Volver a los diecisiete, se duele el cantar, y así me quejé yo mismo ante ustedes hace años y así sigo quejándome. El sueño de la eterna juventud, sueño eterno y eternamente imposible. Pregunten, si no, a Fausto, a Ponce de León y a quienes imaginaron Shangri-La, Shanadú y demás utopías. Pero qué hacer, si juventud y existencia son aguas que se nos escurren hasta dar con nosotros en la vejez y la Parca. A querer o no, tan sólo con dar tiempo al tiempo…
Ustedes que rebasaron la media centuria y van rodeando el Cabo de Buena Esperanza ¿recuerdan cómo eran todavía hace veinte años? Yo de mí sé decir que era uno distinto. El mismo, sí, pero muy distinto; este y el otro, distinto e igual. Tenía para empezar, un proyecto de vida un huicol de esperanzas, planes diversos para mi periodismo, mi literatura mi vida familiar. Enhiesto mantenía el ánimo y entero el físico, las energías espumeantes y este organismo macizo (me lo estoy palpando), erguido de aquí, de allá y de acullá, sobre todo. Ayer, fuego en los ojos y el temperamento de honraza; hoy, el fuego en las fiebres, y en los ojos colirio. Entonces fría la cabeza para las grandes decisiones, hoy fríos los pies y algún fogoncillo que con trabajos vuelve a encenderse. Ayer en el botiquín talcos, lociones, glostoras, hulitos preservativos. Hoy, el abanico de medicinas que van de la «A» de analgésicos a la «S» de supositorios, la «V» de valeriana la «Y» de yodo y la «Z» de zinc para huesos, nervios, arterias y similares. Un elemento que nunca alojaba en mis posibilidades: la vejez. Qué tiempos. No lloro, nomás me acuerdo, y no olvido que el espulgar en los recuerdos es ejercicio de la vejez…
Vejez que yo tomo con resignación, estoicismo y el consuelo de que no es pequeña ventaja llegar a esta primera (que la Moira me conceda gozar de varias, como disfruté de diversas juventudes). Ando ahora de estreno: 25 años menos. ¿Que ustedes también quieren sentir que 25 años no es nada? Ah, pues entonces yo los convoco: tomen los diarios de por estos días, y ante fotos y textos que ahí se publican van a sentir el prodigio del tiempo que se detuvo, y que ustedes regresan al México de 1988 y siguientes. Ante textos y fotos van a experimentar la sensación de que el tiempo se congeló en los años del sexenio mother-nizador, con la vera efigie del inmundo hermano del inmundo Raúl en primera plana, y el orejón mirándonos como hace 25 años, embelecándonos ya no con su fementido Pronasol sino con el libraco de autoelogios y descarga de culpas titulado La década perdida, ¡donde condena el modelo neoliberal que él nos embombilló desde antes de su sexenio! Porque el compatriota «regresa» a un aquelarre politiquero del que nunca se ausentó. ¿O miento, Beltrones..?
Yo, ante las fotos recientes de la mother-nización, con el tiempo detenido en el sexenio del usurpador, fui 25 años más joven (menos viejo), y como joven volví a hervir de indignación ante el retorno del impostor, del espurio que nos depredó con la complicidad de toda la mafia de Gortaris. Viví una vez más, y una vez más me crisparon, episodios tan vergonzosos como la quema de los casi 25 mil paquetes electorales, hornaza que iluminó la buena estrella de Diegos y Calderones neopanistas y neocatólicos Norbertos que entraron a saco en la vida política del país, y ahora quién frena quién jala las riendas a esos amigochos del gringo y enemigos de las masas…
Leí ráfagas de La década perdida y comprobé que al pretexto de su promoción el compatriota aparece, una vez más, en las primeras planas. Vi al orejón fresco y campante. Yo, el ánimo, sangre y redaños renovados 25 años al encontrón con fotos y textos en los periódicos, recobré mi capacidad de indignación y percibí renovadas las fuerzas para tareas de organización ciudadana que conjuren acciones del dañero Salinas que a lo impune afianza el control de la grilla politiquera Qué joven fui una vez…
Pues sí, pero juventud virtual, hoy vuelto a mi condición senil. La indignación fue declinando, aguadándose, y caí en el sentimiento del viejo: la vergüenza propia y ajena por lo que las masas, perdida sin remedio esa memoria histórica que les evitaría revivir la tragedia, se dejan vejar, befar y azotar, sin que regresen el golpe, educadas en la pasividad, la domesticidad y la dependencia y se concreten a poner la otra mejilla Sólo así puedo entender que hoy, como hace 25 años, en la desidia y la indiferencia toleremos que los bellacos Salinas y Cía, confiados en nuestra infinita capacidad de olvido, apatía y pasividad, nos pierdan la última brizna de temor y respeto. Es México.
Y a todo esto: ¿cuántas horas de su vida le entregaron ayer a Azcárraga y al Salinas de la tele? ¿Cuántas le concederán hoy?(jAgh!)