¿Ya Taesa madre…?

Ya Taesa primero, y Aero-California después, que las dos se habían convertido en enemigas públicas del pasajero; de mí, por ejemplo, que tuve la mala fortuna de experimentar la agonía y el éxtasis encerrado en los ataúdes volantes de las dos empresas hoy, por suerte para los usuarios, ya fuera de circulación. Y aquí la pregunta de rigor en casos como este: ¿no que no, mis valedores? ¿Conque era exageración mía la denuncia que les di a conocer hace año y medio aquí mismo sobre mi terrorífica experiencia de volar en un papalote de Taesa o Aero-California, lo mismo da? Hoy, por fin, han aplastado tales cucarachas, y aún andan por ahí algunas más, que producen noticias como esta del 2 de enero de 2005.

Aviacsa extravió a una menor. Ella debió viajar a Tuxtia. La olvidaron en el Aeropuerto del D.F. Un empleado negó el acceso a familiares a la sala de espera. Los pinches gringos nos lo prohiben, dijo. (Tal cual).

Yo, por aquellos tiempos, me vi precisado a habilitarme de kamikaze y jugar a la ruleta rusa, quiero decir: a treparme en un papalote de Taesa o Aero-California, para el caso da igual. Me acuerdo y aún se me enchinan. Pero los viajes ilustran, jura el lugar común.

A mí, que a mi edad tan inocente permanecía sobre los peligros que en este país representa volar en alguna aerolínea de matrícula nacional, un viajecillo de aquí a Guadalajara 50 minutos de duración, bastóme para abrírmelos en relación al problema, me refiero a los ojos. Ya de vuelta a mi depto. de Cádiz mediante guajolotero autobús que en día y medio me regresó de Guadalajara a esta mi amadísima ciudad de todas mis crisis, apenas pisé la Central Camionera me culimpiné, besé el pavimento, me alcé y me limpié la boca (peatones, tan cochinos) y de inmediato me fui y me puse a bailar hasta desahogarme, bañado en sudor.

¿Que qué? Vejete chirrisco, desarreglado carcamal, ¿a su edad es amante de orgías, francachelas y otras chelas, de las chelas que se toman y de las Chelas que se dejan de tomar? Momento, no escandalizarse imaginándome desfiguros y regazón de polilla en la discoteca. Fui a bailar, ciertamente, pero a Chalina para bailoteando agradecer al Santo Señor que me permitió nacer por segunda vez; reencarnar, como si dijéramos, lástima que vine a reencarnar en el mismo pseudo-neo-co-munistoide de siempre. Mis valedores.

Repuesto ya del espanto a bombazos de tila, cuasia, valeriana, borraja, cuachalalá y gordolobo para que agarre sabor, en la paz del espíritu y en la paz de mi cuarto de trabajo (la cantata de Bach a media voz) he acopiado el valor y el ánimo para en mi mente rumiar los incidentes del vuelo y aportar la crónica respectiva para que Taesa o Aero-California nunca más en el cielo de México. Aquí, la bitácora:

4:27 am. El vuelo de referencia, lo juraba el boleto afianzado en mi diestra, estaba programado para las 7:35 am. Yo, a mi edad primerizo en tantos asuntos de la humana condición, lo soy también en la práctica del vuelo en líneas aéreas, por lo que había proyectado dormir en la sala de espera del aeropuerto, no fuera a ser que perdiese el avión. Los vecinos de Cádiz me persuadieron de renunciar al intento; que si reglamentos, que si prohibiciones, que la nica, qué pena, y que ni dónde calentar mi bolsa de agua para los pies, lástima. Desistí de mi intento, desarrollé cobija, colchoneta y pijama (la de lujo, franela guinda, cocolitos fiusha y corazoncillos magenta) y puse mis tres despertadores para las tres de la mañana Y a esperar, y qué noche larguísima, yo en vela y en los labios las palabras de Job, a la medida de los viajeros novatos y los enfermos desahuciados que aguardan, con las primeras luces, una leve claridad de consuelo:

«Y mide mi corazón la noche». Y el alba, que se hacía esperar…

Los despertadores vomitaron su estridente clamor y a su sonido trepidó mi corazón, y una hora más tarde ahí me tienen ustedes, mi boleto aferrado en la diestra, pajareando frente al pizarrón que indicaba la salida de vuelos, yo preguntando a todo el que iba pasando. Novatón que no fuera. Y a mi edad…

Y así me dieron las siete, y así me dieron las siete con treinta y cinco, y así me dieron el ultimátum de que con una fregada, ya, que me mantuviese quieto en mi asiento de la sala de espera, que con tal de quitarme de encima, ellos mismos, los de «Information» (estamos en México) irían a avisarme a qué horas debería abordar el avión, pero que ya les permitiera liberarse de mí y seguir con su labor de «information», es México.

De repente, entre estática e intermitencias, el sonido:

«¡Your atention, please! ¡Passenge… flay to Guad…jara..!»

Y que abordar por la puerta número quién sabe cuál. Yo, una.. (Una, el lunes.)

La moderna esclavitud…

Y cuando yo trato de exigir mis derechos, me responden: ¿cuáles derechos? Tú eres sólo la sirvienta, la muchacha, la gata…

Los grupos humanos más vulnerables, mis valedores. Hoy todos nosotros nos horrorizamos ante el espectáculo demencial de los niños que el genocidio de Bush y los de su condición despedazan en tierras de Iraq: manos, brazos, piernas, ojos, mutilación y carnicería Pues sí, pero no por ello olvidar que aquí mismo, en la casa común, la sañuda violencia se ensaña contra los seres más vulnerables entre los desprotegidos: los niños de la calle, los niños carretilleros de la Central de Abasto, las mujeres del reclusorio, las muertas de Ciudad Juárez, la trabajadora doméstica Lóbrego.

Porque en este país las víctimas de esa humana servidumbre ya han alcanzado los dos millones de empleadas del hogar, y por más que devaluado, su trabajo representa el 11 por ciento del producto interno bruto de nuestro país. Estas modernas esclavas tienen que cumplir, por salarios de hambre, jornadas de labor de entre 14 y 16 horas, recibir un trato despectivo por parte de sus patrones, y seguir siendo, para la sociedad, la «sirvienta», la «criada», la «muchacha», la ‘gata.» Y a decir de voceras del Colectivo Atabal:

– Antes, en las labores domésticas se empleaban mujeres que ni siquiera habían terminado la primaria Desde hace cuatro años, porque no encuentran trabajo menor, se contratan mujeres con el bachillerato ya terminado.

Y que aun cuando libran una lucha constante por mejorar sus condiciones laborales, estos dos millones de esclavas son víctimas de explotación, discriminación y toda suerte de abusos y hostigamiento sexual, porque, como se jactan los patroncitos

¡Para carne buena y barata – la de la gata !

Abyecto. Y lo deplorable, mis valedores: apenas el jueves pasado, 30 de marzo, se celebró el Día Internacional de las Trabajadoras del Hogar, ¿y? ¿Alguna de las patroncitas, alguno de quienes emplean en su hogar a estas «muchachas», cobró conciencia de semejante celebración? ¿No pasó inadvertida, o casi? Esclava moderna, la trabajadora del hogar, y a propósito: por que calculemos el trecho que en respecto a los derechos de las trabajadoras del hogar hemos podido avanzar desde la esclava de la Grecia antigua hasta hoy, 25 siglos más tarde, aquí les aporto un retazo de una obra teatral procedente de la Grecia antigua y un par de poemas de autores contemporáneos. Lean:

Corito: – Siéntate, Metro. ¡Y tú, levántate y acerca un asiento a la señora! Todo tengo que ordenártelo yo, porque tú, infeliz, no eres capaz de hacer nada por ti misma Eres en esta casa no una esclava sino una piedra Pero cuando te mides tu ración de harina, bien que cuentas los granos, y si cae un tanto así, el día entero estás rezongando y bufando, que ni las paredes te aguantan…

Sí, ahora ahí lo estás frotando y sacándole brillo; buena hora es, bríbona Bendice a esta señora, que si no fuera por ella ya te estaría dando de palos.

Metro.- Querida Corito, a mí también me tienes sufriendo este yugo; también a mí me hacen temblar de rabia y día y noche ando ladrando como perro tras estas malditas. Pero lo que me hizo venir a verte…

Corito: – ¡Largo de aquí, imbéciles! ¡Son ustedes todas oídos y lengua, y en lo demás, pura pereza.!

(Y aquí entre nos, pero que nadie nos oiga ni lea por encima del hombro: ¿saben ustedes qué asunto llevó a la visitante hasta la casa de Corito? Indagar acerca del fabricante de cierto adminículo consolador de mujeres solitarias, que por aquel entonces era confeccionado por manos del zapatero. Bueno, sí, pero en torno de estos artefactos, ssh…)

En fin. Desde la esclava hasta la «muchacha», mis valedores, ¿habremos evolucionado en 25 siglos? ¿Cuánto? Vale aquí un par de expresiones que intentan exaltar a la trabajadora del hogar. La primera, del poeta Jaime Sabines:

«Con la flor del domingo ensartada en el pelo, pasean en la alameda antigua. La ropa limpia, el baño reciente, peinadas y planchadas, caminan, por entre los niños y los globos, y charlan y hacen amistades, y hasta escuchan la música que en el quiosco de la Alameda Santa María reúne a los sobrevivientes de la semana (…) Las garitas (sic), las criadas, las muchachas de la servidumbre contemporánea, se conforman con esto. En tanto llegan a la prostitución…»

Válgame Esto, mejor del poeta sudamericano:

«Mi hermosa criada de altos pómulos como cálices rojos – está frente a mi y el humo que nace del café (…) Mi hermosa criada pálida como un escualo, – se continúa con sus luminosas espinas rosas en el pan (…) Mi hermosa criada de brazos redondos y complejos – se desvanece en la niebla perpetua».

Ella y su servidumbre. Ella sí, la ‘gata». Abyecto. (En fin.)

Soy indestructible…

Que ayer tarde visité un tal «Museo del horror» extraviado en alguna calleja cerrada del barrio bajo, decía a ustedes ayer. Que con un tal Virgilio de guía recorrí un corredor apestoso a moho, formol, orines de rata y humana entrepierna, donde observé las figuras de cera de los monstruos consabidos: Drácula, Rasputín, Frankenstein. Que al manifestar mi desilusión por la poca originalidad del catálogo de engendros, el guía me explicó que se trataba de templar los nervios para luego enfrentar la segunda sección del «Museo del horror». Mira, mira, pensé con sorna, pero cuando bajé al horror vivo…

Ahí, contorsionándose por milagro del cristal hecho en México, una cara de perro bulldog: Rubén Figueroa, asesino intelectual de 17 campesinos. Un mantecoso Roberto Albores, asesino intelectual de 45 cadáveres en Acteal, y un horroroso «gober precioso» con dos botellas de coñac y dos niñas a las que les estaba… «No deberían estar en estas vitrinas sino en el Penal de la Palma», dije a don Virgilio, y él: «Por ahí. Siga ese recoveco, y prepárese». Me preparé. Respiré hondo. Aún estaba a tiempo debí recular, pero lástima..

Ahí, frente a mis narices y en jaulas contiguas, befándome con sus visajes, un jovencillo cara de luna y un anteojudo, los dos estrenando Ley de Radio y Televisión. «¿No te gustó, güey?», parecían decirme
Haciéndome el disimulado me acerqué a la jaula de junto, y ándenle el aletazo del estremecimiento frente a la ceja alacranada del monigote que fue monigote de Salinas, monigote que fue de Córdoba Montoya, monigote que sigue siendo de Washington, y horror junto a la jaula del de la ceja arriscada, ¿quien creen? El monstruín malparido, chaparrín malforjado, cascorvo, orejón, pelochas, rasgos como desbastados a hachazos por un sicópata borracho. Tras el cristal, sus ojillos apicarados mirábanme burbujeantes de sorna, y su cara de humanoide me recibió con tics y visajes, como diciendo: «Me ves y sufres, compatriota.»

Ante el usurpador de Los Pinos que a los mexicanos nos vino a dar en toda nuestra mothernización, me encendí de iracundia y entre buches de bilis negra- «Minga a tu chadre! Tú tienes la culpa a ti se te cayó el sistema pero a mí me cayó todo tu modelo neoliberal y la privación de unas paraestatales que representaban los bienes de la nación, bienes de los mexicanos, y con los que beneficiaste a tus amos del Nuevo Orden Mundial. Y todavía andas de Maquiavelo en la grilla política moviendo el pandero y la manivela del juego, jijo de toda tu…!» Me le fui encima y el escupitajo y el empellón.

– ?itale gargajos no, y ni se canse. Del país, pero el vidrio es irrompible, y en previsión de ataques de los visitantes el gerente mandó reforzarlo. El está en esa jaula mírelo.

– Achis, ¿el gerente? Apoco también él es un monstruo de cera.

Que él es de madera Cuál cedro, cual palosanto, cuál palo de rosa «Madera de la más corriente, por más que nos sale carísima De los pinos viles, nomás imagínese ¿Pero qué, se tantea con anginas bastantes como para seguir la visita a nuestro Museo del horror? ¿Quiere desahogarse con los inquilinos de la siguiente galería de jaulas? Yo podría si usted no se diera por mal servido, en fin, abrir unos minutos las jaulas del Museo del Horror.» Horror, Ave María Una vez que descendimos a la., verno, o más bien al fondo del galerón, mama mía o más bien mama de ellos: la mama y sus engendrines, del tamaño natural, en mis pupilas claveteaban las suyas, unas canicas de vidrio. Me estremecí de asco, de repulsión, de iracundia Me situé frente a la puerta de toriles, y como para recibir a porta gayola y matar recibiendo al primero de la noche, eché mano a la cintura y cartera saqué:

– ¡Abra esas jaulas! ¡Todas! ¡La de los Bribiesca la de los Sahagún! ¡La de ella al final! ¡Vamos, México! ¡A ver, la del Manolo, en primer lugar!

Entré a la jaula y en derechura «¡Gordo infecto, seboso, mantecón, con que cebándote en los dineros de un pueblo pobre y empobrecido por corruptos de tu calibre hijo de toda tu..!» Trompón, patadón, caballazo, pero tíznale más tardaba en derribarlo que él en ponerse de pie «¡Muérete junto con toda tu parentela de sinvergüenzas!» Y el golpazo, y el monigote que cae al piso, y el monigote que se vuelve a levantar. Yo jadeaba y el sudor.

– Ni se canse, joven. ¿No ve el artilugio que tiene bajo los zapatos?

Achis, una media esfera de hierro. «A toda la familia de los Bribiesca Sahagún, y a la honorable familia Montiel, y a Madrazo, y al «Gober precioso», el gerente ordenó, y la Suprema Corta la Secretaría de la Función Pública la PGR y comisiones anexas, colocaron esa media bola de fierro bajo las patas de sus corruptos. Ustedes, los agraviados, los tiran, y la base de fierro los levanta y los vuelve a levantar. A ver, preste sus manitas. Mire nomás la de raspones. Hay que dominar ese temperamento, joven». Joven,me dijo. (Dios se lo pague)

Museo del horror

Los accesos de rabia, mis valedores. ¿A alguno de ustedes, por estos días, no les ha atacado alguno de esos repentinos ataques de un furor extremo, que los fuerzan a morder, patalear y destruir todo lo que encuentren al alcance de su furor? A Diego el barbón, por ejemplo, o a Emilio Gamboa, promotores del tajarrazo del pasado «jueves negro», con la reforma a la Ley de Radio y Televisión. Ah, pues uno de tales ataques me cimbró ayer, y no fue por culpa de los 81 senadores de la República que reformaron la Ley susodicha, sino a otros horrores. Del escenario de mi intemperancia me arrojaron a empellones. A rastras. Denigrante. Y qué hacer, si no pude contenerme. Pero sí, voy a barajárselas más despacio.

Fue ayer tarde, ya al pardear, a esa hora indecisa en que se oscurece la claridad, o la sombra no alcanza el tinte de tenebra. Una hora que me parece muy a propósito para el ejercicio del miedo, del horror, de lo que exhala aliento vaporoso de ultratumba En fin.

A esa hora de entre dos luces deambulaba yo por callejas de algún arrabal sombrío, tachonado de funerarias y zocos de antigüedades, horóscopos, amuletos del buen humor, conjuros contra la mala fortuna y avisos de sospechosos facultativos que curan toda clase de enfermedades venéreas, aparte del sida, leucemia y demás versiones del cáncer. Yo, novelero que soy, íba bebiéndome el paisaje de cenicientas casas y arbolillos a medio marchitar, piqueras con boca llagada de teporochos y unos muros cuyos grafitos resultan códices del alma barriobajera. Yo, al caminar, leía: «Warriors», «Alex, te amo». «Puto el que lea». Hice como que no había leído (ustedes hagan lo mismo), y a seguir mi recorrido por el entrañable arrabal. De repente, mis valedores…

De repente, en el frontispicio de aquel jacalón, en letras de color magenta y estilo barroco tardío: «Museo del horror». Ájale. Mi primer impulso: pegar el reculón, reculón que no fuera. Pero ándenle, que se impuso mi vocación, mi segunda naturaleza de novelero, y cómo iba a resistir la tentación. Disimuladamente me la persigné, no fuera a ser el Diablo, y vámonos a sacar boleto. Para ello tuve que despertar a la vejancona que, en la taquilla, babeaba su tejido color de rosa, rosa mexicano. Boleto en mano penetré en el horror. Y aquel escalofrío…
Y así fue, mis valedores: de entrada, a recibirme vino el tufo aquel a formol y cadaverina, que arropaba aquellas figuras de cera, yeso, cartón y madera. De repente válgame, que siento el toque en mi hombro, y que alzo la mano y percibo una mano como tejuela de hielo: «Virgilio, para servirle. Soy su guía, sígame».

Virgilio. Alto, flaco, pomuloso su rostro, y amojamado; de garfio la nariz. Yo, ¿por qué aquella flojedad en las corvas? Lo seguí, lo tuve que seguir, y de repente, a veinte centímetros de mis niñas -las de mis ojos-, unos ojos amarillentos, unas fauces abiertas, pelos, garras. Reculé.

– El hombre lobo -un índice sarmentoso lo señalaba Y siguió la visita guiada por un pasillo en penumbra. A ambos lados, vitrinas con foquillos de 60 watts que iluminaban a los consabidos. Nerón, Barba Azul, Frankenstein. Avanzamos, y el tufo a humedad, a carcoma, a orines de rata, a pudrición. Durante un tiempo que en el «Museo del horror» pareció congelarse, Virgilio me guió entre vitrinas en las que me hacían guiños Landrú, Rasputín, Calígula, y al pie, sus víctimas, gestos cambiantes, gestos sobreactuados. ¿Que eso no puede ser? ¿No, cuando el cristal era de fabricación nacional? Ahí un Jack el Destripador difuminado en una niebla no londinense, sino de polvo, telarañas, abandono, decrepitud. Un soterrado rumor que tomé por melopea de armonio desafinado: alguna fuga de gas, de agua, algún chiflón de viento en alguna lumbrera, a saber. Mis pupilas en las congeladas de Drácula y el estremecimiento en la nuca, ñañara de ultratumba. El sacón, el manotazo. Virgilio me destraba algo del cogote:

– Una viruta, cálmese Quiero decir: una capulina. ¿No le picó..?

Dije, impaciente: «Oiga, estos son los monstruos de cualquier museo de barriada. ¿No tiene algo más novedoso? A Caletri, al Mochaorejas…

Cavernosa, su voz: «Esta sección del museo tiene por objeto templar los nervios del visitante. ¿Ya se siente preparado para la segunda sección…?»

Mis valedores: ¿por qué no reculé, por qué no abandoné la visita y el jacalón, por qué no gané la calle? ¿Por qué fui a experimentar la vergüenza, el bochorno, la ira impotente ante aquel abyecto catálogo de malparidos engendros del mal? Seguí a Virgilio hasta el siguiente galerón Tufo a naftalina. «Aquí, nuestra segunda sección». La vi, la examiné, y de repente:

– ¡Oiga, estos monstruos yo los conozco! (La identidad de los tales, mañana.)

Jueves renegrido

Para integrar a clases antagónicas en un sistema económico donde unos mandan y otros obedecen, es preciso que quienes detentan el poder político y económico traten de maquillarlo de «democracia» mediante campañas de propaganda para conseguir el consenso de las masas. De esta manera puede ser ocultada la crisis de un sistema económico y político contradictorio, con tal de que los medios de condicionamiento de esas masas lo adulteren «ante un pueblo desinformado» que no sabe a donde va ni lo que le depara un futuro incierto…

Tal afirma el estudioso del tema, y que los concesionarios de radio y televisión necesitan monopolizar las ideas, las noticias y la cultura, para que las masas acepten pasivamente su condición y otorguen su consenso, por desinformación a los partidos políticos que se turnan en el poder. Elocuente.

Y es debido a ese duopolio de la televisión manipuladora de masas, Televisa y TV Azteca, por lo que todos los valores de esta nuestra comunidad son trastocados, y todas las palabras vaciadas de su significado original para ponerlas al servicio de ideologías de dominación del Sistema de poder sobre esas masas desposeídas, enajenadas sañudamente por una industria del cinescopio que está al servicio de ese «Sistema» del que forma parte fundamental. Mis valedores:

Aturdido todavía por el mazazo, por ese marrazo, no por anunciado menos doledor que a mí, a ti, a todo el paisanaje de este país cada vez más ajeno acaban de asestar los Senadores con una reforma a la Ley de Radio y Televisión servilmente cortada a la medida tanto de Televisa como de TV Azteca, aquí aporto un somero esbozo de retrato hablado de la «industria de los medios», con lo que podremos tantear el tamaño de los perjuicios que el cinescopio causa en unas masas sin conciencia de los tamaños de su enemigo histórico. Lo afirman estudiosos diversos:

En tanto instrumentos, los medios de comunicación no jugarán otro papel que el que quieran asignarles sus dueños. Así, podrán ser instrumentos de cultura o instrumentos de incultura; medios de dominio o medios de liberación; elementos para unir a un pueblo o para desorganizarlo; para enaltecerlo o para hundirlo. Es la propiedad sobre el medio de comunicación la que determina al servicio de quienes ésta se coloca, a favor de qué causa, de qué valores, de qué clase social.

Seleccionando las noticias que apoyan su propia política y omitiendo otras, o dando importancia a los sucesos y aspectos de los asuntos que siguen su tendencia a ser preferidos entre todos, en casos extremos, los «medios» producen entre las masas una impresión totalmente alejada de la verdad, lo cual puede hacerse dentro de la exactitud más minuciosa para reproducir los hechos. El papel político del periodismo queda de manifiesto si analizamos la realidad objetiva: no existe la información por la información. Se informa para orientar en un determinado sentido a las diversas clases y capas de la sociedad, y con el propósito de que esa orientación llegue a expresarse en acciones determinadas, es decir: se informa para dirigir. En ese sentido, el mimetismo de periodismo y política llega a ser total…

En México, como en todo el mundo, la prensa tiene un doble carácter: industria y comercio. Una industria y un comercio tan costosos que su creación exige recursos económicos fuera del alcance del periodista. No hay uno, ni un grupo de periodistas, que sean los dueños de la industria, impresa o electrónica; de existir, su sobrevivencia dependería, a su vez, del Sistema. El periodista no es más que un asalariado al servicio del dueño del diario, la estación de radios o la de televisión, una industria con intereses comerciales.

El grueso de las ganancias de los «medios» no provienen de la «venta de noticias», sino de las ventas de espacios para la publicidad a las otras empresas del capitalismo, principalmente el gobierno. Ellos le darán o negarán la subvención mediante publicidad y otras concesiones, en la medida en que el periódico, la radio o la televisión defiendan, claro, sus intereses. Así, en función del negocio económico, el dueño del diario, la radio o la televisión, lo abrirá a privilegiar el interés de los patrocinadores, en contra de las masas, y las va a atiborrar de crimen, sexo, deportes, telenovelas, escándalos de las «estrellas» del espectáculo y todo lo que alimenta al televidente del ombligo hacia abajo. Tal es la subcultura de la industria del periodismo…

Las potencias del poder económico intervienen en la «industria de la información» para controlar con ella la conciencia popular para dirigirla política e ideológicamente en el sentido deseado por los industriales, los banqueros, los grandes comerciantes. Sin más. Conque… (Seguiré
con el tema.)

¡Ah, penitentes…!

Y ahora esa punta de penitentes, ¿qué pensarán? ¿Sentirán furia, vergüenza, arrepentimiento por haber permitido, una vez más, que Televisa los manejara vilmente? El incidente ocurrió en 2002. Marta, por aquel entonces segundo lugar de las preferencias de los aturdidos para el sillón de Los Pinos, a lo sorpresivo anunció que renunciaba a sus aspiraciones presidenciales. La incredulidad cimbró a las masas, y a los más radicales los impulsó a la acción inmediata. De ejemplo, los fundamentalistas con los que en mi labor de periodista me encontré en la Calzada de Guadalupe.

Fue un mediodía. Sol, calor, sofocación. Los penitentes, de rodillas. Sangre, sudor y lágrimas. Literal. Le apronté el micro al viejo, mostacho amarillo de nicotina: «¿motivo de la peregrinación?» Y el guerrero águila, gesto agrio y rodillas llagadas: «¡Cuidao con ese güey, don Carmelito, no nos resulte ratero! ¡Que no estorbe a los señores danzantes!»

– No se cisque, es que el Tadeo, cuando hace penitencia hincado y con pencas de nopal entre pecho y intercostales, se pone de fierro malo. ¿Es pa La Oreja la entrevista, o es usté un achichincle de Ventaniando?

Le dije que para METRO, y le pregunté el motivo de su peregrinación.

– Lástima, fuera pa’ López Dóriga, ya de perdida, pero en fin. Sí, mire: los de esta peregrinación sernos penitentes, como penitentes lo son casi todos los mexicanos. ¿Usté no? Desde San Cirindanguillo el de Enmedio traemos danzantes, traemos pólvora, traemos harto mezcal. Calculamos que dentro de cuatro, cinco horas, según lo permitan en el cielo Dios y en la tierra los ambulantes, vamos a estar postrados a los pies de la Morenita, pa implorarle un favor pero que muy especial. ¿No, Tadeo?

– ¡No le dé cuerda ¿No ve que está sacando de hongo al chueco Nabor y lo hace chañar con la chirimía? Todavía la entrevista fuera pa’ Televisa…

– Venemos en peregrinación porque los tenemos muy gruesos, nuestros motivos, y porque vamos a suplicarle a la Morenita un milagro, pero que muy canelón. Por eso mire: venemos pelándonoslas a puros tallones en el asfalto vil, las rodillas. El Tadeo ya viene regándola, la hemoglobina…

– Se aprovechan de su nobleza, don Carmelito. Usté obra de buena fe, si descontamos las veces en que se jamba de tunas, que entonces se tapa y no puede obrar, ¿pero qué no lo cisca la pinta de raterazo que se carga ese güey?

– A eso venemos de rodillas y a sus pies: a implorarle a la Valedora que nos brinde su aucsilio y su protección, y con su manto de estrellas cubra a cierta personita que es toda nuestra esperanza. ¿O tan penitentes seremos como pa permitir que nos deje ora sí que huérfanos..?
– ¡Aguas, güey! ¡El Turicate se anda trompezando con el bigotón, que no lo dejó rematar el pasito del águila azteca con el mudanceo, como Dios manda! ¡Que no venga a estorbar la coriografía de los señores danzantes!

– No haga caso; el Tadeo siempre ha sido de genio medio trabajosón, y ahoy anda que se le pueden tosar habas en el lomo. Calcúlele: su primer día de astinencia después de la manda que prometió a la Morena pa’ que nos haga el milagro: hasta dos semanas completas sin oler el chínguere, pobrín de él. Yo ofrecí toda una semana sin quemarme un solo tabaco, y aquel danzante de sonaja y capa magenta prometió no probar carne humana, o sea la de la Chona, su vieja, el tanto de 3 días con sus nochis. Con sacrificios de este calibre, ¿se nos puede apretar la Morena con sus milagritos? Uno, que pa llegar hasta la Patrona lógremos traspasar esa marabunta en brama del ambulantaje, cosa que vemos de la tiznada, que hasta se nos frunce con sólo pensarlo. Y un segundo milagro: sépase que todos los penitentes venemos a pedir a la Patrona lógremos traspasar esa marabunta en brama del ambulantaje, cosa que vemos de la tiznada, que hasta se nos frunce con sólo pensarlo. Y un segundo milagro: sépase que todos los penitentes venemos a pedir a la Patrona que la patrona de los mexicanos sea Martita. Que no nos vaya a pegar el reculón. ¡Con la señito Marta, su hermano y sus hijos Jorge, Fernando y Manolo, la pura honradez! ¡Con ella la eficiencia y la aptitú! ¡Con Martitta ya la hicimos! ¡Con ella, el cambio! ¡Ella sabe cómo hacerlo! ¡Vamos, México! ¿Usté qué piensa, bigotón? ¿Se lo daría a Martita, su voto?

Silencio. Pensé. Diez, quince segundos. Tragué saliva, pelé los ojos, se la jalé al Tadeo, su penitencia, y luego los abrí, los alcé al cielo, mis brazos.

– ¡Pero éitale, dejamos ai mis pencas de nopal! ¡Cálmese, no se acelere, con el golpazo en el pavimento sus menisquitos se los hizo pinole! ¡Qué desfiguras, no levante los brazos, que ya le chispó la sonaja al guerrero tigre! ¿Ya oyeron el méndigo milagrito que le implora a la Morena?
Uno me alzó, otro me torció los brazos. A media plegaria un paliacate me taponeó la boca: «¡Que los vendedores, Virgencita, impidan a esta bola de penitentes llegar hasta ti! ¡Concédemelo, y aunque me quede chiclán, yo te prometo uno de mis..! Me entró el paliacate. Hasta la epiglotis. Hasta la próstata. (¡Agh!)

¡A quemar al criticón…!

Que antenoche, dije ayer, mis vecinos y yo nos cobramos y pagamos las apuestas que perdimos todos y todos ganamos tocante al destino que correrían corruptos de la alzada de los Bribiesca, Sahagún, Montiel y Madrazo. ¿El menú? Hueva, tinga, olla podrida y pozole (trompa, cabeza, cuentos). Yo, todavía con un cacho de trompa en la trompa, me despedí de los tres contertulios que seguían de sobremesa, y a buscar la querencia de las tablas.

Me acosté a dormir, y por llamar al sueño púseme a examinar el libro de arte que en la cena me obsequió La Lichona (libro de artes marciales hubiera sido, más acorde con el DF). Resultó ser un folleto donde se ilustra reciente exposición de Rodin. A la cama me llevé el folleto, cuando hubiera preferido llevármela a ella, pero «las goza quien las merece, que yo, con verlas descanso». Y ahí estaba, en mi cama, con él en mi mano (el folleto). Lo vi, lo examiné, lo, bostecé, le busqué los desnudos (artísticos). Uno sólo le encontré, pero lástima: de varón. El Pensador de Rodin. Lo examiné: mozo rudo, garrido, musculoso, el puño de la diestra contra el mentón y la mano zurda descansando en el muslo. Bostecé. Estallante el estómago, eructé, dejé rebabas de trompa en la nalga de El Pensador (rebabas de pozole), y entre eructo y eructo se me ocurrió la puntada, y con aire de chunga y por entretener mi mala digestión, le pregunté: «¿En qué piensas, Pensador?»- y otro regüeldo, válgame.

Allá, afuera, como parturienta que se desgaja, la sirena de una ambulancia y el silencio de la noche, que sólo tasajeaban los arrancones de autos en el periférico. Estómago en crisis, tomé a los regüeldos. Por llamar al sueño volví a preguntar: «¿En qué piensas, Pensador?» Y entonces: ¡Virgen de los trascuerdos! ¡Pues qué estaba ocurriendo! ¿Yo, volviéndome loco? Cómo creer a mis sentidos que a la pregunta vi que El Pensador
movía en su asiento, y aquel pujidillo, y: ¡no puede ser! La estatua, en un español tartajoso:

– Pienso en todos ustedes. Cómo no pensar en los mexicanos…

¿Que qué? ¿Qué es lo que oí? ¿Oí bien? ¿Estoy bien de la testa? ¿Fumé? Pero si yo no fumo. ¿Bebí? pero si yo no bebo. ¿Ando chemo, tizo, pasado, cruzado, erizo? Pero si yo ni un mejoralito infantil, menos Prozac u otras porquerías torcedoras de la razón. ¿Efectos de los hongos? Los champiñones de la sopa, ¿hongos alucinógenos traídos directamente de Huautla? ¡Santa María Sabina! Ahogándome dije, ¿o sólo pensé decirlo? «¡Estás hablando, Pensador!» ¿Alucino? ¿Fiebre, delirios? Grité: «¡Auxilio!» ¿O sólo pensé gritar?

– Pienso en cómo los mexicanos logran sobrevivir en la almendra viva de la más desaforada corrupción que defeca sobre ellos el Sistema de poder: Washington, sus gerentes regionales, protectores de los grandes capitales y privatizadores de los bienes comunes, y los cómplices en los partidos políticos que forjaron el Fobaproa y ahora se rinden al terrible duopolio de la TV. Ustedes, masoquistas, ya le hallaron el gusto a respirar la corrupción lucrativa e impune, vivirla, tragarla, alimentarse de ella en un desdichado país que se gobierna no a estadistas, sino a chascarrillos…

– ¡Esos que tanto han lastimado a la sociedad!

– Una sociedad que se vive, de plañidera, en el llanto y el rechinar de dientes, y rechaza admitir que el político no es más que el espejo y la flor de la sociedad que lo parió. ¿Funcionarios impolutos en este México…?

– ¡Auxilio! ¡El Pensador habla como nosotros!

hablo como ustedes, pero ustedes no piensan, como El Pensador. Hablan sin nunca pensar. Por eso es que 103 millones se la viven y mueren zigzagueando, como ebrios, del reniego al autoflagelo y a la autocompasión, y de ahí no pasan porque se resisten a crecer, a madurar, al ejercicio de pensar…

– ¡Habla, y todavía nos forra de cacayacas, auxilio…!

– Pienso cómo es posible que una ciudadanía que se mueve a la divisa: «a mí no me den, pónganme donde hay», y «el que tiene más saliva traga más pinole», aspire a ser gobernada por políticos impolutos. Pienso y no entiendo…

¿Fenómeno paranormal a mí, enemigo de supercherías? «¡El Pensador está hablando y ofende a los mexicanos, vengan a oírlo!» Y me di el levantón de la cama «¡Auxilio!» Y entonces: «Cálmese ya, pobrín, me decía La Lichona, y con sus manos me aprontaba el bebedizo. «Cálmese, lo atacó alguna pesadilla». Me refugié en sus brazos: «¡Señora, que el pensador está hablando!» «Abra su boca y tome un poquito». (Hice un puchero, abrí la boca, tragué, y… ¡auxilio, no era un tecito estomacal sino pozole, y quien me sostenía la testa no era La Lichona, sino la Jana Chantal, travestí). «¿Qué decía de qué pensador?» Di el reculón, me la zafé, y a refugiarme bajo la sábana.

Otro día, muy temprano, en la cocina ardió en llamas El Pensador. ¡Para que aprenda a no hablar mal de los mexicanos, a los que nadie, nunca, ofende a lo impune! (Vale.)

Güeva,tinga,olla podrida…

De noche, cuando me acuesto, le rezo a la Virgen de la Macarena. Me la persigno después, me tiendo en mi catre de soltero, y en posición fetal y chupándome este, miren, el gordo, caigo a dormir el sueño de los justos; de los justos que no padezcan insomnio. Y entonces sí, a perderme en el sueño y sus sueños, que es la forma mejor de encontrarme…

Pero un momento, que lo jura el De la Barca: los sueños, sueños son, cuando ya desde siglos atrás me aturde la voz plañidera y clamorosa de Job, que reclama al Dios que lo ha aniquilado: «Cuando digo: mi cama me consolará, mi cama atenuará mis quejas, entonces me quebrantarás con sueños, y me turbarás con visiones». Eliú lo contradice: «Cuando el sueño cae sobre los hombres, cuando se adormecen sobre el lecho, entonces Dios revela al oído de los hombres, y les señala su consejo…»

Será el sereno, mis valedores, y Dios me la va a perdonar, pero yo entre consejo y consejo divino acostumbro soñar con la fruta prohibida. Sí, La Lichona, desdicha la mía que mía no sea sino de su esposo, el Cosilión, lástima.

La noche de ayer, por ejemplo, que pensando en ella me puse a llamar al sueño, y el sueño andavete. Llamé al sueño y no me oyó, y pues sus puertas me cierra, tomé algo en qué entretener la vigilia, y lo que encontré más a mano fue el folleto que me acababa de obsequiar nada menos que La Lichona Ella, su sonrisa y sus formas ubérrimas. «Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos -te pareces al mundo en tu actitud de entrega». En fin. (¿No los estaré aburriendo? Sigo, pues.)

Entre bostezos empecé a hojear el folleto, y estampa por estampa examiné cada página, pero qué lamentable: en el material gráfico de Rodin, cuya exposición se acaba de llevar a cabo en esta ciudad, ningún desnudo, ni siquiera artístico. Y qué hacer. Bostecé. Pero el estómago pesado. La cena…

Muchos recursos, desde la primera de mis tantas juventudes, he venido aplicando para convocar al sueño, vehículo de mis sueños. Forma y estilo de semejante convocatoria se van mudando a tenor de mis sucesivos tiempos vitales. Cuando mi primera juventud, me acuerdo: ya para acostarme levantaba el jergón y ándenle: aquel altero de revistas («Vea»), y en su interior la varias postales que yo iba coleccionando: que si Sumuikey, que si Tongolele, la Xtabay o la Kalantán. De sólo verlas despierto pasaba, dormido, a tenerlas conmigo, anuentes y complacientes. Qué tiempos.

Me vino una segunda juventud, y a la hora del sueño alzar la colchoneta y contemplar aquellas fotos de hoteles, moteles y similares, y a comparar precios con todo y descuentos, y calcular mis posibilidades y rogarle a la Virgen de la Macarena que ella me quiera, virgencita, y que no se desnivele del todo mi presupuesto. Pero total, un préstamo con algún amigo…

Ahora pronto, en mi más reciente juventud, he dejado los folletos de escuelas, colegios y guarderías que solía analizar antes de dormirme. Ahorapronto, antes
del sueño, suelo sacar de bajo el colchón estos hermosos folletos de medicinas en sus tres vertientes: las del ramo homeopático, las de la alopatía y la literatura acerca de la medicina alternativa En mi celular, a la mano, los números telefónicos de media docena de farmacias, que van de la de descuento a la de similares. (¿De veras, de veritas no los estoy aburriendo? Conste. Y aquí, la sustancia de lo que quiero comunicarles.)

La de anoche, mis valedores, qué noche: una cena en verdad pantagruélica con todos los contertulios (porque todos, entre todos y para todos, nos pagamos todos las distintas apuestas que entre todos habíamos cruzado durante estos días de borrasca y turbulencias políticas: que esta misma semana cae el «gober precioso», que no pasa de este viernes para que el penal de Barrientes se las abra a Montiel, sus puertas, lo mismo que a la Versini y los hijastros de la francesa, y que apuesto una comida a que es imposible que los Bribiesca y Sahagún sigan libres y en la impunidad una semana más. Comida para todos si para mediados de marzo no tienen que mudarse al penal de La Palma y que una comida de güeva, tinga y olla podrida les apuesto a que todos los bienes raíces que ha acumulado Madrazo, mucho más allá de sus percepciones, van a ser investigados por la Secretaría de la Función Pública, y que yo les apuesto a todos ustedes, y va mi espada en prenda, que…)

Después de cenar, estallante mi estómago, y con él todo el sistema de tripas, duodeno, ciego, tuerto y apéndice, se me arrimó La Lichona (belleza de rostro, y esa su anatomía enfundada en esos sus mallones blancos tres tallas menores a lo que piden, suplican, demandan, exigen sus formas) y me obsequió, con su sonrisa y su modito de mirar, el folleto de Rodin. (Sigo mañana)

«Calderón exaspera a partidarios…»

Tal revela el matutino del pasado viernes: «En Saltillo, enojo y desesperación. De último minuto, Calderón canceló el mitin programado».

– Cuál Saltillo, fue en Guanajuato. Si lo sabré yo, que fui su estratega. Sí, su cerebro político, ¿por qué no iba a poder?

– Porque es usted un hombre de iglesia

– ¿Y un hombre de iglesia no puede involucrarse en la campaña de Felipe Calderón? Mire mi llave de la democracia.

Ahí nos encandiló la credencial de elector, y un aplauso resonó en la tertulia, de la neopanista Maconda, que así festejó la declaración de su primo o concuño con tufos de amante, y sacristán de La Divina Infantita Según la versión del estratega, de no ser por la falta de orientación del candidato de Bush y los grandes capitales, los Legionarios de Cristo y Bribiesca-Sahagún, El Opus Dei, Norberto Rivera y el pri-panista Onésimo, El Yunque y El Vaticano, la fiesta cívica que organizó la Acción Católica hubiese sido un éxito, laus Deo. Por voluntad no quedó, ni por fervor y emoción mística El sacristán:

– Los estrategas le habíamos pedido que no incluyera en su gira aquella remota población para todos desconocida. «Va usted a tener que saludar de mano, y por allá hay mucho mal de pinto, mucha jiricua». Su respuesta, digna de todo un estadista: «Que se le pegue la jiricua un ciudadano, pero no a la democracia». Se la aplaudimos, y a la aventura. Los sinarquistas tanteábamos que Felipe llegara a la plaza de armas a media mañana, para la fiesta popular. Ya para entonces, gracias al Depto. de Asuntos Religiosos, la plaza era una ascua viva: repicar de campanas, pancartas y música, confetis y serpentinas, cornetas y chirimías, pitos y flautas. En el kiosco, los coros de seminaristas se zangoloteaban con la quebradita: Dominí-quenique-nique. El maestro de ceremonias, un reverendo legionario: «¡Carísimos! ¡Nuestro candidato se ha distinguido pro su arraigo al terruño que lo vio nacer…!» Aplaudimos.

Y que una hilera de «trocas» había vomitado la multitud de gorrudos que, cobija búlica al hombre y al pecho el escapulario, aplaudían al engaño del taco, el tlachicotón, la indulgencia plenaria En el templete (telón de fondo monumental, retratos y blanquiazules emblemas como escenografía nazi del Tercer Reich), el delegado apostólico, agentes de los legionarios de Cristo y el Opus Dei, dos que tres Bribiescas y uno que otro Sahagún. El maestro de ceremonias: «¡Buzos todos con ese aplauso espontáneo cuando aparezca nuestro candidato, de gran arraigo popular en su patria chica..!»

– Seis horas después se dio por terminada la magna concentración porque del candidato, ni sus luces. Y cómo, si estaba internado en Urgencias.

– ¿Algún accidente en la carretera?

– Accidente de los otros. Todo iba bien hasta que del DF avistamos las casas de la aldea provinciana El candidato insistió en apearse del BMW blindado porque los paisas lo habían conocido de prángana, no le fueran a reclamar. Una vez a pata, el candidato de fuerte arraigo en su tierra agarró por un callejón empinado, y detrás
yo y los del SINAGUAR, Sindicato Nacional de Guaruras. «Por aquí llegamos directamente a la plaza», nos dijo, y ahí vamos bajo el rayazo del sol. Pero lo vi destantearse cuando el barrio empezó a oler a pescadería ‘Ya hemos de estar cerca de Playa Azul». Y ni cómo aclararle que Playa Azul viene quedando tres entidades federativas más hacia el Pacífico. «Ah, en esa casona de reja habitan las mojas del Tabernáculo. Vamos a comprarles jericallas. Yo convido». Y jaló el hilo de la campana. Pero la abadesa, de mal modo, nos midió de arriba a abajo tras las rejas del portón: «Ustedes se ven medio sospechosos, y orita las muchachas no dan servicio».

Y allá vamos, sudando a mares, con Felipe por delante y nosotros por detrás. Oímos música, y ahí nos fuimos, pero nada danzantes en un atrio, un brigadales en la piquera, dolientes rumbo al panteón. Nuestro candidato: «Si me acuerdo que la plaza de armas venía quedando aquí a la vuelta». Y sí, de repente, ahí se alzaban los arcos, y ahí resonaban las porras y los aplausos, y que el candidato se limpia el sudor en los anteojos, y compónese la figura y sonríe, los brazos en alto, al hacer su entrada triunfal en la plaza..

Plaza era, pero de toros, y estaban en el quinto de la tarde. Al súbito ataque de Ventorrillo -marrajo, corniabierto, negro entrepelao-, Felipe maromeó por los aires, nalgas al viento. Luego de pagar mi multa aquí me tienen, esperando que el candidato se reponga Cómo que multa de qué. Al espontáneo que se tira al ruedo lo remiten, y nos tomaron por espontáneos. Ya estamos todos afuera, menos el Cucaracho, tan broncudo él. ¿Creerán que en la sanfranza cortó oreja? La del alguacilillo. Ora los perredistas lo andan haciendo cómplice de Arizmendi, ¿ustedes pasan a creer..? -Un fuerte arraigo a la patria chica-. (Laus Deo.)

Del esperpento

Bien a bien, mis valedores, yo no calculaba lo que para algunos representa sentar sus reales en el sillón del águila, ni los desfiguras que para alcanzar ese sueño imposible está dispuesto a «perpetrar» un individuo hasta ayer prudente en su mediocridad, como el yunquero Felipe Calderón, aspirante a Los Pinos al que me permito enviar el siguiente mensaje. Señor Fe-Cal:

Así que ahora recurre usted al esférico, al calcetinazo y al autogol. De veras que, por lo visto, actúa a lo desesperado y con una irrefrenable compulsión de no quedarse muy rezagado de Patricia Mercado y Campa Cifrián tras de un ideal para usted cada vez más lejano a pesar de las toneladas de propaganda que expele desde los medios de condicionamiento de masas y esa descarada, interesada ayuda de Fox, quien busca a lo compulsivo que usted le cubra los lomos, y los de los Bribies-ca y Sahagún. Ahora, a lo desesperado, recurre usted a la mojiganga de disfrazarse con camiseta, botines y pantalón corto para habilitarse de futbolista. ¿Pues de cuándo a acá, señor? ¿Y si ni con esas, a qué otro artificio igualmente grotesco va usted a acudir..?

Del tema se hablaba en la tertulia de anoche, y entre burletas, ironías y sarcasmos, los contertulios formularon algunas preguntas que considero interesante hacerle llegar. Aquí van:

Que usted jugó de principio a fin, los dos tiempos. Mala señal. Su antecesor,
neo-panista como usted mismo, sigue jugando a que juega de presidente, y nosotros tronándonoslas de los puros nervios (las manos), con los ojos clavados en el cronómetro: a qué horas desaloja Los Pinos y se recluye, según quien sea el sucesor, ya en el rancho de San Cristóbal o ya en el penal de La Palma. Señor Calderón:

Así que su equipo goleó al de la prensa. Como en los tiempos del PRI-Gobierno. ¿O ya olvidó aquellos golazos que el cascorvo Salinas anotaba en la portería del guardameta nacional? ‘Tase por la oficina de Justo Ceja», decía después a los complacientes. Y aquellos fajos, según el tamaño de la goliza…

¿Así va a jugar los seis años si llega a Los Pinos, digo, es un decir, y toco madera? ¿Va a jugar al puro patadón, al calcetinazo y al autogol? ¿Va usted a robar balones, como todos sus antecesores, si exceptuamos las honrosas excepciones? ¿Va a andar, según veo en las fotos, dándose barrigazos en una alucinante feria de errores, como ahora mismo Fox..?

Que del juego salió sudoroso y jadeante. No se preocupe; de llegar a Los Pinos, los que andaremos jadeantes y sudorosos vamos a ser 103 millones, tanto los que le den el «voto útil» como las minorías que habremos de padecer, como con Fox, los resultados de la manipulación de masas. Y algo más: que usted salió raspado de las rodillas. ¿De dónde saldremos raspados los mexicanos, después de que Fox nos ha raspado hasta las criadillas, descriadas por culpa suya? ¿Y qué tal si a usted, también a usted, le da por levantar en vilo a su ‘Trímera Dama», y al esfuerzo se le cuatrapea la cervical, cuando no el mismísimo cóccix? Ya me imagino, señor Calderón: para el dolor de rabadilla, conciencia y sistema nervioso, pastillas, y a prolongar la historia…

Su estilo de juego, señor: ¿será fino, técnico, o de la patada como su antecesor, con todo y banquito, carga de hombro y empellón? ¿En cancha de pasto sintético se siente bien? ¿Pasto inglés? ¿Pasto gringo, del de La Casa Blanca, como ahora Fox? Aunque, señor, según comentaba el Siquiri, usted no pasa de ser lodero, cuando no vil jugador de cascarita o de fútbolito de salón…

Si el partido de hace días (de acedías) se prolonga hasta Los Pinos, toco madera, ¿quién será el arbitro? ¿Abascal el cristero? ¿Y los abanderados? ¿Espino el de El Yunque, Marcial, legionario de Cristo? ¿Norberto Rivera de masajista? Porque Onésimo es brusco, tiene la mano pesada Manosea…

La sede de los encuentros, el Goloso de Santa ?rsula bendita: ¿qué días para el clásico pasecito a la red y cuáles para esos rosarios, triduos y tedeums multitudinarios, con los que se intentase entrar al Libro de Records Guiness? Porristas, ¿contrataría? ¿Velasco Arzac, Serrano Limón,.. Cecilia Soto o Bustamante, el trinchón de la mafia de padres de familia? Antes de iniciar el encuentro, claro: encomendarse al opusdeísta beato José María Escriba…

Si el marcador empatado en el tiempo reglamentario, ¿piensa irse a tiempos extra? ¿Planea los tiros penales? ¿Gol de oro, muerte súbita, extrainnings? Nosotros (las masas, el paisanaje), ¿seguiremos jugando el papel de porra, de espectadores, de vil «perra brava»? De premio a nuestros chiquitibunes, ¿jaculatorias? Señor Calderón: ¿calcula usted que, con su equipo (su «gabinetazo») podremos mantenernos en la división de ascenso, o en picada a las canchas del llano? Señor: ¿seguiremos, como hasta hoy, jugando con el sol de frente, el marcador en contra y un arbitro vendido?
(Seguiré preguntándole)

«Así decía la bala»

«Made in USA». San Salvador, 24 de marzo de 1980. Paisanos, tengan presente, no se les vaya a olvidar. No se les olvide la distancia que separa a los Onésimos y Riveras de un profeta y mártir de la fe como Monseñor ?scar Arnulfo Romero. A 26 años de la bala que USA y alquilones le encajaron a medias del pecho, aquí sus palabras, entreveradas con las de Juan Pablo II y un José Calderón S., amigo que fue del mártir.

El martirio es una gracia de Dios que no creo merecer. Pero si Dios acepta el sacrificio de mi vida, que mi sangre sea semilla de la libertad y la señal de que la enseñanza será pronto una realidad. Como pastor, estoy obligado, por mandato divino, a dar la vida por quienes amo, que son todos los salvadoreños, aun por aquellos que van a asesinarme. Si llega a cumplirse la amenaza, desde ahora ofrezco a Dios mi sangre por la redención y por la resurrección de El Salvador…

José Calderón S.: «Lo supe en la tarde del 24 de marzo de 1980, cuando acababa de nacer la primavera. -La mañana había sido calurosa y clara- Cuando lo supe, llovía Una lluvia nueva generosa blanca que envolvía los cerros- ?scar Compañero había resucitado en la llama de una bala Sólo una bala precisa, amaestrada, prevista..

Sobre mi techo, la lluvia Y unas zetas de fuego, los relámpagos. Y los truenos del oficio de tinieblas – La lluvia fue el gran perdón que caía sobre El Salvador. El perdón del caído. La perdonada lluvia del perdón – La noche encendió sus lechuzas. Sintonicé la radio y pude escuchar un coro de voces enérgicas: ?scar Compañero. Un himno de lucha..»

He sido frecuentemente amenazado de muerte. Debo decirle que, como cristiano, no creo en la muerte sin resurrección. Si me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño. Se lo digo sin ninguna jactancia, con la más grande humildad…

Mi muerte, si es aceptada por Dios, sea por la liberación de mi pueblo y como un testimonio de mi esperanza en el futuro. Puede usted decir, si llegasen a matarme, que perdono y bendigo a quienes lo hagan. Ojalá, si, se convencieran de que perderán su tiempo. Un obispo morirá, pero la Iglesia de Dios, que es el pueblo, no perecerá jamás…

Juan Pablo II: «Reposan dentro de los muros de esta catedral los restos mortales de Monseñor Oscar Arnulfo Romero, celoso pastor a quien el amor de Dios y el servicio de los hermanos condujeron hasta la entrega misma de la vida de manera violenta, mientras celebraba el Sacrificio del perdón y de la reconciliación…»

«Todo se apagó. Menos su voz. Aquella voz limpia como la del arcángel anunciador, pero aquella voz chasqueante, a su tiempo. Oscar Compañero había sido condena a muerte por quienes él rezó días antes – Pero también había sido condenado a la resurrección. Y en ella está como en la milpa nueva Resucitado pan de América Latina Resucitado pan de todos los pueblos de la tierra…

Recojo las voces de los campesinos y obreros que lo amarraron y lo vivieron – En mi testimonio vivo hay azadones, serruchos, poleas, alforjas y hambre. Todo es del pueblo rural salvadoreño – La lluvia sigue siendo el gran perdón que cae, agua sacramental, sobre El Salvador. Y ?scar Compañero sigue resucitando en esa lluvia en ese pueblo, en esa esperanza Y en esta primavera.»

Monseñor ?scar Arnulfo Romero, vida fecunda en obra, doctrina compromiso social y eclesial, humanismo. Aquí, las últimas palabras del mártir, cortadas por el plomo de un asesino profesional, a las 6:30 de la tarde de un día como hoy, 24 de marzo, de 1980, cuando oficiaba una misa en la capilla del Hospital de la Divina Providencia, para cancerosos incurables, cerca de los cuales habitaba en un pequeño cuarto del edificio:

«Esta Santa Misa, pues, esta Eucaristía, es precisamente un acto de fe. Con fe cristiana parece que en este momento la voz de diatriba se convierte se convierte en el cuerpo del Señor que se ofreció por la redención del mundo y que en ese cáliz, el vino se transforma en la sangre que fue precio de la salvación. Que este cuerpo inmolado y esta sangre sacrificada por los hombres, nos alimente también para dar nuestro cuerpo y nuestra sangre al sufrimiento y al dolor, como Cristo; no para sí, sino para dar conceptos de justicia y de paz a nuestro pueblo. Unámonos, pues, Intimamente en fe y esperanza a este momento de oración por todos nosotros…»

En este momento sonó el disparo.

Monseñor ?scar Arnulfo Romero. (A su memoria)

Aguas, pero renegridas…

Así que el agua que en México bebemos es una de las peores del mundo. Así que por causas bacteriológicas y de sobreexplotación están en «estado crítico» como la No. 106 de 120 naciones recientemente examinadas por la ONU. Ahora entiendo a cabalidad la añeja comedia gringa donde, después de una pelea doméstica, el marido rabioso amenaza a la esposa:

¡Estoy harto de ti! ¡Te abandono, me largo a vivir a México!

¡De corazón te deseo que bebas el agua de ese país! -rencorosa e irónica contesta la mujer y da el cerrazón a la puerta. Pero, mis valedores, doble achaque para los mexicanos, que no sólo amansan su sed con agua contaminada, sino también con una agua tantito peón la Coca-Cola y demás aguas renegridas. Lóbrego.

A la Coca-Cola me referí en el pasado programa radiofónico Domingo 6, de Radio Universidad, donde transcribí la opinión de un Gustavo Soto, investigador: «Poco a poco, la Coca-Cola se adueña del agua de México. En apenas tres años, del 2000 al 2003, diez embotelladoras de la transnacional recibieron concesiones del gobierno de Fox, antiguo empleado de la empresa de marras, para explotar cuatro millones de metros cúbicos de aguas nacionales». Y que eso perjudica la tierra, los bosques y las reservas acuíferas. Yo, desde los micrófonos universitarios, dije a los radioescuchas esto que ahora, porque lo considero de interés colectivo y requemante actualidad, me dispongo a repetir para todos ustedes, quienes por imitación se acercan al agua embotellada, sea pura y limpia o tan turbia y dañina como las propias «aguas del imperialismo», todo con resultado fatal: agua simple o agua negra, la compran carísima Dije y voy a decir:

La Coca-Cola mis valedores, ese instrumento imperialista de dominación. Consumir semejante droga, dicen los estudiosos, produce en el individuo una enorme cantidad de efectos negativos, comenzando con la adicción, la indigestión, el sobrepeso y el estropicio en la dentadura, al igual que nerviosismo, insomnio y tantos perjuicios más, como los que provocan en el organismo de diabéticos y pre-diabéticos, en fia

Del organigrama de la Coca-Cola sé que se extiende de los productores a los distribuidores, los publicistas, los agentes de ventas y los expendedores. Sé que la transnacional produce gerentes generales y gerentes regionales. Todo esto lo sé de cierto, mis valedores, como también que lo único que la Coca-Cola nunca ha producido entre sus funcionarios es mística temple, principios, valores y reciedumbre, inteligencia y carácter, visión, idealismo y tantísimas otras características que integran la personalidad de un estadista Esto está visto y comprobado, y es un hecho fehaciente: la Coca-Cola puede producir gerentes muy aptos, muy eficientes, para enriquecer a sus propietarios, pero nunca estadistas para gobernar un país.

Hoy, 23 de marzo, 5 días después de que conmemoramos la epopeya de la expropiación petrolera que logró un pueblo al que acaudillaba el estadista que en tan mal coyuntura histórica requería la nación; hoy, a escasas 48 horas de que hemos celebrado el bicentenario de un modelo de padres patricios que estuvo y se mantuvo en la presidencia del país en el momento histórico que requería la sobrevivencia de la república hoy, digo, vale la pena preguntarse si México necesitaba hoy, hoy, hoy; si hoy, hoy, hoy, merecía de conductor, un gerente de la Coca-Cola Proyanki, naturalmente Ustedes, yo, todos los mexicanos, ¿eso, y no más merecíamos?

¡No, por supuesto que no!, me la va a interpelar alguno. «¡Claro que no! ¡Los mexicanos merecíamos algo mejor..!»

Pero un momento, no caer en la autocompasión, no autoflagelarse, ser justos con el gerente de marras, porque muy bien lo decía Juan mi padre: «No me almiro del gerente cocacolero. Me almiro de los aturdidos que le sirvieron de escalón para encaramarse a Los Pinos, y con él la recua de Bribiescas, con todos sus Asahagunes». No dominaba la pronunciación, mi padre.

Mis valedores: ¿qué opinan de la tragicomedia que vive el gerente de las aguas negras? Del «casamiento presidencial» para celebrar un año de residencia en Los Pinos y el besito frente al Vaticano, a los dislates que comete el verborreico mientras ella se empantana en la más desaforada corrupción, ¿no es un saínete muy a la medida de cualquier país bananero, tropical y esperpéntico? ¿Asiste o no la razón a quienes proponen que se abra la información sobre la salud física y mental de Fox? Por cuanto al otro causante de tan ruda situación: ¿cuántos de ustedes, debidamente manipulados, dieron su «voto útil» a Fox? El, ¿ya un verdadero estadista, o todavía un simple gerente de la Coca-Cola? ¿Qué responden ustedes? Ah, México. (Este país.)

¡Voto a tal…!

A la advocación del alucinante Alucinado de la Triste figura y los molinos de viento me acojo, vale decir: caballo tordo, duro metal la armadura, lanza en astillero, venablo, lanzón y la espada, La espada, naturalmente, esa que, como la Excalibur del adulterino amador de la reina Ginebra es el arma de combate de todos los héroes de los tiempos idos, adalides que, brazo esforzado, la blanden contra sus propios molinos de viento. La espada.

Siglos y siglos más tarde, la del Magno de Macedonia, la Tizona del De Vivar y demás legendarios aceros de hazañosos que cabalgaban, todavía hoy, en olor de leyenda y en los bajíos del mito, la fantasía y la realidad, nefastos algunos de ellos, como el Rodrigo violador de la Cava, que por ello perdió el reino y que, cuando roto y desecho tras la derrota se acerca a la confesión, los monjes le dan como penitencia convivir en tumba abierta con bichos y ofidios, «Ya me comen, ya me comen por do más pecado había».

La tizona, supremo símbolo del poder, la hidalguía, la nobleza, la justicia y el honor. Una espada pronta a acorrer viudas, huérfanos y demás desvalidos; la de poderes mágicos, conquistadora de mundos en la diestra del torvo Cortés, esa con la que el padre de mestizos (a querer o no), impondría esclavitud, mestizaje, religión, todo, o casi. Esa espada que, tinta en sangre de sus víctimas, víctima caería en estertores a los tempranos fogonazos de la bombarda, el mosquete, la culebrina, y así hasta hoy.

Hasta hoy que, caída en desuso la espada de mi Dn. Quijote (casi tanto como el propio visionario del ideal, del vuelo, de la alucinación, del espíritu), ambos renacen de sus cenizas y se rehabilitan en nuestro país y con nuestra gente. El Quijote no tanto, y muy mucho su acero, redivivo en las manos de esos esforzados que se confrontan a estas horas con la ralea de los rapaces hidrópicos. Sí, los «Altermundistas». ¡Helos, helos por do vienen, adarga y espada el frente, redivivos quijotes de la triste figura! Espléndido.

A ver, a ver: ¿espléndido? ¿Con la exigencia y la mega-marchita como estrategia para lograr la utopía? (¡No a la privatización del agua! Que renuncie Pancho Salazar! ¡Que Mario Marín renuncie! ¡E-xi-gi-mos!) ¿Con la espada en la diestra, cuando su enemigo histórico maneja, como arma menor, la AK-47? De la estrategia del foro, la demanda, la «movilización» y la mega-marchita, ¿qué resultados benéficos para los intereses del paisanaje, más allá de crear conciencia del problemón, arroja la «exigencia» y la toma de calles y plazas públicas? Ayer mismo se burlaba Salinas: «Ni los veo, ni los oigo…»

Y hoy: «Desoye Bush repudio global a la invasión en Irak».

Ahí, el antídoto contra la mega-marchita como fin, cuando debe ser, un medio, no un fin en sí mismo, como al son de «¡Este puño sí se ve!», y «¡El pueblo-unido-jamáseráven-cido..!» lo quieren convertir los profesionales de la toma de calles. A estos modernos quijotes, alucinados con la Justicia, pero que intentan conseguir con la espada las exigencias y mega-marchitas, ¿qué dicen los resultados, que a fin de cuentas son los que cuentan? Hoy, ayer, hace años, décadas, ¿qué cuentas benéficas para los justos y legítimos intereses del paisanaje arrojan la exigencia y la toma de calles y plazas públicas? A los modernos quijotes, encandilados con el deleitoso fulgor de la Justicia pero que la intentan a exigencias y mega-marchitas les falta el atributo principal del revolucionario, o no lo es: la autocrítica De tenerla se detendrían a analizar un hecho fehaciente: para sus estrategias de lucha el enemigo histórico ya sintetizó el antídoto: «¡Ni los veo ni los etc.!» Aquí, allá, en Davos, en Génova, en Monterrey, Cancún, Mar de Plata, D.F. «Ni los veo ni los etc», y ahí terminó la eficacia de la «movilización». Digo aquí a los altermundistas:

– Su campaña de protestas contra la privatización del agua es muy justa. ¿Con qué estrategia quieren lograr su noble propósito?

– Con una espada mejor. Tenemos preparada una más grande que la de ayer, de un acero mejor, y de este tamaño, calcúlale.

¿Espada contra pólvora, compañeros? ¿Así defenderán sus justísimas causas para rendir buenas cuentas a un paisanaje que, renuente a la acción, delega en ustedes? El revolucionario primero piensa, desecha luego arma y estrategias ya obsoletas, y luego crea las formas de lucha para las que el enemigo aún no tenga el antídoto, que entonces habrá de cambiar. ¿Si ustedes juntaran autocrítica y enseñanzas históricas? Al exigir, ¿con qué poder real exigen, más allá del poder de enloquecer el tránsito y hacerse aborrecer de los automovilistas? ¿Leyes, dicen, Justicia, soberanía popular? ¿Podrá lograrlas una muchedumbre de átomos en movimiento espontáneo? Al enemigo no se le exige Se le vence, sin más. A menos que crean que La Casa Blanca, Los Pinos, los grandes capitales y la TV son aliados nuestros. ¿La espada? (Paisas…)

El sí indestructible

Todo lo que México no haga por si mismo para ser libre, no debe esperar ni conviene que espere que otros Gobiernos u otras naciones hagan por él. Auxilios negativos son los únicos que puede damos Estados Unidos, como el que nos fusile por la espalda..

México, 21 de marzo de 1806- 21 de marzo de 2006. Paisanos, tengan presente, no se les vaya a olvidar. Que la memoria histórica no se nos muera, porque quien extravía su pasado pierde el futuro. No olvidar que fue un día como hoy, pero de hace 200 años, cuando nació en la población de Guelatao el oaxaqueño que iba a ser testigo y actor principalísimo de una de las épocas más conflictivas, de la más decisiva, tal vez, en la historia de nuestro México.

El Benemérito. Veintiuno de marzo de 1806-18 de julio de 1872. En estas dos fechas cabe toda su vida. Y no más. Sesenta y seis años, y no más, fueron los de don Benito Juárez, pero 66 años que marcaron señas, rumbos, derroteros en la historia de este país, una historia de claroscuros: lo mismo de lucha contra «soberanos» de pacotilla que de una extrema crueldad para con los soldados vencidos, y así unas luminosas Leyes de Reforma como también un Tratado McLane-Ocampo que, en apariencia, cedía parte del país a los Estados Unidos, cesión que, para fortuna nuestra, aquel gobierno supo desdeñar. Es la historia Y hablando de historia:

Fue en abril de 1997. Legisladores del PRI, PRD y PT en la Cámara de Diputados condenaron y rechazaron las declaraciones del dirigente panista en el Edo. de México, Noé Aguilar Tinajero, en las que asegura que Benito Juárez traicionó a México. Las tres fracciones advirtieron que no permitirán expresiones que pretendan dañar la imagen y el legado histórico del Benemérito de las Américas. Lo afirmó el diputado oaxaqueño José Antonio Hernández Fraguas: «Es criticable la postura del panista que pretende desprestigiar a Benito Juárez como pretexto para cambiar la nomenclatura de diversas calles en el Estado de México».

Y el diputado priísta José Carmen Soto Correa «Noé Aguilar Tinajero es acólito del partido del campanario».

La historia México, 1997. Salvador Abascal Carranza, asambleísta del PAN, quien se autodefine como humanista y de centro, hace una severa crítica a Da Benito Juárez: «El engañó a los indígenas expropiándoles sus tierras, pero no sólo eso: yo considero que la personalidad del Benemérito de las Américas ha sido sobre-valorada por el sistema político mexicano. Sugiero la necesidad de redimensionamiento de su verdadero papel histórico…»

Ahí fue la protesta de los príistas, los mismos que años atrás así se expresaron del defensor de la República «¡Compañeros! ¡Aquí don Alfonso Martínez Domínguez es el Benito Juárez de los burócratas! ¡Don Alfonso, como el Benemérito, surgió de la humildad! ¡Don Alfonso es nuestro Benito Juárez, el benemérito de los burócratas..!»

Lo escribía Santiago E Fuentes: Los libros de historia se han convertido en los mejores aliados de los políticos mexicanos a la hora de explicar o justificar sus acciones. Santiago Oñate, Secretario de Trabajo y orador en la ceremonia juarista aprovechó ayer el 189 aniversario del nacimiento del benemérito para, en un forzado paralelismo, comparar a Juárez con el presidente Zedillo. «Bien sabía Da Benito Juárez de los riesgos de la suspensión de pagos. Fidelidad a lo pactado en el exterior (…) El sacrificio del pueblo mexicano, necesario para salir de la crisis. No es permisible postergar el desarrollo en la justicia de millones, a cambio de transitorios alivios. Lo sabía el Presidente Juárez. Lo sabe el Presidente Zedillo…»
Dn. Benito Juárez frente al gobierno (neo)panista «Cd. Camargo, Chih. «Una grave tensión política se suscitó el 12 de julio (de hace unos años), cuando la alcaldía panista realizó la demolición de una estatua de Dn. Benito Juárez para poner en su lugar la del fallecido panista Carlos Chavira..»

Aguascalientes, Ags., marzo de 1997. El alcalde panista de esta ciudad, Alfredo Reyes Velázquez, decidió entrar en la posteridad e impuso su nombre a una calle que antes se llamó Benito Juárez. La vía pública que rendía tributo a Juárez tiene ahora una placa con el nombre del alcalde». Informa el regidor Miguel Juárez. «No se conformó con nada más registrar su nombre para la posteridad, sino que también puso el de los panistas Manuel Gómez Morín, Miguel Ángel Mérida y Efraín González, a calles de la misma colonia, San Francisco…»

No se me oculta, ni trataré de disimular, que la situación actual es complicada, difícil y tal vez peligrosa…

Paisanos, tengan presente, no se les vaya a olvidar. Es México (Este país.)

¡Qué joven fui una vez..!

Así se duele, en Hiroshima, mi amor, la protagonista de la antañona película. ¡Qué joven fui una vez! Y es que el tanto de muchas horas ha estado rememorado el tamaño de su existencia, dulzor y dolorimientos, y concluye con la certidumbre de que la vida se le ha escurrido entre las manos. Al oír su expresión preñada de tristuras recordé a Job: «El hombre nacido de mujer, corto de días y harto de sinsabores: que sale como una flor y es cortado; y huye como la sombra, y no permanece (…) Y mis días fueron más ligeros que la lanzadera del tejedor, y fenecieron sin esperanza». Qué joven fui una vez…

Estoy mirando estas fotos extendidas sobre mi mesa de trabaja En la primera me veo en plena juventud, una de mis primeras juventudes. Me observo grifa de pelos la testa, frescas facciones y fresca la piel del rostro. Unos ojos reventando fulgores, hoy apenas rescoldo la brasa de las pupilas. Me miro, me observo y pienso en la crueldad de mi padre Cronos: qué manera de tragarse a su hijo. Y qué hacer, sino poner mis niñas, las de mis ojos, en la segunda de las fotos. ¿Saben de quién es la tal? Macabrón….

La foto, foto reciente, es de un reciente Carlos Salinas, ya decrépito. Y no es que el tal haya envejecido, ni que él sea el culpable de semejante rostro de rasgos esperpénticos. No. Si en la foto se advierte ridiculamente orejón, narigón hasta límites de lo grotesco, un calvario la testa y una crucifixión los rastros de un rostro como desbastado a hachazos por un ciego histérico, no es suya la culpa, sino de los fotógrafos. Por qué no han renovado su equipo fotográfico, me pregunto. ¿Cómo es que de 1988 a 1994 los del oficio sacaban tan espléndido material gráfico, que al hermano de los transas Adriana, Sergio, Raúl y Enrique el difunto, le captaban un rostro a la pura medida del bronce y el mármol, con unos rasgos enérgicos, visionarios, mezcla de Alejandro el Grande y Napoleón el Pequeño? ¿Por qué apenas ayer estatua y hoy estantigua? ¿Qué aconteció a los del periodismo gráfico? ¿Les tiembla la mano, que así de esperpéntico fotografían a Salinas? ¿O era entre el 88 y el 94 cuando les temblaba? Y para qué hablar de las caricaturas. Cómo ha cambiado el trazo de los caricaturistas, que así dibujan al «compatriota» de la «mothemización» (fui el primero que acuñó el terminajo, Trino) como un engendro de Cuasimodo y Frankenstein, pero sin perder su catadura de ahijado del Diablo, que es decir de Córdoba Montoya Cruz, cruz…

La tercera foto: tan dueña y señora que parecía en un principio, tan esforzada en sus intentos desesperados por deshacerse de su pasado veterinario y parecer y aparecer elegante dentro de esos trapos de marca y de firma, trapos carísimos que a todos los mexicanos salen costándonos un huevo de la cara Miro su foto de hace apenas tres, cuatro años, cuando la polémica dama corría una carrera parejera con López Obrador rumbo a la presidencia del país y se dejaba querer de unas masas debidamente manipuladas por el duopolio de la televisión. Ah, rostro visionario, revoltura de Juana de Arco, Teresa de Ávila, Evita Perón y la madre Teresa Hoy, cuando jura que «es anticonstitucional la comisión para investigar a mis hijos», todos los años se le han subido al rostro y se le resuelven en arrugas que un desesperado maquillaje mantiene y contiene en precario equilibrio, y en ojeras, boqueras, rasgos crispados y una mirada que parece columbrar el penal de La Palma. Porque, mis valedores, Marta Sahagún bien conoce que no sólo sus hijos están a estas horas en entredicho, y la investigación no se reduce a los hijos de la., señora Foto elocuente la del matutino…

Ahí mismo, Dios: ahí lo que queda de lo que fue un presidente de México: Vicente Fox, Hamlet de pacotilla que murmura entre dientes: «No hallo este mundo tan atractivo». Lo veo al caminar, desgarbada estampa de humano en derrumbe: hombros caídos, paso cansino de donde ha huido todo rastro de prestancia, vigor, fortaleza Veo un rostro de rasgos adormecidos al arrullo de las pastillas tranquilizantes, rostro que es espejo donde se miran la dolencia de espinazo, el cansancio del diario vivir una vida arrastrada y las pasioncillas mediocres: la envidia el rencor impotente, la angustia, el miedo, el susto, la desesperación, el pánico. Quién te mira y quién te vio, y así pasan las glorias de este mundo, glorias efímeras, espejismos creados por los medios de condicionamiento de masas. Y en el matutino: «Piden abrir ficha clínica del Ejecutivo». Su salud física y mental, en entredicho, válgame…

Acá, por contras, observo este cascabelito cascabelero, síntesis de Salinas y Fox en sus años de «gloria». Firme, seguro, categórico, «indestructible». ¿Me dará Dios licencia de mirarlo ya cuando él, AMLO, se convierta en un pobre remedo de Fox, que arrastre su carga de frustración y de desprestigio? «No, no aceptaría la reelección». ¿Se derrumbará? ¿No? ¿Lo veré? ¿No? (A ver.)

Del arrabal

(Pienso, al redactarlo, en un setentón don José Espinosa, que, viudo y agobiado por la tristeza y la soledad, acaba de quitarse la vida.)

Canto aquí la trova del parque público, mis valedores. Con tonada de organillo entono el elogio de ese cuadro de verdes cenicientos que, ayuno de agua, abono y los más mínimos cuidados, a lo heroico florece en la viva entraña del arrabal y acoge, benemérito de la misericordia, a todos quienes hasta allí vamos a recalar por los motivos más contrapunteados: al solitario que vaga, vago el aspecto y la mirada vagorosa, lo mismo que al payo recién desgajado de su tierra ausente que se cimbra a golpes de nostalgia y al jubilado del vivir que, mentón apalancado en el bordón, mira pasar la vida mientras algo muy escondido le rebulle en amagos de nostalgia. (Esa pelota llegó rodando hasta el arbolillo, y tras de la pelota el niño, y la madre detrás, que tal es el destino de pelotas y madres: rodar delante o detrás de un niño…)

He pasado por la senda – y en un banco he visto a un viejo – dejándose acariciar -por el sol tibio y enfermo – Y me he internado en el triste – jardín.

El cuadro de verdes acoge lo mismo al que busca el vigor y el oxígeno que a ése que, atejonado detrás de un arbusto, se intoxica sañudamente al aspirar el cemento con que construye sus castillos en el aire, donde se construyen los castillos más sólidos. Más allá, esos empleadillos de salario mínimo a los que, media hora en el reloj checador, congrega la sacrosanta torta del medio día, de la media tarde. (No lejos los observa, aire de derrota, ese desempleado que va a matar el tiempo que lo mata a él.)

El parque acoge también, generosa guarida, al raterillo en fuga o al que se apresta a asaltar, o al ratero uniformado y poquitero que se agazapa tras el aroma de los billetes de baja denominación no lejos de los bien acompañados, bien hayan en ella y él que, machihembrados boca a boca, piel a piel y carne encabritada, rebrincan en acezantes, incesantes espasmos.

Pinta el crepúsculo mujeres por el cielo – ¡Y duele el corazón, como en el desengaño -inmenso y sin consuelo – de un amor otoñal jamás existido…!

Tal es el parquecillo de aquí a la vuelta, mis valedores, donde me refugié ayer tarde, ya al pardear, a rumiar abandonos, tristuras y suspirillos. Alma mía de mi ausente, y ojos que te vieron ir. Luego de amansar el ánimo me sequé los lloraderas de humedad, compuse una figura apachurrada y maltrecha, y a la espera de las sombras para tornar a mi depto. de abandonado me puse a observar el espíritu de aquel almácigo de ánimas en pena(s): «Los parques solitarios en que se pasean las desgracias – con la cabeza baja – y los sueños se sientan a descansar – mientras la sirena de la ambulancia da la hora – de entrar a la fábrica de la muerte…»

Yo, el ánimo contristado y una melancolía que se me ha aquerenciado, «lloro porque a mí me dejas – herido del corazón». Y qué hacer. Pero ánimo, arriba corazones; disimula, que esa señora (lentes oscuros el acompañante) te observa de ganchete. ¿Pero no es, acaso, la vecina, esposa de..? Sí es, que en el parque da sus primeros pasos en las artes del adulterio,
malos pasos deleitosos. Y la vecina me ha visto, y se asustó de que yo la viera, y se escurre con el de anteojos oscuros por el oscuro sendero y se esconde tras del macizo de arbustos donde ya empezó a oscurecer. Y válgame, que fue entonces. Ahí, asordinadas, esas voces que no me son del todo desconocidas. A ver, a oír…

¡Pero si es nada menos que La Macarena, trabajadora doméstica del edificio de Cádiz! ¡Y el galán es el Síquiri, que me la tiene en tres y dos e intenta tenerla en cuatro! Ya consiguió tenderla en la lona -en el pasto- y la tiene inmovilizada, que sólo faltan las tres palmadas del réfere. Cuatro manos, en estampida, ya se trepan, ya se bajan, ya se meten, ya se salen mientras el Síquiri, la lengua más rápida del oeste, ya le trova, ya le jura, le recita, le promete que ándale, para darte tres regalos, son el cielo, la luna y el mar…

¡Peligro! Ante la erguida trompeta del Josue jarocho las murallas de Jericó están a punto de venirse abajo. Y que mire, que yo soy cumplidorcito, y que usté sea buenita, que yo le pienso cumplir. Y las murallas cuarteándose. Pero no, que de súbito la muralla se da el levantón, y el bajón la trompeta:

– Y tú que dijistes, esta mensa ya cayó, y esta torta me la ceno. ¿Ah, sí? Pos fíjate que ni madres. ¿O te figuras que soy como toda la mexicanada, y que tú me llegas con la lengua por delante y me sueltas tu rollo, y órale? ¿Y ya que te echaste mi torta qué? ¿Puros tacos de lengua? ¿A lengua y saliva vas a cumplirme, estilo Fox? ¿Crees que ya me la creí, y que contigo mañana va a ser mejor que ayer? ¡Toma tu torta, güey! ¿Piensas que te las vas a echar a puras promesas como las del Peje y FeCal? ¿A Madrazos? ¡Sácate al..!
– ¡Bien, Macarena!, grité. ¡A la… verno los lenguaraces estilo Fox! (Ay, perdón…)

Y en Panamá, ¿el olvido..?

Nueva York. Las obras para construir el memorial de las víctimas del 11/9 en la zona cero (se) iniciaron ayer rodeadas de polémicas…

Y como todo lo que cada día producen las tripas del imperio gringo, la noticia acapara espacios en todos los medios de condicionamiento de masas de unas colonias siempre pendientes de su metrópoli. Y yo digo a propósito mis valedores: ¿qué memorial, qué monumento alusivo, qué atención pública merecieron de los «medios» mexicanos los miles y miles de civiles que asesinó el Pentágono cuando, en diciembre de 1989, invadió al pueblo hermano de Panamá? Esa mente colonial…

De esa invasión del imperio a la comunidad panameña hablé de ustedes ayer, y comparé su destino con el de Afganistán e Irak, masacrados con un pretexto semejante e igualmente trivial, que fue atrapar a un par de aliados del imperio: en Panamá, a Manuel Antonio Noriega, y a Osama Bin Laden en Afganistán e Irak. ¿El costo de la triple invasión? Miles y miles de cadáveres regados en la geografía de esos desdichados países. De lo ocurrido en Panamá:

El coronel retirado David Hackworth, ex-comandante de combate: «La operación fue técnicamente eficiente, pero a mi juicio cien muchachos de las Fuerzas Especiales hubieran sido suficientes para capturar a Noriega. Esta operación descomunal fue un intento del Pentágono por impresionar al Congreso justo cuando está comenzado a efectuar recortes en el ramo militar».

Diversas declaraciones públicas añaden credibilidad a tales reflexiones del militar, incluyendo El informe Estrategia de Seguridad Nacional de la Casa Blanca presentado al Congreso en marzo de 1990. El recuento final de la masacre de civiles inermes deja un reguero de hasta siete mil muertos y desaparecidos y más de 600 fosas comunes. Pero el objetivo de la intervención armada de los diez mil infantes de marina contra la comunidad panameña se cumplió cabalmente al capturar a Manuel Antonio Noriega, ex-agente de la CIA, aliado de la Casa Blanca y principal traficante de estupefacientes, situación que el gobierno de la Casa Blanca conocía desde 1972. «No obstante, lo mantuvo en su nómina mientras le fue útil», señala el historiador.

Ahora tocó el turno a la población inerme de Irak, y el pretexto fue paralelo al de Panamá: capturar a un antiguo aliado de Washington al que la CIA entrenó para enfrentarlo, con sus fuerzas de Al Qaeda, contra la extinta Unión Soviética Hoy, derrumbada la tal, Osama Bin Laden, como Noriega años antes, ya no es de utilidad para los intereses de Estados Unidos. Material desechable, Washington hace que hace intentos desesperados para deshacerse de él. Lástima que el precio de la maniobra sea otro reguero de sangre derramada Sangre inocente. Es la historia de los imperios, esos depredadores…

Pero en fin, por que frente a miles de muertes no se nos muera, con ellos, la memoria histórica, a la distancia de tres años de la reiterada invasión a Irak y a 17 de la masacre perpetrada por Washington contra el pueblo de Panamá, aquí y ahora asiento retazos de la crónica respectiva El testimonio del averno denunciado por Olga Mejía, defensora de derechos humanos en Panamá:

«Ellos convirtieron este país en un laboratorio del horror. Aquí, primero experimentaron con métodos de estrangulación económica, después utilizaron con gran éxito una campaña de desinformación a nivel de internacional. Pero fue en la aplicación de la más moderna de las tecnología de guerra donde demostraron maestría infernal. Los refugiados de El Chorrillo fueron victimas de un baño de sangre durante y después de la invasión. Ellos vieron a los tanques norteamericanos pasar sobre los muertos. Fuentes de la Universidad de Panamá calculan 5 mil muertos, por lo menos. Condenaron el control de hierro del ejército de EU, que no permite el acceso a ninguna institución panameña para descubrir el número exacto de víctimas, que pudiese ascender a 7 mil…»

En carta pastoral en donde condenaban la interferencia de EU en los asuntos internos del país, obispos católicos denunciaron la invasión como «una verdadera tragedia en los anales de la historia panameña». Su protesta no fue escuchada en Washington. En los meses siguientes el genocidio se borró de la atención del gobierno de EU, que proclamaba la libertad y la democracia panameñas. Los obispos estimaron en 7 mil los muertos de la invasión. Y Vicky Peláez, defensora de derechos humanos: «El mundo continúa en la ignorancia sobre cómo murieron miles de víctimas de la invasión de EU a Panamá y del tipo de armas que usó, ya que el Fiscal General del país deniega el permitir la investigación de los cuerpos enterrados en las fosas comunes».

Panamá, Irak, Afganistán. A los miles de cadáveres que el predador imperial ha sembrado en las naciones victimas, ¿un memorial? ¿Nomás al 11/9? Los ojos de las colonias, ¿tan sólo en NY? Vergonzoso.(¿O no..?)

Panamá, Irak, Afganistán

La nota mis valedores, tiene fecha de apenas ayer:

En su mensaje, que coincidió con el tercer aniversario de la invasión estadounidense a Irak, el presidente G. W. Bush no hizo precisiones sobre la cantidad de soldados estadounidenses que permanecerán en Irak, ni durante cuánto tiempo…

Leía la noticia y me quedé pensando, y me acordé de Plutarco y de sus Vidas paralelas. Porque, mis valedores: vidas paralelas son las víctimas recientes de Washington: Panamá, Afganistán, Irak ¿El pretexto? Combatir a los «enemigos» de Estados Unidos. ¿El resultado? Miles, decenas de miles de cadáveres sembrados en Panamá, en Afganistán, en la mártir Irak. El imperio…

Apenas ayer fue un Manuel Antonio Noriega, compinche de Estados Unidos y presidente de Panamá. Hoy es Osama Bin Laden, antiguo aliado de Washington y entrenado por la CIA. En Panamá, el genocidio fue conocido con el alias de Causa Justa, ayer, en Afganistán, con el de Libertad Duradera Hoy, en Irak, el genocidio no tiene nombre. En Panamá, el Pentágono descargó toda su furia con 10 mil invasores contra la población civil de Panamá. Más tarde iba a desatar su fuerza descomunal, desproporcionada sobre la población civil de Afganistán. Ahora tocó turno de Irak.

¿El pretexto?

Hoy, como ayer, como siempre, el pretexto se embroca la máscara de esos vocablos grandilocuentes, altisonantes, con los que el histrión prepotente y gesticulador se llena la boca Justicia Democracia Libertad, Derechos Humanos. Atejonados detrás del maquillado parapeto, los verdaderos motivos de la depredación y el genocidio: los intereses estratégicos del capital-imperialismo. Sin más. Y que corra la sangre, sangre inocente. La Casa Blanca impávida Esa historia es una gigantesca zopilotera y un gran hedor…

Pues sí, pero la propia historia lo certifica carcomidos por su contradicción, que es la opresión del hombre, todos los imperios están destinados a la destrucción y a ser arrasados de la faz de la tierra Sí, para ceder el lugar a nuevos imperios. Mis valedores…

Ya que miento la historia va aquí una somera reseña del genocidio que Estados Unidos, en su papel de gendarme universal, perpetró contra la población civil de Panamá poco antes de la medianoche del 19 de diciembre de 1989, y esto con el pretexto de capturar (muerto o vivo, un millón de dólares por él) al Bin Laden panameño, el tal general Noriega presidente de Panamá y narcotraficante al servicio del gobierno de Estados Unidos. La crónica:

1989. Con el antedicho pretexto de capturar a Manuel Antonio Noriega ex agente de la CIA y acusado de tráfico de drogas, Estados Unidos invadió Panamá. El gobierno norteamericano tenía conocimiento desde 1972, cuando menos, de las actividades ilícitas de Noriega pero mientras le fue útil lo mantuvo en su nómina La invasión dejó un saldo de siete mil muertos y desaparecidos, así como pérdidas millonarias en la economía del país. Actores y testigos del genocidio dan su testimonio:

La Comisión de Derechos Humanos de Panamá, en colaboración con la Comisión de Derechos Humanos de Centroamérica,con sede en Costa Rica lo expresa en su informe del 23-30 de marzo de 1990:

‘Los costes humanos de la invasión son substancialmente más elevados que las cifras oficiales de los Estados Unidos, de 202 civiles asesinados, alcanzando de 2 a 3 mil, de acuerdo con estimaciones conservadoras. Testigos presenciales señalan que helicópteros de los Estados Unidos lanzaron su fuego a edificios ocupados solamente por civiles; que un tanque de los Estados Unidos destrozó un autobús público matando a 26 personas; que residencias civiles fueron quemadas, y que esto resultó en la destrucción de muchos apartamentos y la muerte de muchas personas; que tropas norteamericanas negaron el acceso a la Cruz Roja dispararon a ambulancias y mataron a heridos, a algunos con bayonetas».

La iglesia Católica y Episcopal consideraron las estimaciones de la invasión en más de tres mil muertos, según cifras conservadoras, porque Washington impuso una rigurosa censura..

Y el título del informe: «Panamá. Más que una invasión… una masacre»; una más del Pentágono, desproporcionada y descomunal como la que años más tarde iba a perpetrar en Afganistán e Irak, y al pretexto del terrorismo («un terrorismo al por menor, contestatario, contra el terrorismo de Estado que ejerce Washington, como afirma el norteamericano Noam Chomsky) lanzar toda su fuerza contra los pueblos inermes de Afganistán e Irak, y a probar en ellos las nuevas armas de guerra Pero el tema da para más. (Mañana)

¿Cómo, cuándo, porqué…?

Esta vez los enigmas. Los misterios insondables. Tú te acuestas a meditar y la reflexión te espanta el sueño, pero el misterio, incólume. A la mente se me viene Agustín el de Hipona, que vagando a la orilla del mar se esforzaba en la empresa imposible de descifrar el misterio de todos los misterios: cómo carambas tú, Dios, si eres tres entes distintos, resultas un solo Dios verdadero. Así yo la mañana de ayer. El obispo en la playa y yo en plena pista de caminata, allá en el bosque de Tlalpan. Cuándo, cómo, por qué. Era de la madrugada cuando yo, trote corto y la rienda recogida fui entrando en calor. A mi vera muchos pans iban, venían, me encontraban, me alcanzaban, me rebasaban. Ese tullido de la silla de ruedas hasta volvió el rostro, y sonreía. Yo, a resoplidos, abrumado al misterio que me sanchochaba los esos -los sesos, quise decir, es que hablar entre resoplidos-, mal podía gozar con mi madre, me refiero a Madre Natura: el vientecillo, los eucaliptos, la escoleta de las aves desde los eucaliptos, la rata gigante que me ciscó en la curva y resultó ser ardilla Yo: por qué, cómo pudo ocurrir semejante fenómeno, y jadeaba, resoplaba, aventaba uno que otro (borbollón de toxinas en el sudor). A la pareja de jóvenes, ella y él, sí los rebasé. Y cómo no rebasarlos, si ellos dos como a cien avanzaba, cien metros por hora, y cómo avanzar más aprisa, si ellos dos, fuera del mundo, labio a labio iban al rojo vivo soldados, y saliva a aliento, lengua y quejido, brazos a piernas, manos a torsos, todo a la intención del injerto, de la machihembradura Bien hayan los amorosos. Suspiré.

Y entonces, mis valedores, me percaté del fenómeno: pista a la derecha, pista a la izquierda, los cientos, trotones y caminantes, avanzaban como ánimas, como zombies, ajenos a vientos y aromas, resinas y pájaros, y trementina Ellos ajenos a la contemplación del boscaje avanzaban así, miren, autómatas que hablan solos, como en monólogo, en soliloquio. Cientos de ellos. La meditación del enigma se me espantó al oír al de la sudadera guinda: «Y como te vuelvo a repetir, tú cotízale con un 15 por ciento de aumento, ¿sí? a ver si no se no cai el pedido, ¿ves? ahí a ver como nos lo cuenteamos (pausa). Sí, claro, porque como te vuelvo a repetir…» (Ah, el celular…)

Avancé. Una vez más maromenado en mi mente, que hagan de cuenta calzón en la lavadora, el enigma El sol, como que salía, como que reculaba. De repente que toma vuelo y ándenle, a lo confianzudo se aventó sobre medio mundo. La de las bermudas se me emparejó, celular soldado a la oreja: «No me lo vas a creer, mana, que entonces la muy bruta: ay, señito, me dice, mi hijo era un bagazo, pero ya no, bendito sea Dios. No, mana no bagazo de caña, vagazo con ve de vaca, aunque él es rete güey, y yo con las prisas, y ella con su rollo, y yo ánimas que esta aborigen se calle y me dé el desayuno, ¿y qué crees? Que estaba contenta porque el vagazo de su hijo ya encontró chamba en una farmacia Que le dijeron: Su Rafáil es fármaco-dependiente, ¿tú eres?»

Miré en derredor: los madrugadores trote, caminata, sentadillas, lagartijas, abdominales, celular. La ventruda de los mallones color mamey: «Agarras el camarón seco y lo pones a cocer. Ay, m’hija, pos en la de aluminio. Mientras, vas preparando tus especias. Cómo de qué cuáles. Ay, Lizbeth, te me voy a morir y tú no vas a saber ni pelar un chile, con razón el Rodrigo… olvídalo, se me chispó, no quise decir que tu tuviste la culpa El, que es un nalga-fácil. A los hombres se les agarra por el vientre. Ay, hija, vientre de comer, no de cosas ora sí que sicalípticas. Oye, voy a colgar porque aquí se me encuató un ruco ora sí que medio sospechosón Chao, bai».

Me alcanzaron dos con pinta de burócratas. Una resoplidos al viento, la otra resoplidos al celular: ‘La verdá, digo, el de rezagos es vaya que bien lanzado, pero discretón no que el oficial mayor, oye, tampoco, ése es un acoso sexual bien descarado. Yo me recuerdo que de recién entrada, uh, qué te cuento…» Vi venir a la de pans de estallante magenta y rostro de rasgos crispados. Contra el celular, sollamadas palabras como flamazo de tragafuegos:

– ¡Entiéndeme, Víctor, es mi hija también, legalmente te la puedo quitar! ¡No, no soy ninguna puta, qué te pasa Tú, en cambio ¿qué hacía la Chiquis en tu recámara, Víctor? ¡Los vecinos los vieron, para qué lo niegas! ¡Tú y ella, la muy pu…tancona! ¿Ese es el ejemplo que le das a nuestra hija? ¡No te atrevas, no me vayas a col..! ¡A la tuya.!»

Yo lo apreté, el paso; lo aflojé, el cuerpo, y corriendo yo por la pista y por mi pelleja el sudor. Me desvié por una vereda y me extravié en el boscaje y en aquella obsesión, y el enigma aquel me las jurguneaba, las sienes: ¿cómo vino a ser, de resultar cierta la nota del matutino, que el dueño de Telmex, Carlos Slim, obtuvo en el 2005 ganancias por 7 mil millones de dólares? ¿Cómo puede ser que sea ya el tercer hombre más rico del mundo? ¿Cómo?
(En fin.)

Histeria, neurosis, depresión…

Cuánto me gustaría que mi voz alcanzara a todos los puntos de la rosa para poder prevenir a tantos y tantos que a estas horas empacan todo su mundo en una caja de cartón y en plan de sobrevivencia se disponen a arrojarse a la aventura hasta esta ciudad capital. Hoy, sobre todo, si pudiesen calcular las difíciles condiciones en que mal vivimos apiñados en este hormiguero descomunal, que tal cargazón de humanos ha tornado inhumana, rudo contrasentido. Si hoy calculasen esta carencia de espacio vital y de seguridad pública que en los capitalinos se resuelve en ira, temor, ansiedad, angustia, neurosis, paranoia, aquí, el retrato hablado sobre los habitantes de esta ciudad traza la psiquiatra Elsa Rubinskis:

«Los habitantes de las ciudades densamente pobladas son por lo general irrespetuosos, agresivos, que se molestan por cualquier cosa. Son, en suma, neuróticos e irritables». Y que la intolerancia del capitalino es el resultado de su angustia constante ante el temor de ser asaltado o de que alguno, en alguna forma, se va a aprovechar de él. Que semejante estado de ánimo le impide vivir tranquila y cabalmente Lóbrego.

Por eso mismo, y por desalentar a mis paisanos de la provincia que, sometidos a los agobios de una sobrevivencia ya imposible piensen en esta ciudad como en su tabla de salvación y su clavo ardiendo, aquí continúo con el catálogo de achaques que el capitalino pobre, pobre capitalino, carga sobre sus lomos. Paisanos de Puebla, Durango, Oaxaca, mi Zacatecas: ya no piensen en la ciudad capital como el refugio y la solución a su miseria económica

Ah, si pudiesen mirar las miradas de la empleadita de Rezagos Varios de la burocracia nacional, que desde el microbús estira el pescuezo por la ventanilla porque el tránsito, porque el micro, porque el mundo se arrastra a vuelta de rueda, en tanto el perverso reloj checador, a contracorriente de este mundo, avanza con velocidad de vértigo, y estamos apenas a medio camino, y nos quedan 12 colonias por atravesar, y enfrente sólo se mira…

Se mira enfrente un retardo más en la entrada de la oficina, y un nuevo retardo significa el desempleo, y el desempleo significa recurrir al burladero de las cuatro esquinas, a ofrecer a tsurus y caprices estas caprices tarugaditas de plástico que nadie quiere comprar, y entonces cómo llevar el gasto de la única y los chilpayates. Si vieran ustedes, paisanos de la provincia, las tensas miradas del vendedor de las cuatro esquinas que, a cielo abierto y a pura garganta, a media calle y toreando jettas se enfrenta a las jettas malhumoradas del gordo del volks, y le apronta sus aguacates sin semilla (los del hüicolito), y el paquete de chicles, las toallas higiénicas y esas tiznaderitas de artesanía popular de Taiwán con que el 50 por ciento de mexicanos sobrevive vendiéndolas a la otra mitad de paisanos. Ojos tensos, ojos ávidos, que van desalados detrás del marchante, el cliente potencial de aquella mendicidad disfrazada de limpiador de parabrisas…

Si ustedes, paisanos, pudiesen mirar ese mirar de quienes, faltos de un empleo
fijo, miran el amanecer recargados en las rejas de catedral, la caja de herramientas al pie (fontanero, yesero, albañil, electricista, milusos, todólogo), a la espera del trabajo eventual que permita llevar el mantenimiento de la amantísima y los chamacos que aguardan, arrejolados en la casucha de la ciudad perdida allá, en las orillas, en lo sobrante de la ciudad. Paisanos:

Si pudiesen observar esos ojos, los del automovilista que intenta rebasar la luz preventiva y cuidarse de la patrulla azul, esa cueva de ladrones con torreta y sellomáticas. Si vieran al que va detrás del volante estirar el cogote tratando de descubrir, cuadras adelante, la causa del embotellamiento en que se fueron a atascar, y el huequito a la orilla del pavimento donde deshacerse del volks y, porque se tiene prisa, seguir a pie, o se frustra la cita, o se va el avión, o se derrumba el negocio que significa la sobrevivencia como clase-mediero del automovilista de marras. (O lo peor de lo peor: por culpa de la mega-marcha no avanza esta madre, y yo ya no puedo con la vejiga estallante.)

Ah, los ojos de aquellos desde hace dos horas y cuarto siguen en la fila frente a la ventanilla de Rezagos Varios, en la mano el original con las ocho copias y en la mente la sospecha, casi certidumbre, de que les van a solicitar ese comprobante, ese certificado que cómo diablos se nos ocurrió dejar en casa. Si vieran la mirada, tan peculiar, de quienes abandonan la ventanilla padeciendo en carne propia, viva carne, la tarascada del aumento en el recibo de pago, que esta vez salió inflado con tantos ceros, si vinieran a mirar esta mirada, la mía, cuando esto redacto: náusea, exasperación frente a esa corrupción galopante de los Bríbiesca, Sahagún, Mario Marín, Carmen Segura, Estrada Cajigal y compinches. Pero el tema merece más
comentarios. (Un día de estos.)