Epopeyas estériles

Y allá se acerca la «Caravana del Hambre», la de los mineros de Nueva Rosita y familiares -niños, mujeres, 5 mil en total- que, en huelga y ante la cerrazón de los patrones yankis, marchan a la ciudad capital. ¡Justicia! El contingente avanza a 25 kilómetros por día Imperturbable. Disciplinado. Silencioso. Digno. Al frente, una bandera nacional Ahí fue de los tremendos fríos de enero y los pies ampollados, partidos, hinchados. Incapaces de soportar los zapatos, los pies desnudos iban dejando rastros de sangre en la carretera Nadie dejó la columna..

Cinco de febrero, 1951. En Saltillo, el gobernador López Sánchez intentó un arreglo con la empresa transnacional, que puso condiciones inaceptables. El párroco, ante la «Caravana del hambre»: «Si éstos son comunistas, yo también lo soy». Y bendijo a los marchistas…

En Monterrey, agentes provocadores que buscan el desorden y la deserción, tratan de distribuir botellas de tequila entre los caravaneros. La comisión de vigilancia frustra sus intenciones. El gobernador Morones Prieto: «La caravana no sale de Nuevo León sin que se haya arreglado el asunto». El y los gobernadores de Coahuila y Tamaulipas hicieron gestiones ante el presidente Alemán. Todo fue inútil. «Este es un estado de derecho…»

Cd. Victoria Tamaulipas: Todos los niños de la escuela en formación y con sus autoridades al frente, salen al encuentro de los mineros. Se cuadran ante uno de los líderes de la caravana y le entregan los ahorros escolares: diecisiete pesos con cincuenta centavos. En tal momento cargado de emotividad, cuentan las crónicas, los niños se alzaron, serios y solemnes como adultos. Estos, en cambio, como niños, imaginen el resto…

Y la caravana llega a Taxquillo, Hidalgo, y los nativos salen a recibirlos. Avergonzados, unos caravaneros cuya pobreza era opulencia junto a la de los habitantes de El Mezquital, les entregan sus víveres…

Siglos más tarde -después de mil 500 kilómetros a pie-, la «Caravana del hambre» hizo su entrada en la ciudad capital. Era un sábado, 10 de marzo de 1951. Aquí comenzaba el lado ácido, amargo, para los compas mineros: enfrentarse al «estado de derecho» de Miguel Alemán.

Primera medida le solicitaron audiencia Justicia, buscaban. Alemán no los recibió. «Tengo muchos otros asuntos importantes que tratar». Acudieron a los líderes sindicales. Nada Miedo al «Señor Presidente». Los mineros de Nueva Rosita fueron sacrificados. No en un tiro de mina como antes de ellos, en la antigua Rosita, ciento y tantos mineros, casi tantos como los de Pasta de Conchos, muchos años después. No. Ellos fueron sacrificados por la mala voluntad del gobierno. El dictamen de la comisión oficial:

«El conflicto dimanó de la resolución dictada el 2 de octubre (¡el símbolo de las fechas!) de 1950 por el Grupo Especial No. 4 de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje, por el que se tiene por no presentado legalmente el pliego de peticiones y por no hecho el emplazamiento de huelga en contra de las Compañías Carboníferas de Sabinas, S.A y Mexican Zinc, And Co».

Lo que les ofrecía el gobierno era sin más, la ventajista propuesta de los yankis de la ASARCO. Rechazaron el ofrecimiento. El jefe de la policía, GraL Otón León Lobato, comunicó a los mineros que a partir de ese momento les quedaba prohibido abandonar el campo «18 de marzo». Habían caminado a pie 1.500 kilómetros para demandar justicia A cambio, con Miguel Alemán perdían sus derechos civiles y se les privaba de la libertad. El campo fue cercado por la policía y llamado por los mineros «Cárcel Miguel Alemán».

La huelga se había perdido.

Para regresarlos a Nueva Rosita el gobierno les ofreció un tren, resultó ser un transporte de ganado. «En esas jaulas nadie se va», contestaroa La mañana de un 5 de abril de 1951 la caravana regresó en camiones, derrotada El tren de carga, que procedía a los mineros, descarriló. ¿El gobierno les había preparado la «Solución final»? Aquí, mis valedores, la conclusión:

Tras la tragedia colectiva, la colectiva vergüenza Cinco mil derrotados, cinco mil dramas y traumas personales. Lágrimas de amargura al saberse traicionados por sus hermanos de clase, vendidos por su gobierno, humillados en su propia tierra frente al extranjero orgulloso. Y la moraleja enseña la Historia que epopeyas del calibre de la Nueva Rosita -dolor, sacrificios y lágrimas- producen resultados positivos para causas tan justas como las de los compas mineros sólo cuando se planean y ejecutan con la estrategia adecuada. Movimientos espontáneos sin una vanguardia que los encauce con base en el conocimiento científico están condenados al fracaso: como los de Rosita y Barroterán, Nueva Rosita y Pasta de Conchos. Es la Historia Es México. (No soltaré el tema)

La caravana del hambre

Les hablé ayer, mis valedores, de las fotos a las que los diarios acaban de dar la primera plana. En ellas se advierte el tamaño del dolor, la indignación y la rabia empozada en los deudos de esos 65 mineros que tomaron de camposanto una de las minas de Germán Larrea (ese al que a estas horas y mientras «el asunto se enfría», las autoridades mantienen en un discreto segundo lugar. Es México). Pero «nada hay nuevo debajo del sol», jura el Cohelet en El Eclesiastés, y el lugar común: «la Historia, cansada de crear, se repite». Por ilustrar estos dichos ayer transcribí una noticia que hoy repito para compartir con ustedes mi asombro: ¿no es verdad que refleja lo que ocurre hoy día, cuando la agresión de la patronal y la Secretaría del Trabajo, su cómplice, ocurrió en 1950, contra los mineros de Nueva Rosita? La referencia:

Después de haber intervenido sin recato en la vida interna de la organización, de haber dividido al sindicato e impuesto con apoyo de la fuerza pública un comité espurio, la Secretaría del Trabajo, cínica, declaró: «Siendo el gobierno muy respetuoso de la ley, no podemos intervenir en el conflicto».

Esto mismo, tal cual, pero a 56 años de distancia, ¿no acaba de ocurrir entre los líderes mineros y el titular del Trabajo? Sigo aquí, por que no muera del todo la memoria histórica, con el relato de la epopeya de Nueva Rosita, que se inició con el estallido de la huelga un 16 de octubre de 1950, y lógico:

Se suspendieron las garantías individuales. Las patrullas federales, armadas con ametralladoras, recorrían día y noche las calles de la ciudad. Los grupos de más de tres personas eran disueltos a culatazos. «Este es un régimen de derecho». Impotencia y odio contra líderes traidores y autoridades atrabiliarias. La comunidad estaba con los mineros: «Si los abandonamos, nos habremos traicionado a nosotros mismos»:

Se organizaron colectas para auxiliarlos, colectas que no rebasaban el plano de lo simbólico. La comisionada para llevar lo recaudado hasta los huelguistas de Nueva Rosita fue Esperanza López Mateos, pero esto resultó «sospechoso» para la cúpula militar, aliada de la transnacional yanki. Un general Pliego Garduño mandó llamar a Esperanza, y ella:

– No sabía que la línea divisoria de mi país se hubiese corrido tanto hacia el sur, y que yo estuviera pisando suelo extranjero…

Tiempo después, en alto la enseña patria, las mujeres de los mineros se enfrentaron a las bayonetas. Una Blanca de los Santos logró penetrar en el despacho del general Pliego Garduño. La relación de los sufrimientos de los huelguistas «arrancó» lágrimas al militar, que se disculpaba: Yo sólo obedezco órdenes». «Desde entonces les perdimos el miedo a los uniformes. Comprendimos que, en el fondo, ellos son tan humanos como nosotras».

Pero en las minas la producción era insuficiente. La empresa comenzaba a resentir las pérdidas. Entonces decidió «comprar» mineros, y así surgió un negocio de mucho jugo: la empresa pagó fuertes sumas a los comisionados que lograban convencer a un minero de que debía volver al trabajo. Hubo huelguistas con poca conciencia de clase. Muchas familias expulsaron del hogar a los esquiroles y hubo disolución de numerosos matrimonios.

Pasó el tiempo. La ayuda solidaria era insuficiente Niños y mujeres se iban al rastro de la ciudad a recoger del suelo tripas y sangre de los animales sacrificados. Esa bazofia, hervida, era su único alimento mañana, tarde y noche. Y mis valedores: fue entonces. Un 20 de enero de 1951, precisamente…

En vista de que el tiempo pasaba, con el conflicto en un ser, los mineros decidieron emprender una marcha de protesta desde Nueva Rosita, Coahuila, hasta la Ciudad de México. A pie. Casi cinco mil huelguistas, sus mujeres, sus criaturas, todos. Fue aquella una marcha que, en proporción, me recuerda la Larga Marcha del pueblo chino para liberar su país de manos de yankis y sus colaboracionistas nativos. Aquí, algunos incidentes que consignan las crónicas:

Al enterarse de la «Marcha del Hambre» un Francisco Solís, del Comité de Huelga, que se encontraba en el DF, corrió al encuentro de la caravana, tratando de detenerla. Ahí se adelantó Consuelo Bonales, su compañera:

– Pancho, ¿vienes a dirigir la caravana o a regresarla? Si es esto último, aquí nos separamos. La caravana no se detiene, y yo me voy con ella.

Solís tuvo que tomar su puesto a la cabeza del contingente…

Ahí se manifestaron los medios de condicionamiento de masas: «¡Esos son un grupito de agitadores!» «Son agraristas y campesinos pagados». «Vienen cometiendo toda clase de tropelías, robando gallinas, escandalizando». «Los líderes viajan en autos lujosos, los mineros a pie». «Un grupo de pistoleros mantiene a la caravana por el terror. «La caravana ya se desintegró». Pero la caravana «desintegrada» avanzaba rumbo a la ciudad capital. Era la «Caravana del Hambre». (Sigo mañana.)

La epopeya del carbón

Estoy mirando las fotos en primera plana de todos los diarios. De casi todos los diarios. En ellas contemplo bocas crispadas, ojos rasos de lágrimas y arrobas de odio y desesperación que se empozan en esos rostros de niñas y madres, del padre, el hermano, los familiares. Advierto que el río de dolorimiento fluye, jadeante, por las callejas de San Juan de Sabinas. Leo que entre súplicas, imprecaciones y un desbordado dolo colectivo, los dolientes manifiestan su reclamo por que les sean entregados los restos humanos del padre, el marido, el hermano, el hijo sepultado, hoy todavía, en algún tiro de mina que masacro a los mineros del carbón. (Encuevados en la impunidad, los autores intelectuales, lo único que tienen de intelectual: Fox, Salazar el del Trabajo, Germán Larrea, dueño de minas, vidas y haciendas. Es México.) Algo acá, muy adentro , se me atraganta. Pienso y medito en la tragedia descomunal de Pasta de Conchos, y entonces?

Y vengo entonces a comprobar cuán cierto es aquello de que la Historia, cansada de crear, se repite, y que se repite para advertir que la letra de sus lecciones, cuando se desdeñan, con sangre entra. Aquí, por revivir una memoria histórica cuya importancia mal apreciamos, va un retazo, dolorido en verdad, de la epopeya que los mineros de carbón supieron escribir para ejemplo de masas abúlicas. Porque ellos, mis valedores, ellos sí, estaban cortados a la medida de la epopeya. Transcribo, del documento que tengo enfrente:

??Después de haber intervenido sin recato en la vida interna de la organización, de haber dividido al sindicato e impuesto con apoyo de la fuerza pública un comité espurio, la Secretaria del Trabajo, cínica, declaró: ??Siendo el gobierno muy respetuoso de la ley, no podemos intervenir el conflicto?.

¿Lo declaró Fox? ¿Salazar, posiblemente? Lo dicho: fatigada de crear, la Historia viene a advertirnos que lo ocurrido hace algunas semanas en San Juan de Sabinas ya había acontecido cincuenta y seis años antes, con mineros también y también en una mina de carbón y en las mismas tierras agujereadas de Coahuila; vida y muerte paralelas: Pasta de Conchos y Nueva Rosita. Porque el párrafo anterior no se redactó hace una veintena de días sino hace cincuenta y seis años y describió la situación que sufrían los mineros de Nueva Rosita, Ante el contubernio del Francisco Salazar de aquel entonces con el Germán Larrea de Nueva Rosita, que explotaba a los mineros hasta la ignominia, los explotados determinan estallar su huelga, lo que vino a ocurrir a las doces horas del 16 de octubre de 1950.
??¡A la huelga?!?

Y los primeros barruntos de la epopeya: cierta doña Adela Ochoa, esposa de un minero y madre de otros tres, recorrió el contingente de los mineros. Matrona espartana, hablo y dijo a los huelguistas:

-No veo entre ellos a uno de mis hijos, pero yo les aseguro que si no secunda el movimiento no volverá a poner los pies en mi casa?

La larga marcha de los mineros, esa epopeya que para nuestro mal ya olvidamos, vendría después?

Nueva Rosita fue declarada en estado de sitio. ??Este es un régimen de derecho?, declaraba el presidente Alemán, y sonreía?

Dicen las crónicas que los trabajadores del mundo acudieron en ayuda de los huelguistas, una ayuda que se traducía en obras ??Porque?; dijo el minero Abdenago. Frausto, las palabras son hembras, y los hechos, machos?. La única empresa que estuvo en contra de los mineros fue la Mexican Zinc And Co., subsidiaria de la American Smelting an Refining Co. (ASARCO), transnacional yanqui y patrona de los mineros en huelga. La ciudad era gobernada por Henry J. Sanford, gerente de la Mexican Zinc. Mr. Henry J. Sanford, antiguo capataz y ahora gerente de la Nueva Rosita, alguna vez pisoteó, a la vista de todos los nativos, la bandera de México (Este país)

Para someterlos por hambre, la empresa imperialista, apoyada por las autoridades mexicanas, congeló los fondos del sindicato, cerró la Cooperativa de Consumo y la Clínica Medica al tiempo que la correspondencia de los mineros era censurada y los bancos locales negaban todo trato profesional con los huelguistas. Y como los niños, privados de alimento y atención medica, enfermaban por centenares, la compañía transnacional amenazo a los médicos privados para que no intentasen con ellos ninguna forma de curación. De las escuelas fueron expulsados mientras que desde lo alto del púlpito el Onésimo Cepeda de aquel entonces, un cura Pedro C. del Real, español , azuzaba a sus feligreses en contra de los mineros en huelga, ??esos réprobos? a los que con todo y sus familiares negaba la impartición de cualquier sacramento y a los que amenazaba con excomunión. Nueva Rosita, entretanto, en estado de sitio. ??Un estado de derecho?, repetía , sonriendo, el presidente Alemán. (Sigo mañana.)

Y tu mamá también

No, por supuesto, no estoy enfadado con alguno de ustedes. Lo que ocurre es que voy a referirme a la industria del cine mexicano, esa a la que le he seguido la pista desde los tiempos aquellos en que tenía prestigio de Santa hasta que fue a derrumbarse entre Amores perros y similares. El cine mexicano. ¿Recuerdan ustedes el nacimiento y primeros pasos de la «industria del celuloide»? Provinciano de nacimiento, su niñez fue vivida al amor de un viejo casco de hacienda y en la benévola compañía de muías, pencos, cabritos, cabros de los ya añejones y uno que otro viejo güey.

Rústico, sí; cerril, pero de buenas hechuras y modales comedidos; cerrero, pero de sangre liviana y una salud de cuerpo y una salud mental que se traducían en su mirada fresca, franca, derecha. Mocetón fue cándido, ingenuo, pura serenata al pie de la reja, donde una pudorosa Crucita mordía el rebozo ante las romanzas de Tito Guízar (¡No me corrijas, computadora estúpida. No se trata de guisar, sino de Guízar!)

Pero ándenle, que el cine empacó su cámara y ya en esta ciudad capital, la emplazó entre las colonias Roma y Polanco, y a vivir y sufrir amores y amoríos ya de dintel adentro, ya de traspatio y de pica y huye, por más que «no tiene la menor importancia», juraba un Arturo García que se hizo pasar por Arturo de Córdoba. Ah, y el escándalo, la escandalera porque a la sufrida Marga López, católica de aquí a la basílica, el felón de su marido (horror) le acaba de pedir el divorcio. (No lejos, en la panza del cabaret, con luz neón su nombre de combate, la rumbera, fondo de bongoseros, saca chispas y rebabas al ritmo del son montuno. Y todo a media luz: «Vendo placer a los hombres que vienen del bar…» El cine aún lograba reprimir su vocación de crápula Todavía no viajaba hasta los rumbos de Atlampa el Tenampa la Juan Polainas. Aún guardaba las formas, las formas ubérrimas de Maritoña y la Amalia Aguilar. Pero entonces, al extinguirse el último retumbo del bongó y la tumbadora..

Entonces llegaron las huestes del Güero Castro, y el cine tricolor se nos fue degradando hasta degenerar en putañero y se mudó a vivir al burdel, de plano, y ya nada lo satisfizo que no fuese la amable compañía de ombliguistas, striptiseras, tabledanceras de tubo encebado y nalgaduras de todo tipo y calibre, traficantes de chicharrón con pelos que -enfermedad venérea de toda ciudad- pululan en esta aldea capital. La Sasha y otras de monte negro hicieron de la sala de cine un congal, y el cine: crudo cuando no borracho, grifo, y no precisamente de espinas, adicto a la nieve, y no, por cierto, de limón, y cruzado de cacardí y anfetaminas. El cine mexicano, por aquel entonces la náusea

¿Ustedes irían a verlo? ¿Lo vieron en la sórdida compañía del brassiere y la trusa bordada de esas güilas de la vida arrastrada que mal viven -para vivir bien- de azuzar, con el meneo de las gelatinas arriba y adelante y los aguayones cuates cuesta abajo y atrás, a viejitos, impotentes, muchachos de primeras espinillas y demás reprimidos, oprimidos sexuales? El nido de los amores, frente a la baba del respetable, como las olas del mar: va y viene, viene y va Y el impaciente, que logra venirse entre el griterío del «respetable»: «¡tubo, pelos..!» (Hasta ciertas regiones aún no llegaba la industria del depilado.)

Burdelero salió el cine nacional, quién lo dijera devoto de la pantaleta, la nalga pura y la nalga pública; del tráfico calzonero y la mancebía, caifán vetusto, wi-wi y quelitón de leoneras y hoteles de paso; ya sesentón se nos volvió alcahuete, proxeneta procaz y desvergonzado, mal aliento en la boca y un solapado goterón allá donde las arañas hacen su nido; calza arrugas y lonjas, pero es cada día mejor traficante de pornografía y onanismo mental y manual. Tal es el retrato de un cine perdulario del que me desentendí hace ya muchos años, que para vergüenza ajena no ganaba yo ni el salario mínimo. El alcahuetón decrépito cuanto logrero, entretanto, se vivía (se vive, según sé) de explotar a lo impune los instintos más bajos, rastreros y deleznables de un paisanaje zafio, mediocre, reprimido sexual, formidable devorador de palomitas entre buches de aguas negras. Tal para cual. Allá ellos. Yo, con alejarme de ese cine nacional que, me dicen, ha derivado en Amores perros. Yo paso. Paso sin ver. ¿Pero pudiesen ustedes creerlo, o imaginarlo siquiera?

Cuando yo suponía que el cine tricolor ya no podría degradarse más, ahora en Reforma del pasado lunes (¡en primera plana!) vengo a enterarme de que un espécimen del surrealismo tropical y esperpéntico ofrece a Vicente Fox, todavía hoy presidente de México, que actúe en una cinta basada «en los logros de su sexenio». Fox, que salía de misa, remitió al delirante con algún coordinador de la Presidencia ‘Yo le digo a Ramón que te llame». ¿Aparecerá Fox en la cinta con traje de campesino, de penado, de prófugo? El escenario de la película ¿San Cristóbal o el penal de La Palma? (Seguiré con el tema)

¡Rameras, gracias a Dios..!

Noche de ayer. Altiva, garbosa, ama y señora, soberana del callejón, la daifa (mini y escotes) lanza sus redes, pescadora de noctámbulos. Yo, agazapado tras del farol, me admiré del milagro: en qué poco tiempo logró reponerse del sofocón. Y es que hace rato le hicieron talco autoestima, respeto propio y orgullo de la profesión. La vi derrumbarse en la banca del parquecillo como queriendo llorar, y así fue a encontrarla esa de la peluca tordilla güila pasada de kilos, años, engaños y desengaños, hogaños y amaños.

– ¿Y ora tú? ¿Tan temprano cerraste el changarro?

Silencia Un suspirillo. Al rato: «Quisiera irme, dormirme. Escrúpulos».

Y es que hace rato, a la luz del farol, un niño que iba pasando observó a la buscona: «Mami, ¿qué es esa del vestido rabón?» «¡Un cáncer de la gente de bien! ¡Apártese de semejante basura, mi hijo!» La «basura» se crispó, se arrugó. Gacha la testa se fue a desmoronar en la banca, y así la vino a encontrar la veterana. «¿Escrúpulos? ¿Y ya fuiste con la doctora?»
– «Yo con escrúpulos. Como cualquier doncellita. De no creerse-.

– Cuidadete, manita La Gladis anduvo así el mes pasado y así tuvo que talonearle Unos ardores, y aquellos quejidos, ay, ay, y los clientes, felices. Ya aliviada tuvo que seguir con los ay, ay, ay, pero chafas. Mal acostumbró a los clientes. ¿Y a ti cuándo,dónde te pego el ardor, mana?

– Cuál ardor. Escrúpulos, pero no de entrepierna; de conciencia De repente este asquillo por la forma de ganarme la vida, ¿tú crees? Oye, pues qué: ¿tan sucia es nuestra profesión, que así provoca asco en la gente de bien?

– Yo a la gente de bien me la paso por aquí, mira, donde las arañas hacen su nido. Donde a la Gladis se le inflamaron los de estos.

– Este oficio debe ser una cochinada, para que la gente nos trate como redrojos humanos. Qué tan puerco no será, que le provoca asco a una gente que lee medio libro al año y alimenta su espíritu con la programación de la tele. ¿Pues qué, tan bazofias somos tú y yo, que hasta a gente sin valores morales les provocamos repugnancia? ¿Está bien lo que hacemos, mana?

– Que si está bien. ¿Por qué crees que los clientes regresan? ¿Crees que de majes nos buscarían, nos pagarían y hasta dejarían propina? ¡Por supuesto que está bien! Tú, de lo tuyo, sabes lo tuyo y tantito más. Vaya si lo sabes.

Silencia Luego, en el vientecillo, la tonada barriobajera. Por la banqueta, un briaga Un perraco. A lo lejos, la sirena de alguna ambulancia. A lo lejos. ‘Tara que te cures esa gonorrea escrupulosa: ¿sabes lo que somos nosotras?»

«¿Qué son?’, se me chispó, y lo que oí «¡Nosotras somos rameras, gracias a Dios! ¿Te imaginas que en lugar de prostis hubiéramos sido yo el presidente del país y tú la «primera dama»? ¿Cómo te sentirías a estas horas? ¿No andarías con el rabo entre los escrúpulos? ¡Nosotras somos taloneras, no de esas que cargan encima el odia el desprecio de 103 millones de paisas. ¿O te imaginas si trajeras encima el descrédito de Arturo Montiel..?’

– Dicen que el tal es hijo de una colega, ¿será?

– El Manolo Bribiesca, su hermano Jorge, su tío el Guillermo Sahagún, el Khoury cómplice de ellos, ¿sentirán el orgullo que tú y yo a estas horas?

– Pues sí, pero una puta vil…

– Viles esos, no tú. ¿Preferirías ser un vil Kamel Nacif, un vil Mario Marín, un líder vil como Napoleón Gómez, un vilísimo Germán Larrea matador de mineros o un vil Carlos Abascal o Francisco Salazar, alcahuetes de Larrea?

– Pero qué pensará de nosotras Diosito, que está en el cielo.

– ¿Pensará algo peor de lo que piensa del pri-panista Onésimo Cepeda, empresario taurino, golfista amante de vinos y comelitones, alias «obispo»?

– Pero el castigo de Dios, el fuego de los apretados infiernos.

– Tú eres talonera y de talonera chambeas; nunca has hecho una cosa predicando la contraria. Que a los infiernos les tema Norberto Rivera, ese al que su chofer y en camioneta de lujo lo lleva a la catedral a predicar la pobreza. O en todo caso Godinez, obispo que purifica los dineros del narco, ¿pero tú?

– ¡Pos ultimadamente tienes razón! ¡Soy talonera, y a mucha honra! ¡Puta soy, pero no un Mariano Azuela culimpinado a las órdenes de Fox, él mismo culimpinado a las de Bush! ¡Yo cobro por darlas, pero lo justo! ¿Y Luis Carlos Ugalde y compinches del IFE? ¿Yo tengo mis cuentas congeladas en Suiza y un prestigio de ladrón, como los de Salinas? ¿Soy, como Adrianita, una..?

– ¡Cierto! -no pude contenerme- «¡Bravo!», y saliendo de mi escondite le aplaudía. Ella, agradecida, sangre liviana y buen corazón: «¿Y ora éste? ¿Por qué las porras? En fin, ya que me aplaudió, véngaseme Pa usté, cachuchazo». Mis valedores: ya me iba sobre la oferta de sexo gratis cuando ándenle tuve que recular y perderme en las sombras. Es que al buscármela, nada. La de Viagra. (Lástima.)

Ya voy de alivio…

Que anteayer tarde, rumbo a mi depto., leía el vespertino, les dije ayer. ¿Su material? Por supuesto, textos y grandes fotos a todo color de los Montiel, Nazif, Mario Marín, los Bribiesca Sahagún, los Bribiesca Jiménez, Fox. «Si seguimos por este camino…» Por calmar el temor ante el helicóptero y los cuerpos policíacos que me observaban, sospechoso como el resto de mexicanos, disimulé leyendo en el diario: «No, pues mira nomás la chingadera que escribió». «¿Qué escribió esa cabrona…?» Pero entonces: ¿y este mosquero? Qué audacia de las pantconeras, que ya me perdieron todo el respeto. Para espantarlas sacudí el diario, y sí: las moscas, como los zopilotes, volaron un trecho, se posaron a unos metros de distancia, regresaron al esternón, los omóplatos, el vespertino. Me empecé a cabrear, y las espantaba. En vano. Volaban, sí, pero planeaban en derredor y planeaban de nuevo en mi suéter, en el chaleco, en mi piel, en el periódico. Haya cosa…

Me la olisqué, esta axila, y esta otra, y la tercera, y las cuatro manos. Examiné mis botines, pobres botines míos, porque botines, lo que se dice botines, los de el trío de las fotos. En fin. Mis botines, rechinando de limpios. ¿Entonces? ¿Por qué este mosquero? En las planas del vespertino, abiertas, como portaaviones gringos patrullando las aguas territoriales del mundo para apuntalar en Abu Graib y Guantánamo la democracia, la soberanía, la independencia y la libertad (y de paso el petróleo del mundo, su estaño, su plata, su cobre, su PEMEX). ¿Pero qué fenómeno era el de los moscardones, cuál la explicación’ ¿Yo, a tan temprana edad, ya apestando a muerto fresco? ¿A recién resucitado? Miré a los que iban pasando por ver si la plaga de moscas, como la de langostas en Egipto, alcanzaba a todos, pero no. Ellos, en paz. El mosquero, sólo encima de mí y de las páginas, atacadas de viruela negra, negra viruela de moscas y moscardones que arribaban con sonoro rugir del motor, se posaban en las fotos, seguían batiendo sus alas. Espantado, observé los mofletes (como nalgas) del Manolo Bribiesca garapiñados de moscas, como también la naricísima de Montiel y a Mario Marín, rostro como desbastado a hachazos. ¡Y el fenómeno paranormall «Biz, biz, acá, biz, acá».

¿Acá? ¿Oí bien? ¿Acá, dijo? «Acá, digo, y acá también, biz, biz. Mmm, qué rico sabe el Bribiesca. Pura miércoles». ¡Virgen de lo trascuerdos, Señor de las moscas, Belcebúi El vespertino, infestado de esas moscas que, Antorcha Popular de las planas centrales, invadía las fotos de la mafia Bribiesca, de la mafia Montiel, de los pedófilos que en Puebla la hicieron de pedofilo. «Biz, biz, acá, manitas, Manolo apesta más sabrosón. A pura alcantarilla. Mmm, a popó tres equis, biz, biz». «Acá, Mosqueda, biz, biz. La de Montiel sabe a roquefort, y a gruyere la de Los Pinos, su foto. A mingitorio de pulcata, biz, biz, a diarreíta, biz, biz». Yo, manoteando, a los viandantes: «¡Las moscas hablan!»

-¿Y a ese ruco qué mosca le picó, tú? Te lo vendo, al güey.

– ¡Las moscas huelen la de Bribiesca y se la chupan, su foto! ¡Mírenlas, saboreándose sobre la de Fox..!

Dos ancianas, 80 años sobre los lomos: «Apriételo, Rafita, que ese nos puede violar». (El paso.) «¿A su edá? Anda chemo,tizo, pasto. Y a su edá…»

– ¡Señoras mías, que las moscas hablan! (Ellas, los chupetones en vera efigie de la señora:

«Acá, Moscatel, biz, biz, puro estiércol, abono para Los Pinos, biz, biz». «Ay, no, fúchila. Damas no. Ya sabes mi preferencia sexual. Yo prefiero darme las tres con el Manolita Bribiesca. Lindo jedor, biz, biz…»)

Dios de fe. ¿Perdí la razón, la he recobrado? «¡Vengan a olérselo al Madrazo!» «No, fúchila, yo me clavo en la de Margarita López Portillo! Huele a pura nica de tres días, biz, biz…!» Sentí que se me iba, que me venía. Uno, al pasar: ‘Tíznale, el Valedor se anda pandeando, chócalo». «No la. ¿Le llegaron al precio, tú?» «Pandeándose de pandearse, no de ir a Los Pinos a dárselas al gobierno por una estrellita en la frente. Ha de ser la mucha edad…»

Como en sueños vi pasar a aquellas monjitas. «Ese prójimo ya se insoló. ¿Lo auxiliamos, madre?» «¡Lo auxiliamos madre, yo no hago ronda con pseudo-neo-comunistoide!» Mi razón, mi delirio, las moscas: «Animas que el bato este le cambie de página, biz, biz». «Ay, sí, a ver si salen fotos de Francis,bis,bis…» Me apoyé en la pared. Me abracé de un pirul, pero mi mala estrella: el pirul era poste de luz, con varios cables pelones. Me cimbré, arañé la pared, musité: «Las moscas», y la del chongo canoso: «Ay, Chonina, se infló coñá del de Mario Marín. Y ni una patrulla desocupada que se lo cargue a la carcelita clandestina de aquí a la vuelta…» «Señoras, las moscas…»

No recuerdo más. Alguien me arrastró hasta mi depto., porque al despertar, mi Nallieli me daba a oler árnica. Dije, todavía atarantado: «Mmm, huele a Marta. ¿Sabes? Las moscas…» Cerré la boca. Total.

Es México. (Mi país.)

¿La ruta de los Bribiesca Sahagún..?

Y como nos ven mansitos ya nos tomaron la medida; porque conocen nuestra infinita capacidad de olvido, que si no, ¿se arriesgaría Roberto Madrazo, saqueador del erario público cuando candidato y ya como gobernador de Tabasco, a exigir que se investiguen los dineros con que López Obrador financia su campaña? Por revivir la memoria histórica: en 1994, AMLO presentó 12 cajas de documentos originales que certifican: en su campaña política Madrazo gastó no los 5 millones que le autorizaba la ley, sino más de 241 millones.
Y la secuencia de aquel escándalo hoy piadosamente olvidado:

Villahermosa, Táb., nov. de 1995. «Los archivos del PRI con los que se acusó a Roberto Madrazo de excederse en su campaña electoral en más de 235 millones de nuevos pesos provinieron de la casa de Ana Berta López Aguilar, directora de contabilidad en la Sec. de Finanzas del PRI. La mayoría de las facturas tienen su firma y la de Oscar Sáenz Jurado, titular de esa Secretaría:

Y el cínico: «Insiste el Gob. Madrazo: «Soy el más interesado en que la averiguación se resuelva conforme a la ley y con la mayor agilidad posible».

Y se inició la maniobra de la impunidad: Villahermosa, Tab., junio de 1997. «El juzgado segundo de distrito defirió (sic) una audiencia constitucional que se realizaría este lunes sobre el amparo que interpuso ante las federales del PRD, para que sea reabierto el Tabascogate. La audiencia no se realizó porque la procuradora general de justicia de Tabasco, Patricia Pedrero Iduarte, no envió toda la documentación correspondiente…»

Sobre las críticas al cierre del expediente del «Tabascogate» contestó el procurador Gral. de Justicia de Tabasco, un Andrés Madrigal Sánchez: «La actuación de esta Procuraduría no responde a caprichos ni es arbitraria. «El dictamen de la PGR respecto al presunto exceso en el gasto de campaña de Roberto Madrazo es una apreciación errónea de la propia PGR, y en caso de que hubiera ocurrido, no constituye delito alguno». Y Madrazo, gobernador. «Tabasco ha hecho un compromiso: nada ni nadie por encima de la ley. Todos y todo nuestro esfuerzo de levantar una muralla de legalidad ante la acechanza, ante el rumor, el engaño, la mentira, que tratan de debilitar la vida de las instituciones de la República, en nuestro estado».

Villahermosa, Tab., junio de 1996. Pedro Jiménez León, líder del congreso local, rechazó la creación de una fiscalía es-pecial que investigue los gastos de campaña del gobernador Madrazo. «La gestión del Sr. gobernador está muy bien, y las acusaciones del procurador general de la República es algo que no nos preocupa, que no nos quita el sueño, no hay delito que perseguir. Por eso vienen las cajas para Tabasco, porque no hay delito que perseguir. El gobernador Madrazo tiene el apoyo del presidente Ernesto Zedillo…»

México, julio de 1996. La Procuraduría General de Justicia del estado de Tabasco dio por concluidas las diligencias relacionadas con la denuncia que por supuestos excesos en los gastos de campaña presentó el perredista López Obrador en contra del gobernador Roberto Madrazo, pues determinó que los hechos asentados en ésta no son constitutivos de delito alguno, y por lo tanto decidió no ejercer acción penal contra el mandatario estatal. Dado el carácter atípico de los hechos denunciados, se desprende la inexistencia de los delitos de peculado de recaudación fiscal y uso indebido de atribuciones y facultades.

México, marzo de 1999. Ordena la Presidencia investigar a Madrazo por evasión. El desvío llegaría a 200 millones, según denuncia del exdirector general de gobierno de Tabasco Emmanuel Ruiz Subiatur. Del texto presentado ante la oficina de la Presidencia y de la Sec. de Gobernación: ‘La Secretaría de Finanzas de Tabasco también evade al fisco al no gravar compensaciones de los empleados estatales, las nóminas secretas y al declarar cantidades menores a las retenidas a los burócratas. La evasión podría llegar a los 200 millones de pesos desde 1997, dinero que Madrazo ha utilizado para sus aspiraciones políticas. Sr. Presidente: No enterar a la SHCP sobre el dinero producto de la retención de impuestos al salario (ISPT) es un delito grave. Pero aun si dicho dinero retenido es jineteado por trimestres o semestres, y mil veces más grave si es reiterada la práctica nociva de evadir al fisco».

Lo aseveró en 1998 el Gob. Madrazo: «Toda autoridad tiene la responsabilidad de actuar siempre con rectitud, transparencia, honorabilidad y limpieza. El pueblo no consciente la desviación o la ineficacia». Se revelaba, en tanto, que él aparece en la 2a. lista de beneficiarios del Fobaproa. Interrogado en 1999 sobre el Tabascogate de 1994, responde: El caso está cerrado desde 1996. Esos ya son casos muy viejos...

¿Esa ruta, la de la impunidad, será la misma que van a transitar los Bribiesca Sahagún y los matadores de los mineros? Mis valedores: esto es México. (Mi país.)

Por ellos, por los mineros…

No podemos dejar de votar, pero cómo podemos pensar que sólo votar, mientras la gente se sigue muriendo de hambre, es un hecho democrático…

-Marcos Roitman, investigador-

Y la pura «democracia electoral», que en nuestro país no pasa de electorera, ¿ha evitado las condiciones de pobreza, explotación e inseguridad de los mineros que acaban de tomar de camposanto la mina carbonífera que, propiedad de todos los mexicanos, el gobierno privatizó en provecho de los Larrea? Mis valedores…

¿Conocemos el verdadero significado del concepto democracia, sin adjetivos? ¿Y el del vocablo populismo, que le provoca vómitos al presidente del país? ¿En qué consiste, bien a bien, el populismo? Yo, por entender el par de conceptos, me he acercado a los especialistas del tema, y por ellos me percato de lo resbaladizos, gelatinosos y elusivos que son los significados exactos de populismo y democracia sin adjetivos, esa que luego de la caída del muro del Berlín sirve lo mismo para un barrido que para un fregado; para los millones de fregados a los que se les ha hecho creer que esto que vive hoy el país es democracia, y que el terminajo les va a resolver todos sus problemas, comenzando por los económicos. El vocablo democracia, entonces, por machacón y reiterativo se nos ha tornado tótem, fetiche, objeto de culto y veneración. El Sistema de poder nos la vende, carísima, como la panacea, el ungüento cúralo-todo, el bálsamo de Fierabrás. Mexicanas y mexicanos: democracia. Y ya.

Una tan dúctil y elástica «democracia», que a estas horas y a escala mundial constituye la enjundia, el tuétano y el espinazo de to-da ideología que no se respete, sea de derecha o de izquierda, y así gobierne el país un régimen monárquico, socialista, capitalista o republicano. El discurso de todos ellos se erige sobre la base de una de-mocracia de la que sus pregoneros ocultan mañosamente el significado. No dicen a las masas, para comenzar, que existen muchos modelos de democracia, comenzando con la democracia liberal impuesta en los Estados Unidos y por los Estados Unidos en el resto del mundo. Mucho menos van a aclarar esa interrogante de cómo puede ocurrir que en los países capitalistas una clase fuertemente minoritaria, la burguesa, gobierne por medio de formas democráticas, siendo que el capitalismo y la democracia son agua y aceite…

«Democracia», mis valedores, es una de las palabras claves del discurso ideológico contemporáneo, a pesar o tal vez precisamente a causa del hecho de que se le ha dedicado tan poco estudio serio, profundo. ¿Por qué, entonces, la Casa Blanca fuerza a sus gerentes enquistados en el palacio de gobierno de los países del mundo, al estilo de Vicente Fox en Los Pinos, a machacar con el estilo de democracia? Ello es, lo afirman los analistas, porque la república democrática es la mejor envoltura política de que puede revestirse el capital-imperialismo, que nos da gato neoliberal por liebre democrática. Cuándo esos gerentes de Washington van a confesar a las masas que detrás de la palabra «democracia» se esconde ese tigre de papel (de papel moneda) que se nombra «libre mercado», el capitalismo salvaje, darwinista, donde el monopolio grande se come al chico. Y yo digo, mis valedores: ¿cómo es que esa versión de la democracia -burguesa, liberal, neoliberal- ha unificado sospechosamente a todos los regímenes, para que así la exalten los jefes de Estado de todo el mundo, vale decir los gerentes de Washington…?

En México, por ejemplo. El país está cada vez más empobrecido, sí, pero con democracia. En el presente sexenio se han deteriorado el empleo y el poder adquisitivos del salario, pero eso sí: con democracia. El incremento en el ingreso per capita es uno de los más bajos en la historia del país, pero con una democracia rechinando de limpia Y es como para preguntarse por qué millones de mexicanos han huido de la democracia, por qué cientos de ellos han perdido la vida en el desierto de Arizona mientras buscaban la sobrevivencia en un país no sólo extraño, sino hostil, como es el de los Bush y Schwarzenegger. ¿Será porque en el país de Bush y Schwar-zenegger existe más democracia que en el país de Fox, Marta y Guillermo Sahagún, Jorge y Manolo Bribiesca, Arturo Montiel, sus hijos, la madrastra de sus hijos, Kamel Nacif y su «gober» precioso, Mario Marín? Sólo que sea por eso. Mis valedores…

La «democracia» constituye una excelente cortina de humo para ocultar las sinvergüenzadas sexenales ante los ojos de unas masas ávidas de creer, de esperar contra toda esperanza, ellas que buscan siempre el apoyo de fuerzas externas, y a veces contrarias a sus propios intereses, debido a que no confian en sí mismas, y entonces… (Por los mineros asesinados se-guiré con el tema.)

¡Gana el Lobohombo!

Y que el perdidoso, en este caso, es Gobierno del DF, que se inconforma por los 13.6 millones que tendrá que pagar a Alejandro Iglesias por la expropiación del predio en donde hasta el 22 de octubre de 2000 estuvo la discoteca que se incendió, y donde murieron carbonizadas 22 personas. «Las muchachas salían traumadas, llenas de sangre, quemadas, sin zapatos…»

Leo, azozobrado, la noticia alusiva al siniestro que en su momento conmocionó al país, y que hoy apenas ocupa un rinconcillo de las páginas interiores. Porque, mis valedores, así de vidriosa es la memoria histórica, así de endeble y de quebradiza. Y sí, muchos millones a la cuenta de un pájaro de cuenta como ese Alejandro Iglesias al que yo reputaba de criminal y prófugo de la justicia ¿Ocurrirá algo semejante con la tragedia de los mineros enterrados en vida -en muerte- en tierra de Coahuila? ¿Se terminará indemnizando a un tal Germán Larrea, dueño de vidas, minas y haciendas, por las molestias que le causaron 65 difuntos al tomarle de camposanto su propiedad? Es México.

Recuerdo aquel 22 de octubre del 2000. Yo, aturdido ante la catástrofe, algo quise decir, o escribir, o callar o, por no seguir lastimándome, pasar de largo, pero reflexioné: las víctimas eran jóvenes y andaban ahogadas de alcohol, esa droga aborrecible que entre adolescentes y jóvenes se incrementa cada día, y relacioné la hornaza del Lobohombo con la del caso aquel:

«Coche accidentado. Seis heridos graves. Conductor y acompañantes, todos menores de edad, iban ebrios. Rafael A.H., que manejaba el vehículo, cuanta con 16 años de edad. Grave, permanece hospitalizado…

Yo, padre de un hijo de la misma edad, la mente encendida al recuerdo de un Lobohombo en llamas dije y digo al caído en desgracia, la del licor:

En leyendo la noticia, Rafael, redacté unas líneas zumbonas contra borrachos y teporochones, pero después de pensarlo… Has de saber (me permites el tuteo, ¿verdad?) que de pronto se me prendió una punzadilla acá, mira, del lado cordial; porque yo tengo un Ariel de tu misma edad, y eso vino a quitarme las ganas de forjar donaires con tu desdicha. Porque desdicha es, y grande, que habites en un país que es manadero de borrachos porque las agencias de publicidad se viven sembrando en radio, TV y periódicos esas minas antipersonales que son los anuncios que exaltan el consumo de alcohol y el cigarrito. «¡Chupe, sorba, fume, viva!» Abyecto…

Denuncia el especialista: «Una publicidad desaforada e irresponsable encauza al país hacia el alcoholismo. La afición por el alcohol se incrementa entre los jóvenes, los adolescentes y los estudiantes universitarios…»

Tú, Rafael, de seguro eres estudiante, como mi Ariel, y como joven que eres, qué voy a reprocharte, si es el Sistema de poder que los adultos nos dejamos imponer el que permite, alienta, fomenta que las agencias de publicidad, al amor de las ganancias, manipulen a las masas -¡a los adolescentes!- a punta de campañas tan aviesas como efectivas. Qué voy a reprocharte, si viniste a nacer en un país patrocinado por las firmas cerveceras.

Malhaya esa promoción alcoholera que así se ceba en los jóvenes, Rafael, que
mantiene a flor de labio la cebada, la uva y el lúpulo, y el mezcal, el agave y la caña, por que angoste y agoste el espíritu y ablande conciencias y reblandezca la resistencia del joven -¡del adolescente!- frente a un Sistema que así oprime y, en su caso, reprime. La cultura del licor, a estas horas enhiesta

Y es que los alcoholeros y sus pregoneros, Rafael, son como el cinescopio: apartidas, amátridas y huérfanos de hijos como tú o el Ariel, donde pudiese dolerles los daños que causa el alcohol. Si seré candido, ¿no, Rafael..?

Te imagino días antes del accidente, tú y tus 16 años encima Flamante todavía como recién salido del nidal. Te imagino emulando al publicista cervecero, la vía para el tequila, el ron y drogas que los acompañan. ¡Ah, Rafael, como si te llamaras Ariel y fueras mi sangre, y fuera esa sangre la que no cesara de manar mientras yo, desalado, me lanzara al de primeros auxilios, a aferrarme a ese tu cuerpo todavía tan muchacho y ya así de lastimado! Dios…

Ya nosotros, los adultos, no pudimos con la propaganda del licor. No quisimos poder. Apatía desidia, sed de licor en algunos. El hábito no hace al monje, dice el lugar común, y yo digo: mucho menos el hábito del alcohol. Y ya que nosotros no, a ver si todos ustedes, la nueva generación, cuando sepan organizarse no en muchedumbre, no en logreras ONGs, sino en células autogestionarias, donde reside el poder popular. Repito: candido de mí, Rafael.

Lobohombo: «Sólo una mujer logró identificar a su hijo, lo reconoció por los frenillos de la dentadura». Hoy, apenas 5 años y meses después, todo olvidado, y aquí en el Lobohombo no ha pasado nada como nada pasará después de los 65 mineros enterrados en vida. En muerte. Es México. (Este país.)

¡Ay de ellos..!

Clama, a siglos de distancia, el clásico: «¿Quién es la víctima, quién es el verdugo?’ ¿Quién, yo pregunto, quién es el verdugo en la tragedia de los sesenta y cinco mexicanos que fueron sepultados en vida dentro de los entresijos de una mina de carbón? Las víctimas ahí continúan a estas horas, siete días después del holocausto. Los verdugos ahí siguen, y ahí van a seguir, sin que la muerte de esos mexicanos modifique un milímetro los métodos de explotación del hombre por el hombre. ¿Quién es la víctima, quién es el verdugo?

Y es como para preguntarse, mis valedores: desde fines del siglo XVIII y a partir del descubrimiento de la máquina de vapor, que propició el auge de la revolución industrial, ¿cuántos y qué portentosos avances tecnológicos ha experimentado la industria minera? Por otra parte, y desde la revolución industrial hasta el día de hoy, ¿cuánto se ha avanzado en la seguridad, el bienestar, las mejoras económicas y la calidad de vida del minero y su familia? ¿Quién es la víctima, quién es el verdugo..?

El ciudadano, disminuido por los rigores del mercantilismo a simple individuo, y más tarde reducido por el capitalismo a sólo un «hombre económico»; el hombre no un ente humano como el propietario de la fuente de producción, sino sólo un elemento alienado del capital para la generación de utilidades, de ganancias, de riqueza descomunal ¿Pues qué. el hombre es el lobo del hombre, como afirmaba Hobbes? Mis valedores:

¿Quién es la víctima, quién es el verdugo..?

Los mineros sepultados en vida allá en la mina de Pasta de Conchos, en San Juan de Sabinas, Coahuila, son algunas de las más recientes víctimas modelo económico neoliberal que nos impone el capital-imperialismo, ese que en nuestro país tiene de personero a un relevante exgerente de la Coca-Cola, habilitado de gobernante, que en modo alguno de estadista, porque la calidad de estadista no se impone desde Washington. Un gerente de La Casa Blanca que a demandas concretas de los mexicanos en general, y en particular de los familiares de los mineros enterrados en vida, responde con ofertas abstractas. La demanda de los familiares de los obreros del carbón:

– ¡Queremos vivos a nuestros hombres!

Y la respuesta de Fox:

Nuestras oraciones y nuestros buenos deseos son para los mineros y sus familiares. Estamos pendientes, los tenemos muy presentes, uniendo nuestras oraciones y nuestros buenos deseos a los familiares de esos mineros…
Sesenta y cinco mexicanos sepultados en vida Mis valedores: ¿quién es la víctima, quién es el verdugo..? Ellos, ahí donde permanecen, disfrutan -aún me niego a utilizar el tiempo pasado-; ellos disfrutan, repito, con sus 400,600 pesos de salario semanal, de esa flamante democracia que trajo Vicente Fox a los 103 millones de mexicanos que integramos el país. Mexicanos de dos, de tres salarios mínimos como vía de sobrevivencia, pero eso sí, herederos de una democracia flamante, recién desempacada; y a propósito: el forjador de nuestra «democracia»; ese,» entretanto, un día suelta las lágrimas y el vómito al siguiente día Allá en algún lugar de Chihuahua lo proclamaba Fox el pasado lunes, 20 de febrero:

– ¡Mi gobierno vomita la demagogia, el populismo, el engaño, la mentira.!

Y al pie, la nota de prensa «Al menos 730 mil adultos mayores en el país están en condiciones de recibir el apoyo de 500 pesos bimestrales, 250 al mes, que les promete la administración federal como parte del programa social Oportunidades. Se invitará a los adultos mayores a invertir una parte de esos recursos en una cuenta individual de ahorro para el retiro…»

Contra gesticuladores y profesionales del embuste como Isaías, el profeta: «¡Ay de los que llaman al mal bien – y al bien mal – Que dan oscuridad por luz -Y luz por oscuridad – Que dan amargo por dulce – Y dulce por amargo – Ay de ellos..!»

Ay de los que manipulan a las masas con un lenguaje gangrenado. El presidente del país, por ejemplo, ese que entre el vómito y las lágrimas se consuela cantándole loas y trovándole romanzas a la democracia, esa de la que los mineros de carbón son herederos legítimos. Y yo digo, mis valedores: ¿Conoceremos el verdadero significado del concepto «democracia»? ¿En qué consiste la «democracia» sin adjetivos? ¿Y ese vocablo «populismo», que produce los vómitos en el presidente del país? En la mente la tragedia de sesenta y cinco mexicanos sepultados en vida, seguiré con el tema. Es México. (Este país.)

Cándido que no fuera…

Lo ingenuo que era yo por aquel entonces. Miren que escandalizarme de la corrupción que permeaba el aparato de gobierno del país allá por los sexenios de Zedillo y el «compatriota». Yo escandalizarme hasta el grado de tramar una fabulilla que es hoy, hoy, hoy, en el gobierno del «cambio» cuando adquiere su peso exacto y su real dimensión. Y si no, júzguenla ustedes. Decía:

Pero qué virus me habré tragado y por dónde, que ayer, a la media tarde, así me cimbraron aquellas visiones de una mente desbozalada. La crónica:

Barrio de Mixcoac, mi barrio. Tranquilo mi ánimo y el vespertino acunado en el nidal del sobaco caminaba yo rumbo a mi depto. de Cádiz. Los pulmones se me hinchaban con el aire de la ciudad, esta mi amadísima que venía contemplando al andar, y percibiendo su pulso, su señorío, su calma, su paz, su quietud. Apenas allá, en Insurgentes, un discreto embotellamiento de siete cuadras, y acá un borbollón renegrido en los chacuacos de la fábrica transnacional de asbestos cancerígenos y plásticos no biodegradables, y en la esquina de mi barrio los restos mortales de tres narcos que cayeron en el ajuste de cuentas del día, y más allá el ulular de patrullas y ambulancias, y en el límpido firmamento ese que se nos ha tornado ángel guardián; el helicóptero policíaco, pajareando los pasos de todos los paisas, sospechosos de culpabilidad mientras no demuestren ser inocentes. Mi ciudad. Me detuve a observar el contingente de motos que en sus motos se dirigían a Insurgentes. De súbito el de casco y forifai, que me la interpela:

«¡Ese del chalequito de pelos, qué hingaus fisgonea pa’ acá, circule!»

Y con cuernos me apuntaba, cuernos de chivo. Yo, el terror, el pánico, las ganitas de desaguar por todos los orificios. Por disimular el calambre en el bajo vientre, entre duodeno e intercostales, hice como que no escuchaba al moto de la moto y traté de disimular el miedo chiflando; pero yo, cómo chiflar, nada chiflo, que nomás la riego, o sea la saliva. Buscando el auxilio del Señor de los cielos (no el que murió, sino el que todavía vive, espero) alcé los ojos, y el del helicóptero policíaco que se nos ha tornado ángel guardián:

«¡Ese con facha de neo-comunistoide, qué nos ve! ¡Indentifíquese!»

Santo Dios. Por disimular desplegué el vespertino en la sección de nota roja, una sección que abarca de la primera plana a la final, pasando por la sección del clásico pasecito a la red, la del santoral y el horóscopo, el obituario y la página cuic, la de los corazones solitarios -mi preferida-, la de las puterías de las estrellitas de gran canal en el Gran Canal de las estrellas, clon del gran canal del desagüe. Y qué de fotos, qué de tetas, qué de pubis, qué de cóccix, qué de nalgas, qué de válgame. Yo, deletreando la noticia, de ganchete observaba la calle, sin apenas imaginar que media cuadra más adelante, ¿qué creen? ¡El delirio! Porque ocurrió que iba yo examinando el periódico, que es decir la nota roja, que es decir las fotos de Madrazo, de Vicente Fox, de Montiel, de los hijos de Montiel, de los hijos de toda la… señora, de Guillermo, el hermano de la señora, y del resto de su parentela. Ante las fotos de los sinvergüenzas mal contenía el vómito. De ganchete, por aquello de las moscas, observaba Afis y Zetas que pasaban por la calle, y fueron ellas, las moscas, y con ellas el delirio. Y yo, que no creo en fenómenos paranormales…

Las moscas. ¿De dónde salieron? ¿De dónde se me vinieron encima? ¿Del muladar de la calle? ¿De las bolsas de basura apiladas en las esquinas? ¿Del agua estancada en el charco aquel, que al paso del tiempo se tornó verdosa y malparió ajolotes oscuros y verdes moscones que vuelan en derredor con ese zumbido lóbrego? Ah, pestilentes miasmas que genera ese charco cuyas larvas habitan, cohabitan en latas vacías de cerveza, en ese tenis roto, ese pomo, ese corcho flotando entre lama, esa almohadilla jaspeada de algo cafioscuro, esa popocina, esos… (Y lo que es la inocencia infantil, lo que es el milagro de una imaginación todavía muchacha, todavía no muy echada a perder por la programación del Gran Canal y TV Azteca: el chavito aquel, semiencuerado por la deuda externa y el Fobaproa zedillista, echaba a navegar, en las aguas corrompidas, su barquito de papel, ágil velero que viento en popa a toda vela surca los lomos del glauco mar. Boga, boga, marinero; boga, boga, bogavante. La imaginación todavía flamante, recién estrenada apenas. A penas…)

De súbito, en el eje vial, los motos acelerando sus motos, y las patrullas, las ambulancias, los altoparlantes: «¡Abran cancha! ¿Qué no oyen? ¡Rápido…!»

Yo, disimulando el temor, abrí el vespertino de par en par, y claro, por supuesto, cómo pudiera ser de otro modo: ahí, a toda página, la diabólica trinidad: Montiel, Bribiesca, Marín. Y en el reportaje: «¿Hablaste con Conrado o no? ¿Con el puto ese? Hijo de su reputa madre. Esos periodistas, pinches hijos de su chingada madre». En el arroyo vehicular, patrullas. (Sigo el lunes.)

Hágase la voluntad de Dios

Pero en los bueyes de mi compadre, dice el clero católico, que así se expresaba hace tiempo: ¿Pederastia entre los sacerdotes? Nosotros no somos jueces, y el que esté limpio de pecado que arroje la primera piedra…

Ayer, frente al caso «Martín-Succar-Nacil», el cambiazo: Todo aquél que cometa pecado mortal, como los pederastas, debe ser castigado por la ley y excomulgado. (Esa doble moral.)

Miro esa foto, a propósito. En ella observo a cierto individuo de unos 25 años. El ánimo fruncido pienso y medito: horror, que uno como ese pude haber sido yo a tal edad. Dios, el destino, la moira, el azar o mi buena fortuna me libraron de tal maldición. La foto está fechada en un rinconcito donde hacen su nido las olas del mar…

Miro la foto hasta bizquear: El individuo, joven aún, ya se advierte fofo de carnes, mofletudo y rollizo bajo su vestidura blanca con motivos religiosos: la cruz, la paloma, el alfa y la omega, el pez. Un sacerdote, sí, un paidófilo más, éste, recién descubierto en la Sierra Norte de Veracruz. Por los bebederos del arpa, la jarana vozarrona y la guitarra de son, pariente..

¿Los hechos que incriminan al curita y jarocho, trovador de veras? Una historia vulgar: con el pretexto de impartir clases de catecismo, y como los servicios de culto requieren de monaguillos, el religioso convocaba a niños de la localidad, y ándenle: que te voy a enseñar ajedrez, que te acompaño en tus juegos y te ayudo en la tarea escolar, pero sé buenito conmigo, y ándenle…

– El padre me empezó a besar en la boca, me metía la lengua, me abrazaba Que me quería mucho, y se me restregaba..

La historia de siempre, vulgar y tan conocida el ministro de culto, entera su potencia sexual e incapaz de domar su propia naturaleza, desfoga los impulsos de libido con quienes (en quienes) supone que menos se compromete y peca menos escandalosamente: «dejad que los niños venga a mí…»

– Me acostaba en una cama de la casa parroquial, y yo sentía su miembro. Me apretaba y me lo refregaba en mi cuerpo Me besaba el cuello y me acariciaba las piernas y brazos, diciéndome que me quería mucho. Luego tomaba mis pantalones y…

La escena de siempre, encubierta hasta que afloró la suciedad de los padres Maciel legionarios de Cristo y colegas involucrados en prácticas de pederastia Y esto, digo yo, es comprensible. ¿Pues qué? Sacerdotes son, pero humanos también, y algunos sin la fe, la vocación, la mística, el temple y la fuerza de voluntad para sublimar su libido y mantenerse en sañuda castidad, ese estado anti-natura en el que en el siglo XII los fue a arrojar a don Hildebrando (Gregorio VII). Y ahora, mis valedores, lean algunas variaciones sobre un tema que traté aquí mismo el pasado mes, y que hoy cobra relevante actualidad.

Sabio mi Dios, y tan comprensivo. Yo pasé por el seminario y vestí la sotana Iba a ser sacerdote y a reprimir en mí los instintos que me obsequió mi Madre Natura Aun antes del seminario conocí el claustro donde me preparaban para monje capuchino, espejo y flor de los franciscanos más cercanos al Seráfico de Asís. Yo ahí, fundamentalista (principios, valores y convicciones), me silicié y sometí a privaciones y disciplinas en verdad espartanas, hasta que mi sistema nervioso tronó y fui rescatado e internado en el seminario: estudio, cantos, recreo; vida, pues. Pero bondadoso, comprensivo que fue Dios conmigo (o el hado, la moira, el azar), porque entre más lo pienso…

De haber llegado a los votos, ¿qué sería yo a estas horas, infeliz de mí? ¿Un cura que predicase el desprendimiento de los bienes terrenales mientras viviera la vida opulenta de los Onésimo Cepeda? ¿Uno que proclamase que al César lo suyo y a Dios etc. mientras anduviera embombillado hasta la tonsura en la politiquería, como el pri-panista Norberto Rivera? Amador irredento de la mujer y oficiante de esa expresión máxima de la humana libertad que es las cultura del erotismo, ¿habría yo logrado domar a Madre Natura, o habría caído a impulsos de una sexualidad sesgada, torcida, morbosa? ¿Habría yo tornado adúltera a «mi más efusiva penitente», que dijo el poeta? Semejantes transgresiones a la castidad, ¿me producirían a estas horas espeluznos en la conciencia? ¿Viviría condenado en vida? El hado fue conmigo benévolo, mis valedores, porque en verdad digo a los creyentes…

En el proceso de salvación del ánima, el buen cristiano suele iniciar, como Agustín el de Hipona, una vida de disipación y pecado, pero a tiempo enderezar el rumbo. María Egipcíaca comenzó trepando a todos los lechos de todos los libertinos y acabó trepándose a los altares. Pero, por contras: «el que de santo resbala, hasta el infierno no para». Hasta pedófilo, Dios. ¿Ese sería mi destino, de haber profesado como sacerdote! (Cruz, cruz…)

Hoy no hubo fabulilla

Hoy 22 de febrero del 2006 no apareció la fabullila de Tomás Mojarro en el Diario METRO.

En un evidente error, se publicó el Artículo de Rafael Ruiz Harrell en el espacio del Maestro Mojarro.

Compañeros del periódico METRO traten de ser más cuidadosos en su trabajo por favor.

Teléfono de atención al lector de METRO 56-28-75-75

Destino de pueblos débiles

Los pueblos que olvidan su historia están condenados a vivir una perpetua infancia…

Por ello mismo, mis valedores, no olvidar que fue un día como el de mañana, 22 de febrero, cuando Francisco I. Madero y José Ma Pino Suárez cayeron abatidos por las balas que mandó disparar un tal Cárdenas, mandado por un tal Victoriano Huerta, al que ordenó el genocidio un tal Henry Lane Wilson, embajador de Estados Unidos en nuestro país. Lóbrego.

Porque tal es el destino de los pueblos débiles, los de gobiernos cómplices o entreguistas que en los más renegridos episodios de la historia nacional y sus más grandes desgracias aparezca el representante de Washington, de Joel Poinsett, determinante factor en la pérdida del 55 por ciento de territorio nacional, a «Tony» Garza, que cuando la intervención armada de Bush contra Iraq, así amenazaba:

El gobierno de Fox podría pagar un alto costo político en las relaciones bilaterales si en el debate sobre Iraq vota contra los deseos de la Casa Blanca.

Todo esto en el México del Hotel María Isabel Sheraton y el acatamiento a leyes extraterritoriales de Washington para expulsar a los 16 cubanos que se entrevistaban con industriales de Estados Unidos. La historia, mis valedores, no es eso que enseñan los libros de historia La historia es una gigantesca zopilotera y un gran hedor. Díganlo, si no, las relaciones de México con sus vecinos distantes. México, que a lo largo de su historia ha tenido que soportar, a querer o no, figuras siniestras como la del susodicho Henry Lane Wilson que los autores señalan como autor intelectual del magnicidio de Madero y Pino Suárez. Aquí, como para probar nuestra capacidad de asombro, vergüenza e indignación, la crónica del propio Wilson, ese que tras su acción predatoria cayó en desgracia de Washington y en el licor:

«Aquel día 18 de febrero de 1913 determiné que yo debía adoptar bajo mi propia responsabilidad una medida decisiva para restaurar el orden en México. La situación era esta dos ejércitos hostiles se encontraban en posesión de la capital y toda autoridad civil había desaparecido…

En varias calles de la ciudad comenzaban a aparecer siniestras bandas de salteadores y ladrones, y a lo largo de las vías públicas desfilaban hombres, mujeres y niños a pinto de inanición. Alrededor de 35 mil extranjeros, a los que el desarrollo del bombardeo puso al parecer bajo la protección de la embajada, se hallaban a merced de la chusma o expuestos al tiroteo indiscriminado que en cualquier momento podía iniciarse entre las fuerzas de los generales Huerta y Félix Díaz, involucrando así de nuevo las vidas y la propiedad de quienes no eran combatientes.

Sin habérselo consultado a nadie, decidí pedir a los generales Huerta y Díaz apersonarse para deliberar en la embajada, territorio neutral que podría garantizar buena fe y protección. Mi objetivo era hacerlos llegar a un acuerdo para la suspensión de hostilidades y para que conjuntamente se sometiesen al Congreso Federal.

Cerca de la hora señalada, bajo la protección de la bandera norteamericana, el general Díaz se presentó acompañado de funcionarios de la embajada y de dos o tres personas escogidas por él. Al entrar me agradeció muy encarecidamente que pretendiese yo lograr la paz mediante mis buenos oficios.

Después de presentarlos a algunas damas y otros amigos en la embajada, acudí a la puerta principal para recibir al general Huerta que justamente llegaba, escoltado oficialmente por la protección de la bandera norteamericana

El escenario afuera y adentro de la embajada era impresionante al intercambiarse los saludos oficiales. Se había instalado la iluminación eléctrica adicional y ella permitía visualizar plenamente el tinglado…

Había probablemente veinte mil personas apretujándose en las calles contiguas a la embajada, y la embajada misma estaba atestada hasta el desbordamiento de norteamericanos, de diplomáticos y de oficiales de Díaz y Huerta Eran momentos trágicos: con todo, no era una escena sombría el resplandor de las luces, la gallardía de los uniformes y la presencia de las mujeres abrillantaba y vivificaba el cuadro. No perdí tiempo en llevar a los dos generales, Díaz y Huerta, a la biblioteca de la embajada donde, para mi consternación, ambos se hicieron acompañar de numerosos asistentes y consejeros. Esos llamados asesores no tardaron en enfrascarse en conflictos verbales que prometían tener duración desconocida e infinitas posibilidades. No era este el propósito de la maniobra que yo había urdido». (Seguiré con el tema)

La situación de México: intolerable

«Pues sí, pero yo voy a poner orden», se engallaba el embajador de Estados Unidos en nuestro país. De esto hace ya 93 años, cuando ocurrió uno de los sucesos inscritos en la historia negra de México. Mis valedores; un día como hoy, pero de 1913, dos varones amanecieron presos en una celda. Sus horas estaban contadas y su suerte echada. Ellos aún ignoraban que traición y felonía les cortarían la vida, pero los asesinos ya alistaban las armas. Las víctimas: un presidente y un vicepresidente de México: Francisco I. Madero y José María Pino Suárez. La orden de disparar el arma asesina salió de uno apellidado Cárdenas, al que ordenó otro de apellido Huerta, a quien manipulaba el que la historia ubica de asesino intelectual, un tal Mr. Henry Lane Wilson, embajador de Estados Unidos en nuestro país. Es México.

El magnicidio se perpetró en la tenebra noche de un día como el de pasado mañana, 22 de febrero, pero de 1913. Un ex-rural y mayor del ejército, Francisco Cárdenas, comandó el piquete de asesinos y aplicó a los cadáveres el tiro de gracia. Detrás, encuevados en sus madrigueras, cinco felones aguardaban la «buena noticia» del magnicidio: Aureliano
Blanquet, Félix Díaz, Manuel Mondragón, el cabecilla del trío, Victoriano Huerta, y el titiritero que movió todos los hilos de la conjura: Henry Lane Wilson, embajador norteamericano. La historia, mis valedores, no es eso que enseñan los libros de historia; la historia es una gigantesca zopilotera y un gran hedor. Aquí, para que no perdamos la memoria histórica, o para recuperarla, en su caso, transcribo fragmentos de la solicitud (tendenciosa, amarillista, exagerada) en la que Wilson pedía al Presidente W. Taft la intervención de la armada de su país:

«No hay duda de la inmediata necesidad de enviar a los puertos mexicanos formidables unidades de guerra, con suficiente número de soldados que puedan desembocar con destino a los puertos del Atlántico y del Pacífico. También deben darse señales visibles de actividad y prevención en la frontera. Aquí estamos formando una guardia de extranjeros. Pronto podré anunciar que ha quedado efectivamente organizada. Porque este estado de cosas ya no puede continuar. Madero es un loco, un fool, un lunatic que debe ser legalmente declarado sin capacidad para el ejercicio de su cargo. Madero está irremisiblemente perdido. Esta situación es intolerable, pero yo voy a poner orden…

El Gral. Huerta es sobre todo un soldado, un hombre de acero, de gran valor, que sabe lo que quiere y cómo alcanzar su objetivo. No creo que sea muy escrupuloso en sus procedimientos, pero lo creo un patriota sincero y, hasta donde mis observaciones del momento me permiten formar una opinión, se separará gustoso de las responsabilidades de su puesto tan pronto como la paz y el restablecimiento de las condiciones financieras del país lo permitan. ?l acaba de enviarme un mensajero anunciándome que puedo estar seguro de que va a tomar medidas que den por resultado la remoción de Madero, esto es, su caída del poder, y que el plan ha sido perfectamente meditado…»

Y llegó el 19 de febrero de 1913; Madero y Pino Suárez fueron aprehendidos; el asesinato sobrevendría tres días después. Wilson se reunió con todo el cuerpo diplomático. Su brindis: «¡Esta es la salvación de México! En adelante habrá paz, progreso y riqueza. Lo de Madero lo sabía yo desde hace tres días. Debió ocurrir hoy en la madrugada. ¡Salud!»

(En la tarde del día 20, un día como hoy, la señora Sara Pérez, esposa del presidente Madero, con una de sus cuñadas se presentó ante Lane Wilson y le solicitó interpusiera su influencia para salvar a los detenidos. La respuesta de Wilson:

– Vuestro marido, señora, no sabía gobernar; jamás me pidió ni quiso escuchar mis consejos. El Sr. Huerta hará lo que mejor convenga».

– Señor, otros ministros se esfuerzan por evitar esa catástrofe.

– Ellos… ellos no tienen ninguna influencia. – Y despidió a la esposa del presidente Madero.)
En la fiesta del cuerpo diplomático, donde Wilson brindó por un México gobernarlo por Huerta, algún diplomático preguntó:

– ¿No irán a matar esos hombres al Presidente?

– Oh, no. A Madero lo encerrarán en un manicomio. El otro, Pino Suárez, ese sí será fusilado. Es un pillo, y nada se pierde con que lo maten.

– No deberíamos permitirlo, clamó el ministro de Chile.

– Ah, replicó entonces Mr. Henry Lane Wilson, embajador de Estados Unidos en nuestro país; ah, no, que en los asuntos interiores de este país no debemos mezclarnos. Allá ellos, los mexicanos…

La historia de los vecinos distantes, esa zopilotera, ese hedor. Tony Garza, hotel Sheraton. (México.)

¡Mi reino por un caballo!

Tal exclamó Ricardo III, lo jura Shakespeare, cuando en el combate le mataron la bestia, y al intuir su propio final intentaba evitarlo poniéndose a salvo. Yo, porque me auxilie en situación conflictiva, clamo a toda voz: ¡Mi reino por un jinete, o se agrava la situación! Un buen jinete, como el de la añeja fabulilla que a la letra dice:

Han de saber sus mercedes que en algún poblado de aquellos vivía un artesano viejo, sastre de oficio y de nombre Próculo, que era lo que se dice un alma de Dios, corazón de malvavisco y condición tan tiernita que rayaba en la debilidad. Y ya lo dice el cantar de mi tierra: «El bueno pica a bandejo». Así era el buenazo de mi don Proculito, sastre de oficio…

Y ocurrió, mis valedores, que este bueno de don Próculo con el tiempo derivó en solterón, porque aquel carácter de queso tierno, tal temple de jericalla no le alcanzó para agencias de una compañera amantísima, esa la sin par Nallieli que habita junto a nosotros, los que nacimos con esa buena fortuna; la amadora amante que para nosotros es todo, y tantito más: tuétano, almendra y puntal del oficio del diario vivir, y esto me lo van a entender aquellos de ustedes que saben de varonía y corazón de pan fresco, como es el mío. Perdón, y sigo.

Este bueno de don Próculo, a falta de hembra para asuntos de amor, había cifrado sus ilusiones en un caballo. Era aquel su sueño, que soñaba dormido y despierto, soñándose entre jinete galano, galán que en penco lomo gateado se paseara, lucidor, del puente a la alameda y del parían a la plaza de armas, en cosas de lucimiento, de quedar bien. Galano, el sastre del cuento.

Así era la cosa, mis valedores: cachondeando su sueño de todos los días, mi señor don Próculo fue ahorrando centavo a centavo que le sobraba de alforzas, pespuntes y dobladillos, hasta el día aquel en que andado el tiempo llegó a juntar los oros bastantes para hacer vivo su sueño, el anhelo, la gran ilusión: un retinto bailador, qué les parece…

¡Helos, helos, por do vienen, caballo de fina estampa, cuatralbo, alazán tostado, con un lucero en la frente, soberbio animal, con el sastre encima! Y a darle gusto a la vida, mi don Próculo jinete en el pajarero manojo de temperamento. A darle gusto a la vida, que es la única que tenemos…

Darle gusto es un decir, porque apenas sentía al sastrecillo sobre los lomos, el penco sobrón se alzaba, entero él, y válgame, lo que entonces ocurría: que el bruto hacía lo que sus reverendas criadillas le iban dictando, y al cuerno rienda y espuelas. ¿Que el sastre decía media calle y el penco media banqueta? Por la banqueta nos íbamos, a querer o no. ¿Que don Proculito decía calle real, y el cuaco callejón de las güilas? Por frente a la daifas pasábamos, y a enrojecer a las risotadas de las del gusto, que para eso había mucho caballo para tan menguado Próculo. No, si les digo…

Y fue así, mis valedores, como vino a suceder: un domingo de aquellos, a la hora de misa mayor, cierto charrito cerrero quedóse viendo al caballo. Cetrino el hombre, seco
de carnes, estevadas las zancas, percudida gamuza de chamarra y pantalón, espuelas y cuarta dé cuero crudo; varón aquel de los buenos cristianos que nacen, crecen y estoy por decir que se reproducen a lomos de penco. Y algo estaba por suceder, porque..:
Ahí miró al animal, ahí lo fue semblanteando, lo observó aquel chico rato, y entonces, al sastrecillo, que sesteaba al pie: «Oiga, don, si me hiciera la valedura de emprestármelo un su ratito pa sentirle la condición…»

Y sí: de un brinco, el charrito estaba horquetado en el penco y lo animaba con suave chasquido de labios: «Tch, tch caballo…» Y fue entonces. Aquel alazán sobrón, apenas sintiendo jinete encima, decidió que era bueno el atrio del templo para corcovos, a esa hora dominguera en en que mozas y demás gente de bien salían de sus devociones rumbo a la plaza mayor. Entonces (fijaros bien), que ante lo desbozalado del bruto el charrito mete un apretón de zancas, un recio tirón de rienda, un enterrón de espuelas por las verijas y aquel santo reatazo en el anca: «¡Penco carbón!»

Y que asegunda el cuartazo en las ancas, «¡Jijodiún…!»

Dicen los viejos de la comarca, y al decirlo sonríen con los puros ojos, que al poderío de la rienda y pegando ardido sentón de nalgas, el penco desobediente, un calambre el ardor del cuartazo, giró la testa y con espantados tomates miró al charrito. Entonces, baba sanguinolenta y quebradita la voz, dijo así a su mandón:

– ¡Ay, mi señor, perdóneme, creí que era don Proculito..!

Mis valedores: frente al sobrón penco gringo, yo digo: ¿ningún buen jinete? ¿Puro don Próculo Fox y don Proculito Derbez? «Si seguimos por este camino…» (Dios.)

¡Que muera México…!

Como en los Estados Unidos de América nos es dable producir casi todo lo que la imaginación puede abarcar, con excepción de ciertos artículos valiosos que se dan en la tierra y en el océano y son producto exclusivo de la zona tórrida, de México los extraeremos en propiedad (…) En especial oro, plata y cobre, pero fundamentalmente petróleo…

Ficción o certeza el párrafo anterior, que publica ?scar Aguilar Siller en su libro titulado ¡Que muera México!, lo que enseguida transcribo sí apareció en diarios diversos de la Unión Americana, y aquí los reproduzco como para mejor entender el conflicto generado por la reciente expulsión de cubanos de cierto hotel ubicado al arrimo del Ángel de la Independencia. En The New York American correspondiente a 1922:

«No habrá un gobierno estable en México hasta que los Estados Unidos de América se decidan, e impongan uno y lo sostengan con valores y con bayonetas americanas. No hay escape posible de la lógica de la situación. Debemos cumplir nuestro deber en México. De hecho, deberíamos haberlo cumplido desde hace mucho. La salvación del pueblo de México sólo podrá realizarse por una intervención decisiva, poderosa, armada…»

La voz del genio de la América mestiza, nuestro cubano José Martí:

«Cuando un pueblo es invitado a unión con otro podrá festejarlo con prosa el estadista ignorante y deslumhrado. Podrá recibirlo como una merced el político venal o demente, y glorificarlo con palabras serviles. Pero el que siente en su corazón la angustia de la Patria y vigila y prevé, ése ha de inquirir, y ha de decidir qué elementos componen el carácter del pueblo que convida y el del convidado, y si están predispuestos a la obra común por antecedentes y hábitos comunes, y si es probable o no que los elementos temibles del pueblo invitantes se desarrollen en la unión que pretende, con peligro del pueblo invitado».

The New World, 1922. «La dificultad con los mexicanos estriba en que no entienden el espíritu de benevolencia que inspira al Presidente Harding. Han adquirido nociones exageradas sobre la inviolabilidad de la soberanía de México. Esto es lo que ha provocado toda la confusión. Pero el Departamento de Estado no se preocupa en lo más mínimo por ese sentimiento, ya que opera en beneficio de las empresas norteamericanas en México…»

La opinión de Munsey Magazine publicada a principios del siglo pasado: «No anexión, absorción es la palabra. Absorción, más bien que anexión. La historíanos da lecciones que permiten esperar confiadamente ese resultado: no anexión de México a Norteamérica, sino absorción. Esa es la palabra justa».

Este es el plan: puesto que no queremos sacrificar a nuestros jóvenes en una conflagración que aun cuando resultara incruenta nos haría distraer los arbitrios necesarios para próximas confrontaciones en Europa y en el Lejano Oriente, provocaremos en el país azteca una revolución fratricida. Podremos juzgar sobre la eficiencia de nuevos armamentos y haremos buenos negocios vendiéndoles municiones e implementos de guerra a los bandos en pugna.
(¡Que muera México!)

Washington, 1914. El Secretario de Estado, R. Lansing: «México es un país extraordinariamente fácil de dominar, porque basta con controlar a uno solo hombre: el presidente. Tenemos que abandonar la idea de poner en la presidencia mexicana a un ciudadano americano, ya que eso llevaría otra vez a la guerra. La solución necesita de más tiempo: debemos abrirle a los jóvenes mexicanos ambiciosos las puertas de nuestras universidades y hacer el esfuerzo de educarlos en el modo de vida americano, en nuestros valores y en el respeto del liderazgo de Estados Unidos.

México necesitará administradores competentes. Con el tiempo, esos jóvenes llegarán a importar cargos importantes, y eventualmente se adueñarán de la presidencia. Sin necesidad de que Estados Unidos gaste un centavo o dispare un tiro, harán lo que nosotros queramos. Y lo harán mejor y más radicalmente que nosotros…» (De acuerdo, Fox nunca ha estudiado. Ni aquí ni allá. El no, pero…¿y Derbez..?)

Noam Chomsky, investigador: «La próxima elección en México, gane quien gane, representará un cambio mínimo o nulo, porque no se modificará la estructura del poder real (…) El principal interés de los centros de poder mundial – Los Estados Unidos y el sector empresarial. Esto no sólo en México, sino en gran parte del mundo. ¿Quién en México se percata de que está votando por el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial?»

Es México. (Este país.)

Tan lejos de Dios

Medítese en lo que supone para millones de seres que toda su vida marche regida por una fuerza lejana, irresponsable y radicalmente contraria a su propio interés…

– Juan Marinello, político y pensador cubano:

¿Y cómo entender en su cabal dimensión episodios nacionales tan vergonzosos como este que ocurrió hace días con la expulsión de cubanos del hotel María Isabel Sheraton, de esta ciudad capital? ¿Cómo entenderlo sin acudir a letra de nuestra historia, letra que, si no la atendemos a tiempo, con sangre entra? ¿Cómo entender el presente sin acudir a la historia, esa estrella polar? ¿Cómo, si nunca tuvimos memoria histórica, o de tenerla la hemos extraviado…?

Y mis valedores: cómo pudiésemos pretextar que no podíamos entrever lo ocurrido, si ya desde el XIX nos lo advertía, visionario de nuestra América mestiza, el genio americano José Martí:

¡Cuidado! Norteamérica tiene sobre nuestros países miras de distintas de las nuestras. Cuidado. Jamás hubo en América asunto que requiriese más sensatez, ni obligue a más vigilancia, ni pida examen más claro y minucioso, que el convite que los estados Unidos -potentes, prepotentes, determinados a extender sus dominios en nuestra América mestiza- hacen a las naciones americanas de menor poder…

Pero no sólo el patriota y apóstol: ahora mismo y aquí entre nosotros, en relación a la memoria histórica lo asegura Carlos Antonio Rojas, historiador:

«La enseñanza actual de la historia de México está muy atrasada. Se sigue pensando que esa disciplina es una ciencia que estudia el pasado. Esto es grave, por no enseñarnos la historia de una forma que nos ayude a explicarnos el presente (…) y no hay un rescate de la memoria de la sociedad. Ante conflictos y hechos políticos, se reacciona de una forma inmediatista, se pierde la perspectiva temporal vasta que nos explicaría los sucesos actuales…»

Cierto es, y con ánimo de oxigenar nuestra memoria histórica, van opiniones diversas del vecino imperial, vecino rapaz. En primer término, conceptos vertidos en 1871 por The Herald, de Nueva York:

«La condición actual de México no promete para el porvenir otra cosa que la anarquía. La nación se desliza sobre el precipicio con tal rapidez que es imposible detenerla. Ha tocado los límites de la desgracia y sus directores parece que están determinados a completar su rutina (..) Tal situación de cosas ha seguido hasta llegar a una total bancarrota, sin que goce ya de crédito interior ni exterior (…) México será tarde o temprano absorbido por los Estados Unidos. Tal es su destino manifiesto…»

Y en 1908, The Times: «Basta una ojeada al mapa de América para comprender que México forma geográficamente, y por otros conceptos, un todo con los Estados Unidos. Sus ferrocarriles, que enlazan todos los puertos y ciudades importantes, son en realidad una expansión de nuestra red ferroviaria. Sus costas, continuaciones no interrumpidas de las nuestras. La superficie es aproximadamente igual alas superficies combinadas de Inglaterra, Francia, Alemania y Austria-Hungría. ¡Hermosa provincia tropical, en verdad, para adquirirla para nosotros…

La predicción del lllustrated London News: «A menos que Dios realice un milagro, dentro de medio siglo México formará parte de la Unión Americana». Esto, mientras que en 1836 se vaticinaba en el Senado norteamericano: «El pabellón de las estrellas no tardará en flotar sobre las torres de México, y de allí seguirá hasta Cabo de Hornos, cuyas olas agitadas son el único límite que reconoce el yanqui para sus ambiciones…»

The North American, 1847: «La anexión de México nos presenta la posibilidad más brillante. Sería muy más de desear que México viniera hacia nosotros voluntariamente, pero como no hemos de gozar de paz mientras que la anexión no se verifique, que venga, pues, aunque al principio sea haciendo uso de la fuerza. Como las doncellas Sabinas, México aprenderá pronto a amar a su raptor…»

El Charleston Courier, 1914: «Cada batalla ocurrida en México y cada dólar gastado en aquel país nos dará seguridades de adquirir territorios que ensancharán los dominios americanos hacia el sur, y el final será que los Estados Unidos de América adquieran un gran poder en el continente…»

Rotundo, The New York American, 1922: «No habrá un gobierno estable en México hasta que los Estados Unidos de América se decidan, e impongan uno y lo sostengan con valores y con bayonetas norteamericanas. No hay escape posible de la lógica de la situación. Debemos cumplir nuestro deber en México». (Mañana, el final.)

Que me siga la tambora…

Será el sopor de la tarde, mis valedores; será esta fatiga, el desánimo, el desencanto, tal vez esa especie de menopausia que acarrea la edad. Lo cierto es que yo, amador de cantatas, conciertos y sinfonías, ahora me he puesto a escuchar en el aparato, como en los años en que yo lucía, mis sones viejos, los de la tierra, mi tierra; sones de mariachi y jarabes, sones arribeños, abajeños, de tarima y los de tambora, que es decir los de mis derrumbaderos zacatecanos. Me puse a oírlos, y oyéndolos se me fue empantanando el ánimo de una terca nostalgia, una porfiada decepción. Y este desánimo…

Oí hace rato La culebra, Las olas, El cuatro, Las alazanas; cambié a La Chirriona y Los górgores, con sus frases apicaradas: De la pi- de la pila nace lagua – delaguá – delaguá caracolitos – señorá – señorá no vaya a lagua – donde lehá – donde le hace gorgoritos, seño-rááá… Y al zapateado aquel que entre falsetes se duele, se queja, llora: Si oyes tocar a difunto-no me reces agonías – que alcabo no me quisiste – que tú nunca me quisiste – como yo a ti te querla...

Han de dispensar, ustedes los que me atienden, porque de pronto se me ha contristado la enjundia del ánima, al pespunte de esos regocijamientos, como allá decimos, que me están faceteando de cuero adentro-, esos que han sido la alegría del diario vivir y que hoy, esta tarde…

Escúchenlos. Oigan esos instrumentos ejecutados -«ejecutados», en ocasiones- por manos gafas a punta de arado y barzón-, manos de esos mis músicos cimarrones que son los mantenedores de la buena música de la buena tierra. El pregón lamentoso:

Ay, Virgen del Patrocinio -ayúdame con mis penas – mi vicio son los conquianes – y las mujeres morenas…

Distingo los instrumentos; ese que lleva los arreboles de la primera de sol mayor, o sea el de la voz cantante, cantarína, es el clarinete. Juguetón él, medio sentimental, un tanto cuanto llorón cuando se propone reblandecer voluntades – femeninas-, y un su poquito de amalditado cuando de olvidar se trata, jijodiún…

Ese que se le ahija al cuadril es el saxofón, haciéndole una segunda que va laderean-do, contrapunteándosele como pariente mal avenido, yéndosele de pronto por la travesía, como al sesgo, como buscándole dificultades. Pero qué de armonías en tono de sol; mis paisanos no me dejarán mentir…

¿Y qué me dicen de la flauta de dulce voz, descarmenadora de hilitos de oro, paridora de esos lloraderas de música que salen del mero cogollo del corazón? Esa flauta es, en la banda pueblerina, pura mielecita en penca, un cuajarón barroco como la cantera del frontispicio en la ermita de Ajusticiados. Y esta nostalgia, terca como un repentino sarpullido…

Viéneseme a la memoria aquel trombón con que se lucía el mi señor tío don José Encarnación, ciudadano de Las Güilotas, Zac., y padre natural de mi primo el Jerásimo, el cual tío retacaba de fiorituras las callejas de mi niñez con aquel madrigal romántico donde el machismo ha encontrado su cabal y aborrecible expresión al darse gusto tristeza, más bien- cantando, increpando más bien contra esa única a la que tratamos de ofender, ofendiéndonos:

«Para que salga el lucero, carbona primero sale la gula – para que tú te enajenes, carbona – falta la voluntad mía…

Oigan el redoblante: faceto como él solo y alborotero de profesión, con un ritmo brin-cadito que repercute en las corvas y saca ganas de raspar en la tierra del tecorral dos que tres quiebras de danza apicarada en los bailes mezquiteros, donde en medio de la jácara salta el grito motivoso:

– ¡Ya repican las once y todavía no hay ni un muerto..!

Ah, y la tambora, paisanos, esa tambora que, parodiando al poeta, cuando suena es una lástima que no la escuche el Papa si el Ratzinger, mejor que no la oiga-. Esa tambora que a los muertos resucita, que hagan de cuenta clamor del juicio final. Unas percusiones de cuero crudío que pegan aquí, miren, en la mera boca del estómago, que es decir la boca del sentimiento acalambrador de intercostales. La tambora zacatecana, y no digo más…

Las bandas pueblerinas. Hoy que los aspirantes presidenciales alzan su tinglado, instrumentan la consabida campaña política y se tiran al ejercicio manipulador de masas, yo digo: callen su voz todas las bandas pueblerinas, que tambora y ejercicio políticos mutuamente se ofenden; porque la banda de música es mucho de arte y sentimiento para engordar politiqueros acarreos; porque decir ejercicio político es mentar lo más noble del humano quehacer, el humanismo en su más alta expresión, ¿y badajearlo a tamborazos? Calderón, AMLO, Madrazo: telón de fondo en sus mítines miro en Reforma violines, vihuelas y guitarrones a toda marcha y a todo vapor, y protesto: ¡no reincidir, no volver a las andadas, no más política de Culebra pollera y Rascapetate! ¿O le van a seguir? (México.)

La dignidad en las corvas…

Sucede que me canso de ser hombre..

Tal afirma Neruda en alguno de sus poemas. Yo, parodiándolo, lo juro y proclamo con toda mi voz: sucede que me canso de ser hombre al que la moira forzó a vivir su existencia en el país que han tomado por su cuenta para saquearlo a lo impune los priistas. Montiel, Bribiesca y Sahagún, de vocación predadora, cuyas sinvergüenzadas ofenden a mi país. Sucede que me canso de ser hombre que se avergüenza de que por culpa de unas masas desaprensivas la representación oficial de mi patria haya venido a depositarse en las corvas y los lomos sin espina dorsal de un «estadista» de la estatura de Fox que, arrugada su enjundia de gobernante, se la vive culimpinado ante el vecino sobrón.

Sucede que me canso de ser hombre que mira ahí norrias, tras lomita, a estadistas de la alzada de Kirchner, Morales, Chávez, Fidel, mientras el maestro, en la tertulia, nos provoca lástima, vergüenza y bochorno, con la lectura de La compra de la República, «fantasía» que publica Papini en su Gog:

«He comprado una República. La ocasión era buena y el asunto quedó arreglado en pocos días. El Presidente tenía el agua hasta el cuello, su ministerio, compuesto de ineptos, era un peligro. Las cajas de la República estaban vacías; imponer nuevos impuestos hubiera sido la señal del derrumbe de todo el clan que se hallaba en el poder. Un agente americano que se hallaba en el lugar me avisó. El ministro de Hacienda corrió a Nueva York; en cuatro días nos pusimos de acuerdo. Anticipé algunos millones de dólares y asigné al Presidente, a todos sus ministros y a sus secretarios, unos emolumentos dobles de aquellos que recibían del Estado. Me han dado en garantía -sin que el pueblo lo sepa- las aduanas y los monopolios. Además, el Presidente y sus ministros han firmado un contrato secreto, que me concede prácticamente el control sobre la vida de la República. Aunque yo, cuando voy allá, parezca un simple huésped, soy, en realidad, el dueño del país. En estos días he tenido que dar una nueva subvención para la renovación del material del ejército. Me he asegurado, a cambio, nuevos privilegios…

El espectáculo, para mí, es bastante divertido. Las Cámaras continúan legislando libremente (en apariencia). Los ciudadanos siguen imaginándose que la República es autónoma e independiente, y que de su voluntad depende el curso de la vida nacional. No saben que todo cuanto se imaginan poseer -vida, bienes, derechos civiles- depende en última instancia de un extranjero desconocido para ellos, es decir, de mí…

Mañana mismo puedo ordenar la clausura del Parlamento, una reforma constitucional, el aumento de tarifas de aduanas, la expulsión de mi país de los emigrados, el cese del flujo de inmigrantes a mi país. Podría, si yo lo quisiera, revelar los acuerdos secretos de la camarilla ahora dominante, y derribar así al Gobierno, desde el Presidente hasta el último secretario. Y no me sería difícil obligar al país que tengo bajo mi mano a entrar en una guerra que no le incumbe, que no es suya. Esta facultad oculta e ilimitada me ha hecho pasar algunas horas agradables. Sufrir todos los fastidios y la servidumbre de la comedia política es una fatiga bestial; pero ser titiritero que detrás del telón puede solazarse tirando de los hilos de los fantoches obedientes a su movimiento, es una voluptuosidad única. Mi desprecio de los hombres encuentra un sabroso alimento y mil confirmaciones…

Yo no soy más que el dueño incógnito de una República en desorden, pero la facilidad con que he conseguido dominarla y el evidente interés de todos los iniciados en conservar el secreto, me hace pensar que otras naciones, y tal vez más vastas e importantes que mi República, viven, sin darse cuenta, bajo una dependencia análoga de soberanos extranjeros. Siendo necesario más dinero para su adquisición, se tratará, en vez de un solo dueño, como en mi caso, de un grupo restringido de capitalistas o de banqueros. Pero tengo fundadas sospechas de que otros países son gobernados por pequeños comités de dueños invisibles, conocidos solamente por sus hombres de confianza que continúan recitando con naturalidad el papel de jefes legítimos…»

– Hasta aquí La compra de la República. De su lectura, vecinos, ¿qué opinan ustedes..?

El Siquiri, la tía Conchis, el joven juguero, la Jana Chantal: en la tertulia y por decoro elemental, mis valedores, las quijadas se aprietan a lo discreto, y sólo entre dientes se remuelen las aches y las erres de los vocablos vituperosos. En la tertulia, el rostro se cubre con las manos para no mostrarlo fruncido, el ceño. De otra manera, al evocar imágenes como las de Fox, Bribiesca, Sahagún y Derbez, este mi depto. se convertiría en piquera o toreo pulquero. Y eso no. (En fin.)