devuelvo a la ley su imperio, su majestad y yo mismo me coloco debajo de ella, a fin de que en lo sucesivo sea la ley la guardiana de la paz, la que asegure el progreso indefinido de mi patria, pues creo que no podré tener sucesor más digno. Los últimos días de mi vida los consagraré a defenderla, a consolidar su prestigio, poniendo a su servicio todo el mío, y ¡ay de quien quiera atentar contra la ley que yo seré el primero en respetar!

El prestigio del Gral. Díaz llegará entonces a tal grado, que en donde quiera que se encontrara sería considerado como el arbitro de nuestros destinos y la gratitud nacional hacia él no tendría límites». «Porque el Gral. Díaz no ha sido un déspota vulgar y la Historia nos habla de muy pocos hombres que hayan usado del poder absoluto con tanta moderación”.

Moderación, dijo del carnicero de Tomochic, el Valle Nacional, los indígenas yaquis y mayas y el reguero de fuego, muerte y tinajas de San Juan de Ulúa contra huelguistas que a Madero le merecieron esta opinión:

“En esas huelgas podemos encontrar cuál es la opinión que el general Díaz tiene de las necesidades de los obreros y hasta dónde llega su amor hacia ellos.” (¡!)

Ricardo Flores Magón. (A su memoria.)

Los zorros cuidan el gallinero

Así titula el comentarista la nueva elección de Estados que la ONU ha elegido como defensores de los derechos humanos para los próximos tres años, donde se incluyen Rusia, de «gobierno autoritario» y México,  «democrático». Mis valedores:

¿En México se respetan esos derechos estipulados en la Declaración de la  UNESCO en 1947, unos  derechos del hombre que, según la doctrina del jurista Carrillo Flores, están en la raíz de los problemas capitales de la humanidad? ¿En qué posición queda México frente al postulado de Paoli Bolio, panista, de que la democracia de un país se mide por el respeto a los derechos humanos?

Los derechos del hombre son valores: señalan lo que es natural y justo, pero además exigen; son aquellas condiciones de vida sin las cuales, en cualquier fase histórica dada de una sociedad, los hombre no pueden dar de sí lo mejor que hay en ellos como miembros activos de la comunidad, porque se ven privados de los medios para realizarse en pleno como seres humanos.

Pero según Emilio Rabasa, jurista experto en relaciones internacionales, no sabemos cuáles son los derechos naturales del hombre ni las declaraciones mundial e interamericana de 1948 que  estipulan cinco tipos diferentes de derechos humanos, a saber:

1.-Los derechos civiles, bandera de lucha contra un poder injusto,  se refieren al respeto a la vida, a la libertad, a la seguridad personal y a la prohibición de los castigos crueles o degradantes, a no sufrir discriminación alguna en razón de raza, color, sexo, lenguaje, origen nacional, etc., y proscribir la pena de muerte.

2.- Derechos Políticos. El del individuo a tomar parte en el gobierno del país y a las dignidades públicas en condiciones de igualdad. La voluntad del pueblo será la base de la autoridad del gobierno. Los pueblos tienen derecho a definir su status político y desarrollo económico, social y cultural, además de disponer, como lo estimen prudente, de su riqueza y recursos naturales.

3.- Derechos culturales. La educación elemental será gratuita y obligatoria. La educación superior y la de índole técnica y profesional se pondrán al alcance de todos. La educación estará dirigida al desarrollo completo de la personalidad humana y promoverá el entendimiento y la tolerancia entre todos los grupos raciales y religiosos. Todos los ciudadanos tienen derecho a participar en la vida cultural de la comunidad, y de compartir el avance científico y sus beneficios.  “Derechos del espíritu”  se les nombra.

4.- Derechos sociales: al descanso, al ocio y la asistencia y cuidado especial que deben garantizarse a la maternidad y los niños, nacidos dentro o fuera del matrimonio. Todos gozarán de la misma protección social.

Y el 5o., los Derechos económicos: libertad de trabajo,  condiciones favorables en las labores, protección contra el desempleo, derecho a recibir una retribución que asegure al trabajador y su familia una existencia compatible con la dignidad humana y a un nivel adecuado para su salud y la de su familia. Se incluyen alimentos, vestido, habitación, cuidados médicos y servicios sociales necesarios.

¿Tales derechos se respetan aquí o en el exterior? En su Declaración de Independencia,T. Jefferson: Mantendremos que (…) todos los hombres son creados iguales; que están dotados por su Creador con derechos Inherentes e inalienables; entre ellos la vida, la libertad y la persecución de la libertad .

Sublimes conceptos que excluían a negros y a indios, y no se pronunciaban contra la esclavitud. (Horroroso.)

Una engañifa la historia oficial

Quien ve más lejos en el pasado más lejos podrá ver en el porvenir.

La historia oficial, mis valedores, esa trampa con la que el Poder nos distorsiona el pasado de nuestra comunidad. Ahora mismo habrá que recordar que la historia siempre es un proceso, que no fue uno solo sino diversos los movimientos de independencia, y que no comenzaron con Miguel Hidalgo, como tampoco las revoluciones de 1910-17 con Francisco I. Madero. Muy malagradecidos hemos de ser si olvidamos a los precursores cuya hazaña como iniciadores de los movimientos libertarios pagaron con prisión y grilletes, y aun con la propia existencia.

La revolución es el único acto que puede transformar las condiciones sociales intolerables, pero también puede conducir a la creación de estas situaciones sociales intolerables. (A. Camus).

Aquí y hoy recuerdo a los heroicos visionarios que en 1808 intentaron la independencia del país, y que en la empresa tuvieron que enfrentar el poder y la furia de los peninsulares, y pagarlo con la vida. Muchos fueron los mártires. Vale la pena consignar aquí algunos nombres.

Francisco de Azcárate, Primo Verdad, Mariano Michelena, el párroco Manuel Ruiz de Chávez y tantos más. Muy alto destaca la figura de un fraile, Melchor de Talamantes, peruano de nacimiento que a punta de escritos y prédicas encendió la fogata independentista hasta dar directamente en una de las tinajas de San Juan de Ulúa, donde pasó el resto de su existencia hasta perderla entre vómitos y “fiebre prieta”. Al héroe que aventó por delante la vida por la independencia de su país de adopción, a la hora del sepulcro tuvieron que desprender del cadáver grilletes y cadenas. Pero ese es el tamaño de nuestra gratitud; ¿quién lo recuerda a la hora del discurso oficial? Por cuanto a Ricardo Flores Magón:

Estoy condenado a cegar y morir en la prisión, mas prefiero esto, que volver la espalda a los trabajadores, y tener las puertas de la prisión abiertas al precio de mi vergüenza No sobreviviré en mi cautiverio, pues ya estoy viejo; pero cuando muera, mis amigos quizás inscriban en mi tumba “Aquí yace un Soñador”. Y mis enemigos: “Aquí yace un Loco”, pero no habrá nadie que se atreva a estampar esta inscripción: «Aquí yace un Cobarde y un Traidor a sus ideas».

Los textos de historia reiteran que el iniciador de la Revolución del 1910-17 fue un cierto vitivinicultor espiritista, Francisco I. Madero. Pocos a la hora del discurso otorgan el mérito a los  iniciadores de la eclosión revolucionaria: los hermanos Enrique y Ricardo Flores Magón.

Ricardo. Vidas paralelas la suya y de fray Melchor, el visionario de la Revolución fue el instigador de movimientos de insurrección tan decisivos en la explosión revolucionaria como las huelgas de Cananea y Río Blanco. Su destino final: una celda en una prisión norteamericana de Leavenworth, Kansas, donde ciego y debilitado terminó su vida de guía, de baqueano, de iluminado al que sus beneficiarios hemos olvidado, o casi.

Ciego, Flores Magón murió en la prisión el 22 de noviembre de 1922.

“Mis males no ceden, y cada vez me siento más debilitado, corporalmente, por supuesto, pues por lo que respecta a mi voluntad, es la misma de siempre. Yo me doy ánimo para ver si mi pobre carne reacciona y puede resistir victoriosamente la temible tuberculosis que está amenazándome, y detener por algún tiempo la pérdida total de mi vista, pero esta esperanza es tan débil…»

Contrapunto obligado con Flores Magón, mañana los ditirambos que Madero dedicó a Porfirio Díaz. (Vale.)

Labio a labio las dos

Y en mi inmensa delicia – a los dulces transportes-que siente el alma mía – la lengua a hablar no acierta – la voz juzgo perdida.

La semana anterior, mis valedores, me referí aquí mismo a los esbozos de apertura hacia la preferencia sexual distinta que se advierten tanto en Barack Obama como en el Francisco, el pontífice, en quienes parecen irse quebrando prejuicios y abriendo ventanas morales al oxígeno de un verdadero humanismo. Magnífico.

Transcribí, a  modo de contexto, retazos de historia de la preferencia sexual distinta que expone un defensor de los derechos del homosexual: F.G. Escobedo.  Por otra parte, y desde el 2006, la Asamblea Legislativa del DF aprobó la Ley de Sociedades de Convivencia, a la que siguieron leyes secundarias que, es obvio,  han venido a beneficiar a las compañeras lesbianas. Yo ahora  convoco el espíritu de Safo, la poeta griega nacida hace alrededor de veintiséis siglos en Lesbos, que tantos himnos y elegías le escribiera al lésbico amor, como ese poema dedicado “A una que nació en Lesbos”,  y que así comienza:

Corriendo por mis venas – llama vivísima – no bien te miro, siento…

Bien.  Brindo aquí por la sota moza de distinta preferencia sexual y que por ello  es  señalada y marginada por una sociedad de rancios tartufos y fantasmales padres de familia, de prejuicios y doble moral de los Onésimos y Riveras, ricachones que se viven predicando la pobreza. Yo, amador amante de mi amantísima, manifiesto aquí mi simpatía y la solidaridad de que soy capaz para las mujeres que tan sólo por ser en la sexualidad diferentes a las demás integran (con el indígena, la trabajadora del hogar y el inválido, qué vergüenza para unas autoridades que en este país se la viven loando el respecto irrestricto a los derechos humanos y las garantías individuales); integran, repito, un grupo  repudiado por las «buenas conciencias».  Las oficiantes del lésbico amor…

Estoy mirando en mi archivo la foto del matutino fechado hace algunos ayeres. ¿La vería alguno de ustedes? ¿Lo que en ella  miró le provocaría muecas de desagrado como a las pías sociedades de padres de familia? El pie de foto: “Homosexuales ven de cerca la oportunidad de unirse en pareja y contar con los mismos derechos (salvo adoptar) que las uniones tradicionales. Para ello, ayer se manifestaron frente a la ALDF para presionar y que la Ley de Sociedades en Convivencia sea aprobada”. En la foto dos sota-mozas garridas, las manos de ésta en la cintura de esta otra, se repegan labio a labio y pecho a pechos. Hoy su tendencia sexual se cobija en la ley.  Perfecto.

Perfecto, sí, pero no, que en nuestro país el derecho de los grupos marginados se mienta, pero no se respeta, y es por tan ruda situación que las disidentes sexuales, mal trato y  discriminación, una y otra vez  toman la calle para exigir la creación de instancias legales contra delitos derivados de la discriminación sexual y que se difunda el Art. 206 del Código Penal del DF., que lo determina:

«De uno a tres de prisión, así como de cincuenta a doscientos días de salario mínimo, como multa, al que provoque o incite al odio o a la violencia, excluya a algún usuario, o niegue o restrinja los servicios a personas que se distingan por su orientación sexual”.

Amor, de tus transportes – librar quiero a mi alma: – En otro tiempo Athis – por ti sufrió mil ansias…

El amor amoroso de las parejas pares, que dijo el poeta. Si él y ella, si él y él, si ella a ella, ¿por qué semejante escándalo?

Safo, poeta amadora.(Benemérita.)

Belisario y El Chacal

¿Nuevo crimen político? Tal es el encabezado de la nota de prensa donde el matutino del 10 de octubre de 1913, que se publicó en esta ciudad,  manifestaba inquietud y temores en torno a la suerte que hubiese corrido don Belisario Domínguez, el temerario legislador que desde la tribuna del Congreso y en un documento que circuló de manera clandestina se atrevió a cuestionar al presidente del país.

Esto ocurrió, repito, en 1913, el año en que los golpistas Félix Díaz,  Manuel Mondragón, Aureliano Blanquet y el siniestro espadón Victoriano Huerta perpetraron el cuartelazo contra unos vulnerables Francisco I. Madero y J.M. Pino Suárez, poeta. Hoy traigo memoria del episodio con ánimo de que lo conozcan o recuerden algunos de ustedes, ignorantes u olvidadizos de la historia, porque tenerlo presente: para una comunidad que las desdeña, las lecciones históricas con sangre entran. Sin más. Es por ello que en mi periodismo he formulado para algunos de ustedes la siguiente síntesis:

Ya nos faltaron al respeto. Ya nos tomaron la medida. Nos vencen por nuestra propia ignorancia y por nuestra propia indolencia nos tornan colaboracionistas del enemigo histórico.

Aquí transcribo unos párrafos del texto que expone el clima ominoso (crimen, represión y muerte) que se vivía en esta ciudad capital y el resto del patrio territorio hace cien años, cuando a la viva fuerza la bota cuartelera y el espadón se habían apoderado del palacio de gobierno. Otras formas se han aplicado hoy día, cuando se consolida la absorción de México al vecino imperial. Peña Nieto. Reforma energética.  La historia del crimen de sangre contra don Belisario Domínguez, legislador:

Cd. de México, 10 de octubre de 1913. No hay noticia alguna sobre el paradero del senador chiapaneco Belisario Domínguez, que fue secuestrado antenoche por agentes de la policía reservada, en sus habitaciones del Hotel del Jardín, situado en las calles de Independencia. Se teme por la vida del legislador que enjuició duramente al general Huerta desde la tribuna del Congreso, y luego en un severo documento público. La Cámara de Diputados, en su sesión de ayer, acordó nombrar una comisión que investigue lo sucedido al doctor Domínguez. Muchos opinan ya que el asunto no se refiere sino a uno más de los crímenes políticos que, a partir del cuartelazo del nueve de febrero pasado, se han venido cometiendo en el país. Recordemos algunos.

El diputado Gustavo A. Madero y el intendente de Palacio, Adolfo Bassó, muertos en la Ciudadela; el presidente Madero y el vicepresidente Pino Suárez, asesinados en las afueras de la Penitenciaría; un cierto número de personas ejecutadas en las demarcaciones de policía y en los cuarteles, durante lo que ya todo mundo llama decena trágica. Pero hay más casos: el depuesto gobernador de Chihuahua, Abraham González, fusilado en Mapula; el joven general maderista Gabriel Hernández, muerto en la cárcel de Belén; el diputado suplente Néstor Monroy y 17 personas más, asesinados en Azcapotzalco; el diputado Adolfo C. Guiñón, fusilado en San Jerónimo, Oax.; el diputado Serapio Renden, sacrificado en Tlalnepantla; el periodista y poeta nicaragüense Solón Arguello, asesinado en Lechería. Fuentes bien informadas aseguraron que en todos estos casos las órdenes de ejecución provenían de las más altas autoridades del gobierno huertista”.

Ya para entonce, mis valedores,  don Belisario Domínguez  había caído bajo los plomos de los sicarios del dictador. (La crónica de los horrores sigue después.)

Homofobia machista

Y quién lo dijera, mis valedores: tanto Obama como Francisco el pontífice ablandan tabús y prejuicios y se muestran menos contrarios al homosexual, su pareja y los hijos adoptivos. Perfecto.

Fue en este mismo mes, pero del 2006, cuando la Asamblea Legislativa del DF aprobó la postergada Ley de Sociedades de Convivencia, y yo dije y digo a todos ustedes:  el inválido, la mujer y la empleada doméstica, los denominados “grupos lésbico-gays” han sido hasta hoy víctimas propicias de marginación, mofa y befa, desprecio y piedra de escándalo. Y el revuelo que dicha ley provocó en el alto clero y las agrupaciones ultraderechistas. “¡Es un lobo con piel de oveja! ¡Tus hijos se verán afectados por acciones y leyes consecuentes que permiten que niños sean adoptados por parejas homosexuales! ¡Ya hay talleres dirigidos a niños que inculcarán la homosexualidad en escuelas, y si dos homosexuales actúan de manera inapropiada públicamente, la ley los defenderá, sin importar lo que tus hijos están viendo!»

En los medios de acondicionamiento social: “Diez tips (dicho a lo gringo de pacota) para salir del clóset”. Y el  número 9 de los tales “tips”: “Si quieres salir del clóset con glamour, di a tus familiares que eres actor y les puedes dar pases gratis para que te vean en algún foro café de la Condesa, montando Edipo gay«.

¿La razón de la homofobia que padece esta machista sociedad? Así la explica J.F.G  Escobedo en su ensayo aún inédito en nuestro país:  Identidad latina:

“Aun cuando el clero, con sus religiones, dice que somos enfermos, no puede probarlo, son sólo afirmaciones gratuitas. Lo absurdo, lo paradójico es que la iglesia católica, que como toda religión de Estado nos odia a los homosexuales, se sirvió de miles de artistas homosexuales en la historia para fabricar sus maravillosos templos y palacios.  Miguel Angel es un ejemplo.

Nuestra historia mejicana está henchida de pasajes grandilocuentes en este rubro, en este campo tan delicado de la homosexualidad. En el siglo XVI el Soldado Cronista conquistador de Méjico-Tenochtitlan, don Bernal Díaz del Castillo, en su mayestática obra maestra de la literatura universal denominada Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España (…), dice que habiéndose reconciliado después de encarnizado pleito con el  Gobernador de Cuba Diego Velásquez durmieron juntos para señalar su entrañable amistad estos concuños, pues eran casados con dos hermanas.

Jerónimo de Aguilar aprendió la lengua maya después de haber vivido como esclavo de un cacique en Yucatán. Jerónimo cuidaba las indias del serrallo de ese reyezuelo del sureste mexicano, pues el monje se caracterizaba por ser piadoso y respetar a las que andaban ellas todas desnudas.

Estamos ciertos que sólo son eufemismos para evitar declarar que era homosexual y, evidentemente no tenía pulsión por la mujer este dulcísimo hombre; por ello en los libros españoles, que son los documentos con los que contamos, suelen emplearse términos cristianos como piedad, virtud y respeto, pues de quien siquiera se insinuara que era gay y acababa en las mazmorras del Tribunal Del Santo Oficio de la Inquisición, quien después nos pasaba a la Sala del Tormento y finalmente al cadalso o a la hoguera, sólo porque nosotros vamos contra los designios divinos del dios según las religiones judeo-cristianas, quedando aquí comprendida la mahometana.

Y que nuestra historia mejicana está henchida de pasajes grandilocuentes en este rubro, en este campo tan delicado de la homosexualidad. (Sigo después.)

Fantasmal

Noviembre,  mis valedores, el mes de los fieles difuntos, los ecos de ultratumba y el memento homo.  En estos días cenicientos me pongo tristón, memorioso, y recuerdo ese fantasmón que fue año con año  el ánima de noviembre: el Tenorio. Fanfarrón, fachendoso, de vida  hazañosa y efímera, ¿lo recuerdan ustedes? Era obligada en noviembre la aparición de Don Juan, pero lástima: al parecer, los  escenarios se olvidaron de él. Sin más.

Lástima, sí, porque noviembre era el mes del Tenorio. La tradición resucitaba al figurón de oropel, capa y espada, plumón al viento y desplantes de matasiete, que recorría los escenarios de esta ciudad (las callejas sevillanas, en la ficción) en su urgida brama nocturna de amoríos de traspatio y trasputín, que para el zafio resultan los más deleitosos.

Daba noviembre una vida efímera al romanticismo teatral del XIX español, que en el escenario se nos tornó hazañas y tropelías del héroe de fuegos fatuos y lances de encrucijada, el bigardón de la bravata y el voto a tal; el de las imprecaciones a cielos e infiernos y las (¿sabrosas?) agresiones de honras femeninas. Este mes daba vida pasajera, como toda vida que se respete, a la rendida y crédula doña Inés, y a la de esa Pantoja que ahora volvía a troncharse al asedio verbal, todo retóricas y prosopopeyas, del labioso logrón de todo lo que huela a cosa femenina. Aquí tomándolo en serio y allá entre befas, morcillas y chabacanas parodias, este mes y sobre el escenario resucitaba esa procesión de fantasmones que, pese a su tufo de cadaverina y formol, sobrellevan empaque de inmortales.

Es por gracia de esos imponderables que nunca faltan que el Burlador de honras femeninas se alzaba a la mitad del foro y resistía  el paso del tiempo, las glosas más burdas y las más crueles parodias, las más chabacanas de la industria del espectáculo. ¿Y esa tradición de noviembre se habrá muerto para nosotros? ¿Habrá muerto la tradición del Don Juan de las fanfarronadas y los queveres de alcoba, el de las balandronadas en metro octosílabo? ¿Se extinguió el azote de hogares con mozas honestas y hosterías con mozas del partido, que para el gusto del garañón tanto monta, monta tanto? ¿Nunca volverán el  raso y el terciopelo a clamar ya en serio o en son de burla aquello de que: no es verdad, ángel de amor?

A propósito: ¿es este Don Juan la representación de un determinado carácter humano? ¿Es un personaje posible, real, de tres dimensiones, o  no pasa de ser un sueño, y los sueños, sueños son? En algún punto sus estudiosos se ponen de acuerdo: no representa el Tenorio al prototipo del caballero español, ni al del aventurero, ni al del conquistador de honras femeninas; los elementos que forman su psicología son irreductibles a un ente humano. El don Juan es un mito, y los mitos, mitos son.

Eso será, pero su alzada de héroe a la altura de las galerías, su empaque de gallo, de macho garañón a ojos del vulgo, su mala fama, tan buena, de revolvedor de agazapados deseos y apetitos mal confesados, ¿quién se los quita? Formol, carantoña engolada muy al XIX español, ¿este noviembre no se echa de menos al sevillano de utilería, drama y parodia, para el que quiera algo de él?

José Zorrilla, creador del más conocido Tenorio: un dramaturgo que vivió 11 años en México para de vuelta a su tierra vilipendiarlo; uno que llevó vida arrastrada y que vendió su alma (su Don Juan) por mucho menos de lo que vale el dramón; uno que lo asentó en  su epitafio:

– Mi desgracia sería vivir todavía algunos años más.

(Y ya. RIP.)

Ratones

El ladrón vulgar te roba lo que tiene a su alcance:  auto, dinero,  reloj,  celular, la vida. El político ladrón te roba vivienda, salud, pensión, trabajo, educación,  prosperidad. El primer ladrón te elige a ti. ¡Al segundo ladrón lo eliges tú!  (Recibido en mi correo.)

¿Y nosotros? ¿Seguiremos ¡exigiendo! al enemigo histórico? ¿Demandar al tigre  que por amor a nosotros se torne vegetariano? Otros personajes emplea Tommy Douglas, político canadiense, para ilustrar su tesis. Aquí, recreada, su fábula, que desatenderla será peor para nosotros y mucho mejor para el enemigo de nosotros todos.

Era un país de ratones. Los pequeños roedores nacían y morían como ustedes y yo, e incluso votaban y se habían dado su propio gobierno,  integrado por gatos negros. Gordos, enormes, voraces…

¿Extraño que los ratones elijan un gobierno de gatos? Estudiemos la historia de México y podremos comprobar que los roedores, como afirma T. Douglas, “no eran más estúpidos que nosotros”. No estoy hablando mal de los gatos, dice. Ellos eran buenos felinos, ejercían el gobierno con dignidad, creaban buenas leyes, unas leyes excelentes… para los gatos, por más que funestas para los ratones. Una de ellas decretaba que la entrada a la ratonera fuese lo suficientemente grande como para que un gato pudiera introducir su pata. Otra estipulaba que los ratones sólo podían desplazarse a cierta velocidad para que el gato obtuviese su almuerzo sin esfuerzo físico. ¿Lo iremos entendiendo?

Las leyes era muy buenas para los gatos, pero tan rudas para los ratoncitos que de repente, cuando no pudieron soportar más, pensaron que algo tendría que hacerse, y fue entonces: echaron del gobierno  a los gatos negros… para sustituirlos con gatos blancos que habían realizado una soberbia campaña electoral. “El problema son las entradas redondas a las ratoneras. Si nos elijen decretaremos por ley entradas cuadradas”.  Los ratones aplaudieron.

Se votó por los  blancos. Las ratoneras fueron  cuadradas y el doble de grandes. A los gatos les fue posible meter dos patas en ellas. La vida de los ratones se tornó crítica. Y a  buscar el remedio.

De repente… ¡eureka! Cuando los ratones ya no pudieron soportar esa situación votaron a favor de los gatos negros, que regresaron al poder antes de que, desilusionados, los ratoncitos acudieran a gatos mitad negros y mitad blancos. Coalición, llamaron a la maniobra, que resultó peor. Desesperados, los roedores votaron por un gobierno de gatos de piel moteada que producían sonidos idénticos a los de los ratones. Pues sí, pero lástima: comían como gatos.

¿Entendemos ahora? El problema no está en el color de los gatos. El problema es que se trata de gatos, que como gatos cuidan los intereses no de los ratoncitos, sino de ellos mismos. ¿Algún día lo llegaremos a entender, a  adquirir conciencia de enemigo histórico?

Y fue entonces. De repente, el escándalo: llegó un ratoncito con una idea (mucho cuidado con quien tiene una idea): “¿Por qué seguimos eligiendo a los  gatos? ¡Elijamos un gobierno de ratones!

– ¿Que qué?  ¡Terrorista!, la masa ratonil.  «¡Enciérrenlo!” Y lo encarcelaron.

“Pues sí, los ratones pueden encerrar a hombre o ratón, pero no encerrar una idea”. Mis valedores: ¿lo entendió alguno? ¿Lo comprenderían los “activistas” que ¡exigen! a los gatos que por amor a nosotros cambien su dieta a yerbajos, y a los ratoncitos nos dejen en paz?

Porque, lo afirma E. Morrow, «una nación de ovejas engendra un gobierno de lobos». (Alerta.)

Católicos y cristianos

Dos ríos que fluyen paralelos, aunque a veces, raras veces, se juntan, y aun llegan a mezclar sus aguas. Mis valedores:

En el seminario realicé mis estudios y me preparaba para la carrera sacerdotal, pero a su hora salió a flote mi verdadera vocación, la de en las enaguas de una mujer, mi única. Con la bendición de mis preceptores me fui al mundo que alienta más acá de las bardas del seminario, y la paz. Pero no iba a salir con mis manos vacías.

No, que en el seminario me dieron a comer del árbol del conocimiento del bien y del mal y me troquelaron los dos únicos colores de la conducta humana: el blanco y el negro; sin matices, sin medias tintas, sin más. Ya es asunto mío si conociendo su diferencia abismal encuadro mis actos a dicho conocimiento, y  algo más: aprendí los recovecos de la gramática y algunos de la religión; su misterio, sus dogmas, su ceremonial. Supe  de la oración, ese vínculo del creyente con su Creador. Y me vine a incrustar en el mundo, en mi mundo de la Insurgentes. En paz.

No advierto cristiano mi vecindario, pero sí católico, y por eso mismo generador de violencia intra-familiar, y de briagos y desobligados, y de casadas que dan la espalda al marido y el frente al sancho. Fluye cada día en mi barrio un ancho río de necesidades: el baldado, el desempleado, el que sobrevive al día y apenas, a penas. La clínica del Seguro Social y la sala de Urgencias son el vivo, el mortecino y sufriente muestrario de la herida que sangra, la llaga infectada, la purulentosa piel y la enfermedad incurable de los esperanzados que ya nada esperan más allá de lo angosto y raído de su esperanza: el milagro de Dios.  Garapiñando la zona, la parroquia, la capilla, la ermita, la hornacina callejera y la salmodia de las campanas que convocan a misa, al ángelus, al rosario. Qué de oraciones, de pedimentos y rogativas sugiere el río revenido de las necesidades que muestran los esperanzados de mi colonia, católicos la gran mayoría. ¿Entonces?

¿Por qué en templos, capillas y ermitas, a media mañana, medio día o media noche, el ritual religioso se resuelve en bombazos que despiertan arritmias y taquicardia, cimbran los cristales de las ventanas y les chispan el mastique? ¿Por qué, si es la oración un acto de conciencia que se cumple de piel adentro, un íntimo diálogo del ánima con su Creador; por qué toda manifestación de religiosidad la resuelve el católico con el retumbar de cohetones que ni los beneméritos judíos del «holocausto” arrasando congregaciones de palestinos inermes? ¿El fragor de la pólvora indica religiosidad? ¿A punta de estallidos se intenta atraer la atención de un Dios al que por distante se le llama a bombazos, o sólo se pretende espantarle el sueño? Yo pregunto a los reverendos pastores de la católica grey: ¿es esa la forma de orar que han enseñado a sus «fieles»? ¿A punta de explosiones de pólvora vamos a recuperar unos valores morales que esta católica sociedad parece haber perdido de forma irrecuperable? Sus reverencias y paternidades:

¿Por qué permiten, por qué fomentan que a bombazos y a nombre de Dios se violen leyes y el sosiego personal, familiar, comunitario? ¿La potencia del estallido está en relación directa con el grado de dificultad del milagro que implora el pensamiento mágico? ¿Diez arrobas de dinamita para que Dios me saque de pobre y una chinampina para que lave el país del narco y la corrupción? Padre cura: ¿cuántos megatones de cohetes necesito para sacarme la lotería?  El milagro, ¿a retumbos de pólvora? (Dios.)

Noviembre

Organillo callejero que en el barrio y en tu vieja melodía vas llorando una tristeza. Tu tristeza por tan vieja -se asemeja con la mía…

La voz del cilindro, que es decir la voz lamentosa del barrio bajo, la del corazón arrabalero cuando la hora de las tristuras. Esa del organillo callejero, fue la voz que hace rato erraba por mi calleja, desparramando nostalgias en las notas de un vals destartalado, tono menor, que convocaba memorias añejas y remembranzas. Yo, el ánima contristada por los fieles difuntos, aquel suspirar.  Memento homo.

Será que noviembre ha invadido esta casa, con su aroma de cempazúchil; será que me hace guiños la Inexorable; el caso es que desde que abrí los ojos esta mañana percibí que el ánimo me amanecía anochecido, y asordinada mi mañanera alegría.  El caso es que la mañana pasé encerrado en el cuarto de los trebejos, y contemplando aquellas fotografías que, de tan añejas, se visten de daguerrotipos, me puse a practicar el ejercicio onanista de la remembranza, la evocación. Y aquel suspirar…

Examiné las agendas en desuso con su fecha que hace qué años, cuántos, y sus señas telefónicas de 6,7 dígitos, y tantos nombres allí asentados que hoy son sombras nada más, y fantasmones familiares de amores que se esfumaron para nunca más, y de súbito: entre las hojas de la agenda que se deshoja, la deshojada flor, casi polvo descolorido: un nomeolvides. ¿Quién sería la de la flor? Ah, la de nomeolvides que los amores marchitos han terminado por marchitar; la de mujeres que en el río de la vida, yo con su flor de nomeolvides en un libro de poemas, he olvidado a estas horas, como tantas mi nombre habrán olvidado. Quedo, suspirando apenas (a penas), Bach…

Sólo vinimos a dormir,  solo vinimos a soñar, -no es cierto, no es cierto que vinimos a vivir en la tierra.

Así, ceniciento el ánimo, a media tarde me di a levantar la ofrenda por mis fieles difuntos: una mesa, el taburete, la oscura cubierta de lienzo y el reguero de crisantemos y cempazúchiles, grecas de papel morado, pan de muerto, cigarros, mezcal, el incienso y la calabaza en tacha. Pastoreando la ofrenda, la vera efigie de mis ausentes: mi padre Juan y la parcelilla de cartulinas desde donde los descarnados me miran con ese modo turbador, recordándome (¿lo pudiese olvidar?) que polvo soy y que viva mi cacho de vida a todo vivir; que estoy vivo todavía y que soy joven por el solo hecho de que no me he muerto. “Esto, tenlo presente, porque es más tarde de lo que te imaginas”.  (Y este escalofrío…)

Con mis muertos redivivos viviendo (ceras y cruces) su vida efímera, terminé la ofrenda, y las manos se me vinieron olorosas a noviembre, a oficio de tiniebla, a huesa y a camposanto. Mis ausentes. Y esta tristura…

Por librarme de la presión (prisión, opresión) que me enrarecía el aliento me escapé a la calle, la anduve unas cuadras y ahí, ante la reja del caserón, el repicar de la campanilla. A la luz del farol vi a la joven ya avejentada: ¿trabajo doméstico, de oficina? Una figura se asomó allá adentro, y…

–  ¿Me da mi calaverita?

¿Cómo? ¿A su edad enganchada en la tradición de los niños? Salió entonces esa ventruda con una criatura en brazos.  Guardería. A la vista de la mamá  la niña tiende los brazos y suelta el llanto. “Su calaverita, María”.

Ella la toma, la cobija, se la acuna en el pecho, se fue alejando por esa calle. Con su calaverita…

Y en la dulce mansedumbre de tu queja – que las sombras diluyeron – y en perfumes evapora la distancia -mi alma aspira la fragancia – de las cosas que se fueron…

¡Cuán gritan esos malditos!

Aquí mi retablo anual de noviembre, el mes de los fieles difuntos, los ecos de ultratumba y el memento homo. Hoy (tristón, memorioso,) pienso en Don Juan Tenorio. Lo estoy oyendo, con Mozart, en el aparato: fachendoso, fanfarrón, arriscado. Vida hazañosa.

Noviembre es el mes de Don Juan, cuando la tradición se encuentra y da testerazos con el figurón sevillano de oropel, capa y espada, plumón al viento y desplantes de matasiete, ese macho entre machos que recorre las noches sevillanas siempre en urgida brama de amoríos de traspatio, de trasputín, que a algunos resultan los más deleitosos. Noviembre.

Este mes da vida, efímera también, al romanticismo teatral del XIX español, que en escenario frondoso se nos torna hazañas y tropelías del héroe de fuegos fatuos y lances de encrucijada, el bigardón de la bravata y el voto a tal, el de las imprecaciones a cielos e infiernos y la violación de honras femeninas. Noviembre da vida -pasajera también, como toda vida que se respete- a la rendida y crédula doña Inés, y a la de Pantoja que a lo largo de este mes vuelve a troncharse al asedio verbal, todo retóricas y prosopopeyas, del labioso logrón de todo lo que huela a cosa femenina. Aquí tomándolo en serio y allá entre befas, morcillas y chabacanas parodias, este mes y sobre el escenario habrá de resucitar esa procesión de fantasmones que pese a su tufo de cadaverina y formol sobrellevan empaque de inmortales. Don Juan.

Del romanticismo español se nos cuela vivito y trovando ese verraco de las fanfarronadas y los queveres de alcoba. Están aquí las balandronadas en metro octosílabo y los arranques aspaventeros del Burlador, azote de hogares con mozas honestas y hosterías con mozas del partido, que para el gusto del garañón tanto monta, monta tanto. Aquí llega, raso y terciopelo, y clama una vez más: ¿No es verdad, ángel de amor? Noviembre.

Por esos imponderables que nunca faltan en la humana industria es que mi Don Juan se alza a mitad del foro y resiste el paso de las épocas, las glosas más burdas y las más crueles parodias, las más chabacanas y convenencieras del espectáculo. Aquí está Don Juan Tenorio para el que quiera algo de él.

¿La representación de un carácter humano? ¿Un personaje real, posible, de tres dimensiones? ¿Un mito, y no  más? ¿No pasa de ser un sueño, y los sueños, sueños son? «En modo alguno Don Juan representa al prototipo del caballero español, ni el del aventurero, ni el del conquistador de honras femeninas; los elementos que forman la psicología del Tenorio son irreductibles a un ente humano». Es un mito, y los mitos, mitos son.

Sí pues, pero su estatura de héroe a la altura de las galerías, su empaque de gallo de fiero espolón a ojos del vulgo, su mala fama, tan buena,  de agitador de agazapados deseos y apetitos mal confesados, ¿esos quién se los quita?

Mito será, formol y carantoña engolada muy al XIX español, pero ahí nos llegó, con noviembre, este sevillano de utilería, drama y parodia, para el que quiera algo de él, y a propósito:

¿Quién fue aquel José Zorrilla, creador por antonomasia del Don Juan? Fue un dramaturgo que vivió 11 años en México para de vuelta a España vilipendiarlo; uno que llevó vida arrastrada; que vendió su alma (su Don Juan) por mucho menos de lo que vale el dramón; uno que de epitafio  asentó esta frase: Lo que constituiría mi desgracia sería vivir todavía algunos años más.

Conque no paséis afán – de aquí adelante por mí, – que como vivió hasta aquí – vivirá siempre Don Juan.  (¿Sí?)

Redrojos humanos

Margarita sin discusión, es albacea patrimonial de la Décima Musa, fabulaciones de aire oriental que recrean encantamientos de Scherezada; y, muy especial este poemario, que fue cautivándome a medida de imágenes, melodías y ritmo.

Quien así se expresaba fue el escritor de Al filo del agua, novela magnífica, y de un relato delicioso, Flor de juegos antiguos. Léanlos.

Pues sí, pero lástima, vino el remolino de la política y convirtió al intelectual en burócrata y ahí se torció la andadura de Agustín Yáñez, al que convirtieron en gobernador de Jalisco, titular de la SEP y adulador de la hermana favorita de JLP., aquella Margarita que nos vino a resultar «albacea de la Décima Musa». ¿Pues qué? ¿Será verdad que todo individuo tiene su precio? En fin, que a principios de noviembre me da por hablar de unos muertos como Margarita, que  cuando era una mujer «apenitas»  intentó ser mi amiga. Me acuerdo.

Mirándola en la cresta de la ola politiquera, oyéndola hablar  ante una intelectualidad que la escuchaba con la boca abierta,  recordé a la buena mujer y  honesta mediocre que, con años y achaques a cuestas, trepaba los cuatro tramos de escalera que daban a aquel mi depto. de los viejos tiempos,  y resoplando intentaba alcanzar  resuello para contarme sus planes de una telenovela imposible. (De estos destinos sabía un rato largo mi señor Shakespeare; de las abruptas mudanzas de la fortuna y de los cambios que en el débil perpetran, para perderlo, el poder excesivo y el dinero fácil. Margarita, Marta Sahagún, la Cocoa…)

Pienso al teclear: detrás de la máquina de escribir de por aquel entonces recibía yo  a Margarita, que aún no alcanzaba el rango de “doña”, y curioso fenómeno: aquí sigo yo, tecleando para comer y comiendo para teclear. Margarita, en cambio, tras de una borrachera sexenal que desangró las arcas de la comunidad y se apoderó de los dineros de todos que serían para beneficio de todos, se nos volvió seña de identidad de esa familia de sinvergüenzas que se quedaron sin nada más que dinero después de que acapararon tanto; de esos rapaces que cayeron a mal vivir atejonados en su madriguera: uno en la Colina del Perro y la otra en retazos de terreno hurtado a Chapultepec. ¿Cómo juzgará la  historia a Marta Sahagún, al segundo marido, a los Onésimos y Norbertos que lograron que el beato del anticomunismo les anulara el primer matrimonio? ¿Cómo juzgará a Raúl y Carlos, a Romero Deschamps y a los demás protegidos por ese podrido racimo de leyes alcahuetas que los protegen? Ah, Margarita, si por aquellos días hubiésemos sospechado el rudo destino que le aguardaba por haberse arrimado, por un chiripazo de la atolondrada fortuna, a esa fábrica de difuntos civiles que es el Poder. Usted,  Margarita, la Marta Sahagún de otros tiempos…

Pero no sólo el labioso intelectual. El coro, al unísono, por aquellos tiempos: «Doña Margarita, cuya apariencia ha sufrido cambios dramáticos para bien y está guapísima (el matutino), ha adquirido en propiedad el imperio editorial de los Ampudia y ahora es dueña de las publicaciones Play Boy. Además la culta dama es propietaria de la estación televisora canal 2, de Reynosa; del canal 17 en Nuevo Laredo; de Radio Cristal, del D.F. y de 20 estaciones de radio en el área fronteriza. Para quienes se quejan de que algunos funcionarios públicos son entrenados a todo costo para luego desperdiciar sus conocimientos sirva de mentís el ejemplo luminoso de doña Margarita”.

En fin. Mis valedores: que los muertos entierren a sus muertos. (RIP.)

Murió Margarita

Y murió según lo marcaron sus propios merecimientos: a lo subrepticio, sin hacer ruido y sin que a nadie, o casi nadie, importara su muerte.  Esto, cuando en vida tanta estridencia provocó durante sus seis años de gloria efímera, los del gobierno de su hermano, experto en las artes del nepotismo, López Portillo. Por cuanto a las depredaciones que perpetró al arrimo del tal hermano, Margarita se nos escapó (a mi, a ustedes, a la justicia); logró huir sin pagar su deuda porque vivió atejonada tras unas instancias justicieras alcahuetas y logró una muerte oportuna, tan inoportuna. Margarita dejó de existir hace lustros, por más que hace pocos años falleció, con tanto que nos quedó a deber. Clamaba López Portillo cuando candidato del Tricolor a la presidencia del país:

¡Arrojen del PRI a los pillos! ¡El Partido no es cueva de ladrones! ¡Denúncienlos! ¡El PRI no es pantalla de pillos! ¡Las causas del PRI no son ni los prófugos ni los aprovechados! ¡No a los que sólo se escudan en el Partido del pueblo para enriquecerse y robar impunemente!

Todo esto lo traigo a cuento (a remembranza), porque ahora comienza noviembre, mes de los muertos, algunos de la talla de esa Margarita que al arrimo de JLP robó y se enriqueció a lo delirante, sin percatarse de que, como el propio consanguíneo,  era ya una difunta en vida. Mis valedores:

Yo conocí a Margarita. La visité en su casa de la Colonia del Valle y   bebí la taza de infusión de manzanilla que me ofertaba. Modestas, clase media baja las tres: la infusión, la casa, la Margarita. Pero  de pronto vino el remolino y nos alevantó. Margarita, la recuerdo.

La conocí en 1968. Por aquel entonces ella era, y no más,  una señora de clase media de mediano pasar. La conocí por culpa de un cierto trabajo mío, literario, que se publicó en la revista Rehilete de la que ella formaba parte en el consejo de redacción. Entonces, y en calidad de entrevistadora, la susodicha me entregó un cuestionario que, una vez contestado, se publicaría al final de mi contribución literaria. En vez de la entrevista apareció el texto siguiente:

Margarita López Portillo a Tomás Mojarro.  A la presentación de un cuestionario extenso, qué opina de la tentación, qué pecado no tolera en el prójimo, cuál es su concepto del pecado, etc., que quiere del escritor una respuesta festiva, grave, sincera  y coherente con el contexto general de este número al que el propio escritor ha contribuido a dar cuerpo, Tomás Mojarro se entera del mismo cuestionario y responde en forma escueta que habiendo leído todas las preguntas se rehúsa a contestarlas”. Sin más.

Margarita era una mujer tímida que a la hora de las confianzas me reveló cómo solía  escribir guiones para Televisa,  que el monopolio siempre le rechazaba. “Mi sueño dorado es que algún día me acepten una telenovela”. Me reveló su seudónimo: Sibila. “Una diosa, o algo así”. Le expliqué todo lo referente al personaje mitológico y, porque la vida nos apartaba la dejé de ver. Cuándo íbamos a imaginarnos, ella y yo mismo, que la Moira estaba por maltratarla tan rudamente. Y fue entonces.

Entonces fue. Yo, atónito y aturdido ante la metamorfosis de aquella tímida Margarita que se producía ante las de mis ojos,  mis niñas,  me senté ante la máquina de escribir y redacté el texto siguiente una tarde de 1983:

«Y de repente se soltó el ciclón, y observé la transfiguración de una mujercilla que en todo había sido apenitas en el símbolo rutilante de un sexenio que fue de alucinación, despilfarro, frivolidad». (Sigo después.)