Focos encendidos

Queridos amigos: la experiencia de haber estado cerca de ustedes a través de esta red social ha sido muy enriquecedora. Sin embargo, para evitar malos entendidos, he decidido dejar inactiva mi cuenta temporalmente.

Y así, con esas palabras, Genaro Góngora Pimentel, ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, deja en hiberna­ción su cuenta en Facebook, maniobra que días antes realizó también el padre de un joven asesinado en su secuestro. Mis vale­dores: no conozco ese recurso de la inter­net ni planeaba utilizarlo. Menos me atre­veré a incursionar por esa «terra incóg­nita» ahora que he recibido en mi correo electrónico, bajo título de «La verdad del Facebook» y con firma de una Guillermina Miranda, esta advertencia:

Entrevistaron a unos secuestradores y dicen que entran a la red y ven los rostros, la casa, los carros, las fotos de viaje y saben el nivel social y económico que tienen quie­nes ahí aparecen. Ya en televisión uno de ellos había declarado que antes batallaban mucho para reconocer a los candidatos a secuestros, pero que ahora con el Facebook y la información que ponemos voluntaria­mente en la red, ya no se confunden ni tie­nen que investigar en dónde viven o en qué escuela estudian y a dónde viajan y quiénes son sus papas, hermanos y amigos.

Eso pasó con Alejandro Martí, (joven mexicano muerto por sus secuestradores) que de todo ponía. La familia acaba de cerar su blog después de darse cuenta de la cantidad de información potencialmente peligrosa que el joven había puesto ahí sin sospechar que estaba armando a quienes lo mataro. Protejan a sus hijos y proté­janse ustedes; ya no pongan información peligrosa en la red.

Facebook está vendiendo la informa­ción de sus usuarios al mejor postor. Ci­to textualmente: ‘Lo que muchos usuarios no saben es que de acuerdo a las condi­ciones del contrato que virtualmente asu­men al hacer clic en el cuadro ‘acepto’, los usuarios le otorgan a Facebook la propie­dad exclusiva y perpetua de toda la infor­mación e imágenes que publican.

De hecho, resalta el experto Mr. Metber, los afiliados automáticamente autori­zan a Facebook el uso perpetuo y transferible, junto con los derechos de distribución o despliegue público de todo lo que cuel­gan en su página Web. Los términos de uso le reserva a Facebook el derecho a conce­der y sub-licenciar todo ‘el contenido del usuario’ a otros negocios. Sin su consenti­miento, a muchos usuarios les convirtieron sus fotografías en publicidad. De repente todo lo que sus afiliados publicaron, inclu­yendo sus fotografías personales, su incli­nación política, el estado de sus relaciones afectivas, intereses individuales y hasta la dirección de la casa, se envió sin su autori­zación expresa a millares de usuarios.

Hay que creerle a Mr. Melber cuando asegura que muchos empleadores grin­gos al evaluar hojas de vida revisan Face­book para conocer intimidades de los solicitantes. La prueba que una página en Facebook no es para nada privada se evi­denció en un sonado caso donde la Univer­sidad John Brown expulsó a un estudian­te cuando descubrió una foto que colgó en Facebook vestido de travestí. Otra eviden­cia sucedió cuando un agente del Servicio Secreto visitó en la Universidad de Oklahoma al estudiante de segundo año Saúl Martínez por un comentario que publicó en contra del presidente.

Pero el asunto no termina si el usua­rio decide retirarse. Aun cuando los usua­rios cancelan la membresía, sus fotos e in­formación permanecen a bordo, según Fa­cebook, por si deciden reactivar su cuenta. El usuario no es retirado inclusive cuando fallece De acuerdo a las ‘condiciones de uso’, los dolientes no pueden obligar a Facebook a que descuelgue los datos e imá­genes de sus deudos, ya que cuando el fi­nado aceptó el contrato virtual le otorgó a Facebook el derecho de ‘mantenerlo ac­tivo bajo un status especial de conmemo­ración por un período de tiempo determi­nado por nosotros para permitir que otros usuarios puedan publicar y observar co­mentarios sobre el difunto».

Sepan los usuarios de Facebook que son partícipes indefensos de un escenario los académicos califican como el caso de espio­naje más grande en la historia de la huma­nidad. De paso se convierten de manera in­consciente en los precursores del fenómeno de Big Brother te está observando. Alusión directa a la intromisión abusiva del estado en los asuntos privados del ciudadano co­mún para controlar su comportamiento so­cial, tema de una novela profundamente premonitoria escrita en 1932 por el británi­co Aldous Huxley: Un Mundo Feliz. (Conque…)

Lodo biológico

A la tertulia del miércoles me referí ayer, tertulia que por su tema resultó de miércoles: la corrupción de unos cuerpos policíacos involucrados con el narcotráfico. El maestro citó declaraciones de Joseph Biden, senador norteamericano: «El sistema policial mexicano está bien podrido».

– Esto lo aseguró el legislador hace 12 años, cuando aún no contaba con elementos actuales como para afirmarlo con conocimiento de causa: «Tanto el sistema político como el policial están bien podridos».

El maestro se refirió al general Juan Arévalo Gardoqui, secretario de la Defensa Nacional en el sexenio del primer mediocre de las cejas alacranadas (De la Madrid), señalado de narcotraficante. Habló también de Enrique Camarena», agente de la DEA destacado en México y asesinado por narcos mexicanos, crimen en el que La Casa Blanca involucró a uno que por aquel entonces era «distinguido priista» y que en su momento fue titular de Gobernación y de la Secretaria de Educación Pública, coautor, con De la Madrid, de la «caída del sistema» que desplazó a Cuauhtémoc Cárdenas de la presidencia para imponer a Salinas en el gobierno. Por el Caso Camarena, Manuel Bartlett Díaz aún no puede entrar legalmente a Estados Unidos.

El maestro, su libreta de las pastas negras: «Mucho más dañina que su presunta participación en el «Caso Camarena» fue, a mi juicio, su actuación en la caída del sistema en 1988, que impuso a Salinas en la presidencia del país. En abril de 1999 se le preguntó a De la Madrid: «¿Hubo, no hubo fraude electoral en 1988? Manuel Bartlett, entonces titular de Gobernación, ¿fue o no fue mapache?»

Contradiciendo sus declaraciones de 5 años antes, cuando admitió que el sistema se cayó y se calló porque la votación «iba muy ladeada hacia Cárdenas», un De la Madrid perito en reculones responde la pregunta del entrevistador: «¿A qué hora empieza usted a enterarse el 6 de julio de que las cosas vienen mal?» «Después del mediodía». «¿De dónde lo supo?» «De Gobernación. Bartlett directamente me dice: oye, las cosas están saliendo muy negativas, las cosas vienen mal. Dije: ¿vamos a perder…?”

«Ya como a las siete de la noche me avisó que el DF estaba muy mal, que estaban muy mal en el Edo. de México y Michoacán. Entonces fue cuando Bartlett me dijo: No puedo dar estas cifras porque estarían muy ladeadas, y aunque después sigan las cifras de otros estados en donde nos vamos a recuperar, si damos desde el principio la tendencia a favor de Cuauhtémoc, después no nos van a creer». «¿Fue una decisión que él, Bartlett, toma, la de diferir la entrega de cifras?» «Bueno, no, me consultó, y estuve de acuerdo».

– Y la opinión de Miguel González Avelar, priista «En 1988 las autoridades no actuaron de manera irresponsable (no irresponsable, criminal). Ellas hicieron una proyección muy optimista de la capacidad tecnológica que estaba a su disposición. Lo que realmente ocurrió es que hubo tal flujo de información que el sistema se azolvó». Pues no, que lo contradice el propio De la Madrid: «¡Yo rechazo que el sistema de cómputo se haya caído! Esas fueron ideas de propaganda política. El fenómeno fue tardanza en las cifras. Eso fue todo. Lo demás son especulaciones sin fundamento alguno».

– Epílogo del fraude monumental, PRI y PAN iban a aliarse para después de un quid pro quo (me das y te doy), acordaran la quema de los paquetes electorales. Y la justificación del panista Diego Fernández, representante del panismo: «Mi partido respaldó la propuesta del PRI para incinerar las casi 10 toneladas de paquetes electorales porque ya nada representan y nada significan. A la historia nadie la puede reformar. Por eso nos pronunciamos por que se destruyan los paquetes».

La quema del fraude se incineró, y se engallaba Ignacio Pichardo, dirigente priista: «La caída del sistema es una cosa juzgada El triunfo de nuestro partido fue validado de acuerdo a la legislación vigente. Para nosotros los priistas 1988 es una fecha de júbilo porque ahí se confirmó una vez más el triunfo de la Revolución Mexicana». Y el priista y diputado Florencio Salazar, a los perredistas: «¡Ya dejen de andar haciendo acusaciones sin fundamento! ¡Si tienen los elementos suficientes para probar lo que sostienen, preséntenlas o dejen ya de hacer sus escandalitos…!”

– ¿Autor material del fraude? Bartlett, hoy perredista como el propio Cuauhtémoc, su víctima de aquel entonces. ¿Y? ¿El hijo del Tata dignificó a Bartlett, o Bartlett redujo a Cuauhtémoc al vil pragmatismo- utilitarista del talamantero Jesús Ortega? ¿Ustedes, los contertulios, qué opinan?

Silencio en la sala (Qué más.)

Compasión inducida

(Este lo publiqué hoy hace un año, pero en el vocerío, la exhibición y el indecoroso protagonismo se torna actual. Juzguen ustedes.)

Estoy consternado, mis valedores. Un chofer acaba de ser asesinado. Estremecido de piedad, México entero repite su nombre, pero aquí la injusticia: olvida que con él murió un joven de apellido Martí, miembro de la multimillonaria familia que tenia contratado al trabajador del volante. ¿Por qué esa acción tan injusta? Unánimes y espontáneos, todos los medios se uniforman en un vocerío de horror e indignación (la industria de la nota roja) por la muerte del infortunado chofer, y encaran a las autoridades y al unísono reiteran el discurso de los tres catálogos: el gobierno (del DF) es malo; el gobierno (del DF) debe ser bueno; exijámosle (al gobierno del DF). Todo por el asesinato del chofer contratado. ¿Pero alguien se acuerda del joven Martí?

Por otra parte, las masas sociales alzan su voz de forma espontánea, no como resultado de una mañosa manipulación de los «medios» que hubiese llevado a obreros y desempleados, estudiantes, artesanos y amas de casa, a conmoverse y clamar su repudio ante la muerte del chofer. La de esas masas no es compasión inducida, sino la natural solidaridad de clase porque el sacrificado fue un hombre pobre como lo somos todos, si exceptuamos a quienes se enriquecen con la explotación del fregadaje. Y lo único positivo en esta página negra de la nota roja:

La muerte de un chofer (un ser humano) sirvió para unificar en el dolor, la iracundia impotente y la flagelación colectiva a ricos y pobres, que exigen a las autoridades atender casos de muerte violenta de humildes choferes aunque, inaudita injusticia, hayan olvidado a los ricos como el joven Martí, que también ha caído bajo el flagelo atroz del secuestro. ¿Nomás porque él no era chofer, sino un simple multimillonario? ¿Es justo…?

Edificante comprobar, por otra parte, el grado en que los ministros católicos se estremecieron de horror ante los restos mortales del chofer victimado, que en templos de El Pedregal celebraron misa tras misa por el eterno descanso de su alma. Cómo no conmoverse, si aun el propio presidente del país asistió a los servicios religiosos, estrechó entre sus brazos a los deudos desgarrados por el dolor y, de cara a una sociedad justamente indignada, prometió garantizar la seguridad pública. Los familiares del chofer, reconfortados…

Pero no sólo la muerte de uno, sino de dos choferes. A la comunidad, a su hora, le ha desgarrado las telas del corazón la muerte de dos desdichados: este, que motivó las condolencias de Calderón, y el sacrificado en el 1983 en el aeropuerto de Guadalajara, Jal. Tal desgracia aún preocupa a la sociedad que, ingrata como es por naturaleza, ha olvidado que con el chofer también fue victimado un cardenal de esa Iglesia Católica, Iglesia que pregona la justicia y la cristiana caridad y que en su momento tanto se dolió, tanto protestó públicamente, tantos responsos celebró y tanto exigió justicia en el caso de los 45 religiosos victimados hace 12 años. Acteal…

De todas formas, lástima: la exaltación a la memoria de ambos choferes y el menosprecio por sus acompañantes viene a certificar la aseveración de Orwell: todos los hombres somos iguales, pero hay unos más iguales que otros. Los choferes mexicanos, pongamos por caso. Mis valedores:

Será la edad, serán los problemillas que como gotas de agua horadan el ánimo, pero por estos días, aplastado por el clamoroso llorar de las masas ante la muerte de un chofer de multimillonarios, traigo un saborcillo amargo en la boca y un sentimiento total de vergüenza ¿Este texto servirá para evidenciar la injusticia que supone traer el ánima prendida de los negros crespones por el chofer del que ignoro hasta el nombre, y olvidemos que con él falleció un «niño» de apellido Marti? El doble rasero para justipreciar ambas muertes evidencia la injusticia y descomposición en que sobrevive el país: la codicia por los millones del chofer, y el mal fario del pobre junior que lo acompañaba.

Los choferes muertos que en su paz descansen, pero que nuestra piedad inducida no se dirija sólo a ellos dos. ¿O vamos a olvidar que con su muerte, que tan presentes tenemos, fueron sacrificados también un cardenal de la Iglesia Católica y un «niño» Martí, a los que injustamente ha olvidado una sociedad que eso sí: nunca ha permitido que la manipulen tos «medios»?

(Ah, México.)

Misericordia

¿Por qué se da vida a los de ánimo en amargura? Y es que antes que mi pan viene mi suspiro, y mis gemidos corren como aguas…

Los indigentes, mis valedores. Los entenados de la fortuna, esos desventurados que, a lo desvalido, van rodando sin rumbo y sin asidero, repitiendo con Job su clamor lamentoso, por más que al personaje no lo conozcan ni su humana desdicha Los menesterosos…

Para esos la humana compasión y el valimiento del Centro de acopio de El Valedor, que tantos de ustedes mantienen vivo y actuante, siempre atenidos a la exhortación de Jesús el sabio: «Sean compasivos como su Padre lo es». Esa es la almendra de su humanismo, que ilustra a cabalidad con una de sus soberbias fabulillas (parábolas, más propiamente). Relean, si no, la de El buen samaritano, aquel que a diferencia y ante la indiferencia y la impiedad de sacerdotes y fariseos, viendo al herido derribado a la vera del camino que conduce al templo fue movido a misericordia, «y llegándose a él vendó sus heridas, echándoles aceite y vino».

– Haz tú lo mismo, aconseja Jesús al aturdido que lo interrogaba: «¿Quién es mi prójimo?» Y aun a poco andar, la requisitoria contra todo creyente: «¿Por qué me llaman Señor, Señor, y no hacen lo que digo…?”

Pero en fin, que ni es este el sermón dominical ni tampoco es el tiempo ni el lugar para la predicción, sino para el ejemplo. Porque han de saber ustedes que a un desdichado asaltaron y acaban de herir hasta darlo por muerto, y cierto samaritano de pacotilla, cuya identidad conocerán enseguida, le tendió la mano y, alzándolo del suelo donde yacía a medio morir, lo llevó consigo y le dio valimiento. La crónica:

Ocurrió que el día señalado caminaba yo a media mañana por la banqueta de Cádiz en dirección a mi depto. cuando mis ojos miraron al desdichado caído ahí, en mitad del arroyo (vehicular), entre basura y escupitajos. Desconfiadón, receloso, ya me disponía a seguir mi camino, pero un no sé qué me detuvo, y entonces me incliné y le tendí la mano (que a la hora de mi muerte, Señor, me lo tomes en cuenta…)

Pero un momento, mis valedores: esto de que la desdicha se me atraviese no es inusual espectáculo en esta ruda ciudad que entre tantos humanos hemos terminado por deshumanizar. Hace días, en plena estación del metro, aquel muchachejo tirado en pleno cemento, encementado él que hagan de cuenta un cadáver al que los viandantes, apresurados rumbo a rumbos imprecisos, ignoraban o fingían ignorar. Yo también seguí mi camino, lástima

Días más tarde aquella mujer (¿enferma drogada?) ahí, a media acera. Desde una remota eternidad me miraron sus ojos, y aun intentó un amago de pedimento, una mueca de dolencia Yo, egoísta de miércoles -¿o sería jueves?-, apresuré el paso, qué poca la mía

Ahora sin embargo, sucedía el caso del tercer desdichado, lo que me llevó a la reflexión: Jesús, el sabio de la parábola le apronta a este samaritano renuente una tercera oportunidad, y no voy a desperdiciarla. Fue así como me frené, me detuve frente a aquel desventurado que, derribado entre esputos y basurillas, se encontraba en peligro inminente de que un cuatro cilindros se lo antellevara entre las sellomáticas.

Y ahí el humano egoísmo: mi primer impulso había sido huir; por qué iba a ser yo el que le diera valimiento. Y yo por qué, como dijo Zaratustra (¿o sería un tal Fox?). Que otro haga el esfuerzo de mirar por ése. Ah, el humano egotismo, como le llama Paz para diferenciarlo de un egoísmo legítimo. Pero algo acá, muy adentro, me había obligado a detenerme, y entonces…

Me puse a mirarlo; un buen rato me quedé observándolo y Dios, qué espectáculo: todo sucio y astroso lo vi, un ente venido a menos y en total desvalimiento, marginado de todos, despreciado; un Job sin siguiera el consuelo del clamor desgarrado ni el alivio de Bildad, EIifaz y el otro o los otros dos amigos, lástima.

Ya extendía el brazo y abría mi dies­tra cuando dudé. ¿Tenderle esta mi mano, limpia hasta hoy de todo contagio? El asco me detuvo el ademán, pero un momento: acercarse a Job cuando todo era prosperidad y tiempos bonancibles, qué mérito. Pero ofrecer mi mano al ahora leproso, apestado, purulentoso y huérfano de todo asomo de valía; aquella sí sería una acción de algún mérito. Porque en verdad les digo, mis valedores…

(Se los digo mañana)

El resto es silencio

Dime lo qué lees y te diré quién eres, o más contundente: dime si acostumbras a leer o perteneces al rango de quienes se leen medio libro al año, y te diré si eres el espíritu idealista o sólo un mediocre del montón. Aquí te presento, en parodia vulgar, tres ejemplos de las obras que alimentan el espíritu: La tragedia de Macbeth (Shakespeare), el pasaje de La Biblia donde Juan el Bautista termina perdiendo la cabeza por una bailarina, y un homenaje a Oscar Wilde. Aquí, el parlamento con que arranca La tragedia de Macbeth:

Bruja 1a.- ¿Cuándo volveremos a encontramos las tres en el trueno, los relámpagos o la lluvia? / Bruja 2a.- Cuando finalice el estruendo, cuando la batalla esté ganada y perdida, / Bruja 3a.- Eso será antes de ponerse el sol. / Bruja 1a.- ¿En qué sitio? / Bruja 2a.- Sobre el páramo. / Bruja 3a.- Allí nos encontraremos con Macbeth. / Bruja 1a.- ¡Voy, Mari-Gris! (un gato de ese color, nombre de cierto espíritu maligno.) / Bruja 2a.- ¡Paddock me llama! (Nombre de otro espíritu con forma de sapo.) / Bruja 3a.- Lo hermoso es feo, y lo feo es hermoso. ¡Revoloteemos por entre la niebla y el aire impuro!

Enseguida la bruja Gordillo, Huipiles Paredes y la nuevaizquierdosa Ruth Zavaleta se enfilan al estacionamiento, rumbo a su entrevista con el primer brujo de México, Fabio Manlio Beltrones. (Fin.)

Un brujo más, el sátrapa Herodes, «había prendido a Juan, y le había aprisionado y puesto en la cárcel, por intrigas de la bruja Herodías, mujer de Felipe. Porque Juan le decía: No te es lícito tener a la mujer de tu hermano. Y quería matarle, mas temía al pueblo; porque le tenían como a profeta.

Mas celebrándose el día del nacimiento de Herodes, la hija de Herodías danzó en medio, y agradó a Herodes. Y prometió él con juramento de darle todo lo que le pidiese. Y ella, instruida primero de su madre, dijo: Dame aquí en un plato la cabeza de Juan el Bautista.

El rey se entristeció; mas por el juramento, y por los que estaban juntamente a la mesa, mandó que se le diese. El enviado degolló a Juan en la cárcel, y fue traída su cabeza en un plato, y dada a la muchacha; y ella la presentó a su madre». La cual, Gordillo Herodías, ante la cabeza de Ebrard tornó el rostro y sonreía al que viene siendo el poder tras el trono de Herodes, una especie de sacerdote, santón y mesías, mezcla de Maquiavelo, Fouché y Richelieu, por mal nombre Beltrones. «Una danza más de mi hija Salomé, y te sirvo en bandeja de plata una cena real: Peje en su jugo». «Te agradezco, mi querida, le replica Beltrones, pero antes quiero la cabeza del condenado Espino. Con todo y criadillas, tú que puedes pepenárselas».

Por el camino de Wilde: A las puertas del edificio me topé con el hombre aquel que gesticulaba, lamentándose y lamentándosela a los del interior de la finca. Habiéndolo interrogado sobre la causa de su lloro rabioso, el iracundo, entre gimoteos y altisonancias, así se dolía:

– Ah, mi tragedia. Yo, como el propio Manlio Fabio, soy político mexicano, ¿sabes lo que eso quiere decir? Que al parejo del Tartufo Beltrones, mi carrera la he forjado a punta de vicios privados y virtudes públicas. Yo, arrogante como él, he halagado al poderoso y humillado al débil, y a ninguno le he aportado una brizna de satisfacción. Como Beltrones, yo me he enriquecido con los dineros públicos. Yo, como él, he sido en mi proceder abyecto, traicionero y fingidor. También del
establo del Tricolor, yo he dado mi apoyo al de Los Pinos, ese desvalido que paga bien. Con ello traicioné a mis correligionarios, y pienso traicionar a ese con el que los traicioné. Todo por las prebendas, las ganancias, el aroma del poder y la impunidad. Yo, como Richelieu, hago cosas buenas y cosas malas. Las cosas buenas las hago mal, pero las cosas malas las hago muy
bien.
Como Beltrones.

 

Como él, chantajeo a aquellos de quienes me finjo amigo y a los amigos que me creen enemigo, como a los enemigos que me consideran amigo, cuando yo no soy más amigo que de la transa que me reporte beneficios. Este ambiente político, tan corrompido, lo es en buena medida gracias a mí y a Beltrones, hermanos de leche, de sangre, de miércoles.

– Lógico, si los dos son políticos mexicanos. Pero no entiendo por qué él tan tranquilo y usted tan desgarrados lamentos. ¿Por qué así de abatido?

– Casi por nada. Siameses somos los dos, y los dos hampones, e impunes por la gracia de unos jueces alcahuetes. ¡Pero chintrola, a mí el CISEN no me espía! ¡A mi no me ha investigado!

«El resto es silencio». (Hamlet)

La vida es sueño…

O el sueño es vida, según. Y que las dichas de esta vida, por engañosas, hermanas son de las que vivimos durante el sueño, y que nuestras vidas están tramadas con el material de los sueños, y que… Yo los invito, mis valedores, a desintoxicarnos; por un momento a dejar de lado el sonido y la furia del rugido y la avidez de sangre. News Divine, Joel Ortega, Ebrard, la jauría. Que esta vez hablemos de amor. ¿O qué, ustedes nunca se han enamorado, nunca han padecido la ausencia de la única? ¿No han vivido, pues? Para quien sufre o ha padecido achaques de amor, abandono y soledad, y encuentre alivio en el dicharajo embustero de que mal de muchos es consuelo de quién sabe cuáles, hago a un lado furia fingida y lágrimas de glicerina (News Divine) para hablarles de amor y de sueños, de sueños y amor, hermanos de sangre casi siempre derramada desde las frágiles telas del corazón. Alma mía de mi ausente, y ojos que te vieron ir… No lloro, nomás me acuerdo.

Pero ella, la que se ausentó, en el día conmigo no puede, por más que su imagen me asalta a deshoras del día e intenta encuevarse en mi mente, tomarla a sangre y fuego, y hornazas y crispación, y tornarla un caos de recuerdos, añoranzas, vivencias, dolor. Siento sus manos golpeando los muros de mi cerebro, y azotar las ventanas y, al modo del ladrón poquitero, con ganzúa tratar de violar la cerradura de la puerta. Me endurezco entonces, remacho las quijadas y esto es concentrarme en mi lectura, mi redacción, los acordes de la cantata, el motete, la sinfonía. Aguanto a pie firme el temblorcillo de manos, la crispación, la sudoración, y retengo el aliento, endurezco las carnes del corazón Me encomiendo a Dios. Entre dientes. Aguanto tres, cuatro siglos de 60 segundos. ¡Triunfé! La siento, sombra doliente, alejarse en derrota. Y a seguir viviendo (¿esto es vivir?) mi soledad.

A la luz del día nulifico sus ataques, pero cómo neutralizar su estrategia cuando me sorprende, yo indefenso, en mis sueños. Es ahí donde arroja sobre mí todas sus fuerzas y me masacra con su apariencia engañosa porque sólo es un sueño (y los sueños, sueños son), y rindo la plaza a los fuegos fatuos que, embeleco dulcísimo, me hacen creer que ella está conmigo como cuando yo era yo feliz y no lo sabía Entonces rindo la plaza suelto la madeja del amor, el sufrimiento, la ternura, las lágrimas. Si ustedes me vieran en camisón bajar a la cocina y, hervoroso todavía, poner a hervir la de tila para los nervios…

Mi sueño de anoche, en riguroso blanco y negro: callejón en penumbra, corazón del barrio bajo. En el acto circense desangelado el oficiante -túnica, manta turbante- acaba de serruchar a la joven que, entera y espléndida sale de su ataúd y sonríe a invisibles espectadores. El mago la apresura para seguir camino. Yo, desesperado por no perder el rastro de la niña del ataúd que me sacara del de la soledad, le pregunto dónde volver a encontrarla «Donde haya una feria», y va retirándose mientras yo, a lo desesperado, le pido sus señas telefónicas. «No tengo teléfono», tensa ella anhelante. Yo «anote el mío», y tomo un trozo de papel, ¡y el bolígrafo no tiene tinta! Lo restriego en el papel y logro asentar los primeros seis dígitos: 56-52-00… (Niña, regresa encontrémonos en la región de mis sueños, donde vivamos una vida de ilusión y embeleco. Regresa.) «Vámonos ya», le urge el mago. Ella sonriéndome, aguarda el cacho de papel. ¿Cuáles son las dos últimas cifras, Dios? Y es tal mi esfuerzo de concentración, y es tal el ímpetu por que ese cordón umbilical no se rompa que abro los párpados, y ahí, en la penumbra, las fosforescentes pupilas, mirándome «¡Un 2 y un 6 los dígitos que faltaban!» En el claror del alba mi clamor fue escuchado por la cortina, el buró, el libro encima las pupilas del gato, que confundí con las que miré en mi sueño. Dolido, desalentado, le pasé una mano por el pelaje, como acariciar una que cuál su nombre seria. Si en sueños pudiera saberlo, para mí no todo estaría perdido…

El Centro de acopio de El Valedor. Lo alimentan ustedes. Sus donaciones van a dar con los rarámuris, los mazahuas, los tzotziles, etc. En mi sueño las mujeres del servicio social se llevaban libros, víveres, medicinas. Vi la oportunidad; traté de deshacerme de esto estorboso que aún me resta «Llévenselas, son mías, pocas me quedan, de algo pueden servir a algunos». Se negaron. «Nomás estorban. Ya ni se usan». Se alejaron. «Qué les costaba llevárselas. Estropeadas, pero casi enteras; desteñidas, pero aún con rastros del color original, rosa. Me quedé con mis ilusiones, lástima». Boca amarga al despertar, y a seguir cargando unas ilusiones inútiles, éstas que me impiden sanar del duelo por la que se fue para nunca más. (Mi única.)

Así es mi tierra…

Las tradiciones de la provincia, mis valedores. Visité hace poco la tierra de mi querencia, y el tanto de tres días la viví, la gocé, la hice mía y percibí lo suyo que soy. Y cómo no si es mi origen y mi raíz, el cordón de mi ombligo, que allá se me quedó junto con el quimil de sonidos, aromas, sabores, las primeras devociones, las primeras letras y los primerizos amores, que por lo intensos han resultado, hasta hoy, ser los últimos. Mi tierra…

Del susto que me llevé en La Purísima ya estoy repuesto. Ese día, imprudente de mí, visité la jacalera enfiestada y en plena celebración de la Virgen del Patrocinio, su santa patrona; y lo consabido: al alba mañanitas con misa cantada, banda de música, danzantes y toda la pólvora en infiernitos. Y claro, buches de alcohol. De ahí, al lienzo charro, y curioso: no es La Purísima un pueblo con lienzo charro, sino un lienzo charro que pastorea aquella tandadita de jacales atejonados en la nopalera. Y qué jaripeo, con esos de a caballo luciéndose ante las enaguas y blusa bordada, como aquella que…

El jineteo, la almendra viva del polvaredón: picor en los ojos, en el gañote el ahogo, que conjuraban con gorgoteos de licor. Pezuñas de cuaco, de res, de paisano, que sacan redobles en el tambor de una tierra sedienta, una reseca geografía que paradójicamente se inunda de humedad: pomos, litros, medios litros, porros, quintas, damajuanas; cerveza, tequila, ron de todas las etiquetas. Salucita, y suéltenme ese toro pinto, hijo de la vaca mora. Y de repente: ¡porróm!, que en plena nuca me truena la tambora y me gorgorea el cornetín, a 20 centímetros el redoblante. La música de la tierra, la de la mística antífona que la entona usted y se gana 200 días de indulgencias:

Ay, Virgen del Patrocinio – y ayúdame con mis penas – mi vicio son los conquianes – y un poco más las morenas. (Amen.)

No, y la escandalera cuando el charrito panzón de mirada alcohólica sale dando nalgazos sobre el espinazo de esa vaquilla josca. Gritos, chiflidos, risotadas, a pico de botella los górgoros. Pensé: estos que beben, gritan, palmotean, jinetean, ¿cuánta vida interior, sensibilidad, espíritu? ¿Cuántos libros al año? Miré al jinete, miré a los alboroteros, miré a la morena vestida de holanes y dientes de oro, que me miraba y sonreía, y en eso estuvo lo malo.

De repente: «¡Virgen santísima!», que el panzón da el cuartazo en el polvo. La de holanes, corriendo a auxiliarlo: «¡Al jacal, ayúdenme!» Y que no faltaba más, comadre, y que al compadre le tronó rete feo, a ver si no lleva algo rompido por dentro. Tres, levantaron al manojo de tripas y allá van. Pero ella tornaba la vista y mirábame con su modo de mirar; y seria el polvo, la resequedad, pero al mirarme sacaba una lengüilla encendida y la pasaba por esos labios como pulpa de mamey. Yo, facilito que es uno, como al desgaire me fui yendo tras la de holanes, y bordeé la nopalera, y llegué hasta las bardas del corral, y ella con los puros ojos acicateándome. Yo, aquella corazonada…

Al rato la vi salir cae el huicolito de maíz para las gallinas. Dos, tres palabras, y a afinar los detalles. «Pero su marido…» Y que usté despreocúpese, que cuando mi tripón duerme su briaga no hay dios que lo vuelva en si. Y dejando a las ponedoras tras la ponedora me fui hasta el cuarto de los aperos de labranza, una covacha que apestaba a cuero, a creolina, a adulterino amor. Y mis valedores: ya tocaba el calor de su piel, cuando, bien despierto el marido: «¡Hijo de…esa calentura éste te la enfría! ¡Tzíngatelo, Satán!»

¿Satán? Al diablo, con la señal de la cruz lo conjuro, ¿pero al perrazo canelo? Despavorido corrí entre los nopales con los ladridos satánicos detrás, y luego toda la corte infernal: a ladridos y tarascadas, todos los perros de La Purísima. Yo, con botines, ¿cómo correr? ¿Cómo con los suyos corrieron Salinas, Montiel y los muy hijos de toda su reverenda Marta? A saber. Yo a acezar y a la corretiza, mientras el payo de cada jacal me echaba los perros. Vi un horcón y a pujidos lo trepé, y era un órgano. Todo espinado salté, y acezando corrí, y la jauría detrás, a ladridos y tarascadas De jacal a jacal:

-Y ese que se andaba prendiendo a la Cuca y encornamentando al Matías como Dios manda, ¿quién es, tú?»

– Álgame, ¿pos quién va a ser, qué no le miras la jauría detrás?

– Pos no, no le jayo quién pueda ser el verraco…

– Con tantos perros ladrándole, babeándole, tirándole tarascadas, ¿no eres capaz de reconocer a Ebrard?

– Álgame, pos muy cierto. Pero pa mí que al Marcelo se la pelan, la mazorca de colmillos y premolares, pero de ahí no pasan.

(Mira, pues.)

La rebelión de las masas

Puesto de pie y dibujando el saludo militar nombro aquí a los aguerridos que a su hora supieron conmover y mover a las masas. Admirable su poder de convencimiento, porque la hazaña la realizaron a lo artesanal, a la pura fuerza de su palabra y con los recursos que a la mano tenían. Enrique Meza, sacerdote católico, las campanas; Alfonso Aguerrebere, micrófono y altoparlante; su arenga encendida una matrona de la que sólo conozco el alias. Increíble eso que logró el clérigo con su palabra y las campanas a vuelo.

Ello ocurrió allá por septiembre de 1968 en un pueblecillo hidalguense: San Miguel Canoa, hasta donde llegaron, procedentes de la Universidad Autónoma de Puebla, diversos excursionistas que intentaban escalar el monte Malitzín, en cuyas faldas se asienta la población. Obligados por el mal tiempo, los jóvenes regresaron al caserío. Por lo avanzado de la hora no les fue posible hallar transporte de regreso a la ciudad e intentaron pernoctar en la población. Un campesino, Lucas García, les ofreció su casa. Y ahí es donde entra en acción el sacerdote católico…

Instigados por el cura, los de su círculo doctrinal azuzaron a los lugareños contra el grupo de excursionistas jurándoles que se trataba de comunistas. Por orden del sacerdote, el equipo de sonido del zócalo alertó a los pobladores sobre unos comunistas que se proponían profanar la plaza con una bandera rojinegra. Dos mil lugareños armados con rifles, cuchillos, pistolas, machetes, etc., fueron a casa de Lucas y le exigían la entrega de los excursionistas. Como él se negara, fue el primero que cayó muerto a machetazos, y tras él tres de los jóvenes excursionistas. Cuatro escaparon fingiéndose muertos luego de que alguno recibió un machetazo en la cabeza.

Fue un equipo de sonido similar, y en el mismo septiembre, lo que utilizó Alfonso Aguerrebere en la Plaza México, donde miles de delirantes realizaron una manifestación anticomunista «para desagraviar nuestros símbolos nacionales»

«¡Vivan los granaderos! ¡Viva la Virgen de Guadalupe, mueran las apatridas, Muera el Che, muera Castro Ruz!», gritaba, micrófono en mano, aquel Aguerrebere, y el vocerío: ¡A lincharlos! ¡A quemarlos vivos! ¡Gasolina, dónde hay gasolina!, gritaban militantes del MURO y las multitudes convocadas por la Coalición en Defensa de los Valores Nacionales.

Y sí, en la arena de la Plaza México fue quemado un monigote de gorra cuartelera, camisa y pantalón verde, luengas barbas y en las manos «un libro nefandos, el diario del Che». El monigote ardió al son de los gritos de los jóvenes anticomunistas a los que arengaba Aguerrebere: «¡ Dios, patria, familia, libertad, muerte al comunismo,!» Edificante…

Cura católico Enrique Meza, anticomunista profesional Aguerrebere, matrona de nombre «La Güera» o «La Gorda», que de las dos formas ha pasado a la historia. Fue en el poblado de San Juan Ixtlayopan, municipio de Tláhuac, en noviembre del 2004. «¡Gasolina, traigan la gasolina!», y una vez la gasolina a la mana «¡Cerillos, un encendedor, pronto!» El resultado lo conocen ustedes: dos policías quemados vivos, agonizantes, una vez que la turba, enloquecida los medio mató a golpes. Las llamas hicieron el resto. El tercer uniformado, inconsciente, al que tomaron por ya difunto, logró sobrevivir. ¡Y para enardecer a la turba, «la Güera«, o «la Gorda«, no tenía más recurso que su propia garganta y el poder de convencimiento…!

¿Mérito de los instigadores o facilidad de las masas para tornarse infrahumanas y degradarse hasta la cloaca de lo demencial? Eso alucinante que ocurre con una estampida de masas enfebrecidas por la acción de un pícaro lo analiza Freud. Aquí, de tanto en tanto las masas son convocadas al linchamiento, y ellas acuden puntuales, o no fueran masas. Pero, mis valedores, ¿qué significa el margen de acción de un clérigo, un fascista y una güera gorda frente al poder del articulista, la radio y, sobre todo, la televisión? ¡A linchar, a masacrar, a destruir famas públicas! ¡Ebrard, Joel Ortega, López Obrador; el que se atraviese de aquí al 2009 y al 2012! Total que en cuanto individuo, el humano razona, pero al integrarse en la masa es la irracionalidad pura y destructiva ¡Gasolina, cerillos, quémenlos! Burlesca, despectiva, la tele sonreía…

Aquí Thoreau, que cito de memoria: «La tiranía de la muchedumbre es mucho peor que la tiranía del individuo, y la libertad moderna es tan sólo el cambio de la esclavitud del feudalismo por la esclavitud de la opinión pública…» (Dios.)

Lésbico amor

Marieta, hija del presidente Raúl Castro, ofrece trabajar en favor del respeto a la diversidad sexual en Cuba.

Y hablando del tema, mis valedores, la semana anterior transcribí para ustedes un par de retazos de la relación histórica que formula cierto defensor de los derechos del homosexual. De las compañeras lesbianas, en tanto, la Asamblea Legislativa del DF aprobó hace años una Ley de Sociedades de Convivencia, que, de cumplirse, me parece excelente. Sí se pudo, digo a ustedes mi frase, que la mediocridad tornó chabacana; sí se pudo, y para celebrarlo, hoy también, convoco el espíritu de Safo, poeta griega nacida hace unos 26 siglos en Lesbos, ella que tantos himnos y elegías le escribiera al lésbico amor, como ese poema dedicado «A una que nació en Lesbos»:

Corriendo por mis venas – llama vivísima – no bien te miro, siento. – Y en mi inmensa delicia – a los dulces transportes -que siente el alma mía – la lengua a hablar no acierta – la voz juzgo perdida.

Yo, en tanto, brindo por la mujer, en este caso por la sota moza cuya preferencia sexual es distinta a la de las heterosexuales y es, por lo mismo, señalada y marginada por una sociedad de tartufos providas, de prejuicios y doble moral a la manera de Rivera, cardenal de la iglesia católica y solapador de curas paidófilos. Yo, amador amante de mi amantísima, aquí me permito nombrar, saludar y entregar toda la solidaridad de que soy capaz a las mujeres que, por cuestión de sus preferencias sexuales, integran (con el indígena, la trabajadora doméstica y el inválido, qué vergüenza para las autoridades que en este país se la viven loando el respeto irrestricto a los derechos humanos y las garantías individuales); que integran, repito, un grupo aparte: el de las compañeras del lésbico amor. Mis valedoras lesbianas:

Estoy mirando la foto del matutino fechado hace años. ¿La vería algún macho muy macho? ¿Le provocaría el desagrado que a las pías sociedades de padres de familia? El pie de foto: «Homosexuales ven de cerca la oportunidad de unirse en pareja y contar con los mismos derechos (salvo adoptar) que las uniones tradiciones. Para ello se manifiestan frente a la ALDF para presionar y que la Ley de Sociedades en Convivencia sea aprobada». (Lo fue. Ella y él, que fueron él y ella, acaban de legalizar su unión, (Perfecto.)

En la vieja foto, dos sota-mozas garridas las manos de esta en la cintura de esta otra, se repegan labio a labio y pecho a pechos, qué bien. Pues sí, pero en nuestro México el derecho ajeno de los grupos marginados se mienta, sí, pero no se respeta, y es por tan intolerable situación que algunas de las víctimas de la discriminación, concretamente las «disidentes sexuales» eligieron algunas fechas para tomar la calle y hacerse oír con demandas diversas, entre las que incluyeron la creación de instancias legales contra delitos derivados de la discriminación sexual, y que para ello se difundiese el Art. 206 del Código Penal del DF., que así lo sanciona: «De uno a tres años de prisión, así como de cincuenta a doscientos días de salario mínimo, como multa, al que provoque o incite al odio o a la violencia, excluya a algún usuario, o niegue o restrinja los servicios a personas que se distingan por su orientación sexual».

Amor, de tus transportes – librar quiero a mi alma – En otro tiempo Athis – por ti sufrió mil ansias…

Y así siguieron las exigencias de las sota-mozas del amor amoroso de las parejas pares, que dice el poeta: respeto a la diversidad sexual, no intolerancia, no dogmatismo ni cerrazón, o el país va a desbarrancarse en esa lóbrega zona que preludian las palabras de la psicóloga de la Preparatoria 6 frente a dos jovencitas alumnas que se demostraban amor.

– ¡Esas son una verdadera enfermedad…!

Cuidado, mis valedores, mucho cuidado. No vayamos a caer en situación como la de Nigeria, de donde podemos tomar das ejemplos: el de Safiya, en primer lugar; divorciada, al parir a su hijo estuvo a punto de sufrir una condena semejante a la de Amina, el segundo ejemplo, a quien el Tribunal Supremo de aquel país condenó a una sentencia que le fue pospuesta unas meses como «permiso de lactancia». Después, a Amira la enterrarían hasta el cuello para luego irla matando a pedradas, con piedras «que no sean tan chicas que no le hagan daño, ni tan grandes que le provoquen la muerte demasiado pronto…»

Feliz quien a tu lado – por ti sólo suspira – y el hondo placer goza – de oír tu voz divina.

(Mujer…)

El pesito mexicano

El peso, mis valedores, ¿lo recuerda alguno? ¿Lo habrá podido olvidar? Frente a la prepotencia del dólar, moneda nacional de nuestro estado libre asociado al que protege la Iniciativa Mérida, el peso aún se utiliza en el pago de salarios y la visita al tianguis, pero hubo un tiempo en que fue la moneda oficial, y esto las masas lo ignoran o lo han olvidado. Es México. Hoy miro al pesito en desgracia, rodando anémico entre manos menesterosas, y entonces, por levantarle el ánimo, le envió el presente mensaje:

Vaya, con la presente, mi testimonio de aliento y solidaridad para usted, tan ruda y reiteradamente devaluado, hoy que una ciudadanía erosionada de frustración, desaliento y descrédito de sus instituciones, ha acabado por verlo con una revoltura de menosprecio y desdén, minimizándolo y denigrándolo (más de lo que el Poder lo ha empequeñecido) sin percatarse de que con tal acción se autodenigra. Porque usted, valga poco o nada valga, nos representa a todos, y con su ánima de coproniquel (que sucesivos gobiernos van a ir trocándole en cuproníquel, yo conozca a los tales) es tuétano de lo nacional, sello e identidad que nos distingue como pueblo sobre la tierra. Lo observo rodando sin rumbo, como sombra de usted mismo. Miro que manos que apenas ayer lo atesoraban hoy se desembarazan de usted como de alguno contagiado de enfermedad pegadiza. Mirándolo por la calle del menosprecio medito en los tiempos, qué tiempos, en que pisaba fuerte, con su empaque de señorón, de mandón, bien haya. No lloro, nomás me acuerdo…

Lo que entonces pesaba su buena merced, lo que se le guardaba en la bolsa con verdadero amor. Por aquel entonces, ¿se acuerda? se decía con una filosofía no por cínica y convenenciera menos realista: «En este mundo no hay más amigo que un peso en la bolsa…»

Ahora ya no; hoy se le mira como ver un cachivache en desuso, o casi. Se le advierte sin enjundia, sin consistencia, sin peso -¡usted, el peso!-, sin eso que hay que tener. Más antes, tema de conversación entre los pesudos que lo poseían; entre los fregados, que lo añoraban, entre un paisanaje que decía «un peso», como decir Cuauhtémoc Pancho Villa o la Virgen Morena. Pero ahora, con la prepotencia del dólar ahí nomás, tras lomita…

Yo digo: que vuelva su real valía, que tornen águila y sol como signo de la vida o de la muerte. Que se retire la salación y vuelvan los pesos fuertes. ¿O qué, nosotros nunca más habremos de merecer el cargar en la bolsa un peso entero, todavía sin capar?

Hablando de pesos fuertes; lo veo entelerido, trasijadón, con el rabo entre las zancas, y pienso en su prosapia y blasones y en antepasados ilustres como aquel peso cero siete veinte (y aquí me pongo de pie) de forma gallarda, sonido argentífero, potencia cabal y ley de la buena; un peso entero todavía, que dictaba condiciones aquí y en corral ajeno. ¿Me permite? Este lagrimón…

Lo miro en mi niñez, como entre sueños. Veo el gesto aquel, de las dinerosos, cerrar el trato de las hectáreas de tierra o la caballada, y decir trato hecho, y darse la mana y desabrocharse de la cintura la víbora de cuero crudo, vaciarla sobre la mesa y dejar salir por el hocico de aquella cueruda alcancía la lluvia argentina de los pesos fuertes. Ah, aquel sonido, me acuerdo, que hagan de cuenta esquilas de jubileo y resurrección. El de usted, en cambio, hoy cascado cascajo y gargajo, y no más…

Pero ánimo, no es cosa de darle la espalda en esta que es la hora del infortunio, ni hacer leña del peso caído, que ni para leña nos sirve. Yo, y conmigo mi única y dos que tres de corazón bondadoso, le tenemos fe, esperanza y caridad, como manda el de Ripalda. Nosotros le decimos; ánimo, no fruncirse, no pandearse, no acabarse de arrugar. Usted volverá a ser lo que fue cuando la gente de México vuelva a ser la de los pesos fuertes. Animo; será otra vez plata finísima, faltaría más, si es que de veras estamos en el primer productor de plata entre los de la cristiandad y sus aledaños. Ánimo.

Mientras, y en tanto ruede por ahí, bocabajeado, sépase que conmigo cuenta con un amigo que no se afrenta de usted; que cuando lo pandeen soledad y abandono -el patrimonio de los vencidos- yo aquí lo aguardo con la bolsa abierta, y que mucho me cuidaré de desconocerlo como cualquier descastado de esos. ¡Cómo, si vivo en México, no en Puerto Rico! ¡Cómo si usted aún porta la viva estampa del águila devorando la serpiente! Pero sigan ésos con su aspiración de gringos segundones que veneran el dólar, y va a ser la serpiente la que termine por devorar al águila, y entonces… (México)

Señor presidente de Acción Nacional

Estoy mirando su foto. La observo hasta bizquear, y ello no porque la vista de su vera efigie me produzca un asomo de placer estético. Cómo, con un rostro de semejante catadura (caradura), la de un mediocre irredento: ojillos de apipizca detrás del aparador de unas antiparras que resultan rabonas para esas carnazas de luna llena, con tales mofletes como nalgas de moza de trópico, que se escurren hacía la manteca de esa papada muy bien graneada, puro comelitón de manteles largos, y páguelo el paisanaje de salario mínimo…

Señor don Germán: mis niñas, las de mis ojos, recorren su corpachón, que a leguas se adviene fofo de carnes y a lo prematuro deformado, deteriorado; y al llegar a este punto usted me la va a interpelar con aquello de que para qué canacos la observación de su físico en la foto del matutino, y no, mi señor, ni masoquismo ni morbosidad. Lo hago para inspirarme, entonar el ánimo y modular mi pedimento. Señor don Martínez:

Por la presente le solicito me designe secretario de Gobernación. ¿Que ni lo sueñe, que la casona de Bucareli me queda grande? ¿Y no le quedaba grande a Ramírez Acuña, y fue mantenido en Gobernación (mantenido en todos los sentidos) durante años? De un hecho estoy bien seguro: para el día en que me chispe por colocar a uno más inepto que yo mismo, uno que en el sillón de Bucareli pose un currículo pestilente a heces de sinvergüenzadas perpetradas con todo y familia en complicidad con señalados corruptos de PEMEX; para ese día, repito, yo ya me habré inflado lo suficiente (síndrome del sapo) como para pregonar mis aspiraciones a la silla presidencial. ¿No lo anda gritando Ramírez Acuña, el que dejó caliente el sillón para el currículo de Mouriño? ¿Entonces? Ya le escucho el rezongo:

– ¿Y qué diablos le hace pensar que yo voy a estar en situación de repartir secretarías de estado como cartas de baraja en un juego de conquián, y que voy a soltar Gobernación (Gobernación, nada menos) a un vil pseudo-neo-comunistoide como es usted? Desvaría. Y yo le contesto: ¿acaso no se da cuenta? ¡Por la presente me lo estoy destapando, señor, y no por achaques de estreñimiento alarmante, sino porque me adelanto a Washington en el destape de su ovachona persona para el 2012! Ya después habrán de destaparlo Obama, el alto clero y el gran capital, los medios de condicionamiento de masas y esas masas de mexicanos convenientemente manipulados para que se lo vayan a dar, su voto para que el modelo neoliberal me las siga empobreciendo sañudamente. Son mexicanos. Es México…

¿Que si no tomo en cuenta los ries­gos de que sea el Peje o sea Ebrard quienes se destapen para Los Pinos, o tal vez a algún Peña, Nieto o hijo putativo de Arturo Montiel? Sí, don Germán. En la balanza de las posibilidades he pesado a los susodichos, pero me mantengo en lo dicho: yo lo destapo a usted porque lo considero lógico como sucesor del actual; y si no, echemos cuentas…

Por foto, currículo y trayectoria política, usted es también un mediocre aplastante. Coyote también de la misma loma, también nos ha resultado aguja de brújula; también es mata de girasol que siempre mira hacia el Norte; que es vocación indeclinable la suya vivir inclinado ante los dictados de Washington, vil paradoja. Culimpinado ante el Neoiberalismo, el Consenso de Washington, las privatizaciones disfrazadas de reformas, las reformas disfrazadas de privatización: total, que con usted en Los Pinos lo que reste por privatizarse irá a parar a las manos del gringo. Usted, inmoral, que de Mouriño afirma: «caso superado», usted, deshonesto, que ante los eperristas desaparecidos es capaz de jurar, si difuntos, que su muerte se originó en una gastritis mal atendida. Corrompido, usted también…

Miro su foto, Sosias del que «haiga sido como haiga sido»; leo sus declaraciones políticas, contengo el aliento frente a su maloliente currículo, y lo dicho: usted también será el presidente del empleo Usted también será el presidente de las manos limpias. Usted también, para «vivir mejor», se forjará un programa populista, copia de modelos anteriores, porque como todo mediocre, está imposibilitado para crear. Don Martínez: tiene usted todo el sello del que va a llegar, con que los medios de condicionamiento de masas repitan, hasta la náusea, que su contrincante en la carrera presidencial es «un peligro para México». Pero conste, señor don Mediocre:

Yo me lo destapé, que no se le olvide. Un pobre de espíritu como usted no tiene por qué añadir la ingratitud a su mediocridad irredenta. (Vale.)

¡A caparlos!

¡Y de repente, en San Lázaro, la escandalera! ¡La máxima tribuna de la Patria, secuestrada por una cáfila de revoltosos! ¿Pero acaso tales alboroteros son nuestros representantes, en quienes recae la altísima responsabilidad de crear leyes y aprobar o, en su caso, rechazar las que les presenta el Ejecutivo? ¿Para eso les dimos el voto? ¿Para que convirtieran el Congreso en gallera, palenque, toreo de pulque, desgarriate vil? ¡Abominación! ¡A lincharlos…!

Y yo les pregunto, mis valedores: frente a la reacción de algunos legisladores ante el amago de privatización disfrazada del energético, ¿añoran los tiempos en que en el Congreso nos representaron los dóciles levanta-dedos priistas? ¿Recuerdan el papel que como legisladores jugaron deportistas y actrices, actores y locutores de la alzada política de López Tarso, Julio Alemán, David Reynoso y el «Tibio» Muñoz? Aquí, botoncillos de muestra.

Fue en 1985. Ante la ausencia de más de 100 legisladores que holgazaneaban en la cafetería de la Cámara o se reportaron enfermos, el ex-locutor y líder de la bancada priista Luis M. Farías:

– Sí, entre los diputados hay uno que otro flojo, aunque en realidad no hace falta que los 400 asistan a las sesiones. La presencia de unos cuantos, que son los serios y cumplidos, es suficiente. ¿El faltista mayor? David Reynoso…

Años más tarde, el legislador López Tarso se defendía de sus críticos:

– «Viles tonterías esas críticas. Durante mi gestión logré que los actores no llevaran el libro mensual, que no se declarara cada mes, sino al año. Usted, como reportero, ¿cree que un diputado llega a la Cámara con un plan ya concebido? No, uno llega dispuesto a colaborar en el grupo que está lidereado por alguien. ¿O cree que nos mandamos solos?

– Pero en todas las campañas se hacen promesas, programas.

– No, oiga, no. Yo durante mi campaña nada prometí. Lo único que dije fue: «Si es que puedo haré algo por mejorar la vida de todos ustedes». Quede muy claro que mejorar las cosas no es función del diputado. El tiene que estar ahí en la Cámara para enterarse de qué ley se discute, luego levantar el dedo cuando lo tiene que levantar. Es todo.

Molesto, el actor calificó de «estupideces» las críticas de que él sólo levantó el dedo para votar, por ejemplo, a favor de una miscelánea fiscal que dañaba a su propio sector: «Sería absurdo que el diputado de los actores (sic) dijera: yo lo apruebo. ¿En contra de la opinión mayoritaria? Qué le pasa…»

– Durante el tiempo que fue diputado, ¿cuántas veces subió a la tribuna?

– Sólo en dos ocasiones. El PRI sabe a quién manda al foro…

Agosto de 1991. El actor Julio Alemán se comprometía, formal:

En cuanto yo sea diputado lograré que en radio y televisión se incrementen y difundan programas que fortalezcan nuestra identidad nacional para frenar la penetración cultural. ¡Es un compromiso! (¿Y…?)

¿Impreparados e inútiles para ocupar una curul? Como los deportistas. Clamaba un Bernardo Segura, marchista: «¡Mi medallita de bronce por una diputación! ¡Quiero ser diputado por lo que represento para el pueblo! ¡Porque las resoluciones que tomaré al ser electo serán reales…!

Julio de 1991. En plena campaña política fue entrevistado Felipe «Tibio» Muñoz, nadador: «¿Sus sueños inmediatos?»

– Sí, bueno, mira: el sueño de todo deportista es la política. Lo que «nosotros» hemos hecho es comprometernos a hacer un trabajo honesto.

– ¿El comprometerse ha sido su estrategia de campaña?

– No, no, no. ¡Esa no es estrategia, esa es la pura verdad…! (Sic.)

– ¿Qué tan politizado se encuentra, señor Muñoz?

– Bueno, mira, eso no sabría yo decirte La política es tan amplia y tan vasta, ¿verdad?, que dudo que muchos de nosotros, los que aspiramos a diputados, estemos politizados. Tampoco.

– ¿Entonces su preparación para ocupar la curul…?

– Déjame decirte que a mí me gusta mucho más la práctica que la teoría, porque la política es una ciencia a la cual habría que dedicarle una tesis. Toda una tesis. (¡!)

– ¿Tiene muchos deseos de ser diputado?

– Muchos, porque te vuelvo a repetir (resic): el sueño de todo buen deportista es ser diputado, o no es deportista.

Contra un perredista caliente, mis valedores, ¿un Tibio Muñoz? (¡Agh!)

¡Viva Cristo Rey…!

Conque el clero, hoy como siempre, defensor de las causas más reaccionarias y perjudiciales para las masas sociales. Conque ahora también contubernio con el narcotráfico. Conque 90 millones del erario público para erigirles su basílica a los cristeros. Conque en el México laico, ese estado de derecho, vuelve a estallar el pregón sinarquista:

¡Viva también la Reacción! ¡La Reacción es la única parte del sector mexicano que tiene derecho a la vida! ¡Más nos vale un solo Juan Diego que todos los Juárez de la Historia…!

Uno podría suponer que en el México actual la revuelta cristera cuyo fanatismo enfrentó la Constitución de 1917 y produjo un almácigo de 70 mil cadáveres quedó muerta y sepultada, pero no, que se resiste a morir y alienta en sus siniestros rescoldos. ¡Viva Cristo Rey!», es el grito con que miles y miles apoyan al cardenal Sandoval Iñiguez. Entre porras, aplausos y lágrimas en apoyo, miles de tapatíos católicos acompañaron al prelado en su recorrido rumbo a la catedral: «¡Por Dios hasta el martirio! ¡Por la patria hasta el heroísmo! ¡Y por nuestro señor cardenal hasta el sacrificio! ¡Porque ningún jalisciense tiene la fuerza del cardenal Sandoval Iñiguez!» Escalofriante.

Escalofriante, sí, como cristero pregón que, a la par con los tapatíos, lanzaron los ultraderechistas de la ciudad capital: «Al grito de ¡Viva Cristo Rey! invitarán a la mega marcha a jóvenes de escuelas, universidades católicas y de las 8 vicarías de la Arquidiócesis de México para apoyar a un Príncipe de la Iglesia». Y mientras que en Jalisco 1,200 clérigos «dan el espaldarazo» a Sandoval, acá en esta ciudad lo afirma Norberto Rivera, Príncipe de la Iglesia: «¡Al cardenal Juan Sandoval ninguna colusión con el narcotráfico le encontrará la PGR, porque los obispos y yo lo apoyamos totalmente…!»

(Y este escalofrió.) Mis valedores: tengo en mi mesa libros diversos sobre el Estado, La Iglesia católica y el movimiento cristera de 1926-29, y concretamente en relación al impulso que a los movimientos medievales de la cristera y el sinarquismo dio Juan Pablo II cuando en mayo del 2000 beatificó a 24 de ellos. «Con esto, el Papa dice al mundo que el movimiento cristero fue legitimo y sigue vigente». Y ahora, para edificarle su basílica a esos cristeros, el gobernador de Jalisco, del erario público, obsequia 90 millones al alto clero, protector de narcos. Laus Deo. Por cuanto a los sinarquistas…

Apenas el Papa proclamaba la beatificación de los 24 belicosos, ocurrió que en plena plaza de armas de la ciudad de Querétaro, en las cercanías del Teatro de la República (donde en 1917 se promulgó la actual Constitución, qué simbolismo), los recién resucitados a punta de beatos se dieron a festejar la acción del obispo de Roma, y lo festejaron muy a su modo: con el ondear de viejas banderas todavía pringadas de sangre añeja, polvo de aquellos cristeros lodos, y el grito fanático de cristeros y sinarquistas:

¡Viva Cristo Rey! ¡A implantar un orden social-cristiano! ¡Vamos a imponer la contra-revolución! ¡Viva la Virgen de Guadalupe…!

Como en las épocas negras, rojas de sangre recién derramada Mis valedores: muerto y sepultado suponía yo al sinarquismo, que a leguas olía a cadáver, pero cadáveres vemos. De repente, en Querétaro, y al son de los cristeros mañosamente beatificados, ese Lázaro se levanta y echa a andar, y clama guiñando un ojo al de Roma para que más levantiscos les trepen al altar:

«¡El sinarquismo es el instrumento de lucha de las nuevas generaciones! ¡El Sinarquismo destruirá la Revolución y restaurará el orden cristiano! ¡Porque hay dos ideas contrapunteadas: ser patriota y ser revolucionario…!»

Lo dicho, mis valedores: El Vatica­no y su mazorca de beatos resucitan a ese sinarquista que a su hora clamó: «¡Hitler, un genio militar y azote de Dios! Cuando cumpla su misión de destruir Rusia, Dios lo romperá en dos trozos. Pero Franco es otra cosa. La salvación de México está en reafirmar su espíritu católico, su tradición católica y como ésta la recibimos de España, nuestras ligas con España son las ligas con Franco, que restauró la hispanidad».

¡Y esos dan trazas de resucitar! Por cuanto al prejuicio, mis valedores: antes prefiere enterrar a sus hijos que a sus ideas. Y las palabras de una María Cruz Arciga, al entregar su hijo a la lucha por Cristo Rey:

«Prefiero llorarlo muerto antes que verlo convertido en un convenenciero y traidor. Yo me siento loca de cariño hacia ustedes. No tengo más que mis hijos, y con gusto los lego a la patria.» (Dios…)

Cuídate, Cuba, que es Ratzinger

Alerta Benedicto XVI a los católicos cubanos: «Sigan regando la viña del Señor, y en una isla de gobierno comunista no desfallezcan…»Leí la noticia del pasado viernes, y aquel estremecimiento que se acentuó ante el segundo comunicado: que el Secretario de Estado de El Vaticano, un Tarcisio Bertone, «pide a los cubanos recordar a Juan Pablo II», y lo inaudito: «La Iglesia pide a Cuba espacio sin límites para actuar en la Isla, sobre todo en el área de la educación». Macabro. ¿La respuesta del gobierno emanado de la revolución? Abrir uno de los canales de TV para que !a misa que ofició Bertone llegase a todos los cubanos. Dios…

El Vaticano quiere un espacio sin límites para la educación en Cuba, vale decir para el pensamiento mágico y el milagro, para el prejuicio y el dogma, para la cultura medieval. El educador de Cuba seria Joseph Ratzinger, el Gran Inquisidor, que ahora abre los ojos al pasado y da la espalda a los fieles, porque de súbito comenzó a oficiar la misa a la usanza del viejo ritual, en latín y de espaldas a los asistentes. «Así, el gesto del Papa ha representado un fuerte y significativo apoyo a la vieja liturgia». Ahí hizo su aparición el fantasma del ala autoritaria del catolicismo, la Contrarreforma, que vuelve a marcar distancias entre el oficiante y unos asistentes a los que relega a la condición de meros espectadores del rito católico esencial. Por otra parte, y como para leer entre líneas, el detalle sugerente en tan significativa jornada: después de la bendición, Ratzinger se dio cuenta de que había perdido el anillo del Pescador, símbolo pontificio. La prenda estaba tirada en la alfombra…

Pero la vuelta del Papa a la Contrarreforma no es de hoy. Sus tendencias reaccionarias se manifestaban desde que encabezaba la Congregación para la doctrina de la Fe, tiempos en que los observadores externaron aquel temor:

«Sí, es seguro, existe el riesgo de que se cierren puertas y ventanas. El peligro de levantar de nuevo el puente levadizo de la Iglesia como fortaleza no es ilusorio, como tampoco es ilusoria una santa alianza entre Roma y el piadoso dólar libre contra el comunismo ateo. La advertencia es clara y fuerte, es un grito de alarma que reflejó los temores que rodearon el Sínodo extraordinario reunido en Roma en el 2005, donde los sectores progresistas tuvieron sobradas razones para temer una regresión de la Iglesia católica. A contrapelo de las esperanzas de renovación y cambio que albergaban muchos fieles católicos, afirma el analista Martínez García, el cónclave cardenalicio decidió algo peor que mantener a la Iglesia anclada en el conservadurismo: llevarla a una regresión de décadas o de siglos, y entregó el dono papal a! cardenal alemán Joseph Ratzinger, brazo represor del Vaticano», (Esa Iglesia, ese cardenal, ese pontífice, reclaman al gobierno de Cuba «espacio sin límites» para educar a los herederos de Sierra Maestra…)

Y así la protesta de muchos más obispos, entre ellos los de EU., a los que Ratzinger no contestó, prefiriendo evadir el debate. «Discutir sobre nosotros mismos y problemas de poder, sería un triste espectáculo». Su acrobacia verbal, admirable, pero a nadie convenció. Nadie en Roma ha olvidado que el detonante que agravó la polémica sobre el papel de Roma frente a las conferencias episcopales progresistas fue el libro de Ratzinger.

«De todos modos, que le guste o no al cardenal, 1985 no es 1965. Nadie puede negar el hecho: sordera cada vez mas grande del Norte ante la creciente miseria del Sur, torturas y violaciones de los derechos humanos a la orden del día, multiplicación y sofisticación de las armas (químicas, nucleares, espaciales), evolución fulgurante de las ciencias biomédicas, cuestionamiento generalizado de los valores morales y sociales tradicionales, creciente indiferencia religiosa del antiguo occidente cristiano, fortalecimiento de las iglesias jóvenes aferradas a sus propios valores…

Los desafíos que este siglo lanza a la Iglesia son múltiples, ineluctables y radicales. Distintas también son las propuestas de los obispos y arduos los debates. De ellos dependen, en buena parte, los principales resultados de este Sínodo extraordinario» (el del 2005). «¿Ganarán los partidarios de una Iglesia cada vez más intensa e involucrada en los problemas políticos, económicos y sociales del mundo, o los que quieren una dimensión estrictamente espiritual para esta misma Iglesia?» Mis valedores: ¿perdió, ganó Ratzinger, presunto educador de cubanos? (Dios,…)